RAIGAMBRE

Revista Cultural Hispánica

martes, 21 de mayo de 2013

"ALGO SOBRE EL ACTO MORAL", POR ALBERTO BUELA

                       

Algo sobre el acto moral

Alberto Buela (*)


El acto libre es el acto voluntario por el cual la inteligencia, el aspecto noético que hay en el hombre, regula o domina los apetitos, que son manifestación en el orden sensible del cuerpo.

La relación entre el aspecto noético y el sensible no es de contrariedad, de exclusión de uno por el otro, sino de contradicción, pero como en esta contradicción el hombre no podría vivir, ella es superada por la unidad psicofísica del ente humano.

Ahora bien, como en el hombre ni el orden práctico ni el orden inteligible, ni el apetito ni la inteligencia se dan en forma pura porque sino quedaría  éste reducido a la mera animalidad o a la inteligencia pura de un ángel, el orden noético informa al orden apetitivo y lo transforma en humano: esto es, en libre. De modo tal que los actos libres son los informados de inteligibilidad o de conocimiento. Así pues la voluntad no es una facultad pues el acto voluntario, nace de la relación entre inteligencia y apetito. Si fuera una facultad como en el caso del voluntarismo (el franciscano de antaño o el de nuestros días en Paul Ricouer) dañaría la función noética, reservándose para sí la dirección de los apetitos. Sin la información que produce el conocimiento el acto del apetito será dañoso pues va en contra de la unidad del hombre.

Pero esta reducción eidética que estamos realizando del acto libre donde nos movemos solamente en el terreno puramente racional del ente humano, nos  lleva forzosamente a un campo distinto: el moral.

La validez moral de un acto libre no se mide por la libertad del acto sino por la intencionalidad del mismo.

Los griegos al considerar lo racional: la justicia, la ley, la medida, la equidad en la administración de los bienes, como lo más elevado, se quedaron en la descripción del acto libre. Por ej. Aristóteles cuando habla a propósito de la deliberación de la proheiresis o elección.

Tampoco los judíos al otorgar valor moral solo a “lo debido” entendido por lo equivalente: Por ej. La ley del Talión del ojo por ojo y diente por diente. O de resarcimiento económico en la época talmúdica posterior. 

Menos aún llegan a explicar el acto moral  Nietzsche y gran parte de la filosofía moderna donde el valor moral se funda en el resentimiento que consiste en el sofisma de “interpretar la genealogía del ideal desde su contario: el derecho tiene su origen en el provecho común; la verdad, en el instinto de falsificación, de engaño; la santidad, en un transfondo poco santo de instintos y rencores” [1]

En realidad el acto moral solo puede nacer de “la libre renuncia de los bienes positivos reconocidos como necesarios en todo ser humano, y de los cuales se está en posesión efectiva”. 

El agente moral se transforma en tal, cuando en posesión de la riqueza, con capacidad sexual plena o voluntad propia, por decisión personal renuncia a estos bienes y se somete a la pobreza, la castidad y la obediencia. 

Es decir que lo valioso del acto moral no está en la castración o represión de los impulsos de dominio, de los sexuales, de los vengativos sino en el libre renunciamiento de la satisfacción que producen. Y así, se deja de mandar, de tener sexo y de vengarse no porque no se pueda, sino porque, poseyendo estas cualidades, se somete a la obediencia, a la castidad y al perdonar.

Tenemos que dejar de pensar al agente moral como un eunuco de la vida para pensarlo como un hombre íntegro en todos sus aspectos, porque “el libre renunciamiento” no es para cualquiera sino que necesita, antes que nada, de la seguridad de sí mismo. Saberse acabadamente quién es y qué es uno. Cuál es el sentido de la vida y para qué está en este mundo. 

El agente moral es un hombre situado que no conoce el amor a la humanidad sino que su concepto fundamental es el amor al prójimo, que siempre es un próximo. Alguien a quien conoce y del que está cerca. Se dirige a la persona, al singular concreto.

Sin darnos cuenta, pintando este agente moral hemos llegado al spoudaios de Aristóteles: “el canon y medida del obrar” (EN. 1113 a 29-32). Pero este ya es otro tema.

