RAIGAMBRE

Revista Cultural Hispánica

martes, 3 de enero de 2017

ESPAÑA, MINADA DE SECTAS (IV)

Portada del libro "Invasores de la Cristiandad", publicado por los protestantes españoles a principios de la década de los 70 del siglo XX


LA APERTURA... DE LA CAJA DE LOS TRUENOS

Manuel Fernández Espinosa


"¿Hay mejor prueba de la deficiencia de nuestra fe que el que no haya para nosotros ya dioses falsos?".

E. M. Cioran, "Los nuevos dioses".





Hasta aquí creo que ha quedado claro que la "libertad religiosa" en España no es en modo alguno mérito ni de la transición democrática ni tampoco de la Constitución de 1978. Pero si todavía queda alguna duda, no hará falta que nos remontemos al siglo XIX para encontrar las raíces de esta "apertura" como hicimos ayer (ver enlace). Los antecedentes de la libertad religiosa en la España contemporánea hay que irlos a buscar en la última etapa del franquismo: esto tal vez cueste un poco de trabajo asimilarlo, tanto a los católicos afectos al franquismo como a los detractores del franquismo. Pero es así, lo trataré de exponer muy resumidamente.

Aunque todavía en los márgenes de la clandestinidad, el protestantismo se difunde en España entre los años 1940 y 1955. Y uno de los españoles protestantes, aunque no sea el único, que más hizo por la expansión del protestantismo en la España franquista fue el catalán D. Samuel Vila Ventura (1902-1992) que, tras la guerra civil, puso en marcha el Departamento de Publicaciones de la Misión Cristiana Española. Fueron miles los ejemplares de libros evangélicos los que publicó este pastor protestante, en colaboración con dos impresores barceloneses (Salvador Salvadó y Rafael Serrano) y todo ello en la clandestinidad, por lo que fue continuamente incomodado por las autoridades que lo investigaban muy de cerca. Otro protestante español que lucharía denodadamente por la libertad religiosa fue D. José Cardona Grigori (1918- 1995) que en 1958 sería secretario ejecutivo de la Comisión de Defensa Evangélica Española. Samuel Vila y José Cardona insistirían en reclamar al franquismo la libertad religiosa, empleando todos los medios a su alcance, presionando en el interior como en el exterior. 

Los protestantes españoles encontraron un interlocutor gubernamental en Fernando María Castiella (1907-1976), ministro franquista de Asuntos Exteriores que intentó infructuosamente recuperar Gibraltar y que también se había estrellado en sus propósitos de incorporar España a Europa, pero que sin embargo, en 1963, llegó a un compromiso con los protestantes españoles para modificar la situación concerniente a la libertad religiosa que se les impedía. Y así, en efecto, en junio de 1967 se promulga la Ley44/1967 que regulaba el ejercicio del derecho civil a la libertad religiosa en materia religiosa. 

Para esa fecha ya había empezado en España la protestantización de una importante parte de la comunidad gitana. En los años 60 del siglo XX, los protestantes se empeñaron en "misionar" a los gitanos. Ya en el siglo XIX George Borrow, el misionero de la Sociedad Bíblica, había dado cuenta de sus intentos en "evangelizar" a los gitanos, pero aquellos gitanos decimonónicos no parece que le hicieran mucho caso. Mayor eco encontró en la segunda mitad del siglo XX la llamada Iglesia de Filadelfia, el "culto" como los mismos gitanos le llaman. No hemos de descartar que la Iglesia Católica con mucha propabilidad, en términos generales, fracasó en su evangelización del pueblo gitano, pero que gran parte de los gitanos que estaban bautizados en la Iglesia Católica apostataran de ella y se convirtieran en protestantes es un asunto muy complejo que merecería un estudio más profundo. Salta a la vista que en España ha existido por desgracia un constante y multisecular recelo entre españoles gitanos y españoles no-gitanos que tuvo su momento más trágico y vergonzoso con la llamada Gran Redada de 1749 (he tenido ocasión de tratar este tema en mi artículo Gitanos en España); debería ser un motivo de orgullo para los católicos españoles -si se supiera como debiera, claro- que los conventos católicos acogieran como refugiados a muchos gitanos en aquellos años del siglo XVIII, cuando se perpetró aquella persecución que se hizo en nombre de los sobrevalorados "valores" de la Ilustración racionalista y laicista: los defensores de la Ilustración parece que no quieren recordar este asunto y prefieren silenciarlo, para mantener en la ignorancia al pueblo y seguir jactándose de modernos, progresistas y avanzados. Pero, volviendo al tema que nos ocupaba en este párrafo, el hecho es que la inveterada incomprensión general entre gitanos y no-gitanos españoles debe ser tenida como una de las claves que llevarían a abrazar el protestantismo a muchos gitanos españoles: algo similar sucedió -recordémoslo- en la conversión de muchedumbre de afroamericanos de USA al islam, pasando a militar en la llamada Nation of Islam, organización religiosa y política que tiene fuertes connotaciones de reacción racial a uno de los racismos estatales más tardíamente desmantelados, aunque todavía muestra dar coletazos: el de Estados Unidos de Norteamérica. Nuestros gitanos también pudieron encontrar en la iglesia evangélica de Filadelfia un modo de auto-afirmarse étnicamente contra el común de los españoles que tradicionalmente era católico.

