RAIGAMBRE

Revista Cultural Hispánica

jueves, 26 de febrero de 2015

NUESTRA MADRE PATRIA ROMANA CONTRA EL 28-F

Por Antonio Moreno Ruiz

Historiador y escritor




Gracias a Dios, fuimos los andaluces los que hicimos del español una lengua universal. Fue nuestra fonética y nuestro vocabulario la que impregnó a nuestros hermanos canarios e hispanoamericanos. Fueron nuestros marinos, junto a los vecinos portugueses, los que abrieron el Atlántico como Mare Nostrum. Tal vez no sea casualidad que cuando más se ensancharon los lindes del Imperio Romano fuera con los emperadores Trajano y Adriano, ambos nacidos en la Bética.

Con Roma fuimos una provincia política durante seis siglos, con constante contacto etnocultural. Es por ello que hablamos una lengua latina y nos regimos por el Derecho Romano. Y no en vano los romanos dijeron que los turdetanos eran los más cultos entre los iberos. También hubo presencia céltica entre nosotros. Y colonos fenicios y griegos. Antes de Roma, la Roma Eterna a la que luego volvimos por los fueros de Fernando III el Santo, rubricando a posteriori los Reyes Católicos Isabel de Castilla y Fernando de Aragón; recordando, a su vez, que fuimos parte del Reino Visigodo de Toledo, y que vimos muy de cerca la presencia bizantina en el solar ibérico. Así, el legado romano se transformó y retroalimentó.

Alándalus, se nos dirá. Pero no es lo mismo Roma que Alándalus para nosotros. Alándalus fue todo el territorio musulmán de la Península Ibérica, las islas Baleares, y parte del norte de África. La invasión bereber, comandada por caudillos árabes, le cambió el nombre al país, cosa que no hicieron ni visigodos ni bizantinos, que siempre hablaron de Spania. Y es que en verdad en árabe también se dice así, pero los musulmanes tuvieron muy claro que ellos querían forjar otra cosa. Sin embargo, hubo resistencia, y a pesar de que no pocos se convirtieron al islam y pasaron de ser hispanos a andalusíes, tanto la victoria de Covadonga como la resistencia de los cristianos mozárabes, que mantuvieron el legado hispano-visigótico, nos permitió recuperar España y volver a nuestro lógico curso histórico-cultural, forjando nuestra comunidad geográfica con ciertos caracteres culturales comunes y políticamente insertados en la Corona de Castilla. Sin problemas y a mucha honra. Hasta que el liberalismo nos desgajó, y hasta ahora...

Somos tierra de frontera y no rechazamos ninguna influencia, como tampoco hay que rechazar que elementos tan característicos de Alándalus como el arco polilobulado sea de origen bizantino y el de herradura visigótico. La originalidad de nuestro solar impregnó a los llegados de fuera y se formó algo único y diferente del resto del mundo mahometano por eso mismo; toda vez que Alándalus se desgajó del califato y pasó a ser un emirato independiente, cuya fuerza en verdad llegó al valle del Ebro, pues allí los dirigentes, muchos descendientes de muladíes hispanos, poca obediencia le prestaban a Qurtuba. La unidad política de Alándalus siempre fue débil, y se rompió en numerosas taifas al cabo de cuatro siglos; no sin antes haber avisado nuestro paisano Ben Hafsun con su indómita rebeldía anticalifal de lo que se podía venir encima.

Definitivamente: Alándalus no es comparable a Roma.

Por eso, ¿qué tenemos que celebrar el 28 de febrero? Absolutamente nada. Ni tan siquiera Blas Infante celebró nada ese día. Porque el 28 de febrero es el aniversario de la autonosuya de 1980; "autonosuya" que más del 60% de los andaluces se negó a votar, recordamos; al igual que el pueblo andaluz nunca votó en su día por Blas Infante, cuyas teorías nunca tuvieron predicamento en nuestros pagos. Blas Infante quería celebrar el 4 de diciembre, evocando una revuelta campesina que hubo en Cádiz en el siglo XIX, dizque apoyada por los federalistas. Pero ni los mismos "andalucistas" lo respetan, porque en verdad, no les interesa más que el clásico "divide y vencerás" y de paso, saquear a placer.

 En realidad, Blas Infante no salió nunca de indigestas elucubraciones, empezando misma bandera, de reminiscencias islámicas, incomprensible y antipática aún hoy en día para muchos andaluces. Y parte del pueblo andaluz, que ha tomado este símbolo "folclóricamente", es porque no sabe su significado, porque cuando se entera, provoca lógico e inmediato rechazo.

Estamos muy orgullosos de nuestro inmenso e intenso legado y es por ello que rechazamos las mixtificaciones románticas extranjeras del siglo XIX y el politiqueo del siglo XX; politiqueo que busca enfrentarnos y dividirnos entre españoles, con diferencialismos exagerados, deformados y absurdos. Y si bien España es una nación diversa y ese tesoro hay que amarlo, respetarlo y venerarlo, ¿cuál no lo es? ¡Qué poco se ha viajado por el mundo cuando se insiste en la "excesiva diversidad" de España!

Y bueno, ¿no hacen apología de la libertad de elección? Pues nosotros elegimos no celebrar a Blas Infante, ni a su bandera (que no es la de Andalucía), ni a una "autonosuya" de caciques corruptos que van desde la derecha liberal a la extrema izquierda con los mismos y cochambrosos intereses contra nuestra tierra y nuestra gente. Es evidente que nuestra madre patria es Roma, y no Arabia. Y que un andaluz es más parecido a un napolitano que un moro,  y que de hecho, nos adaptamos antes a Italia o a Grecia que al Magreb; y no digamos ya nuestra íntima relación con portugueses, manchegos o canarios.

No, definitivamente no tenemos nada que celebrar el 28 de febrero, al contrario. Y hablamos claro:


ESTE ES EL PADRE DE NUESTRA PATRIA:




ESTAS SON NUESTRAS BANDERAS:







ESTOS SON NUESTROS MANIFIESTOS: 


EL BLOG DE CASSIA: MANIFIESTO EN FAVOR DE SAN ...










