RAIGAMBRE

Revista Cultural Hispánica

sábado, 25 de julio de 2015

LOS OTROS CELESTIALES DE LA RECONQUISTA


Pendón de San Sebastián de Alcalá la Real (Jaén)

SANTOS GLADÍFEROS EN BATALLA POR LA RECONQUISTA DE ESPAÑA


Manuel Fernández Espinosa


En tiempos en los que impera la tibieza, con ese vago irenismo burgués que desprecia las virtudes guerreras, mientras exalta la paz sin importarle la calidad de ésta, ver a santos que blanden espada, montados a caballo y en actitudes guerreadoras se considera poco menos que escándalo. Sin embargo, el hecho es que la tradición iconográfica cristiana (tanto católica como ortodoxa) registra desde muy antiguo un santoral gladífero y militar. Podríamos exponer todo un álbum de santos y santas con espada, tanto venerados en la iglesia católica, apostólica y romana, como en las iglesias ortodoxas orientales. Una de las razones de la temprana irrupción de los militares en la iconografía cristiana es de carácter histórico: muchos legionarios romanos se bautizaron y no pocos murieron mártires por la fe. Sin embargo el objeto de nuestro presente aproche es revisar algunos casos de milagrosas intervenciones de santos de la Iglesia Triunfante que, por ese hermoso dogma de la Comunión de los Santos, vienen a la tierra a ayudar a la Iglesia Militante: son los santos que las tradiciones más venerables de nuestra Reconquista recuerdan como prodigiosamente aparecidos en batallas más o menos conocidas. Vamos a centrarnos en estos santos cuya devoción se encuentra arraigada en la Península Ibérica, cuya iconografía es tal vez menos conocida que la de Santiago Matamoros. Ofreceremos así una exposición sucinta, pero no por ello menos conveniente, pues el tema podría dar mucho de sí.






Sabido es que la espada es un símbolo iconográfico que la porta San Pablo, San Elías, Santa Catalina de Alejandría, San Miguel Arcángel, San Marcelo, San Martín de Tours, San Rosendo, Santa Engracia, Santa Juana de Arco, Santa Judit, Santa Juliana, Santa Teodora o San Bonoso y San Maximiano. Diremos que algunos de estos santos armados y batalladores, como San Miguel Arcángel o San Jorge, pueden verse representados bien con espada o con lanza. La espada es símbolo de exterminación física y de decisión psíquica, también de Justicia; pero es importante advertir que la espada no sólo es un arma de defensa y ataque, sino que contiene un valor simbólico que marca una diferencia de estatuto de la persona que la porta, en cuanto que en algunas culturas estuvo reservada desde antiguo al caballero, defensor de las fuerzas de la luz contra las de las tinieblas. "La espada es el arma propia y casi exclusiva de las altas dignidades" -afirman autoridades en materia simbólica. En cuanto a las espadas que vamos a ver en el curso de esta aproximación, encontraremos algunas que no son espadas metálicas, sino espadas de fuego (las imágenes de San Elías y San Millán las llevan de esta guisa), estas espadas se distinguen de las metálicas en que en su representación la cuchilla no es recta, sino que aparece con hoja ondulada y serpentina. La espada de fuego es "el arma de escisión entre el paraíso como reino del fuego del amor, y la tierra, como mundo del castigo" -nos dice Juan-Eduardo Cirlot.
Santiago Apóstol, Patrón de España, es el santo caballero por antonomasia en su iconografía bastante extendida bajo la advocación de "Matamoros". Hemos tratado este asunto en un artículo hace años, al que remitimos: Mi espada por Santiago. Pero en España, el espíritu de cruzada fue tal que no es Santiago el único santo que, según las piadosas crónicas, interviene en las batallas, sino que a Santiago se le sumarán otros santos que vienen a combatir con las huestes cristianas.
Tenemos a San Millán cuya intervención se precisa en tres ocasiones (dos en el siglo X y una en el XI). En la batalla de Hacinas y en la de Simancas (siglo X), al frente de los ejércitos castellanos del conde Fernán González y, en el siglo XI, en la batalla de Calahorra.
San Millán, por Juan de Ricci.
Alfonso VII de León, Emperador de España, en el año 1147, pasa a reconquistar los reinos del Andalucía, Granada y Murcia. Nos cuenta Gonzalo Argote de Molina, en su armorial "Nobleza de Andalucía" que Alfonso VII: "...el Emperador llegó á Baeza, lugar en aquel tiempo fortísimo, y en quien los moros como á puerta y amparo de toda Andalucía tenian toda su esperanza; y poniendo cerco sobre ella acudieron los moros de toda la comarca en su defensa en tanto número, que pusieron al Emperador en gran estrecho y cuidado. El cual, pareciéndole cosa imposible conquistar á Baeza, y estando determinado otro dia alzar el cerco, aparecióle aquella noche el glorioso san Isidoro arzobispo de Sevilla, y prometióle no solo la victoria, mas su ayuda en la batalla [...] Y así, animoso [Alfonso VII] con esta merced del cielo, no fué perezoso el Emperador en recibir la gloria que le estaba prometida. Y otro día en amaneciendo dió combate á la ciudad, y peleando valentísimamente con los moros, alcanzó de ellos una ilustre y esclarecida victoria, forzándolos á rendirle la ciudad, y honor y gloria de san Isidoro bienaventurado, y de este insigne milagro edificó allí un convento de Regulares á nombre de este santo, el cual adornó con mucha riqueza. Y dejando presidio en el alcázar de esta ciudad, quedaron los moros por sus vasallos con tributo y párias. Hallóse en esta conquista D. Garcia Ramirez, rey de Navarra, consuegro del rey D. Alonso, y prosiguiendo sus victorias conquistaron este año la ciudad de Almería con ayuda del conde D. Ramon Berenguel, príncipe de Aragon...".
Como reliquia de aquella hazaña queda el llamado Pendón de Baeza, cuyo paño es de tela de damasco rojo. En dicho pendón batallero las damas leonesas bordaron la efigie de San Isidoro de Sevilla. San Isidoro galopa sobre corcel aparejado para el combate, empuñando una espada en una mano y en la otra porta la Santa Cruz. Le cubre a San Isidoro su santa cabeza la Mitra de su dignidad eclesiástica. En la enseña podemos ver también una mano, una espada, unas nubes y una estrella - haríamos bien en interpretar estos elementos como símbolos de Santiago Apóstol. Tampoco falta el escudo real de leones y castillos bordado delante del caballero celestial.
Pendón de Baeza, con San Isidoro: fotografía de Diario de León
Por último, también encontramos que, según tradición local, San Sebastián concurrió en la Batalla de Charilla (Alcalá la Real), que tuvo lugar el día 20 de enero de 1468, fiesta de San Sebastián. Así nos lo refiere este sustancioso pasaje del Acta del Cabildo del 14 de junio de 1531: 
“Después de lo qual vino una señalada victoria contra los moros en la Boca Charilla, que es a un quarto de lengua de esta ciudad, que el rey Muley Hacén (Abu l,-Hasaqn Ali b Said) de Granada enbió a correr la tierra de Martos y Santiago y la Higuera y la Campiña a tres capitanes principales que se llamaban Aben Deça, Caudón y Alifayan (sic) de tres mil lanças según se tiene noticia, los quales entraron y hicieron una gran de presa de mugeres hombres y niños ganados y bienes, y vinieron para la Boca Charilla, donde entendieron estar muy seguros , porque en Alcalá no había más de 300 peones y cien lanças; y esta gente salió de noche y dieron en los moros, y los desbarataron, y huyendo mataron y cautivaron gran cantidad, mataron a Caudón y cautivaron Alifayan de heridas que luego murió , Aben Deça huyó y, como llegó, supo la poca gente que los abía desbaratado y quitado toda la presa , el rey le mandó cortar la cabeça. Sucedió esta victoriosa batalla el día del glorioso san Sebastián beinte de enero del año 1468 y en memoria de este hecho se edificó la hermita del glorioso santo teniéndolo por patrón”. Cuenta la leyenda que se apareció el santo montado en un caballo blanco, vestido de verde, blandiendo un manojo de flechas en la mano y un manto azul, animando a los cristianos."
No sabemos si el Pendón de San Sebastián desapareció en la Guerra Civil, pero sí que contamos con una fotografía del año 1913, publicada en el libro "Notas para la Historia de Alcalá la Real" de D. Antonio Guardia Castellano y que reproducimos a la cabecera de este artículo.
FUENTES:
LEYENDA DE SAN SEBASTIÁN, en CASAS DEL CABILDO.
"Nobleza de Andalucía", Gonzalo Argote de Molina.
"Notas para la Historia de Alcalá la Real", Antonio Guardia Castellano.

"Diccionario de Símbolos", Juan Eduardo Cirlot.

viernes, 24 de julio de 2015

ONÉSIMO REDONDO: UN ESPAÑOL DE RAZA

Onésimo Redondo, en prisión
Por Luis Castillo
Hoy 24 de julio de 2015 se cumple septuagésimo noveno aniversario del asesinato de Onésimo Redondo a manos del Frente Popular.
La figura de Onésimo es sabrosa y sobre todo completa. Ferviente católico, patriota hasta las entrañas, amante de la inagotable tradición hispánica, sindicalista de los de verdad, de los que se recorrieron Castilla la Vieja entera para darle al hombre del campo Justicia.
Analizando su evolución partimos de un hombre de formación jesuítica, circunscrito a la Acción Católica y a Ángel Herrera Oria, que en un momento determinado dióse cuenta de la terrible realidad española y consideró que sus antiguos compañeros habían quedado, quizás, rezagados u obsoletos. No por católicos, ni mucho menos, sino por no haber entendido el signo de los tiempos. Onésimo y su ardoroso patriotismo comprendieron que la batalla social era clave. De ahí que desde las páginas tanto de Libertad como en sus mítines como jefe del jonsismo vallisoletano y más tarde de la Falange de Castilla, lleno de trabas y dificultades, abriera la difícil tarea de aunar el amor incondicional a la Patria con los deseos de una revolución social sin romper con la Tradición.
Él conocía a la perfección el sudor y sufrimiento del campesino castellano. Creyó sin concesiones que merecían la dignidad para que no cayeran en las esclavistas garras del marxismo, en el mezquino liberalismo y en la brutalidad de la usura, a los que combatió a pecho descubierto como un verdadero guerrero. Él mismo fue quien trazó la reforma agraria que José Antonio Primo de Rivera defendió con tanto ahínco en aquellas hostiles Cortes republicanas, donde el propio José Antonio Balbontín, diputado comunista, reconocería era mucho más avanzada que la de cualquier otra fuerza o minoría parlamentaria.
Esta lucha de Onésimo tuvo amargas consecuencias: persecuciones gubernativas, exilios, presidios y finalmente la muerte. Liberado de la prisión de Ávila al producirse el Alzamiento Nacional, donde estaba encarcelado por orden expresa del Frente Popular, se dirigió inmediatamente a Valladolid para reorganizar la Falange. Días después se producirá aquel fatídico encontronazo fortuito con milicianos en la segoviana Labajos, cuando se dirigía a animar y arengar a los falangistas que combatían en el Alto del León, que lo llevará al panteón de los héroes inmortales.
Horas antes de que la muerte le encontrara escribió su última proclama a sus camisas azules de Castilla, destacando un párrafo:
"La Patria resucita; como siempre, se crearon los imperios entre el ruido victorioso de las armas. Castilla asiste con júbilo frenético a esta explosión inesperada de grandeza y de justicia. Sentimos que el ser de España envejecida se renueva con su mejor estilo. España se hizo combatiendo y pisando a la barbarie, con Castilla como capitana."
Las balas de verdad le arrebataron la vida y hoy las del odio de los laboratorios de la memoria selectiva pretenden sepultarlo para siempre. ¿Por qué? No perdonan lo que fue: un cristiano viejo, un alma imperial, un patriota de acero, un español de raza. Las estatuas podrán destruirse pero eso, aunque se afanen los sectarios hasta la extenuación, no hay dinamita que lo derrumbe.

jueves, 23 de julio de 2015

HUGO FISCHER: EL MAESTRO OCULTO DE ERNST JÜNGER

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EL MAGISTER NIGROMONTANUS


Manuel Fernández Espinosa



Cuando estos días prepárabamos el excursus a la "Elucidación de la tradición", dedicado en dos entregas (I parte y II parte) a considerar la noción de "tradición" en Ernst Jünger, nos asaltó un tema que hace tiempo acariciábamos la idea de tratar: el de la figura de uno de los maestros que más influencia ejerció sobre el pensamiento de Ernst Jünger y que, en la bibliografía española sobre Jünger, apenas ha sido tratado. Me refiero a Ernst Hugo Fischer.
 
Jünger se refiere a él con profusión, pero de una forma dispersa. En los diarios alude a él casi siempre bajo el pseudónimo de "Magister", aunque también lo cita por su nombre de pila y apellidos. En las novelas "Sobre los acantilados de mármol" y "Heliópolis" se refiere a él con el sobrenombre de "Nigromontanus", en "Visita a Godenholm" germaniza Jünger el "Nigromontanus" pudiéndosele identificar con el personaje de "Schwarzenberg" (Montenegro, que diríamos en castellano). Hay en torno a Hugo Fischer un halo de misterio que el mismo Jünger contribuye a crear y planea en toda la obra jüngeriana en la figura del maestro (aunque no todos los personajes puedan identificarse con éste de carne y hueso) que inicia en los secretos de una sabiduría capaz de superar el nihilismo.
 
Ernst Hugo Fischer nació en Halle an der Saale el 17 de octubre de 1897. La Primera Guerra Mundial lo dejó mutilado y, licenciado por invalidez, se emplea a partir del 1918 al estudio concienzudo y multidisciplinar en la Universidad de Leipzig, donde años más tarde lo conocería Jünger. Los intereses "científicos" de Fischer son múltiples: estudia Historia, Filosofía, Sociología, Psicología y se convierte en un reputado orientalista, doctorándose el año 1921 con la tesis titulada "Das Prinzip der bei Gegensätzlichkeit Jakob Böhme" (El principio de la oposición en Jakob Böhme). Resulta curioso que Ernst Jünger que era unos años mayor que Fischer (Jünger nació en 1895 y Fischer en 1897) le llame hasta el final de sus días "Maestro", pero tendríamos que tener en cuenta que Jünger llegó a la Universidad cuando Fischer le llevaba en ella unos años de ventaja. Cuando Jünger llegó a Leipzig, Fischer era ya uno de los polígrafos más importantes de Europa, pero eso sí: siempre en la sombra, con una discreción que raya el secreto, estudiando y viajando sin cesar y ejerciendo su magisterio a la manera de un maestro oculto de esos que nos hablan las tradiciones orientales como el taoísmo.
 
En 1921 viajó a India, en 1923 estuvo en España. Desde 1925 a 1938 ejerció la docencia en la Facultad de Filosofía de la Universidad de Leipzig, asociándosele con Arnold Gehlen. Su nacionalismo alemán fue una constante en él, militando en los círculos nacional-revolucionarios, trabando relación incluso con el nacional-bolchevique Ernst Niekisch, amigo de Jünger. Emigró de Alemania en 1938,  pues los nazis lo encontraron sospechoso por sus análisis filosóficos del marxismo, expresados en "Karl Marx und sein Verhältnis zum Staat" (Karl Marx y su informe al Estado) y "Lenin: el Maquiavelo del Este", por lo que terminó estableciéndose en Noruega, donde fue Director del Instituto de Investigación de la Sociología y la Enseñanza en Oslo. Más tarde se trasladó a Inglaterra. Siguió viajando a la India, incluso fue profesor en la Universidad de Benarés y regresó a Alemania en 1956, ocupando la cátedra de Filosofía de la Civilización en la Universidad de Múnich. Siguió estudiando, escribiendo y publicando, aunque sin éxitos rotundos que pusieran su figura filosófica en primera línea mundial. Su último libro lo dio a la estampa en 1971, bajo el título "Vernunft und Zivilisation" (Razón y Civilización) Falleció el 11 de mayo de 1975 en Ohlstadt (Baviera).
 
Su pensamiento fue evolucionando, pero siempre se mantuvo hipercrítico contra la modernidad y anticapitalista, siendo uno de los cerebros de la Revolución Conservadora alemana y tanteando todas las formas posibles de combatir lo que consideraba el mal absoluto: la modernidad y el capitalismo, para establecer un orden de nuevo cuño. Uno de los que más ha contribuido a darlo a conocer fue, como dijimos arriba, Ernst Jünger. Más que un exhaustivo seguimiento y localización de las abundantes citas que Jünger dedicó a Fischer a lo largo de toda su obra, merece la pena destacar el marcado carácter metafísico (podríamos decir que hasta místico) que imprimió a la visión del mundo jüngeriana. En "Heliópolis" el protagonista revela que una de las enseñanzas que recibió de su maestro "Nigromontano" era "que la naturaleza interior del hombre debe hacerse visible en su superficie como la flor que nace del germen". La idea se repite al final de la novela: "Creemos que su intención [la de Nigromontano/Fischer] es saturar la superficie con profundidad, de modo que las cosas sean al mismo tiempo simbólicas y reales".
 
En "Sobre los acantilados de mármol" se habla de un misterioso artilugio que Nigromontanus había dado a los hermanos que protagonizan la novela: "Para consolarnos, sin embargo, poseíamos el espejo de Nigromontanus, cuya contemplación (...) siempre nos serenaba". Dicho espejo tenía las supuestas propiedades de "concentrar los rayos solares sobre un punto en el que inmediatamente se producía un gran fuego. Las cosas que, tocadas por aquel ardor, se incendiaban, entraban en la eternidad de una manera que, según Nigromontanus, no podía comparse ni a la más fina destilación. Nigromontanus había aprendido aquel arte en los conventos del lejano Oriente, donde los tesoros de los difuntos son destruidos por las llamas, a fin de que puedan entrar en la eternidad en compañía de éstos".

Habida cuenta de que "Sobre los acantilados de mármol" es una novela que bien mereciera calificarse como "realismo mágico", sin regatearle su condición de "distopía", haríamos bien en pensar que más que un artefacto, el "espejo de Nigromontanus" sería algo así como una posible técnica de meditación inspirada en los saberes ocultos del extremo oriente (me pregunto, no sin advertir que me aventuro a equivocarme: ¿sería un mandala?.) A tenor de ello merece la pena recordar las enigmáticas palabras que Jünger escribe en "El corazón aventurero. Figuras y caprichos": "Entre los arcanos que me reveló Nigromontanus figura la certeza de que entre nosotros hay una tropa selecta que desde hace mucho tiempo se ha retirado de las bibliotecas y del polvo de las arenas, para consagrarse a su trabajo en el más recóndito cenobio y en el más oscuro Tíbet. Él hablaba de hombres sentados solitariamente en estancias nocturnas, imperturbables como rocas, en cuyas cavidades centellea la corriente que afuera hacer girar toda rueda de molino y que mantiene en movimiento el ejército de las máquinas; pero la energía de estos hombres permanece extraña a todo fin y se recoge en sus corazones, que, como matriz caliente y vibrante de toda fuerza y poder, se sustrae para siempre a cualquier luz externa".
 
Como quiera que sea la relación entre Ernst Jünger y este filósofo desconocido fue muy estrecha, incluso Jünger alude a viajes que hicieron juntos, pasando por el Golfo de Vizcaya en el barco "Iris" por ejemplo. Sabemos, por los diarios de Jünger, que todavía en 1968 el filósofo Fischer visitaba Mallorca, pero nos gustaría saber los lugares que recorrió en su viaje a España en 1923 o en otras de sus visitas. Estamos convencidos de que en Hugo Fischer, ese desconocido para la filosofía y la cultura española, estamos ante un maestro oculto cuya labor científica no ha sido todavía, por las razones que sean, lo suficientemente divulgada.

 
BIBLIOGRAFÍA:

 
Jünger, Ernst, "Visita a Godenholm".
 
Jünger, Ernst, "Heliópolis".
 
Jünger, Ernst, Diarios: Radiaciones I y II, Pasados los Setenta I, II, III, IV, V.
 
Jünger, Ernst, "Sobre los acantilados de mármol".
 
Jünger, Ernst, "El corazón aventurero".
 
Enlaces de interés:
 
 
Gajek, Bernhard, "Magister-Nigromontan-Schwarzenberg: Ernst Jünger und Hugo Fischer". Revue de littérature comparée. 1997
 

lunes, 20 de julio de 2015

EXCURSUS II (ELUCIDACIÓN DE LA "TRADICIÓN")


Martin Heidegger, contemplando un antiguo armorial


TRADICIÓN EN ERNST JÜNGER: MOMENTO CONSTITUTIVO, CUSTODIANTE Y DEFENSIVO

Manuel Fernández Espinosa

En la lengua alemana hay dos términos para nuestra palabra "tradición": "Überlieferung" y "Tradition". Por lo común, los términos se emplean indistintamente, a excepción de algunos casos como el que constituye el uso filosófico que le dio Martin Heidegger. Cuando Heidegger se refiere a la "tradición" con el vocablo "Tradition" lo hace identificando esa "tradición" con una particular tradición filosófica occidental, la que -según Heidegger- ha olvidado la pregunta por el ser: "La tradición (Tradition) llega a hacer olvidar totalmente tal origen" -dirá Heidegger en "Sein und Zeit". Sin embargo, "Überlieferung" (tradición/transmitir/entregar) lo emplea para expresar algo más dinámico y decisivo: "Si todo "bien" es hereditario y el carácter de los bienes radica en el hacer posible la existencia propia, entonces se constituye en el "estado de resuelto", en cada caso, la tradición de una herencia".

Aunque no es momento de internarse en la filosofía heideggeriana, sería oportuno indicar que lo que Heidegger llama "estado de resuelto" es el más peculiar modo de ser de la existencia auténtica frente a la existencia inauténtica y gregaria. Heidegger rechaza la "Tradition" consistente en ese corpus acumulado a lo largo de la filosofía occidental, pues esa "Tradition" acarrea consigo "que con todo su historiográfico interés y todo su celo por una exégesis filológicamente "positiva", el "ser ahí" ya no comprende las condiciones más elementales y únicas que hacen posible un regreso fecundo al pasado en el sentido de una creadora apropiación de él".

Esa "Tradition", para Heidegger, obtura el acceso al origen, pero la "Überlieferung" nos permite el retorno al origen "reapropiándonos" de él. 

Sin llegar a establecer tan sutiles distingos como los que marca la filosofía heideggeriana, podemos decir que Ernst Jünger llega a conclusiones similares. La tradición (Tradition/Überlieferung: nosotros no vamos a diferenciar entre ambos vocablos germanos) no puede ser un afán museístico, sino que tiene que ser algo dinámico -tal y como lo habían entendido nuestros pensadores tradicionalistas (Vázquez de Mella, v. gr.) Para hacernos cargo del dinamismo de la auténtica tradición (y no de la tradición entendida como "museísmo" o veneración de fósiles) el mismo Jünger nos ofrece un pasaje digno de reflexionar:

"La historia es la tradición que un poder victorioso se otorga a sí mismo. Así es como las familias romanas retrotraían su origen hasta los semidioses y así es como habrá de escribirse una historia nueva a partir de la figura del trabajador".

