Detalle de la famosa estatua de Giordano Bruno |
Manuel Fernández Espinosa
En su libro "Eros y magia en el Renacimiento" el tristemente asesinado Ioan P. Culianu desarrolla una de las tesis más sugerentes de cuantas se lanzaron en el siglo XX. Muy sumariamente la resumiremos en unas palabras: como resultado de la larga marcha de la filosofía occidental, en el Renacimiento floreció una tendencia que cabe rastrear en la obra de las máximas personalidades de la filosofía y la ciencia del momento (Ficino, Pico de la Mirandola, Kepler, Copérnico...), consistente en emplear el poder de la voluntad con el medium de la imaginación y Giordano Bruno llevó esa tendencia a sus consecuencias más extremas. Para el profesor Culianu, tanto la reforma protestante como la reforma católica (Contrarreforma en la jerga aceptada) se percataron del peligro "mágico" que se derivaba de esta tendencia y "la Reforma -escribe el estudioso rumano- llegó a producir una censura radical del imaginario". De este modo, la filosofía renacentista (que era una filosofía de lo fantástico) queda obturada y los poderes "reaccionarios" de las iglesias cristianas (tanto las protestantes como la católica) abren -tal vez sin conciencia plena de lo que hacían y sin querer queriendo- la vía del desarrollo tecnológico, suprimiendo la imaginación (y la cualidad) para suplantarlas por un concepto estrecho de razón: racionalismo (privilegiando la cantidad). Para Culianu, las especulaciones renacentistas sobre el poder de la voluntad y la imaginación puesta a su servicio están latentes hoy en el campo de la psico-sociología que es donde se aplican los principios "mágicos" explicitados por Giordano Bruno.
La tesis de Culianu pone patas arriba los lugares comunes con los que occidente ha estado regodeándose durante siglos: la imagen tan extendida que hace de las iglesias unos focos hostiles al progreso científico y tecnológico tendría que ser revisada: la propaganda moderna se ha cebado, especialmente, con la iglesia católica, pero no olvidemos que los calvinistas quemaron en la hoguera a nuestro Miguel Servet. Y, por otro lado, la verdad de aquellos científicos renacentistas está muy lejos de la versión que se nos ha ofrecido en la historiografía vulgar. Los científicos renacentistas tenían mucho de magos (por eso Giordano Bruno fue, éste sí -y no Galileo- quemado por la inquisición católica; lo mismo lo hubieran quemado los protestantes): el sentido profundamente antidemocrático de la nueva ciencia renacentista lo pone de manifiesto -esto no lo dice Culianu- Girolamo Cardano (1501-1576) que a sus experimentos mágicos, en promiscuidad con la especulación matemática, sostenía que la masa inculta, por conveniencia social y política, debía ser mantenida en la credulidad y en la ignorancia, reservándose el saber a una minoría dirigente de sabios. Este reservismo ocultista (en todas sus acepciones) es compartido por Giordano Bruno que, en virtud de ser víctima de la inquisición católica, fue en lo sucesivo exaltado por la masonería democrática y liberal como uno de sus "mártires" laicos, lo que a Culianu le suscita el sarcasmo: "¡Él [Giordano Bruno], el más antidemócrata de los pensadores, convirtiéndose en símbolo de la democracia!".
Era conveniente ofrecer aunque someramente las líneas principales de la tesis de Culianu pues, dejando a un lado ese libro suyo, con sus aciertos, exuberancia erudita y omisiones, dicha obra se muestra como una excelente propedéutica a un tema que ha estado por mucho tiempo restringido y hasta vedado socialmente, envuelto en equívocos y, por lo tanto, reservado a grupos de poder económico, ideológico y político que lo aprovechan debido a la ignorancia que reina sobre ello. El tema, como tal, no es otro que el poder de la imaginación.
Si Culianu no hubiera sido asesinado por la espalda en la universidad (su asesinato sigue siendo hoy un enigma), tal vez nos hubiera ilustrado estudiando las vías soterráneas por las que siguió desplegándose -siquiera en latencia- ese modelo de ciencia mágica que él da por abolido con la reforma religiosa. No podemos olvidar toda la exaltación que de la "imaginación" se hizo en la revolución cultural de Mayo del 68: "La imaginación al poder" como eslogan tuvo hasta su himno en "Imagine" de John Lennon. Considerado el asunto de la "imaginación" superficialmente ésta parece inofensiva, casi un artículo de lujo de poetas, literatos, artistas varios y cantautores. Pero la imaginación, sin entrar en consideraciones morales, no es ni mucho menos un instrumento inocuo: según las manos en las que la imaginación esté, puede ser benéfica o, todo lo contrario, maléfica.
La cuestión no puede quedar por más tiempo confinada a esa cándida percepción que se tiene del asunto, ese lugar común por el cual pareciera que la imaginación es exclusivo patrimonio del artista que, sirviéndose de ella como de una fuente, produce novelas, poemas, canciones, películas, cuadros para nuestro disfrute... Las repercusiones políticas y sociales de la imaginación apenas han sido estudiadas con la exhaustividad que se requiere. En nuestra mística se pone de manifiesto una gran suspicacia hostil a la imaginación, pueden leerse en San Juan de la Cruz no pocas prevenciones que el Doctor Mysticus hace en lo que atañe a los engaños de la imaginación y a nuestra Santa Teresa de Jesús se le atribuye esa frase proverbial que afirma que: "La imaginación es la loca de la casa". Pero el sentido particular en que nuestros místicos anatematizaban las imaginaciones no es lo que aquí nos interesa. Lo que nos incumbe ahora es lo que esbozó brillantemente William Blake con aquel proverbio que trajo del "infierno": "What is now proved was once only imagin'd" (Lo que hoy es evidente, una vez fue imaginario.)
Un filósofo húngaro, apenas conocido en España, Menyhért Palágyi (1859-1924) definía la imaginación como "Ese sustraerse [del ser humano] del proceso vital al punto espacio-temporal en que permanece en realidad" y Arnold Gehlen (1904-1976) ya decía que "De hecho se definiría tan cabalmente al hombre como ser fantasial, que como ser racional", por lo que, según este filósofo alemán: "La fantasía, como facultad de realizar traslaciones totales, es precisamente el soporte íntimo de las sociedades". Si esto es así, la imaginación no puede ser considerada por más tiempo como un instrumento neutro, sino que haríamos mejor en pensar que quien sabe emplearla (no alocadamente, sino con método) está en disposición de transformar las sociedades (para bien o para mal) y quien desdeña aplicar la imaginación metódica y de un modo eficaz se condena a sufrir las transformaciones que otros realizan y sus quejas no pueden ser consideradas por más tiempo como otra cosa que la manifestación de su estupidez e ineptitud para cambiar las cosas a su favor.
Es por ello que consideramos muy oportuno hacer un recorrido por lo que sobre la "imaginación" se ha dicho desde la filosofía y -se dice hoy- en las diversas ramas del saber. Será, es nuestro propósito, lo que trataremos de hacer por más que sea a título de aproximación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario