"Cuadro de la escuela inglesa. El Sitio de Gibraltar"
Si repasamos la prensa
decimonónica, veremos que toda ella está salpicada de noticias relativas al
auxilio y cobertura que los ingleses de Gibraltar otorgan a los traficantes. Lo
que resulta más triste, es el tener que comprobar, que pese a que han pasado
tres siglos, las autoridades españolas no han hecho nada por evitar estos
abusos y tampoco han hecho nada, por tratar de imponerse ante los piratas
roqueños. Dice así el diario “La Posdata”
de 1843
“Algeciras 1º. Tres días hace que aconteció en esta bahía un hecho
bastante escandaloso con nuestros vecinos los ingleses. Habiendo hecho una
aprehensión de contrabando las barquillas Paulita, de carabineros y la María, de la empresa, se mantenían á tiro de cañón de Gibraltar
por causa del viento, cuando un navío de la misma plaza les hizo un disparo, y
no habiendo sido bastante para rendirlas, salió en su persecución un vapor de
guerra que les volvió á hacer fuego y las apresó, remolcándolas hasta el muelle
nuevo de aquella plaza, y teniendo presa parte de su tripulación. Sabido este
hecho por nuestro comandante general, obligó al gobernador de Gibraltar
reclamándole las barquillas y la presa, y previniéndole que de lo contrario se
tendría por cuestión de gabinetes, con lo que cedió aquel dejándolas en
libertad. Semejantes atentados los cometen con frecuencia nuestros vecinos para
intimidar á los que persiguen el contrabando, y sería necesario para impedirlos
que nuestro gobierno les pidiese explicaciones más formales, y no se con tentara
con tan cortas satisfacciones, que solo las dan cuando, como hoy, hay un jefe
de energía que las reclame. Preciso era que supiéramos si los buques del
pabellón inglés se habían vuelto ya corsarios en esta bahía”.
Por su parte, en el “Diario Constitucional
de Palma” de ese mismo año 1843, podemos leer.
“Algeciras
6 de
octubre.
Hasta hoy hemos vivido con bastante prevención pues nada impone a nuestros revolucionarios. El peñón
es el mas cruel enemigo que tiene la España, porque allí se abrigan los
traidores que esta nación creara para venir á hostilizarla después y de allí salen los inmensos contrabandos que nos arruinan;
pero con la llegada del general Montes salimos de cuidados. De improviso se
echó sobre nosotros, y le vimos antes que supiéramos que venía. Fué á parar a la fonda donde se hallaba su
antecesor el general Lorenzo; en el acto se entregó del mando, y comenzó á
obrar, pero con una actividad tan grande que á todos dejó aturdidos. Los
ayacuchos dicen que le temen, pero rabian porque ven frustrados sus planes al
paso que el pueblo pacífico bendice las disposiciones del ministro de la
guerra, á quien por esto suponen muy bien informado de las maquinaciones que se
fraguan en Gibraltar; por mucho que digan vds. Contra los ingleses siempre se
quedarán cortos; su plan es dejarnos sin camisa y después desollarnos pero no
lo lograrán. Hoy mismo han salido tropas con varias direcciones y un escuadrón de
caballería para el campo de San Roque; suponemos que hay algo de nuevo, lo que
fuere sonará, y avisaré al
momento”.
"Foto en la que se aprecia el traje típico en la zona del Campo de Gibraltar en el s. XIX"
En estos
momentos España está todavía inmersa en la Regencia de Espartero (1841-1843), y
por lo tanto con serios problemas internos. Durante ese periodo, y bajo su
gobierno y gestión política, se aceleraron las desamortizaciones de los bienes
eclesiásticos y se recortaron
los fueros vasco-navarros, originándose así un problema para el futuro de
España que le llevaría a seguir desangrándose internamente.
En estos años, también se consigue la firma de un
acuerdo librecambista con Inglaterra (ver la tercera entrega de Gibraltar
Español en este mismo blog) lo cual engendró grandes protestas en Barcelona, protestas
que fueron duramente reprimidas por Espartero y el ejército. El bombardeo de la
ciudad Condal –llevado a cabo con el beneplácito de los ingleses- hizo que
Espartero perdiera toda su popularidad, incluso entre los propios progresistas.
