RAIGAMBRE

Revista Cultural Hispánica

domingo, 14 de junio de 2015

RELEER A KIERKEGAARD


 
 
FILOSOFÍA Y TEOLOGÍA PARA UN TIEMPO DE APOSTASÍA
 
Manuel Fernández Espinosa
 
 
La "cultura de masas" (¿hubo alguna vez "cultura" donde hubo "masa"?: oxímoron flagrante) elimina a los grandes filósofos. La censura no tiene menester de proscribir ni quemar sus libros en autos de fe públicos: el mecanismo es más simple. Se extrae de su obra dos, tres lo más, frases y con ellas se les caracteriza sin mayores traumatismos. De esta forma el público queda persuadido de que es una pérdida de tiempo leerlos: de Nietzsche hay que saber que "Dios ha muerto" y de Ortega y Gasset que "Yo soy yo y mi circunstancia". Así es como se les evita y así se impide que sean pensados; pues, si fuesen leídos y pensados, podrían acarrear problemas desagradables a quienes nos quieren acomodados al "pensamiento único" que es el no-pensamiento.  
 
Esa ha sido la "suerte" de Søren Kierkegaard (1813-1855) que, durante un tiempo, gozó de gran fama en los ambientes cultos y hasta en las universidades de todo el mundo. Se cristalizó su pensamiento en el concepto de "angustia" (que malamente traduce el "temor y temblor" de San Pablo), se le etiquetó como "antihegeliano" y quedó despachado con la vitola de "proto-existencialista" (con lo que de efímero tiene todo lo que ostentó el marchamo de "existencialista"). Pasado el fervorín que se sintió por el personaje (con sus conflictos biográficos) y su obra, su estrella se apagó. En España (que, en esto de la filosofía, siempre ha sido tan de modas) el nombre de Kierkegaard no se oyó más veces que cuando el dúo humorístico "Faemino y Cansado" soltaba aquella coletilla, difícilmente comprensible para el común de los auditorios: "Yo leo a Kierkegaard".
 
Sin embargo, un acercamiento a Kierkegaard nos permite constatar que estamos ante un filósofo difícil para perezosos, peculiar para todos y enterizo. Los que lo han leído a fondo han encontrado entre Kierkegaard y Nietzsche asombrosas coincidencias, no obstante ser ateo el alemán Nietzsche y creyente el danés Kierkegaard. Así Georges Brandes, con su "Søren Kierkegaard. En kritiske Fremstilling i Grundrids" (1877) y Harald Høffding, con su "Søren Kierkegaard som Filosof" (1892) enfatizaron las concomitancias entre el alemán y el danés. Ambos, ciertamente, parecían encaminados en su juventud a su formación teológica con miras a ser pastores protestantes y ambos, por razones distintas, rehusaron recorrer ese camino.
 
Sin embargo, lo que les une es una posición irreconciliable con el mundo que les rodea, conformadizo y acomodaticio, mientras cada uno de ellos, cual profeta que predica en el desierto, reclaman auto-exigencia moral. Leamos este pasaje de Kierkegaard:
 
"Que otros se lamenten de que los tiempos son malos; yo me quejo de su mediocridad, puesto que ya no se tienen pasiones. Las ideas de los hombres son sutiles y frágiles como encajes, y ellos mismos son tan dignos de lástima como las muchachas que manejan el bolillo. Los pensamientos de su corazón son demasiado mezquinos para que se les dé la categoría de pecaminosos. Quizá tales pensamientos en un gusano constituyeran un pecado, pero no en un hombre hecho a imagen y semejanza de Dios. Sus placeres son circunspectos e indolentes; sus pasiones, adormiladas. Estos mercedarios cumplen sus obligaciones, pero se permiten, como los judíos, achicar un poquito la moneda. Y hasta piensan que aunque Dios lleva una contabilidad muy ordenada, no tendrá mayores consecuencias el haberse burlado un poco de Él. ¡Que la vergüenza caiga sobre ellos! Por eso mi alma se vuelve siempre al Viejo Testamento y a Shakespeare. Aquí se siente en todo caso la impresión de que son hombres los que hablan; aquí se odia y se ama de veras, se mata al enemigo y se maldice la descendencia por todas las generaciones; aquí se peca" (S. Kierkegaard, "Diapsalmata ad se ipsum").
 
Quien esté lo suficientemente familiarizado con Nietzsche podrá ver la similitud que guardan estas palabras con las que lanza Zaratustra cuando fustiga al "último hombre". Si Kierkegaard escribe: "Sus placeres son circunspectos e indolentes; sus pasiones adormiladas", Zaratustra sentencia: "La gente tiene su pequeño placer para el día y su pequeño placer para la noche: pero honra la salud".
 
El mensaje de ambos está vigente hoy en día. Pues, según entiende Kierkegaard: "...muy a menudo se ha olvidado que lo contrario del pecado de ningún modo es la virtud. Esto resulta más bien un criterio pagano, que se conforma con una medida puramente humana, ignorando lo que es el pecado y que siempre se encuentra ante Dios. No, lo contrario del pecado es la fe" (S. Kierkegaard, "Tratado de la desesperación"). No podía ser de otro modo para un luterano cuyas fuentes de inspiración son San Agustín y Pascal, sin renunciar a Sócrates.
 
Como Nietzsche, Kierkegaard barruntó el nihilismo que se gestaba en su época, aunque no empleara el término "nihilismo". En su teoría de los "estadios", Kierkegaard nos ofrece el análisis de tres formas de vivir y entenderse en el mundo: el "estadio estético", el "estadio ético" y el "estadio religioso". El "hombre estético" es el hombre del momento efímero y su paradigma es el "seductor" (magníficas son las páginas que Kierkegaard dedicó al "Don Giovanni" de Mozart en "Los estadios eróticos inmediatos ó el erotismo musical"). El segundo estadio es el "ético" que se instala en el deber y cuyo paradigma es el "marido". Y el tercero es el "religioso" que es el hombre de la fe y, en ese sentido, corresponde a la figura veterotestamentaria de Abraham. Los estadios no se recorren gradualmente, sino que para abandonar uno y adoptar otro hay que "saltar". El filósofo español Carlos Díaz nos dice que "A los pueblos determinados a retrogradar de lo religioso a lo ético y de lo ético a lo estético decidió Kierkegaard darles la espalda en señal de repudio" ("Nihilismo y estética: filosofía de fin de milenio"). Y, en efecto, puede entenderse así leyendo al danés: si Nietzsche condenaba al cristianismo por creerlo causa del mundo que despreciaba, Kierkegaard condena el fariseísmo de la mediocre burguesía que se llama todavía "cristiana" de palabra, pero que se contiene en el estadio ético; y Kierkegaard tampoco da muchas expectativas al desgraciado esteta que salta de flor en flor, labrando su desesperación e instatisfacción terrenal y su ulterior desventura de ultratumba. Y es que, tal y como apunta el coruñés Manuel Maceiras Fafián, con lapidaria exactitud: "Toda la obra de Kierkegaard tiene como objetivo, precisamente, enseñar al hombre a convertirse en cristiano" (Schopenhauer y Kierkegaard: sentimiento y pasión").
 
Kierkegaard percibió las señales de la apostasía en el seno de los pueblos cristianos europeos. Y esa apostasía empezó en las naciones protestantes, como su misma Dinamarca. Por eso es certero en diagnosticarlo y denunciarlo, cuando revisa en el "Tratado de la desesperación" los tipos de escándalo.
 
"Trata al cristianismo como fábula y mentira, niega al Cristo (su existencia, que sea quien dice ser) a la manera de los docetas o de los racionalistas: entonces o el Cristo ya no es un individuo, sino que sólo tiene la apariencia humana, o no es más que un hombre, más que un individuo: de este modo, con los docetas se esfuma en poesía o mito sin pretender realidad, o bien con los racionalistas se hunde en una realidad que no puede pretender la naturaleza divina. Esta negación de Cristo, de la paradoja, implica a su vez la del resto del cristianismo: del pecado, de la remisión de los pecados, etcétera." (S. Kierkegaard, "Sygdommen til Døden").
 
Kierkegaard veía con claridad meridiana que este escándalo constituía el "pecado contra el Espíritu Santo" que no tiene perdón: "Esta forma del escándalo es el pecado contra el Espíritu Santo. Como los judíos decían que el Cristo expulsaba a los demonios mediante el Demonio, de igual modo este escándalo hace del Cristo una invención del Demonio".
 