La Ley de 1967 constituyó el reconocimiento de la personalidad jurídica de las comunidades religiosas y el ejercicio público del culto sin cortapisas, algo que supuso un avance indudable en esta materia. Los protestantes lograban su reconocimiento jurídico, varias "iglesias" protestantes (Hermanos de Plymouth, Unión Evangélica Bautista, Iglesia Cristiana Adventista, etcétera) empezaron a ejercer su derecho a la libertad religiosa, pero con ellas no tardaron mucho en aparecer otros grupos que, pese a haber nacido en un contexto protestante, no son reconocidos en cuanto a cristianos ni por los mismos protestantes: el caso más destacable lo constituye el de los Testigos de Jehová que por estas fechas, debido al desconocimiento de nuestras autoridades, empezaron a crecer en España acogiéndose al derecho de libertad religiosa. Pero no sólo eran sectas cristianoides las que penetraban en España, sectas mucho más inquietantes también aparecieron: en 1976 se establece la Iglesia de Satán en España (esta secta satanista había sido fundada en USA por Anton Szandor LaVey en 1966) y a España la trajo nada más y nada menos que un diplomático del aparato franquista de turismo que había estado trabajando en USA como Jefe de la Oficina Nacional Española de Turismo en San Francisco. Multitud de otras organizaciones que se presentaban como asociaciones culturales también llegaron a España, aprovechando la legislación pertinente al derecho de asociación o al religioso: sectas satanistas, ufológicas (cazadores de OVNIs), pseudo-filosóficas, etcétera echaron su semilla en nuestro suelo.

Hasta tal punto se iba convirtiendo España en una receptora de las más extrañas y extravagantes sectas que el más arriba citado conspicuo protestante español D. Samuel Vila que, hemos dicho, tanto había peleado por la libertad religiosa en España vería oportuno traducir, aunque parcialmente, un libro -"Chaos of cults"- escrito por J. Karel van Baalen y publicado por vez primera en 1938 en inglés. El pastor Vila y Ramón Taibo Sienes realizarían una selección del libro de Van Baalen y lo publicarían bajo el elocuente título: "Invasores de la cristiandad" en la barcelonesa Editorial Clie, en el año 1971. Curioso que los mismos que habían reclamado la libertad religiosa tuvieran que alertar a su grey propia y, por extensión, a los demás de lo que estaba produciéndose a pasos agigantados: una invasión de ideas pseudo-religiosas preocupante para todos, también -como vemos- para los protestantes.

Pero, ¿cómo había podido ser que la España tardofranquista abriera la caja de los truenos? El hibridaje nacional-católico crujía, incluso a regañadientes de los menos dispuestos a un aperturismo en materia religiosa. Muchas circunstancias habían precipitado esta situación hasta irse de las manos, como vemos que a día de hoy se ha ido. 

Los intentos de reconocimiento internacional del régimen franquista habían forzado, en el curso del franquismo, a una cada vez mayor flexibilidad en materia religiosa, pues no olvidemos de quién era el aliado, aunque no estuviera incorporado a la OTAN, el franquismo: el amigo americano. De todos aquellos discursos pomposos que evocaban el Imperio Español iba quedando cada vez menos. Lo único que parecía que quedaba en las postrimerías del régimen de Franco era el anticomunismo (y el antimasonismo). El anticomunismo tenía en pie todavía a la terrible Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y el Pacto de Varsovia. Y cerrando filas contra esa "amenaza" del bloque soviético, el franquismo había llegado a un entendimiento con los Estados Unidos de Norteamérica, paladines de occidente contra el comunismo de la URSS y España era el "centinela" de esos USA. Con el tiempo se vería todavía mejor que todo movimiento político que no es otra cosa que un "anti-" (como el anticomunismo) deja de tener absolutamente sentido cuando desaparece lo que se le enfrentaba, pero nadie sabía por aquellas fechas de la Guerra Fría que la URSS implosionaría, dejando en la más enorme de las confusiones a los comunistas de todo el planeta, confusión sólo parangonable a la que supondría el Concilio Vaticano II para todos los católicos. Pero, en aquel tiempo, los USA asentaban sus bases en nuestro territorio español y a la vez daban también pasos firmes en presionar todo lo que podían para que la España nacional-católica no fuera nacional-católica nada más que de nombre. Tampoco puede olvidarse el Concilio Vaticano II que, con su aperturismo y aggiornamento, dejó a los católicos españoles en la grotesca situación de aquel al que le han cambiado el escenario y sigue interpretando un papel del todo anacrónico. 

Pero eso del Concilio Vaticano II y su interacción con el franquismo crepuscular lo tendremos que ver en la próxima.

Continuará...

lunes, 2 de enero de 2017

ESPAÑA, MINADA DE SECTAS (III)

Mineros españoles de Río Tinto, bajo control del capitalismo británico

LA COLONIZACIÓN RELIGIOSA, POLÍTICA Y ECONÓMICA DE ESPAÑA

Manuel Fernández Espinosa

"No se destruye bien nada más que lo que se sustituye". 
Juan Vázquez de Mella.



Los desinformados consideran que la libertad religiosa en España parece conquista de la transición y la Constitución Española de 1978. Pero esto no es así. Todo el siglo XIX se encuentra jalonado de textos constitucionales que son la carta de presentación de los grupos políticos triunfantes que, como un homenaje a sí mismos, se ofrendan su propia Constitución conforme a sus ideologías correspondientes. En un ejercicio muy rápido resumamos que la cuestión religiosa -que es a no dudar que uno de los caballos de batalla de los liberales en España- ofrece estos resultados: La Constitución de 1812 y la de 1845 proclaman confesional a España, pero ya la de 1856 promulga la "tolerancia religiosa" y la de 1869 y 1873 establece la "libertad de cultos". La de 1876, en un ejercicio de pasteleo monumental como fue todo el sistema canovista, conjuga la confesionalidad con la tolerancia religiosa y, ya en el sigo XX, la de 1931 y 1978 promulga la no-confesionalidad del Estado. Lo que late bajo estas modalidades es la identidad del grupo predominante que redacta la constitución concreta de que se trate: los liberales más conservadores (por lo común llamados "moderados" a lo largo del XIX) apuestan por la catolicidad de España, mientras que los más rupturistas ("progresistas", "demócratas" y "republicanos" en el siglo XIX) pugnan por destruir la unidad religiosa católica.

A partir de ahora quiero que se me lea bien. Ni emito juicios sobre la conveniencia o inconveniencia de esta realidad resultante de lo que voy a exponer muy resumidamente, ni tampoco entro en cuestiones dogmáticas que no me interesan ahora. Lo que va a guiar esta indagación es una pregunta: ¿Era una demanda natural o una estrategia artificial la de hacer de España un país multi-religioso? No me importa, repito, ni la doctrina de las confesiones, religiones o sectas de las que voy a hablar más abajo.

