RAIGAMBRE

Revista Cultural Hispánica

martes, 31 de marzo de 2015

LA OBRA DE NADINE JARINTZOV A TRAVÉS DE LA PLUMA DE ENRIQUE DÍEZ-CANEDO. ESTUDIO SOBRE EL LIBRO “POETAS Y POEMAS RUSOS”


"D. Enrique Díez-Canedo"

Luis Gómez López. Historiador


Reproducimos en este artículo, el magnífico estudio que realizara el español y crítico literario D. Enrique Díez-Canedo[1] sobre la obra de Nadine Jarintzov. El trabajo se publicó en la “Revista España”[2] en tres artículos casi consecutivos, que vieron la luz en los números 166, 168 y 169 de la citada publicación en el año 1918 bajo el título: “Poetas y Poemas”.

            D. Enrique Díez-Canedo, (Badajoz, 1879 – México, 1944) es a decir José María Fernández Gutiérrez: “ (…), un hombre de letras fundamental en la primera mitad del siglo XX y sus obras, las que escribió a una y otra orilla del océano y las que han ido apareciendo con textos suyos o antologías forman un corpus imprescindible para cualquier persona que quiera conocer las tendencias y la sensibilidad poética de la época y tener noticia del interés, recepción y valoración crítica de la literatura que se iba publicando y de los estrenos de obras de teatro”[3]. Lo cual no le falta razón, pues en el interesantísimo trabajo que reproducimos, observamos la erudición de nuestro crítico, el cual irá poniendo el acento sobre las íes en más de un aspecto sobre las carencias de la literatura española contemporánea en comparación con la de otros países.

            En primer lugar, reprochará la falta de trabajos o traducciones de la reseñada Mme. Nadine Jarintzov, autora nacida en 1870 y que por otra parte si es muy traducida y conocida en otras lenguas, (fundamentalmente en inglés) como así nos denuncia D. Enrique nada más empezar el primer artículo al decir: “Tiene el libro que ha publicado recientemente Mme. Jarintzov sobre otros análogos que no escasean en la literatura inglesa o en la francesa…” Este reproche sería igual de válido si lo hiciese en la actualidad, pues la obra de Jarintzov, aunque accesible en la red en inglés, no lo está, ni mucho menos, para el gran público en castellano, ya que sólo se encuentra disponible algo sobre la autora en determinados trabajos o en estudios especializados sobre la materia.

            Es por ello, que traer este estudio sobre el trabajo de la filóloga eslava N. Jarintzov es más que una necesidad por nuestra parte: es una obligación.


"Portada del libro "Poetas y Poemas"

En concreto nos referimos al libro “Russian Poets and Poems” . Vol. I. Classics by N. Jarintzov. W. J. Sedgefield The Modern Language Review Vol. 13, No. 2 (Apr., 1918) del cual Díez-Canedo realizó su trabajo y que ahora publicamos.

            En el primer artículo de la serie, D. Enrique nos habla sobre la dificultad que existe a la hora de traducir poemas de otras lenguas al español. Habla de las similitudes y facilidades que se tiene, por ejemplo, del ruso al inglés o el alemán, pero de las dificultades que entraña el hacerlo –y hacerlo bien- al realizarlo al español, pues se corre el riesgo de mutilar la obra original, cercenarla, adaptarla y por lo tanto modificarla, o intentar sustituir unos vocablos por otros, en cuyo caso se pierde la originalidad y el sentido.

Dice así la primera entrega de  “Poetas y Poemas”:

                [4]Tiene el libro que ha publicado recientemente Mme. Jarintzov sobre otros análogos que no escasean en la literatura inglesa o en la francesa, una indiscutible ventaja: la de dar a los lectores no versados en la lengua rusa una idea clara de la técnica del verso en aquel idioma.
            Es indiscutible que la verdadera fisonomía de un poeta se ha de buscar no sólo en lo que dice, sino en cómo lo dice. Sus palabras se unen para expresar ideas, sensaciones, conceptos determinados; pero se unen guardando unas leyes rítmicas, que las condicionan y prestan fisonomía peculiar. Prescindir de estas leyes o acomodarlas y cambiarlas buscando el genio propio del idioma a que se traduce, viene a ser lo mismo. Si se transcribe sencilla mente en prosa una poesía cualquiera, sabremos lo que dice el poeta; si se traslada en verso, lo que se suele hacer es recordar las poesías nacionales que se parecen a la composición vertida. En nuestros intérpretes nacionales de Horacio, el recuerdo de Fray Luis de León pesa de tal modo que la historia de nuestra poesía horaciana, escrita fervorosamente por Menéndez y Pelayo, se podría considerar como una serie de aproximaciones y desviaciones de la manera asentada por el autor de la Noche serena[5].
            Cuando se trata de poetas, traducir, significa muy a menudo sacrificar. Ahora bien, ¿es justo imponerles tal sacrificio? ¿No hay manera de lograr una equivalencia en que nada resulte sacrificado, en que lo nacional se sustituya a lo exótico en perfecta correspondencia? Para Mr. Wilfrid Blair[6], poeta inglés que ha coadyuvado, en parte, al logro de muchas versiones de Mme. Jarintzov, eso es posible y en ello no ve más que una “cuestión de tiempo”. Pero Mme. Jarintzov no opina lo mismo. Y, entre la reproducción ajustada a las estrictas leyes del inglés del metro, de la rima y de la «atmósfera» de una poesía rusa, posible según su consejero a costa de tiempo y paciencia, o la conservación de esas cualidades, a costa de alguna violencia al genio de la lengua receptora, prefiere esto último. Para ella, lo esencial es que “suene” a ruso, una poesía rusa traducida. Y, por esta razón, opina que sólo un ruso puede traducir convenientemente al inglés las poesías de su país; teoría que no tiene duda en generalizar, saboreando anticipadamente lo curioso que sería el contraste de las versiones hechas por un inglés con las de poesías inglesa, abundantísimas y admirables, trabajadas por los poetas rusos.
            Mme. Jarintzov sólo acoge en su libro composiciones de nueve poetas desde Krylov[7] el fabulista hasta Fet[8]. Son los que llaman «clásicos».
            Un nuevo tomo, que prepara y de cuya suerte y método de composición decidirá el primero, estará dedicado a los «modernos». No pretende dar una antología completa, sino una serie de muestras elegidas entre los poetas de genio individual, que marcan hitos en la historia de la poesía rusa. Para las versiones, como hemos indicado, ha tenido el consejo de Mr. Blair, salvo en el Demonio de Lermontov[9] y en las poesías de Alejo Tolstoy[10] y Atanasio Fet; sólo ha atendido, en todas estas composiciones, a su modo personal de entender la traducción, y así da con ellas el más vivo ejemplo de su teoría. Esta teoría, adviértase bien, es contraria a las que han predominado en literatura, sobre todo en la francesa y en la española. Se ha intentado, casi siempre, entre nosotros, «españolizar». La inspiración extraña: españolizar el Fausto, por ejemplo. Los metros más característicos de nuestra poesía, los que nacieron con ella y moldearon su espíritu, han sido empleados sin recelo en la versión de obras de muy distinta condición.



"Alejo Tóltoi"

Preferible es, en tales casos, una pobre y honrada versión en prosa. Pero ¿se ha de renunciar por ello a enriquecer la versificación original con esquemas de otras literaturas? La adaptación de formas italianas en Europa entera llevó, indudablemente, una transformación a todas las literaturas: fue el Renacimiento, movimiento espiritual más amplio que las variaciones locales del gusto, el que pasó a todos lados con aquellas formas aun productivas; y pasó sin matar los gérmenes que granaban y florecían en los moldes antiguos. Luego en esas mismas formas el alma nacional se hizo patente, diversificándose en lo mismo que parecía tender a la unificación. El resucitar de los metros clásicos, tan fuerte en algunas literaturas modernas —Italia, Alemania— y con ejemplos en todas, trae algo análogo. La traducción poética, sujetándose ceñidamente a las formas originales, ha servido y puede servir de mucho para ensanchar el campo de la versificación; y el que no sienta la necesidad de esto, no ha puesto nunca los ojos en la historia literaria.
            No somos los españoles más refractarios que otros pueblos al cambio de la técnica literaria; pero, a no dudar, lo somos bastante. No podemos concebir que un cambio en la técnica signifique ensanchamiento: no se anula con ello lo anterior, sino que se instaura algo nuevo. Y, limitándolo a la traducción versificada, ya que se haya de intentar ¿por qué no intentarla íntegramente, en el ritmo, en la rima, en la «atmósfera», para usar la palabra que emplea  Mme. Jarintzov? Si dijéramos que el castellano es la lengua más dúctil y flexible a este propósito, nadie nos creería. La escasez de palabras cortas, la abundancia de la acentuación llana, lo limitado de los sonidos vocales, son otros tantos inconvenientes: para traducir del inglés, del alemán, pero del inglés sobre todo, casi insuperables. Graves también para traducir de las lenguas afines portuguesas, catalanas, italianas, que por su misma semejanza gramatical exigen paridad absoluta de formas y ponen al castellano, más tiesas, más amplias, en trances de dificultad casi insoluble, compensadas por lo semejante de la cadencia y de la rima. A través del estudio de Mme. Jarintzov advertimos que la adaptación de las formas métricas y del sistema general de versificación ruso había de ser fácil y de producir resultados nada incómodos para nuestro oído. Abundan, en ruso, las palabras largas, que dificultan la traducción al inglés; el acento es aun más rígido que en la poesía española, y está, por lo tanto, en la dirección que lleva la nuestra desde la absorción de las formas italianas. Desde que el romanticismo aumentó considerablemente la disposición en estrofas, quedó el paso abierto a nuevas combinaciones análogas a las que ocasiona en ruso la combinación de los pies métricos acentuales. Resta el empleo del eneasílabo, poco asequible a nuestra costumbre de versificar; pero no se olvide que ha producido ya, en la literatura reciente, obras maestras.
            Mucho nos hemos alargado en estas cuestiones generales para hablar de los poetas rusos que en el libro figuran. Quédese esto para otro artículo en que trataremos de fijar los rasgos esenciales de cada uno, valiéndonos de las muy abundantes indicaciones de Mme. Jarintzov, en sus prólogos, que no son lo menos interesante del libro a que vamos refiriéndonos.



"Atanasio Fet"

 En el segundo artículo de la serie, Díez-Canedo procede a desgranar la obra de Nadine Jarintzov. En él se van abriendo poco a poco y paso a paso los grandes poetas rusos por antonomasia. Especial interés le dedica el crítico español al más grande ellos, Púshkin, sin olvidar a sus sucesores como Lérmontov o antecesores, como Krylov o Jukóvski de los cuales ya había dado algunas pinceladas en el primer artículo de la entrega.

            Es esta parte central del ensayo el nexo troncal con respecto al estudio que se realiza de la obra de Jarnitzov. Se exponen sobre el papel los matices que cada uno de los grandes poetas rusos aportan a la literatura de ese país. Se diagnostica sus excesos o sus carencias, -por ejemplo, el estar unos poetas muy influenciados por el europeísmo, o el ser otros, por el contrario, muy conservadores sobre el tema y el enfoque de la Rusia tradicional- y se hace hincapié en la riqueza lírica que cada uno puede aportar al lector. Es, sin lugar a dudas, un trabajo excepcional, que abre a los occidentales el maravilloso mundo de los poetas y poesía rusa.

