“Inchiesta sul Darwinismo. Come si costruisce una teoria. Scienza e potere dall’imperialismo Britannico alle politiche ONU" es un libro de Enzo Pennetta, todavía sin traducir al español (cuyo título al español podría ser: "Indagación sobre el darwinismo. Cómo se construye una teoría. Ciencia y poder desde el imperialismo británico a las políticas de la ONU").
Nuestro amigo y corresponsal en Cerdeña nos ofrece aquí un artículo (ver versión original en italiano) para introducirnos a la interesante cuestión que aborda este libro. En el imaginario social han arraigado fuertemente ciertas ideas procedentes del darwinismo que, envaneciéndose de científicas, sirven como armas arrojadizas contra la religión. ¿Pero es científico el darwinismo? En el libro de Enzo Pennetta y en el mismo artículo que presentamos podremos comprender mejor que el darwinismo no fue otra cosa que un instrumento de poder del imperio británico que no desapareció con él, sino que ha sido asumido y sigue dando soporte teórico, como pseudociencia, a las políticas de la ONU.
EL DARWINISMO: INSTRUMENTO DE PODER MUNDIALISTA BAJO EL LIDERAZGO ANGLOSAJÓN
Por Fabio Emozione.
Traducción al español:
Manuel Fernández Espinosa
El consenso social deriva siempre de una interpretación dada de la realidad, compartida por la mayoría de un pueblo o nación. Bien, el darwinismo no fue otra cosa que un poderoso instrumento de manipulación de las masas, así como la creación de un sólido consenso político para las elites del poder, tanto en el seno de la Gran Bretaña como en los confines de las posesiones del imperio británico, en el curso del siglo XIX.
Cuando Inglaterra se preparaba para convertirse en potencia militar global, disponiéndose a abrir y crear nuevos mercados para sus productos e industrias, algunos célebres científicos como Francis Bacon (autor de la utopía "La nueva Atlántida", también proclamado padre del método científico inductivo) avanzaron la idea de legitimar el poder estatal absoluto de la monarquía inglesa sobre la ciencia.
De esta premisa arranca la Royal Society (nombre oficial: The President, Council, and Fellows of the Royal Society of London for Improving Natural Knowledge), donde una nueva casta sacerdotal, toda compuesta por "científicos", contribuiría a apoyar y patrocinar el naciente Imperio Británico.
Sin embargo, a toda casta sacerdotal le es menestar una Biblia, capaz de proporcionar una nueva visión del mundo, convincente, cautivadora, fascinante.
Una maravillosa ocasión se presentó, cuando Charles Darwin publicó -en 1859- el ensayo "El origen de las especies". El relato de Darwin se prestaba óptimamente para servir como un nuevo, moderno y seductor mito sustitutivo de la creación.
Para desarrollar su teoría, Darwin se basó en los escritos del economista Thomas Malthus y no -en cambio- a partir de observaciones naturales, desde las cuales formular una hipótesis de trabajo, o sea una verdadera y propia teoría científica.
Merece la pena mencionar, aunque sea brevemente, que Malthus, sin ninguna base experimental y manifiestamente desmentido por reiterados casos históricos (como la gran hambruna irlandesa de 1845-1852), sostenía que mientras la economía en general crece según una progresión aritmética (0, 1, 2, 3, 4, 5... etcétera), la población -al contrario- crece conforme una progresión geométrica (0, 1, 2, 4, 8, 16, 32, etcétera). Tal estado de cosas conduciría pronto a una escasez generalizada de recursos en relación con la población existente.
Dadas estas (inexactas) premisas, Malthus justifica cualquier medio viable para controlar la natalidad, con especial atención a las clases más bajas, en particular la clase proletaria y la siempre creciente población urbana en la Inglaterra industrializada de mediados del siglo XIX.
Incluso la "mano invisible" (la metáfora utilizada por el economista Adam Smith para describir los beneficios sociales inesperados e imprevisibles que derivarían de las acciones y elecciones individuales) es parte de una visión del mundo que tiene plena fe y confianza en el inevitable progreso de la humanidad hacia cotas y metas siempre más altas y avanzadas (como a muchos les pareció en la Inglaterra victoriana de la segunda mitad del ochocientos).
En lo que atañe a esto viene al caso citar este pasaje:
"Unida a la usura, la competición desenfrenada destruye al hombre medio en provecho del grande y, haciéndolo, llega a producir esa masa de ciudadanos económicamente sin libertad, cuya propia libertad política viene a ponerse en cuestión, precisamente por la razón de que ella no tiene ningún fundamento en ninguna libertad económica, o en cualesquiera porción de propiedad privada significativa que la sustente".