Pero al margen de la disputa política cuyo escenario es el parlamento, los campos de batalla o las barricadas y que, a la postre, tiene como resultado el que, en cada momento histórico, se plasma en cada Constitución, hubo una lucha menos visible. La Santa Inquisición había bloqueado durante siglos la penetración del protestantismo en España, pero su abolición configura un nuevo escenario y paulatinamente el protestantismo se abre camino en España a lo largo del siglo XIX. Sin que nos importe ahora valorar desde nuestra percepción actual el sentido de todo eso, la pregunta que interesaría hacerse es: ¿pero es natural esa nueva presencia? Un estudio detenido de los movimientos religiosos e ideológicos de la España del XIX conduce a pensar que esta infiltración protestante de España no obedece a ninguna espontaneidad. El proceso de protestantización de España está tripulado por Inglaterra, encontrando en los gobiernos liberales a los elementos que, masónicos o no, prestarán su cooperación a la inclusión del protestantismo en España como lacayos colaboracionistas de un magno proyecto de desintegración social. Así como Gibraltar, ocupado por Gran Bretaña desde el siglo XVIII, se convierte en el refugio de los liberales españoles prófugos de España en tiempos de absolutismo, es Gibraltar también el foco de propaganda protestante. Son muchos los casos de españoles que abandonan el territorio nacional, para instalarse en Gibraltar, a título de ejemplo valga el caso de D. Lorenzo María Lucena y Pedrosa (1807-1881) que en 1835 huye a Gibraltar, cuelga la sotana (había sido con antelación profesor catedrático del Seminario de San Pelagio Mártir de Córdoba y sacerdote católico): en Gibraltar, Lucena apostata de la Iglesia Católica, se casa y abraza el protestantismo, trabajando bajo la Sociedad Bíblica, traduciendo folletos propagandísticos y, habiendo ido a Londres, regresa otra vez a Gibraltar como pastor de la Congregación, en 1849 volvió a Inglaterra para ser predicador en Liverpool y en 1858 es contratado como catedrático de Lengua Española en la Taylor Institution de la Universidad de Oxford, donde permanecerá hasta su muerte. No es el único caso de sacerdote católico español que se pasa con armas y bagaje a Gibraltar, para hacerse colaboracionista del protestantismo. Menéndez y Pelayo ha estudiado en su libro "Historia de los Heterodoxos Españoles" multitud de casos que ponen de manifiesto que la penetración del protestantismo en España se debió, sobre todo, a la acción británica, aunque también haya un impulso de protestantes alemanes y franceses, de mucha menor consideración. Las minas (Almadén, Río Tinto, Linares...) controladas por la compleja red de agentes británicos a sueldo de los Rothschild se convierten en colonias británicas que propagan el protestantismo. El famoso George Borrow (que no será el único) viaja por toda España, repartiendo Biblias protestantes.

El fenómeno no pudo escapar a la perspicaz mirada de Mosén Jaime Balmes que en su libro "El protestantismo comparado con el catolicismo" dará buena cuenta de las consecuencias que se derivarían de una penetración protestante en España: la ruptura de la unidad religiosa que, a juicio de Balmes como de cualquier profundo conocedor de la historia española, constituía el engrudo de la unidad política española. Balmes apunta a Inglaterra como la principal instigadora de esta larvada labor de socavamiento, encubriendo so capa de "libertad" y "tolerancia" una ambiciosa colonización política y económica, escribe Balmes: "No es posible que se escape a su sagacidad [la de Gran Bretaña] lo mucho que tendría adelantado para contar a España en el número de sus colonias si pudiera lograr que fraternizse con ella en ideas religiosas, no tanto por la buena correspondencia que semejante fraternidad promovería entre ambos pueblos, como porque sería éste el medio seguro para que el español perdiese del todo ese carácter singular, esa fisonomía austera que le distingue de todos los otros pueblos, olvidando la unica idea nacional y regeneradora que ha permanecido en pie en medio de tan espantosos trastornos, quedando así susceptible de toda clase de impresiones ajenas y dúctil y flexible en todos los sentidos que pudiera convenir a las interesadas miras de los solapados protectores".

Si ese plan triunfara, la consecuencia práctica no sería la tolerancia, sino la destrucción del nexo que cohesionaba y fortalecía a España, como bien lo ve el polígrafo catalán:

"Y no sería por cierto la tolerancia lo que se nos impondría del extranjero, pues que ésta ya existe de hecho, y tan amplia que seguramente nadie recela el ser perseguido ni aun molestado por sus opiniones religiosas; lo que se nos traería y se trabajaría por plantear fuera un nuevo sistema religioso, pertrechándole de todo lo necesario para alcanzar predominio y para debilitar o destruir, su fuera posible, el catolicismo".

Pero no será el protestantismo el único Caballo de Troya que se ensaya en España con el propósito de transformarla en un pelele. En el campo filosófico, con el objetivo de sustituir el catolicismo imperante en la enseñanza, el ministro de la Gobernación Pedro Gómez de la Serna y Tully (1806-1871) envía a Julián Sanz del Río (1814-1869) a Alemania con la misión de formarse en la filosofía krausista y traerla a España. A su regreso se va cuajando lo que más tarde será la Institución Libre de Enseñanza.

En la segunda mitad del siglo XIX también se abre otro frente que va en la misma dirección: destruir la unidad religiosa católica de España, introduciendo otras comunidades religiosas como la judía. Práxedes Mateo Sagasta, en 1886, concede el permiso de abrir sinagogas en España y se funda la Alianza Hispano-Hebrea. Y el dictador Miguel Primo de Rivera, en 1924, promulgará más tarde un decreto por el que se posibilita la concesión de la nacionalidad española a los "individuos pertenecientes a familias de origen español" sefarditas. Alberto Ruiz Gallardón y José Manuel García-Margallo consumarán, en el año 2012, esta larga operación de retorno de los sefarditas, aprobándose en 2014 la concesión de nacionalidad española a los sefardíes.