Además de sofocar la revuelta, se destruyeron factorías y fábricas que
realizaban la competencia a los productos ingleses. Pese a ello, Espartero sigue gozando en éste
país de estatua y de renombre como si fuese un “héroe español”, cuando más merecería estar enterrado en la Catedral
de San Paul de Inglaterra, donde reposan los héroes de esa nacionalidad.
"Grabado en el que se aprecia el bombardeo de Barcelona desde el castillo de Montjuic por Espartero"
Todo aquél que delinquía en la España
decimonónica, encontraba en Gibraltar un cobijo y una protección inusual. Esto
servía tanto parta la canalla y la delincuencia común, como para los delitos
más graves donde estaban implicadas personalidades de más renombre. En el
diario “El Clamor Público” de 1845
podemos leer.
“VALENCIA 1.
DE ENERO.
Ya saben Vs. que por la
comisión Militar se está siguiendo la causa en la averiguación de los autores y cómplices de la
muerte del desgraciado general Méndez Vigo, si bien han tenido que callarse los
medios poco caballerosos empleados para que esta causa haya vuelto á la escena
después de sobreseída. Ninguno dé los muchos esfuerzos que se han hecho en la
ampliación del sumario, bastaría sin duda para poder sacrificar la víctima
elegida, y cuya inocencia triunfará indudablemente de todo el maquiavelismo de
sus opresores (…)
Al parecer, y según la noticia, la trágica muerte del general Méndez
Vigo, es atribuida a “un inocente” a un
“chivo expiatorio”, un tal Antonio
Casas, el cual estuvo mucho tiempo en prisión mientras se celebraba su juicio. Tras
celebrarse éste, no se hallaron pruebas y la causa tuvo que ser sobreseída, más
no así la sospecha de su implicación. La
noticia continúa con las nuevas pesquisas realizadas en este sentido y como al
parecer, una persona, crucial para la aclaración de los hechos, un tal Luna, se
haya fugada y refugiada en Gibraltar bajo el amparo de estos.
“(…) Este desgraciado,
hace algunos años que con parte de su familia se hallaba en Gibraltar bajo el
amparo y protección dé las autoridades inglesas…”
Y es que no hay delito ni problema en dar cobijo al delincuente, siempre
que éste haya hecho o sirva a la destrucción, división, o enfrentamiento entre
los españoles.
Por su parte, las autoridades españolas siempre han estado solícitas a la
hora de perseguir el crimen. Si los delincuentes eran españoles que habían
cometido sus fechorías o sus actos criminales sobre los bienes o las personas
del Peñón, éstos eran ajusticiados inmediatamente. Nada de retrasos ni de
mediación de embajadas o gabinetes. En
el “Diario la España” de agosto de 1856,
leemos la siguiente noticia:
“Se han recibido también
correspondencias de Algeciras, las que nos dan detalles de la ejecución
verificada en aquella plaza el 9 del pasado en la persona de Lutgardo Abachá,
acusado y confeso de haber robado y asesinado á un viajero inglés en el camino
de la misma á Tarifa; el reo tanto en la capilla como en el tablado fatal,
permaneció sereno, tranquilo y conforme sin haber demostrado la mas leve
alteración, recibiendo con placer los auxilios de nuestra santa religión y mostrándose
piadoso y humilde; su última palabra fue pedir perdón á los espectadores y
rogarles rezasen une salve á la Virgen del Carmen para descanso de su alma. Su
compañero Manuel Jiménez Cornejo que sufrió la pena de argolla manifestó un cinismo
tan repugnante que se captó la antipatía de todos. Multitud de habitantes de la
plaza de Gibraltar é individuos de su guarnición acudieron á presenciar la
justicia que se hacía en desagravio de la sociedad y para purgar el delito perpetrado
contra un compatriota. Parece que en la capilla hizo algunas revelaciones sobre
su vida, expresando que su verdadero apellido era Abadía y no Abad, como antes
había dicho; que su patria era Granada y no Cádiz, no siendo suya la partida de
bautismo que aparecía en la causa. También contó haber pertenecido á los
filibusteros de Narciso López, habiendo sido hecho prisionero por las fuerzas
de la escuadra. Ha recibido la muerte á los 24 años de edad, habiendo sido su
corta vida azarosa y activa”.