Hilaire Belloc: “La crisis de la civilización”
Tras Darwin, en efecto, llegó también el darwinismo social, aplicado en Inglaterra lo mismo sobre las clases menos favorecidas y súbditos de la Corona. Y es oportuno recordar y considerar siempre el riguroso paralelismo que puede establecerse entre el "dejar-hacer" económico -con su ilimitada competitividad- y la noción darwinista de la "superviviencia del más apto".
La misma doctrina del utilitarismo, que afirma -entre otras cosas- que en el seno de una sociedad y economía todos los sujetos (cada individuo particular) tienden a maximizar el propio placer se inscribe en el intento positivista para proporcionar una nueva interpretación, a modo de verdadera y propia religión que cubre la realidad entera de la vida, partiendo de la pretensión de poder cuantificar el placer personal.
La vida -en esta (anti-católica) nueva visión del mundo- se convierte en número.
Fue en los países ebrios del propio éxito a escala planetaria (como fue la Inglaterra de finales del XIX) cuando las clases en el poder decidieron suprimir de una vez por todas cualquier relevancia y existencia de la religión católica (y el pensamiento aristotélico-tomista a ella asociado) y fue entonces cuando influyentes pensadores como Comte buscaron fundar una nueva religión fuera de la revelación cristiana.
Isidore Auguste Marie François Xavier Comte (1798-1857) fue un filósofo francés que fundó la moderna sociología y la doctrina del positivismo.
Comte estaba bajo la influencia del socialista utópico Henri Saint-Simon y de esta interación se desarrolló la filosofía "positivista" con miras a encontrar un remedio al malestar social generado por la Revolución Francesa: la nueva doctrina social propuesta debería basarse exclusivamente sobre la "ciencia".
Comte inspiró a su vez a pensadores como Karl Marx y John Stuart Mill.
Sus teorías sociológicas culminaron en el anuncio de una nueva "religión de la humanidad", la cual influiría en el desarrollo de varias organizaciones humanistas y seculares en el curso de 1800. Se afirma que Comte había acuñado el término "altruísmo".
Volvamos a "nuestro" Darwin, el cual, a la hora de esbozar y formular su teoría sobre el origen de la vida, no siguió el tan celebrado método inductivo y científico.
Darwin no halló en toda su vida una prueba cierta de su teoría.
En la teoría evolucionista de Darwin faltó siempre el eslabón perdido entre los fósiles disponibles. Por lo cual resultaría hasta más adecuado admitir la hipótesis de la creación ex nihilo de las especies vivientes.
También son numerosos los casos de especies vivientes que no han sufrido ninguna mutación en millones de años.
Todo ello contradice de lleno la hipótesis de los cambios lentos, graduales e inexorables de los que se habla en la visión de Darwin.
Por otra parte, la teoría de Darwin no está en condiciones de hacer ninguna predicción cierta sobre el futuro de la evolución, como en cambio puede hacerse con las leyes de Newton sobre la gravitación universal en relación a la órbita de un planeta o de un astro.
En resumidas cuentas: de científica, la teoría de Darwin, tiene bastante poco.
Reiteramos: hasta el día de hoy, nadie -incluído Darwin- ha encontrado nunca o descubierto una prueba segura de la validez de la llamada "teoría sobre la evolución".
Sobre la ausencia total de pruebas científicas a favor de la teoría evolucionista son magistrales las conferencias dadas por el telepredicador norteamericano Kent Hovind: ya se trate de biología, de geología, de astronomía o de cualquier otra rama del saber científico, todas las presuntas pruebas en pro de la evolución o son erróneas o son prefabricadas, o sea falsas: como así sucede con el clamoroso caso de la falsa semejanza entre el embrión humano y el de otras especies, o el del falso árbol genealógico que deriva al hombre del simio.
Cabe hacer notar que, en honor a una cierta honestidad intelectual del mismo Darwin (a diferencia de muchos de sus partidarios y secuaces), el científico británico siempre reconoció el hecho de que su teoría estuviera falta de una prueba cierta e irrefutable.
La "teoría" de Darwin fracasa siempre y de modo manifiesto justamente cuando debería iluminar la búsqueda: no alcanza a explicar cómo, cuándo, dónde y por qué "nace" una nueva especie en un determinado momento histórico.
En otras palabras, la teoría no llega a explicar su mismo objeto y campo de investigación: el origen y el nacimiento de las especies.