Así como en el curso del siglo XIX se abre la puerta al protestantismo y al judaísmo, también se introducen en España pseudo-religiones como la poderosa Sociedad Teosófica que, a juicio de René Guénon, sería una de las internacionales del poder imperialista anglosajón. La primera española en contactar con Helena Petrovna Blavatsky, fundadora de esta secta, sería doña María Mariategui, Duquesa de Pomar, que la conoció en París pasando a colaborar en la revista "Lucifer" de la secta teosofista. Pero la Sociedad Teosófica penetra en España el año 1889 de la mano de José Xifré Hamel que había establecido relación con el grupo teosofista londinense ya en 1886, como bien nos cuenta Mario Méndez Bejarano en su "Historia de la Filosofía en España hasta el siglo XX" (del año 1927). Con la Sociedad Teosófica tendrán relación eminentes escritores españoles como Juan Valera (1824-1905) o el famoso Ramón María del Valle-Inclán.

Pero, vuelvo a preguntar: ¿era todo esto natural? ¿espontáneo? Nada más lejos de la realidad. Como bien indica Balmes, en España a nadie se le incomodaba por razones religiosas ya en su época. Lo que aquí se jugaba era algo mucho más ambicioso: la transformación de España, la destrucción de su unidad religiosa lograda por los Reyes Católicos, para convertírnosla en un país multi-religioso y, a la postre, en una colonia del capitalismo extranjero, hoy global.

Continuará...

viernes, 30 de diciembre de 2016

ESPAÑA, MINADA DE SECTAS (II)

 
Los "padres" de la Constitución de 1978

LAS LEYES POROSAS Y LA INTELIGENCIA DE VACACIONES


"Hay en la democracia liberal un politeísmo subyacente (o inconsciente, si se prefiere)

("Los nuevos dioses", E. M. Cioran).


Manuel Fernández Espinosa

Con frecuencia se piensa que toda secta destructiva es de signo religioso (o, por mejor decir, pseudo-religioso). Esta creencia se funda en que, bien es cierto, la mayor parte de las sectas tienen la pretensión de ser una nueva religión (es lo que se ha llamado eufemísticamente "movimientos de nueva espiritualidad"). Pero es un error pensar que una organización sectaria que abusa (psicológica o físicamente) de sus miembros tiene que ser exclusivamente "religiosa". Hay sectas religiosas, como las hay "filosóficas" o "políticas". Lo que sí sucede es que, comúnmente, las sectas suelen emplear para los propósitos inconfesables de sus artífices y líderes los resortes de la religiosidad y ésta puede presentar de cara al exterior e incluso al interior motivos extraídos lo mismo del cristianismo que del hinduísmo, sin que tampoco pasemos por alto que pueden existir "religiones" sin Dios, como la que quisieron poner en pie algunos revolucionarios rusos a principios del siglo XX (el caso Lunacharski es elocuente). Lo que a efectos prácticos interesa ahora es comprender lo que posibilita que las sectas (del signo que se quiera) encuentran en España una cobertura legal que les permite existir incluso declaradas en los registros de asociaciones y, en un segundo momento, cuestionarse por qué encuentran en la población española una óptima recepción como para poder realizar su proselitismo y crecer.

En el caso histórico de la secta Edelweiss encontramos un paradigma que puede servirnos como ejemplo modélico que pudiera aplicarse a todas las demás sectas, aunque sin olvidar que cada una puede tener su especial idiosincrasia. Edelweiss fue legalizada con anterioridad a la Constitución Española de 1978. Y eso pudo hacerlo debido a que en el tardofranquismo la Ley de Asociaciones de 1964 sólo impedía la creación de asociaciones políticas. Más tarde, los Estatutos de Asociaciones de 1969 y 1974 seguían obturando el paso a los partidos políticos, permitiendo sólo asociaciones dentro del Movimiento Nacional. En junio de 1976, muerto Francisco Franco, la Ley de Asociación Política autorizaba registrar partidos políticos y en la Semana Santa de 1977 se legalizó el Partido Comunista de España. Edelweiss, por su carácter de asociación juvenil y deportiva, se pudo acoger a los derechos de asociación con las leyes anteriores a la apertura que se ofreció en virtud de la transición que si favoreció la pluralidad política, tampoco ponía obstáculos a la pluralidad asociaciativa de otro carácter: religioso, social, deportivo, cultural, etcétera. A Edelweiss no le hizo falta la llegada de la democracia para actuar y legalizarse.

Con la Constitución de 1978 se "consagra", en su artículo 22, el derecho de asociación. El 22.2 expresa que: "Las asociaciones que persigan fines o utilicen medios tipificados como delito son ilegales", también se prohíben las asociaciones secretas o paramilitares (22.5). Se obliga a las asociaciones a inscribirse en un registro "a los solos efectos de publicidad" (22.3) y se establece que "sólo podrán ser disueltas o suspendidas en sus actividades en virtud de resolución judicial motivada" (22.4).

Los artículos constitucionales son muy claros, pero -también lo diré- harto ingenuos. No existe ninguna asociación (ni sectaria ni no-sectaria) que sea tan imbécil que confiese "perseguir fines... ilegales" (eso habrá que investigarlo, pues) ni tampoco imagino que exista una asociación que declare los medios que utiliza si estos pueden considerarse delito (también habría que investigarlo). En cuanto a asociaciones secretas -si son verdaderamente "secretas"- habrá que investigar y descubrirlas, entiendo yo. El hecho es que, en todas las décadas de vigencia de la Constitución de 1978, si algo se ha hecho en este asunto ha sido en investigación policial sobre las "asociaciones paramilitares" (entendiendo éstas como las organizaciones terroristas) y si se ha ilegalizado alguna asociación han sido algunas asociaciones políticas independentistas vascas.

En cuanto a las sectas destructivas (como así las han descrito expertos y diversos órganos internacionales; aquí más allá de algunos periodistas o especialistas nadie lo ha hecho) no sólo han sido legalizadas en España, sino que apenas se las ha considerado por muchos motivos, algunos de los cuales expondré resumidamente:

1. Como he dicho más arriba, las sectas no son precisamente un ejemplo de trasparencia: ni publicitan todo lo que piensan y creen, ni tampoco descubren sus métodos de captar adeptos y mantenerlos en el seno del grupo, muchas veces violando los derechos más básicos de la persona. Ninguna secta se va a presentar diciendo que lo es.

2. Al estar registradas nominalmente -pero sin estar debidamente investigadas- se les ha facilitado que estén libres de la sospecha de ser "sociedades secretas". Pero las sectas, por si no lo sabe el Estado, tienen una cara amable al exterior y otra, mucho menos amable, en el interior; eso permite que sigan siendo legales, dado que son "públicas" en un sentido, mientras que a la vez en el interior desarrollan una vida "secreta" con fines y medios ilícitos y, si el aparato judicial estuviera al tanto, también "ilegal". Entre el material de sectas que tengo en mi archivo cuento con un folleto impreso del programa de actividades de una secta "filosófica" que incluso imprime públicamente que ofrece actividades públicas y otras actividades que son exclusivamente para "asociados".

3. El profundo desconocimiento y la absoluta despreocupación por estos temas de nuestros políticos permite, a su vez, que las sectas gocen de inmunidad en nuestra sociedad.

4. El artículo 16. 1. consagra la libertad ideológica, religiosa y de culto de los individuos y las comunidades. Esta proclamación de la libertad, recién salidos de una dictadura, pudo entusiasmar a muchos, pero en el entusiasmo se les olvidó la segunda parte que enuncia: "sin más limitación, en sus manifestaciones, que la necesaria para el mantenimiento del orden público protegido por la ley". En este sentido, es curioso advertir que en el año 2009 una feliz sucesión de sucesos libró a una mujer musulmana de una fatal condena a muerte en Reus (Tarragona, Cataluña, España): dicha mujer, habiendo sido secuestrada por las "autoridades" de su comunidad, iba a ser sometida a un tribunal paralelo que le podría haber aplicado la "sharía" por presunto adulterio, pudo escapar y los Mossos d'Esquadra realizaron las pertinentes detenciones. Como el caso Edelweiss, éste quedó en una mera anécdota y nadie, absolutamente nadie, se cuestionó lo que está pasando -en el caso concreto con la comunidad islámica- en España (ver noticia enlazada). ¿Es que nadie entendió que lo que podemos tener dentro de España no es ya una comunidad religiosa, sino un Estado dentro del Estado? Parece que la vida inteligente, si existe es en otro planeta o en otro país que no el nuestro.

Se podrían añadir más motivos por los que las sectas campan a sus anchas y sin apenas estorbárseles en España, pero con los cuatro puntos de arriba ya hay suficiente -creo yo- como para hacerle pensar al amable lector. Concluimos, pues, que la porosidad de nuestras leyes convierten nuestra sociedad en un terreno cuanto menos permeable a las sectas. Si a esas leyes generales se les añade la despreocupación por esta problemática -de las sectas- que ha caracterizado a nuestros gobiernos, legisladores y jurisconsultos el resultado no podrá extrañar nada más que a un recién llegado.

Pero, además del aparato legal en lo concerniente al derecho de asociación y que por los motivos más arriba expuestos convierte a España en un coladero de sectas, otra condición de posibilidad se advierte en el aumento y crecimiento de las sectas de cualquier tipo en España. Y esa condición de posibilidad ha sido el encogimiento de la Iglesia Católica en muchos campos y por muchas razones; esto puede deberse a los complejos propios y particulares de una considerable porción de católicos españoles y es que una mostrenca ley física podría enunciarse diciendo que "cuando algo se encoge lo que hace es dejar más espacio a otras cosas". 

Los cambios sociales en España han sido profundos y no se ha estado, ciertamente, a la altura: nadie ha tenido el valor de cuestionar con radicalidad intelectual que la libertad ideológica, religiosa y de culto tiene que tener unos límites razonables y no lo ha hecho nadie para no ser calificado de reaccionario, retrógrado y todo lo demás. Una interpretación conspiranoica de la realidad puede satisfacer, como estamos viendo, a muchos*, pero intelectualmente no se sostiene y prestarle más valor del que tiene lo que trae consigo es dejar indemnes las raíces (no es una sola raíz) del mal que corrompe nuestra sociedad. Despachar la cuestión con la tontería de "Esto en tiempos de Franco no pasaba" es mostrar un absoluto desconocimiento de nuestra historia más reciente, como tendré ocasión de exponer en breve. Pero eso lo vamos a tener que dejar para otro día.

Continuará...



* Basta asomarse a una librería para ver la cantidad de libros sobre masonería, illuminatis y otras sociedades secretas históricas o actuales. La mayor parte de esos libros no son otra cosa que un pasatiempo que muchas veces más confunde y distrae de las verdaderas razones que explican nuestra realidad. Muchas veces incluso he pensado que, con la egregia excepción de reputados masonólogos como Ricardo de la Cierva (q.e.p.d.), la mayor parte de estos libros cumplen una función de publicidad de estos grupos, magnificando sus "logros" y disponiendo a la población que los lee a una resignada derrota ante lo que parece imposible de neutralizar por un poder que realmente no tienen.    

jueves, 29 de diciembre de 2016

ESPAÑA, MINADA DE SECTAS



 
Fotograma de la película John Carpenter's Village of the Damned (1995)


EL CASO EDELWEISS, SÍNTOMA SIN DIAGNÓSTICO NI TERAPIA

Manuel Fernández Espinosa

 
(Aunque independiente de él, éste artículo -como los que le sigan- tiene una introducción en "El anticlericalismo en España. Raíces anticlericales hasta el franquismo".)


