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Valle-Inclán, autor de "Tirano Banderas". |
INDIGENISMO, COMUNISMO Y TEOSOFÍA
AL SERVICIO DEL NUEVO ORDEN MUNDIAL
Por Manuel Fernández Espinosa
"Tirano Banderas. Novela de Tierra Caliente" (año 1926), de D. Ramón María del Valle-Inclán, constituye un hito en la producción literaria de su autor (su mejor novela, dicen algunos). Además de ello, los críticos literarios coinciden en ver en "Tirano Banderas" el precedente de esas otras novelas hispánicas que, aquende y allende el Atlántico, se fueron sucediendo a partir de 1926 y que, según el buen hacer de cada autor hispanoamericano o hispanoeuropeo, se desarrolla alrededor de la figura histórica o ficticio-arquetípica de un gobernante autoritario -y sea éste del país hispánico que sea. Son muchos los autores que han escrito su propio y particular "Tirano Banderas". Pudiéramos citar a algunos egregios hispanoamericanos: el paraguayo Roa Bastos, con "Yo, el supremo"; el peruano Vargas Llosa con "La fiesta del Chivo"; el colombiano García Márquez, con "El otoño del Patriarca"... Etcétera. Podríamos citar a muchos más, pero no queremos ser exhaustivos. Entre los cultivadores hispanoeuropeos de esta especie de género literario destaca Francisco Umbral, con "Leyenda del César Visionario" sobre la cansina y enfermiza obsesión que sufren nuestras izquierdas indígenas, esa manía de los izquierdistas llamada Francisco Franco.
Sin entrar en la valoración estético-literaria de cada una de estas novelas u otras que pudieran elencarse, es un hecho que, en casi todos los casos, éste que pudiéramos llamar género novelístico, ha sido hasta ahora instrumentalizada, al servicio de los intereses más ajenos y contrarios al orgullo hispánico, a la afirmación hispánica y a la autoestima y bien común del panhispanismo. Estas novelas han servido al extranjero, consciente o insconscientemente (y de muchas maneras), pero sobre todo cristalizando y remachando clichés anti-españoles, pro-socialistas o pro-liberales, pro-indigenistas y, en todo caso, anti-hispánicos. "Tirano Banderas" pudiera o no ser la novela pionera que abre la serie de novelas que otros autores vendrían a escribir, pero nuestro interés por ella se debe a que puede ser considerada como arquetípica. Nos proponemos interpretar "Tirano Banderas" ideológicamente, haciendo patente lo que subyace bajo el barroquizante y florido lenguaje de Valle-Inclán. También, por último, quisiéramos que este ejercicio se convirtiera, a modo de propuesta, en una inspiración para purificar este "género", corregir el rumbo y ver la forma de tornar este género literario en una potencial arma de combate cultural panhispánico.
En modo alguno subestimamos "Tirano Banderas" como producto literario, por mucho que veamos en Valle-Inclán a un exponente de la heterodoxia y la revolución más profunda y peligrosa: la cultural. El talento de Valle-Inclán, a quien tenemos como adversario, es algo que hemos de reconocer y ponemos a salvo las virtudes novelísticas desplegadas en "Tirano Banderas". El arte de Valle-Inclán es, a nuestro juicio, incuestionable y no en vano es esta novela considerada como una de las cumbres de la novelística valleinclanesca (hemos dicho arriba y repetimos), lástima que empleara su talento contra España. Sin embargo, incluso desde la estricta perspectiva estética "Tirano Banderas" fue una obra controvertida por su estilo y, no obstante haber sido por lo general loada por su exuberancia lingüística (tan exótica como evocadora), también fue calificada por algunos críticos como "general pastiche lingüístico panamericano". Pero no es nuestro objetivo, decimos, valorar estética o formalmente la novela de Valle-Inclán, algo para lo que no nos creemos cualificados y empresa que dejamos gustosos para ocupación de filólogos. Lo que nosotros pensamos es que "Tirano Banderas" reclama una lectura que trasparente los sustratos ideológicos que reposan bajo el texto, ideas valle-inclanescas latentes bajo la fastuosa imaginería que exhibe el genial artista y siniestro ocultista revolucionario Ramón María del Valle-Inclán. Y, a la vez, invitamos a la lectura de "Tirano Banderas" (pero con la precaución que esperamos que se extraiga después de leer este bosquejo nuestro); es por ello que no queremos desvelar ni la trama ni los personajes, pues preferiríamos que el futuro lector la disfrute como producto artístico. Sin embargo, para quien no la haya leído o no la recuerde, ofrecemos en unas líneas una sinopsis:
Santos Banderas (Tirano Banderas) es un dictador en un país hispanoamericano imaginario, que vive rodeado de aduladores y asomándose a la ventana, sabedor de los peligros que se ciernen sobre su mandato y, en definitiva, sobre su vida; pues sus adversarios "revolucionarios" están planeando darle jaque mate. Las fuerzas rebeldes están cada vez mejor organizadas y amenazan con derrocar al tirano.