("El Trabajador. Dominio y figura".)

La tradición es algo dinámico, el sujeto de la tradición no permanece pasivo como un recipiente que acoge lo que le dan las generaciones anteriores, sino que ejerce una labor activa en cuanto que, al valorar lo recibido, rechazará algunos elementos heredados y acogerá otros. No es, por lo tanto, un mero recibir, sino más bien un reelaborar lo recibido y otorgárselo a la misma comunidad como fuente de legitimación.

Esto que puede parecer algo complicado de comprender es lo que hemos visto a lo largo de toda la historia, Jünger pone el ejemplo de los romanos que remontaban sus ancestros a los semidioses: el mito es así una fuente de legitimación. En la España de nuestros días basta pensar en lo que se ha hecho con el mito de las Tres Culturas, se ha reinventado todo un pasado mítico de convivencia idílica entre judíos, musulmanes y cristianos y, a partir de esa reinvención, inspirada en Ámérico Castro y otros, se ha desfigurado no sólo el pasado histórico de España, sino su presente y su futuro. Es obvio que a los poderes fácticos poco importa la verdad de sus teorías, ni siquiera la solvencia intelectual de los artífices de esas teorías que se reapropian para configurar nuestro pasado, nuestro presente y nuestro porvenir. Américo Castro era filólogo y no puede llamársele historiador, pero eso poco importa: lo que les importaba a las elites que divulgan la teoría de Américo Castro hasta haberla hecho hegemónica no era el amor por la verdad, sino la construcción de todo un discurso que disolviera la identidad histórica de los verdaderos españoles en aras de la multiculturalidad, ahogando la identidad hispánica; y hasta tal punto que los hay hoy -tras muchas décadas de machacar con este absurdo del triculturalismo- que, descendientes de cristianos viejos, todavía se piensan descender de moriscos o judíos.

Volviendo a Jünger, digamos que éste se ocupó de reflexionar sobre nuestro tema en un texto que tituló "La Tradición", publicado originalmente en la revista Die Standarte (El Estandarte), revista de los Stahlhelm (Cascos de acero), en 1925. En dicho ensayo breve, el Mago de Wilflingen nos dice: "La persona singular no se halla, sin embargo, ligada a una superior comunidad únicamente en el espacio, sino, de una forma más significativa aunque invisible, también en el tiempo. La sangre de los padres late fundida con la suya, él vive dentro de reinos y vínculos que ellos han creado, custodiado y defendido. Crear, custodiar y defender: esta es la obra que él recoge de las manos de aquéllos en las propias, y que debe transmitir con dignidad. El hombre del presente representa el ardiente punto de apoyo interpuesto entre el hombre pasado y el hombre futuro."

Las tres acciones que se relacionan con la Tradición son "crear", "custodiar" y "defender". La Tradición tiene, por lo tanto, un momento "creador" (preferimos llamarlo "momento constituyente") y, para que se prolongue en el tiempo, se requiere una permanente "labor custodiante" y, llegado el caso, una decidida "disposición defensiva". Lo que he llamado, glosando el pasaje de Jünger, "labor custodiante" podría confundirse con lo que he denominado "disposición defensiva": custodiar es, en un sentido amplio, defender; pero considero muy conveniente que estos dos verbos no los entendamos aquí como equivalentes, pues en lo que atañe a la "labor custodiante" habría que pensar en todo lo que comporta de actitud vigilante la conservación de una tradición. Ésta ha de ser vigilada, custodiada, para evitar que se relajen sus portadores y se desvirtúe y corrompa la misma tradición, mientras que en la "disposición defensiva" hablaríamos más bien de toda acción, intelectual o armada, conducente a preservar la tradición de cuantos enemigos pugnen por hostigarla o destruirla. Hay que ejercer, por lo tanto, la "custodia", salvaguardando que los mismos que participan de la tradición la puedan desviar por caprichos o incurias, pero también hay que estar dispuesto a defender la tradición contra cuantos -propios o extraños- quieran destruirla.

La custodia de la tradición no es impedir a todo trance cambios en lo accidental, para ello Jünger nos propone el ejemplo de un edificio que puede cambiar con el tiempo. Esta metáfora arquitectónica la traslada más tarde a la organización política, no olvidemos que es el año 1925 cuando Jünger escribe este ensayo que comentamos:

"Ayer teníamos un imperio, hoy tenemos una república… mañana tendremos acaso de nuevo un imperio, y pasado mañana una dictadura. Cada una de estas figuras guarda, como invisible heredad, más o menos oculta en la profundidad de su lenguaje de formas, el contenido de aquello que es pasado; cada una de ellas tiene en cambio el deber de ser en todo y por todo ella misma, porque sólo así será alcanzada la plena valoración de la fuerza."

Lo que hay que custodiar de la tradición es el modo de ser propio, una ética y una estética, una moral y un estilo propios que se han perpetuado a lo largo de siglos hasta tal punto que (válgannos estos ejemplos) podemos reconocer como hispánica la defensa de Numancia lo mismo que la de Baler, o la del Alcázar de Toledo. Es por ello por lo que Jünger demanda a sus compatriotas que prescidan -si es menester- de lo exterior, pues "la ostentación de formas externas de la tradición, propia de la actual juventud, [es] lo que constituye la señal de una falta de fuerza interior."

Y reclama imperativamente: "No vivamos en un museo, sino en un mundo activo y hostil. No es tradición reavivada aquélla que el viejo soltero ostenta pintada sobre la propia cajetilla de cigarros, o aquélla exhibida en el adorno blanco y negro estampado sobre cada cenicero y sobre los tirantes. Esta no es sino propaganda en el sentido deteriorado, como, igualmente, formas de propaganda de pésimo gusto son en gran medida nuestros desfiles, las celebraciones conmemorativas y las jornadas de honorificación: empalagoso kitsch, bueno sólo para conquistar a algún simpatizante."

Pues, en lo interior es donde tiene que mantenerse la tradición, a salvo de la violación del enemigo, pues la tradición no es algo antiguo, que nos gusta más o nos gusta menos, sino que es cuestión de vida o muerte, por eso exhorta a los alemanes a ser "todo aquello que sois":

"Sed en todo y para todo aquello que sois; entonces vuestro futuro y vuestro pasado vivirán en el punto de apoyo ardiente del presente y en la más auténtica alegría de la acción. Tendréis entonces la verdadera tradición viviente y no sólo su centelleante reflejo, el cual podría proyectarse en cualquier sala de cine ciudadana."

A título de recapitulación podemos terminar concluyendo:

-A diferencia de la lengua alemana, en castellano no disponemos de dos vocablos para la palabra "tradición". Podríamos hablar de "transmisión" o, ya lo veremos en su momento, de "entrega". No tenemos que compartir la diferencia que marca Heidegger entre "Tradition" y "Überlieferung", pues lo que Heidegger identifica como la "Tradition" (la metafísica occidental y el olvido del ser que ésta entraña) son cuestiones particulares de la filosofía y, en concreto, de la filosofía de Heidegger, pero sí que podríamos advertir que no son pocos los que confunde la "tradición" con actitudes meramente pasivas, en el mejor de los casos de veneración por la antigüedad, mientras que conviene tener muy claro que la tradición es algo muy distinto: es activa. Aquí vendría bien recordar la parábola de los talentos, cuando Jesucristo nos presenta al que guardó y no arriesgó como el peor de todos aquellos que recibieron algo; pues el sentido exacto de la tradición sería ese mismo, no conformarse con enterrar lo que se nos ha entregado, sino hacerlo correr, hacerlo vida.