Y, en efecto, hoy éste es el pecado que subyace a la apostasía generalizada en el mundo. Ya no afecta solo a países protestantes, también ha afectado a países tradicionalmente católicos como España, Italia, Portugal, Irlanda... Y ello no sin un más o menos inconsciente (siempre frívolo) "aggiornamento" que está suponiendo la autodemolición del catolicismo en las naciones que fueron sus más firmes bastiones. Por encima de ecumenismos oficialistas, sí que es de esperar que la fecunda relación cordial entre católicos, ortodoxos y protestantes, como veía otro grande del siglo XIX, el ruso Vladimir Soloviev, pueda algún día alumbrar una nueva Cristiandad en que la división entre confesiones haya sido superada sin ceder. Pero eso no será nunca factible desde planteamientos progresistas, pues como bien precisó Augusto del Noce:
 
"...no existen varios progresismos: laico, protestante, católico, sino uno solo que se caracteriza por un ateísmo de forma arreligiosa, que se diversifica del marxismo que es ateísmo como religión secular, y que, aunque presume de superar el marxismo, en realidad expresa su descomposición" (Augusto del Noce, "Agonía de la sociedad opulenta").
 
Es por eso que autores cristianos, aunque no católicos, como Kierkegaard, siempre podrán sernos de ayuda para comprender la situación presente en que nos hallamos. Y, muchas veces, hasta mejor que otros que, llamándose católicos, o nos proponen su corruptor progresismo o, por una nula competencia en cuanto a lo que es tradición, confuden tradición con "fosilización". 

jueves, 11 de junio de 2015

EL AMARGO PAN DEL PROFESOR ESPAÑOL DEL SIGLO XXI





EL PAN CON EL SUDOR DE SU FRENTE Y QUIZÁ DESCALABRADO


Manuel Fernández Espinosa


El presente artículo (¿de opinión?) trae enlazadas varias noticias y un vídeo que ilustra cuanto se dice en él. Se recomienda leer las noticias y, si no se es hipersensible, ver y escuchar el vídeo.


A la memoria de Abel Martínez, profesor
asesinado en el desempeño de sus funciones
en el Instituto Joan Fuster de Barcelona.




En la España del siglo XIX se hizo proverbial aquello que decía: "Pasas más hambre que un maestro de escuela", pero aunque pasaran privaciones y las pagas municipales se retrasaran, el respeto y hasta la devoción estaban aseguradas por parte de las familias, de los alumnos y de la comunidad; pues la pobreza nunca estuvo reñida con la educación, ni la riqueza trae de suyo la educación que empieza en las familias y en sus respectivas casas.
 
En la España del siglo XX, el dicho que prevaleció fue el de "Tienes más vacaciones que un maestro". Aunque no fuese del todo exacto, el siglo XX trajo consigo, por más que fuese a trancas y barrancas, cierto prestigio social y elevación económica de los profesionales del magisterio. Luego, con la democracia, en un esfuerzo político por ideologizar los centros de enseñanza, a conveniencia de la izquierda o de eso que por ahí se hace llamar todavía derecha (sin que se le caiga la cara de vergüenza), vinieron las leyes de enseñanza del ahora quito y después pongo que no ha servido para más cosa que para volver locos a los enseñantes y llenar los bolsillos de algunas editoriales.
 
En la España del siglo XXI puede que los maestros no pasen hambre, sus vacaciones están pendientes de revisión, pero como toda la clase media española han sufrido una sensible merma en sus derechos y en sus ingresos, con la consecuente repercusión en su calidad de vida.
 
Cuando hablamos de calidad de vida (y perdóneseme la expresión tan burguesa) pensamos casi siempre en el sueldo y en los emolumentos. Ahora bien, hay que ser menos burgués para reparar en que la calidad de vida también podría con perfecta legitimidad incluir las condiciones en que el docente vive su profesión en el centro de trabajo. Y en eso parece que son pocos los que piensan.
 
La depauperación del oficio tal vez no se haya sentido con mayor impacto social que con el  asesinato de Abel Martínez en un instituto de Barcelona, el pasado mes de abril, a manos de un alumno de 13 años que, por ser menor de edad, ha quedado sin imputar. Luego pueden venirnos con los paños calientes que se quiera: que si fue un "caso aislado", que si tiene una explicación psiquiátrica y que si la abuela fuma porros, pero el hecho es que el joven profesor que salió en defensa de una profesora resultó muerto.
 
Aunque el profesorado español solo lleve en su cuenta una víctima mortal, son muchísimos más los maestros que viven a diario en condiciones muy tensas, que afrontan cotidianamente conflictos con alumnos que, sin ninguna educación ni vergüenza, les pierden el respeto, los chulean, les injurian y les responden con displicencia. Claro está que  no puede culparse a todos los niños y adolescentes de ser así de maleducados; el comportamiento de los adolescentes hay que atribuirlo, en una gran parte, a lo que ven en sus familias. Los progenitores que no aplican la autoridad paterna en el ámbito doméstico y se desentienden de la escuela, que incluso critican a los maestros a espaldas de estos y delante de sus hijos, los padres que disculpan y justifican a todo trance a sus hijos malcriados (por ellos) o los que incluso agreden a profesores no son menos culpables que los pequeños monstruos que exhiben su egoísmo ése, el que creció silvestre ante el televisor, la pantalla de internet o la del teléfono móvil, los consentidos que ejercen su tiranía hoy en las aulas, sin la menor consecuencia para ellos. Tampoco están exentos de culpa ciertos equipos directivos de los centros de enseñanza que, por las razones que fueren, no hacen imperar la mínima disciplina que exige un proceso pedagógico. Podríamos detenernos en averiguar las polvaredas que han traído estos lodos, podríamos incluso remontarnos al siniestro aquelarre de la revolución de mayo del 68, con su vitriólica acción devastadora sobre la autoridad; pero, no, ahora no es el momento ni el lugar, ni tampoco tengo ganas. Pues lo que me interesa comentar es el desprestigio social en que ha caído el profesorado español, lo cual es un hecho en bruto.

Las pagas de Navidad que no se han retribuido al profesorado andaluz en ninguna provincia de Andalucía, a excepción de la de Córdoba, está muy bien que sean reclamadas, pero muchísimo más merece la pena que los profesores de toda España busquen la forma de rectificar esta situación demencial que ya está salida de madre. Tal vez no sea tarde, pero para eso hacen falta sindicatos mucho menos burgueses que los que hay en el panorama, pues por mucho que arguyan ser "sindicatos de clase", salta a la vista que son capaces de movilizarse con más bríos a la hora de reclamar unas perras (y, eso sí, siempre dependiendo del signo de la administración respectiva) que por la dignidad del profesorado. Mientras la profesión del magisterio está tocando fondo y hasta excavando, lo de las pagas confiscadas es sinceramente peccata minuta.
 
Para colmo de males, algunos individuos y empresas de la "intoxicación" informativa y lúdica fomentan el desprestigio del profesorado, concediendo el protagonismo a los alumnos en entrevistas de campo que, si pudieran parecer un trabajo peridístico es mera coincidencia; o que, con la mayor de las irresponsabilidades públicas, incluso hacen negocio con juegos de animación en los que se figura la agresión a un profesor.

La situación del profesorado español en esta primera mitad del siglo XXI puede que no sea de precariedad económica hasta el holocausto por inanición, pero el prestigio de la profesión se ha menoscabado a la luz de los hechos más recientes... ¿Será necesario que el profesorado necesite otra víctima más, además de Abel Martínez, para que tome conciencia de que la situación exige una rectificación más contudente que los minutos, las horas, los días, meses y años de silencio?

Mientras lo más importante para algunos sindicatos sea la imposición de la "ideología de género" o lo meramente económico, contemos con que el oficio no recobrará el prestigio de antaño y, sí, podrá ser que los maestros del siglo XXI puedan comer, a diferencia de los héroes de la pizarra del XIX, pero comerán su pan con algo más que el sudor de su frente: lo comerán ofendidos y humillados, golpeados y hasta asesinados.

jueves, 4 de junio de 2015

IDEOLOGÍA DE GÉNERO: IDEOLOGÍA DEGENERADA



Manuel Fernández Espinosa

Una ideología (dígase la “de género”) no se combate con otra ideología. Una ideología es, a fin de cuentas, una filosofía política popularizada, simplificada, generalizada, dramatizada, sacralizada y utópica… Y eso, hablando en plata, es un fraude. Es obvio que si pretendiéramos eliminar un fraude con otro fraude estaríamos solucionando falsamente el problema. Toda “ideología” se hace, en el mejor de los casos, sin contar con el mundo real, cuando no contra el mundo real: es un afán de forzar el mundo real, la naturaleza y la sociedad tradicional, a ser lo que no es, y por odio a la forma que presenta, la ideología trata de convertir la forma de esos planos en su contraforma. Así el marxismo. Así la “ideología de género”. Contemos una anécdota: el egregio filósofo idealista Hegel exponía un día en clase su sistema filosófico, ante un auditorio de atentos alumnos. En su sistema todo cuadraba, todo estaba en un perfecto orden lógico, tan característico del genio alemán. Al término de la explicación, un alumno levantó la mano y dijo: “Profesor: Eso que usted nos ha demostrado está muy bien, pero el mundo no es así”. El profesor Hegel contestó: “Pues peor para el mundo”. 