Si bien hemos hablado de las grandes renuncias para ejemplificar, no podemos olvidar que la vida cotidiana está hecha de pequeñas renuncias. Y así, charlando con un buen filósofo argentino hace unos meses, me contaba acerca de los renunciamientos que supone la actividad filosófica, como el estar meditando un tema y dejar de ir a una fiesta o participar de una comida. Dejar un paseo o una cita amorosa por concluir una meditación. Existe una ascesis diaria que no es ni la filantrópica (me sacrifico por la humanidad) ni la del odio al cuerpo, ni la abstención de los bienes espirituales de la cultura, ni la obediencia ciega, sino que va dirigida al dominio de los impulsos naturales y a la liberación del aspecto espiritual de la persona de los condicionamientos y dependencias mundanas. Por ej. las necesidades falsas de la sociedad de consumo, la carrera infinita del confort (Hegel dixit).

Y acá, y otra vez sin darnos cuenta, llegamos a la otra punta de la madeja, al ascetismo cristiano de Max Scheler cuando afirma que: “es claro y alegre; es conciencia caballeresca de poder y de fuerza sobre el cuerpo. Sólo el sacrificio consagrado por una alegría positiva superior es, en él, grato a Dios.” [2]

Resumiendo, puede haber acto libre pero no necesariamente es un acto moral, para ello se necesita ejercitar el libre renunciamiento que se apoya en la integridad del agente moral, quien no puede existir sin una la ascesis cotidiana. 

Dicho a la inversa, los pequeños sacrificios y renunciamientos cotidianos van conformando un agente moral que estará en condiciones de realizar un libre renunciamiento y así sus acciones adquirirán un valor moral.  Todo ello orientado hacia el amor de amistad con Dios y a través de Él, de amistad con el próximo, que se transforma así en un prójimo. Esto es, en definitiva, la caridad católica que a diferencia de la protestante o de la filantropía moderna tiene la exigencia de vinculación inmediata (no mediada ni por la “sola fe” ni por un cheque) con el otro.[3]




(*) arkegueta, mejor que filósofo


[1] Fink, Eugen: La filosofía de Nietzsche, Alianza, Madrid, 1966, p. 64

[2] Scheler, Max: El resentimiento en la moral, Espasa Calpe, Buenos Aires, 1944, p. 174

[3] Es interesante notar que fe y crédito se dicen en griego casi de la misma manera: pistis y pisteos. Así trapeza tes pisteos significa banco de crédito. Y en latín creditum es el participio pasado del verbo credere=creer.

EL LUJO DE LOS INFAMES

"El hombre que hoy es amante del lujo, si no es un ladrón pertenece a una de las variadas categorías del bribón; en todo caso, es un hombre sin sentimientos que hace escarnio de la miseria infinita del país."

Corneliu Zelea Codreanu


lunes, 20 de mayo de 2013

LOS IMPUESTOS Y LOS SÚBDITOS

 
 
"El que enriquece a los súbditos tiene tantos tesoros como vasallos; el que los empobrece, otros tantos hospitales y tantos temores como hombres, y menos hombres que enemigos y miedos".

D. Francisco de Quevedo, "La hora de todos y la fortuna con seso".

domingo, 19 de mayo de 2013

"SIETE BANDOLEROS"


Así se conoce popularmente, por los Siete Niños de Écija. El Zíngaro canta buena parte del poema "Diligencia de Carmona", de Fernando Villalón. Pasen y escuchen.

EL SIGNIFICADO DEL AMOR HUMANO

 *Imagen extraída de www.catherinedoherty.org
 
"El significado del amor humano en general es la justificación y la salvación de la individualidad a través del sacrificio del egoísmo".

Vladimir Soloviev

sábado, 18 de mayo de 2013

RAMIRO DE MAEZTU: FILOSOFÍA DE LA IDENTIDAD RECOBRADA

Ramiro de Maeztu
 
 
 
Conferencia pronunciada por Manuel Fernández Espinosa en el Hotel Xauen de Jaén, el 17 de diciembre de 2011, con motivo del III Aniversario de la Asociación Iberia Cruor.
 