¡VIVA ANDALUCÍA, QUINTAESENCIA DE LAS ESPAÑAS!





miércoles, 25 de febrero de 2015

SEFARAD RESTAURÁNDOSE







Pedro Sáinz Rodriguez



EL SEFARDISMO RETORNADO
Manuel Fernández Espinosa
 
Pedro Sáinz Rodríguez (1897-1986) fue uno de los intelectuales de gran fuste que tuvo España en el siglo XX. Filólogo, bibliógrafo, escritor, editor, también ejerció el papel de conspirador en los trabajos preparatorios del 18 de Julio de 1936. Católico y Monárquico, Sáinz Rodríguez era un adicto a Alfonso XIII y, tras la muerte de Alfonso XIII, rindió pleitesía a Don Juan (el Rey de Luis María Ansón).

Sáinz Rodríguez formó parte del Alzamiento Nacional de 1936 y fue nombrado ministro de Instrucción Pública en el Primer Gobierno Nacional de España (1938-1939), sin embargo, su lealtad a Alfonso XIII y, más tarde -como hemos dicho- a Don Juan de Borbón y Battenberg perjudicó la carrera política de Sáinz Rodríguez durante el franquismo, forzándole incluso a tomar el camino del exilio a Portugal.

Sus relaciones con Francisco Franco se deterioraron cuando Francisco Franco decidió decretar la persecución de la actividad masónica en España, implantando el Tribunal Especial para la Represión de la Masonería y el Comunismo. Sáinz Rodríguez se queja en sus memorias del simplismo de Franco y alega en su defensa que él no era masón, contra lo que Franco y el círculo franquista propalaban sobre él. Creemos -aunque es una conjetura- que, en efecto, Sáinz Rodríguez nunca fue masón, pero tal vez fuesen otras las razones por las cuales los hombres de confianza y más afectos a Franco la emprendieron contra Sáinz Rodríguez.

En tiempos de la Dictadura de Primo de Rivera, Sáinz Rodríguez había trabajado para la editorial CIAP. Las siglas CIAP responden a COMPAÑÍA IBERO-AMERICANA DE PUBLICACIONES, aunque en un principio se llamó Compañía Ibero-Africana. La gerencia de esta editorial estaba a cargo de Manuel L. Ortega Pichardo "que había vivido en la zona española de Marruecos [...] publicó un libro sobre "Los hebreos en Marruecos", antes de existir la CIAP y una "Historia de Ceuta", con especial atención a los sefardíes y con un estudio del doctor Pulido, personaje relacionado con el retorno del judaísmo a España en la primera mitad del siglo XX." (La cita es del mismo Pedro Sáinz Rodríguez en su libro "TESTIMONIO Y RECUERDOS").

Sin embargo, aunque Ortega Pichardo figuraba como fundador de la CIAP, la editorial era de capital hebreo. Ignacio Bauer, judío, escritor, bibliófilo y autor de "Apuntes para una bibliografía de Marruecos", además de "Relaciones de África" y "La misión franciscana de Marruecos" era el hombre clave. Ortega Pichardo preparó una "Biblioteca de los sefardíes" y la editorial planeó el "asalto" al mercado peninsular e iberoamericano, estableciéndose en Madrid y solicitando la colaboración profesional de Pedro Sainz Rodríguez. Éste, como cándido e ingenuo intelectual, aceptó y trabajó para CIAP -con mucha probabilidad sin saber, en ese momento, lo que se estaba cuajando.

El Doctor Ángel Pulido Fernández (1852-1932) promovía desde 1904 la campaña filosefardí en España, tras haber tomado contacto con comunidades descendientes de antiguos judíos sefardíes. Y Pulido era uno de los colaboradores de CIAP, como otros prominentes filojudíos, por ejemplo: Méndez Bejarano o el gran traductor Rafael Cansinos Assens. En 1920, a iniciativa del Doctor Pulido, se fundó la Casa Universal de los Sefardíes. La editorial CIAP empleó a Pedro Sáinz Rodríguez a manera de relaciones públicas, así lo hizo cuando lo envió a Iberoamérica para abrir mercado.

Estas relaciones de Sáinz Rodríguez con una editorial tras la cual se adivinaba el capital judío, así como la campaña de rehabilitación de los sefardíes, promocionada por el Doctor Pulido y jaleada por todas las logias españolas no pasaba desapercibido para los servicios secretos franquistas que, en esos entonces, podemos decir que eran unos de los más eficaces de toda Europa.



Lo del "contubernio judeo-masónico" era algo más que una figura retórica del franquismo. Franco sabía que las relaciones bilaterales entre la Segunda República Española y la comunidad judía, a través de diversos representantes y dirigentes político-religiosos judíos, habían sido clave y los hombres del CIAP no eran ajenos a esos tejemanejes.

Antonio Aguilar y Correa, Marqués de la Vega de Armijo

Lo curioso del caso es que, en toda la falsa retórica de los masones que instauraron la Segunda República Española, siempre se argumentó el manido tema de la "reparación": ¿a qué reparación se referían? Sabido es que en 1492 los Reyes Católicos promulgaron el edicto de expulsión de los judíos que no se bautizaran. Durante siglos este decreto estuvo vigente. Sin embargo, la Segunda República Española llegaba tarde a la derogación de este decreto de expulsión de los judíos (y no digamos la más reciente medida, consumada por el ministerio de Ruiz Gallardón). Gobiernos masones anteriores se habían anticipado a Ruiz Gallardón y a la II República; ésta es otra de las historias muy poco conocidas que arrojan luz sobre el asunto.

La Gran Logia de Rumanía reconocía en 1880 al Oriente masónico presidido por Práxedes Mateo Sagasta, pero a cambio exigió que el gobierno español levantara los impedimentos que, por el decreto de los Reyes Católicos de 1492, se ponían en España contra el establecimiento de la comunidad judía. No hubo problema ninguno para realizar la transacción de favores, dado que Práxedes Mateo Sagasta y su alegre pandilla de compadres masones formaba el mismo gobierno de España. Don Antonio Aguilar y Correa, Marqués de la Vega de Armijo, conspicuo ministro de la camarilla de Sagasta, se apresuró a derogar el decreto de los Reyes Católicos.