SANTOS BANDERAS, ENTRE EL POSITIVISMO Y LA TRADICIÓN HISPÁNICA ANTI-ANGLOSAJONA
Ideológicamente, Santos Banderas es un político con una formación cultural no despreciable. Por algunos de sus comentarios, parece estar próximo a la ideología positivista, como se infiere de lo que le dice a un representante de la Colonia Española:
"Me congratula ver cómo los hermanos de raza aquí radicados, afirmando su fe inquebrantable en los ideales de orden y progreso...".
Recordaremos que "Orden y Progreso" es el lema que figura al frente de la bandera de Brasil y que dicho lema procede de la frase de Augusto Comte: "L'amour pour principe et l'ordre pour base; le progrès pour but". Santos Banderas no es, por lo tanto, un dictador tradicionalista (sino que ha recibido la influencia, siquiera lejana y por vaga que ésta sea, del conservadurismo positivista; escuela que tanto incidió en las elites cultas de los países hermanos de Iberoamérica, tras su secesión con la Madre Patria España).
Los enemigos de Santos Banderas, con los que el autor simpatiza, son llamados revolucionarios (pero como positivista, Santos Banderas tampoco es precisamente un contra-revolucionario; no estamos ante ningún paladín de Trono ni Altar). Santos Banderas es un hombre que Valle-Inclán nos presenta revestido de levita, con cierto porte y aire "cuáquero"; a veces muestra una refinada crueldad, es justiciero y populista, pero siempre inmisericorde e implacable con los traidores. Está dotado de gran astucia maquiavélica y no anda falto de perspectiva histórica.
En sus antipatías, Santos Banderas es un consumado anti-anglosajón, que interpreta como una amenaza a sus raíces propias (hispánicas) las ambiciones depredatorias del imperio anglosajón (bien británico o norteamericano) que planea sobre la república que él timonea, ávido de caer sobre sus recursos naturales. En ese sentido, Banderas se muestra condescendiente y amigo de la Colonia Española (de la que hablaremos), aunque no sean buenas sus relaciones "personales" con el embajador español (un decadente y ridículo homosexual).
Santos Banderas lo tiene claro:
"La Humanidad que invocan las milicias puritanas es un ente de razón, una logomaquía. El laborantismo inglés, para influenciar sobre los negocios de minas y finanzas, comienza introduciendo la Biblia".
Esto le dice Banderas al representante de la Colonia Española, Don Celes Galindo. Las "milicias puritanas" a las que alude el tirano son los enemigos, exteriores e interiores, de su autoritario gobierno. La cita es una prueba de su anti-imperialismo anglosajón, fundamentado en una larga tradición que tal vez Banderas pudiera ignorar, pero que no ignoraba Valle-Inclán. Los orígenes tradicionalistas españoles de este juicio sobre el imperialismo anglosajón (y sus malas artes para introducirse en las naciones, para subyugarlas más o menos manifiestamente) hay que buscarlos en los círculos tradicionalistas españoles del siglo XIX, como el círculo balmesiano (Balmes, Muñoz Garnica...). Para este tema remito a mi artículo:
Sobre el protestantismo en España -publicado en EL BLOG DE CASSIA, y aquí, en el título, enlazado.