Toda la vida de Ramiro de Maeztu, tan indisolublemente unida a pensar, amar y luchar por España, se cifra en un párrafo del mismo autor, en que nos confiesa:

“Yo quería entonces que España fuera, y que fuese más fuerte, pero pretendía que fuese otra. No caí hasta más tarde en que el ser y la fuerza del ser son una misma cosa, y de que querer ser otro es lo mismo que querer dejar de ser”.

En este párrafo se concentran de un modo sublime el recorrido vital de Maeztu y la solución, hallada al final del camino. Pero esto que está ahí contenido, hay que explicarlo.

Analicemos el párrafo. Atendamos a la primera parte del mismo, que dice:

“Yo quería entonces que España fuera, y que fuese más fuerte, pero pretendía que fuese otra”.

Ramiro de Maeztu escribe esto en 1933, pero ha vuelto la mirada atrás y contempla el camino recorrido, columbrando sus lejanos orígenes intelectuales. ¿Cuáles son esos orígenes?

A todos ustedes les han hablado, supongo que la Enseñanza Secundaria no está en tan pésimo estado como para que no lo hayan hecho sus profesores, de la Generación del 98. Sí, estoy seguro de que así ha sido. Pero, ¿alguien les habló de Ramiro de Maeztu? Menciones, en el mejor de los casos. Pero será difícil que alguno de sus profesores haya ahondado en Maeztu como se suele hacer con Machado (con Antonio, claro; a Manuel ni lo mencionan) o con Unamuno.

Aunque Maeztu no creía que la Generación del 98 hubiera existido, pues fue invención de Azorín, lo cierto es que podríamos decir que Maeztu pertenece, primero al llamado Grupo de los Tres (Maeztu, Pío Baroja y Azorín). Este Grupo de los Tres (escritores, periodistas, intelectuales del crepúsculo de nuestro siglo XIX) puede ser considerado como el embrión de eso que luego se llamó Generación del 98. La Generación del 98 –por discutible que sea, nosotros vamos a hablar de ella aquí- es un grupo de intelectuales que nunca fue institución ni estuvo regulada, pero un grupo que venía a agrupar a una serie de pensadores y escritores (más y menos famosos) que se caracterizaron por haber despertado, reflexionado y escrito tras aquella vergüenza nacional que supuso nuestra derrota frente a los Estados Unidos de Norteamérica, perdiendo nuestras últimas colonias. Eso se nos dice, y así lo vamos a dejar, pero no podemos por honestidad intelectual dejar de recordar que la Pérdida de Cuba, con otras colonias que eran los últimos vestigios del glorioso Imperio de Felipe II, no puede ser considerado como la única y exclusiva preocupación de aquellos hombres.

Sería un disparatado error pensar que Unamuno, Azorín, los Baroja, Valle-Inclán, los Machado, Benavente, Ciro Bayo… nuestro Maeztu, no se dedicaran –durante sus largas vidas literarias- a otro asunto que mascar la derrota del 98. No. Eso no es así. ¿Qué fue nuestra derrota del 98 para esos hombres? Fue el detonador para que cada uno, siguiendo su propio camino, pensara qué le había pasado a España para llegar a tal postración: ¿cómo España que fue el mayor y más grandioso Imperio de la Historia ha llegado a ser esta ruina que es hoy, a finales del siglo XIX? –pensaron aquellos hombres por un momento, y no todos supieron permanecer fieles a la pregunta para lograr la solución. El único que halló la solución fue Maeztu. Por eso estamos aquí, recordándolo en una jornada tan significativa para nosotros como es el III Aniversario de una joven asociación patriota.

Muchos de aquellos insignes españoles, una vez encajado el golpe al orgullo nacional, prefirieron refugiarse en el esteticismo (el arte por el arte): Valle-Inclán, por ejemplo. O bien optaron por estar encantados de conocerse a sí mismos, es el egotismo de Unamuno, siempre dando palos de ciego: criticando a Alfonso XIII y luego yendo a entrevistarse a Palacio con él, clamando por la República y después vitoreando a los sublevados, y durante la guerra, peleándose con Millán Astray… Unamuno, exhibicionista de sí mismo, en lo político no atinaba ni una. O se dedicaron a novelar y remover en los archivos, por simple curiosidad histórica para documentar algunas de sus novelas, como Pío Baroja. El único de todos ellos que verdaderamente se dedicó en cuerpo y alma a España, hasta el infausto día 29 de octubre de 1936 en que lo asesinaron vilmente los rojos fue nuestro Ramiro de Maeztu. Por eso, por no tener otra cosa en sus miras que el engrandecimiento de España, incluso cuando estuvo equivocado, Ramiro de Maeztu es hoy casi un desconocido para casi todos ustedes y para la inmensa mayoría de nuestros compatriotas.