-La tradición reapropiada (expeliendo de ella cuanto estorbe en el presente para conquistar el futuro) es, como dice Jünger, la fuente de una legitimidad del poder y acomoda la historia a sus conveniencias, suprimiendo de ella todo cuanto atenta al ser de la comunidad que vive la tradición y la transmite.

-La tradición es acción: ha sido constituída, instituida en el pasado (la podemos instituir nosotros para el futuro), pero hay que custodiarla para impedir que, bajando la guardia, se malogren las conquistas de todo tipo que ha permitido esa tradición. La tradición hay que defenderla de sus enemigos: de todos cuantos, formando parte de la comunidad, la denigran, adulteran o pugnan por tacharla: con su "traición" ponen en peligro a la comunidad que es la que es gracias a esa tradición. También hay que defenderla contra los ajenos que nos quieren imponer sus propias "tradiciones" extrañas: nocivas y mortíferas para la comunidad.

-Es en el interior donde hay que conservar celosamente la tradición, la exhibición externa de la misma no es mala, siempre y cuando no se confunda con una actitud superficial que vacía el sentido auténtico de lo que se es. 

domingo, 19 de julio de 2015

DESTRUCCIÓN DE LA CULTURA OCCIDENTAL

Algunos de los componentes de la Escuela de Frankfurt


 
 
Matilde N. P.
 
El comienzo del colapso de la derecha y de los valores tradicionales en Occidente puede datarse a principios de los años 60. Sin embargo, tales reformas sociales no se plantean en esa década, si no varias décadas antes. En 1923, el marxista alemán Carl Grünberg fundó con el patrocinio judío de Hermann Weil el Instituto de Investigación Social, un edificio adjunto a la Universidad de Frankfurt. Surgieron así pues filósofos ‘creados’ en la Escuela de Frankfurt, y este instituto conspiró contra la cultura occidental.
Es por esta razón que la Federación de Rusia, que fue la guardia del surgimiento leninista-marxista, es un país más conservador que el actual Occidente. El Marxismo cultural en el Este definitivamente no tiene espacio. Estas doctrinas fueron creadas especialmente para Occidente.
A través del Club de Roma surge en los Estados Unidos el movimiento hippie, plenamente comprometido a sacudir y socavar la moral de Estados Unidos: un movimiento de contracultura, donde sus miembros se negaron a participar en la sociedad capitalista que se movía hacia la modernidad, adoptando una forma de vida de excluidos - como nómadas. Esta postura resultó en cientos de jóvenes que criticaron los valores tradicionales sociales de la época, e incluso se oponían al nacionalismo y combatieron energéticamente la presencia estadounidense en Vietnam.
El lema "Paz y amor" es hermoso, en teoría. Sobre todo cuando uno no se ha explicado a qué se refiere esta frase. Los hippies, como se llaman estos colectivos, predicaban la libertad sexual, la anarquía y el uso de drogas ilícitas.
También en los años 60, aparece el feminismo (de nuevo patrocinado y promovido por el Club de Roma) y con él aparece el lesbianismo público. Es un hecho que el lesbianismo y el feminismo van juntos de la mano. Valerie Solanas Jean, "una ex prostituta", publicó en 1967, en Manifiesto SCUM, un texto que decía que la sociedad actual se rige íntegramente por mujeres. El número de hombres se limitaría sólo a la supervivencia de la especie: el asesinato de miles de estos sería necesario. El libro también trata de una crítica particularmente hacia la familia tradicional, al capitalismo y al gobierno de derecha.
Lo que actualmente vemos en la sociedad occidental es el resultado directo de estas propuestas de contracultura. Cuando se vuelve necesaria la toma de poder por un grupo político, sin el uso de las armas, es adoptada una estrategia de subversión cultural, en el caso de Occidente: el gramscismo. Este método marxista, diseñado por Antonio Gramsci, y "producido" cuando estaba preso, a través de la obra Cuadernos de la Cárcel, fue aceptado por casi todos (si no todos) los partidos de izquierda de todo el mundo, y consiste en el control de los medios de comunicación y todo el sistema del Estado. Un intercambio de una cultura capitalista tradicional por una cultura comunista libertaria - sólo el "principio", por así decirlo.
 
El ideólogo comunista Antonio Gramsci
En 1964, con la declaración de las reformas de bases en un mitin en la ciudad de Río de Janeiro, promovida por el presidente socialista João Goulart, la gente sale a la calle exigiendo la renuncia del presidente y el abandono de los ideales comunistas. La Marcha de la Familia con Dios por la Libertad fue suficiente: el golpe fue un éxito. Es necesario informar una vez más que este golpe partió de la gente - no del ejército - como se muestra en los libros de los estudiantes.
Esta derrota momentánea de la izquierda brasileña sirvió para avivar los ánimos y provocar conflictos armados. Surgen de esta manera, con el gobierno militar, los pequeños grupos guerrilleros a lo Che Guevara. A citar: MRN, VPR, POLOP, Leonel Brizola y Fidel Castro, Carlos Marighella, HILL, Var-Palmares - donde el presidente Dilma Rousseff formó parte- MOLIPO. Lo peor de todo es la creencia de que la izquierda luchó por la democracia. La izquierda luchaba y lucha por una dictadura, no una dictadura "tecnocrática-militar", sino una dictadura comunista. Todavía es un error decir que es de hecho un proletariado comunista. La clase obrera y el público en general no tienen acceso al poder.
El asalto en 1969 (en el que participó Dilma Roussef) se ganó el grupo por una suma de 2.400.000 dólares de dólares. Ya en la actualidad, la guerrilla negó su participación e incluso tenía el derecho a una compensación económica por los daños "a su imagen" a través de la Secretaría de Derechos Humanos del estado de Río de Janeiro. Visto que era poco práctica la toma de poder de la izquierda, la guerrilla poco a poco fue extinguiéndose hasta tal punto que en los años 70 ya no representaban una amenaza. Amenaza armada, está claro.
Estudiantes, algunos militares progresistas y militantes marxistas-leninistas que participaron en la guerrilla  luego fueron a otro campo – no a los combates, pero sí al campo intelectual - con la ayuda externa para el dominio de los medios, de la educación básica y la burocracia pública. Estos mismos activistas se reunieron en torno a nuevos partidos reaccionarios de la izquierda; mientras unos controlan los medios de comunicación en su plenitud, otros controlan el Estado. El control de la burocracia del gobierno por una ideología se llama "aparejo", lo que realmente sucede en Brasil, con el ascenso del Partido de los Trabajadores. No por el momento, el nepotismo también va en aumento - y los recientes casos de corrupción no me dejan mentir. El PT sigue el folleto gramsciano desde 1990.
Como ya dijo Paul Watson, "no importa lo que es verdad, sólo interesa lo que las personas creen que es verdad." Este es un lema no declarado de la izquierda política. No importan las estadísticas, la versión real de los hechos, y mucho menos la naturaleza humana. El  Gramscismo altera el hecho, en una lucha constante para relativizar y tergiversar este término. No sólo la "verdad", otros términos también sufren distorsiones. "El matrimonio" se refiere "a un vínculo que se establece entre un hombre y una mujer" y no a cualquier pseudo-matrimonio entre personas del mismo sexo, o incluso especies diferentes. Cómico, si no es trágico. Ya podrían al menos inventar otra palabra para el “matrimonio” gay.
Sí lo es. Esto es lo que ha ganado en este lado del mundo, el éxito de la “Nueva Izquierda”. El “matrimonio” Gay, derechos  exacerbados a las mujeres, las cuotas raciales, la libertad sexual, disminución de la individualidad, el capitalismo, el Derecho romano, amarga censura de los medios de comunicación, la disminución de las iglesias cristianas,  crecimiento ateísmo, feminismo.
La "revolución del 68": hippismo, drogas y rituales
 
 
BIBLIOGRAFÍA
 
 
 
 
 
 
 

jueves, 16 de julio de 2015

DE HUAMANGA A AYACUCHO

Imagen: Honrando la memoria de los realistas caídos en el mismo sitio de la batalla de Ayacucho (I)




Por Antonio Moreno Ruiz
Historiador y escritor


Hace poco tiempo tuve la oportunidad de viajar con mi señora por tierras de Huamanga. La ciudad se llama así desde época wari (preinca), manteniendo el topónimo durante todo el virreinato. Sin embargo el dictador Bolívar, en un alarde de megalomanía, mandó cambiar el ancestral nombre por “Ayacucho”, siendo que hasta 200 años después de la famosa batalla que definió la secesión de la América del Sur, todavía hay quien la sigue llamando Huamanga, en especial las gentes del norte de la región.