[11]NUEVE son, como antes hemos dicho, los poetas elegidos por Mme. Jarintzov para su primer tomo. Prescindiendo de los poetas más antiguos, eco de la poesía europea de su tiempo, empieza con un fabulista, Iván Andréyevich Krylov (1768-1844), que imitó y tradujo a La Fontaine como nuestro Samaniego, pero infundiéndole un sentimiento y un tono enteramente rusos. Suele ocurrir, con los fabulistas, lo que con los cantos populares: un mismo tema, un asunto que pasa de un pueblo a otro, adquiere en cada uno rasgos esenciales del alma nacional.
La penetración y perspicacia escondidas bajo capa de humildad del aldeano ruso, revélanse maravillosamente en las fábulas de Krylov, abundantísimas en giros, refranes y metáforas populares, que a veces desafían toda traducción. Al tono especial de su habla le llama el mayor crítico ruso, Bielinski[12], «ensortijamiento». Todos le reconocen por uno de los grandes maestros del idioma, con ciencia y naturalidad fundamentales para darle aptitudes literarias nuevas.
Vasili Andréyevich Jukóvski [13](1783-1852) es el primer romántico. Hijo de un noble y de una esclava turca, que no salió nunca de su condición, hubo de llegar a muy altos puestos sociales. Su nacimiento irregular no le impidió ser, con los años, profesor de la emperatriz Alejandra Feodorovna, esposa de Nicolás I, y preceptor de Alejandro II. Monárquico por convencimiento, aprovechó sin embargo su posición para revelar sentimientos humanitarios en favor de amigos caídos en desgracia; libertó a sus siervos y acaso fue el primero en inculcar a su discípulo ideas que condujeron más tarde a la emancipación general de éstos. «No hay amor del pueblo para el Tsar[14] —le decía— si no hay en el Tsar amor a su pueblo». La balada Svietlana[15], que Mme. Jarintzov compara a La víspera de Santa Inés, de Keats[16], nos recuerda más bien las inspiraciones de Bürger en La Leñara; es menos macabra, tiene hasta una moraleja optimista, que no admitiría Calderón: La niebla del mundo está en el sueño y el gozo en el despertar[17].
Por él, la edad media rusa empieza a tener estado poético y los cantos tradicionales de la nación a poner sus notas en la naciente poesía artística. De estos cantos y leyendas, oídos ávidamente a las musas familiares, a las mujeres adictas que cuidaron de su niñez y acompañaron su destierro, sacó Alejandro Púshkin[18] (1799-1837) el alma de su poesía. «Cantor de la realidad» le llama Mme. Jarintzov. «No hay nadie —dice­— más deliciosamente humano, claro, sincero, impulsivo, vital y vivificador nadie se aparta más que él de todo artificio, de toda afectación, de todo efecto conscientemente preparado— nadie tampoco «escarba» como él dentro de su «alma». Estas apreciaciones le presentan a un lector español como un Zorrilla, todo musicalidad, exterioridad brillante, rumor de leyendas, facilidad, despreocupación. Lo mejor de la poesía de uno y de otro, es un raudal bullicioso y transparente “ainsi qu'aux plus beauxjours”[19].
Hay en Pushkin un sentimiento de continuidad que le hace amar a los poetas inmediatamente anteriores a él. Revolucionario, este hombre casi siempre desterrado o perseguido, lo es mucho menos que Jukóvski, siempre al lado de la familia imperial; pero dijo palabras más


"Ivan Krylov"

comprometedoras: Temblad, tiranos de la tierra. Despertad, esclavos de su poder. Levantaos y mostrad lo que sois. Byroniano[20], lo fue menos que Lérmontov. Le apasionó Byron, como a toda la juventud de su tiempo, pero después, cuando hubo leído a Shakespeare, le tuvo por nada. Shakespeare triunfa en su espíritu cuando escribe el Boris Godúnov[21]. En cuanto a Eugenio Oñéguin[22], su héroe favorito, poco tiene de byroniano. Es Púshkin un hombre de sociedad, un diablejo brillante, lleno de travesura; cuando uno de sus jefes, el Conde Vorontsov, le mandó hacer un «trabajo útil», enviándole a investigar las causas y los daños de la plaga de la langosta, el informe técnico del poeta decía, poco más o menos, así: «La langosta volando, volando sobre el campo cayó; y después de un destrozo nefando la langosta, volando, volando, se marchó». En los últimos años de su vida, esclavo de una posición oficial, lleno de preocupaciones familiares, fueron los más tristes; tenía la consideración que deseó siempre; su fama de poeta era cada día mejor. Pero la pistola de su cuñado Jorge-Dantés al herirle de muerte, fue como una liberación. Por él vienen a la poesía rusa la naturaleza del inmenso imperio, la vida de las ciudades, la leyenda, con todo su prestigio y color. Aquello que Jukóvski no hizo más que iniciar, Púshkim lo completa y madura. Su poema juvenil de Ruslán y Liudmila[23], es ya una espléndida realización. En opinión de Mme. Jarintzov, la prosa corriente de Púshkin es muy inferior a su poesía, y esto hace que sus novelas, traducidas den pobre idea de su talento. Es, por aquí, el gran poeta ruso, un autor desgraciado, porque el encanto especial de sus versos, al ser traducidos, desaparece en la mayor parte de las versiones. Aun es, sin embargo, suficiente lo que se conserva, para darles interés, y esto bien se advierte en algunas poesías de las que se incluyen en el libro de qué hablamos. Tampoco inventó Púshkin nuevas formas poéticas; en cambio ¡qué variedad de giros, de sabrosos términos populares, de palabras aprendidas en el ruso y el eslavón antiguos, la lengua de los libros religiosos, abundan en su obra! Todo en Púshkin es ágil, todo suena a nuevo. A su lado Miguel Yúryevich Lérmontov (1814-1841) muerto también en desafío, más joven aun que su gran predecesor, aparece más limitado y a la vez más profundo. En él, prosa y verso, se equivalen. La novela —o, mejor, se ríe de relatos con un personaje común— Un héroe de nuestros días, hace pasar por los magníficos paisajes del Cáucaso, el hastío de un hombre enfermo del “mal del siglo”, como Eugenio Oneguin, pero superior a él en intensidad y sobriedad de rasgos descriptivos: Pechórin. Aquí se retrata el propio Lérmontov de modo inolvidable.



"Aleksander Púshkin"

Su poema El Demonio, o cualquiera de sus grandes poesías líricas, Dízma, Elegía, el Ángel, tienen una atmósfera misteriosa y oscura que les da fisonomía peculiar. La más objetiva tal vez “El canto del Tsar Ivan Vasilievich, del joven Oprichnik y del osado mercader Kiláshnivok”, no desdice del espíritu de las otras. La historia rusa revive en ella con toda su pureza, crueldad y color. El oriente llena de ensueños esta alma eslava, comunicándole su orgullo. Por esta cualidad muchos escritores rusos han mirado con despego a Lérmontov. Sólo Merejkóviki[24] en un libro que cita Mme. Jarintzov, titulado: El poeta de la super-humanidad, ha tratado de vindicarle. Para él, es Lérmontov como el representante del espíritu de rebelión en una literatura caracterizada por el espíritu de humildad. Todos los grandes escritores rusos-, dice Merejkóvski, han empezado rebeldes y han acabado sometidos. No así Lérmontov. Lérmontov es como uno de esos ángeles que, en la lucha de Dios y Satanás, vacilaron en tomar partido y fueron enviados a la tierra. Su poder de recordar la eternidad pasada, de amar en lo presente la semejanza con lo que fue, le dan esa terrible sugestión, simbolizada en el ángel que en una de sus más hermosas poesías trae desde el cielo un alma, cantándole una misteriosa canción, que luego el alma recordará siempre en el mundo, sin concretar sus divinas palabras.




"Nikolai Nekrásov"


***
            En la tercera y última entrega, Díez-Canedo repasa el final del volumen de Jarintov. A falta de biografiar a cinco poetas más, Jarintov prosigue con su meticulosa labor. Ambos, autora y crítico español, coinciden en lo limitado de su estudio, y que por supuesto, no es una obra final, sino más bien, una selección personal sobre los personajes más influyentes de la poesía en Rusia en todos los tiempos. Pero a nadie se le escapa el valor incalculable que la obra supone. Con gran acierto y con meticulosidad, se prosigue con la puesta en valor del resto de escritores que faltan por reseñar. Se informa además, de la continuación de la obra de Mme. Jarintov, quien en esos años, ya estaba inmersa en la continuación de su obra. D. Enrique, nos adelanta el gran trabajo que ello supone, y lo excepcional de dicha labor, pues es cierto, que un trabajo de esas características, supone poner en valor toda la literatura de un país, darla a conocer y servir de guía para neófitos o amantes de la literatura. Dice al respecto: “Su selección (-la de Mme. Jarintzov-) por ser extremadamente restringida, no deja de dar una impresión justa de la evolución de la poesía rusa desde que surgen las primeras personalidades autónomas”.


[25]OTROS cinco poetas comprende aún el libro de Mme. Jarintzov. Nacido antes que Lérmontov, Alexey Vasilyevich Koltsov[26] (1808-1842) tiene vida poco más larga. Es un poeta popular, de extracción humilde, hijo de un ganadero, y tratante en ganados. Un librero de portal educa y afina su gusto por las letras; alguien le conduce a la amistad de los grandes admirados, de Púshkin, del crítico Bielinsky[27]. Al pronto la literatura es compatible para él con los negocios y aun los hace prosperar; mas pronto le cansan, y el padre, intransigente, le niega todo apoyo. Enamorado de una sierva y dispuesto a hacerla su esposa, cuando después de una ausencia vuelve en su busca, la han hecho desaparecer y no logra encontrarla. En los suyos ve sólo fría hostilidad. Otro amor indigno llena y deshace sus últimos años enfermizos. De ambas pasiones queda huella en sus versos; pero lo mejor de ellos es alma del pueblo, apresada en breves ritmos ágiles que tienen “frescura de flor silvestre”, difíciles de reproducir en otra lengua. Del alma popular Púshkin supo coger toda la pintoresca fantasía, toda la gracia espontánea; para Koltzov quedaron la ingenuidad y la sencillez.
Más se parece a Púshkin el conde Alejo Tolstoy (1817 1875), de alta cuna, elevadísima posición social, vida tranquila y dichosa. Es !a suya una “poesía feliz”. Hace versos a los seis años; no los da a imprimir hasta los treinta y siete. En su vida de gran señor, une a su prestancia personal y noble fuerza física un gusto refinado por lo que es ruso esencialmente, por lo que habla de los tiempos antiguos en que el espíritu nacional se formaba. Bajo este signo compone una gran trilogía dramática, “Iván el Terrible”[28], “Tsar feodor Joannovich”[29], “Boris Godunov[30], su obra más importante, y no es ajena a él una colección de sátiras inspiradas en los antiguos cantos épicos, cuyas formas remedan a la perfección. Su Don Juan, su “Príncipe Serebríany”[31] no valen lo que aquella trilogía, ni lo que las poesías líricas, de forma perfecta, que hacen de él uno de los más puros artistas del verse ruso.