Con estos "movimientos tácticos" en el orden legislativo (realizados servicialmente por los hermanos masones; que a la vez eran los prohombres de la política liberal) a principios del siglo XX todo estaba dispuesto para que apareciera el Doctor Pulido, viajando por el Mediterráneo y redescubriendo las comunidades sefarditas, para invitarlas a regresar a España reivindicando la "Reparación" que supuestamente la nación española le debía a los descendientes de aquellos expulsados. Mientras tanto, para preparar la campaña de propaganda que abriría de nuevo las puertas de España a la diáspora sefardí para imponer Sefarad, dos periódicos se emplearon a fondo: "La Raza" y "El Pueblo", con D. Manuel Ortega Pichardo al frente que, con el banquero judío establecido en Madrid, Señor Dreyfus, había fundado la C.I.A.P. (COMPAÑÍA HISPANO AMERICANA DE PUBLICIDAD), a la que aludimos más arriba. Digamos también que el inversor de la C.I.A.P., el banquero Dreyfus se casó con la hija del Doctor Ignacio Bauer, al que también aludíamos más arriba. El Doctor Bauer era, por cierto, nieto de uno de los hombres clave de la Casa Rothschild en España.

sábado, 21 de febrero de 2015

EL LAICISMO VIRULENTO

 Foto de Manolo Fernández.
 
 
Y SUS TAMBORES DE GUERRA

Manuel Fernández Espinosa

Se oyen tambores de guerra: la izquierda laicista toca zafarrancho de combate contra la enseñanza de la religión católica en la escuela pública: "...aunque realizaremos actos antes del verano, la gran batalla comenzará a partir de septiembre", así lo anunciaba Francisco Delgado, presidente de Europa Laica, (ESCUELA, periódico profesional de la escuela española, fundado en 1941, núm. 3.979, 11 de abril de 2013). Yo no sé al lector, pero a mí cada vez se me hace  más insoportable la retórica belicista (gran batalla) que emplean gentes que gastando esa agresividad, van luego y, entornando los ojos hipócritas, vomitan por la boca sus vaniloquios sobre valores democráticos. Es de un sentimentalismo viscoso y me da asco, no soporto que intolerantes de este tipo pongan en su boca la palabra "tolerancia" (a manera de salvoconducto con el que cometer sus intolerancias). Verlos fruncir sus labios en pucheritos, cuando se habla de "paz", "tolerancia", "solidaridad"... Me parece una pantomima grotesca.
 
Pero así están las cosas. La crisis económica hunde a pique la sociedad de bienestar española, pero la izquierda siempre tiene la misma solución: la Iglesia es la culpable. Cuando el Imperio Romano de Occidente se desmoronaba, no faltaron patricios romanos que señalaron a la Iglesia católica como la culpable del saqueo de los godos: haber dejado de adorar a los viejos dioses paganos -se decían, supersticiosos- había traído como consecuencia ese "castigo". Para responderle a esa mojigata gavilla de paganos escribió San Agustín de Hipona una de sus obras más imperecederas: "De civitate Dei". En los tiempos presentes, la izquierda señala con el dedo otra vez a la Iglesia católica: como nuevos paganos supersticiosos que ven en la fe cristiana el principal enemigo de la sociedad. Ni un laicista de estos ha montado, solo o con sus conmilitones, un solo comedor social; pero con sumo gusto corren prestos a ponerse a la vanguardia de todo piquete que clausure los comedores y centros asistenciales cristianos.
 
La separación entre Iglesia y Estado es una realidad. Es otra cosa la que los laicistas anticristianos pretenden, aunque dudo mucho que sean capaces ni siquiera de advertirlo por sí mismos. Lo que a ellos les hace echar espumarajos por las fauces no es que la Iglesia y el Estado puedan estar confundidos. No hay alianza entre Trono y Altar, ni mucho menos. Hace tiempo que el Estado y la Iglesia no son lo mismo, aunque los laicistas viven siempre con un evidente retraso. Esa promiscuidad entre Iglesia y Estado pudo darse en algún momento de la historia (que tampoco lo creo), pero actualmente no sucede. ¿Qué es lo que buscan entonces, si Estado e Iglesia están separados?
 
Lo que los laicistas no pueden tolerar es que la Iglesia esté entreverada en la sociedad. Por eso hacen tronar las trompetas para entrar en batalla. Los laicistas patalean cuando ven que un niño se persigna; les da taquicardia, cuando sale una procesión; les da el Baile de San Vito si ven que una calle lleva el nombre de un santo; les salen erupciones cutáneas si oyen tañir las campanas de un templo cristiano... Y, cuando comprueban que la sociedad todavía sigue siendo cristiana, se acuerdan de Santa Bárbara. En fin, ¿es o no es así? Es así, tal y como digo. Que se dejen de milongas, por lo tanto, y le llamen a las cosas por su nombre: que no confundan el Estado y la sociedad. El Estado español puede ser aconfesional, incluso podría llegar a ser algún día laicista. Pero la sociedad española, pese a haber sido víctima de un ambicioso proyecto de descristianización, sigue siendo cristiana a duras penas, a trancas y barrancas. Y eso es lo que no soportan estos laicistas.
 
Es un problema de impaciencia y de inadaptación: su utopía social tarda en llegar. Se ha depauperado, convirtiéndose de "paraíso en la tierra" en una "sala de espera" sin crucifijos. Esa utopía en la que están soñando es tan pobre que se ha reducido al delirio de una sociedad sin cristianismo. Y se enfadan, como un niño caprichoso al que no le salen las cuentas. En una sociedad con dos mil años de tradición cristiana, los laicistas son eso: unos inadaptados.
 
Escribía Julio Camba, alguien que no es sospechoso, precisamente, de integrista católico: "Si en un país católico separa usted la Iglesia del Estado, a quien perjudicará usted será al Estado y no a la Iglesia". Podríamos parafrasearlo, para esta ocasión hodierna: "si en un país católico separa usted la Iglesia de la sociedad, a quien perjudicará usted será a la sociedad".
 