No obstante la megalomanía bolivariana no acabó ahí: No olvidemos que el Alto Perú pasó a llamarse Bolivia.

Y bueno, ya bastante después de mis años universitarios americanistas, donde degusté las enseñanzas de grandes profesores de diversas tendencias, siempre alimenté la idea de vivir en primera persona lo que era el Nuevo Mundo. A lo tonto a lo tonto, llevo ya cuatro años en el Perú, el que fuera acaso el mayor bastión realista de todo el continente. Y estando en este país, era cuestión de tiempo que visitase aquel lugar tan decisivo para la historia de dos mundos que durante tres siglos, representaron la unidad en la diversidad. A diez horas de autobús de Lima, no podía resistirse un destino tan justo y necesario; por lo cual al fin nos decidimos y pasamos cuatro días en aquella lindísima ciudad que, en un entorno quechuahablante, sin embargo su arquitectura parece sacada de las honduras de Castilla. Aquella hermosa urbe de algo menos de doscientos mil habitantes, magníficamente franqueada por treinta y tres iglesias que rivalizan con la altura de los Andes, nos abría sus puertas de par en par, invitándonos a recorrer la inmensidad de sus alrededores. Y el último día de nuestra breve mas intensa estadía en esta hermosa e importante tierra peruana estuvimos en el lugar de la famosa batalla; de la pseudobatalla diría yo, puesto que el resultado estaba pactado de antemano por los liberales criollos y peninsulares. Hasta el año 1820, la rebelión secesionista, un extraño compuesto de oligarquía criollo-mestiza, revolucionarios peninsulares, jesuitas vengativos e imperialistas británicos, bajo la atenta mirada de las logias masónicas, estaba a punto de confirmar su fracaso. Los ejércitos realistas, nutridos de una mayoría aplastante de hispanoamericanos, estaban logrando derrotar a los insurgentes; tal y como el astur-llanero José Tomás Boves demostró que se podía derrotar a Bolívar hasta su temprana muerte en 1814, en plena batalla de Urica que, cual Cid Campeador redivivo, ganó después de muerto, frente a la impotencia bolivariana. Sin ayuda exterior, sin un ejército regular español en tierras americanas, los realistas “criollos” estaban ganando, derrochando fidelidad a la española patria que abarcaba entrambos hemisferios. En 1820, una expedición ibérica formada por veinte mil soldados, que según reconoce el expresidente peruano Alan García (1), hubieran terminado de aplastar a los secesionistas, no terminó de zarpar de la Vieja España: Un golpe dado por el militar liberal Rafael del Riego, evitaba esta oportuna salida y la reconducía para sus intereses politiqueros. Era el comienzo del Trienio Liberal, que amén de sumir al caos en España, llenó de confusión las Indias, pues ahora, los hispanoamericanos veían como desde la Vieja España se quería imponer a la fuerza el liberalismo contra el que ellos se estaban desangrando sin ayuda. La decepción que esto acarreó en tres años fue clave. Las deserciones y los cambios de bando se sucedieron por doquier. Y aun así, todavía la resistencia realista fue fortísima por todo el continente. Desde luego, tiene mérito.

En 1823, depuesto un indigno Riego que lloró y abjuró públicamente de sus ideas (y que sufrió una muerte horrible, ciertamente), el mal ya era mucho. En esa época se sucedieron las conferencias de Punchauca entre el virrey La Serna (y sus emisarios) y José de San Martín, ambos españoles liberales. Y digo ambos porque es un anacrónico error decir que José de San Martín era “argentino”, siendo que había nacido en Yapeyú pero, hijo de españoles, a los cuatro años su familia regresaría a la Península; para a posteriori, servir durante veintidós años en el ejército español; cuando no se servía a una “nación-estado”, sino a un rey, y a un rey borbónico en concreto. Sin embargo, en plena invasión napoleónica de España, luego de las batallas de Bailén y La Albuera, se licencia de su ejército en un momento tan esencial, pasa a Inglaterra, y al poco tiempo se le ve en Sudamérica liderando una parte importantísima de las luchas separatistas. Es en este intervalo, concretamente en 1821 cuando San Martín dice: “Los liberales del mundo somos hermanos en todas partes y queremos preparar en este hemisferio un asilo seguro para nuestros compañeros de creencias.” (2) Fue esta mentalidad en este periodo de tiempo lo que acabó por inclinar la balanza secesionista, para mayor beneficio del imperio británico,  el cual, con la consigna de que “a España hay que vencerla en América y no en Europa”, consiguió por la avidez de las traiciones lo que en el siglo XVIII le había costado terribles derrotas militares, desde Cartagena de Indias con Blas de Lezo hasta Pensacola con Bernardo de Gálvez.

Así las cosas, de Huamanga se pasó a Ayacucho, en una batalla cuyo resultado estaba pactado de antemano, y en donde los parientes de ambos bandos se saludaron como si tal cosa. Una batalla donde el ejército "patriota" se componía mayormente de venezolanos y colombianos, con nutridos grupos de rioplatenses, chilenos y británicos; mientras que en el ejército realista, de cada cinco soldados, dos eran ibéricos y tres peruanos (incluyendo en este número a los altoperuanos). Sin embargo, durante doscientos años se ha contado la misma y mentirosa versión oficial tanto en España como en Hispanoamérica. Todo quedó en la familia liberal-traicionera.

Otrosí, la importancia de esa fecha se prolonga en el espacio y en el tiempo, puesto que en el ejército realista, aquel fatídico día que se pasó de Huamanga a Ayacucho, participaron personajes que serían muy importantes para la historia de España y el Perú, respectivamente: Del lado realista peruano estaban los hermanos Castilla. Luego de la pactada batalla de Ayacucho, Ramón cambió de bando e ingresó al ejército patriota y con el tiempo llegaría a presidente de la república; en cambio Leandro no reconoció la república y pasó a España (3), donde a los años lucharía en el ejército carlista, esto es, el movimiento contrarrevolucionario/tradicionalista/legitimista español que en 1833 surge como herencia viva de los Batallones de Voluntarios Realistas (que en la Península habían combatido al Trienio Liberal), frente al golpismo liberal que, contra la ley y la tradición, impuso a Isabel “II” (entonces una niña) en el trono frente a los derechos de Don Carlos (Carlos V de España). Y Leandro Castilla sería parte activa de este movimiento como leal soldado, continuando la lucha realista que empezó en Sudamérica, siendo el último gobernador de la resistencia carlista de Morella bajo las órdenes del general Ramón Cabrera en 1840. Valga reseñar que Cabrera usó una bandera negra muy parecida a la que años antes habían usado los realistas quiteños y venezolanos; y esa fue la bandera que Leandro Castilla custodió como gobernador; viva y enésima muestra de que los criollos no estaban discriminados.