"Vasleri Briúsov"

En este aspecto forman grupo con él Teodor Ivánovich Tiútchev[32] (1803 1873) y Afanasiy Afanásyevich Fet (1820-1892) muy ensalzados uno y otro por los escritores de las últimas generaciones rusas, que no tienen a Tolstoy en gran estima... Tiútchev alcanzó los tiempos de Tukóvski y de Púshkin, que le alentaron y ensalzaron; los estudios de Valeri Briúiov[33], uno de los más considerables poetas rusos de hoy, le han confirmado en la admiración de sus compatriotas[34]. Siente con la naturaleza, le atraen sus misterios; ante las cosas, se deja impresionar hondamente y forja sus impresiones en nuevas metáforas: “las estrellas sostenían el firmamento con sus cabezas”, “el mar, con su canto, adormece los ensueños de los hombres”... En cuanto a la forma, es más tenue, más fluido Su amor a la Santa Rusia es, más que amor, fe. Pero Rusia le parece inatacable e inconmovible, las olas de la revolución que se agita en Europa van a estrellarse contra ella. Ciertamente, Tiútchev es reaccionario, pero no ha sido profeta. De su eslavismo fundamental y característico aparece totalmente despojado Atanasio Fet, reaccionario también de espíritu —«Todo asomo de idea liberal era extraño a sus convicciones políticas»—. Pero cuando se pone a ser poeta, todo lo olvida. Poeta de amor, panteísta de modo más profundo que Tiútchev, en sus versos, el arte sólo le preocupa. Turguéñev, que fue su amigo, aunque luego se distanciara de él, solía decir: «No hay más Fet que Fet, y Turguéñev, su profeta». «Lo único verdaderamente ruso que hay en él—apunta Mme. Jarintzov— es su instintivo amor al sufrimiento». En cambio Nicolay Alexéyevich Niekrásov[35] (1821 1877) es ruso hasta la medula, y, al lado de estos poetas reaccionarios levanta generoso una voz de protesta y entona un canto de tristeza y venganza. Su largo poema “¿Quién vive hoy feliz y contento en la madre Rusia?” pone en escena a siete campesinos que se hacen esa pregunta. Nadie es dichoso. Ni el terrateniente, ni el pope, ni el mercader, ni el aristócrata, ni el Tsar. Una serie de cuadros de miseria y horror lo declaran y manifiestan. Sólo les hubiera tranquilizado la exaltación de un joven salmista que compone un canto para los trabajadores. Niekrásov ve en la obra creada la única felicidad de la vida. Pero todos sus cantos son obscuros, sombríos. Hay en ellos más de hombre de lucha, de periodista —periodista fue Niekrásov toda su vida: dirigió “El Contemporáneo” fundado por Púshkin- que de verdadero poeta.
Tolstoy —León Tolstoy, no el poeta de que hemos hablado y que no era próximo pariente del gran novelista— le niega el título de poeta, lo mismo que las nuevas generaciones. Lo que ocurre es que en la poesía de Niekrásov, el elemento puramente literario es lo de menos. Quiere hacer del verso un arma, convertirlo en instrumento eficaz inmediatamente, redimir con él a los proletarios, libertar a su tierra y a sus hermanos, no halagar sus instintos ni mecer sus ensueños. Nada más contrario a la exquisitez de Atanasio Fet. Sólo dos muestras de su poesía traduce Mme. Jarintzov, que resume, en cambio, algunos poemas extensos. Esto bastaría para revelarnos que en Niekrásov, como cumple a un poeta de sus cualidades peculiares, lo importante está en el asunto. De los poetas españoles podríamos tal vez compararle con Curros Enriquez[36]; pero éste fue más lírico y más oratorio.
Tales son, a través del libro de Mme. Jarintzov, vistos en rápido escorzo, los poetas que llama clásicos. Otros incluye en esta denominación, Máykof, Púlonsky, sin estudiarlos especialmente, porque en ellos no ve cualidades que igualen o superen a las que lucen los que ha elegido. Hemos tratado de demostrar, en esta rápida reseña, el rasgo que, en estos, distingue a cada cual. Todos, sin embargo, muestran un cuidado particular por las cosas del «oficio», por la técnica del verso o la riqueza, propiedad y abundancia del vocabulario. Reparándolo bien, se nata pronto la dilección con que la escritora habla de los más artistas, poniéndose, desde luego, en el punto de mira de los nuevos poetas rusos, que ha de estudiar en el segundo tomo de la obra.
Su selección, por ser extremadamente restringida, no deja de dar una impresión justa de la evolución de la poesía rusa desde que surgen las primeras personalidades autónomas. En este sentido es preferible a otras compilaciones más abundantes en nombres y en ejemplos —Saint Albin, Wiener, Tschernow— que borran los límites e inducen a confusión. Si en el volumen que prepara tiene Mme. Jarintzov el acierto que en el presente, habrá logrado presentar un cuadro completo de la poesía rusa hasta hoy. Nos prometemos examinar entonces los últimos desarrollos de esta poesía, ayudados por otros libros de Cluzzewite, de Selver, de algunos más, a fin de responder, en la medida de la posible, a la curiosidad de nuestro público literario, a esa curiosidad que, a mediados del siglo XIX, guiaba la mano de D. Alberto Lista[37] hacia el anticuado florilegio de John Browning y le impulsaba a trasladar, en sonoros endecasílabos, las estrofas religiosas de Dierjavin[38].


NOTAS:

