RAIGAMBRE

Revista Cultural Hispánica

lunes, 25 de julio de 2016

CUANDO LA IMAGINACIÓN ES PODER (III)




ESBOZOS PARA UN ESTUDIO SOBRE LA "IMAGINACIÓN" EN SU PODER DE TRANSFORMACIÓN SOCIAL



Manuel Fernández Espinosa


Hemos visto que la imaginación ha sido considerada a lo largo de toda la historia de la filosofía. La tesis que Ioan P. Culianu sostenía es que la "imaginación" que cobraba alas en el Renacimiento resultó abolida por la reacción religiosa (por el espíritu de la reforma protestante como católica). En el mejor de los casos se desterró a la imaginación de los más diversos ámbitos científicos, reduciéndola a herramienta del arte. En los albores de una ciencia como la psicología, donde pareciera que la "imaginación" debiera ser materia de estudio, la "imaginación" no corrió mejor fortuna. En 1913 J. B. Watson, el padre del conductismo, escribía: "A medida que la corriente de la ciencia se hace más amplia y profunda, esos viejos conceptos se hunden para no reaparecer jamás". Tendría que llegar la biopsicología de Donald O. Hebb para recuperar la problemática de la "imaginación", allá a mediados del siglo XX -y muchos otros psicólogos de diversas obediencias retomarían el asunto, cuestionándose desde diversos enfoques científicos la problemática de la "imaginación". En palabras de nuestro psicólogo bilbaíno D. José Luis Pinillos: "La imaginación ha resultado ser una de las llaves que abre a la psicología el estudio de la vida mental ordinaria, esto es, de esa corriente de conciencia en la que el pensamiento se mezcla con el diálogo interior, los recuerdos con el sentimiento, y el "soñar despierto" se alterna con la reflexión y los proyectos. La mayoría de los autores calificados coinciden con Bartlett y Neisser en situar a la imaginación en el contexto del pensamiento. Ambos desempeñan funciones representativas, es decir, capacitan para operar con situaciones lejanas en el espacio y en el tiempo".

Para Pinillos: "La imagen no es sino uno de los signos que el pensamiento utiliza con especial preferencia para actualizar experiencias pasadas, que en la designación simbólica quedan abstractamente indicadas, y en la representación imaginativa recobran, en cambio, su concreción perceptual y afectiva".

Con las palabras que los más diversos léxicos han ido acuñando en la marcha de la filosofía y la ciencia, el hecho es que el legado del Estagirita permanece pudiéramos decir que sin apenas haber sido afectado: no hay entendimiento sin imágenes. La imaginación prosigue el proceso de la sensación, teniendo el poder de representar los objetos que no están actualmente presentes. Pero se la considera caprichosa y, por ello, expuesta al error. Pero "el alma nunca intelige sin el concurso de una imagen" (como bien asentó Aristóteles). No obstante, la escuela de Würzburgo hablará del pensamiento sin imágenes. Tanto el conductismo como los de Würzburgo desterraron las "imágenes" y la "imaginación". Pero, como apunta Pinillos: "Todo el mundo se halla en principio de acuerdo en que la imaginación interactúa con el pensamiento, el aprendizaje y la afectividad" y el mismo psicólogo español reivindica las laboriosas reconstrucciones de la antigua escolástica que postulan que "la facultad o sentido interno de la fantasía constituye el lugar de la representación sensible, donde termina el proceso de la sensación y la modificación sensible se recoge y reproduce en forma de imagen. La fantasía dependería, por supuesto, de la memoria y del entendimiento, pero también éste de ella, por cuanto sus fantasmas constituirían la base sensorial de donde abstraer esas formas inmateriales cuya presencia intencional en la conciencia constituyen el conocimiento superior".

Se ha demostrado -en diversos experimentos- que los niños con mayor capacidad imaginativa resultan ser menos aptos para el pensamiento abstracto y, a la inversa, los más capaces en abstracciones muestran tener menos imaginación. Pero, ¿se desprende de este dato empírico la que pareciera forzosa confrontación entre "imaginación" y "abstracción", una suerte de incompatibilidad natural? ¿O más bien, considerado en una estructura dinámica (en vez de una estática), no haríamos mejor en pensar que tal vez esta "descompensación" no sea más bien otra cosa que fruto de una hipertrofia de "imaginación" o "abstracción" sin que ello anule la complementariedad entre ambas?

La caprichosidad de la imaginación, por otro lado, la ha hecho siempre sospechosa. Así ocurre en el misticismo, sobre todo en el español. Las prevenciones de nuestros místicos no son, como Culianu piensa sobre el asunto, la abolición de la imaginación. Culianu llega a escribir: "En [San Ignacio de] Loyola, la cultura de lo fantástico vuelve sus armas contra ella misma." Culianu se refiere al modus operandi de los Ejercicios Espirituales ignacianos que emplean la imaginación en la meditación espiritual.