Darwin creía, como Jean Baptiste Lamarck, en la herencia de los caracteres adquiridos (si a fuerza de alargar el brazo, se me alarga el brazo... entonces transmitiré esta característica del brazo más largo a mi descendencia).
El positivismo evolucionista del que se ha tratado hasta ahora fue concebido y empleado rápidamente como teoría adormecedora de los movimientos revolucionarios y de las demandas sociales que sacudieron varias veces la historia de la Europa decimonónica y de otras partes del mundo.
A modo de breve divagación, valga decir que Raimundo Teixeira Mendes (1855-1927) fue el filósofo y matemático brasileño que ideó la actual bandera nacional de su país, en la cual -entre otras cosas- estampó las palabras: "Ordem e Progresso".
En verdad, Teixeira Mendes recibió una fuerte influencia procedente de las obras de Comte y vino a ser considerado por sus secuaces como "Apóstol de la Humanidad" en el interior de la "Iglesia Positivista de Brasil".
El pensador brasileño estaba firmemente convencido de que la guerra desaparecía muy pronto y la misma suerte tocaría a las diversas naciones: desaparecer.
Era un acérrimo opositor a la obra misionera católica entre los indígenas, mientras pugnaba por la inserción "gradual" de los nativos en la sociedad civil, sin "esfuerzos" de ningún tipo.
Gracias a la teoría de Darwin, la ciencia -ahora proclamada como nueva religión y revelación- se convierte así en un arma del poder del Estado para controlar a la mayoría democrática y a la opinión pública en general.
El nuevo "Libro del Génesis" se convierte en "El origen de las especies" de Darwin.
Una curiosidad: en la publicación original de Darwin se habla de "elección" natural y no de "selección" natural, como después sería conocido por el público. Los secuaces y partidarios de Darwin añadieron una "s" de más y ésta fue la versión que penetró en la mentalidad popular y en la actual cultura de masas.
Hasta aquel momento, la fuente del derecho y de la moralidad en cualquier sociedad había sido Dios y la religión.
Ahora comparece un nuevo Dios, una nueva revelación, un nuevo "evangelio", un nuevo Génesis. Todo "inevitablemente" debe "cambiar" para lo "mejor".
En el año 313 d. C., mientras por un lado el Emperador Constantino reconocía la legitimidad de la religión cristiana, por el otro retenía para sí el título de Pontifex Maximus, lo que indica claramente que la fuente de legitimación de las leyes era todavía él, el sucesor de Augusto.
Ahora bien, desde la caída de Roma y del Imperio Romano de Occidente hasta el Sacro Imperio Romano, el "fons iuris" (fuente y legitimación del derecho y de la moral) quedó en el Papa de Roma.
Tras el cisma de Occidente, los emperadores se vuelven dos, pero la distinción sobredicha y cooperación entre el poder temporal y el espiritual no menguaron: simplemente se desdoblan.
Con el cisma anglicano en Inglaterra, poder imperial y espiritual se funden nuevamente en una única persona.
Desde Thomas Hobbes (el primer y máximo teórico del absolutismo) hasta nuestros días, el objetivo sigue siendo siempre el mismo: minar y erradicar la visión cristiana del hombre, su "fons iuris", su legitimación del derecho, de la moralidad y del poder estatal.
Hoy en día más que nunca, la "ciencia" se estudia en manuales, sin ninguna experiencia directa ni comprobación experimental de las tesis y de las leyes presentadas. Bien que sabía esto el estudioso Thomas Kuhn.
Un ejemplo típico del descrédito de la ciencia cristiana es la historia de la Tierra Plana en relación con el proceso contra Galileo Galilei. Nunca la Iglesia Católica sostuvo que la Tierra fuese plana, sino que hacía justo lo contrario. La teoría de la Tierra Plana (propagada y difundida en el curso del siglo XIX por autores franceses e ingleses) fue, por lo tanto otro instrumento empleado por los anticlericales de todo el mundo, sobre todo en Occidente, para atacar y degradar la civilización pre-moderna cristiano-católica y el creacionismo en general.
Valga para el gran público este inciso que remite a una página del astrónomo francés Camille Flammarion, donde un monje peregrino llega al fin del mundo y... de allí no puede pasar más lejos, dado que la tierra allí "termina".
Según el tándem Engels-Marx: toda la teoría darwinista era sencillamente la traslación (de la sociedad a la naturaleza viva) de la teoría de Hobbes sobre el estado de guerra de todos contra todos, de la necesidad del absolutismo por tener la "paz" y de las teorías burguesas de la concurrencia de los benefecios, todo ello unido a la teoría sobre el crecimiento geométrico de la población según Malthus.