[1] ENRIQUE DÍEZ-CANEDO: Poeta, ensayista, traductor, crítico literario y diplomático español, nacido en Badajoz en 1879 y fallecido en Cuernavaca (México) en 1944. Autor de una brillante obra poética que supo aunar las diferentes corrientes modernistas europeas e hispanoamericanas, dejó también un fecundo legado crítico que, diseminado en artículos periodísticos y volúmenes de ensayos, le configura como uno de los mejores conocedores de las Letras hispanoamericanas de la primera mitad del siglo XX. Fue uno de los firmantes del manifiesto noventayochista que, en 1905, con motivo de la concesión del Premio Nobel a José Echegaray, negaba cualquier representatividad del dramaturgo madrileño en la literatura española del momento. Citado de: La web de las biografías
[2] Subtitulado “semanario de la vida nacional”, se trata de la publicación con más amplia repercusión en la denominada “edad de plata” de la intelectualidad española, el primer proyecto periodístico de José Ortega y Gasset, y en la que confluyen las corrientes reformistas liberal-democráticas y las también antioligárquicas, radicales y antimonárquicas del socialismo. En ella se dan cita tanto los máximos representantes de la generación del 98 como la del 14, y algunos que integrarán la del 27.
                Nace de un espíritu neo-regeneracionista en torno a la Liga de Educación Política, y gracias a la financiación del poeta ateneísta Luis García Bilbao. Entre sus primeros redactores se encuentran el propio Ortega, así como Pío Baroja (con la sección “El tablado de Arlequín”), Ramón Pérez de Ayala (“Críticas teatrales” y “Apostillas"), Eugenio d’Ors ("Las obras y los días"), Juan Guixé (“Vida real de España”), Enrique Díez-Canedo, encargado de la sección literaria, así como Luis de Zuloaga, Gregorio Martínez Sierra, Ramiro de Maeztu. También son colaboradores Manuel B. Cossío, Manuel Azaña, Luis Bello, Jacinto Benavente, Miguel de Unamuno, Ramón del Valle Inclán, y, desde provincias, Pedro Corominas y Manuel Reventós (Barcelona), Fernando de los Ríos (Granada), Juan Díez del Corral (Córdoba), Juan Rof Codina y Santiago Casares Quiroga (Galicia) o Antonio Machado (Jaén). También escribirán en ella Juan Ramón Jiménez, Gabriel Miró, Rafael Marquina, Adriano del Valle o Azorín, entre otros muchos.
                Con un formato más de periódico que de revista, editó un total de 415 números, de entre 12 y 20 páginas cada uno, con una portada en la que pronto ocupó una gran ilustración a color, publicando otras en su interior, obra de Bagaría, Penagos o Arniches, entre otros, dando cabida también a las fotografías de actualidad.
                Los artículos de fondo ocuparon gran parte de sus páginas, de carácter político, filosófico, literario, artístico, social, cultural, acompañados de reportajes, crónicas nacionales y extranjeras, noticias, críticas, apuntes, etc. También insertó anuncios publicitarios, aunque tuvo durante sus diez años de vida una precaria vida económica.
                Ortega abandonó pronto su dirección tras su ruptura con los reformistas de Melquíades Álvarez, para tomarla Luis Araquistáin, desde 1916 a 1923, que le dio un impulso periodístico, cargado de polémica y de debate, quien también se encargó de publicitar la propaganda de los aliados durante la primera gran guerra a cambio de financiación. Por último, Manuel Azaña se hará cargo de su dirección, pero la revista no pudo superar las trabas que le impuso la dictadura primoriverista en 1925.
Es considerado como el periódico político más importante de la edad de plata, órgano periodístico-doctrinal del neo-regeneracionismo, del grupo reformista integrado por liberales, demócratas, socialistas y agnósticos que criticaron duramente el institucionalismo paralizador de la Restauración, portavoz de todo el descontento nacional, del republicanismo socializante, del catalanismo de izquierdas o del movimiento obrero.
                Su edición facsímil fue publicada en 1982, con un prólogo de Salvador de Madariaga, un estudio preliminar a cargo de Manuel Tuñón de Lara y Enrique Montero, e índices cronológico y onomástico. Citado de: Hemeroteca Digital BNE
[3] FERNÁNDEZ GUTIÉRREZ, J. M. “Enrique Díez-Canedo creador y crítico literario. Bibliografía” CAUCE, Revista de Filología y su Didáctica, n" 26, 2003 /págs. 141-169 Universidad de Tarragona
[4] DÍEZ-CANCEDO, E. “Poetas y poemas”, Revista España nº 166 de 13/06/1918, pp 9-10 
[5] “La noche serena” es obra de Fray Luis de León, autor renacentista (1528-1591)
[6] WILDFRID BLAIR, poeta inglés nacido en 1889 y fallecido en 1968. Es autor entre otras obras de: “La muerte de Shakespeare” de 1916, “Las mareas y las modas” 1969. “Poetas en Isis” 1910, “La vida y muerte de la señora Tidmuss” 1923.
[7] Se refiere a IVÁN ANDRÉYEVICH KRYLOV, (1769-1844) autor satírico de obras como El correo de los espíritus (1789), El espectador (1792) y El mercurio de San Petersburgo. Aunque escribió sátiras, comedias y obras varias, su éxito le llegó con su obra de 23 fábulas, las cuales tuvieron una enorme aceptación en el público de la época. A ese primer trabajo le siguieron otros ocho volúmenes más, todos ellos editados entre los años 1810 a 1820. A Iván Krylov le cabe el honor de ser tenido por el mayor fabulista de la literatura rusa.   
[8] Se refiere al autor AFANASI FET, también conocido como Atanasio (Afanasi) Fet. Se trata de un poeta ruso nacido en la localidad de Novolsiosky en1820 y muerto en Moscú en 1890. E. Díez-Canedo lo trae a colación porque Fet, además de escribir poesías, tradujo a Horacio y Juvenal del latín al ruso. 
[9] MIJAÍL YÚRIEVICH LÉRMONTOV (1814-1841) Poeta romántico y escritor ruso también conocido como “El poeta del Cáucaso”. Su novela más conocida es “Un héroe de nuestro tiempo”. Admirador de Pushkin, escribió el magnífico poema “Muerte de un poeta” al enterarse de la muerte en duelo de éste. Escribió miles de copias manuscritas de dicho poema que distribuyó por todo Moscú, al tiempo que cargaba contra la a alta sociedad por ser moralmente responsable. Esto enojó al zar Nicolás I quien lo envió a un cuartel de dragones del Cáucaso. Lermóntov moriría cuatro años después en un desafío en similares circunstancias.
[10] ALEKSÉI NIKOLÁYEVICH TOLSTÓI, (1883-1945) Poeta, ensayista y escritor ruso, que donde más destacó fue en sus novelas sobre ciencia ficción o de naturaleza historicista No hay que confundirlo con LEÓN TOLSTOI. Ambos autores se apellidan de la misma manera, más no son ni parientes ni remotos familiares. Alejo Tolstoi alías “Camarada conde” decidió exiliarse durante la era revolucionaria, pero pasados los años escribió para regresar a su patria natal, convirtiéndose luego en un escritor de referencia en su país recibiendo varios premios y galardones por su labor.
[11] Poetas y Poemas” Revista España, nº 168. 27/06/1918, pp. 9-10
[12] Se refiere el autor a VISARIÓN GRIGÓRIEVICH BELINSK (1811-1848) crítico literario, periodista, lingüista y filósofo ruso de tendencia occidentalizante.
[13] VASILI ANDRÉYEVICH ZHUKOVSKI, (1783-1852), es conocido como el mayor poeta ruso de primera década del siglo XIX. Es además considerado como  el introductor del Romanticismo en su país, merced a las muchas traducciones de obras de poetas románticos que llevó a su lengua materna.
[14] Tsar es la antigua forma con la que se llamaban a los zares en occidente, cuya equivalencia es a la del césar latino.
[15] Obra de Zhukovski creada en 1813. Se trata de una traducción libre que el autor hizo de manera magistral de la bien conocida balada alemana Lenore, obra de GOTTFRIED AUGUST BÜRGER.
[16] JOHN KEATS. (1795-1821) Poeta romántico inglés.
[17] Extrae esta cita de la obra de Bürger en contraposición a la obra calderoniana por antonomasia de “La vida es sueño” donde el autor español llega a unas cotas de excelencia poética insuperables al relatar las dificultades de saber distinguir el sueño de la realidad. 
[18] ALEKSANDR SERGUÉYEVICH PUSHKIN (1799-1837) Conocido como el gran creador de la literatura rusa, fue un gran dramaturgo, poeta y escritor de su tiempo. Fue el primero en utilizar la lengua vernácula para sus obras, y sirvió de inspiración para otra gran pléyade de autores posteriores como Gógol, Dostovyevski, Tolstói, etc.
[19] “ainsi qu'aux plus beauxjours” = “Así como en los mejores días”
[20] Bayroniano. Según la RAE: “Perteneciente o relativo a Lord Byron o a su obra”
[21] Boris Godunov es un drama teatral escrito por Púshkin en 1825 y publicado íntegramente en 1831. La obra es un claro icono de la literatura rusa. El tema se desarrolla a fines del siglo XVI y comienzos del siglo XVII. Refleja la sociedad feudal de esta época, con sus leyes y sus personajes humanos, los cuales se personifican en los personajes principales de la obra. El objetivo que mueve las acciones de Godunov es la toma del poder y su afirmación total. Este es el incentivo que mueve a Shuiski, a Basmanov y a Marina Mnishek. Pushkin subraya los rasgos a veces positivos de su personaje principal, pero que mueren o son mutilados por un deseo terrible, egoísta y apasionante de poder. La pasión del poder transforma también a Otrepiev en un aventurero que defrauda las esperanzas del pueblo, siendo por último un arma en manos de los polacos. Los apetitos de poder aparecen en la tragedia como enemigos de los intereses del pueblo.
[22] Eugenio Oneguin es una novela en verso escrita por Alexander Púshkin la cual se publicó en forma de serie entre los años 1823 a 1831. Su personaje protagonista se hizo famoso, dando lugar a diversas réplicas en otros formatos llegando incluso a ser llevada a la ópera de la mano del maestro Chaikovski en 1879. La trama de la novela versa sobre el personaje Eugenio Oneguin, joven desenfadado y poco preocupado por las obligaciones diarias, el cual se toma la vida con desenfreno y de forma apasionada. Eugenio recibe una declaración de amor de una admiradora, cuestión ésta que era muy discutida en Rusia por inusual, ya que no era costumbre que las mujeres toasen la iniciativa en estos asuntos. Ese amor no es correspondido. Se suceden otra serie de episodios en los que el protagonista se bate en duelo y mata a un amigo, a raíz de lo cual, decide alejarse de sus posesiones y viajar por toda Rusia. Los personajes secundarios mantienen su trayectoria en la novela, llegando entonces la joven despechada, a investigar sobre su amor fallido. Buscando en sus libros, descubre que es muy posible que Eugenio sea en realidad una mezcla de muchos personajes heroicos de la literatura. Al regreso de Oneguin a su posesión, descubre una bella mujer, la cual está casada con un general. Esa mujer no es otra que la dama que él rechazó en su día.
[23] Ruslán y Liudmila es una obra de Pushkin publicado en 1820. La obra narra la historia del rapto de la hija del príncipe Vladímir de Kiev, Ludmila, por un malvado mago, y los esfuerzos por rescatarla del valiente caballero Ruslán
[24] DMITRI MEREZHKOVSKI (1866-1941) Tanto Dimitri como su esposa ZINAIDA GIPPIUS eran poetas. A Merezhkovski se le atribuye el honor de ser uno de los introductores del simbolismo en Rusia, quizás por su pertenencia (junto a la de su esposa) a la masonería.
[25] Poetas y Poemas” Revista España, nº 169. 4/07/1918, pp. 9
[26] ALEXEY VASILYEVICH KOLTSOV (1809-1842) Es uno de los mejores ejemplos de poetas rusos costumbristas. Sus obras están llenas de imágenes que retratan el folklore ruso. En sus escritos, en muchas veces por boca de mujeres, se narra la vida de los campesinos, el campo y la labor agrícola, a veces de forma idílica.
[27] Díez-Canedo se refiere a VISARIÓN GRIGÓRIEVICH BELINSK (1811-1849) Crítico literario, periodista, lingüista y filósofo ruso de tendencia occidentalizante.
[28] Obra de ALEXÉI KONSTANTÍNOVICH TOLSTÓI “La muerte de Iván el Terrible”,(1866)
[29] Ibídem  “El zar Fiódor Ivánovich”,  (1868)
[30]  Ibídem “El zar Borís” (1870) que culmina la última parte de la trilogía dramática del autor.
[31] Se trata de la novela histórica del mismo nombre de ALEXÉI KONSTANTÍNOVICH TOLSTÓI escrita en 1862 y que fue muy popular en su época
[32] FIODOR (THÉODORE) IVANOVITCH TIOUTTCHEV (1803-1873) Se trata de uno de los más grandes poetas rusos del siglo XIX. Diplomático de carrera es considerado, junto a Pushkin, como el representante de la poesía rusa más clásica. Es además, uno de los primeros en utilizar e introducir el simbolismo en su país.
[33] VALERI YÁKOVLEVICH BRIÚSOV (1873-1924) Poeta, dramaturgo, traductor, crítico literario e historiador ruso. Fue uno de los principales miembros del simbolismo ruso. Dentro de su obra, destaca la novela histórica titulada “El altar de la victoria” que relata la vida de la antigua Roma, y “El ángel de fuego” que cuenta la historia de un académico y sus intentos de ganarse el amor de una joven cuya integridad espiritual se ve seriamente socavada por su participación en prácticas ocultas y sus tratos con fuerzas impuras.
[34] BRIÚSOV aún vivía cuando Diez-Canedo escribía este artículo.
[35] NIKOLÁI ALEKSÉYEVICH NEKRÁSOV (1821-1877) Poeta y dramaturgo ruso. En teatro es de destacar que escribió varios vodeviles que se estrenaron con éxito y buena crítica: “Lanza en saco mala es de guardar, moza casadera mala es de cuidar”, “El actor” (1841), “El prestamista de San Petersburgo”, 1844; “Una mañana en la redacción”, 1841; “Tedio otoñal”, 1848. En cuanto a la poesía, se caracteriza por ser una poesía lírica e intimista, cívica y social y, muy especialmente, de temática campesina, pero siempre con un carácter de denuncia social.
[36] MANUEL CURROS ENRÍQUEZ (1851-1908) Nacido el 15 de septiembre de 1851 en Celanova (Ourense), Manuel Curros Enríquez pasa por ser, junto con Rosalía de Castro y Eduardo Pondal, el gran referente del denominado "Rexurdimento" de la literatura gallega de finales del siglo XIX. Para saber más: Fundación Curros Enríquez
[37] ALBERTO RODRÍGUEZ DE LISTA Y ARAGÓN (1775-1848) Fue un matemático, poeta, periodista y crítico literario español. En especial y para este estudio ver la obra “Colección de trozos escogidos de los mejores hablistas castellanos, en verso y prosa: hecha para el uso de la Casa de Educación, sita en la calle de San Mateo de la Corte (2 vols.), antología de textos de literatura clásica española en verso y prosa”. Madrid, 1822.
[38] GAVRILA ROMÁNOVICH DERZHAVIN (1743-1816) Poeta ruso del periodo de la ilustración.



sábado, 28 de marzo de 2015

GUERRA DE ESPAÑA: LAS VERDADES OCULTAS DE UNA MATANZA


Foto de Manolo Fernández.



Recientemente, en Italia, el historiador Mario Arturo Iannaccone ha publicado un libro sobre la persecución religiosa que se perpetró durante la Guerra Civil Española. Ofrecemoso aquí la traducción de una recensión a cargo de Franco Maestrelli. La obra está teniendo un gran éxito en Italia y está sirviendo para dar a conocer la verdad de una historia tantas veces falsificada en España y en el extranjero.



Franco Maestrelli
 
Traducción del italiano al castellano:
Manuel Fernández Espinosa
.



Se dice que la historia la escriben los vencedores y que la versión de estos es la aceptada universalmente. Tomemos por ejemplo la historiografía sobre la Guerra Civil española en los años treinta del siglo pasado: sin ninguna duda fue ganada por la España nacional, por la "franquista", pero por doquier la versión que los historiadores afirman como "verdades la versión de los perdedores. Sólo hay que pasar por cualquier librería, acercarse a la estantería de Historia y encontrará usted docenas de libros de historia italiana, anglosajona, francesa, española y, con pocas excepciones, lo que se alaba es a la República derrotada, mientras se representa como el mal absoluto a la España nacional.
 
 
A lo sumo, se concede el beneplácito de reconocer que en algunos casos los milicianos anarquistas y comunistas cometieron alguna barbaridad en contra de la Iglesia Católica que, sin embargo, parece justificada por la alianza de la Iglesia y de los católicos con los franquistas sublevados. A difundir esta versión políticamente correcta también se presta el cine. El director británico Ken Loach en su famosa película "Tierra y Libertad" representa algunas escenas del enfrentamiento entre militantes rojos y franquistas, cerca de una iglesia y la escena se remata descubriendo que el "francotirador" que acechaba encaramado en el campanario era el párroco, que huelga decir terminará ejecutado... La lástima es que esta escena es pura fantasía y no es más que propaganda iconográfica del Frente Popular, tal y como aquella célebre y falsa fotografía de los seminaristas españoles armados.
 