Como resumen del positivismo y el anti-imperialismo anglosajón de Santos Banderas, podemos aportar esta otra cita que es una apología del caudillismo hispánico:
"No está mal el razonamiento de los científicos, cuando nos dicen que la originaria organización comunal del indígena se ha visto fregada por el individualismo español, raíz de nuestro caudillaje. El caudillaje criollo, la indiferencia del indígena, la crápula del mestizo y la teocracia colonial son los tópicos con que nos denigran el industrialismo yanqui y las monas de la diplomacia europea. Su negocio está en hacerle la capa a los bucaneros de la revolución, para arruinar nuestros valores y alzarse concesionarios de minas, ferrocarriles y aduanas..."
("Fregada": aquí puede significar "eliminada", pero también significa "vencida", "fastidiada").
Nótese la perspicacia política del dictador. Este pasaje dice algo más de lo que un político español de la época sería capaz de barruntar. Y los políticos españoles de hoy en día, ni que decir tiene que no serían capaces ni de comprender el mensaje, es notoria la ineptitud cultural que impera en la clase política española de hogaño, que si algo lee son tebeos.
La hispanofilia de Santos Banderas contrasta con la hispanofobia del mismo Valle-Inclán que en esta novela se desmelena. Valle-Inclán se muestra aquí como un consumado enemigo de todo lo español, pudiendo atisbarse una especie de latente pulsión auto-destructiva en el escritor gallego. Odia a España, pero es español... Por mucho que le pese. Y es que en "Tirano Banderas", Valle-Inclán descarga sobre la Colonia Española todo su furor endófobo. Asistimos a un Valle-Inclán inédito: un autor que desprecia y abomina de España y de todos los valores que la hicieron poderosa y respetada. Valle-Inclán cae así en esa corriente que constituye una de las peores tradiciones anti-españolas, la misma que más tarde se ha visto representada en nuestros días por Juan Goytisolo, por ejemplo. Se trata del odio contra la España católica y tradicional y la desesperada búsqueda de cualquier cosa que los libere de la "fatalidad" de ser españoles.
Los personajes de la Colonia Española son presentados en "Tirano Banderas" con las más negras tinturas: Teodosio de Araco es caracterizado como un acérrimo tradicionalista, oriundo de Álava y cuyo apellido podemos descifrar como "Teodosio del Altar" (Ara: altar y el "-co" es genitivo vascuence), aunque el peor parado será Quintín Pereda, un colono asturiano, que es presentado como un ruin "usurero", ("judío" le llama varias veces Valle-Inclán en boca de otros personajes), Quintín Pereda es inhumano y nauseabundo en su avaricia. Casi todos los miembros de la Colonia Española son, a su vez (a excepción del embajador), partidarios acérrimos del Tirano Banderas por irles en ello su interés. El embajador, lo hemos dicho más arriba, es un grotesco sodomita al que no respetan ni Santos Banderas ni sus otros colegas de las embajadas extranjeras con los que conferencia.
Valle-Inclán se despacha contra la Colonia Española con rencor y es así como, aquel carlista estético (había mucho de histriónico en su carlismo, cuando hubo carlismo en él) se ha convertido en un anti-español de la peor y más refinada especie. Y pensamos que Valle-Inclán no resolvió positivamente el gran dilema frente al que se encara todo español medianamente culto y consciente: ante la decadencia cada vez más patente de España, frente a la degradación de la vida española... ¿España o la Anti-España? Hubo un momento en que, para Valle-Inclán, se hizo claro y apostó por la Anti-España: había que desertar de ser español, mejor ser cosmopolita, teosofista, espiritista, fabiano, comunista... Cualquier cosa, menos católico y español. Su carlismo fue tan inconsistente como el de tantos otros, que hacen del carlismo una cuestión de pedigrí familiar: gravísima lacra que paraliza tantos sectores del tradicionalismo político español, enclaustrados en su capillita particular, tan cómodamente viendo cómo todo lo que más amamos (España, su Tradición, su Gloria, su Grandeza...) es nostálgica reliquia de un pasado, mientras lo que queda de España se hunde en el cieno. Es hora de despertar, caballeros.