Pero Ramiro de Maeztu vivió con la pregunta toda su vida, hasta hallarle respuesta. Al principio, en su juventud, Maeztu militó, como Unamuno también, en el PSOE: difícilmente se puede uno equivocar de peor forma. Para comprender su error hay que pensar en aquella España, no sólo derrotada por USA, sino sumida en la miseria material, en la explotación capitalista más cruel, con un sistema –el turnismo- donde se había consagrado el principio del “quítate tú, que ahora me pongo yo”, muy semejante a nuestro ping-pong actual: la alternancia entre dos super-partidos políticos (el PSOE y el PP de hoy), ninguno de los cuales ofrece solución auténtica a nuestros males. A finales del siglo XIX, los que querían luchar contra el convencionalismo o eran socialistas, o eran anarquistas o eran carlistas: todos los demás estaban sometidos bajo la férula de Cánovas o bajo la de Sagasta.

Desde 1894 a 1904, Maeztu se aplica a una labor propagandista de la regeneración nacional desde parámetros erróneos: es la etapa en la que colabora en la prensa socialista. Vicente Marrero, uno de los especialistas en Maeztu, llamó a esta etapa “los diez años en el infierno”. Pero aquella posición socialista, por mucho que durara, no tenía futuro. Maeztu no fue universitario (he aquí una diferencia con respecto a D. Manuel García Morente, que fue incluso decano de la facultad de Filosofía), pero su falta de formación universitaria la remedió siendo un lector infatigable. Su intelectualismo, nada sectario, le llevó a leer todo lo que caía en sus manos. La lectura de Nietzsche le inspiró una firme creencia en la desigualdad humana que frontalmente se oponía al igualitarismo socialista. Lo que para Nietzsche eran “señores” y “esclavos”, para Maeztu fueron “intelectuales” y “pueblo”. Nunca defendió Maeztu la crueldad gratuita sobre el débil, pero sí extrajo muy pronto de Nietzsche que unos nacen para dirigir, regir y mandar (los intelectuales, según Maeztu)… Y otros (el pueblo) para obedecer si quiere salvarse. Es así como, en vez de seguir las consignas marcadas por la Internacional socialista, Maeztu se aparta cada vez más del marxismo, hasta su rechazo total. Además, un proyecto apátrida, internacionalista, no podía satisfacer a un patriota como era aquel socialista por equivocación. Recordemos sus palabras:

“Yo quería entonces que España fuera, y que fuese más fuerte, pero pretendía que fuese otra”.

Maeztu había pensado que solo el progreso material, económico, industrial y técnico de España podía ser la fuerza de España, incluso negando a España en nombre de unas ideas ajenas y antagónicas a España: esa ponzoña mortífera que es el marxismo no podía ser la solución. Los mismos socialistas, compañeros entonces de Maeztu, lo advirtieron: Maeztu era un elemento poco dócil a las consignas del partido, un disidente.

La segunda etapa la ha llamado Marrero “el purgatorio de Maeztu” y comprende desde el año 1905 a 1919. En 1905 Maeztu (cuya madre era inglesa) se instala en Londres, como corresponsal periodístico. Es la etapa que va de 1905 a 1919. En Inglaterra entra en contacto con la Sociedad Fabiana, un socialismo menos agresivo que el marxista, pero que no deja de ser socialismo. Pero resulta curioso que, en esta etapa de su vida en Inglaterra, las influencias que Maeztu recibe son menores que las que él mismo ejerce sobre la Sociedad Fabiana, hasta tal punto que el líder del “Guild Socialism”, el inglés Alfred Richard Orage se declarará discípulo de Maeztu. Será en Inglaterra también cuando Maeztu se convierte al catolicismo. Aunque bautizado en la Iglesia Católica, en su juventud Maeztu se había alejado de la fe y tuvo que ir a parar a un ambiente protestante para redescubrirla, para hacerse cargo de su catolicismo.