Del lado realista ibérico estuvieron Espartero y Maroto, los cuales, a los años en la Península estarían teóricamente enfrentados: Espartero en el bando liberal, Maroto en el carlista; pero a la sazón ambos firmantes del vergonzoso Convenio de Vergara en 1839, donde Maroto, amén de la rendición, ordenó el fusilamiento de muchos buenos militares carlistas y entregó la flor y nata de los voluntarios vascongados y castellanos al desastre. Maroto, que era casado con chilena, sabiendo que Roma no paga traidores, emigró a Sudamérica, y estando en Perú, Ramón Castilla, ya presidente de la república, conocedor de su traición a través de su hermano Leandro (el cual murió exiliado en Francia), le prohibió la estadía en el país y tuvo que pasar a Chile.

A los años, el novelista liberal Benito Pérez Galdós intentó dulcificar la figura de Maroto, alejándose de la Historia y aprovechando el oportunismo ideológico; sin embargo, los liberales de la época lo tuvieron muy claro y después de que les hiciera el trabajo sucio, lo desecharon.

¿Casualidad que Espartero y Maroto estuvieran primero en Ayacucho y después en Vergara? Sinceramente creemos que no. Y es que en el carlismo siempre señaló como “ayacuchos” a la mayoría de los militares liberales con los que a la postre acabaría pactando el traidor Maroto, pues no en vano años antes habían sido hacedores de esta terrible traición que nos separó, repitiendo el mismo método en Vasconia.

El escritor peruano José Antonio Pancorvo ha escrito un libro imprescindible sobre esta malhadada época: Demonios del Pacífico Sur. De él me acordé ante aquellos imponentes Andes que ejercieron como campo de batalla. Estando en aquel inmenso solar, evoqué la memoria del argentino José Manuel González y del colombiano Luis Corsi Otálora, dos grandes maestros que ya se nos fueron y que publicaron en Ediciones Nueva Hispanidad, del también argentino Félix Della Costa; así como de otros valientes e ilustres historiadores hispanoamericanos de nuestro tiempo, tales como el colombiano Pablo Victoria Wilches, que acuña sin ambages la expresión “genocidio bolivariano”; el peruano Heraclio Bonilla, que dice que la independencia fue un día de duelo para los indígenas; o el ecuatoriano Francisco Núñez, que recuerda siempre con fervor que Quito fue España (4). Y todos ellos sin ayuda de la España oficial; al igual que en su día tampoco la tuvieron los Pincheira, resistiendo entre las actuales repúblicas de Argentina y Chile hasta 1832; y los iquichanos liderados por Antonio Navala Huachaca, resistiendo por tierras del norte huamanguino hasta 1835.

Sin duda, aquella enorme pampa huamanguina siempre morará en mi corazón, dándome continuas inspiraciones para seguir luchando por restablecer una memoria que nos han intentado robar; empero, doscientos años de mentiras ya se resquebrajaron, y gracias a los hispanoamericanos frente a una Vieja España que se empeña en premiar a los traidores.

Iquicha, la cuna de Antonio Navala Huachaca, queda apuntada como destino…





NOTAS: 



Imagen: Honrando la memoria de los realistas caídos en el mismo sitio de la batalla de Ayacucho (II)





(1) Sobre el libro Pizarro, el rey de la baraja, véase:

pizarro, el rey de la baraja - antonio moreno ruiz - Blogger






(2) Más frases antológicas de José de San Martín:

San Martín dixit | coterraneus - el blog de Francisco Núñez ...






(3) Esto mismo haría la familia arequipeña de los Goyeneche. Otrosí, muchos realistas de las actuales Venezuela y Colombia decidieron pasar a Puerto Rico y Cuba, que se mantuvieron como provincias españolas hasta la invasión yanqui de 1898.




(4) Como diría Jack el destripador, vayamos partes:


Sobre José Manuel González QEPD:

ANTONIO MORENO RUIZ: RIP JOSÉ MANUEL GONZÁLEZ.





Sobre Luis Corsi Otálora:







Sobre José Antonio Pancorvo, véase:

RAIGAMBRE: APOLOGÍA DE JOSÉ ANTONIO PANCORVO







Sobre Pablo Victoria Wilches, véase:






Sobre Heraclio Bonilla:






Sobre Francisco Núñez:



miércoles, 15 de julio de 2015

EXCURSUS (ELUCIDACIÓN DE LA "TRADICIÓN")



ERNST JÜNGER: LA TRADICIÓN ELEMENTAL DE LO ORIGINARIO (I)



Manuel Fernández Espinosa



La sociedad alemana de entreguerras presenta como pocas sociedades los síntomas de una profunda crisis en todos los órdenes. No es simplemente la inflación, la mecanización de la industria, la crisis económica lo que tenía a los alemanes exasperados, buscando soluciones drásticas. Una lectura económica, tan del gusto del liberal como del marxista (ambos anverso y revés del mismo espíritu burgués) no podrá explicar satisfactoriamente la época. Son otras las dimensiones y muchos otros los vectores que habría que considerar para explicarse aquella sociedad convulsionada; teniendo en cuenta que, como sabemos, el vector es una magnitud que, conteniendo la cuantía, nos exige considerar el punto de aplicación, la dirección y el sentido. Y uno de los vectores más significativos será la intelectualidad que ha regresado del frente, tras la derrota bélica. Y uno de los intelectos que, por fidelidad a los camaradas caídos en el frente, se aplicará a imprimir una dirección y darle un sentido a buena parte de sus lectores será el del escritor Ernst Jünger (1895-1998). Éste lo hace desde una posición conquistada: es un héroe de guerra, herido en combate y condecorado con las más altas distinciones del ejército alemán, su heroísmo le precede y le inviste de una autoridad como no podrán presentar otros.
 
Sus obras literarias más importantes, como introspección de la experiencia de la guerra, las escribirá del año 1918 a 1923: "Tempestades de acero", "La guerra como experiencia interior", "El bosquecillo 125", "Fuego y sangre". Pero no serán pocos los artículos que irá publicando en las revistas que abundan entre los llamados Cuerpos Francos: "Die Standarte", suplemento en un principio de "Der Stahlhelm", será una, pero no la única. El cierre de estas revistas por la censura de la República de Weimar no impedirá que surjan otras: "Arminius", "Der Vormarsch", "Widerstand", etcétera. Puede considerarse como un abigarrado entramado de medios de prensa que responde a los múltiples grupos de soldados que se han quedado sin guerra y no pueden adaptarse a la "paz" y, menos todavía, a una vergonzosa paz que humilla todos los sacrificios consumados en el frente. Se está fraguando así el llamado "nacionalismo de los soldados".
 
Jünger se referirá constantemente a esos años, en los que los viejos camaradas que habían estado en el frente se reunían en las tabernas o en las mansardas para discutir, mientras bebían, la deriva de los acontecimientos y qué hacer. Por ese tiempo hubo en Alemania no pocos visionarios, como el Lorenz de la novela jüngeriana "Abejas de cristal": "Por entonces -escribe Jünger- todos teníamos una idea fija; era una característica peculiar que siguió a aquella guerra. La suya [la de Lorenz] consistía en que las máquinas eran el origen de todos los males. Quería volar las fábricas, redistribuir la tierra y convertir el país en un imperio rural. Así todos vivirían sanos, felices y en paz. Para sustentar esta opinión había adquirido una pequeña biblioteca, dos o tres hileras de libros, gastados a fuerza de leerlos, sobre todo de Tolstoi (que era su ídolo) y también de anarquistas primitivos como Saint-Simon. [...] El pobre no sabía que hoy no existe más que una única reforma agraria: la expropiación".
 