Y si no se lo creen, que vayan a preguntárselo a la sociedad; y por sociedad me refiero a todas las familias que, no hallando un plato de comida ni ropa, van a recogerlos a la Iglesia.

domingo, 15 de febrero de 2015

LA INGLATERRA SECRETA (III)

 
Felipe III, Rey de España

LUISA DE CARVAJAL EN SU "ORÁN"


Manuel Fernández Espinosa



Más o menos un año después de vivir bajo el amparo de la embajada española en Londres, Luisa de Carvajal se decide a buscar una casa propia. Don Pedro de Zúñiga, a la sazón embajador, sintió mucho que Luisa se expusiera a tanto riesgo y trató de convencerla recurriendo a la peor amenaza para ella, la de vetarle el paso a la embajada española que era uno de los lugares donde se permitía, digamos que por inmunidad diplomática, la Santa Misa en todo Londres. La brava extremeña no se detuvo ante aquellas amenazas que, todo sea dicho, procedían del buen amor que le tenía el embajador a su compatriota.

Ella abandonó la embajada española y con dos doncellas que le prometieron seguirla a todas partes venciendo el miedo a la persecución, hizo su mudanza. En aquellos tiempos para que una mujer pudiera habitar a solas en una casa de Londres no podía hacerlo sin un hombre, por ello Luisa tuvo que buscar a un hombre honrado que, viviendo bajo el mismo techo que ella, le pudiera permitir habitar casa propia. Este hombre fue el francés Lemeteliel y su esposa (un matrimonio sin hijos), los cuales habían sufrido cárcel en Londres, así como la pérdida de sus bienes por ser fieles a su fe católica. La casa en que se instala Luisa, sus dos doncellas y el matrimonio Lemeteliel está, según el decir de ella: "sola, aunque muy cercada de protestantes alrededor", tenía que ser una casa chiquita, pues cuenta que aunque era de habitaciones bonitas, era "como para muñecas los aposentos della". Los viernes eran los días que más sufría Luisa, pues sus vecinos ingleses tenían la costumbre de reunirse en las casas y armaban mucho alboroto con sus francachelas. La pobreza en que vivía la comunidad que componía aquella casa llegó a oídos del Rey Don Felipe III de España y el Católico Monarca ordenó que la embajada asistiera a Carvajal con 300 reales al mes. Esta ayuda, caída del cielo, permitió emprender la labor apostólica; pero Luisa no acaparaba la limosna, sino que el dinero que de la embajada recibía lo daba a otros más pobres que ella, como era el caso de sacerdotes católicos ingleses que vivían en lamentable situación económica.

Luisa expone su plan a un religioso italiano en una epístola de julio de 1606:

"En sabiendo hablar suficientemente, tomando casa aparte con dos o tres compañeras, procuraré gastar mi tiempo en oración, lección y trabajo de manos Y acudiendo también al servicio y consuelo de los siervos de Dios lo que pudiere, no rehusaré las ocasiones que ofreciere Su [Divina] Majestad de tratar con los demás herejes en la más conveniente manera que me sea posible".




Y así lo cumplió. El trato que proponía mantener con los herejes no era otro que el de hablar con ellos, para convertirlos, demostrándoles el error en que estaban, empleando todo tipo de argumentos: históricos, teológicos, en fin, apologéticos. Empleó todo su vigor en esta empresa y obtuvo resultados en este apostolado frontal, de tú a tú, cara a cara:
"Los herejes mismos no se cansaban de oírla, y quedaban espantados de la viveza y claridad de sus razones y de la libertad y espíritu con que se las decía. Algunos confesaban que no hallaban la fuerza y virtud en las palabras de nadie como en las de doña Luisa." -cuenta el P. Valpolo en la biografía que escribiera de Luisa de Carvajal.

Valpolo cuenta casos de conversiones en los que tuvo parte la Carvajal. Gentes de todas clases fueron removidos por su celo apostólico: estudiantes, obreros, ancianos. Hubo incluso el caso de un predicador calvinista al que la española convenció de su error. El calvinista se convirtió, sufrió cárcel (adonde, por cierto, lo visitó Luisa). Cuando fue puesto en libertad Luisa le facilitó el paso a Flandes y de Flandes este ex-calvinista viajó a España, terminándose por ordenar de sacerdote y profesando en la Orden de San Benito.




Pero, no obstante estos éxitos, tampoco podían faltar episodios desagradables. El mes de junio de 1608 tuvo el primero de estos encontronazos. Fue en Cheapside -en cuyo mercado ya llevamos contado que se concentraba el vecindario antipapista más acérrimo. Todo tuvo su origen en una disputa que Luisa mantuvo en el mostrador de una tienda, mientras se disponía a comprar paños. Como era su costumbre, sacó el asunto de la religión y discutió con un mancebo de la tienda. El debate fue tan acalorado que dio lugar a que intervinieran otros tenderos que se agolparon, acusándola de papista. Aquella polémica duró unas dos horas y no hubo quien doblara a Luisa en su firme defensa del Papado, de la Misa, los Sacramentos y el sacerdocio. Quince días después, al volver al escenario del incidente, algunos testigos la reconocieron y la denunciaron al juez del distrito. Ante dicho juez declaró estar presta a morir por Cristo. Por la noche la condujeron, con dos de sus doncellas, a la cárcel vecina. El criado Lemeteliel las acompañó, aunque no estaba detenido. Fue puesta en libertad por orden de Robert Cécil, Conde de Salisbury, que así quiso congraciarse con el embajador español. El tiempo que pasó en la cárcel lo empleó para hablar de religión con los presos que allí había.

