RAIGAMBRE

Revista Cultural Hispánica

martes, 29 de julio de 2014

PENTEO O LOS FRACASOS DEL CONSERVADOR

Eurípides


UN ALEGATO POR LAS HUMANIDADES CON UNA LECTURA DE
"LAS BACANTES"
DE EURÍPIDES

Manuel Fernández Espinosa


Pese a desacuerdos puntuales entre los dos partidos, los sucesivos gobiernos que se han venido alternando en España se han caracterizado por una sistemática hostilidad a las Humanidades, a lo que Dilthey llamaba Geisteswissenschaften (Ciencias del Espíritu). Las Filologías (se entiende que las clásicas y, entre ellas, incluyo las Semíticas) y la Filosofía han sido las más castigadas (a la Historia la dejan estar mientras la manipulen a su gusto). Algo hay en las Ciencias del Espíritu que los solivianta.
 
Se empezó desprestigiando a las "Letras" (el listo para Ciencias Exactas o Naturales... y el tonto para Letras), se siguió trasladando a la opinión general que quien se arriesgaba a estudiar "Letras" era carne del desempleo (y hasta han logrado hacer esto realidad en muchos casos lacerantes). Salta a la vista la intencionalidad que subyace a esta política: implantar el dominio casi absoluto del mundo técnico. Se quiere imponer la visión -casi está vigente- de que las "Letras" no sirven para nada, no valen nada. Y esto lo han hecho de una manera u otra lo mismo gobiernos socialdemócratas que los que se reputan de "derecha".
 
Es lógico que el estudio de las Humanidades los ponga tan nerviosos a todos; las Humanidades introducen el factor de la crítica y la libertad y los enemigos de la libertad, los que nos quieren tan dóciles como lo son sus secuaces, no quieren críticas mientras llevan en su boquilla la libertad como la puta que habla de castidad. La experiencia muestra que quien entra en contacto con los sublimes modelos clásicos (en Filosofía, en Literatura, en Arte, en Música...) cultiva su gusto y adquiere una visión que le permite distinguir mejor lo que vale de lo que no vale... Y cuando mira lo que hay alrededor sabe evaluar con mayor o menor aproximación la mentira en la que nos han instalado.  Sin embargo, esta conspiración contra las Humanidades no es ni siquiera cosa de los partidos políticos indígenas, sino que desde 1969 las reformas educativas llevadas a cabo en España han estado sometidas a la convergencia con los esquemas de la ONU, el embrión del Nuevo Orden Mundial al que esos partidos sirven como lacayos *.  Con eso, está dicho casi todo. Permítaseme la tal vez larga introducción, para pasar al tema que me proponía abordar.
 
Uno puede tomar cualquier obra clásica, leerla y descubrir la razón por la cual se afanan en hurtarnos el contacto con los clásicos: su mensaje es perenne, más allá del exotismo (vicio tan romántico y tan estéril) que puede aportar su antigüedad. Tomemos por caso "Las bacantes", obra del gran trágico griego Eurípides (480 - 406 a. C.).
 
Nietzsche y otros acusaban a Eurípides de haber socavado el espíritu de la tragedia griega. Es cierto que, como Werner Jaeger señalaba, la sofística, el aburguesamiento y la filosofía ejercen en la labor poética de Eurípides un impacto que no se percibe en Esquilo o Sófocles. Es así que la tragedia en Eurípides pierde un tanto su sentido religioso originario y la "razón" -el "logos"- trata de dilucidar lo inevitable, el "destino" que está en los mitos. Por eso Nietzsche -partidario del retorno a la visión trágica de la vida- no le perdonaba a Eurípides ese desacato racionalista.
 
Sin embargo, esto que no deja de ser hasta cierto punto verdad para casi todas las tragedias de Eurípides, no puede aplicarse a "Las bacantes". "Las bacantes" (o "Las Báquides") es obra euripidea de plenitud: se escribió el año 409 y no sería representada hasta, después de la muerte de Eurípides, el año 405 antes de Cristo. Podríamos decir que en "Las bacantes", su autor lega a la posteridad el fruto concentrado de la sabiduría que da toda una vida. Por esta razón "Las bacantes" de Eurípides han sido objeto de la atención y la consideración no sólo de los helenistas profesionales, sino de filósofos de la religión como Eliade y de sociólogos y de psicólogos... Sus interpretaciones pueden ser muchas y no voy a detenerme a exponerlas: podríamos dedicarnos a explicar el culto dionisiaco, su costosa introducción en el mundo griego que consideraba extranjera e indecorosa a esta religión, etcétera.
 
Lo que voy a poner de relieve, entre las múltiples cuestiones que suscita la lectura de "Las bacantes", es la tensión que se establece entre la torpe actitud conservadora (que a la postre causa su perdición) de Penteo, rey de Tebas,  y el desafío que supone la invasión del dios Dioniso con su séquito de bacantes. Dioniso ha ido a Tebas a vengarse de su propia familia (las hermanas de su madre y su primo) que han puesto en cuestión los amores de su madre Sémele con Zeus. Para ello ha arribado a Tebas y ha enloquecido a las mujeres tebanas que, dejando sus telares y la crianza de sus hijos, se han ido al monte en un estado de entusiasmo orgiástico (entre ellas se cuenta la madre del mismo rey tebano). Penteo quiere restituir el orden, trastornado por la llegada de Dioniso, y para eso emplea la fuerza: manda prender a todas las díscolas mujeres y al mismo Dioniso (que se oculta bajo identidad falsa) lo manda encadenar: a las mujeres no las puede apresar, Dioniso se deja apresar para acometer su obra de destrucción. Penteo no reconoce la divinidad de Dioniso y es un teómaco -un hostil enemigo del dios; Dioniso, irónico y cruel, comparecerá ante su presencia y al final terminará sugestionando tanto a su antagonista que le acarreará la muerte más horrible.
 
Penteo no admite la divinidad de Dioniso y rechaza -como culto extranjero e indecente- lo que se le alcanza a saber que está ocurriendo con las mujeres de su ciudad. Como máxima autoridad asume la tarea de reprimir a quienes hayan introducido el culto dionisiaco y devolver las cosas a sus quicios. Sin embargo, todas sus medidas serán inútiles: está luchando contra una divinidad que hace gala de poderes sobrehumanos. Ahora, olvidémonos por un momento de los personajes en su caracterización trágica y pensemos que esta dialéctica entre el conservador y el innovador es algo que se ha ido desarrollando a lo largo de la historia, que se está desarrollando aquí y ahora. El conservador, apegado a unas convenciones sociales, políticas, culturales y religiosas, reacciona siempre como Penteo, montando el grito en el cielo, frente a las novedades que se introducen en su mundo y amenazan con ponerlo patas arriba. El progresista de nuestros días sonreíra y pensará que, en definitiva, la suerte de todo conservador será tan trágica como la de Penteo y que su causa -la de las innovaciones- triunfará. Toda novedad, por el hecho de serla, la entiende el progresista como progreso: cabe considerar al progresismo actual como trasunto del Dioniso euripideo, pues el progreso ha sido divinizado por el progresismo. De "Las bacantes" podemos colegir que la actitud conservadora (Penteo) está condenada al fracaso: el conservadurismo no tiene futuro. ¿Será forzoso, pues, montarse en el carro de las bacantes (lo que equivaldría en nuestros días al carro del progresismo)?
 
El conservador es incapaz de reaccionar adecuadamente a los retos que le plantea la novedad. Su apego a lo que quiere conservar termina perdiéndole. Quiere defender un orden comprometido por el que trae lo distinto, lo inquietante, tal vez lo abierta y aberrantemente subversivo, pero el conservador es mal abogado para su buena causa. ¿Por qué será así? ¿Tendremos todos los defensores de la tradición y el orden el fatal destino de perder siempre? Si actuamos como Penteo, demos por supuesto que no podremos mantener lo que queremos conservar. ¿Es esto un sino inexorable? ¿Una lucha abocada al fracaso?
 
Cuando Penteo manda apresar a Dioniso, éste le revela por qué sucumbirá su obstinada reacción contra la novedad:
 
"No conoces el momento que vives, no sabes lo que estás haciendo ni sabes quién eres" *.
 
Los conservadores que no saben el momento en que viven están condenados a fracasar. Los conservadores que no saben lo que hacen están labrando su perdición. Los conservadores que no saben quiénes son dejarán de ser... Tal vez, muy posiblemente, descuartizados por las bacantes.
 
El estudio de los clásicos es un imperativo para saber quiénes somos.
 
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*Recomiendo para este asunto el excelente artículo de D. Antonio Ramón Peña Izquierdo, publicados en Asociación Cruz de San Andrés, bajo el título, aquí enlazado: Los objetivos y contenidos de la legislación educativa en España desde 1969, coinciden con los intereses del Nuevo Orden Mundial, impuestos desde la ONU

* Son muchas las traducciones que cualquiera puede encontrar de "Las Bacantes" de Eurípides. La versión de la que he tomado el verso es la de Francisco Rodríguez Adrados, "Andrómaca. Heracles Loco. Las Bacantes" de Eurípides, en Alianza Editorial, Madrid, 1990.
 
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domingo, 27 de julio de 2014

LA BURBUJA DE LA PLAYA. ARTÍCULO DE OPINIÓN

"¿Qué pasará en España cuando estalle la burbuja del turismo?


Artículo de opinión publicado por el diario digital "El Contemporáneo

LA BURBUJA DE LA PLAYA
Luis Gómez

Todos los días, nada más levantarnos y al encender cualquier radio o TV, escuchamos la bronca y sosa voz del Presidente Rajoy (o en su defecto alguno de sus ministros o portavoces) decir que la crisis ya está acabada, y que lo que está por venir es mucho mejor que lo que hemos pasado. Eso está por ver, que dirían los ciegos.
Otro latiguillo o frase manida ha sido la de que la culpa de nuestros males económicos devenían de la “burbuja inmobiliaria”. Todo lo que pasaba de malo en España, era por culpa de los ladrillos. Los bancos habían dado dinero sin freno para la construcción de viviendas. Se había permitido hipotecarse a la gente sin control y sin previsión alguna, con tal de que pudieran comprar las viviendas. La gente, en esa España del pasado cementero, se hacía rica vendiendo viviendas con plusvalías increíbles. España era una potencia -en apariencia-, gracias a la construcción y al ladrillo. Cuando todo ese entramado nacional e internacional se vino abajo, ¡catapum! Se acabó el soñar despiertos. Aparecieron los verdaderos males congénitos de una sociedad, la española, que no está preparada para nada que no sea la picaresca, la especulación fácil y la sopa boba. Y es que es cierto. En el pasado fuimos conquistadores y forjadores de un imperio, pero en lo que es la economía y las cuentas, como que hemos suspendido varias veces en lo que va de milenio. Y me temo que volveremos a suspender.
En vez de aprovechar el tirón económico para fomentar y amarrar otros sectores productivos, nos pusimos como locos a construir y construir sin freno ni miramiento. Así nos ha ido.
Ahora, la salvación productiva de España es el turismo. Cada día, esas mismas voces roncas y sosas de los gobernantes y ministriles de nuestra triste nación, dicen en los medios que el turismo crece sin parar y que eso es bueno. El forastero se deja sus buenos billetes en los restaurantes, en las tiendas en las gasolineras etc. Eso es bueno.
Alrededor del turismo hay una inmensa industria que vive y necesita ese flujo constante de viajeros. Se fomentan los hoteles, las agencias de viajes, el turismo de sol y playa el turismo de interior, el cultural, el de lujo, el de convenciones y el de conciertos y eventos musicales. Todo está reventado y publicitado. La cosa marcha.
Para más gloria del turismo nacional, los países del norte del Mediterráneo están inmersos en guerras intestinas. Venga guerra en Siria, en Israel, en Libia y en donde se tercie. Ahora sí que sí. Todo para nosotros, que venga todo el mundo a nuestras costas, que no hay más Sol en el mundo que el que se ofrecen en las playas de España.
Pero, ¿qué pasará cuando se reviente la burbuja del turismo? Pues a poco que se piense, esto no pude ir mucho más allá. Dentro de poco los flujos turísticos cambiarán y se formarán nuevos destinos donde el adinerado querrá gastar su dinero…, y ya no será necesario venir a la masificada costa española. ¿Se ha calculado ya el coste en cierre de hoteles rurales, hoteles y restaurantes si bajase el turismo sólo unas décimas? ¿Y si lo hacemos descender aún un poco más? ¿Cuánto costaría eso en empleos y en pérdida de capital para España? Una barbaridad. Si en vez de 60 millones de turistas tuviésemos 50, serían diez millones menos de gente gastando, y por lo tanto menos camareros, menos personal para los hoteles y menos gente en los chiringuitos. A tomar por saco las estadísticas del empleo en la época estival. Además del paro, estarían las suculentas inversiones en mejoras y equipamientos que muchas personas, movidas por esos cantos de sirena de que el turismo es lo que mueve la economía, hacen al compara apartamentos para alquilar a turistas, endeudarse para arreglar el cortijo del abuelo y ponerlo como casa rural, etc.
Pero lo más triste de todo esto es que, no se está haciendo nada por invertir en otros sectores productivos. En España se ha desmantelado la minería, la siderometalúrgica, el sector textil, la pesca está tocada, el ladrillo por los suelos, en fin que sólo nos queda la industria multinacional de la automoción, que está en manos extranjeras y los almacenes chinos y el día que esos dos sectores digan de irse de nuestro país no te quiero no contar.
Bueno, una cosas que si va viento en popa es  el funcionariado…, sector de la población que no para de crecer y que es el refugio soñado de todo españolito que se precie. Así nos va.

Me río yo de la burbuja del ladrillo. Cuando reviente la “burbuja de la playa” si que  va a ser de aúpa…

viernes, 25 de julio de 2014

SANTIAGO, CENTINELA DE NUESTRA FE

Santiago el Grande, Salvador Dalí (1957)

BREVE MEDITACIÓN DE GALICIA, TRIBUTO A SEÑOR SANTIAGO Y HOMENAJE A GALICIA
 
 
Por Manuel Fernández Espinosa
 
 
Hace cien años que el gran poeta don Manuel Machado vivió en Santiago de Compostela: era el año 1913 y residió en la ciudad jacobea para atender la plaza de bibliotecario de la Universidad compostelana que había ganado en oposiciones. Allí escribió uno de sus poemas que, entre otras cosas, decía:
 
¡Oh, Quintana de Muertos! ¡Oh, Palacio
de Gelmírez! ¡Oh, piedra suntuaria,
lujosa piedra, piedra igual y varia,
matizada de gris hasta el topacio!
¡Oh, gárgola, mingente en el espacio,
con la ruda impudicia milenaria!
¡Oh, musgo! ¡Oh, jaramago! ¡Oh, parietaria
-hiedra en la piedra-, bajo el sol reacio!
¡Oh, Pórtico divino de la Gloria!
¡Oh, peregrinaciones! ¡Oh, estela
de lacras y dolores! ¡Oh, memoria
del Apóstol San Iago!... ¡Oh, centinela
de la fe yerta y olvidada historia!
¡Oh, saudades! ¡Oh, muerte! ¡Oh, Compostela!
 
Salta a la vista que estos versos de Manuel Machado están enjambrados de signos de exclamación: son exclamaciones entre la admiración por el relicario compostelano -simbiosis de historia (piedra labrada de los vetustos edificios) y naturaleza (vegetación silvestre)- y la nostalgia. Y entre admiración y saudade cabalga Machado a horcajadas; la saudade: esa indefinida nostalgia portuguesa que es tan atlántica. San Iago Apóstol es saludado como "centinela de la fe yerta", también de la "olvidada historia". Para el poeta hispalense la fe está yerta, no sabemos si por el frío que procura el "sol reacio" o por haberse olvidado, como se ha olvidado la historia. El encadenamiento de imágenes parece que nos desliza la idea de una Compostela que se nos aparece más que como campo de estrellas, como camposanto (de difuntos). Es una percepción personal del poeta que a buen seguro que se le suscitara por estar obligado por razones laborales a vivir en una ciudad que le apartaba de su mundo familiar: al poco de ocupar su plaza en Compostela logró Manuel Machado permutarla por la de la Biblioteca Nacional de Madrid. Con mucha probabilidad, con los años y desde la lejanía, podemos suponer que Machado recrearía sus recuerdos compostelanos a otra luz menos lúgubre, sin esa morriña que le impedía ver de otra manera Compostela. Sin embargo, del poema retengo el título que el poeta da a Santiago, el de "centinela de la fe yerta".  
 
La percepción de Santiago de Compostela, como la de Galicia toda, se ha derramado en una amplia literatura y aunque solares y solariegos andaluces (como Machado o García Lorca) hayan escrito sobre Galicia, no han faltado poetas gallegos que, bien en su hermosa lengua vernácula o bien en castellano, hayan cantado los encantamientos de esa tierra mágica. Por las vertientes literarias suele afluir imágenes, metáforas que repetidas de uno en otro, sin haber hecho la experiencia vivida, fácilmente se cristalizan en tópicos, en lugares comunes que impiden una percepción más ecuánime de las tierras y de los pueblos. Por eso, yo asocio Galicia con el sol, más que con el frío, con la pertinaz lluvia y, ya sabe el lector, los manidos clichés: y la asocio con el sol por haberme quemado el sol las pantorrillas que llevaba al aire en mi peregrinación. Y asocio Galicia con la hospitalidad gallega, con sus gentes sabias y sencillas que quisieran hablarte en castellano, pero les es imposible desprenderse de su afectuoso acento tan característico y que, por esa insolente soberbia urbana, muchos han convertido en equivalente de la catetez... ¡Y no! La catetez no está en ser como uno mismo es: como son los baserritarras vascos, los payeses catalanes, los pueblerinos andaluces o los aldeanos gallegos... No: la catetez está en creerse mejor por haber dejado el campo por la ciudad, apuntándose a la última inmunda moda extranjera. Eso es catetez, querer ser otro: catetez y suicidio identitario. Pues ser como han sido los antepasados de cada cual es fidelidad al terruño.
 
La voz gallega ha sido acallada por siglos de marginación, pero sus poetas han insistido y ahí están las monumentales obras de Rosalía, Valle-Inclán, Cunqueiro, Torrente Ballester, Rafael Dieste. Galicia se ha abierto al mundo, se ha derramado por todos los continentes dándoles contenido y constituyendo, a lo largo de su historia de emigración, la mejor embajadora de España (mucho mejor embajador que los señores diplomáticos, ¡dónde va a parar!). Hasta tal punto que, fuera de la península, en el mundo hispánico (lo mismo en Canarias que en América) solo el gentilicio "gallego" (y el legendario "godo") ha sido sinónimo pleno de peninsular: "godos" nos llaman en las Islas Canarias los que se creen guanches (cuando ellos son tan descendientes de godos como Suintila) y "gallegos" nos llaman en las Américas, sin importar mucho si te nacieron en Lugo o te parieron en Alicante.

 
Con tanta y tanta razón el escritor gallego Rafael Dieste (1899-1981) pudo escribir:
 
"Visto desde Galicia el Mundo es eucaristía, es decir, sin partes. Y así no ha de extrañar que para quien ha visto allí la luz del mundo, Galicia misma tenga confines indeterminados, se dilate sin término en el espacio y en el tiempo y, en resumidas cuentas, sea ella misma el Mundo.

Si los gallegos vamos en general tan confiados a través de ciudades imprevistas, de inusitados llanos o montañas no es por eso que dicen -demasiado simple- de que sabemos adaptarnos (salvo que el adaptarse consista en recatar ardientes lágrimas), sino más bien porque al salir mundo adelante hemos salido Galicia adelante, buscando lo que prometen nuestros horizones, confiados en ellos, porque allí el cielo promete con certeza".
 
La fe yerta no está, como creyó Manuel Machado, en Compostela: está en todas partes así de tiesa. Para ver con lucidez es menester apartar los tópicos y mirar de frente. Hay que conocer Galicia para hablar de ella. Y hay que conocer a los gallegos, para hablar de ellos. Y entonces todo lo que se hable de ellos será para alabarlos y todo lo que de esa bendita tierra se diga será para reconocerla como tierra eucarística. La fe yerta que tirita de frío está por doquier, pero es en Santiago de Compostela donde está el Centinela de la Fe, a cuyo aliento despertará de su letargo nuestra hispanidad.

jueves, 24 de julio de 2014

MI ESPADA POR SANTIAGO



 
 
En vísperas de Señor Santiago, Apóstol y Patrón de las Españas, éste artículo de Manuel Fernández Espinosa, aparecido hace algunos años y siempre vigente.
El autor piensa realizar en estos días próximos algunas addendas, exclusivas para RAIGAMBRE, para que lo complementen. En próximos días, aquí. 
 
Mi espada por Santiago
 
 

por Manuel Fernández Espinosa
 
 
 

Ante los rumores de las medidas, luego desmentidos vista la presión popular, que ha adoptado el Cabildo Catedralicio compostelano de hacer desaparecer la imagen de Santiago Matamoros de la vista de los fieles, alegando susceptibilidades propias del discurso "políticamente correcto", queremos con este aproche hacer un somero repaso histórico sobre la beligerante advocación del Patrono de las Españas y, señalando las hostilidades que ha desatado a lo largo de su historia. Sabiendo quiénes son sus enemigos, es de suponer quiénes son los que más se congratulan de su desaparición.

 
¿Quién es Santiago Matamoros? A pesar del apellido, tan políticamente incorrecto, se trata del mismo Apóstol Santiago bajo la faz y hechuras guerreadoras. Él es Santiago el Mayor, el de los Evangelios, hijo de Zebedeo y Salomé y hermano del joven Juan, el apóstol amado del Señor. Jesucristo llamó a ambos hermanos los "Boanerges" -los Hijos del Trueno-, por el celo que mostraron por la honra del Señor cuando pidieron que cayera fuego del cielo sobre una aldea que había impedido el paso a Jesús y a sus acompañantes. La madre de ambos siempre estaba alrededor de Cristo, pidiéndole que reservara a sus hijos elevados puestos de gloria en el Reino que estaba por venir. Jesucristo les preguntó si serían capaces de beber el cáliz y ellos contestaron: "possumus!" -¡podemos!.

La tradición sitúa a Santiago en la antigua Hispania, propagando el Evangelio. A las orillas del Ebro, en Cesaraugusta -Zaragoza-, se le apareció la Virgen María (que todavía vivía en este mundo sin haber sido asunta al cielo). Nuestra Señora le previno de los peligros que se cernían sobre el grupo de cristianos que él formaba, animándolo a seguir con su labor apostólica. Santiago siguió predicando hasta que decidió regresar a Jerusalén, donde fue martirizado. Según la venerable leyenda su cadáver fue trasladado por sus discípulos y depositado en Compostela -el campo de la estrella-, donde Europa lo continua venerando.

Ejecutoria del Celestial Caballero Santiago Matamoros.

La tradición del Matamoros se remonta al reinado de Ramiro I (muerto en 850) que sucedió en el trono de Asturias y León a su tío Alfonso el Casto (muerto en 842). Al fallecer su tío, los moros reclamaron el tributo de las cien doncellas (cincuenta hidalgas y cincuenta plebeyas) que tenían impuesto a los cristianos. Ramiro I que estaba en Bardulia (antiguo nombre de Castilla la Vieja) no quiso entregarles las cien doncellas y se encontró frente a frente con la morisma en Clavijo donde en la víspera de la batalla, según la tradición, se le aparece en sueños el Apóstol Santiago. Santiago le comunica que ha sido designado por Dios como Patrón de las Españas. Santiago anima a Ramiro al combate y le pide que lo invoque. Los cristianos dan batalla al grito de "¡Dios ayuda a Santiago!", y los moros son vencidos. Aquella gloriosa jornada de las armas cristianas será la fundación de la Orden de Santiago.

En la batalla de Hacinas entre el Conde Fernán González (muerto en 970) y el caudillo moro Almanzor aparece otra vez Santiago, que le dice al conde de Castilla: "¡Ferrando de Castiella, hoy te crece gran bando!". Las huestes de Fernán González vencen a los moros al grito de "¡Santiago y cierra!" (es la primera vez que se registra el que luego será grito famoso entre los cristianos peninsulares cuando entran en batalla; este grito de guerra viene a significar: Santiago y choquemos contra ellos).

Entre la leyenda y la historia, muchas serán las apariciones de Santiago en la historia bélica de España.

Los antiguos enemigos de su patronazgo guerrero.

Pero pronto se alzarán voces contra su patronato. El pionero será un peregrino helénico, de nombre Ostiano. El suceso será en vísperas de la conquista de Coimbra por el rey de Castilla Fernando I el Grande (muerto en 1065). Ostiano que había culminado su peregrinación a Santiago, escuchó de unos peregrinos comentar esta particular faceta del Apóstol a caballo y blandiendo espada, cosa que parece ser que lo escandalizó. El peregrino recriminó a los otros devotos que pintaran al santo como jinete y espadeador, diciéndoles así: "¡Amigos, no lo llaméis caballero sino pescador!". Por la noche, según cuenta la tradición repetida en las crónicas medievales, se le apareció en sueños el mismo Señor Santiago que calza espuela, vestido con ropas radiantes y portando en su mano unas llaves. El Apóstol, jovial, no sabemos si grave o socarrón, le dijo: "Ostiano, no dudes de mi caballería, que has de saber que soy caballero de mi Señor Jesucristo, ayudador de los cristianos contra los moros, y te digo más: con estas llaves que tengo en la mano, mañana domingo a hora de tercia, abriré las puertas de Coimbra y se la daré al Rey Don Fernando". Dicho esto, el Señor Santiago se montó en un caballo -no podía ser sino blanco, como reza el popular dicho-, de los corceles que pastan en los pradizales del cielo, y se fue al galope. Ostiano, el ecuménico e incrédulo escarmentado, comunicó al día siguiente la celestial aparición a las autoridades eclesiásticas. En la hora de tercia los moros de Coimbra sucumbían después de un prolongado asedio y las huestes de Fernando I el Grande entraban en gloria: en la mezquita, convertida en Catedral, fue armado caballero Rodrigo Díaz de Bibar, quien luego sería el Cid Campeador, junto a centenares de caballeros señalados. En Compostela se desconocía aquella buena nueva hasta que días después (en aquellos tiempos las noticias no llegaban tan pronto) los mensajeros refrendaron la revelación de Ostiano.

Los devotos de Santiago Apóstol no sólo tendrían que sufrir el escepticismo de algunos cristianos que negaban que el antiguo pescador de Palestina hubiera sido armado caballero celestial. En el siglo XVII las catedrales de Toledo, Santiago, Tarragona y Braga competían entre sí para alzarse con el Primado. Fue la sede de Toledo la que descargó un serio golpe sobre su rival, la de Santiago de Compostela, al negar la venida del Apóstol con un dudoso documento que se barajó para tal objeto: "Colección de Concilios".

Siglo XVII: La camarilla del Conde-Duque de Olivares.

Cuando en 1622 es canonizada Santa Teresa de Jesús, los defensores de la santa reformadora del Carmelo pretendieron elevar a la mística al título de patrona de España, relegando a Santiago Apóstol a un papel secundario. Esta iniciativa venía enturbiada por los intereses de los grupos de poder hebreos que como conversos pretendían reivindicar a la santa de Ávila, descendiente a su vez de conversos, como Patrona de España. La camarilla del Conde-Duque de Olivares, pariente él mismo de la mística abulense y caballero de la Orden de Calatrava diseñó toda la campaña para despojar a Santiago de su patronicio sobre España. Contra las maquinaciones de los conversos y la camarilla del Conde-Duque levantaría su voz hidalga D. Francisco de Quevedo y Villegas, caballero de la Orden de Santiago, que redactaría un opúsculo en que reivindicaba la legitimidad del patronazgo de Santiago por encima de cualquier otro santo patrocinio más moderno.

Los más modernos enemigos de Santiago.

Allá por los 80, el sacerdote P. José María Javierre escribía que ya era hora de: "Convertir al señor Santiago en un ciudadano normal que anda por las calles con su traje bien cortado. Un Santiago dispuesto a trabajar en la oficina y a votar cuando sea necesario". La intención expresa del P. Javierre era apear a Santiago de su caballo, despojándolo de sus atributos guerreros, sin reparar en que su atrevida pretensión dejaría huérfanos a los españoles de uno de los simbólicos más ricos e identitarios de la Historia de España, el legendario Santo que intervenía en las batallas de los reinos cristianos de la Península con sus ángeles gladíferos, un mitologema capaz de movilizar a la Cristiandad hispánica para culminar felizmente la Reconquista.

Creemos que, aunque natural de Huesca, al P. Javierre no le tendrían que ser ajenos los textos de Blas Infante sobre Santiago Matamoros, sobre todo cuando este sacerdote ha coqueteado siempre con el incipiente andalucismo, sobre todo con el que levantaba la cabeza en la Transición.

Durante una visita de Blas Infante a Galicia -corría el año 1929-, y en el marco de un contexto de fraternidad nacionalista galleguista-andalucista, Blas Infante propondrá una sospechosa revisión histórica del mito de Santiago Matamoros. Y algo más que una revisión histórica, nos atrevemos a decir. Así nos lo cuenta el notario de Cantillana:

"Yo pedí a los compañeros de Galicia que, en cuanto España recobrase su libertad [se refiere a la futura II República española en que habían depositado sus esperanzas de emancipación buena parte de los nacionalistas centrífugos de todo el territorio nacional] celebraran una fiesta en la cual, como señal de amor y de reconocimiento de Andalucía, desmontaran a Santiago y le rompiesen la lanza. Así lo llegaron a prometer. ¿Es ya la hora, queridos hermanos de Galicia?" ("Pueblo Andaluz", 20 de junio de 1931).

El nacionalista gallego Castelao recogía jubiloso la invitación de su colega nacionalista, escribiendo: "O '¡Santiago y cierra España!' da cruzada -mais que española europea- contra os mouros, quer decir que Compostela foi a fonte das enerxías e dos ideaes que mantiveron a ofensiva... nós nada tiñamos que reconquistar porque nada perdéramos" ["El "¡Santiago y cierra España!" de la cruzada -más que española, europea- contra los moros, quiere decir que Compostela fue la fuente de las energías y de los ideales que mantuvieron la ofensiva... nosotros nada teníamos que reconquistar porque nada habíamos perdido" -como podemos comprobar, una postura muy solidaria para con el resto de España sojuzgada bajo la cimitarra sarracena. También cabe preguntarnos qué ideal de Andalucía alentaba Blas Infante cuando propuso la "degradación" militar de Santiago Matamoros; para esas fechas podemos decir que el "padre de la patria andaluza" (¿!?) había postergado el sueño de Tartessos y la Bética hispano-romana como referentes para reivindicar un "hecho diferencial" que hiciera de Andalucía una "nación" legitimada a su auto-determinación. Aquellas remotas Arcadias de la Historia de Andalucía habían cedido, para Blas Infante, ante el embrujo de un Al-Andalus cada vez más magnificado e idealizado; el mismo sueño andalusí que le permitió confraternizar, cuando peregrinó a Marruecos, con la jarcas rifeñas que degollaban soldaditos españoles en el norte de África por aquellos mismos años.]

El brasileño Américo Castro, padre del triculturalismo, escribirá en la misma línea que Blas Infante y Castelao: "Los beneficios bélicos de la acción del Apóstol en los campos de batalla engrandecieron a Castilla, no a Galicia. De ahí la impopularidad que goza entre los intelectuales gallegos [¿se refiere sólo a Castelao?] el mito de Santiago Matamoros". (Sobre el nombre y el quién de los españoles, Taurus, 1985, pág. 59).

La interpretación sobre la funcionalidad del mito de Santiago Matamoros también tendrá una versión trasatlántica en la obra soterrada de Blas Infante. Según su pedisecuo glosador Manuel Ruiz Romero: "La actuación de Castilla en el denominado Nuevo Continente no puede comprenderse sino como una extensión de su conducta frente a Al-Ándalus nazarí." En palabras de Blas Infante, todo pueblo conquistado por nuestros antepasados en América contaba con: "...una imagen de un feroz español con una cruz en la mano y una espada en la otra, caballero en un caballo matando hombres".

En la peculiar y distorsionada visión de la historia de España que tenía D. Blas Infante, los cristianos (que para él eran los siniestros "mesetarios", para entendernos: "los malos de la película") habían convertido a Santiago Apóstol en un símbolo peligroso para los intereses musulmanes (nos choca, en serio, que Blas Infante defienda con más tenacidad los presuntos derechos de los musulmanes sobre Andalucía que los propios intereses españoles: ¿era español el Sr. Blas Infante?). Las relaciones de Blas Infante con los galleguistas del grupo de Castelao venían a coincidir como se puso de manifiesto en las visitas que Blas Infante realizara a Galicia. Los nacionalistas galleguistas, como hemos leído más arriba en palabras de Castelao, estaban convencidos de que Castilla había expoliado a Galicia de uno de los "mitos" propios y autóctonos que pudieran haber obrado para su engrandecimiento particularista al margen del destino conjunto de España. Ambas corrientes nacionalistas y centrífugas coinciden en sus rasgos más generales con la interpretación que extraía el pernicioso Américo Castro: "Santiago será convertido en el anti-Mahoma y su santuario en la anti-kaaba" (La realidad histórica de España, Porrúa, México, 1975, pp. 347-348).

El padre escolapio Enrique Iniesta Coullaut-Valera (hemos dicho bien, "padre escolapio", o sea: sacerdote católico, como su amigo el P. José María Javierre), es uno de los compiladores y biógrafos más solventes de Blas Infante. No es de extrañar que ellos dos -Iniesta y Javierre- sepan mejor que nosotros qué es lo que se trama tras las bambalinas cuando algunos sacerdotes católicos piden que se baje a Santiago de su caballo: ¿será para desposeer a España de uno de los símbolos más fecundos de su Historia?

Otras coincidencias curiosas.

Después de esta aproximación, y aunque no hemos ahondado en esta línea de investigación, creemos que también puede resultar curioso para el interesado en las corrientes de pensamiento soterrañas que ambos nacionalismos -el galleguista y el andalucista; tan anti-santiaguistas el uno y el otro como Santiago es anti-Mahoma- tuvieran vasos comunicantes con las logias masónicas y con los grupos vinculados a la Internacional de la Sociedad Teosófica. El ocultismo había arraigado entre las personalidades cultas de la Galicia y la Andalucía de principios del siglo XX.

En Galicia: un amplio abanico de “intelectuales” como Manuel Navarro Murillo, Manuel Otero Acevedo, Víctor Said Armesto, Alfredo Rodríguez de Aldao, Javier Pintos Fonseca forman un tupido entramado espiritista y teosófico muy poco filo-santiaguista como podemos suponer. En el año 1911 en Galicia se funda el grupo teosófico "Marco Aurelio" al que estará ligado el mismo Ramón María del Valle-Inclán.

Es en el mismo año de 1911 en que se funda la logia gallega "Marco Aurelio" cuando viene a constituirse en Andalucía la también logia teosófica llamada "Rama Fraternidad", merced a los oficios del anticuario José Fernández Pintado que se había iniciado con los teósofos catalanes. En enero de 1917 el famoso teósofo Mario Roso de Luna visita Sevilla. En 1918 se fusionan la "Rama Fraternidad" y la "Rama Zanoni" ("Zanoni" es el nombre de una novela ocultista obra del político británico y gran hierofante rosacruciano Sir Eduard Bulwer-Lytton, más conocido por su novela "Los últimos días de Pompeya"). Más tarde en 1919, en la hispalense calle Sierpes, se funda el Centro de Estudios Teosóficos: una serie de conferenciantes amenizarán las sesiones teosóficas: Manuel Brioude Pardo, Jaime Casas Jiménez, Manuel Olmedo Serrano, Guillermo Gómez Gil, Hermenegildo Casas, Rafael Pavón, Federico Blardoni Herrera, Enrique García Cotta, el político Diego Martínez Barrio y el poeta Fernando Villalón Daóiz-Halcón, conde de Miraflores de los Ángeles. Sería interesante que alguien con talento, con tiempo y con recursos tirara de estos hilos que nosotros dejamos aquí. Hemos visto tesis doctorales menos sustanciosas.

La reciente decisión del Cabildo catedralicio sobre el destino de Santiago Matamoros haría las delicias de Castelao, Blas Infante y Américo Castro. Si este trío tan poco sospechoso de amar a España se pudiera felicitar, ya sabemos quienes tenemos que lamentar la torpe medida que recientemente ha adoptado el cabildo catedralicio de Santiago de Compostela: los que salimos perdiendo somos quienes amamos a España, su Tradición y su Historia; los devotos de Santiago Peregrino y Matamoros.
 
Fuente original: REVISTA ARBIL nº 81

miércoles, 23 de julio de 2014

ENGELS Y LOS PEDERASTAS

Imagen de www.biografiasyvidas.com


"Los pederastas empiezan a contar y descubren formar una potencia en el seno del Estado. Solo faltaba una organización, pero según este libro parece que existe ya, en secreto. Y puesto que hay hombres tan importantes en los viejos partidos tanto como en los nuevos, de Rösing a Schweitzer, su victoria es inevitable: De ahora en adelante será: "Paz a los coños, guerra a los agujeros del culo"." 

Carta de F. Engels a K. Marx. Manchester, 22 Junio de 1869.



martes, 22 de julio de 2014

EL CULTO A NUESTRAS TRADICIONES



"[...] Mantened intacta vuestra Fe, y el culto a nuestras Tradiciones, y el Amor a nuestra Bandera. Mi hijo Jaime, o el que en derecho y sabiendo lo que ese derecho significa y exige, me suceda, continuará mi obra. Y aún así, si apuradas todas las amarguras, la Dinastía Legítima que nos ha servido de faro providencial, estuviera llamada a extinguirse, la dinastía de mis admirables carlistas, los españoles por excelencia, no se extinguirá jamás. Vosotros podéis salvar a la Patria, como la salvasteis, con el Rey a la cabeza, de las hordas mahometanas y, huérfanos de Monarca, de las legiones napoleónicas. Antepasados de los voluntarios de Alpens y de Lácar, eran los que vencieron en las Navas y en Bailén. Unos y otros llevaban la misma fe en el alma y el mismo grito de guerra en los labios. [...]"


Del Testamento Político de SMC Carlos VII

lunes, 21 de julio de 2014

LA ESCUELA DE SABIDURÍA DEL CONDE KAYSERLING

Foto de Manolo Fernández.
UNA LECCIÓN DE INFLUENCIA CULTURAL
 
Por Manuel Fernández Espinosa
 
 
 
Dicen los genealogistas que por una abuela suya tenía como antepasado a Gengis Khan y de cierto se sabe que estaba casado con la nieta de Otto von Bismarck. Hermann Alexander Conde Keyserling (1880-1946) fue un filósofo bastante popular para lo que suelen serlo los del gremio; hoy, apenas se le recuerda. Con la revolución bolchevique se vio forzado a emigrar a Alemania, dejando sus haciendas en la báltica Livonia de la que era nativo. La curiosidad filosófica le hizo emprender una serie de viajes, convirtiéndolo en un auténtico hombre de mundo. Su interés por las filosofías y las religiones de Extremo Oriente y el conocimiento que de estas tradiciones obtuvo por sus viajes y estudios, le granjearon el papel de interlocutor europeo con Asia, hasta tal punto que Antonio Machado pudo escribir de él: “ése lleva el Oriente en su maleta de viaje, dispuesto a que salga el sol por donde menos lo pensemos” (“Juan de Mairena”, Antonio Machado).
En 1920 el Conde Keyserling fundó en Darmstadt su “Escuela de Sabiduría” (Schule der Weisheit), patrocinada bajo el mecenazgo del Gran Duque Ernst Ludwig de Hesse. Con la Escuela de Sabiduría se ponía en pie un centro de alta cultura que tendría como dos dimensiones: una pública, como centro de educación independiente de las iglesias y de la Universidad, organizador de conferencias, y otra dimensión menos conocida, de carácter ocultista. No ha de escandalizarnos el dato de su “ocultismo”, pues la Alemania de entreguerras (nos lo cuentan en sus novelas Thomas Mann o Ernst Jünger…) era un favorable terreno para las sociedades secretas y sus presuntas doctrinas de salvación.
En su actividad pública pasaron por la Escuela de Sabiduría los intelectuales más sobresalientes de la Alemania de entreguerras: el filósofo Max Scheler, el padre de la psicología profunda Carl Gustav Jung, el sinólogo Richard Wilhelm o el filósofo Leopold Ziegler, etcétera. También eran invitados a pronunciar sus conferencias o a asistir a ellas científicos y magnates de la industria alemana. La Escuela de Sabiduría daba a la estampa dos publicaciones periódicas que pasaron por ser sus órganos de prensa: “Der Weg zur Vollendung. Mitteilungen der Schule der Weisheit” (“El Camino a la Perfección. Comunicaciones de la Escuela de Sabiduría”) y “Der Leuchter. Weltanschauung und Lebensgestaltung. Jahrbuch der Schule der Weisheit” (“El Candelabro. Cosmovisión y Formación de Vida. Anuario de la Escuela de Sabiduría”). En 1920 también se fundó la “Keyserling-Gesellschaft für freie Philosophie” (la Sociedad Keyserling para la Libre Filosofía) que resurgió en Weisbaden en 1948.
Los intelectuales más comprometidos con el proyecto del Conde Keyserling se obligaban a una estricta observancia de la peculiar filosofía keyserlingiana y quedaban bajo el magisterio del conde o de sus discípulos de confianza. Entre estos destaquemos a Kuno Conde von Hardenberg (1871-1938), orientalista y crítico de arte, estudioso de la francmasonería. Al científico que, como el mismo Conde de Keyserling, era de origen báltico: Karl Julius Richard Happich (1863-1923), uno de los pioneros del control higiénico, bacteriólogo y veterinario, también oncólogo. Kuno von Hardenberg y Karl Happich escribirían, con Hermann von Keyserling, un libro bajo el elocuente título “Das Okkulte” (Lo oculto); no en vano Federico Sciacca afirma que Keyserling “se ha entregado a la magia y al ocultismo en una concepción del genio como vehículo de Dios en la tierra”. También desempeñaría su papel en la Escuela de Sabiduría el psicólogo Georg Groddeck (1866-1934), considerado como uno de los pioneros de la medicina psicosomática.
Pero, ¿cuál era la filosofía de Keyserling? La filosofía de Keyserling es una cristalización más del pesimismo que siguió a la Primera Guerra Mundial, como el relativismo de Simmel, la filosofía de la historia de Oswald Spengler y otras corrientes contemporáneas: se dirimía nada más y nada menos que los fundamentos de la civilización occidental. Keyserling reivindica el “Sentido” y realiza una cruda crítica del racionalismo y la civilización técnica en que ha parado occidente. “El occidente es un fanático de la exactitud. En cambio, sobre el sentido lo ignora casi todo. Si lo captase alguna vez, le ayudaría a encontrar su expresión perfecta y establecería una armonía completa entre la esencia de las cosas y los fenómenos” –nos dice el Conde Keyserling en “Diario de viaje de un filósofo” (1919). Para Keyserling resulta que “el sentido” que es -justamente- lo que el occidental ignora, es lo que no ha perdido el oriental. El Sentido solo puede descubrirse por medio de una intuición particular y por la interpretación de los símbolos y los mitos. Contando con ese elemento es como comprendemos que Keyserling dirija sus ojos a Oriente, donde el conde báltico cree hallar la clave que, convenientemente injertada en occidente, pueda proporcionar al hombre el descubrimiento de su personalidad verdadera, falseada por la civilización de la medida y las máquinas. La Escuela de Sabiduría no era un centro convencional de filosofía académica, sino un camino de conocimiento para un fin: la plenitud. El encuentro con el Sentido -para Keyserling- no es solo el encuentro con la realidad que hay, sino más bien la apertura a la realidad que puede haber. La filosofía de Keyserling era otra expresión del irracionalismo romántico alemán y su Escuela de Sabiduría un retorno a los antiguos planteamientos de una filosofía que pretendía ofrecer una doctrina de salvación, como el pitagorismo y la Academia de Platón.
Keyserling gozó en España de mucho predicamento. La intelectualidad y las altas clases sociales españolas de la época lo recibían gustosas, le agasajaban con banquetes y esperaban, entre interesados y escépticos, las prédicas del conde mistagogo. Sin importar las tendencias, que por aquel entonces no se habían radicalizado hasta llegar al enfrentamiento civil, José Ortega y Gasset, Eugenio d’Ors, los Machado, los Baroja, Ernesto Giménez Caballero, Rafael Alberti, Ramiro Ledesma Ramos, Ramón Menéndez Pidal, Américo Castro… Compartieron agradables veladas en España con el sabio báltico. Pero había otras motivaciones en los viajes a España del conde Keyserling, además de su sintonía con el mundo hispánico. Keyserling estuvo tanteando la posibilidad de erigir una sucursal de su Escuela de Sabiduría en las Islas Baleares. Los periódicos de la época se hacían eco de que esa empresa cultural quería establecer un centro de formación de elites castellano-catalanas con la intención de propagar el pangermanismo.
Pero el semanario de Ledesma Ramos “La Conquista del Estado” reaccionaba ante tales pretensiones germánicas, entendiendo como intromisión extranjera en los asuntos hispanos las idas y venidas del conde Keyserling. Es más que probable que “La Conquista del Estado” llevara razón: Keyserling ejercía su influencia sobre España, pero con la idea de ejercerla a su vez sobre Hispanoamérica: eso es de lo que lo acusa el semanario de Ledesma Ramos: “Por un lado, busca la amistad española para dar que pensar a la pobrecita Francia. Y por otro, quiere asegurar el mercado hispano-americano cultivando bien los agentes más autorizados de la metrópoli hispana” ("Keyserling en España o el comercio alemán de ideas", LA CONQUISTA DEL ESTADO, 14 de marzo de 1931).
España era en aquel entonces, como ahora lo es, una tierra donde se decidían en reuniones de sociedad y cultura el peso de las potencias en litigio.
Podemos concluir que la Escuela de Sabiduría de Keyserling pudo ser, a la vez que un centro de filosofía, un laboratorio de ideas de cierto pangermanismo de entreguerras que ensayaba estratagemas para lograr alianzas con grandes bloques geopolíticos, como el que constituye la Hispanidad. El triunfo del nacional-socialismo hitleriano supuso la persecución y extinción de muchas organizaciones semejantes a la de Keyserling (recordemos el acoso al que fue sometido por los nazis también el hierofante Rudolf Steiner y su antroposofía). En España, tras la Guerra Civil, la filosofía de Keyserling declinó y su estrella se apagó... Quedó como un borroso recuerdo de los tiempos anteriores a la matanza en que nos vimos envueltos.
Tal vez la lección que nos depare el caso de Keyserling se pueda resumir en el interés que todas las potencias mundiales han mostrado en ejercer sobre España su influencia cultural, con la intención de ejercerla a su vez sobre los países hermanos de Hispanoamérica: franceses, ingleses, alemanes, rusos se han dividido las simpatías de los españoles. Algunos españoles, como Valle-Inclán, trabajaron para los Aliados durante la Primera Guerra Mundial, otros españoles hicieron profesión de germanofilia y hasta en medio de los tiros en la Guerra Civil se oían vivas a Rusia. De muy diferente modo, los países que han competido por la hegemonía mundial se las han averiguado para hacernos de su cuerda.
 