A una distancia de ochenta años después de los hechos históricos, las pasiones políticas sin embargo no se han aplacado y tratar de restablecer alguna verdad requiere no poca dosis de coraje. Salta a la vista que al historiador Mario Arturo Iannaccone el coraje no le faltó cuando en el año 2013 publicó un libro que rompió el silencio sobre la guerra entre los anticlericales y los católicos de México de los años veinte y treinta. Y recientemente lo ha probado nuevamente con un denso libro que, asociándose en cierto modo con el anterior, se dirige ahora a los acontecimientos de la guerra de España. Asunto intempestivo, habida cuenta de lo marcadamente ideologizada que está la opinión pública y, sobre todo, tiniendo en cuenta que hubo intervención de italianos en un bando y otro.
 
Para desarrollar esta tarea Iannaccone ensancha el horizonte temporal de los hechos: en vez de centrarse sólo en la franja que va del año 1936 al de 1939, como es lo frecuente, el autor se remonta a 1931 para llegar a las raíces de la Guerra Civil. De hecho, hay que partir del exilio del rey Alfonso XIII y de la proclamación de la Segunda República Española y descubrir que, al igual que en el México de los años veinte, se principió con tímidos intentos de revueltas anarquistas, expropiación de bienes de la Iglesia y un proyecto de laicización forzosa que crispó la tensión política. El Generalísimo Francisco Franco seguía todavía siendo un militar leal al Gobierno republicano, la Falange de José Antonio Primo de Rivera era un movimiento minoritario, pero los disturbios y asesinatos ya habían comenzado.
 
En 1934 se produjo el intento revolucionario de los socialistas de Largo Caballero en Asturias con asaltos a las fuerzas del orden público, el ataque a las sedes de los partidos adversarios, agresiones a las iglesias y el asesinato de religiosos y opositores políticos. Un verdadero intento de revolución comunista, en desafío a la nueva Constitución republicana, con destrucciones desoladoras y represión brutal del gobierno republicano. Ya se había prendido el fuego a la pólvora y, seguido de un período insurreccional con la militarización de la sociedad, hasta el alzamiento de julio de 1936, el primer acto de la verdadera y real guerra de España, con la internacionalización del conflicto y que se prolongará hasta el 1939.
 
La obra de Iannaccone examina a fondo este largo período que va del año 1931 al de 1939, tratando los aspectos sociológicos e ideológicos, el papel efectivo de la Iglesia y el Ejército y las indecisiones de la política.
 
La segunda parte del libro se ocupa en detalle de las masacres de religiosos y laicos católicos, buscando esclarecer las responsabilidades y distinguiendo bien entre los trescientos mil muertos que cayeron en acciones bélicas, los que sucumbieron por motivos políticos y los martirizados por el "odio fidei", por la sola razón de ser católicos. De estos últimos ya van casi un millar de beatificados y proclamados como mártires de la Iglesia, desde principios de los años noventa. Un capítulo entero está dedicado a la relación entre la Iglesia y la Segunda República y la actitud de la misma Iglesia durante el desarrollo de la Guerra Civil, haciendo justicia a algunos lugares comunes del vulgo.
 
El libro también está avalado por la presentación que hace de él el historiador hispano Vicente Cárcel Ortí (autor de una monumental historia de la persecución religiosa en España en varios volúmenes), así como por un índice nominal y una amplia bibliografía actualizada sobre la última producción historiográfica internacional.

 
DATOS DEL AUTOR Y DEL LIBRO
Mario Arturo Iannaccone

PERSECUZIONE
La repressione della Chiesa in Spagna fra Seconda Repubblica e Guerra Civile (1931 – 1939), Lindau, Torino, 2015,

613 páginas, 34,00 euros 



Recensión publicada originalmente en italiano, bajo el título "Guerra di Spagna. Le verità nascoste di un massacro" en: Destra.it

martes, 24 de marzo de 2015

¿POR QUÉ EN ANDALUCÍA SALE SIEMPRE EL PSOE?



Por Antonio Moreno Ruiz
Historiador y escritor


Dizque autoproclamados “analistas”, durante los venideros días habidos y por haber, hablarán como sacamuelas intentando descifrar el enigma: ¿Por qué en Andalucía sale siempre el PSOE?

Poco o nada importa lo que digan los habituales charlatanes, ganapanes y juntaletras. Pero sí importa el hecho que un servidor tiene a bien desmenuzar:

Durante el muy convulso siglo XIX, Mendizábal, el sefardita de Gibraltar, con la Desamortización de las tierras eclesiásticas, logró que especialmente en Andalucía, muchos campesinos libres e incluso arrendatarios pasaran a ser jornaleros de latifundios que se habían vendido a precios de saldo entre amigotes, mayormente aristócratas, burgueses y nuevos ricos. Todo ello servía, por supuesto, para pagar la Guerra Carlista y regalarle las minas a la familia Rotschild, mientras que el imperio británico y la Francia orleanista ayudaban a asentar el régimen liberal contra el que se desangraba buena parte del pueblo español, que apoyaba al carlismo (1). El resultado de siete años de guerra fue desastroso. Durante todo el siglo XIX se sucedieron distintos golpes y espadones. Para el caso, el campo andaluz había quedado desprotegido y desamparado, a merced de todas las rapiñas, y de una inseguridad galopante. Asimismo, tras la Tercera Guerra Carlista, el pueblo ve como muy buena parte de la clerecía bendice a los que hacía no muchos años habían desamortizado a tutiplén.

Por supuesto, los alandalusistas, siempre con nulo predicamento popular, echarán la culpa de todo a los godos, la Reconquista, Castilla y demás palabras que ellos quisieran  hacer sinónimos de males universales. Pero bueno, por algo son por y para el sistema: Para marear la perdiz y dificultar que se halle dónde está la raíz del mal.

Prosigamos: El siglo XX empezaban con un régimen absolutamente corrupto: El turnismo, antecesor legítimo y directo del régimen de 1978. De ahí hasta la nefasta y surrealista II República, que por fea tuvo hasta la bandera, y al franquismo. En dos siglos, el campesinado andaluz sufrió mucho. Y hablamos de muchas familias que se tenían que desplazar kilómetros para trabajar de sol a sol cobrando una miseria. Eso quema más que el cenicero de un bingo. Y cuando por fin se estaba mitigando eso, y también otras taras como el analfabetismo, ya vienen los 70 y, ¡oh!, lo que llaman democracia. Y eso llegaba mientras que muchos andaluces habían tenido que emigrar a otras partes de España y también al extranjero, y mientras que Barcelona se destapaba como la ciudad más próspera durante el franquismo. Con todo, en los mentados 70, lo peor del franquismo y lo peor del antifranquismo junto y revuelto deciden que haya café para todos y se inventan el estado de las autonomías. En el referéndum de Galicia se abstuvo el 70% del pueblo, y en Andalucía, el 63%. ¿Pero qué les importaba eso a los oligarcas, politicuchos y demás basura? Nos ponían una bandera islamista y p´alante. Derecha e izquierda se repartían los nuevos feudos como si de un tablero de ajedrez se tratase. ¿Y qué es lo que hizo el PSOE en Andalucía? Sustituir al Movimiento Nacional. Lo dice, entre otros, el republicano García Trevijano (2): El PSOE, en especial en la época de Felipe González, adoptó una psique similar para conectar con el voto andaluz. Otrosí, si antes los socialistas/marxistas se dedicaban a quemar iglesias y apedrear procesiones, comprendieron que si por algo se caracteriza el andaluz es por su apego a las tradiciones y a la familia. Carácter en verdad muy poco liberal; tal vez por eso en el XIX, los militares liberales estuvieron tan ocupados y preocupados en Andalucía. Bueno, pues en vez de apedrear procesiones, se sumaron a ellas. Y a aquellos campesinos que tenían las pieles curtidas y los bolsillos modestos, les prometieron, con lenguaje campechano, una especie de salvaguarda proteccionista que ya no era el chabacano caciquismo de Cánovas y Sagasta, sino un dinero contante y sonante como maná caído del cielo. Y eso a una masa de gente que sabía de verdad lo que era pasarlas canutas, que no se olvide. Y Chaves, hijo de un militar franquista, y Griñán, de un escolta de Franco...

Sumen todo eso y les saldrá una ecuación sociológica muy clara, sin pretensiones ideológicas/tertulianas que valgan. Aquí lo que cuenta es la seguridad de la paga y la estabilidad de la vida, que aunque se vaya estropeando, nos quede algo.

En fin: Por esto sale el PSOE en Andalucía. Y mientras haya régimen del 78, seguirá saliendo. No le den ideológicas vueltas al asunto.

Por cierto: Díganme una sola taifa/autonosuya que esté libre de caciquismo/clientelismo/inmovilismo/corrupción endémica sociopolítica… Y por favor, que más de uno deje ya de rasgarse sus vestiduras de fariseo al hablar sobre Andalucía y su gente, que ya está bien.








(1) Véase:MIS LECTURAS: "LA SEVILLA CARLISTA DE 1833-1840. L...





(2) Véase:
  1. García Trevijano desmonta al PSOE

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lunes, 16 de marzo de 2015

"LA MISIÓN" O EL "MAL MENOR" COMO EL PEOR DE LOS MALES






CLAVES HERMENÉUTICAS
PARA COMPRENDER "LA MISIÓN" (1986), DE ROLAND JOFFÉ





Manuel Fernández Espinosa


La película "La misión" (1986) de Roland Joffé fue un éxito cinematográfico que podemos incluir entre las páginas más gloriosas del cine de finales del siglo XX. Abordando un argumento con base histórica, el director británico ofrece una aproximación a lo que fue el mundo de las reducciones guaraníes, fundadas y organizadas por los padres jesuítas, y su destrucción a manos de los intereses portugueses y españoles. En ese sentido, Portugal y España no escapan bien al juicio de la historia que nos ofrece Joffé.
 
Para no perdernos en un ejercicio de comparación entre el argumento de la película y la historia, vamos a exponer el meollo de la película, sin preocuparnos de la exactitud que guarde el producto cinematográfico con la historia. "La misión" se ambienta en la mitad del siglo XVIII, cuando portugueses y españoles llegan a un acuerdo para repartirse territorialmente la zona en la que están asentadas las misiones jesuíticas. Los jesuitas han ido congregando a los guaraníes dispersos en estas poblaciones, poniéndolos a salvo de la depredación esclavista. Sin embargo, Portugal y España han pactado ciertas transacciones territoriales y, para dirimir en el pleito que se produce entre la Compañía de Jesús y las coronas de Portugal y España (coaligadas estas contra las reducciones), el Papado envía al Cardenal Altamirano con el cometido de estudiar sobre el terreno la situación de esas misiones y determinar lo que han de hacer los jesuitas, considerando que el voto de obediencia al Papado obligará a los padres de la Compañía a retirarse.
 
La película es imposible de comprener sin reparar en que el siglo XVIII fue un siglo en que la Compañía de Jesús recogerá los frutos de la hostilidad larvada de largo: el jansenismo, el galicanismo y el regalismo borbónico han entrado en conflicto con la línea pontificia.
 