María Ward

Por este tiempo fue cuando Luisa funda la Compañía de la Soberana Virgen María Nuestra Señora, cuyas Constituciones redactó ella misma y en las que se estipulaba los tres votos tradicionales de pobreza, castidad y obediencia y un cuarto voto, signo de la impronta ignaciana, como era el voto de obediencia al Romano Pontífice. Fundar en el mismo corazón de Londres, capital de Inglaterra, una congregación religiosa era, por supuesto, todo un desafío a la herejía. En la Congregación trazada por Luisa no había clausura y trabajó apostólicamente en el suburbio de Haigat y más tarde en la calle de Barbicán. El número de las que compusieron esta Compañía de la Soberana Virgen María Nuestra Señora fue siempre pequeño y fluctuante: algunas venían y muchas se iban, permanecer lo hicieron: Ana, prima hermana del P. Henry Garnet; Juana; Susana, de familia noble y Fé. La Congregación nacía con el espíritu combativo de no cejar en el empeño de convertir Inglaterra a la Iglesia Católica, Apostólica y Romana. La casa que más tarde ocupará con sus religiosas inglesas será llamada por Luisa, en sus cartas, con el beligerante nombre de "mi Orán" y téngase en cuenta la resonancia bélica que el nombre de la ciudad de Orán (hoy Argelia) tenía para un español de la época; hay que recordar que, a las órdenes del Cardenal Cisneros, la plaza de Orán había sido tomada en 1509 por los españoles, permaneciendo bajo dominio español hasta 1708). Por aquel entonces Mary Ward fundaba su Instituto y se tiene constancia de que la Ward admiraba a la española por los consejos que daba a sus hijas, pidiéndoles que fuesen tan fuertes y corajudas como Carvajal.

George Abbot, Arzobispo de Canterbury

A principios de 1613 fue nombrado embajador de España Don Diego Sarmiento de Acuña (luego sería Conde de Gondomar), que logró hacerse con las simpatías del Rey Jacobo I de Inglaterra. La amistad entre el embajador español y el monarca inglés puso celosos al gobierno anticatólico y antiespañol, a los anglicanos y, sobre todo, a los puritanos. Se publicó el libro del P. Francisco Suárez S. J. "Defensio fidei contra catholicae anglicanae sectae errores" en octubre de ese mismo año y, aireado en Inglaterra, aquel libro -que era una fuerte refutación a Jacobo I de Inglaterra en sus pretensiones contra el Papado- fue empleado por los enemigos del catolicismo como un motivo para enemistar a Jacobo con el embajador español. Jacobo se encolerizó y el Arzobispo de Canterbury, George Abbot, conocedor de la existencia de Luisa, aprovechó la coyuntura para dar orden de prender a la española. Y así se ejecutó la prisión de aquellas pobres mujeres religiosas e indefensas que vieron como su morada era asaltada por un contingente de lacayos del Arzobispo y servidores de la justicia, enviados por orden de George Abbot.




Llevada Luisa a presencia del Arzobispo, éste le preguntó. Pero ella se negó rotundamente a responderle nada, alegando la católica que él "no era su juez". El Arzobispo porfió un poco más, pero siempre obtuvo la misma contestación. A la postre, Abbot perdió la compostura, ante la perseverancia de la española y terminó diciendo:

Hase visto tan extraña mujer en el mundo, que se haya atrevido a hacer un monasterio en la cara del Estado! ¡En Londres! ¡A la vista del Rey y de sus consejeros!".

Luisa fue puesta en la cárcel pública.

Portada de la "Defensio fidei contra catholicae anglicanae sectae errores", del Padre Suárez

jueves, 12 de febrero de 2015

LA INGLATERRA SECRETA (II parte)

 
Venerable Luisa Carvajal y Hurtado de Mendoza





 
Manuel Fernández Espinosa
 
 
LA ARMADA VENCIDA Y LA VERDADERA ARMADA INVENCIBLE


En el año 1587 Felipe II, Rey de España, ordena que se disponga todo para invadir Inglaterra. Así se organiza la Armada Invencible: 130 buques y 24.000 hombres. Es la respuesta de España a una Inglaterra que emerge como potencia marítima, en franca confrontación con España y secundando las líneas trazadas por los ideólogos del imperialismo inglés, como fueron el brujo John Dee o Sir Walter Raleigh. El mismo Raleigh fue un experto marino, un pirata y un ideólogo que había protagonizado operaciones de piratería y hostigado las posesiones españolas en América. El desastre de la Armada Invencible frente a las costas inglesas pasó a la Historia. Se suele recordar que, sea o no cierto, Felipe II dijo aquello de: "No mandé mis naves a luchar contra los elementos".

Pero el desastre fue exagerado por el triunfalismo nacionalista británico. La catástrofe de la Armada no fue obstáculo para que España todavía pudiera resarcirse, puesto que disponía de recursos suficientes como para recomponer una flota y volver a dar jaque a Inglaterra. Por este motivo la coalición anglo-holandesa atacó Cádiz el año de 1596.

Los ingleses pudieron impedir la invasión de la Armada Invencible... Pero se les estaba fraguando una Armada contra la cual no podían hacer nada, dado que aquí Dios estaba del lado español.

 
La Armada Invencible


 
Su nombre era Luisa de Carvajal y Hurtado de Mendoza. En sus apellidos esclarecidos fulguran dos estirpes linajudas de España. Nació el año 1566 en Jaraicejo, Extremadura, la tierra árida pero fecunda en conquistadores, como Hernán Cortés o Francisco Pizarro. Era hija de D. Francisco de Carvajal y Vargas, regidor de la ciudad de León, y de Doña María Hurtado de Mendoza y Pacheco. Luisa quedó huérfana cuando era una niña. A cuidarla en su orfandad acudió su tía María Chachón que, a la sazón, era madre del Cardenal Arzobispo de Toledo, así como también aya del Príncipe de Asturias y Camarera de las Infantas. Luisa se crió en las casas propincuas al Monasterio de las Descalzas Reales de Madrid, con las Infantas de España, compartiendo juegos y devociones religiosas a tan tierna edad. Después la reclamó su tío D. Francisco Hurtado de Mendoza, Conde de Monteagudo y Marqués de Almazán, embajador del Rey de España en la Corte Imperial de Austrias y, más tarde, Virrey de Navarra. Su tío era severo y devoto, un español chapado a la antigua, educado en la reciedumbre de la vieja hidalguía española y muy amigo de la Compañía de Jesús. Fue su tío quien inició a Luisa en la vida de piedad donde la oración, la austeridad y el celo por la gloria de Dios ocupaban la vida entera.