Nietzsche escribió: "El hombre se ha liberado de los patrones antiguos y tradicionales, observamos una muchedumbre de hombres, todos iguales, todos semejantes, que buscan -sin tregua- procurarse pequeños y mezquinos placeres".
La Humanidad pasaba de una forma de esclavitud a otra: la caracterizada por la continua búsqueda de la felicidad, continuamente negada.
A principios del siglo XX, antes del estallido de la Primera Guerra Mundial, era evidente para todos que el darwinismo había resultado una revolución científica fracasada. Faltaban y faltan las pruebas de cuanto argumentaban Darwin, sus partidarios y sus seguidores.
También sobre el plano internacional, en aquellos mismos años (como ya en las postrimerías del siglo XIX), se advirió el hecho de que el Imperio británico había alcanzado su máxima expansión, paroxismo e influencia.
Surgió en él la Sociedad Fabiana, enésima entidad creada con la bendición del gobierno inglés, con el fin de llegar de manera "gradual", sin brincos, sin prisas, sin sorpresas, sin "revoluciones" a una sociedad socialista, lo mismo en casa que en los demás países.
La idea era domar y controlar "por las buenas" la amenaza de una revuelta violenta, también a escala internacional, por parte de las fuerzas socialistas y comunistas.
El grupo fue llamado "Fabiano", en honor al político y militar romano Quinto Fabio Máximo Cunctator, el "Contemporizador" (275 a. C. - 203 a. C), que se hiciera famoso y respetado durante las Guerras Púnicas por sus tácticas pacientes, contemporizadoras, lentas, pero a la postre victoriosas siempre.
La utopía fabiana del siglo XX fue creer que el imperialismo británico, unido a las doctrinas socialistas, podría representar un factor de modernización del planeta entero, bajo -bien se entiende- el liderazgo y control inglés.
Se quería -después de todo- encontrar una forma de legitimación a lo que sería la Commonwealth Británica, ahora llamada Commonwealth de las Naciones.
Mateo 7, 15-20, "¡Por sus frutos los conoceréis!".
Jesús hablando a los discípulos sobre "falsos profetas".
EL AZAR, LA NECESIDAD Y LA EUGENESIA
Al movimiento humanista, del que formaba parte Julian Huxley, se sumó más tarde también el Premio Nobel de Medicina del año 1965, Jacques Monod (1910-1976), que con la publicación en 1970 de su libro "El azar y la necesidad" ofreció una contribución fundamental a la clarificación de la teoría evolutiva y de sus implicaciones ético-sociales.
El libro es la continuación ideal de las tesis evolucionistas neodarwinianas, con particular referencia a los mecanismos genéticos, y de las teorías sociológicas de J. S. Huxley.
Recordemos que Huxley fue un apasionado promotor de la teoría darwinista, así como el promotor de la UNESCO (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia Social y Natural y la Cultura). A todos nos consta la abierta propaganda y "sensibilización" que ejecuta este ente con sede en París sobre el aborto, la anticoncepción, el control de la natalidad, la planificación familiar, la igualdad a toda costa, la elimiación de toda diferencia, la "paridad" de género y demás.
Tras la Segunda Guerra Mundial, a causa de consideraciones análogas a las de los nazis, el argumento de la eugenética no vino presentado con la misma insistencia y claridad de los años anteriores, pero no dejaba de ser eugenesia, por tratarse de "modos de mejora para los animales y aplicados a los hombres".
Sí, cuando el hombre, la vida y los sentimientos se convierten en números y estadísticas, a continuación también puede suceder -como ha sucedido en varias ocasiones- que se busca "mejorar" al hombre como se hace con los animales en un establo, en una granja o -todavía mejor- en un gran rebaño.
Todavía volvieron a ser propuestas las medidas que la acompañan: la aplicación de la eugenesia debe efectuarse, sin nombrar explícitamente la conexión con la misma. El libro de Monod dedica a las consideraciones éticas y sociales el capítulo IX y el último, significativamente titulado "El reino y las tinieblas", palabras que remiten a la terminología religiosa y fueron tomadas de la introducción del "Leviathan" de Thomas Hobbes, relacionadas con la escatología cristiana: el reino de los cielos.: "El día -escribe Monod- que el Austrolántropo o alguno de sus compañeros fue capaz de comunicar el contenido de una experiencia subjetiva, de una "simulación" personal y no solo una experiencia concreta y real, nació un nuevo reino: el reino de las ideas".