LOS ENEMIGOS DE SANTOS BANDERAS: TEOSOFÍA, INDIGENISMO, COMUNISMO
Los enemigos políticos de Santos Banderas (excepción hecha de los que se ponen contra él por cuestiones personales y no de índole ideológica) muestran una ideología indigenista, que todavía hoy es munición de la extrema izquierda hispanoamericana. Así podemos leer, entre otras muchas citas que pudiéramos traer a colación, este fragmento del discurso de uno de los demagogos, adversarios de Santos Banderas:
"Las antiguas colonias españolas, para volver a la ruta de su destino histórico, habrán de escuchar las voces de las civilizaciones originarias de América. Sólo así dejaremos algún día de ser una colonia espiritual del Viejo Continente. El Catolicismo y las corruptelas jurídicas cimentan toda la obra civilizadora de la latinidad en nuestra América [...] grilletes que nos mediatizan a una civilización en descrédito, egoísta y mendaz. Pero si renegamos de esta abyección jurídico religiosa, sea para forjar un nuevo vínculo, donde revivan nuestras tradiciones de comunismo milenario, en un futuro pleno de solidaridad humana...".
Los reproches que se nos lanzan aquí contra el elemento hispánico son, sintéticamente: el Catolicismo y las corruptelas jurídicas. La alternativa que se propone como sustituta de ese legado rechazado es el "comunismo indigenista". La revolución es una revolución comunista y el tema que asoma en esta novela de 1926 es de la más virulenta actualidad en nuestros días. Y es que, mientras asistimos a una desorientación absoluta por parte de la clase política "española" (que en su ala de centro-derecha es seguidista del modelo liberal patrocinado por USA), algunos países hispanoamericanos han caído en las garras de la oligarquía izquierdista, disfrazada de redentora y con repuntes de populista, tantas veces insoportablemente aplebeyada, envilecida y envilecedora de su propio pueblo. Y así lo vemos en Venezuela, en Argentina, en Bolivia... Donde prospera el más ridículo de los sectarismos anti-hispánicos, pro-indigenistas y anti-españoles. Los revolucionarios hispano-americanos pretenden sustituir Catolicismo por neopaganismo (el gnosticismo teosófico, como veremos más abajo, se reserva para las elites del poder) y a las "corruptelas jurídicas" heredadas del sistema imperial español... Se las suplanta por el comunismo. Y recordemos que, en 1919, Lenin había fundado la III Internacional Comunista: la Komintern y que, cinco años antes de escribir Valle-Inclán la novela, en 1921, el Partido Socialista Obrero Español había sufrido la escisión en su seno, fundándose el Partido Comunista Obrero Español (luego PCE).
El "comunismo milenario" como forma política (o, mejor sería decir: anti-política, por utópica) y el neopaganismo indigenista para el pueblo (la Pacha Mama y todos los cultos precolombinos, suponemos que no se descarte la antropofagia, como alternativa religiosa exotérica) y todo ello dispuesto al propósito de desevangelizar al pueblo hispanoamericano, puesto que los indios habían sido cristianados por los rapaces y odiosos españoles; pero para los revolucionarios latinoamericanos "más conscientes" habría otra religión, no "exotérica" esta vez, sino "esotérica": para iniciados. En definitiva, nunca puede liquidarse una religión si no que hay que reemplazarla por un sustitutivo, por más delirante y ridículo que la pseudo-religión suplente pueda resultar. Esto lo vemos cuando en prisión, Roque Cepeda, uno de esos revolucionarios más conscientes, exhorta a otro revolucionario (de una naturaleza revolucionaria más mostrenca, que reconoce su falta de "espíritu religioso") de esta guisa:
"-Pues reconociéndose tan carente de espíritu religioso, usted será siempre un revolucionario muy mediocre. Hay que considerar la vida como una simiente sagrada que se nos da para que la hagamos fructificar en beneficio de todos los hombres. El revolucionario es un vidente".