En la etapa inglesa se reconoce católico, produciéndose una conversión, pues aunque nunca lo había dejado de ser, sus lecturas lo habían llevado por otros caminos muy distintos. No obstante, todavía está confuso en lo concerniente al ser de España. No ha dado con la clave, pero su catolicismo recuperado lo llevará sin pérdida a la solución de la gran cuestión: España.

Y sin la clave para resolver la incógnita de España:

“Yo quería entonces que España fuera, y que fuese más fuerte, pero pretendía que fuese otra”.

Maeztu sigue pensando que para que España siga siendo y sea más fuerte, tiene que ser otra. Una España que ahora se asimila más al modelo económico e industrializado de los países anglosajones. Y eso, lo mismo que el marxismo, no es España.

Cuando regresa a España en 1919, convertido en católico, la afirmación de su catolicidad le acarreará las primeras disensiones con la intelectualidad española. Maeztu se ha convertido a católico, pero los que permanecen en España no han tenido esa suerte: Unamuno sigue en su existencialismo agónico y en su personalísima interpretación del Evangelio según Miguel de Unamuno; a Baroja no hay quien lo saque de su inveterado ateísmo anticlerical. La intelectualidad española, salvo egregias excepciones, no fue católica, ni los del 98, ni los de la Generación del 14, ni los del 27. El krausismo, el marxismo y una indigestión de Nietzsche habían causado efecto. Entre gentes de letras, intelectuales y bohemios, ser católico estaba tan mal visto como hoy en día. A Maeztu su catolicismo lo reduce al ostracismo. Se trataba de uno de los intelectuales autodidactas de más fuste de toda la España de su tiempo, pero declararse públicamente católico suponía –como también hoy, y como siempre será- cargar con la cruz.

Con su retorno a la Patria, Maeztu inicia –según sus estudiosos- la tercera y última etapa que va de 1920 a 1936, contando con su estancia como embajador de España en Argentina. Es entonces cuando Maeztu rechaza, por fin, que en lo extranjero pueda hallarse solución a nuestros problemas: ni en la Europa capitalista ni en la Rusia marxista hay ninguna salvación. Es en la misma Tradición española adonde hay que ir a buscar la salvación de España, pues España fue la única en realizar la compenetración fecunda del poder, el saber y el amor con su humanismo católico. Esa era la misión de España, su destino universal, conquistar el mundo, darle su Lengua y extender los límites de la Cristiandad hasta hacer triunfar el Reinado de Cristo sobre el mundo entero.

Lo que no pudieron lograr nuestros enemigos multiseculares, lo logró el siglo XVIII que contagió a España de extranjerismo. Ingleses y holandeses protestantes, franceses envidiosos, judíos resentidos por haber sido expulsados, mahometanos de Turquía nos habían hecho la guerra, pero con nuestras victorias y derrotas, nunca nos habían vencido. En cambio, el siglo XVIII, con la Ilustración excremental y las heces ideológicas de la Revolución Francesa, supuso para España –y para Hispanoamérica- el principio de nuestro ocaso. España no quiso ser ella misma, quiso ser otra cosa. Desde el siglo XVIII hasta el XX, España ha vivido en una decadencia peor que la material, la decadencia espiritual que niega su propio ser, lanzándose a la aventura de ser otra cosa que no se es.

Ramiro de Maeztu ha caído en la cuenta, ha reparado en que:

“el ser y la fuerza del ser son una misma cosa, y de que querer ser otro es lo mismo que querer dejar de ser”.

España fue grande cuando fue fiel a sí misma. Y ser fiel a sí misma era, es y será ser verdadera y profundamente católica. Pues, desde nuestros ocho siglos de larga Reconquista para expulsar del sagrado suelo de la Hispania Gothorum a los mahometanos, España se ha forjado como una nación cristiana, primero frente al Islam, después frente a la revolución protestante que quiso destruir la Cristiandad, más tarde contra la revolución masónica y liberal, después contra la revolución marxista. España es el bastión de la contra-revolución, entendida la revolución como un movimiento anticristiano que, de una u otra forma, trata por todos los medios subvertir el orden natural de las cosas, el orden sagrado de la sociedad.