Comparando el inicio del capítulo IX con el Génesis, es evidente que el "científico" Monod apunta a la creación de una situación análoga al "Génesis", de modo que pueda encontrarse y sentar las bases de una "nueva religión de la Humanidad", de claro signo comtiano.
Tales intenciones también se reflejan a través del empleo de un término como "estigmas", en referencia a los rasgos inscritos en el ADN de los progenitores de la especie humana, que no tiene ningún uso si no es en el campo religioso.
Una vez que se libera de los dogmas, de las enseñanzas y de la moral católicas, la eugenesia -y todas las diabólicas doctrinas correlativas- encuentran el camino expedito.
A continuación se muestra un paralelo de repetidas tentativas, a caballo de los siglos XIX y XX, de la "religión" darwinista para controlar el mundo, a los hombres, los recursos, la riqueza, la vida, las mentes y las almas.
SIGLO XIX
- 1798: T. Malthus publica el ensayo sobre el principio de la población.
- Inglaterra debe administrar el desarrollo industrial y colonial.
- La aplicación de acciones favorables para los intereses nacionales, pero contrarias a la opinión pública, como el abandono de las clases pobres y una eugenesia para favorecer las razas de "éxito", requieren un apoyo científico para el malthusianismo.
- El medio para dirigir la opinión general inglesa y la Royal Society.
- La teoría que puede sostener una política malthusiana es, según el autor, la derivada del darwinismo.
SIGLO XX
- 1972: el Club de Roma publica el ensayo "The Limits to Growth".
- Occidente debe administrar el desarrollo industrial y los recursos planetarios.
- La aplicación de acciones favorables para los intereses nacionales, pero contrarios a la opinión pública, como la reducción demográfica de las clases pobres, en lugar de su desarrollo y la promoción eugenética para favorecer las razas de "éxito", encuentran un soporte "científico" en el neo-malthusianismo.
- El medio para dirigir la opinión pública occidental se constituye en la ONU y en otras instituciones "académicas" como el Club de Roma.
- La teoría que "científicamente" puede sostener una política malthusiana es esa, por la misma admisión del autor, que deriva del darwinismo, y que en el siglo XX ha devenido a ser "teoría sintética de la evolución" o "neodarwinismo".
Se ha tratado de caracterizar el darwinismo y el neodarwinismo, éste último nace y se desarrolla para hacer olvidar a la opinión pública la carencia de base del primero, y por lo tanto la total falta de pruebas científicas ciertas sobre su validez; p. ej., el famoso "eslabón perdido": nadie ha descubierto en los fósiles un ser medio-hombre/medio-mono, etcétera.
Certeza dogmática.
Selección natural como única posibilidad de progreso.
Selección natural como justificación de políticas eugenésicas.
Progreso gradual sin "revoluciones".
Egoísmo como origen del progreso (liberalismo de Adam Smith).
Colaboración en el interior de las especies como regla natural.
Evolución como sinónimo de progreso.
Autores e investigadores mucho más respetuosos para con el método científico, como el norteamericano Stephen Jay Gould, propondrán teorías alternativas, como la del "equilibrio puntuado".
Fisura de la certeza.
La selección no basta para explicar el progreso.
Progreso con cambios imprevistos.
Inutilidad de las iniciativas eugenésicas.
Especies "superiores" como efecto colateral de la evolución que, por lo tanto no es necesariamente entendida como tendencia hacia el progreso.
CONCLUSIÓN
La llamada "teoría" de Darwin sobre el origen y evolución de las especies vivientes aparece en un momento histórico -a mediados del siglo XIX- cuando Inglaterra, toca la cúspide de su poderío imperial a escala planetaria, siendo la desesperada búsqueda de una "historia fundante" que legitime su poder y dominio sobre el mundo.
Es una época -la decimonónica- donde los amargos furtos y herencia del ateísmo ilustrado y post-revolucionario francés vienen a madurar, dejando un vacío espiritual, moral y cultural que anteriormente era colmado por la religión católica.
Son los años en que nacen las ideologías socialista y comunista, las cuales -muchos entre las élites serían captados por ellas- llevan consigo un potencial revolucionario y destructivo jamás visto hasta entonces en la historia, dada su capacidad de prender en vastas masas populares que habitan los centros suburbanos, barriadas de trabajadores, y -sobre todo- visto que emerge una sociedad humana siempre más globalizada e interconectada a nivel planetario.