Desde 1940 hasta 1977 el régimen franquista había creado una tupida red de asociacionismo juvenil en España, primero con la Delegación Nacional del Frente de Juventudes y, más tarde en 1960, con la creación de la Organización Española de la Juventud (OJE) a manera de dependencia de la misma Delegación Nacional; la OJE a día de hoy todavía existe, habiendo perdido sus connotaciones ideológicas. Este asociacionismo juvenil español fue la versión franquista tardía e ideologizada del escultismo -siguiendo la estela de los totalitarismos euroasiáticos de la época. El escultismo lo puso en pie Baden-Powell en Inglaterra como forma de combatir la delincuencia juvenil y reeducar a los jóvenes, con su primer campamento organizado en 1907 y había llegado a España tempranamente, pero como organización juvenil le faltaba revestirse de una ideología totalitaria para ser lo que fue más tarde en los casos de Rusia, Italia, Alemania y, en menor medida, España

Y es que con la Revolución bolchevique, el Partido Comunista de la Unión Soviética se dotó del Komsomol (Unión Comunista de la Juventud) en 1918, constituyendo la organización comunista de las juventudes, existiendo para los menores de 14 años el Movimiento de Pioneros. El fascismo italiano, fundado por un conspicuo ex-socialista, no tardó en crear corriendo el año 1926 la Opera Nazionale Balilla que en 1937 se fusionaba con la Giuventú Italiana del Littorio, sección juvenil del Partido Nacional Fascista. En Alemania se crearon, en 1926, las Hitlerjugend como sección juvenil del Partido Nacional Socialista Obrero Alemán. Y, como es lógico, en estas organizaciones soviética, fascista-italiana y nazi-alemana se ejerció el adoctrinamiento ideológico respectivo. Menos ideología pudo tener el Servicio Nacional de Educación Física, Ciudadana y Pre-militar creado en España en 1929 por la dictadura de Primo de Rivera, siguiendo el modelo italiano, pero careciendo de un cañamazo ideológico como el que sí exhibían los casos ruso, italiano y alemán. Durante la pervivencia del régimen franquista, el Frente de Juventudes y las asociaciones a él subordinadas pudieron alardear de la difusa y siempre proteica ideología que Franco iba cambiando según soplaban los vientos: fascistoide mientras las potencias del Eje no sucumbieron y, más tarde cuando fueron derrotados los fascismos, atenuando los elementos fascistas, alardeando ahora de un anticomunismo a prueba de bombas con el que amigarse con los Estados Unidos de Norteamérica durante la Guerra Fría. Pero, a la muerte del dictador, con las prisas de la transición, la red de la organización juvenil de la España franquista fue desmantelándose o languideciendo: el pez siempre se pudre por la cabeza, como dice el adagio. Tal vez uno de los casos más trágicos de este proceso de corrupción de una estructura social en España sea el que voy a comentar. En mi opinión es un caso sintomático que, más allá de su particularismo, invitaría a una reflexión que, hasta donde se me alcanza, nadie se atrevió en su día a realizar con la radicalidad que exige.

Con el antecedente de un tejido asociativo juvenil que en los años 70 se iba licuando a falta de una dirección que supervisara las actividades y la idoneidad de las personas adultas a cuyo cargo estaban organizaciones similares se entiende que en el año 1970 un tal Eduardo González Arenas no suscitara ninguna sospecha cuando, a iniciativa personal, se dispuso a organizar un grupo juvenil llamado Asociación Juvenil de Montaña Edelweiss y lo hizo incluso bajo el techo de una parroquia -la de Nuestra Señora del Sagrado Corazón en Chamartín; un año más tarde el grupo cambiaría su nombre al de Boinas Verdes de Edelweiss. La asociación se extendería a otras provincias de todo el territorio español peninsular e insular y su tapadera era el montañismo y las actividades presuntamente formativas de la juventud a las cuales la mentalidad de aquel entonces estaba acostumbrada: nada era raro, en un principio. El hecho de que su artífice hubiera sido legionario parece que le abrió las puertas de la parroquia y de los colegios, lo que a la postre resultó como meter a la zorra en el gallinero. El mismo año en que la asociación sería legalizada (1976), González Arenas era procesado por corrupción de menores -ya había sido acusado también por apropiarse de los fondos; resultó condenado, pero nada más salir de la cárcel, reorganizó el grupo.

Por lo que sabemos, en el interior del grupo se adoctrinaba en una extraña y abigarrada mezcla de ideas cosmogónicas en las que se hablaba de un ficticio planeta Delhaiss, ciertas ideas y estética nazistas y creencias traídas de aquí y de allá: el grupo, en definitiva, era una secta destructiva y se estima que 400 adolescentes pasaron por la secta y muchísimos de ellos fueron víctimas de abusos sexuales. Las continuas denuncias condujeron a González Arenas otra vez a prisión: condenado por 28 delitos de corrupción de menores al líder sectario le cayeron 168 años de condena de los cuales, gracias a las mercedes tan generosas de nuestra Justicia, cumplió solo 6. En 1998, ya gozando de libertad, González Arenas había abierto una discoteca -Sá Gabià- en la localidad balear de Santa Eulalia, se presume que nuevamente había reorganizado la estructura sectaria y así seguir delinquiendo en la pederastia. Pero un joven que lo había denunciado en 1997 por abusos, se tomó la justicia por su mano y lo degolló.

El caso "Edelweiss" es tal vez uno de los que tuvo mayor impacto en la opinión pública. Muchos de los detalles trascendieron y hasta podemos considerarlo un caso mediático que seguro que el lector, si tiene algunos años, recordará. No obstante nos parece muy curioso que un tema como éste que ocupó páginas de periódicos y tuvo su proyección en noticiarios radiofónicos y televisivos, no quedara como otra cosa que una anécdota en la historia social de nuestra transición democrática. Pese a la gravedad de los abusos sexuales perpetrados por González Arenas y sus secuaces (otros miembros de la secta también abusaron de los jóvenes reclutados) aquí nadie hizo nada. Todo quedó reducido a un caso mediático con sus ingredientes mórbidos, pero ni desde el gobierno ni desde la oposición política se hizo lo más mínimo por detenerse a considerar cuáles habían sido las condiciones de posibilidad para que un depredador sexual de menores pudiera crear -varias veces, no sólo en una ocasión- un grupo juvenil como quien organiza una despensa para servirse a su antojo. Mucho se habló de las estrafalarias ideas que el pederasta inculcaba a sus adeptos, muchos pudieron reírse del quimérico planeta y de la vida extraterrestre de los que el gurú hablaba y hasta pudieron escandalizarse muchos ante las parafernalias nazistoides que empleaba en el círculo interior la secta, también podría llamar la atención el liderazgo carismático de este psicópata pervertido (algo común en las sectas destructivas): alguien capaz de organizar varios grupos sectarios para consumar sus perversos propósitos no puede carecer de un carisma maléfico, pero... nadie, ya digo, absolutamente nadie con "responsabilidad política", se cuestionó de un modo radical por qué esto pudiera pasar en la España de los años 70, 80 y 90. 

González Arenas fue "ajusticiado", pero el fenómeno de las sectas destructivas quedó indemne y a día de hoy se estima que más de medio millón de españoles -y se quedan cortos estos cálculos- sufre abusos (como mínimo psicológicos) en los antros más dispares de las sectas destructivas que están legalizadas en España, todas bajo título de asociaciones pseudo-religiosas, pseudo-filosóficas, pseudo-políticas, pseudo-culturales... RT, en octubre de este año que toca a su fin, se preguntaba en un artículo ¿Es España un paraíso para las sectas?

Dado que no parece que hubiera nadie interesado en cuestionarse de un modo radical esta lacra que venimos sufriendo digo yo que será la hora de hacerlo como conviene sin más dilación que la que me lleve el volver otra vez aquí y someter a examen esta cuestión, a no mucho tardar si Dios quiere

Continuará...

miércoles, 28 de diciembre de 2016

EL ANTICLERICALISMO EN ESPAÑA

El cardenal Segura


RAÍCES ANTICLERICALES HASTA EL FRANQUISMO

Manuel Fernández Espinosa


Al anticlericalismo en España dedicó D. Julio Caro Baroja un enjundioso estudio titulado "Historia del anticlericalismo español". Pensaba Caro Baroja que el anticlericalismo español se desplegaba procesualmente desde un "anticlericalismo cristiano" que afeaba y se escandalizaba por la corrupción de las costumbres del clero a un anticlericalismo ("anticlericalismo no cristiano") que en dos fases se articularía: primero atribuyendo los defectos del clero a la misma institución eclesial y, en una segunda fase, pasando a atacar los mismos dogmas a la vez que identificaba a la Iglesia católica como uno de los principales obstáculos para el progreso, deudor éste de los errores filosofantes de la Ilustración. 

Salta a la vista que el anticlericalismo creyente español dejó auténticos monumentos literarios, valga por caso "El Crótalon" de Cristóbal de Villalón o el más famoso "Lazarillo de Tormes" (a éste he dedicado un artículo, aquí enlazado), ambas obras fuertemente impregnadas de erasmismo. Pero somos de la opinión de que, en aquel "anticlericalismo" pre-contemporáneo, también tendríamos que contar con la acción corrosiva de grupos criptojudíos, criptomahometanos y criptoprotestantes que actuaban en España, a despecho de la misma Inquisición: he ofrecido una aproximación en "La persecución anticatólica en tiempos de la Inquisición". Este dato se ha pasado desapercibido por la mayor parte de la historia del anticlericalismo en España: se ha imaginado por parte de tirios y troyanos que la Inquisición española ejercía un poder omnímodo que podía impedir el atropello de las creencias católicas del pueblo español. Y como podemos ver a la luz de los datos históricos, por mucho que la Inquisición se empleara, nunca fue eso así.

Como antecedentes estos podrían ser los más remotos, aunque siempre podríamos remontarnos a la misma Edad Media y, prácticamente, a los primeros tiempos del cristianismo. No obstante, la práctica del anticlericalismo mediante la imposición de leyes coercitivas o bien por la vía más atroz de la persecución a sangre y fuego, no nos aporta una definición. El anticlericalismo no sería nada si no existiera el clericalismo que vendría a ser la influencia del clero en los asuntos temporales de la política y la sociedad. Y hay que admitir que, en efecto, el clericalismo ha existido y, lo que constituye un problema difícil de resolver, si el clericalismo es la influencia de la religión en lo temporal, no puede dejar de existir. La Iglesia católica no podría renunciar a influir en lo social y, por extensión, en lo político sin el riesgo de convertirse en un instrumento del poder político, como quería Maquiavelo que postulaba una religiosidad cínica del Estado en función del poder: "Éste ha sido el proceder de los sabios, y de aquí nació la autoridad de los milagros que se celebran en las religiones, aunque sean falsos, pues los prudentes los magnifican, vengan de donde vengan" (la negrita es nuestra. Ver Maquiavelo, "Discursos sobre la primera década de Tito Livio"). Es, en definitiva, el uso de la religión como "instrumentum regni" enunciado por Polibio, cuando escribió: "Si fuera posible formar una ciudad solo con personas inteligentes, [la religión] no sería menester. Pero la muchedumbre es cambiante y llena de pasiones injustas, de furias irracionales y de violentas rabias. El único remedio es contenerla con el miedo a lo desconocido y ficciones de ese género. Así, a mi juicio, los antiguos no inculcaron por casualidad en la multitud las ficciones de los dioses y las narraciones del Hades".