Para configurar idealmente un mundo imaginario el ideólogo despega del mundo real –no valoremos ni sus motivos ni sus pretensiones: él piensa que así como él dice nos iría mejor a todos. Si esto fuese tal que así, no debiera preocuparnos la actividad intelectual del ideólogo; al fin y al cabo, pudiéramos pensar, todo lo ideológico transcurre en los “gabinetes intelectuales” de esa casta de idealistas, reformadores y revolucionarios. Pero, desde que Carlos Marx afirmó que lo que importaba no era “teorizar” sobre el mundo, sino “transformarlo”, la cosa cambia de color. La ideología -que pudiera quedar en el limbo de las propuestas- se torna ahora en creciente presión mediática, en vertiginoso cambio ambiental y, hostilmente, los paladines de la ideología combaten las formas tradicionales de estar en la realidad: es entonces cuando la ideología nos afecta y llega el momento de definirse: o la aceptamos con lo que ello comporta o reaccionamos contra su expansión agobiante. La ideología no consiste en un elenco de ideas inocuas que piensan dos, tres o cuatro personas; hay seres humanos, muchedumbre de tales seres, que persuadidos de hacer lo mejor o por las razones que fueren la sirven y, con ella en la mano, tratan de darle forma al mundo según dictan las recetas enunciadas en el vademecum ideológico. Eugenio d’Ors nos advirtió: “Las leyes son normas pero no dejan de ser armas”. El político que asume una ideología, emplea –bien lo sabemos- las leyes como armas, para imponernos las formas de vida de esa ideología, coaccionando con la amenaza de la sanción. Cuando las leyes-normas atentan contra la dignidad del hombre –ocurre con harta frecuencia cuando hay una ideología de por medio-, la reacción no puede ser otra que la rebelión contra esas leyes-normas.

Pero a la ideología, para concretarse en la realidad no le bastan los códigos legislativos. Es tanto más eficaz en la medida en que es aceptada en las formas de vida cotidiana. De lo invisible, teórico y ajeno a nuestras vidas, pasa a lo visible: así se cumple la sentencia de William Blake: “What is now proved was once only imagin’d”: Lo que hoy es evidente, fue una vez imaginado

Y aquí es donde mejor podemos y debemos combatir a la ideología: en lo visible, para arrinconarla a lo invisible de donde mejor no hubiera emergido nunca. A la ideología que se nos trata de imponer actualmente hay que vencerla en el terreno en que ella campa gustosa: el campo de las tendencias estéticas que configuran el ambiente mismo, el cotidiano vivir, el mundo real en que nos movemos, que va conformándose sin nuestro consentimiento muchas veces, pero indiferente a nuestras quejumbres, en tanto que no somos capaces de otra cosa que de quejarnos.

La ideología de género, decíamos en su momento, quería sumir en un indiferentismo contranatural la división de los sexos, multiplicando los géneros, según las “opciones de relación sexual”, y pese a lo aberrantes que estas fuesen; por eso, a tal fin aplica su denodado empeño en “desfeminizar” a la mujer, en paralelo a la desvirilizacion que lleva a cabo en el varón: proliferan la “mujer virago” y el “hombre amanerado”, y de ahí las modas que apuestan por una androginia predominante en el vestir, en el peinarse y en el comportarse.

La solución en este campo, el más visible y, por ello mismo, uno de los más urgentes, bien podría ser el retorno a modas en vestuario y hasta peinado que resalten y remarquen justamente lo femenino en la mujer y lo masculino en el hombre; tampoco descartemos la reinvención de modas que enfaticen lo que decimos, cuanto ganaríamos en esta lucha si existieran diseñadores y diseñadoras de moda con una orientación recta que no viciaran las tendencias. De hacerse esto así, la autoafirmación de los dos sexos visible y patente, muchas otras facetas de la vida ordinaria adquirirían la normalidad que están perdiendo aceleradamente. Y lo que a simple vista parece minúsculo pudiera ser el antídoto contra el desvanecimiento de la “mujer femenina”, cuya vocación, como excelentemente determinó el magisterio de Juan Pablo II se concreta en dos vías capaces de depararle su felicidad tanto natural como sobrenatural: “la maternidad y la virginidad por el reino”: y, qué casualidad, precisamente eso es lo que la “ideología de género” pugna por abolir en la mujer. La ideología de género se muestra así, vulnerando en primer término a la mujer, como perfecta enemiga de la felicidad humana, enemiga de la felicidad del hombre y de la mujer tanto en la tierra como en el cielo.

Dijimos arriba que no combatiríamos la ideología de género con otra ideología. Proponemos combatirla, primeramente, desde la estética. Creemos haber cumplido, pero seguiremos.         

martes, 2 de junio de 2015

CARLISMO EN EL SUR



Miembros de la Familia Peinado, de Castillo de Locubín: en solitario, D. Manuel Peinado Álvarez

UNA FAMILIA FACCIOSA DE CASTILLO DE LOCUBÍN (JAÉN)

Manuel Fernández Espinosa




Desde 1998, cuando ÓRDAGO apareció en la vida tosiriana, venimos recuperando el patrimonio olvidado del carlismo. El General Miguel Gómez Damas fue, desde nuestros inicios, uno de los personajes que concentró nuestro interés. Teníamos una convicción, con la que partíamos y que fue adquiriendo cuerpo: la militancia del General Gómez en las filas carlistas no era un caso excepcional. En Torredonjimeno, el carlismo había calado: fue así como tuve ocasión, recopilando y estudiando datos de los archivos reconstruir siquiera a pinceladas el carlismo embrionario de Torredonjimeno. Se trataba de un estudio exhaustivo, además de ser el único que sobre la cuestión se ha llegado a hacer (1). Quiero aprovechar desde aquí para corregir un error que se coló en aquella primera composición: en la página 3 atribuía yo a D. Jorge Bessieres una filiación que después he comprobado errónea. Bessieres no fue líder de una “rebelión liberal” ocurrida en la llamada Década Ominosa (1823-1833), sino que acaudilló una “revuelta absolutista” contra las tendencias liberaloides que ensayara Fernando VII en su largo reinado.

De todas formas, tanto aquel artículo como otras muchas manifestaciones de nuestros hallazgos se vieron comprometidos por la historia oficialista que no quiere reconocer que Torredonjimeno, así como buena parte de nuestra actual provincia, tuvo una fuerte presencia carlista. En cambio, pese a la empeñada negación de los historiadores académicos, la realidad es más obstinada todavía y viene a desmentir, bajo forma de más documentación gráfica y escrita, la mezquina versión oficial de la historia. Torredonjimeno, pese a quien le pese, tuvo una fuerte presencia carlista, avalada –entre otros datos- por no pocos suscriptores de LA ESPERANZA, periódico carlista (2).


La presente contribución que viene a fundamentar nuestra tesis histórica sobre la presencia carlista en nuestra localidad y provincia nos la proporcionó providencialmente un particular que prefiere silenciar su nombre. En su casa se conservan, como reliquias, los enseres personales además de retratos –que hoy publicamos- de la familia de un ilustre carlista giennense, D. Rufino Peinado Peinado, héroe de la III Guerra Carlista (1872-1876), del que ya teníamos ocasión de referir en el artículo más arriba mencionado.

Vamos a comentar estas fotografías, al hilo de la historia que él mismo nos contó, recogida literariamente por su sobrino, D. Rafael Álvarez de Morales y Ruiz quien escribió las memorias de D. Rufino bajo el título “Recuerdos de un carlista andaluz. (Un cruzado de la Causa)” (3). Estas fueron publicadas por el Instituto de Historia de Andalucía de Córdoba en 1982. D. Rafael se sirvió de las confidencias que el anciano soldado de la Lealtad le hiciera en la privanza familiar. Así se trazan unas memorias que nos ponen de manifiesto toda la grandeza de los vencidos. Cuando uno acaba el libro, siente un nudo en la garganta y toda la consternación por nuestro pasado, abortado tantas veces. D. Rafael no tuvo la suerte de contar con este material gráfico que hoy publicamos por vez primera. En ese caso, el libro se hubiera enriquecido considerablemente. Valiéndonos de las memorias de D. Rufino, recopiladas por D. Rafael, vamos a ofrecer una semblanza de este carlista del Santo Reino de Jaén.


Primavera del año 1872. En un apacible pueblecito del Santo Reino de Jaén, Castillo de Locubín por nombre, Paco “el Sastre” lleva a la Casa del Vicario –domicilio de la familia Peinado- unas boinas blancas con borla azul, confeccionadas en el secreto de su obrador. Todo estaba dispuesto para el 21 de abril. El Rey sin corona, D. Carlos VII, había escrito desde Suiza una orden: “Ordeno y mando que el día 21 del corriente se haga el alzamiento en toda España, al grito de ¡Abajo el extranjero! ¡Viva España!”. 

Rufino Peinado Paeinado


Sesenta hombres de Castillo de Locubín habían quedado emplazados, bajo el mando de El Niño del Vicario, para echarse al monte. “El Niño del Vicario” era el progenitor de D. Rufino, D. Manuel Peinado Álvarez. Pero, nos cuenta D. Rufino que aquella primera salida, como la de D. Quijote, no fue coronada por el éxito; cosa que se veía venir nada más que emprender la marcha aquella partida de pacíficos vecinos convertidos en guerrilleros: “Como siempre, los prudentes y los cautos, los que no regateaban palabras que nada cuestan, fueron más que los sinceros”. Al final, eran treinta o menos, apenas pasaban de veinte.
 



En las eras del Calvario se estrecharon las manos. Era madrugada cerrada de una primavera que iba para verano. Cada cual traía su escopeta de caza, y algunas eran reliquias de la Guerra de la Independencia: “Esta seguro que despanzurró a más de un gabacho… Y a pena que nos crucemos con los guiris ya verás como todavía hace pupa…” –comentaba el dueño de uno de estos escopetones. Algunos dejaban ver el detente, otros lo llevaban entre el pecho y la camisa. Un hombre que había venido de Torredonjimeno, antiguo veterano de la guerra de los Siete Años, de los que hizo la guerra con Gómez y los vascones, ya estaba allí, dispuesto a entrenarlos sobre la marcha.


 
Rufino estaba allí, apenas afeitaba barba y ya estaba enrolado en la Causa de Dios, Patria y Rey. En la partida de espontáneos requetés andaba el hermano de Rufino, Salustiano, que era el mayor de la prole de “El Niño del Vicario”. Ambos hermanos estaban entre los partisanos por haberlo dicho “padre”, aquel partidario idealista que creía en el Rey Don Carlos VII como en el Papa: “¡Habemus regem!” –cuenta Rufino que había exclamado su padre cuando recibió la orden de alzarse en armas.

 

Y, una vez que llegó “El Niño del Vicario”, la partida de “facciosos” (así eran llamados los carlistas) echó a andar. Camino de Los Vadillos, cruzaron el río, y por el Navaltrillo y Las Cabreras llegaron a la Umbría del Rayo, rumbo al Cortijo del Hoyo. Los lugareños que los veían se asombraban ante el paso de aquella cuadrilla armada; pero todos eran hombres temerosos de Dios y, por eso mismo, cuando acamparon en el Cortijo del Hoyo los guerrilleros no se dieron al saqueo, sino que el cabecilla compró unos chotos al cortijero y se pusieron a preparar su rancho. Unos fumaban, otros sesteaban bajo un chaparro… Pero el teniente coronel de Jaén, que habíase convenido en llegar al Cortijo del Hoyo para sumarse al alzamiento, no venía. Y allí, a unas leguas de Valdepeñas, aquella banda de idealistas esperaba que te esperaba.

 

Esos fueron los comienzos de la vida aventurera y asendereada de D. Rufino Peinado y Peinado, un Quijote olvidado, pariente de una mi bisabuela y cuyos descendientes tengo el honor de conocer y tratar. Aquella primera salida fue, como la del Caballero de la Triste Figura, abortada por la defección de aquel teniente coronel que a última hora se rajó, y aquellos trabucaires requetés quedaron compuestos y sin batalla, regresándose mohínos a la paz de sus hogares sin poder haber servido al Rey como era el propósito de su cabecilla, “El Niño del Vicario”. En cambio, para el joven Rufino, hijo de aquel partidario del carlismo, aquella primera expedición de tan cortos vuelos sería el primer paso de una vida llena de amargas derrotas, exilio y fatigas.

 




Don Rufino Peinado y Peinado nació en Castillo de Locubín el 16 de noviembre de 1854. Después de la expedición truncada que ha sido relatada, atravesó la Península para sumarse a los facciosos de Vascongadas, combatió con el Segundo Regimiento de Castilla –Cazadores del Arlanzón- organizado en Arrigorriaga. Vencidas las ambiciones de Carlos VII, pasó D. Rufino con los carlistas derrotados al exilio en Francia. Estudió como autodidacto y regresó a España aprovechando una amnistía. Fundó un periódico en Jaén, fue profesor en Jaén y en Granada, y ya mayor se retiró a Castillo de Locubín, a su casa, la que él bautizó a la francesa como “Mon repos”. Escritor de fina pluma, D. Rufino fue un leal combatiente, un curioso filósofo admirador de Balmes y amigo personal de Vázquez de Mella.

 

En 1936, cuando Jaén estaba bajo el poder del Frente Popular, D. Rufino, a pesar de ser un venerable anciano, fue denunciado ante un tribunal popular por un indeseable. Las autoridades republicanas tuvieron la deferencia de declararlo inocente, atendiendo a su vejez y a la falta de todo motivo para condenarlo. El mismo denunciante declaró en el juicio: “No saber ni quién era aquel hombre”. Y, en efecto, nadie podía saber lo que aquellos cansados ojos habían visto. En la salvación de un fusilamiento casi asegurado tuvo mucho que ver el abogado de Jaén, D. Virgilio Anguita.

Manuel Peinado Álvarez, el fogoso carlista apodado “El Niño del Vicario” falleció en Villardompardo, hasta donde fue como administrador de las fincas de D. Manuel Pedro Delgado, un jaenero hacendado que vivía en la capital de Jaén y buen amigo de D. Rufino. Todavía hay miembros de la familia Peinado en Villardompardo que son parientes de este oficial carlista. Pero es que, entre la mucha prole de D Manuel, hermanos y hermanas de D. Rufino, también encontramos en Torredonjimeno afincada a su sobrina Paquita.

 
Pasada la Guerra Civil, el 10 de mayo de 1951, cuando eran las siete de la tarde, D. Rufino entregó su alma a Dios. Fue excéntrico, tal vez, por sus correrías que tan lejos lo llevaron, más allá de los Pirineos; pero, como se demuestra en sus memorias, fue hombre sensato y cabal. Este hombre, por honrar a padre y a madre, entregó su juventud en las aras de la Patria y de la Causa de la Legitimidad. 

Descanse en paz, D. Rufino. Y alúmbrele luz perpetua.

BIBLIOGRAFÍA:

Para este artículo me he basado sobre todo en “Recuerdos de un carlista andaluz. (Un cruzado de la Causa)”, de D. Rafael Álvarez de Morales y Ruiz.

(1) Fernández Espinosa, Manuel, “La historia que nunca nos contaron… La milicia de Voluntarios Realistas de Torredonjimeno: los orígenes del tradicionalismo tosiriano”, Revista Cultural de Torredonjimeno ÓRDAGO, n.º 7, año 2002, pp. 2-8.)

(2) Carpizo Bergareche, Esperanza, “La Esperanza carlista (1844-1874)”, Editorial Actas Colección Luis Hernando de Larramendi, 2008.

(3) Álvarez de Morales y Ruiz, Rafael, “Recuerdos de un carlista andaluz. (Un cruzado de la Causa)”, Instituto de Historia de Andalucía de Córdoba, 1982.

lunes, 1 de junio de 2015

LIBERALES EN CONSERVAS


Por Antonio Moreno Ruiz 
Historiador y escritor


De entre las muchas cosas en las que vienen fallando los grupos o partiditos conocidos como “patriotas” es en creer que existe un caladero de votos en los “descontentos del PP”; y así, montan toda una logística enfocada a rescatar a estas supuestas ovejas descarriadas. Así llevan desde los tiempos de Alianza Popular, donde muchos iban a los vehementes discursos de Blas Piñar y, sin embargo, acababan votando a Fraga. Y muchos de aquella época no se dieron cuenta del percal; pero bueno, en todo caso, tenían derecho a equivocarse. Empero, pasados más de treinta años, ya no hay ingenuidades posibles. Y es que pasa lo siguiente: ¿Quién ha dicho que hay descontentos en el PP? La práctica demuestra que ni tan siquiera vale la pregunta. No hay descontentos en el PP. El franquismo, al contrario que el sazalarismo portugués, nunca se preocupó de hacer una escuela política. Fue un régimen que se basó en un carácter “personal” y que fue mutando por etapas. Creó y alimentó a una masa que, totalmente desprovista de contenido, aceptó, sin mucha cultura, lo primero nuevo que se le vino por delante. Algunos dicen que el régimen se hizo el harakiri muerto Franco, pero el harakiri ya estaba hecho en el propio franquismo. Franco, gallego fino, sabía muy bien que España viraría hacia una democracia. Los acuerdos con los Estados Unidos y el querer entrar en el mercado común europeo conllevarían eso. Pero claro, tanto él como Carrero Blanco se imaginaban que podría ser una democracia tutelada, como lo era la entonces República Federal Alemana, sin comunistas y acaso sin separatistas. Una cosita tranquila, con clase media y tal. Carrero Blanco además no era partidario de entrar en la OTAN; e incluso se mostraba partidario de mantener la independencia económica, por lo que si no se le permitía a España la entrada en el mercado común europeo, se reforzarían los lazos con el mundo árabe y se buscarían nuevos mercados, ya fuera en el sudeste asiático, ya fuera incluso en los países soviéticos si hacía falta. Y este pragmático-hipotético reforzamiento de la independencia fue lo que llevó a que el siniestro Henry Kissinger ideara el asesinato del almirante. Poco más tenía que ofrecer el franquismo. Oliveira Salazar, fiel seguidor de la Doctrina Social de la Iglesia, admirador de Charles Maurras y contemporáneo de Dollfuss, en cambio sí que creía en la escuela corporativista, y como pudo (aun bajo la atenta mirada de un imperio británico que se posa sobre Portugal muy especialmente desde la segunda mitad del siglo XVII), su régimen continuó aun a pesar de su muerte. Sólo pudo ser derribado por un golpe militar empujado por Estados Unidos, y eso, tras trece años de una dramática guerra en África que fue un botín entre angloamericanos, británicos, franceses, soviéticos y cubanos. Le costó muy caro querer defender su integridad territorial y geopolítica, acabar con la deuda y el analfabetismo, mantenerse lejos de las garras comunistas e intentar crear toda una escuela de cuadros políticos. Por ello, toda vez que se dio la Revolución de los Claveles (1), el salazarismo cayó y sus cuadros se fueron, tomando el poder una oligarquía socialista que nada tenía que ver con el salazarismo. Sin embargo, al otro lado del Guadiana no ocurrió eso: Por ejemplo Sevilla, una de las ciudades más franquistonas del país, pasó en menos de una década a ser un puntal izquierdista. En buena parte de España se repetía este esquema. Franco fue muy popular hasta los años 70 y murió en la cama; en cambio, una vez muerto, no se supo reaccionar. No es que en Portugal se supiera mucho, pero la Revolución de los Claveles supuso un antes y un después. En España, se pasó de camisa vieja a chaqueta nueva, y tanto los franquistas como sus hijos se mostraban como demócratas y progres de toda la vida. Muchas familias de derechas, teóricamente pertenecientes al bando vencedor de la Guerra Civil, sin embargo, educaron a los suyos en el miedo, en la cobardía, en el “hijo, tú no te destaques, no te signifiques…” ¿Acaso pensaban que el Frente Popular regresaría vivito y coleando a cobrarse la venganza con la ayuda de la Unión Soviética? Es posible, pero por desgracia, en verdad todo fue mucho más prosaico, más simplón: Lo que temían muchos era perder su statu quo, su comodidad. Sustituido nuestro tradicional fervor religioso y nuestros lazos clánico/familiares, las sociedades ibéricas han creído que el paraíso en la tierra radica en el confort, y luego de treinta años de corrupción, millones de pasmarotes autómatas, especialmente conservadores, piensan que “es que no se va a cambiar el mundo”, “cuidado con la izquierda”, “lo que hay que hacer es asegurarse las papas”. Y claro, como vivimos en un país donde la pequeña empresa es atacada desde el Estado, lo mejor está en ser funcionario. Si por muchos fuera, España tendría cuarenta y siete millones de funcionarios. O más. Porque no hay ideales más elevados en la vida.

Con gente así, ¿qué cabreo, qué descontento, qué “voto católico” ni qué “voto patriota” va a haber? Se les acabó el parche franquista y buscaron otro remiendo en los mismos franquistas, que de la manita los llevaron adonde les dio la gana. ¿Ellos qué sabían? Ni quisieron saber tampoco. Y pasaron los años, y a vivir contentitos y calladitos.

Desde luego, un servidor no experto en cuestiones de mercadeo politiquero. Pero hay algo muy obvio, y es que en esta parte derechista de la sociedad, miedosa, cerril, inculta, miserable; que de facha pasó a liberal en conservas, de la misa y el rosario a un individualismo atroz; en resumidas cuentas: Gente que no cree en nada; gente que le importa un rábano si hay un referéndum ilegal separatista, que el gobierno libere terroristas, que subvencione abortos, que despoje de seguridad social a los miles y miles de jóvenes españoles que no hemos tenido más remedio que emigrar; que regale la nacionalidad española a una cantidad exagerada de gente que nada tiene que ver con nuestra cultura ni nuestra sangre; que ofrezca educación islámica en las escuelas; que tenga la diplomacia vendida a tal punto que desde Gran Bretaña a Marruecos hagan y deshagan en suelo español lo que quieran; que estemos secuestrados por los dictados de una Unión Europea que ha arruinado nuestra agricultura, ganadería y pesca y que se dedica a favorecer al Magreb y a Turquía, a la par que nos enfrenta con Rusia por mandato yanqui; que haya homenajeado a los criminales stalinistas de las Brigadas Internacionales… En fin, nada de eso les importa. Ni nada de eso les cabrea. Lo único que les cabrea es que salga el PSOE y les gusta consolarse con el miedo a Podemos. Y por supuesto, más que el miedo a Podemos, les puede el que alguien les pueda llamar “fascistas”, “fachas”, “radicales” o algo que se les parezca. Es como mentar la bicha.

Ante estas conclusiones, habrá que explicarle a muchos conservaduros por qué, “de repente”, les salen hijos borrachos, drogadictos; o que los meten en un asilo a la más mínima oportunidad. Como si ellos mismos no fueran directamente responsables de que salgan monstruitos así, de mal en peor, hasta llegar a los tristemente célebres “ninis”. Pero bueno, si es que les sigue dando igual que a los niños españoles les enseñen como masturbarse desde la más tierna infancia…

Habrá hasta toda una legión de clerizontes que los consolarán, bastardeando la doctrina sociopolítica del Papa León XIII (¡que jamás autorizó a renunciar a principios católicos!) y utilizando algunas guarderías para adultos tan de moda para decirles que “se puede luchar desde dentro”. Ya puestos, que se metan al orgullo gay y luchen desde dentro por ahí, con la Plataforma Gay del PP por delante; la misma que ya estaba con Fraga, aquel que dijo ya en los 80 que no iba a modificar la ley abortista que se ha llevado por delante a dos millones de niños españoles en apenas tres décadas. Luego, habrá obispos que mantengan canales con periodistas chillones y analfabetos que pidan “sí a la guerra en Siria” como antaño predicaban por la guerra en Irak; ayudando con su analfabeta y manipuladora histeria al exterminio de los cristianos árabes.

Y en esta sociedad que se precia de “científica”, cuando no ofrece estos datos, ¿qué es lo que hacen estos liberales en conservas? Sorprenderse, y creerse que es uno el que se lo está inventando. Con lo a gustito que se vive en un mundo paralelo que no existe más allá del salón, del bar y de las vacaciones, ¿cómo va a venir alguien a fastidiar, cuando se sabe que toda la culpa es del PSOE y ya está? ¿Cómo alguien va a reconocer que ha sido engañado con tanta facilidad por una reata de malos tontos? ¡Válganos la leyenda rosa de la transición!

Cierto es que la izquierda no es mucho mejor. Como cierto es que la izquierda no se esconde: Dice lo que es y punto. Y lo dice hasta con chulesco orgullo si hace falta. Aunque también es cierto que, desde el PSOE a Podemos, utilizan a una clase trabajadora a la que desprecian para sus fines con el mayor de los cinismos. En maquiavelismo es difícil echarles la pata; máxime cuando tantos notorios burgueses y ricachones van de rojos. Mas, con todo y con eso, todavía en la izquierda hay gente que quiere creer en algo. La derecha liberal es gente que, sencillamente, no quiere creer en nada, más allá de vivir en perenne burguesía.

Así las cosas, por supuesto que hay que hacer política, y por supuesto que no está todo perdido, que siempre hay esperanza. Pero en la derecha no vamos a encontrar más “potenciales” que en la izquierda. Por eso, hoy más que nunca, se impone un discurso y una conciencia transversal; y una vez más insisto en que hay que crear una nueva Covadonga y actuar como mozárabes. El apalancamiento ibérico, ante un pueblo secuestrado por un turnismo tan caciquil como el de Cánovas y Sagasta (y que al igual que aquél, nos lleva a la ruina), impide que haya reacciones, como sí se puede ver en otros países de nuestro entorno. Y si hay algo que lo impide, es la cortedad de vista y la falta de realismo.

Dejemos a los liberales en conservas bien enlatados y aterricemos en la realidad, que bien dura es de por sí como para perder el tiempo con quien no lo merece. Hay que reconquistar.






(1) Véase: "izquierda y antimilitarismo" - "dignidad digital". - antonio ...

miércoles, 27 de mayo de 2015

LOUIS FERDINAND CÉLINE: UNA FIEBRE OBSIDIONAL



EN EL CUMPLEAÑOS DE LOUIS FERDINAND CÉLINE


Manuel Fernández Espinosa


Louis Ferdinand Auguste Destouches, más conocido como Louis Ferdinand Céline, nació tal día como hoy, 27 de mayo del año 1894, en Courbevoie. La sangre bretona que corría por sus venas tuvo que darle ese toque melancólico, tan céltico, que a veces asoma en su obra. En su "Carnet del coracero Destouches" que, hasta cierto punto, constituye un cuaderno introspectivo, llega a preguntarse: "¿Soy poético? No. No lo creo; sólo un fondo de tristeza yace en el fondo de mí mismo, y si no tengo el valor de ahuyentarlo con una ocupación cualquiera adquiere en seguida grandes proporciones".
 