 
La Infanta Isabel Clara Eugenia, hija de Felipe II de España, amiga y compañera de Luisa de Carvajal en la niñez


 
Luisa, con los 16 años, mientras vivía con su tío y familia en Pamplona, siente un deseo intenso de martirio. Es el año 1583. En aquel entonces cundía por España el relato que había escrito D. Bernardino de Mendoza, a la sazón embajador de España en Inglaterra, narrando el glorioso martirio del jesuita Padre Edmundo Campion (la relación del embajador español se titulaba "Comentarios de lo sucedido en los Países Bajos desde el año 1567 hasta el de 1577"). Era la primera de las señales que Dios enviaba a Luisa, para reclamar que luchara por su Gloria en Inglaterra. Luisa, en el secreto de su alcoba, hace el voto del martirio:

"Con voto estrecho, prometo a Nuestro Señor que procuraré, cuanto me sea posible, buscar todas aquellas ocasiones de martirio que no sean repugnantes a la ley de Dios, y, que siempre que yo hallare oportunidad semejante, haré rostro a todo género de muerte, tormentos y rigoridad...".

 
Son palabras de la misma Luisa de Carvajal.


Casa Palacio del Marqués de Almazán. Almazán (Soria).
Fotografía de la Web Oficial de Turismo de Soria.

 
Cuando su tío D. Francisco de Mendoza fallece, Luisa quiere vivir la pobreza y algunos de sus primos reniegan de ella, por entender que su modo de vida es una afrenta a la poderosa e ilustre Casa de aquellos "Hurtado de Mendoza". Por este motivo se retirará a una pequeña casa, donde con sus sirvientas más fieles organiza lo más parecido a un convento, todavía sin defenir Regla, pero prestándose voluntariamente a asistir a las prostitutas y otros sifilíticos, los excrementos de la sociedad que se hacinaban en el Hospital del Venerable Antón Martín, una fundación con sede en Madrid muy famosa en la época.

Luisa deberá resolver algunos pleitos de herencia y pasa a Valladolid, donde se ha trasladado la Corte del Rey. En Valladolid residió vecina al Colegio de los Ingleses, fundado por Robert Persons con el patronazgo de Felipe II para la formación de los católicos ingleses refugiados en España. Allí conoce personalmente al Padre Persons y a los hermanos Walpole (Ricardo y Miguel Walpole eran, a su vez, hermanos del mártir San Enrique Walpole; y Miguel Walpole fue director espiritual de Luisa de Carvajal). Luisa de Carvajal era devota de la Virgen de la Vulnerata, una sacra imagen profanada por los herejes en el ataque a Cádiz y que terminó siendo venerada en el Colegio de los Ingleses, como al día lo sigue siendo. Permanecía Luisa horas y horas frente a la Virgen, doliéndose por las afrentas cometidas contra su santísimo rostro por los impíos herejes.


Claudio Acquaviva, General de la Compañia de Jesús


 
El principal interés que la inspiró a sostener aquel pleito por la herencia ante la Justicia no era egoísta. La herencia que recibió de sus padres la puso a disposición de la Compañía de Jesús con el propósito de levantar una institución docente en Lovaina. La Compañía de Jesús, cuyo General era Claudio Acquaviva de Aragón, agradeció a Luisa la generosa donación, concediéndole la Carta de Hermandad con la Compañía. Luisa decide partir a Inglaterra sin llevar consigo nada de su peculio. Luisa recibe la aprobación de sus directores espirituales, reza ante la Virgen de la Vulnerata y emprende el largo y duro camino a Inglaterra. Luisa de Carvajal y Hurtado de Mendoza abandona Pucela y parte a Inglaterra el 21 de enero del año de gracia de 1604. En su corazón hay un deseo ardiente: sufrir el martirio por Dios.

Inglaterra pensaba que la amenaza española había sido vencida, pero ignoraba que una española católica, una pobre mujer a los ojos del mundo, pero llena de Dios, era suficiente para invadir Inglaterra.

Retrato de Luisa de Carvajal

LA MISIÓN DE INGLATERRA

Después de un largo viaje desde Valladolid a Calais, sufriendo el rigor de los malos caminos, delicada de salud, pero con una fe grande, Luisa de Carvajal alquila una barcaza, se embarca superando su miedo a navegar, y cruza el Canal de la Mancha, no sin sortear el peligro de los holandeses que hostigaban en maniobras de piratería a los buques españoles. Luisa de Carvajal desembarcará en Dover y, al llegar a la playa (contará ella más tarde) la española fue recibida por un misterioso zagal que, sin que nadie de los que iba con Luisa se percatara, le tendió la mano para ayudarla a poner el pie en tierra firme... Y aquel extraño y sonriente muchacho se volatilizó, sin que nadie, salvo Luisa, pudiera decir que lo hubiera visto. Luisa de Carvajal narra este recibimiento entendiéndolo como una señal divina... ¿quién sería aquel muchacho solícito? ¿Un ángel del cielo que se adelantaba para acogerla dándole la bienvenida a Inglaterra? Nadie lo sabe.

Luisa ha llegado a Inglaterra sin conocer el idioma. Eso sí, se ha preparado a conciencia estudiando la historia más reciente de Inglaterra, para poder ejercer una eficaz acción apologética entre los cismáticos, para poder aportar razones (incluso de índole histórica) en su combate dialéctico a favor de la Santa Iglesia Católica Apostólica y Romana. Por eso ha leído a los principales especialistas en la cuestión: el Padre Pedro de Rivadeneyra, por ejemplo, con su "Historia del cisma de Inglaterra". De esta forma Luisa se armará de argumentos para refutar las falacias de los cismáticos con la finalidad de convertirlos a la fe verdadera.
Padre Henry Garnet, de Portrait of Henry Garnet


Al llegar a Inglaterra es acogida en una casa de campo, al norte de Londres: es la casa del Padre Henry Garnet, (de la Compañía de Jesús). En las casas de campo de la nobleza viven retiradas comunidades de católicos ingleses, apartados de la saña de los cismáticos, evitando las hostilidades y llevando una vida de piedad conforme a nuestro credo. No dura mucho aquella paz y reposo, pues los celosos vigilantes cismáticos descubren aquel idílico refugio de católicos y los católicos tienen que darse a la fuga con precipitación. Luisa y otras mujeres serán conducidas a Londres, donde se las aloja en casas de católicos clandestinos. La familia que la acoge empieza a sentir temores por tener a Luisa entre ellos, están dando refugio a un fugitiva y si son descubiertos puede ser la ruina de la familia: el hecho de ser española hace que sea más difícil la comunicación. Para evitarles más enojos, Luisa abandona aquella casa. En ningún momento quiere Luisa la ayuda de la embajada española, pero el embajador español -enterado de su presencia en Londres- dispone que sus agentes la busquen por doquier, para traerla a la embajada y darle amparo. En este entonces se descubre el Complot de la Pólvora (el P. Garnet -que había hospedado a Luisa nada más llegar ésta a Inglaterra- será capturado, juzgado, sentenciado a muerte y ejecutado bajo la acusación de estar implicado en la conjura de Guy Fawkes). A la postre, Luisa es convencida de las ventajas de vivir en la sede de la embajada española en Londres, pues la Misa y la Comunión diarias se le aseguran en la Embajada y en ningún otro sitio de la capital inglesa.

