¿ES EL ENTUSIASMO MÍSTICO UN ENTUSIASMO NATURAL?
Manuel Fernández Espinosa
Todo el mundo sabrá, a estas alturas, que entusiasmo significa etimológicamente "endiosamiento" (ser poseído por un dios). Leibniz nos lo glosa: "En principio entusiasmo era un buen término. Y así como el sofisma indica propiamente un ejercicio de la sabiduría, el entusiasmo significa que en nosotros hay una divinidad. Est Deus in nobis". (Lo de "Est Deus in nobis" es una cita de Ovidio), más adelante el mismo Leibniz nos recordará, muy a propósito del "entusiasmo", unos versos de la Eneida de Virgilio:
"Di ne hunc ardorem mentibus adduns
Euryale, an sua cuique Deus fit dira cupido?"
[¿Son dioses, Eurilo, los que suscitan en nosotros esos ardores,
o es que cada cual convierte a su propia pasión en dios?]
Eneida, IX, 184.
Sin embargo, los poetas han sido, pese a la duda expresada por Virgilio ahí arriba, los más entusiastas -etimológicamente hablando- en su ejercicio poético. La sospecha que se extiende sobre el "entusiasmo" es una constante a lo largo de todo el percurso del pensamiento occidental: nuestra María Zambrano nos habló de la recíproca enemistad entre filósofos y poetas de la antigüedad clásica griega, lo que no impidió que muchas de las obras aurorales del pensamiento helénico encontraran su cauce en la poesía, basta recordar el poema de Parménides. Platón que fue poeta con anterioridad a consagrarse por entero a la filosofía, pensó sobre el estado entusiástico y nos ha dejado algunos pasajes que, como siempre, serán de obligada mención.
En su diálogo "Ión", dice que los poetas "no es gracias a una técnica por lo que son capaces de hablar así, sino por un poder divino", pero más arriba ha dejado dicho que: "es una cosa leve, alada y sagrada el poeta, y no está en condiciones de poetizar antes de que esté endiosado, demente, y no habite ya más en él la inteligencia". Amén de esto, Platón incluso alude a una cadena de inspirados y la explicación de esa inspiración poética la encuentra en que la Musa se apodera de ellos y los posee; algo que entraña sus riesgos para quienes leen a los poetas, pues la fuerza que los impulsa a poetizar no es terrenal, sino divina, cuya fuerza Platón compara con la del imán que es capaz de imantar no sólo anillos de hierro, sino que a través de esos anillos es capaz de atraer a otros: en efecto, ¿quién no se ha sentido algo poeta leyendo poesía? Pero, tengamos en cuenta que los antiguos tuvieron muy presente siempre que la poesía no era un ejercicio profano, sino que con el "poetizar", el poeta (por otro nombre llamado "vate") también "profetiza" ("vaticina", cabalmente por ser "vate"); otra cita de Platón sobre el "entusiasmo" que amplía algo lo del ejercicio "profético" del poeta la hallamos en el "Timeo", en donde nos dice que: "En efecto, nadie entra en contacto con la adivinación inspirada y verdadera en estado consciente, sino cuando, durante el sueño, está impedido en la fuerza de su inteligencia o cuando, en la enfermedad, se libra de ella por estado de frenesí."
"Di ne hunc ardorem mentibus adduns
Euryale, an sua cuique Deus fit dira cupido?"
[¿Son dioses, Eurilo, los que suscitan en nosotros esos ardores,
o es que cada cual convierte a su propia pasión en dios?]
Eneida, IX, 184.
Sin embargo, los poetas han sido, pese a la duda expresada por Virgilio ahí arriba, los más entusiastas -etimológicamente hablando- en su ejercicio poético. La sospecha que se extiende sobre el "entusiasmo" es una constante a lo largo de todo el percurso del pensamiento occidental: nuestra María Zambrano nos habló de la recíproca enemistad entre filósofos y poetas de la antigüedad clásica griega, lo que no impidió que muchas de las obras aurorales del pensamiento helénico encontraran su cauce en la poesía, basta recordar el poema de Parménides. Platón que fue poeta con anterioridad a consagrarse por entero a la filosofía, pensó sobre el estado entusiástico y nos ha dejado algunos pasajes que, como siempre, serán de obligada mención.
En su diálogo "Ión", dice que los poetas "no es gracias a una técnica por lo que son capaces de hablar así, sino por un poder divino", pero más arriba ha dejado dicho que: "es una cosa leve, alada y sagrada el poeta, y no está en condiciones de poetizar antes de que esté endiosado, demente, y no habite ya más en él la inteligencia". Amén de esto, Platón incluso alude a una cadena de inspirados y la explicación de esa inspiración poética la encuentra en que la Musa se apodera de ellos y los posee; algo que entraña sus riesgos para quienes leen a los poetas, pues la fuerza que los impulsa a poetizar no es terrenal, sino divina, cuya fuerza Platón compara con la del imán que es capaz de imantar no sólo anillos de hierro, sino que a través de esos anillos es capaz de atraer a otros: en efecto, ¿quién no se ha sentido algo poeta leyendo poesía? Pero, tengamos en cuenta que los antiguos tuvieron muy presente siempre que la poesía no era un ejercicio profano, sino que con el "poetizar", el poeta (por otro nombre llamado "vate") también "profetiza" ("vaticina", cabalmente por ser "vate"); otra cita de Platón sobre el "entusiasmo" que amplía algo lo del ejercicio "profético" del poeta la hallamos en el "Timeo", en donde nos dice que: "En efecto, nadie entra en contacto con la adivinación inspirada y verdadera en estado consciente, sino cuando, durante el sueño, está impedido en la fuerza de su inteligencia o cuando, en la enfermedad, se libra de ella por estado de frenesí."