Pero la Iglesia católica, además de estar en guardia para preservarse de convertirse en un "instrumentum regni" no puede -he dicho arriba- renunciar a ejercer su influencia benéfica sobre la sociedad, pues si no estuviera dispuesta a comunicar el bien, in-formando a la sociedad en la caridad de Cristo, la Iglesia católica sería infiel a Cristo. Convertir el catolicismo, como quiere el laicismo, en una cuestión de culto privado es incapacitar el Evangelio en su poder de transformar la realidad, denunciando las injusticias y paliando las lacras sociales que dimanan de la acción del mal que, no cabe la menor duda, actúa en la realidad, a la vez que es la religión la única capaz de dotar al que sufre el mal de un sentido trascedente, sentido que ninguna ideología con sus solucionarios de tejas para abajo está en condiciones de ofrecer. El Catolicismo (no ya el cristianismo, como suavemente se dice hoy) era para Eugenio d'Ors, por caso pongo, la conciencia de la unidad espiritual de la humanidad en y a través de la Historia que, en el tiempo, era Tradición y, en el espacio, Ecumenicidad (que no es "ecumenismo" como hoy tan mal se entiende). Y, fijémonos bien, en que el gran enemigo del Catolicismo ha venido a ser hoy eso que por ahí se llama "globalismo" que se yergue como el gran sustituto del Catolicismo cuando postula una unidad de la humanidad en falso, pues reduce a la humanidad al nivel zoológico sin considerar lo espiritual del hombre, dado que está constituido tal "globalismo" como un enorme relativismo práctico de dimensiones mundiales que pone a todas las religiones y sectas al mismo nivel, respetándolas mientras pueda servirse de ellas maquiavélicamente.

El P. Pavanetti, en su libro "El laicismo superado. En su Historia y en sus dogmas", ha definido el "anticlericalismo" como la forma negativa del laicismo. Pero el laicismo español, el anticlericalismo también, más actual encuentran su pretendida justificación en la estrecha alianza del franquismo con la Iglesia. Éste tema no es tan sencillo como parece a primera vista, por mucho que la simplificación demagógica logre persuadir a una masa que se deja influir por la maquinaria de la propagada de los grandes medios de masas (todos ellos en manos de grupos hostiles a la Iglesia católica y, si algún medio televisivo hay de la Conferencia Episcopal -como bien puede decírsenos, pues es cierto- tal medio está puesto en las manos más ineptas que pudiéramos imaginar: nos referimos, claro está, a 13TV).

El anticlericalismo más atroz en España tampoco hizo acto de aparición con la II República, estaba lo suficientemente crecido para el novenario de sangre que va de 1931-1939, pues se había incubado a lo largo de siglos, eclosionando con toda su terrible y mortífera rotundidad en la matanza de frailes en 1834 (siglo XIX), alentada por las logias masónicas y su versión indígena de los "Hijos de Padilla" o también "caballeros comuneros", amén de casos aislados de asesinatos de prelados y otros clérigos sucedidos en el Trienio Negro Liberal de 1820-1823: valga recordar al P. Vinuesa, martirizado a martillazos, o el asesinato de Fray Ramón Strauch, obispo de Vich en 1823. Si en la historia de España del siglo XIX se culpa al clero de haberse alineado en su mayor parte con el carlismo, debiérase tener en cuenta también la persecución a la que los liberales sometieron a la Iglesia, que es cosa que bien que se olvida. 

En un libro nada sospechoso de franquista, como es "Historia del franquismo", de Daniel Sueiro y Bernardo Díaz Nosty, podemos leer: "Muy a pesar de las solemnes declaraciones [del franquismo] sobre la identidad Iglesia-Estado, pronto pudo verse quién hacía prevalecer sus criterios. El primer malestar de la Iglesia se produjo cuando Franco, por decreto, suprimió las asociaciones juveniles y profesionales católicas y las integró en las falangistas. Las reacciones de la jerarquía eclesiástica apenas se hicieron sentir. El cardenal Segura, que acababa de ser devuelto por Pío XI a España, fijándole su sede en Sevilla, se rebeló tempranamente contra la dictadura, demostrando que su "integrismo" era religiosamente consecuente y nada fácil de instrumentalizar."

El franquismo llegó a censurar pastorales incluso al mismo cardenal Gomá que era afecto al régimen. Gomá se arrepintió de su apoyo a Franco, escribiendo en 1940: "Si se pudiese jugar dos veces, les aseguro que, a la segunda, jugaría de modo muy diferente". La encíclica papal "Mit Brennender Sorge" que condenaba el nazismo también fue prohibida por el régimen de Franco. Pero, en efecto, no podemos dejar de decir que, pese a todos los datos que pudiéramos acumular y que manifiestan la instrumentalización política que el franquismo hizo de la Iglesia, una gran parte del clero se mantuvo en silencio ante los atropellos del régimen franquista: muy pocos (y menos conocidos de lo que lo son) fueron los que, como el cardenal Segura, se enfrentaron dando testimonio de la independencia y distancia eclesiástica con respecto al régimen y, aunque podría decirse que tuviéramos en cuenta, no obstante, la tremenda traumatización que sufrió la Iglesia católica española, debido al holocausto religioso que gran parte de ella padeció en zona republicana, eso no es ninguna justificación: pues católicos que habían vivido muy cerca del martirio bajo los fusiles del Frente Popular debieran haber estado prontos a recibirlo también frente a los pelotones de fusilamiento franquistas. No fue miedo, creo -sinceramente, después de haber estudiado el tema y haber hablado con muchos clérigos que vivieron todo aquello- que más bien fue un concepto muy equivocado del agradecimiento, sin que olvidemos la tan humana acomodación a una situación que, después de todo, no parecía tan grave tras haber escapado con vida a los trenes de la muerte y los Paracuellos.

Si el franquismo se desquitó de los carlistas y de los falangistas cuando mejor le convino, es cierto que a lo largo de toda la dictadura mantuvo cerca a la Iglesia, pese a los contados disidentes que eran coherentes con su fe y que evitaban adulterar su fe católica con una afección política que, además de circunstancial, se viciaba de tal modo; pero, aunque, sí que una parte de la Iglesia siempre acompañó al franquismo hasta el último estertor de Franco, veremos en próximas entregas que el nacional-catolicismo fue una ridícula impostura que ha hecho más daño que bien a la misión evangelizadora de la Iglesia católica.

Continuaremos...