El descubrimiento de la Conjuración de la Pólvora sirve de pretexto para endurecer las medidas contra los católicos, la persecución arrecia y cobra mayor virulencia. Son muchos los amigos españoles que por carta le recomiendan que abandone aquella posición; le aconsejan que regrese a España, puesto que su estancia en Inglaterra entraña un peligro muy grave para su integridad física y son muy inciertos los frutos de su misión. Pocos saben que Luisa ha hecho privadamente el "voto de martirio". Luisa, desoyendo las amistosas amonestaciones, persevera en su propósito de permanecer en Inglaterra y aprende el idioma poco a poco para empezar su apostolado.
Cruz de Cheapside (Londres)

TESTIMONIO VALIENTE DE UNA MUJER

Muchos católicos ingleses están en las cárceles. Pocos de sus compatriotas son capaces de asistirlos en la prisión, por miedo a las represalias. Luisa de Carvajal piensa que ese será el campo apostólico al que, en un primer momento, aplicarse. La española empieza a visitar a los católicos encarcelados para consolarlos y alentarlos en la adversidad. Serán muchos los católicos ingleses que se admiren de ello: una mujer (española) es la única que se cuida de los presos ingleses católicos. Ella les anima a mantenerse firmes en la fe, a no doblegarse, a no claudicar, a testimoniar el nombre de Jesucristo frente a los suplicios y, si es voluntad de Dios, el martirio. Y son muchos los que sienten renovadas sus energías, pues ven con sus ojos (no necesitan de palabras) que aquella mujer que les anima al martirio está dispuesta a abrazar el martirio.

Luisa no se asusta. Los cismáticos tienen la costumbre de hacer carteles en los que estampan blasfemas caricaturas del Papa, representándolo con cuernos de demonio y vomitando jesuitas. Luisa, con una valentía inaudita, sin ocultarse de los ingleses, arranca los carteles de las paredes de la calle, a plena luz del día, delante de los viandantes cismáticos, y los rompe desafiando a quienes la miran atónitos: "Pero, ¿de dónde ha salido esta mujer?" -parece que se dicen. Cierto día sí que Luisa estará en peligro de ser linchada.

En Londres todavía estaba en pie la Cruz de Cheapside, alzándose en uno de los mercados más populosos de la ciudad y, según la misma Luisa, el mercado en que más cismáticos rabiosos se concentraban. Este monumento a la Cruz era una de las doce Cruces llamadas "Cruces de Leonor" (Eleanor Crosses) que el amor de Eduardo I de Inglaterra mandó levantar para honrar la memoria de su difunta esposa Leonor de Castilla (hija de Fernando III el Santo y Jeanne de Dammartin). Leonor murió el año 1291 al dar a luz a su último hijo. Habiendo fallecido fuera de Londres, el cadáver embalsamado de Leonor de Castilla fue acompañado por su séquito hasta la abadía de Westminster y, desde Lincoln hasta Londres, doce Cruces se pusieron, una por cada uno de los lugares donde se detuvo el cortejo fúnebre para reposar.

Las Cruces de Leonor eran monumentales. La Cruz de Cheapside, también llamada de Westcheap, fue demolida en mayo de 1643. Pero Luisa de Carvajal pudo verla en la primera década del siglo XVII. Estaba Luisa un día en el mercado y, ante aquella portentosa Cruz, sintió que Cristo seguía reinando incluso entre infieles. Por eso, en un acto de adoración a Dios, no le importó que aquel mercado estuviera lleno de gentes enemigas de la Iglesia Católica. Imaginemos la muchedumbre que se aglomeraba en aquel mercado; casi todos anglicanos con el peor concepto del catolicismo que pudiera imaginarse. No le importó a Luisa lo más mínimo la multitud que la contemplaba, pues sin pensarlo mucho, al ver la Cruz de Cheapside, la española se puso de rodillas ante la Cruz y se recogió en oración. La gente que la vio allí de hinojos empezó a alarmarse ante una manifestación tan patente de catolicismo, considerando una provocación que aquella mujer diera culto a Dios rezándole a la Cruz de Cheapside. Los más fanáticos de entre el público comenzaron a increparla, la injuriaron... Otros clamaban contra ella, llamándola "papista" y pidiendo a voces que había que llevarla a la cárcel o ajusticiarla allí mismo. Ese día pudo haber sido el día de su martirio, pero Dios no quiso. Cuando terminó su oración, se levantó entre la airada concurrencia, una mujer sola contra una ciudad cismática, y con mucho porte siguió su camino, mientras la turbamulta la seguía, amenazándola con palos y piedras, ultrajándola de palabra y escupiéndole.

Sobre estos casos Luisa escribió a su amiga la Madre Mariana de San José, expresando lo que en todos sus trabajos sentía y declarando que ella le decía a Dios:

"...Adsum, Domine, non recuso laborem".
 