En la novela de Valle-Inclán, esta "pseudo-religión" que sustituye al Catolicismo es el Teosofismo (la secta gnóstica y luciferina fundada por Madame Blavatsky y que es núcleo duro del supermercado pseudoespiritual actual llamado New Age). Valle-Inclán, pese a lo que por ahí sostienen algunos cándidos carlistas, no fue un tradicionalista. Y digo más, aunque pudiera morir como católico, no vivió como católico: Valle-Inclán fue un secuaz de la Sociedad Teosófica y por ello no es extraño que los personajes con los que simpatiza el autor (no sólo de esta novela) aludan o afirmen el teosofismo. Así, ese Roque Cepeda de más arriba, uno de los adversarios de Santos Banderas, le recomienda al revolucionario mostrenco e "inconsciente", con el que se halla en la cárcel, leer la revista mensual norteamericana "El Sendero Teosófico", revista que no lo dice Valle-Inclán, pero lo sabemos y desvelamos nosotros, era publicada en Point Loma (California) desde el año 1911 al 1917 por la Aryan Theosophical Press.
Pero, ¿a quiénes favorece la instalación de la Teosofía en Hispanoamérica? Sin ninguna duda que al imperialismo anglo-sajón, británico o yanqui. Recordemos que durante la I Guerra Mundial, Valle-Inclán fue un fogoso agente, bien pagado, de la causa aliada contra los imperios centrales: sus disputas en prensa contra los germanófilos fueron sonadas. El aliadofilismo valleinclanesco está muy relacionado con su proximidad a la masonería y su filiación a la Sociedad Teosófica. Y esto que fue en Valle-Inclán, lo será también para toda comunidad nacional o individuo que se sujete a la heterodoxia sectaria de la gnosis, que siempre es camino de una nueva esclavitud moral y material.
Al margen de la maestría artística de Valle-Inclán, cabe decir que el elemento "atmosférico" de "Tirano Banderas" es el inquietante y enigmático pathos teosófico: lo que pudiéramos llamar "atmósfera" de esta novela valleinclanesca es comparable, pienso yo, a la atmósfera de otra novela: "
La noche de Walpurga" (año 1917), obra de otro hierofante ocultista europeo y contemporáneo de Valle-Inclán: me refiero a Gustav Meyrink, más conocido por "El Golem" y miembro de varias sociedades ocultistas que operaron en Centroeuropa durante el periodo de entreguerras. Salta a la vista, por otra parte, que en "Tirano Banderas", como bien han resaltado los especialistas en Valle-Inclán, asistimos a una esperpentización del tema político y de la figura del dictador (conservador e hispanófilo), personaje arquetípico contra el que se levanta la novela, tal y como una acusación que anatematiza en Hispanoamérica todo cuanto tenga a gala blasonar de ser descendiente de la Católica España.
Después de este análisis de los supuestos ideológicos de "Tirano Banderas", solo queda expresar por nuestra parte el anhelo que tenemos por ver que algún joven escritor, bien hispanoamericano o bien hispanoeuropeo, se anime y corrija el rumbo de este género literario que hasta hoy ha sido empleado contra el Panhispanismo. Un novela que mostrara artísticamente toda la mendacidad, el servilismo, la corrupción y la abyección de los tiranos izquierdistas que, con mayor o menor crueldad, sumen a sus naciones en la más negra de las miserias morales y materiales, mientras las convierten en peleles de intereses extranjeros.
Y materia, como bien podemos suponer, no falta... Por desgracia. Bien lo saben cuantos hermanos nuestros de Iberoamérica lo sufren.