Ojalá las
autoridades gibraltareñas fuesen igual de rápidas que las españolas a la hora
de perseguir, atrapar, y ajusticiar a los delincuentes y los criminales, más
unas veces amparándose en que los militares allí apostados no tienen
jurisdicción ni autoridad para apresar a civiles, otras alegando que desde su
territorio y puerto sí están permitidas ciertas prácticas que en el otro lado
de la frontera están prohibidas, y otras expresando que el lucro que supone la
realización de las actividades ilegales, suponen un enriquecimiento constante
para los allí residentes, los cuales no van a dejar escapar esos emolumentos
por el cumplimiento de unas leyes que le son ajenas, todo junto hace que el
apresamiento y la ejecución de delincuentes en La Roca, escaseen o brillen por
su ausencia.
Inglaterra ha
sido siempre muy celosa de sus territorialidad. De hecho, no ha permitido –mientras
le ha sido posible- que nadie hiciera lo que ella misma hacía, ni siquiera los
americanos, a los que tan ligados están en el último siglo.
Además de las
protestas por las pretensiones americanas de establecer un punto de
abastecimiento de carbón en el islote de Perejil (ver ese aspecto en este mismo
blog en anteriores entradas) lo mismo ocurría con la isla de San Juan, en EEUU,
cerca de Vancouver, donde el enfrentamiento diplomático fue mayor. El corresponsal
español del diario “La Discusión” en
octubre de 1859 decía así al cubrir la noticia sobre el problema diplomático
entre los americanos y los ingleses por la posesión de la citada isla:
“San Juan en manos de los anglo americanos,
sería con respecto á las posesiones británicas poco mas ó menos lo que
Gibraltar es con respecto á España, y los ingleses no aprueban la existencia de
Gibraltares si no cuando estos se encuentran en sus manos”.
La posesión de
esa pequeña, pero estratégica isla, podía poner en peligro las operaciones
mercantiles inglesas en aquella zona. Además, llegado el caso, se podía
realizar un bloqueo marítimo de aquellas aguas por parte de buques americanos. Como
podemos ver, son muchas las similitudes existentes a lo que Gibraltar supone
para España. En nuestro caso la debilidad diplomática nacional y la pobre
pujanza de España en el teatro de operaciones internacional ha hecho que
nosotros tengamos que aceptar el establecimiento de colonias extranjeras (o bases
militares) en nuestro territorio.
"Cánovas del Castillo"
Podíamos seguir
aportando m´sa y m´sa noticias sobre la cuestión de Gibraltar. No sólo del
siglo XIX, sino aportando además las que se han realizado en el s. XX y
comienzos del XIX. Podíamos hablar de los cierres y aperturas de las verjas, de
los submarinos nucleares, de las gasolineras ilegales y flotantes, de las
polémicas por la protección de costa y de los caladeros y de muchas cosas más.
Pero entonces no acabaríamos nunca. Quiero terminar este estudio con las letras
que escribió el político español D. Antonio Cánovas del Castillo, en su “Apuntes para la Historia de Marruecos” :
“Así sucederá por todos los tiempos mientras una nación
europea no ponga el pié en esas playas casi indefensas, y ponga un dique
invencible á las invasiones de las tribus bárbaras del interior. Cuál sea esta
nación, no lo sabemos. Pero hay una ley histórica que hemos venido observando
al través de los siglos en el Magreb-alacsa; la cual dice claro que el pueblo
conquistador que llegue á dominar en una de las orillas del Estrecho de
Gibraltar, antes de mucho tiempo dominará en la orilla opuesta. Esta ley no
dejará de cumplirse. Y si no hay en España bastante valor ó bastante inteligencia
para anteponerse á las otras naciones en el dominio de las fronteras playas, día
ha de llegar en que sucumba nuestra independencia, y nuestra nacionalidad desaparezca
quizás para no resucitar nunca. Ahí enfrente hay para nosotros una cuestión de
vida ó muerte: no vale olvidarla, no vale volver los ojos á otras parte; el día
de la resolución llegará, y si nosotros no atendemos á resolverla, otros se encargarán
de ello de muy buena voluntad. En el Atlas está nuestra frontera natural; que
no en el canal estrecho que junta el Mediterráneo con el Atlántico: esa lección
es de la antigua Roma”.
Luis Gómez