El jansenismo, por la parte teológica, había sido severamente neutralizado, o eso parecía: recordemos que, por ejemplo, el monasterio de Port Royal des Champs, uno de los focos principales del jansenismo, fue suprimido por bula papal a principios del siglo XVIII. Los jesuitas habían atraído la hostilidad de los partidarios del jansenismo, como Blas Pascal; y Voltaire, retrospectivamente, declararía sin ambages: "Se intentaba por todos los medios hacer odiosos a los jesuitas. Pascal hizo más: los puso en ridículo", volveremos sobre Voltaire más abajo. El jansenismo fue para el cristianismo una tendencia herética caracterizada por el rigorismo, la austeridad, la dureza de juicio, la soberbia, el falso misticismo y el desdén por la naturaleza humana. Aunque erradicado, algunas de sus ideas doctrinarias se mantuvieron en Francia como elementos supérstites tras la supresión eclesiástica de sus abanderados. Por otro lado, en el terreno político-religioso, con la Declaración del Clero de Francia del año 1682, había levantado la cabeza el galicanismo que postulaba que la primacía papal estaba limitada por el poder temporal de los príncipes y por la autoridad del concilio general y los obispos. El regalismo también disputaba al Romano Pontífice ciertos privilegios. Estos asuntos que constituyeron puntos de conflicto en el seno de la Iglesia se desarrollaron propiamente en el siglo XVII, pero eclosionarían en el XVIII, siendo reactivados con virulencia por la ilustración más anticristiana y revolucionaria.
 
Sin esas claves es imposible comprender "La misión".
 
En la película, la Corona de Portugal y la de España están representadas, respectivamente, por un político maquiavélico servidor del Marqués de Pombal y por un español que, a sabiendas de la ilegalidad que comete, trafica con esclavos. Ambos están de acuerdo de consuno en arrebatar su presa a los padres jesuitas: el territorio, para Portugal; y los indios, otra vez dispersos en la jungla, para el traficante esclavista. Los actores que llevan el mayor peso de la película (Jeremy Irons y Robert de Niro) encarnan, como no podía ser menos, a dos jesuitas que, a la vez, son expresión de dos tendencias espirituales que van de la mano hasta que estalla el conflicto: la contemplación y la acción.
 
Robert de Niro (en la película Rodrigo Mendoza) era un desalmado, mercenario y cazador de indios para venderlos como esclavos. Sin embargo, la vida le ha dado un vuelco, siendo rescatado de la desesperación por el P. Gabriel (el actor Jeremy Irons). Mendoza con el P. Gabriel y otros jesuitas ha marchado a la reducción que ha levantado el P. Gabriel y, con el tiempo, Mendoza que ha experimentado una conversión que le lleva a pedir su admisión como novicio en la Compañía de Jesús.
 
El litigio sobre el futuro de las reducciones, ante la autoridad eclesiástica que se asienta en el Cardenal Altamirano, pone de manifiesto las habilidades políticas del portugués y la brutalidad del español. El Cardenal Altamirano estudia el asunto, escuchando a las partes e incluso visitando las misiones, sin embargo la presión que ejerce el comisionado del Marqués de Pombal, amenazando con la expulsión de la Compañía de Jesús en los reinos del Viejo Continente, hará inclinarse al Cardenal Altamirano por lo que llamaríamos "el mal menor": en la credulidad de que los jesuitas serán respetados en Europa si la Iglesia cede en América, el Cardenal Altamirano termina ordenando la retirada de los jesuitas y la supresión de las misiones, dictaminando a favor de portugueses y españoles. Ante la orden pontificia, el P. Gabriel se queda con los indios, pero Rodrigo Mendoza empuña las armas.
 
Dejando a un lado las muchísimas consideraciones que se pueden hacer sobre el cuadro psicológico de los personajes, interpretados magistralmente por Jerimy Irons y Robert de Niro, la lección que se extrae de la película es una que, según las críticas, no hemos visto lo suficientemente patentizada y que podemos sintetizar muy brevemente así.
 
La cesión al chantaje de los poderes temporales constituye siempre la peor de las opciones prácticas que se pueden adoptar: el "mal menor" se muestra en sí como la opción más deplorable de todas. El Cardenal Altamirano cede las misiones, creyendo que así librará a la Compañía de Jesús de una persecución en los reinos europeos, pero: ¿qué ocurrió después?
 
En 1759, el Reino de Portugal expulsa a los jesuitas bajo acusación más que dudosa que levanta el Marqués de Pombal.
 
En 1762, es el Reino de Francia el que declara fuera de la ley a la Compañía de Jesús.
 
En 1767, el Conde de Aranda lleva en secreto todas las disposiciones que comportarán la expulsión de la Compañía de Jesús y ésta se ve suprimida en el Reino de España.
 
Otros reinos siguieron la persecución escalonadamente, incluso el Papa Clemente XIV tiene que verse obligado bajo presiones a la disolución de la Compañía de Jesús en 1773.
 
En cuestión de unas décadas, el plan que Voltaire expresaba a Helvetius en 1761, se había consumado. Le decía Voltaire a Helvetius: "Cuando hayamos destruido a los Jesuitas lo tendremos muy fácil con l´Infâme."
 
"La Infame", en el vocabulario volteriano, era la Iglesia. Para "aplastarla" ("Ecrasez l'Infame!", exhortaba Voltaire) había que eliminar al ejército de San Ignacio de Loyola. Y a ello se emplearon con saña los enemigos de Cristo. 
 
Los intereses de Roland Joffé en el momento en que dirigió "La misión" eran otros muy distintos. En aquel entonces, años 80 del siglo XX, la sedicente "Teología de la Liberación" todavía estaba de moda. Era normal que un director como Joffé, agnóstico y socialista, quisiera lanzar al mundo lo que pudiera entenderse como un alegato a favor de la Teología de la Liberación, pero el producto final de su película trasciende el contexto ideológico e histórico en que la realizó y sus propósitos. Posteriormente, Joffé ha hecho otras películas que pueden entenderse como incursiones para comprender el desarrollo de la historia de la Iglesia Católica; así lo intentó en 2011 con "Encontrarás dragones", pero ésta es una película más floja. "La misión", en cambio, sigue vigente como un clásico y, no nos cabe duda, en ella encontró motivo de inspiración Mel Gibson para algunas escenas de Apocalypto (que ya hemos tratado en RAIGAMBRE).
 
Que un director agnóstico e izquierdista muestre tal grado de interés y respetuoso tratamiento para con temas eclesiásticos es un motivo que debiera hacerles pensar a muchos izquierdistas españoles, siempre tan beligerantes contra la Iglesia Católica, tan "profesionalmente" anticlericales. Pero, ya lo sabemos: en España siempre vamos detrás de los curas, o con un palo o con una vela.  

martes, 3 de marzo de 2015

¿PATRIOTISMO REPUBLICANO?

Imagen de www.biografiasyvidas.com


Por Antonio Moreno Ruiz
Historiador y escritor


En estos aciagos días vemos cómo muchos dizque patriotas se acogen al republicanismo como el maná para la salvación patria. Ante el papelón ejercido por toda la casta del ¿abdicado? Juan Carlos, con toda la endémica corrupción del sistema, parece que la república se presenta como un plan mesiánico y arrebatador para nuestro futuro. Y esto ya resulta algo cansino e incoherente, porque no entendemos cómo se puede ensalzar el legado de los Reyes Católicos o de los Austrias mayores y acto seguido denostar la monarquía. Mucho ojo con esto, porque no estamos ante patriotismo, sino ante nacionalismo en todo caso, y nos explicamos:

-España jamás fue una república. Nuestra conciencia se engendra bajo la forma imperial romana y nuestra confirmación es bajo el reino visigodo, aun estando muy cerca el imperio bizantino (que dominó partes de nuestra patria durante dos siglos). La España perdida se restituye bajo la forma monárquica luchando contra el islam. Y esto se quiebra, con todos los matices que hay en el camino, cuando en 1833, buena parte de la nobleza y el ejército, con la ayuda del imperialismo británico y mercenarios de la Francia orleanista, dio un golpe de estado para imponer un liberalismo contra el cual la población se había desangrado años antes. Lo que sigue, hasta nuestros días, es consecuencia de eso, y no de la monarquía, ni tan siquiera de los Borbones propiamente dichos.

-Otrosí, está la leyenda rosa austracista (1) que algunos esgrimen con aires de grandeza. Y claro, naturalmente, si nos fijamos en los Austrias Mayores, todo nos parecerá parabienes. ¿Pero y los Austrias Menores? Digo, siendo fríos, ¿no se separó Portugal y perdimos nuestra hegemonía en Europa con la Casa de Austria? Y luego la Guerra de Sucesión a principios del siglo XVIII: ¿Por qué el archiduque de Austria irrespetó el testamento de Carlos II e invadió la Península aliado de Holanda y el imperio británico, los peores enemigos de España? Porque es gracias a la usurpación del irresponsable archiduque austríaco que los peores enemigos de España entraron a saco en nuestro propio y sagrado suelo.

Cierto es que el XVIII se caracterizó por el despotismo ilustrado, régimen nefasto que engendró monstruos, pero eso no es algo exclusivo de los Borbones, ni tan siquiera de Francia. El pombalismo portugués, el josefismo austriaco o la Rusia de Pedro el Grande son testimonios de cómo esta corriente política corrió como la pólvora por la Europa engendrada por la paz de Westfalia.

Y así como hubo reyes Austrias malos, también hubo Borbones buenos, como por ejemplo Fernando VI, gran regenerador de la economía nacional y artífice de una reconstrucción pacífica y de la confirmación de una de las marinas más potentes del mundo. Igual que hubo reyes godos malos y buenos, y reyes astures, castellanos y aragoneses malos y buenos. Al igual que hay españoles malos y no por ello se cree que haya que desaparecer España, lo mismo podemos decir para con la monarquía; máxime cuando esto que padecemos desde 1833 no es una monarquía propiamente dicha. De hecho, el régimen del 78 es parecidísimo al de una república; tanto así, que en verdad no se distingue.

-La república, en nuestra tierra, jamás ha arraigado ni jamás se ha preocupado por hacer patria. La primera fue un sainete que no llegó ni al año y que provocó un desenfreno sociopolítico que supo aprovechar, por desgracia, el liberalismo. La segunda, comenzando por una ridícula bandera que nada tiene que ver con nuestra historia, nos trajo cinco años de ignominia, para que al cabo del tiempo hayamos vuelto al mismo punto de partida. Porque reiteramos: En verdad, el republicanismo no empezó en España en 1873, sino en 1833, con el golpismo liberal que, asimismo, venía de haber pactado la secesión de los virreinatos americanos. No es casualidad que Maroto y Espartero, los artífices de la gran traición al pueblo carlista, combatieran juntos en Ayacucho, donde acabaron de traicionar la lucha realista indiana, como Pablo Morillo la traicionó en Venezuela, abrazándose con Bolívar e indultando, entre otros, al asesino Arismendi; como los liberales La Serna y Canterac la traicionaron en el Perú, dándole carta libre a su camarada San Martín, en verdad soldado español durante más de dos décadas y licenciado del ejército en plena guerra contra Napoleón. Luego todos serían artífices del liberalismo, y aliados de Inglaterra, el mismo aliado que tuvo el famoso archiduque de principios del XVIII, “casualmente”.

-No se engañen, “patriotas republicanos”: No están ante nada nuevo ni nada bueno. La historia es compleja y procelosa, y no hay que tomarla como la oferta más conveniente de un supermercado, porque si nos empecinamos en determinadas adaptaciones y conveniencias “ideológicas”, al final repudiarán a Blas de Lezo, gran héroe partidario de Felipe V, quien como la gran mayoría de vascongados y navarros, luchó por su rey legítimo (y no por una “nación-estado” que entonces no estaba en la cabeza de nadie) contra la invasión austríaca, holandesa y británica; siendo pueblos especialmente recompensados por los Borbones. Igualmente lo fue Cataluña al poco tiempo a pesar de haberse concentrado la resistencia austracista allí, pues de la época borbónica arranca el proteccionismo económico que hace que sea la burguesía catalana la que dirija la economía española; del XVIII es cuando se abole el tradicional y floreciente monopolio comercial andaluz-americano, saliendo beneficiados ciertos puertos catalanes. Asimismo, la bandera roja y gualda data de la marina de Carlos III.