Toda su obra es un testimonio vital de alguien que nunca se vio a sí mismo como un héroe, sino como un superviviente. El "Viaje al fin de la noche" (su novela más famosa) nos pinta sus peripecias a través de las de su alter ego, el protagonista del "Viaje...", Ferdinand Bardamu. Novela de aprendizaje, con un fuerte carácter picaresco, Céline lanzó con ella al mundo su grito de rebelión. Una rebelión con causa, la del individuo inteligente que no puede evitar ahorrarse la entrada en la dinámica de la sociedad hipócrita que lo absorbe, pero que resiste y que descubre que los valores chapados de hojalata, por mucho que brillen, no corresponden a nada auténtico. Céline siempre tuvo la idea, algunos dirían que paranoide, de que el "Viaje..." fue lo que nunca le perdonaron: "¡Si me buscan es por el "Viaje..."! ¡Lo aúllo bajo el hacha! ¡Es una cuenta pendiente entre yo y "ELLOS"! en lo más profundo... que no puede contarse... ¡Estamos en peligro de Mística! ¡Qué cosas!" -escribiría en un prólogo retrospectivo para esta novela.
 
Los panfletos antisemitas de Céline le acarrearían enojosísimas consecuencias tras la II Guerra Mundial. De poco le valió alegar que sus libros fueron prohibidos en la Alemania hitleriana. La suerte estaba echada para él: considerado como un colaboracionista, conforme los aliados iban comiéndole el terreno a los alemanes, Céline emprendió una fuga por Europa central (pudiéramos decir que fue una prolongación del viaje al fin de la noche, de la noche que se alargaba en Europa, de la noche que persiste hoy todavía); con su fuga escapaba de los linchamientos que perpetraban en Francia los verdugos de la mitificada "resistencia", brutales represalias que nadie ha condenado todavía, que se cebaron con todos aquellos que eran tachados como colaboracionistas. Ciertamente, la situación de Céline fue agravándose progresivamente conforme el Reich sucumbía y, por fin, pudo refugiarse en Dinamarca, donde fue encarcelado a la espera de una resolución. El flamante gobierno francés pidió su extradición para juzgarlo y, si los daneses se lo hubieran entregado, Céline hubiera sido ejecutado como tantos otros franceses; pero, eso sí, sin haber hecho ni la mitad que otros que, para más escarnio, se pavoneaban de haber combatido a los nazis. 

Es el caso de Jean Paul Sartre o Simone de Beauvoir. Sartre, el gurú del existencialismo y la "gauche divine", vivió plácidamente, incluso con éxito, mientras los alemanes campaban a sus anchas en París: las autoridades alemanas de ocupación permitieron la puesta en escena de algunas obras de teatro del bizco: el libro de Gilbert Joseph, "Una ocupación tan dulce: Simone de Beauvoir y Jean-Paul Sartre, 1940-1944" puso al descubierto que Sartre no entró jamás en conflicto con los nazis, por mucho que después -tras la victoria aliada- adoptara la pose de irreductible resistente intelectual. Y su compañera, la Beauvoir, diva del feminismo, no tuvo ningún empacho en colaborar en las emisoras del gobierno colaboracionista de Vichy. Sin embargo, nadie los molestó. A Céline, sí: no hizo tanto como estos dos que gozan de un prestigio inmerecido, pero todos fueron contra él.
 
En el "Viaje..." ya había indicios de una supuesta paranoia celiniana, pero la hostilidad que va a sufrir tras la victoria aliada, incrementa esa sensación de aislamiento hasta mostrar una fiebre obsidional como encontraremos en pocos casos de la literatura. Su estilo sincopado, sus puntos suspensivos, sus tacos, sus crudelísimas afirmaciones sobre hombres y vida imprimen en su obra una inconfundible nota de identidad. Céline supo trasladar la viveza del lenguaje oral al escrito, podemos leer por ahí; pero no es lo único que pretendió (tal vez) Céline: en esos lapsus se entrevera el silencio, el silencio que siempre será una constante tentación para un espíritu orgulloso que no se franquea con cualquiera. Un orgullo de resistente que se reserva la totalidad del juicio que le merecen las pantomimas y las grandilocuentes palabras de los bellacos bien vestidos, bien redichos y bien pensantes; el orgullo, en fin, de quien no acepta ser presa de sus enemigos (la humanidad en pleno, descontando a los más próximos), que se ríe a carcajadas de todas las mentiras de su tiempo (que también son las del nuestro), de quien no pacta con las ficciones que la mayoría comparte. Puntos suspensivos... No hay palabras para expresar la repugnancia que provocan tantas cosas como nos circundan: podemos ser bocazas y locuaces, pero siempre (...) podríamos haber dicho mucho más (...).
 
Céline supo cultivar su imagen iconoclasta e irreductible, pero el rasgo de toda su nobleza residió en que no lo hizo por cálculo gananciero, sino por su inexpugnable orgullo, el del que se sabe inocente y no le da la gana de ser inmolado ni prestarse a que lo machaquen, con la convicción de ser un hombre solo, acompañado de su mujer, de sus mascotas y de pocos amigos, que no militó nunca en ningún partido, que solo quería dedicarse a escribir y que encontró en sus adversidades la materia para crear una obra colosal que lo mismo haría llorar que reír y que, hasta su mismo adversario Sartre, mimado por el aparato cultural, tuvo que reconocerla como monumento imperecedero de la lengua francesa.
 
Querer ser uno mismo se paga muy caro. Bien lo supo Céline. Por eso mismo, leerlo es siempre un ejercicio de rebelión muy provechoso que ayuda a ser uno mismo y purga muchos postizos que nos quieren poner.

domingo, 24 de mayo de 2015

 



"LA EXCAVACIÓN" DE ANDRÉI PLATÓNOV
 
Manuel Fernández Espinosa
 
 
ALGO SOBRE ANDRÉI PLATÓNOV
 

Definitivamente, considerada desde un punto de vista mundano, la coherencia ideológica nunca ha sido un buen negocio. Recientemente hemos leído algunas traducciones al castellano de la obra del gran poeta soviético Andréi Platónov. Nacido en 1899 en la aldea de Vóronezh, a la vera del ferrocarril para el que trabajaba su padre, Andréi fue el hermano mayor de una familia rusa numerosa. Estudió en la escuela parroquial y muy pronto, con 13 años, trabajaba para sostener a su familia. Platónov fue uno de los comunistas más fervientes, miembro del Ejército Rojo. Fue testigo del implacable aplastamiento de las revueltas kulakianas, y como persona de una humanidad a flor de piel quedó traumatizado por el exterminio de los pequeños propietarios de tierra a manos de los colectivizadores. Su desencanto lo plasmó en sus novelas y relatos, que fueron censurados por Stalin, el cual llegó a calificar la obra de Platónov como "basura".
 

Platónov descubrió, en aquel infierno stalinista, una "nueva religión" que suplantara a esa otra "religión" de muerte en la que había creído ciegamente. Esa "nueva religión" fue el amor por su esposa, con la que tiene un hijo. La familia será el sagrado al que retirarse, tras constatar que siempre que el hombre quiere implatar por decretazo la felicidad, el hombre lo que consigue es establecer el infierno en la tierra. Platónov se vuelca en la familia, en su esposa y en su hijo, y así logra capear el temporal. El totalitarismo tiene un gran enemigo: el amor, contra esa fuerza divina nada puede, recuérdese "1984" de George Orwell.
 
Considerado por Stalin como un escritor insuficientemente comprometido con el comunismo, a Platónov se le redujo al silencio, proscribiéndosele y negando la publicación de su obra literaria. Escapó de ser "reeducado" en los campos de concentración soviéticos, pero para colmo de males el hijo del escritor será arrestado en 1938 y es deportado el gulag. Cuando, gracias a las gestiones de Shólojov, el hijo de Platónov sale del gulag, regresa al hogar tocado de muerte: la tuberculosis que ha contraído en el campo de concentración acabará tres años después con el joven que muere en los brazos de Platónov. Platónov, por cuidarlo, contrae la tuberculosis.
 
Al estallar la II Guerra Mundial, Platónov es reaprovechado por Stalin. Se le extiende un permiso para que se emplee como corresponsal de guerra al servicio de "Estrella Roja", pero en las postrimerías de 1946 publica «El regreso», lo que nuevamente le cuesta ser censurado. Se le cancela toda posibilidad de seguir publicando y muere tuberculoso y alcohólico el 5 de enero de 1951 en Moscú.
 