Lo que ocurre es que en el campo de la mística, los tratadistas católicos no buscan regalarse con imágenes para ser creativos artísticamente ni tampoco consideran que la función más excelsa de la imaginación sea la de emplearse en la resolución de la vida práctica (como nos decía Huarte de San Juan); lo que se pretende es una meta muchísimo más elevada para el alma: la unio mystica.

La doctrina de San Juan de la Cruz a cerca de la "imaginación" es lo suficientemente compleja como para despacharla ligeramente entendiendo que la imaginación queda anatematizada y no más. Más bien, lo que San Juan de la Cruz hace es exhortar a la cautela y apuntar más allá de ella:

"Porque este sentido de la fantasía, junto con la memoria, es como un archivo y receptáculo del entendimiento, en que se reciben todas las formas e imágenes inteligibles; y así, como si fuese un espejo, las tiene en sí, habiéndolas recibido por vía de los cinco sentidos, o, como decimos, sobrenaturalmente; y así las representa al entendimiento, y allí el entendimiento las considera y juzga de ellas. Y no sólo puede eso, más aún puede componer e imaginar otras a la semejanza de aquellas que allí conoce."

Para San Juan de la Cruz, "debajo de estas imágenes muchas veces representa Dios al alma muchas cosas, y la enseña mucha sabiduría".

Se reconoce, por lo tanto, los provechos que dimanan de la imaginación cuando es Dios quien se sirve de ella. El problema -para San Juan, como para Santa Teresa de Jesús- es que "también el demonio procura con las suyas [imágenes y fantasías], aparentemente buenas, engañar al alma [...] Donde se ve cómo, en este espejo de la fantasía e imaginativa, estas visiones imaginarias acaecen a los aprovechados más frecuentemente que las corporales exteriores".

"Este sentido de la imaginación y fantasía es donde ordinariamente acude el demonio con sus ardides, ahora naturales, ahora sobrenaturales; porque éste es la puerta y entrada para el alma, y como habemos dicho, aquí viene el entendimiento a tomar y dejar, como a puerta o plaza de su provisión. Y por eso siempre Dios y también el demonio acuden aquí con sus joyas de imágenes y formas sobrenaturales para ofrecerlas al entendimiento; puesto que Dios no sólo se aprovecha de este medio para instruir al lama, pues mora sustancialmente en ella...".

Para el Doctor Místico lo importante es saber de antemano que la fantasía puede ser empleada por el demonio, sugiriendo, sugestionando y tentando al que la tiene. No se niega, por lo tanto, su importante función, pero sí que se nos pone en guardia y, por ello, su experiencia nos recomienda que: "el entendimiento no se ha de embarazar ni cebar en ellas, ni las ha el alma de querer admitir ni tener, para poder estar desasida, desnuda, pura y sencilla, sin algún modo y manera, como se requiere para la unión".

Se entiende que a través de la purgación, la iluminación (que será donde más pueda actuar la imaginación) no es la meta, sino un grado que hay que superar para la unión mística. Por eso, además de mejor burlar así las fantasmagorías diabólicas, lo que el místico carmelitano nos recomienda es procurar la unión mística que sí es la meta.

La mística no debe ser entendida como un alejarse del mundo, pero sí que prevalece esa trivial impresión. Los hechos desmienten este prejuicio: almas místicas (como Santa Teresa o San Juan de la Cruz) fueron activos y eficaces en el mundo terrenal. La imaginación podría ser "la loca de la casa", pero a Dios había que buscarlo entre los pucheros en esta mala noche en una mala posada. Y así vivieron, realizando una obra portentosa de reforma eclesial con innegables repercusiones en la realidad histórica. Aunque sería lo deseable, la realidad fáctica demuestra que no todos los seres humanos se emplean con el mismo denuedo en la tarea de su santificación. 

Sin embargo, la imaginación activa sigue estando ahí, a la espera de ser descubierta como un nuevo continente intangible del que extraer riquezas inauditas. Solo la profundización en la materia y el conocimiento que sobre ella nos deparen los campos de la neurociencia y la neurofilosofía (sin desdeñar el legado de la escolástica y la tratadística del misticismo, como por desgracia se ha venido haciendo por prejuicios inveterados) podrán mostrarnos todo el provecho que podemos extraer de un uso adecuado de la imaginación lo mismo para la configuración del mundo real tanto como, sorteando las trampas diabólicas, para la conquista del Reino de Dios.

La imaginación tiene un futuro, válganos la ironía, inimaginable.

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