Así las cosas, un servidor no intenta “vender” nada, pero visto lo visto, no está de más analizar la temeridad y demagogia de algunos irresponsables que están azuzando un republicanismo totalmente carente de contenido y esencia, y que en nada va a ayudar a reconstruir una España perdida que necesita una Reconquista, mirándose en estas horas tan bajas en el espejo de Covadonga y los mozárabes, en sus raíces más íntimas y aguerridas, y no en experimentos que nunca han ido con lo nuestro.





Imagen de queaprendemoshoy.com





(1)Véase: Leyenda rosa austracista

sábado, 28 de febrero de 2015

28-f, CON "EFE" DE FERNANDO

 
 
MANIFIESTO FERNANDINO
 
 
Nosotros, andaluces de las actuales provincias de Andalucía, orgullosos de nuestra tierra, de nuestra identidad y de nuestras raíces amamos a nuestra Patria y queremos celebrar nuestro Día de Andalucía ofreciendo este manifiesto a todas las asociaciones, de la naturaleza que sean (juveniles, culturales, deportivas, sociales, y cualquier otro tipo de colectivos establecidos en nuestra comunidad autónoma, etcétera…), con la sola condición de que sean asociaciones que arraiguen en Andalucía, para que las mismas puedan adherirse a este Manifiesto desde el momento en que lo hacemos público y sin que se clausure bajo ningún plazo establecido.Redactamos este Manifiesto para expresar pública, libre y voluntariamente que:

1º. Reconocemos como Padre de Andalucía a Fernando III “el Santo”, Rey de Castilla, Toledo, León, Galicia, Sevilla, Córdoba, Murcia, Jaén.Siéndolo, en primer lugar, por las cualidades humanas que concurrieron en su personalidad histórica, reconocidas por sus vasallos y enemigos; pues, tal y como reza su epitafio, Fernando III el Santo fue “el más leal, el más verdadero, el más franco, el más esforzado, el más apuesto, el más granado, el más sufrido, el más humilde”. En segundo lugar, es Padre de Andalucía por la proyección histórica de su labor reconquistadora, incuestionable causa de nuestra actual Andalucía (progenitor inmediato de los Reinos de Jaén, Córdoba y Sevilla cuando los reconquistó por su propio brazo; ancestro mediato del resto de provincias hermanas que si no lo tienen como Padre, bien lo podrían tener como Abuelo). La paternidad histórica de Fernando III el Santo no puede rechazarse por ningún andaluz bien nacido; sólo un ignorante podría abjurar de su verdadero origen.

2º. Bajo la égida de la regia figura de Fernando III el Santo fueron felizmente reintegrados a España los territorios españoles que sufrieron siglos de infeliz y terrible esclavitud, sometidos a una cultura extraña y fanática, brutal e invasora que reconocemos como hostil a nuestras libertades y ajena a nuestro propio ser andaluces.

3º. Por las felices victorias del Rey Fernando III se establecieron en nuestro amado suelo patrio nuestros antepasados; solar que les fue arrebatado mediante una invasión: por la fuerza bruta, cruel y sanguinaria, y por la traición de algunos. Siglos y siglos de tinieblas fueron los que sufrió Andalucía, bajo un poder extraño que la sumergió en la noche más lóbrega y sórdida de la barbarie. Fernando III trajo la luz.

4º. Nos vemos forzados a reclamar la paternidad histórica de Fernando III el Santo, tras haber sido puesta en cuestión por nuestro Parlamento de Andalucía cuando, en 1983, impuso -en el Preámbulo del Estatuto de Autonomía para Andalucía- como “Padre” de la misma a un personaje partidista, que ni representa ni puede representar legítimamente a la totalidad del pueblo andaluz, por mucho que sus partidarios le presupongan una paternidad que dicho personaje –cuyo nombre silenciamos a propósito- no puede tener.

5º. Reclamamos que las autoridades políticas de la Comunidad Autónoma Andaluza reconozcan a Fernando III el Santo como indiscutible y exclusivo Padre de Andalucía. Será así como podrán suturar el abismo que la clase política abrió entre ella y el auténtico pueblo andaluz que dice representar. Para que la distancia que cada vez separa más a la clase política del pensar, el querer y el sentir del pueblo no se agrande más.Y, para que ello surta efecto, suscribimos este manifiesto, el cual se hará público todos los 28 de Febrero, Día de Andalucía, para que todos los 28 de Febrero, éste como los que estén por venir, se escriban con “F” de Fernando, y no con “F” de Falso.

jueves, 26 de febrero de 2015

NUESTRA MADRE PATRIA ROMANA CONTRA EL 28-F

Por Antonio Moreno Ruiz

Historiador y escritor




Gracias a Dios, fuimos los andaluces los que hicimos del español una lengua universal. Fue nuestra fonética y nuestro vocabulario la que impregnó a nuestros hermanos canarios e hispanoamericanos. Fueron nuestros marinos, junto a los vecinos portugueses, los que abrieron el Atlántico como Mare Nostrum. Tal vez no sea casualidad que cuando más se ensancharon los lindes del Imperio Romano fuera con los emperadores Trajano y Adriano, ambos nacidos en la Bética.

Con Roma fuimos una provincia política durante seis siglos, con constante contacto etnocultural. Es por ello que hablamos una lengua latina y nos regimos por el Derecho Romano. Y no en vano los romanos dijeron que los turdetanos eran los más cultos entre los iberos. También hubo presencia céltica entre nosotros. Y colonos fenicios y griegos. Antes de Roma, la Roma Eterna a la que luego volvimos por los fueros de Fernando III el Santo, rubricando a posteriori los Reyes Católicos Isabel de Castilla y Fernando de Aragón; recordando, a su vez, que fuimos parte del Reino Visigodo de Toledo, y que vimos muy de cerca la presencia bizantina en el solar ibérico. Así, el legado romano se transformó y retroalimentó.

Alándalus, se nos dirá. Pero no es lo mismo Roma que Alándalus para nosotros. Alándalus fue todo el territorio musulmán de la Península Ibérica, las islas Baleares, y parte del norte de África. La invasión bereber, comandada por caudillos árabes, le cambió el nombre al país, cosa que no hicieron ni visigodos ni bizantinos, que siempre hablaron de Spania. Y es que en verdad en árabe también se dice así, pero los musulmanes tuvieron muy claro que ellos querían forjar otra cosa. Sin embargo, hubo resistencia, y a pesar de que no pocos se convirtieron al islam y pasaron de ser hispanos a andalusíes, tanto la victoria de Covadonga como la resistencia de los cristianos mozárabes, que mantuvieron el legado hispano-visigótico, nos permitió recuperar España y volver a nuestro lógico curso histórico-cultural, forjando nuestra comunidad geográfica con ciertos caracteres culturales comunes y políticamente insertados en la Corona de Castilla. Sin problemas y a mucha honra. Hasta que el liberalismo nos desgajó, y hasta ahora...

Somos tierra de frontera y no rechazamos ninguna influencia, como tampoco hay que rechazar que elementos tan característicos de Alándalus como el arco polilobulado sea de origen bizantino y el de herradura visigótico. La originalidad de nuestro solar impregnó a los llegados de fuera y se formó algo único y diferente del resto del mundo mahometano por eso mismo; toda vez que Alándalus se desgajó del califato y pasó a ser un emirato independiente, cuya fuerza en verdad llegó al valle del Ebro, pues allí los dirigentes, muchos descendientes de muladíes hispanos, poca obediencia le prestaban a Qurtuba. La unidad política de Alándalus siempre fue débil, y se rompió en numerosas taifas al cabo de cuatro siglos; no sin antes haber avisado nuestro paisano Ben Hafsun con su indómita rebeldía anticalifal de lo que se podía venir encima.

Definitivamente: Alándalus no es comparable a Roma.

Por eso, ¿qué tenemos que celebrar el 28 de febrero? Absolutamente nada. Ni tan siquiera Blas Infante celebró nada ese día. Porque el 28 de febrero es el aniversario de la autonosuya de 1980; "autonosuya" que más del 60% de los andaluces se negó a votar, recordamos; al igual que el pueblo andaluz nunca votó en su día por Blas Infante, cuyas teorías nunca tuvieron predicamento en nuestros pagos. Blas Infante quería celebrar el 4 de diciembre, evocando una revuelta campesina que hubo en Cádiz en el siglo XIX, dizque apoyada por los federalistas. Pero ni los mismos "andalucistas" lo respetan, porque en verdad, no les interesa más que el clásico "divide y vencerás" y de paso, saquear a placer.

 En realidad, Blas Infante no salió nunca de indigestas elucubraciones, empezando misma bandera, de reminiscencias islámicas, incomprensible y antipática aún hoy en día para muchos andaluces. Y parte del pueblo andaluz, que ha tomado este símbolo "folclóricamente", es porque no sabe su significado, porque cuando se entera, provoca lógico e inmediato rechazo.

Estamos muy orgullosos de nuestro inmenso e intenso legado y es por ello que rechazamos las mixtificaciones románticas extranjeras del siglo XIX y el politiqueo del siglo XX; politiqueo que busca enfrentarnos y dividirnos entre españoles, con diferencialismos exagerados, deformados y absurdos. Y si bien España es una nación diversa y ese tesoro hay que amarlo, respetarlo y venerarlo, ¿cuál no lo es? ¡Qué poco se ha viajado por el mundo cuando se insiste en la "excesiva diversidad" de España!

Y bueno, ¿no hacen apología de la libertad de elección? Pues nosotros elegimos no celebrar a Blas Infante, ni a su bandera (que no es la de Andalucía), ni a una "autonosuya" de caciques corruptos que van desde la derecha liberal a la extrema izquierda con los mismos y cochambrosos intereses contra nuestra tierra y nuestra gente. Es evidente que nuestra madre patria es Roma, y no Arabia. Y que un andaluz es más parecido a un napolitano que un moro,  y que de hecho, nos adaptamos antes a Italia o a Grecia que al Magreb; y no digamos ya nuestra íntima relación con portugueses, manchegos o canarios.

No, definitivamente no tenemos nada que celebrar el 28 de febrero, al contrario. Y hablamos claro:


ESTE ES EL PADRE DE NUESTRA PATRIA:




ESTAS SON NUESTRAS BANDERAS:







ESTOS SON NUESTROS MANIFIESTOS: 


EL BLOG DE CASSIA: MANIFIESTO EN FAVOR DE SAN ...










¡VIVA ANDALUCÍA, QUINTAESENCIA DE LAS ESPAÑAS!





miércoles, 25 de febrero de 2015

SEFARAD RESTAURÁNDOSE







Pedro Sáinz Rodriguez



EL SEFARDISMO RETORNADO
Manuel Fernández Espinosa
 
Pedro Sáinz Rodríguez (1897-1986) fue uno de los intelectuales de gran fuste que tuvo España en el siglo XX. Filólogo, bibliógrafo, escritor, editor, también ejerció el papel de conspirador en los trabajos preparatorios del 18 de Julio de 1936. Católico y Monárquico, Sáinz Rodríguez era un adicto a Alfonso XIII y, tras la muerte de Alfonso XIII, rindió pleitesía a Don Juan (el Rey de Luis María Ansón).