Pero es en el "Fedro" donde Platón hila más fino sobre este asunto, llegando a distinguir hasta dos clases de "locuras" (manía o entusiasmo) a saber: la propiamente dicha locura como enfermedad y otra "locura" entendida como "inspiración divina" que la subdividía en: a) Profética (que rige Apolo); b) Rituales Iniciáticos (que rige Dioniso); c) Poética (de las Musas); d) Erótica (Afrodita y Eros).
Enamorados, poetas, iniciados, sibilas y adivinos son aquellos que, aunque pudiendo ser confundidos con dementes por el común, han vivenciado el "entusiasmo". Pero Platón, pese a sus reticencias para con los poetas, expresadas aquí y allá, también piensa que el filósofo puede "entusiasmarse", "endiosarse", cuando vive el ascenso del entendimiento como una escalada que lo eleva a la mística: "El
varón, pues, que haga uso adecuado de tales recordatorios, iniciado en
tales ceremonias perfectas, sólo él será perfecto. Apartado, así, de
humanos menesteres y volcado a lo divino, es tachado por la gente como
de perturbado, sin darse cuenta de que lo que está es entusiasmado". Los
recordatorios a los que se refiere Platón son, como no podía ser menos,
los propios de su teoría de la reminiscencia que remembra la Formas
eidéticas.
Nadie mejor que Platón ha aportado una explicación de las raíces de la mística y a Platón han terminado dirigiéndose los místicos de todas las religiones, reconociéndose y acomodando sus experiencias a las líneas directrices platónicas. Sin embargo, como decíamos más arriba, los que se han pronunciado, en el curso del tiempo, sobre estas cuestiones considerándose a sí mismos como más realistas, sensatos, equilibrados y razonables... Han mantenido y mantienen la sospecha sobre el "entusiasmo": lo mismo materialistas que teólogos raciocinantes ("teológos racionalistas judeo-protestantes" les llamaba Schopenhauer a esa caterva de teólogos).
Convendrá, en primer lugar, tener en cuenta que, aunque "mística" y "entusiasmo" estén relacionados, ambos términos no son necesariamente sinónimos. En el "entusiasmo" podríamos encontrar el sentido más fuerte si apelamos a su etimología; así, en efecto, lo que en la mistica tradicional católica se ha llamado la "unión mística" (tras la fase purificativa y la fase iluminativa): ser "uno con Dios", "uno en Dios", "Est Deus in nobis" que dijera Ovidio, podría ser entendido como "entusiasmo". Pero tenemos que contar con que, a lo largo del tiempo, la palabra "entusiasmo" ha venido a depauperarse, deviniendo a asunto psicológico, degradándose a "estados anímicos" que bien por causas endógenas o exógenas no pasarían de mostrar un cuadro sintomatológico, tan descriptible como digamos que los movimientos peristálticos. Ese "entusiasmo" a nosotros no nos vale, ciertamente, puesto que ahí no se cuenta con aquello que hace que el "entusiasmo" sea auténtico "entusiasmo místico" (o sea, "Est Deus in nobis"), pero es que cuando la gente piensa en un estado entusiástico, no va más allá de representarse un estado de cierta alegría natural, brillo en los ojos, jovialidad... Que no, que tampoco nos vale: eso son pamplinas de "pensamiento positivo" para estrategias comerciales. Por otra parte, el "entusiasmo", en sus máximas expresiones podría ser preocupante, es cierto, cuando llega a manifestar una exacerbación que rayara el paroxismo; pero no por ello sería el "entusiasmo místico" aquello que mejor hiciéramos en llamar fanatismo.
Es una absoluta miopía intelectual considerar que la experiencia empírica de los entusiasmos naturales -de carácter leve o extremo- que hayamos podido tener constituya por sí misma un buen ejemplo de lo que decimos con "entusiasmo" cuando nos referimos a "entusiasmo místico". Tampoco vale aquí añadir a "entusiasmo" el "místico" en razón de que ese "entusiasmo" natural parezca producirse por una circunstancia religiosa (como pasa en ciertas sectas). Más grosero si cabe es tomar el todo por la parte y explicar los raptos místicos por histerismos de índole psico-sexual. Pero no podríamos esperar otras "explicaciones" ni otras "confusiones" en una época grávida de tinieblas. Estas confusiones son precisamente las que tenemos que tener en cuenta, para marcar las prevenciones pertinentes sobre los
"entusiasmos naturales", por mucho que se revistan de "místicos". Pero eso no supone, como hacen los teólogos raciocionantes, negar tampoco el "entusiasmo místico": es más, a nosotros nos parece que la verdadera meta de todo fiel debe ser precisamente el "entusiasmo místico" auténtico, o al menos tender a ello.
Y, por último, sí: admitiremos que no podemos explicar lo que sea la mística auténtica, aquella en que alma y Dios se hacen uno; no lo podemos explicar con la "claridad" y "suficiencia" con que la neurociencia o la psiquiatría podrá explicar las más variopintas experiencias de "entusiasmo natural"; pero sí que nos parece que negar la vivencia mística auténtica (en virtud de no haberla tenido nunca) es tan descabellado como negar la cópula sexual por ser todavía virgen y no tener la menor experiencia sexual.