Se dice que Platónov era un comunista convencido, y lo era. Pero con mucha probabilidad ocurre que el peor enemigo de una causa -como el comunismo- sea el más fervoroso de sus convencidos. Su novela "Chevengur" constituyó una crítica implícita a las colectivizaciones. "Chevengur" gira alrededor de la búsqueda que emprende un hombre que, convencido de que el socialismo ha surgido en alguna parte de manera natural, monta sobre su caballo llamado "Fuerza Proletaria" y, a lomos de "Fuerza Proletaria", parte al encuentro de ese lugar. Otra obra suya es "La excavación" que también cuenta con personajes fuertemente caracterizados, cuyo sentido de la vida es la búsqueda afanosa de la verdad o de la felicidad. Otro relato de Platónov es "Dzhan" -que en turcomano significa "alma que busca la felicidad"- era también como se llamaba a sí mismo un pueblo miserable, compuesto de individuos sin lazo social alguno, vagando por el desierto. Por el significado de la misma palabra que da título a la novela breve, el relato presenta similar trama. La pregunta filosófica que trata de responder es "¿Se puede fabricar la felicidad de los hombres?". En "Dzhan", un hombre enviado por Moscú trata de reunir a todos los miembros del pueblo "Dzhan" y encaminarlos a la felicidad, o sea: al socialismo.
 
 
"LA EXCAVACIÓN" (KOTLOVÁN)
 
 
Todas las novelas de Platónov son grandes parábolas, escritas con un pulso poético avasallador. Sus personajes muestran toda la fuerza elemental del pueblo ruso. Vóschev, que se auto-tortura por carecer de la verdad, busca un sentido a su vida tras ser expulsado de la fábrica metalúrgica en que trabaja por darse a sus cavilaciones. Zháchev, un mutilado de la revolución, brutal y chantajista. El medrador Kozlov. El fanático Safrónov. El pobre y noble corazón del silencioso Yeliséi. El técnico Prushevski, enamorado de la imagen que no recuerda de una muchacha a la que vio cuando era niño, tentado por el suicidio. Y, entre muchos más, Nastia, la pequeña huérfana que recoge Chiklin. Chiklin es tal vez el personaje más recio de todos. Su voluntad de trabajo es titánica, incapaz de proclamar sus sentimientos es un corazón solitario que se vuelca en la niña huérfana que adopta. Pero la misma ternura inefable que siente por la niña se convierte en un puño mortífero para todo aquel que le estorba, sin escrúpulos. Su asco se muestra cuando encuentra a un pope renegado, que quiere salvar la vida blasfemando de Dios:

-¿Y por qué el pueblo no se bautiza aquí, canalla? -le pregunta el comunista Chiklin al pope camuflado bajo un peinado foxtrot.

Ante la respuesta del pope, Chiklin le propina un puñetazo que lo derriba. Así es con todos. Duro e implacable.

La niña Nastia no es tampoco un convencional ejemplar de la infancia. Su odio contra los kulakianos, estalla en boca de esta niña que de angelito no tiene nada:

-¡Vete a matarlos! -le dice Nastia a Safrónov.
 
-No está permitido, hijita: dos individuos no hacen una clase...
 
-Eran uno y uno. -vuelve a la carga la niña.
 
-Pero en total eran pocos -se lamentó Safrónov-. ¡Y de acuerdo con los planteamientos del pleno tenemos la obligación de liquidar a la clase entera, no menos, para que el proletariado y la capa de jornaleros se queden huérfanos de sus enemigos!


Los personajes de "La excavación" viven frustrados por falta de amor. Son seres en busca de amor, pero sólo encuentran como simulacro del mismo los grandes sueños que el altavoz radiofónico les marca: producción, acatamiento de los planteamientos soviéticos, expropiación de los campesinos, exterminio de los campesinos... Se adhieren a estas consignas políticas, pero en el fuero interior sufren por saberse profundamente insatisfechos, vacíos. Sin embargo, la confianza en el comunismo reviste tonos de fe religiosa sin Dios. Zháchev pregunta al ingeniero Prushevski:
 

-¡Prushevski! ¿Podrán o no los avances de la elevada ciencia hacer resucitar a los hombres que ya estén podridos?
 
-No -dijo Prushevski.
 
-Mientes -le reprochó Záchev sin abrir los ojos-. El marxismo lo puede todo. ¿Por qué entonces yace muerto Lenin en Moscú? Está esperando a la ciencia, quiere resucitar. Hasta a Lenin le encontraría yo trabajo -informó Záchev-. ¡Le señalaría a los que deberían cobrar aún más! ¡No sé por qué, pero huelo en seguida a los cabrones!
 

En ese tono -¿sátira?, ¿surrealismo?- se desenvuelve esta novela. Platónov nunca se propuso escribir una anti-utopía, pero solo tenía que relatar lo que había presenciado -el exterminio de los kulakianos, p. ej.- para construir una de las distopías más grandiosas de todas cuantas se han escrito.
 

INVITACIÓN A PLATÓNOV
 

Merece la pena, claro que lo merece, leer a este gran poeta soviético. Resulta curioso que, hasta en un infierno, el ser humano tenga las capacidades de crear tanta belleza como la que palpita en la obra de Platónov. Platónov, un desengañado de la utopía. Otro más. Pero, en su trágica adhesión al marxismo soviético, un hombre que todavía conserva las indómitas fuerzas elementales de su pueblo noble y sufrido. Tantas fuerzas como para oponerse al totalitarismo stalinista, creando una obra literaria inmortal con grave riesgo de su vida. Como todos los escritores que sufrieron el totalitarismo soviético (cómo olvidar al gran Alexander Solzhenitsyn), incluso siendo convencidos comunistas, Platónov formará parte de la biblioteca de todos aquellos que pretendan resistir al totalitarismo enmascarado de nuestros días como disidentes bien formados.

martes, 19 de mayo de 2015

ENTRE PROGREFACHAS Y NIPSTERS

Imagen de www.welt.de

Por Antonio Moreno Ruiz
Historiador y escritor 



Está claro que ante temas medio espinosos, en estos oscuros tiempos que nos han tocado no es muy inteligente usar argumentos "explícitamente religiosos" frente a un ateo. ¿O acaso un ateo nos va a convencer con argumentos materialistas? En todo caso, se podría empezar por hacer política cristiana para no cristianos; cosa que por lo visto muchos no se enteran. Ahora bien: La fe no es algo "meramente subjetivo" o "sentimental". Eso es un concepto que se ha dado desde protestantes a fideístas; pero no tiene nada que ver con el realismo de la filosofía perenne grecolatina, condensado y recogido en el "Fides et Ratio" de la tradición católica.

Así que pongamos las cosas en su sitio. Porque hay muchos que, ignorando el clasicismo de la rica tradición a la que pertenecen, caen en los engañosos desbarajustes del "libre examen" luterano (1), y esto, en nuestro tiempo, se ha juntado con la versión simplista y narrativa de los anglosajones, los cuales gustan mucho de convertirlo todo en una exposición espectacular y entretenedora. Pero claro, así ni se hace historia, ni filosofía, ni nada de nada; no se crea más que un "igualitarismo" de papagayos que encima se creen sabios. De ahí a ser progre hay un paso, por más que se quieran poner otro disfraz. Y esta es una epidemia medianamente extendida, porque la figura del progrefacha, o del nipster (nazi hipster), está influenciando ya más de la cuenta. Habida cuenta de la calamitosa situación de lo que algunos llaman el “mundillo patriota”, ya pocas cosas nos sorprenden. Pero como creemos que tenemos una labor seria por delante, hemos de denunciar lo que no es de recibo. Quien siendo hispano desconoce su cultura y sus posibilidades, acaba haciéndose europeísta. Hay demasiada ignorancia. Muchos que se creen intelectuales por mencionar frases de autores extranjeros cuyos apellidos apenas aciertan a pronunciar y, sin embargo, desconocen absolutamente todo de la Reconquista, los cronistas medievales, los cronistas de Indias, el Derecho de Gentes, nuestros filósofos, poetas, marinos e inventores; y no digamos filósofos como Donoso Cortés o Balmes, o pensadores políticos de la talla de Gaspar de Jovellanos o Vázquez de Mella; y tantas y tantas aportaciones hispánicas de renombre. El complejo de inferioridad que comenzaron algunos ilustrados, luego recogió a lo bestia el liberalismo y el marxismo alimentó, parece que les ha sido inyectado en cantidades industriales a ciertos marginales que, a la postre, acaban estropeando y quemando a muchos jóvenes potencialmente buenos. Por eso despiertan nuestro interés, porque no dejan de hacer daño; y no nos podemos permitir ese lujo cuando hemos de empezar una nueva Reconquista.

Como manual del progrefacha/nipster/neopagano al uso, podemos citar varias características:

-Animalismo (MASCOTAS Y ANTITAURINOS) – antitaurinismo – ecologismo mal enfocado a fuer de estar llevado por gente citadina que ha visto el campo cuando el colegio los ha llevado de excursión. Copia y pega del ecologismo sandía (verde por fuera, rojo por dentro).