Sáinz Rodríguez formó parte del Alzamiento Nacional de 1936 y fue nombrado ministro de Instrucción Pública en el Primer Gobierno Nacional de España (1938-1939), sin embargo, su lealtad a Alfonso XIII y, más tarde -como hemos dicho- a Don Juan de Borbón y Battenberg perjudicó la carrera política de Sáinz Rodríguez durante el franquismo, forzándole incluso a tomar el camino del exilio a Portugal.

Sus relaciones con Francisco Franco se deterioraron cuando Francisco Franco decidió decretar la persecución de la actividad masónica en España, implantando el Tribunal Especial para la Represión de la Masonería y el Comunismo. Sáinz Rodríguez se queja en sus memorias del simplismo de Franco y alega en su defensa que él no era masón, contra lo que Franco y el círculo franquista propalaban sobre él. Creemos -aunque es una conjetura- que, en efecto, Sáinz Rodríguez nunca fue masón, pero tal vez fuesen otras las razones por las cuales los hombres de confianza y más afectos a Franco la emprendieron contra Sáinz Rodríguez.

En tiempos de la Dictadura de Primo de Rivera, Sáinz Rodríguez había trabajado para la editorial CIAP. Las siglas CIAP responden a COMPAÑÍA IBERO-AMERICANA DE PUBLICACIONES, aunque en un principio se llamó Compañía Ibero-Africana. La gerencia de esta editorial estaba a cargo de Manuel L. Ortega Pichardo "que había vivido en la zona española de Marruecos [...] publicó un libro sobre "Los hebreos en Marruecos", antes de existir la CIAP y una "Historia de Ceuta", con especial atención a los sefardíes y con un estudio del doctor Pulido, personaje relacionado con el retorno del judaísmo a España en la primera mitad del siglo XX." (La cita es del mismo Pedro Sáinz Rodríguez en su libro "TESTIMONIO Y RECUERDOS").

Sin embargo, aunque Ortega Pichardo figuraba como fundador de la CIAP, la editorial era de capital hebreo. Ignacio Bauer, judío, escritor, bibliófilo y autor de "Apuntes para una bibliografía de Marruecos", además de "Relaciones de África" y "La misión franciscana de Marruecos" era el hombre clave. Ortega Pichardo preparó una "Biblioteca de los sefardíes" y la editorial planeó el "asalto" al mercado peninsular e iberoamericano, estableciéndose en Madrid y solicitando la colaboración profesional de Pedro Sainz Rodríguez. Éste, como cándido e ingenuo intelectual, aceptó y trabajó para CIAP -con mucha probabilidad sin saber, en ese momento, lo que se estaba cuajando.

El Doctor Ángel Pulido Fernández (1852-1932) promovía desde 1904 la campaña filosefardí en España, tras haber tomado contacto con comunidades descendientes de antiguos judíos sefardíes. Y Pulido era uno de los colaboradores de CIAP, como otros prominentes filojudíos, por ejemplo: Méndez Bejarano o el gran traductor Rafael Cansinos Assens. En 1920, a iniciativa del Doctor Pulido, se fundó la Casa Universal de los Sefardíes. La editorial CIAP empleó a Pedro Sáinz Rodríguez a manera de relaciones públicas, así lo hizo cuando lo envió a Iberoamérica para abrir mercado.

Estas relaciones de Sáinz Rodríguez con una editorial tras la cual se adivinaba el capital judío, así como la campaña de rehabilitación de los sefardíes, promocionada por el Doctor Pulido y jaleada por todas las logias españolas no pasaba desapercibido para los servicios secretos franquistas que, en esos entonces, podemos decir que eran unos de los más eficaces de toda Europa.



Lo del "contubernio judeo-masónico" era algo más que una figura retórica del franquismo. Franco sabía que las relaciones bilaterales entre la Segunda República Española y la comunidad judía, a través de diversos representantes y dirigentes político-religiosos judíos, habían sido clave y los hombres del CIAP no eran ajenos a esos tejemanejes.

Antonio Aguilar y Correa, Marqués de la Vega de Armijo

Lo curioso del caso es que, en toda la falsa retórica de los masones que instauraron la Segunda República Española, siempre se argumentó el manido tema de la "reparación": ¿a qué reparación se referían? Sabido es que en 1492 los Reyes Católicos promulgaron el edicto de expulsión de los judíos que no se bautizaran. Durante siglos este decreto estuvo vigente. Sin embargo, la Segunda República Española llegaba tarde a la derogación de este decreto de expulsión de los judíos (y no digamos la más reciente medida, consumada por el ministerio de Ruiz Gallardón). Gobiernos masones anteriores se habían anticipado a Ruiz Gallardón y a la II República; ésta es otra de las historias muy poco conocidas que arrojan luz sobre el asunto.

La Gran Logia de Rumanía reconocía en 1880 al Oriente masónico presidido por Práxedes Mateo Sagasta, pero a cambio exigió que el gobierno español levantara los impedimentos que, por el decreto de los Reyes Católicos de 1492, se ponían en España contra el establecimiento de la comunidad judía. No hubo problema ninguno para realizar la transacción de favores, dado que Práxedes Mateo Sagasta y su alegre pandilla de compadres masones formaba el mismo gobierno de España. Don Antonio Aguilar y Correa, Marqués de la Vega de Armijo, conspicuo ministro de la camarilla de Sagasta, se apresuró a derogar el decreto de los Reyes Católicos.

Con estos "movimientos tácticos" en el orden legislativo (realizados servicialmente por los hermanos masones; que a la vez eran los prohombres de la política liberal) a principios del siglo XX todo estaba dispuesto para que apareciera el Doctor Pulido, viajando por el Mediterráneo y redescubriendo las comunidades sefarditas, para invitarlas a regresar a España reivindicando la "Reparación" que supuestamente la nación española le debía a los descendientes de aquellos expulsados. Mientras tanto, para preparar la campaña de propaganda que abriría de nuevo las puertas de España a la diáspora sefardí para imponer Sefarad, dos periódicos se emplearon a fondo: "La Raza" y "El Pueblo", con D. Manuel Ortega Pichardo al frente que, con el banquero judío establecido en Madrid, Señor Dreyfus, había fundado la C.I.A.P. (COMPAÑÍA HISPANO AMERICANA DE PUBLICIDAD), a la que aludimos más arriba. Digamos también que el inversor de la C.I.A.P., el banquero Dreyfus se casó con la hija del Doctor Ignacio Bauer, al que también aludíamos más arriba. El Doctor Bauer era, por cierto, nieto de uno de los hombres clave de la Casa Rothschild en España.

sábado, 21 de febrero de 2015

EL LAICISMO VIRULENTO

 Foto de Manolo Fernández.
 
 
Y SUS TAMBORES DE GUERRA

Manuel Fernández Espinosa

Se oyen tambores de guerra: la izquierda laicista toca zafarrancho de combate contra la enseñanza de la religión católica en la escuela pública: "...aunque realizaremos actos antes del verano, la gran batalla comenzará a partir de septiembre", así lo anunciaba Francisco Delgado, presidente de Europa Laica, (ESCUELA, periódico profesional de la escuela española, fundado en 1941, núm. 3.979, 11 de abril de 2013). Yo no sé al lector, pero a mí cada vez se me hace  más insoportable la retórica belicista (gran batalla) que emplean gentes que gastando esa agresividad, van luego y, entornando los ojos hipócritas, vomitan por la boca sus vaniloquios sobre valores democráticos. Es de un sentimentalismo viscoso y me da asco, no soporto que intolerantes de este tipo pongan en su boca la palabra "tolerancia" (a manera de salvoconducto con el que cometer sus intolerancias). Verlos fruncir sus labios en pucheritos, cuando se habla de "paz", "tolerancia", "solidaridad"... Me parece una pantomima grotesca.
 
Pero así están las cosas. La crisis económica hunde a pique la sociedad de bienestar española, pero la izquierda siempre tiene la misma solución: la Iglesia es la culpable. Cuando el Imperio Romano de Occidente se desmoronaba, no faltaron patricios romanos que señalaron a la Iglesia católica como la culpable del saqueo de los godos: haber dejado de adorar a los viejos dioses paganos -se decían, supersticiosos- había traído como consecuencia ese "castigo". Para responderle a esa mojigata gavilla de paganos escribió San Agustín de Hipona una de sus obras más imperecederas: "De civitate Dei". En los tiempos presentes, la izquierda señala con el dedo otra vez a la Iglesia católica: como nuevos paganos supersticiosos que ven en la fe cristiana el principal enemigo de la sociedad. Ni un laicista de estos ha montado, solo o con sus conmilitones, un solo comedor social; pero con sumo gusto corren prestos a ponerse a la vanguardia de todo piquete que clausure los comedores y centros asistenciales cristianos.
 
La separación entre Iglesia y Estado es una realidad. Es otra cosa la que los laicistas anticristianos pretenden, aunque dudo mucho que sean capaces ni siquiera de advertirlo por sí mismos. Lo que a ellos les hace echar espumarajos por las fauces no es que la Iglesia y el Estado puedan estar confundidos. No hay alianza entre Trono y Altar, ni mucho menos. Hace tiempo que el Estado y la Iglesia no son lo mismo, aunque los laicistas viven siempre con un evidente retraso. Esa promiscuidad entre Iglesia y Estado pudo darse en algún momento de la historia (que tampoco lo creo), pero actualmente no sucede. ¿Qué es lo que buscan entonces, si Estado e Iglesia están separados?
 
Lo que los laicistas no pueden tolerar es que la Iglesia esté entreverada en la sociedad. Por eso hacen tronar las trompetas para entrar en batalla. Los laicistas patalean cuando ven que un niño se persigna; les da taquicardia, cuando sale una procesión; les da el Baile de San Vito si ven que una calle lleva el nombre de un santo; les salen erupciones cutáneas si oyen tañir las campanas de un templo cristiano... Y, cuando comprueban que la sociedad todavía sigue siendo cristiana, se acuerdan de Santa Bárbara. En fin, ¿es o no es así? Es así, tal y como digo. Que se dejen de milongas, por lo tanto, y le llamen a las cosas por su nombre: que no confundan el Estado y la sociedad. El Estado español puede ser aconfesional, incluso podría llegar a ser algún día laicista. Pero la sociedad española, pese a haber sido víctima de un ambicioso proyecto de descristianización, sigue siendo cristiana a duras penas, a trancas y barrancas. Y eso es lo que no soportan estos laicistas.
 
Es un problema de impaciencia y de inadaptación: su utopía social tarda en llegar. Se ha depauperado, convirtiéndose de "paraíso en la tierra" en una "sala de espera" sin crucifijos. Esa utopía en la que están soñando es tan pobre que se ha reducido al delirio de una sociedad sin cristianismo. Y se enfadan, como un niño caprichoso al que no le salen las cuentas. En una sociedad con dos mil años de tradición cristiana, los laicistas son eso: unos inadaptados.
 
Escribía Julio Camba, alguien que no es sospechoso, precisamente, de integrista católico: "Si en un país católico separa usted la Iglesia del Estado, a quien perjudicará usted será al Estado y no a la Iglesia". Podríamos parafrasearlo, para esta ocasión hodierna: "si en un país católico separa usted la Iglesia de la sociedad, a quien perjudicará usted será a la sociedad".
 
Y si no se lo creen, que vayan a preguntárselo a la sociedad; y por sociedad me refiero a todas las familias que, no hallando un plato de comida ni ropa, van a recogerlos a la Iglesia.