Este Lorenz puede ser el personaje ficticio de una novela, pero como señala Rüdiger Safranski: "Casi todas las ciudades contaban con uno o más "salvadores". En Karlsruhe, alguien que se hacía llamar Torbellino Originario prometía a sus adictos la participación en las energías cósmicas; en Stuttgart actuaba un Hijo del Hombre que invitaba a una redentora cena vegetariana; en Düsseldorf un nuevo Cristo predicaba el inminente final del mundo e invitaba a retirarse en la meseta montañosa Eifel. En Berlín el Monarca Espiritural Ludwig Haeusser llenaba grandes salas, donde exigía "la más consecuente ética de Jesús" en el sentido del comunismo originario, propagaba la anarquía del amor, y se ofrecía a sí mismo como "caudilllo para la única posibilidad de evolución superior del pueblo, del Imperio y de la humanidad". Los numerosos profetas y sujetos carismáticos de aquellos años tienen casi todos una actitud milenarista y apocalíptica...". Tal vez el caso más famoso fue el que protagonizó en el verano de 1920 un tornero de Alsacia por nombre Friedrich Muck-Lamberty que recorrerá los caminos sumando gente de todas las edades, sobre todo jóvenes, que se agrupan para escucharlo y que formarían el fenómeno llamado "Neue Schar" (la Nueva Grey). Visionarios como estos que fueron personajes históricos hoy olvidados asoman en la literatura alemana de la época. Alemania era escenario de esta especie de histeria colectiva tras la Gran Guerra: al traumatismo causado por las incontables pérdidas humanas, se sumaba la humillación y la incertidumbre por el futuro, por si fuese poco; y todo ello hirviendo en un recipiente modelado por el romanticismo que informa la cultura alemana desde el siglo XIX (su filosofía, su literatura, su música, su teología...)
 
Thomas Mann, retrospectivamente, escribiría: "Pero el intelecto del hombre civilizado, sea ese intelecto burgués o simplemente civilizado, no puede sustraerse a una sensación de malestar. Puesta en contacto con el espíritu de la filosofía vital, con el irracionalismo, la teología corre peligro de convertirse en demonología" ("Doktor Faustus"). En efecto, las corrientes vitalistas que afloraron en la Alemania de entreguerras, casi todas con un alto ingrediente nietzscheano, derivaron no pocas veces a sectas que combinaban más o menos extraños elementos del ocultismo y la magia. Sin embargo, en Thomas Mann habla el burgués que siente descomponerse todas las seguridades de su mundo. No obstante, el genio literario de Mann supo captar lo que estaba sucediendo en Alemania; aunque tampoco era difícil captarlo, pues Jünger y otros lo proclamaban. Mann lo resumió en la misma novela "Doktor Faustus":
 
"Necesitamos un sistematizador, un maestro de la objetividad y de la organización, lo bastante genial para combinar el renacentismo, y aun el arcaísmo, con la revolución" -le dice el protagonista al personaje que hace de su biógrafo en esta novela monumental.
 
Y bien, ese sistematizador, ese maestro de la objetividad y de la organización, el genio que combinaría perfectamente el arcaísmo con la revolución, sostengo yo, no era otro que Ernst Jünger. No digo que Thomas Mann pensara en Jünger cuando escribió estos renglones, pero si había en Alemania alguien capaz de lograr esa "síntesis" de "arcaísmo" y "revolución", la que reclamaba el Adrian Leverkühn del "Doktor Faustus", ese fue Ernst Jünger. Es lo que más tarde llamará "Revolución Conservadora" el que fuera secretario del mismo Jünger, Armin Mohler.
 
En Jünger el romanticismo había sido superado tras pasar por las tempestades de acero. En los años de entreguerras, como señala Alain de Benoist, Jünger "hace varios llamamientos para la formación de un frente unido de grupos y movimientos nacionales. Al mismo tiempo, trata -sin mucho éxito- de señalarles el camino de una necesaria autotransformación. También el nacionalismo precisa ser "trasmutado" alquímicamente. Debe desembarazarse de toda vinculación sentimental con la vieja derecha y convertirse en revolucionario, dando fe del declive del mundo burgués".
 
El estilo que define a Jünger será el "realismo heroico", una objetividad fría que mira los sucesos con otros ojos, "más allá del bien y del mal"; el mismo Jünger escribirá: "Nosotros dejamos la postura de que hay un tipo de revolución que al mismo tiempo apoya el orden, para todos los Biedermänner [filisteos de la cultura]. Pues, ¿qué tiene que ver lo elemental con lo moral?".
 
Uno de los correligionarios de Jünger, durante estos años, Ernst von Salomon dirá (en una entrevista concedida a Jean-José Marchand) que fue Ernst Jünger quien le propuso a él y a otros "escribir una nueva enciclopedia". Jünger le decía a Salomon: "lo que quiero ahora, es la revolución espiritual. ¿Dónde comenzar? Los franceses nos lo enseñaron: escribir una nueva enciclopedia, revisar todos los conceptos". El resultado, según Salomon, fue eficaz: "Lo hicimos. Y los jóvenes escritores salieron de la derecha, lo que sorprendió entonces a todo el mundo." (La entrevista a Ernst von Salomon que referimos se ha visto por vez primera estampada en castellano en el número 24 de NIHIL OBSTAT). 
 
Jünger y los suyos se distanciaban del "museísmo" (con ese vocablo se referían a la propensión -burguesa- de conservar los cachivaches del pasado burgués); la tradición que merece ser perpetuada no puede estar por más tiempo en la ficticia seguridad de un orden burgués, liberal, parlamentario: eso podía ser con anterioridad a la Gran Guerra del 14, pero tras vivir la experiencia bélica los valores burgueses de la seguridad y la prosperidad se han hecho añicos; y esto no solo es válido para los moldes políticos, también los moldes artísticos y religiosos están quebrados. Jünger escribiría en "Radiaciones": "Las pretensiones conservadoras, ya sea en el arte o en la política o en la religión, extienden cheques contra activos que ya no existen".
 
Dado que el mundo burgués del XIX, modelado por las ideas ilustradas del siglo XVIII, se ha desmoronado hay que aventurarse a crear, según sostiene Jünger, Tradición. O mejor que "crear" dijéramos que "reencontrarla". Bajo el barniz y los postizos de la civilización burguesa hay que excavar hasta dar con lo elemental y lo originario: "...a lo elemental, a una capa de la vida más profunda y más cercana al caos, que todavía no es ley, pero que esconde en sí nuevas leyes [...] una nueva relación para con lo elemental, el suelo materno". Y muchos años después, seguiría diciendo, en "Visita a Godenholm": "Una de las ideas de Schwarzenberg era que había que sumergirse otra vez desde la superficie hasta los "abismos ancestrales" si se deseaba establecer una auténtica soberanía". 
 
Volverse a lo originario y elemental es un imperativo para poder legitimar un orden de distinto cuño que suprima el falso orden liberal bajo el que hemos estado sujetos. Lo elemental "todavía no es ley", pero "esconde en sí nuevas leyes". Esta es la gran aportación de Jünger que, rechazando los falsos ídolos del liberalismo, el parlamentarismo y el marxismo, nos indica el camino a lo originario como solución para un mundo en crisis.
 
Y si es válido para el mundo de la Alemania en crisis de entreguerras, cualquier época en crisis puede escuchar la voz de Jünger, reclamando que para salir de un atolladero como el actual no hay más remedio que volverse a la Tradición que es lo originario, que podemos aguardar que vuelva de nuevo por sus fueros: como el implacable manotazo de una ola colosal que hunde un barco, con la fuerza de una tempestad de acero, como la terrible erupción de un volcán. Los elementos no conocen el diálogo con la humanidad, ni siquiera con esa secta de la humanidad que forman todos aquellos parlanchines que exigen derechos y que se han conjurado contra la naturaleza de las cosas, contra el orden natural, queriéndole dictarle sus "leyes" a la Naturaleza.


NOTA: La bibliografía empleada para este excursus jüngeriano se publicará a su término.