-La Reconquista fue una limpieza étnica y no hay nada que celebrar. En todo caso, si se celebra, es por Europa. Porque España es un concepto más que discutible que no aparece sino hasta el siglo XIX. Hay que relativizarlo, para acto seguido, afirmar una “Europa” unida e incontestable que, por lo visto, existe desde hace millones de años, y debe ir a ser un bloque continental por mor de su irrefutable homogeneidad y pureza racial.

-El Derecho Romano tiene la culpa de muchas cosas por haber establecido el igualitarismo y el individualismo. Menos mal que llegaron los germanos y nos salvaron de eso. Pero eso sí: Al menos Roma es un antecedente de la incontestable unión europea (como si Roma no hubiera pasado por Asia y África también…). Aunque los romanos trataron muy mal a los idílicos iberos y celtas.




Mapa del imperio romano
Imagen de www.taringa.net






-El imperio español es una basura porque se llenó de mestizaje. Primero, porque como dijo un tal Nietzsche, el cristianismo es una moral de esclavos; y segundo, porque por lo menos los superiores germanos no se mezclaron con otras razas (2). Por eso, hay que preocuparse mucho de la leyenda negra alemana de la Segunda Guerra Mundial, pero hay que pasar de la leyenda negra que padece España. Total, si España es un invento de hace tres días qué más dará…

-Como hay que ser neopagano, no hay que fijarse en las religiones de Grecia y Roma. ¿Para qué, pudiendo admirar a los perfectos vikingos?

-Asimismo, los iberos eran indoeuropeísimos. Un mero apéndice de los celtas. O no, de la Cultura de los Campos de Urnas, mejor. Se le queda a uno aires de profesor y todo diciendo eso.

¿Les parece una broma? Pues no lo es. Desde todos estos sectores, adobados encima de “Nueva Derecha” francesa y de un evolianismo que Evola nunca se inventó; asimismo gustan mucho sacar el tema de la Inquisición al estilo de la Leyenda Negra protestante. Curioso resulta que los defensores de un estado totalitario, del racismo determinista, y los que se molestan mucho por la leyenda negra alemana, sin embargo, tengan que acudir a esto... Hablan de la “Inquisición como policía del pensamiento” pero no se acuerdan cuando sus adorados nazis quemaban libros… Sea como fuere, en toda la Monarquía Hispánica (incluida los virreinatos americanos, donde la actuación de la Inquisición fue testimonial casi, y exoneraba a los indios) no se llega ni a 3.000 ejecutados en tres siglos y pico... Y eso contando con cifras "gordas"; con cifras que manejan historiadores muy poco sospechosos de ser hispanófilos como Henry Kamen. Qué decir de Jean Dumont... Pero claro, este sí era hispanófilo... Pero bueno, es para nada mencionar historiadores serios: Está claro que para esta marginalidad andante, la seriedad no sirve, sino que estorba.

Así las cosas, ¿ven alguna diferencia sustancial ante liberales y rojos? Cuanto menos, difícil parece.

Y esto está contaminando, reiteramos, a muchas posibles promesas que pronto acabarán quemadas por culpa de no tener un referente político-cultural claro. Por ello, desde esta revista, exhortamos a los jóvenes con inquietudes patriotas a que conozcan nuestro magnífico legado, que se nutran de nuestra tierra con entusiasmo; porque sin amor por lo propio, tampoco se podrá apreciar lo bueno que haya en el extranjero. No se dejen engatusar por discursos que parecen “rompedores” y en verdad están llenos de viejos errores. Esto de intentar nacionalizar los discursos progres y la modita hipster es la enésima estupidez de un camino a ninguna parte.




Imagen de www.doovi.com




(1) Como bien refiere el historiador Javier Paredes, "¡exterminadlos como a perros!" dijo Lutero cuando los campesinos se rebelaron contra los príncipes; un rasgo muy de su personalidad que tirios y troyanos suelen omitir.



(2) Véase: SOBRE LA COLONIZACIÓN ANGLOSAJONA

lunes, 18 de mayo de 2015

LA MASONERÍA INFILTRADA EN LA CASA REAL ESPAÑOLA

D. Francisco de Paula de Borbón y Borbón-Parma, pintado por Vicente López





EL HERMANO "DRACÓN"
 
Manuel Fernández Espinosa
 
 
Es uno de los miembros de la Familia Real que pasan más desapercibidos, pero en él se halla la clave de muchos acontecimientos históricos de nuestro aciago siglo XIX. Nos referimos a Francisco de Paula de Borbón y Borbón-Parma (1794-1865), el benjamín del desgraciado Carlos IV y María Luisa de Parma.

D. Francisco de Paula fue hermano de Fernando VII. Carlos María Isidro de Borbón también era su hermano. Al decir de las malas lenguas de la época y, siendo el hijo menor de Carlos IV, desde su nacimiento cayó sobre él la sombra de la bastardía, pues no eran pocos los que le encontraban un sospechoso parecido fisiognómico con el favorito de María Luisa, el apuesto y traidor Manuel Godoy. Pero, dejando al margen los cotilleos y la chismografía, ateniéndonos a la historia, digamos, pues pocos lo saben, que D. Francisco de Paula se inició en la masonería allá por el año de 1820, adoptando el nombre simbólico de "Dracón". Todo parece indicar que fue su esposa, la intrigante Luisa Carlota de Borbón-Dos Sicilias, la que lo empujó a ingresar a la masonería. El historiador, masón él, Morayta así nos lo confirma:


"Doña Carlota, nacida en Nápoles, donde la Reina Carolina enseñó a las mujeres a huir de todo género de fanatismos, mostróse siempre inclinada a los liberales. Su esposo, el Infante don Francisco, había sido iniciado en la Masonería, que llegó a depositar en él el gran mallete, símbolo de la Gran Maestría".

(Historia de España, tomo VI, pág. 1.052.)

D. Francisco de Paula fue, por lo tanto, el cuarto Gran Maestre de la Masonería española, pues "el gran mallete" es el "martillo" simbólico de Gran Maestre. El primero de los Grandes Maestres del Gran Oriente Nacional de España fue el afrancesado Miguel José de Asanza, el segundo Agustín de Argüelles, el tercero Rafael del Riego... Y el cuarto, para mayor escándalo, era un miembro de la Familia Real. Podemos suponer que fue elegido Gran Maestre tras la muerte de Riego en 1823, distinguiéndolo los masones con este "honor" para de esta manera lograr un paraguas bajo el que pasar el chaparrón persecutorio que arreciaría tras el Trienio Negro Liberal.

Y así es como se da la extraña circunstancia, ridícula y surrealista, de dictar Fernando VII furibundos bandos en todas las ciudades, villas y lugares de España, exigiendo la denuncia de masones, carbonarios y comuneros locales, mientras que el mismo rey sentaba a su mesa al mismísimo Gran Maestre de esos masones que eran detenidos y, en no pocos casos, ejecutados. Hasta estos grados de abyección pudo llegar el fatídico reinado de ese tirano miserable al que el ingenuo pueblo llamaba "El Deseado" y al que mejor le convendría el título de "Indeseable".

Como no era fácil para Francisco de Paula frecuentar las "tenidas" (las reuniones masónicas) sin exponerse a caer en las manos de la policía de su hermano, Francisco de Paula de Borbón (a) Dracón viene a nombrar un "fedeicomisario masónico" que sea su "vicario" en las reuniones. Y lo hace en la persona de Matheu, banquero destacado de la época. Francisco de Paula de Borbón cesó en su Gran Maestría el año 1847. Cabe entender que su exaltación a la Gran Maestría, como hemos dicho más arriba, no fuese otra cosa que una estrategia planeada por la masonería extranjera que sabía que, teniéndolo consigo, hasta en el peor de los casos podría sobrevivir a la persecución absolutista de Fernando VII y a otros contratiempos de la vertiginosa política, cuya constante era la incertidumbre, del siglo XIX español.
 
La privilegiada posición del h.'. (hermano) Dracón, tan peligrosamente cerca del Trono de España, granjeó a la masonería enormes beneficios políticos. Pese a ostentar el grandilocuente título de Gran Maestre, el h.'. Dracón era la burla y chacota de sus compañeros masones, y podemos decir, por lo tanto, que Dracón, más que ejercer como Gran Maestre, fue el gran y dócil siervo de la masonería, intrigando en palacio para que Fernando VII apartara del Trono la candidatura legítima, la de Carlos María Isidro que, para los masones, sí que suponía una auténtica amenaza por el firme catolicismo y el patriotismo sin mancilla de Carlos María Isidro. Dracón y su esposa prestaron a la masonería grandes servicios, más allá de la "pacífica" intriga palaciega: más que director de la masonería, este personaje fue un dócil protector de la misma.

Sabiendo estas cosas, la Historia de España tendría que volver a escribirse de nuevo.