Todos los enemigos de España han sido enemigos del humanismo cristiano. Y si España ha sido algo en la Historia, lo que justamente ha sido es la gran defensora del humanismo cristiano. Todos los enemigos de España (mahometanos, protestantes, masones liberales, marxistas…) propugnan un mundo horrible donde: Alá exige sangre de infieles y sometimiento de las mujeres; un mundo horrible donde un Dios –que no puede ser el nuestro- nos ha condenado al infierno por haberle dado la gana (como sostienen los deterministas teológicos del protestantismo); un mundo horrible donde en nombre de la fraternidad se guillotina y ametralla a la humanidad; un mundo horrible donde el espíritu asiático –mongol o chino- sacrifica a la persona singular en las aras del Estado Totalitario.

Esos son los modelos –teóricos y realizados históricamente- de las “sociedades” (si así pueden calificarse) que las aberraciones religiosas o ideológicas han edificado sobre la tierra. Sociedades sin libertad verdadera, sociedades vigiladas por una policía política encargada de imponer el pensamiento único, sociedades que atentan contra la dignidad del ser humano. Y contra esos sistemas religiosos e ideológicos que tienen su plasmación política, la verdadera España siempre ha estado en guardia, presta a coger las armas para defender el único concepto valedero de ser humano: el hombre salvado por el Dios que se hizo hombre.

Cuando España se descubra a sí misma, prescindirá de todos los postizos que la falsifican. No hay España sin tradición y la tradición de España, guste o no guste, es ser espada de la Cristiandad y Centinela de Occidente.

Eso fue lo que nos enseñó el magisterio de Ramiro de Maeztu. Después de un largo camino de equivocaciones, buscó con tanto ardor la verdad que la descubrió. Y en su libro “Defensa de la hispanidad” nos la muestra. Os invito a leerlo. Esta conferencia mía no ha tenido otro propósito que el de suscitaros el interés por descubrir este ensayo que es el testamento de un español tan olvidado como grande.

Por enseñarnos lo que él aprendió, Maeztu derramó su sangre. Y no hay mejor recomendación para leer un libro que saber que se escribió con la sangre de su autor.
 


BIBLIOGRAFÍA:

“Defensa de la Hispanidad”, Ramiro de Maeztu
“La crisis del humanismo”, Ramiro de Maeztu
“Don Quijote, Don Juan y la Celestina”, Ramiro de Maeztu
“Ideología y política en las letras de fin de siglo (1898)”, E. Inman Fox
“La Generación del 98”, Pedro Laín Entralgo
“Gente del 98. Arte, cine y ametralladora”, Ricardo Baroja
“Nietzsche en España. 1890-1970”, Gonzalo Sobejano
“Filosofía española actual: Unamuno, Ortega, Morent
e, Zubiri”, Julián Marias

viernes, 17 de mayo de 2013

LA LIBERTAD

Full resolution

"Libertad... la propaganda ha abusado tanto de la palabra que ha dejado de tener valor alguno para la razón y se ha convertido en una mera dosis emocional para generar calor."


John R. R. Tolkien.

FOLK Y NOSTALGIA


jueves, 16 de mayo de 2013

QUÉ ES LA PATRIA Y QUÉ ES LA ANTROPOFAGIA

 *Imagen extraída de elmatinercarli.blogspot.com

“Una patria lo son los campos, los muros, las torres y las casas, son los sepulcros y los altares; lo son los hombres vivos, padre, madre y hermanos, los niños que juegan en los jardines, los campesinos que cultivan el trigo, los comerciantes, los artesanos, los obreros, los soldados; no hay nada en el mundo más concreto”.

"La antropofagia aparece a las mentes superficiales como un carácter peculiar de algunas hordas tan lejanas como salvajes, y que decrece cada día más. ¡Qué ceguera! La antropofagia no decrece ni desaparece sino que se trasforma. Ya no comemos carne humana, comemos trabajo humano."



Charles Maurras