La "teoría" de Darwin no ha sido nunca probada científicamente, ni ha sabido nunca formular ninguna predicción cierta sobre el futuro de ninguno de los fenómenos naturales. Se trata, en otras palabras, de una teoría falsa y errónea, hablando científicamente.
No obstante esto, el darwinismo se ha elevado a nueva Biblia en una sociedad secularizada y en todo caso siempre necesitada de una tranquilizadora visión del hombre y de su futuro.
En verdad, el darwinismo se inscribe en la larga serie de cultos a la muerte (delicia para el demonio) que -con triste periodicidad y frecuencia- comparecen en la historia.
El darwinismo está a la base de la aceptación social de la muerte de los que no son "aptos" para la sociedad en la que viven. Es en efecto "natural" morir si no se llega a "llevar el paso" con el inevitable "progreso" del hombre y de la civilización.
En la visión humana, social, moral y cultural del darwinismo, el que no se "adapta", ¡perece!
¡Y "justo" es así!
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Para apreciar a fondo este libro cautivador y convincente (Indagación sobre el Darwinismo. Cómo se construye una teoría. Ciencia y poder del imperialismo británico hasta las políticas de la ONU), recomiendo también la lectura de estos libros:
- "In Satan's footsteps" de Theodore Shoebat. ("En los pasos de Satán. El origen y la manifestación del diablo y del mal en la Historia").
El lector quedará muy sorprendido por las inquietantes similitudes que existen (sirva este ejemplo impactante- entre las "revelaciones" que tienen lugar en el mormonismo y en el islam. En ambos casos, de hecho, comparece una presencia angélica y demoniaca al mismo tiempo, aterrorizadora, luz brillante, resplandeciente, pero nimbada de muerte (Luci-fero).
- Thomas Kuhn publicó, en 1962, el ensayo titulado "La estructura de las revoluciones científicas", en el cual se esbozaba un modelo no lineal, no gradual, aunque "revolucionario", "hecho a tirones", del desarrollo de la ciencia.
Las nuevas teorías científicas se afirman a través de cambios repentinos que se intercalan en largos periodos de estancamiento.
Todo esto sucede debido a que toda teoría científica se basa sobre determinados "paradigmas" que, con sus anejos conceptuales, teóricos, instrumentales y metodológicos, guían la investigación y que nadie pone en tela de juicio.
La creación, o mejor, la producción de un nuevo paradigma, o sea de una nueva "ciencia", surge cuando se estrella con hechos no explicables conforme a las teorías tradicionales.
Los elementos básicos de la ciencia en general y de una ciencia en particular pueden quedar fijados en las obras aclamadas y divulgadas, como han sido en el pasado la "Física" de Aristóteles o "Los Principios" de Isaac Newton.
Un nuevo paradigma científico representa una "promesa de éxito" en el estudio de un problema dado y la ciencia que de ello se deriva es la realización de tal promesa.
La visión de Kuhn invierte la imagen tradicional de la ciencia como "exploración de lo ignoto". La ciencia es política. Y viceversa.
- Yuri Alexandrovich Bezmenov fue un periodista ruso y también -y sobre todo- un ex-espía del KGB, que -en un determinado momento de su vida- decide desertar a Canadá, dejando de una vez para siempre la Unión Soviética.
Después de unos años transcurridos en el extranjero, por ejemplo en la India, se empeñó en reprobar la censura y opresión que se ejerciera sobre cualquier intelectual disidente en su país natal.
Bezmenov es recordado especialmente por sus conferencias a favor de la democracia americana, sobre la lucha contra el comunismo y toda una serie de libros escritos y difundidos alrededor de 1980, con particular relación al tema de la manipulación de la opinión pública en países democráticos o no.
- "Revolución y Contra-Revolución" (Plinio Corrêa de Oliveira). Todo el pensamiento y la acción de Plinio Corrêa de Oliveira arrancan y giran alrededor de un juicio histórico: ha existido una civilización cristiana occidental, animada por la Iglesia Católica, fruto de la inculturación de la fe en Occidente. Esta espléndida Civilización Cristiana está amenazada por la realización de la destrucción, por el proceso revolucionario, en una dinámica histórica que se articula en cuatro fases: la primera religiosa (la Reforma protestante), precedida y acompañada por una revolución cultural, representada por el Humanismo y el Renacimiento); la segunda política (la Revolución Francea); la tercera social (la Revolución comunista); y, por último, la cuarta (la Revolución Cultural iniciada con el 68 francés y norteamericano).