¿No será ya hora de crear nuestros propios centros culturales con claro propósito de realizar una gran política hispanista? Sí creo que lo va siendo. Y por simple razón de supervivencia. Espero muy pronto abordar la cuestión.
 
BIBLIOGRAFÍA:
 
Varios libros de Hermann Conde de Keyserling.
 
Varios libros de Eugenio d'Ors.
 
Federico Sciacca, "La filosofía, hoy".
 
Emile Bréhier, "Historia de la Filosofía", vol. 2.
 
Antonio Machado, "Juan de Mairena".
 
En la fotogafía: sentados Pío Baroja, Menéndez Pidal, Keyserling; Edith Sironi (mujer de Gecé) y Gecé. De pie; Rafael Alberti, Emilio García Gomez, Sainz Rodriguez, Pedro Salinas, Rivera Pastor, Bergamín, Americo Castro, Antonio Marichalar, Cesar Arconada y Ramiro Ledesma. Del blog: HISPANIARUM

viernes, 18 de julio de 2014

LA ESENCIA DE LA REVOLUCIÓN: EL TERROR




HEGEL FRENTE AL TERROR REVOLUCIONARIO


Por Manuel Fernández Espinosa
 
 
La “Fenomenología del espíritu” (Phänomenologie des Geistes) de Georg Wilhelm Friedrich Hegel se publicó en 1807. Como la mayoría de los libros de Hegel, la “Fenomenología del espíritu” no es precisamente un libro de fácil acceso. Sin embargo, a pesar de su difícil inteligibilidad, es un libro fundamental para la filosofía hegeliana, lo que es decir para la filosofía moderna y contemporánea y quien quiera comprender el despliegue de la historia europea tiene que tomarse la molestia de leerlo o mejor hiciera en no apresurarse en juzgar favorablemente sucesos históricos como la Revolución Francesa de 1789.

Si uno pregunta sobre la Revolución Francesa a cualquier joven medianamente “informado”, éste podrá decirnos que fue un acontecimiento histórico que supuso la “liberación” de los franceses que, mediante la revolución, se deshicieron del “Ancien Régime”: es entonces cuando al imaginario colectivo acuden las imágenes de un pueblo enfurecido, asaltando la Bastilla y tomándose la justicia por su mano: algo que se invita a reeditar en estos tiempos ante los atropellos y abusos de esa “oligarquía” (que, por cierto, tan poca casta tiene). Nadie se ha tomado la molestia de comprender lo que fue, históricamente hablando, la Revolución Francesa; lo que pesa es el “mito” prefabricado y vertido por todos los medios, pues el “mito” (aunque sea mentira) es el que moviliza los resortes primarios de las masas, que son a las que el demagogo quiere ganar y excitar contra los enemigos a derrocar.

 
Si no nos conformamos con el “mito” de la Revolución Francesa, iremos a la historia y trataremos de penetrar en ella. Hegel había sido contemporáneo de estos sucesos históricos; los había vivido en Alemania, pero en su juventud los había celebrado con entusiasmo, con sus compadres de francachelas estudiantiles: Schelling y Hölderlin; es una anécdota muy conocida la del “árbol de la libertad” que alzaron los alegres amigos de Tubinga. Sin embargo, cuando Hegel fue madurando, el entusiasmo por las noticias que llegaban de Francia se ve que se enfría y el filósofo alemán (con el que podemos estar más o menos de acuerdo, pero al que no podemos regatear su portentosa inteligencia) examina con más rigor la Revolución Francesa.
 
 
Cuando Hegel escribe la “Fenomenología del Espíritu” pone el punto final a la obra en la noche del 12 al 13 de octubre. El 14 de octubre de 1806, en la misma ciudad donde el filósofo terminaba su libro, Napoleón Bonaparte vencía al ejército prusiano de Federico Guillermo III de Prusia. Napoleón Bonaparte era la transformación cesarista de esa misma Revolución Francesa de la que hablamos, la encarnación de ese espíritu. Legendarias son las palabras que se le atribuyen a Hegel: “He visto el espíritu del mundo montado a caballo”: el “Weltgeist” (espíritu del mundo).
 
 
La “Fenomenología del espíritu” es, en palabras de Herbert Marcuse, el resultado de las reflexiones de Hegel sobre la Revolución Francesa: “Hegel se dio cuenta de que el resultado de la Revolución francesa –dice Marcuse- no era la realización de la libertad, sino el establecimiento de un nuevo despotismo. Interpretó su curso y sus consecuencias, no como un accidente histórico, sino como un desarrollo necesario. El proceso del individuo culmina necesariamente en el terror y la destrucción en tanto sea llevada a cabo por individuos contra el Estado, y no por el Estado mismo. Sólo el Estado es capaz de proporcionar la emancipación, aunque no puede proporcionar la verdad perfecta ni la libertad perfecta”.
 






G. W. F. Hegel

Podría pensarse que ese “despotismo” al que alude Marcuse se concreta en Napoleón Bonaparte, pero no es así de sencillo. En “La fenomenología del espíritu” hallamos muy interesantes las reflexiones que Hegel dedica al Terror; estas páginas se encuentran bajo el título de “La libertad absoluta y el terror” y comprenden los apartados: "La libertad absoluta", "El terror" y "El despertar de la subjetividad libre".
 
 
Si bien es cierto que algunos de los párrafos de “El terror” no debieran leerse descontextualizados, son de tal rotundidad que no puedo dejar de citarlos. Hegel caracteriza el triunfo de la Revolución con estas palabras:
 
 
La única obra y el único acto de la libertad universal es, por tanto, la muerte […] la muerte más fría y más insulsa, sin otra significación que la de cortar una cabeza de col o la de beber un sorbo de agua”.


Esto es: La muerte es la "única obra y el único acto de la libertad universal".
 
 
¿Pero en qué consiste el gobierno revolucionario (el de la “libertad absoluta”) a juicio de Hegel? Nos lo dirá sin ambages: en suministrar la muerte más insulsa. El reino del Terror es cuando la muerte se transforma en una rutina. El exterminio de los adversarios, de los disidentes, de los sospechosos se realiza con una apabullante cotidianeidad, la misma con la que bebemos agua o cortamos una col; en eso, nos dice Hegel “consiste la sabiduría del gobierno, el entendimiento de la voluntad universal, su realización”: en el genocidio.
 
 
El gobierno revolucionario “excluye de una parte a los demás individuos de su obrar y, de otra parte, se constituye con ello como un gobierno dotado de una voluntad determinada y contrapuesto de este modo a la voluntad universal; no puede, por tanto, presentarse simplemente de otro modo que como una facción. Lo que ocurre es que la facción triunfante se llama gobierno y precisamente en ello, en el ser una facción, radica de modo inmediato la necesidad de su perecer”.
 
 
Ofreciendo tan lúcida comprensión del demoledor mecanismo revolucionario, Hegel ha hecho algo más que pintarnos aquí un particular fenómeno histórico que concierna a la Revolución Francesa; es el fenómeno del Terror (la época del Terror) a lo que se refiere, sí;  pero aquí también ha sido caracterizado el Terror (el Terror como praxis política) que no es algo contingente, sino que es un momento indispensable del proceso revolucionario, que se cumple inexorablemente allí donde ha triunfado o triunfe una facción revolucionaria, deviniendo ésta a “gobierno”, por provisionalmente que lo sea para ejercer la implacable fabricación de la muerte masiva. Así pasó con el Terror Rojo allí donde campó a sus anchas: en Rusia, en España, en China, en Cuba.


Para Hegel estaba más que claro que el Terror no era un episodio accidental, sino una lógica fase del proceso revolucionario. Están sobrando, por lo tanto, los discursos de que aquellos que ensayan apologías de la revolución, alegando que los excesos revolucionarios (genocidio comunista) se debieron a particulares circunstancias con las que no contaba el marxismo, bajo cuyos símbolos se perpetraron las más grandes masacres de la historia. Pero, claro, nunca fue fácil encontrar a un marxista que haya leído a Hegel y mucho menos que lo entendiera.


Ver: REVOLUCIÓN FRANCESA=GENOCIDIO MODERNO, de Antonio Moreno Ruiz.



LECTURAS RECOMENDADAS:


"Fenomenología del espíritu", G. W. F. Hegel.

"Razón y Revolución", Herbert Marcuse.

"La fenomenología del espíritu de Hegel", Martin Heidegger.

"Hegel", Walter Kaufmann.

jueves, 17 de julio de 2014

CARLOS VII A LOS PUEBLOS DE LA CORONA DE ARAGÓN

*Imagen de www.lavoz.circulocarlista.com


"El 3 de Mayo, en Vera, dirigí un llamamiento a todos los españoles, lleno de fe en la grandeza de la causa que Dios ha colocado entre mis manos. Lo que no era entonces mas que una esperanza, será pronto una realidad. Los fundamentos de la restauración del trono de Recaredo, están asentados sobre los laureles de Oñate, Mañaria, Urbasa, Ciberio, Mas de Roig, Argucias, Tivisa y Reus. El camino de la victoria está regado con sangre de mártires: Uribarri, Ayastuy, García y Francesca, han hecho sus nombres inmortales.

Hoy, como entonces, pero con mas confianza, repito con el orgullo del rey de una nación heróica: Voluntarios que generosos corréis al sacrificio, fijos los ojos en el cielo y en mi bandera, yo os admiro.

Soldados de Pavía y de Bailén, que sois bastante ciegos para haceros mercenarios del extranjero, yo admiro también el valor de que habéis dado muestras.

Yo os llamo a todos, porque todos sois españoles: la obra de redención, apenas da principio, y el mundo, lleno de admiración, os contempla; la revolución está espantada, y todos los hombres de bien se regocijan. Sí, aproxímase el día en que mis mas ardientes deseos se verán realizados. Asimismo, deseando la descentralización, tal como os escribí en mi manifiesto de 30 de junio de 1869, os lo dgo públicamente hoy y de una manera solemne:

Intrépidos catalanes, aragoneses, valencianos: Siglo y medio hace que mi ilustre abuelo Felipe V creyó deber borrar vuestros fueros del libro de las franquicias de la patria. Lo que él os quitó como rey, yo como rey os lo devuelvo, porque si fuisteis hostiles al fundador de m dinastía, sois ahora el escudo de su legítimo descendiente. Yo os restituyo vuestros fueros, porque yo soy el campeón de todas las justicias.

Para cumplir mi promesa, como los años no transcurren en vano, yo os convocaré y, de común acuerdo, podremos adaptar esas franquicias a las exigencias de nuestra época, y la España sabrá, una vez mas, que sobre mi pabellón en donde está inscrito este lema: Dios, Patria y Rey, están inscritas también todas las libertades legítimas.

Vuestro Rey: CARLOS

Frontera de España, 16 de Julio de 1872"