Es continuación de LA INGLATERRA SECRETA

domingo, 8 de febrero de 2015

FUNTAMENTALIDAD DE LA TRADICIÓN CORDIAL DE JESUCRISTO REY

 

REINARÉ EN ESPAÑA


Manuel Fernández Espinosa

 
Para España la adoración-devoción al Sagrado Corazón de Jesús no es una devoción más. No puede serlo. Y cualquier otra apreciación sobre este asunto indica la ignorancia y desinformación que sobre esta cuestión fundamental nos ha sido inculcada por estructuras del todo ajenas a la verdadera Iglesia Católica y a nuestro destino nacional. España será menos, incluso dejaría de ser y no sería nada, si no recupera la misión que le está encomendada y esa misión es religiosa: está indisociablemente unida al Sagrado Corazón de Jesús. Mientras que España persista en su desvío, nada puede esperarse; mientras no atienda a su designios providenciales como nación católica consagrada al Sagrado Corazón de Jesús, España no puede esperar otra cosa que este castigo que hoy sufre: ser una nación sierva, cautiva y colonizada, estar enajenada, desconocerse a sí misma, estar paralizada para la misma auto-defensa y la conquista de cualquier bien. Y no hay más. Otra cosa es engañarse con camelos politizantes que son ni pan para hoy, pero cierta hambre y muerte para mañana.
 
Es por ello que continuamos esta serie para que nos devuelva la memoria secuestrada y la conciencia perdida, para que sirva como anámnesis de una nación que desde, aproximadamente el año 1970, ha dejado de ser ella misma (el año lo podríamos discutir; personalmente, incluso lo pondría en los años finales de la década de los 50 del siglo XX; pero no es ahora cuestión de discutir ni yo estoy aqui para dialogar). La importancia que adquiere el Sagrado Corazón de Jesús para la renacencia de nuestra nación no puede, bajo ningún concepto, minusvalorarse. Y al hilo de ello (que nos parece una cuestión más urgente que contar votos o voluntades de voto) vienen estos aproches.
 
Muchos pueden extrañarse cuando abogo abiertamente por la "disciplina del arcano" (también llamada "ley del secreto"). Es una de las propuestas, a mi juicio, más óptimas del Hieron du Val d'Or y de cuantos han seguido sus pasos. Y es el desconocimiento de nuestra tradición lo que impide hallar el sentido de esta reclamación. Si tuviéramos presentes las palabras de San Agustín (y las entendiéramos), tal vez lo que digo sería menos traumático para el cándido (habituado a declarar y manifestar sus posiciones sin prudencia ninguna, con esa tontería sublime de cuantos se creen vivir en la España católica de Felipe II o en la mismísima Nueva Jerusalén post-apocalíptica). Esa candidez columbina de los católicos de pitiminí, esa que tanto despreciaba nuestro gran Baltasar Gracián (fundado en palabras evangélicas), esa candidez, digo, reina hoy sobre los católicos convencionales. Y bueno sería que algunos volvieran sus ojos a lo que nos dice San Agustín: "El que desea, pues, tener corazón sencillo y limpio, no debe creerse culpable si oculta alguna verdad a quien no está en estado de comprenderla. Y no por eso debemos pensar que es lícita la mentira: pues no se sigue que hay mentira cuando se oculta la verdad". Dar las perlas a los marranos y las cosas santas a los perros, como nos recuerda San Agustín, no afecta a lo santo, dado que "Santo es aquello cuya violación o profanación es delito, cuyo simple conato o voluntad de cometerlo se considera culpable, aunque lo que es santo continúe, por su naturaleza, incorruptible e inviolable" (San Agustín, "El Sermón de la Montaña"). Y, en efecto, cuantos tienen "corazón sencillo y limpio" estarán de acuerdo conmigo en que se frustra todo apostolado cuando damos lo santo a los perros y las perlas a los marranos.
 
En este sentido, la adoración-devoción al Sagrado Corazón de Jesús no es una devoción más, como la que pudiéramos tenerle a San Roque o a su perro sin rabo. Y en el caso especial de España, el Sagrado Corazón de Jesús adquiere una dimensión que o se recobra o será impensable recuperar el catolicismo de nuestros ancestros, que fue lo único que nos hizo grandes; pues todo lo demás está por ensayar, de lo único que tenemos experiencia empírica es que España fue fuerte, estimada o temida, cuando fue la católica España. La España de "Podemos" puede ser (y sería) tan impotente como impopular es la España del Partido Popular. Solo los idiotas se dejan engañar; los que tenemos conciencia histórica, pese a todas las trabas y adversidades, contra toda esperanza, sabemos a lo que estamos vinculados y a lo que nos atenemos y no queremos gato por liebre.
 
En la Iglesia los dogmas tienen su propia evolución, como bien demuestra el libro del dominico R. P. fray Emilio Sauras, "La evolución homogénea del dogma católico". Esto significa que todo lo revelado está en una función dinámica que hace que muchas verdades implícitas, no sean descubiertas y admiradas en plenitud hasta su perfecta definición y proclamación. Así fue con el dogma de la Inmaculada Concepción de María (definido el año 1854) o con el dogma de la Asunción de Nuestra Señora a los cielos en cuerpo y alma (proclamado por aquel santo Pío XII en 1950). El Sagrado Corazón de Jesús no es un dogma, pero bien lo define el P. González Arintero, cuando escribe: "Así vemos cómo aparecen con el tiempo tantas y tan fecundas devociones y prácticas, que brotan en el momento oportuno y que saliendo de una misteriosa palabra del Salvador, como de un germen de vida, vienen a desarrollarse con un esplendor increíble, levantando el espíritu cristiano y satisfaciendo a una gran necesidad en la Iglesia. Esto es lo que hoy sucede con el creciente culto al Sagrado Corazón de Jesús, fuente de tantas bendiciones" (R. P. fray Juan González Arintero, "Desenvolvimiento y vitalidad de la Iglesia").
 
En lo que hace al Sagrado Corazón de Jesús es bien cierto, como afirma Juan María Laboa, que: "Con San Juan Eudes se da el tránsito de la devoción privada, prevalente hasta entonces, al culto litúrgico", pero testimonios muy primitivos nos remiten a la antigüedad de esta verdad tan amada por la verdadera Iglesia. Mucho antes de San Juan Eudes (1601-1680) y de Santa Margarita María de Alacoque (1647-1690), entre los Santos Padres de la Iglesia y otros bienaventurados medievales, el Sagrado Corazón de Jesús fue intuido: así la gran mística alemana Santa Gertrudis (1256-1302) tuvo una visión de Nuestro Señor Jesucristo que le permitió reposar la cabeza en el pecho y, al escuchar el palpitar de su Corazón, Santa Gertrudis se volvió a San Juan y le preguntó si le había escuchado lo mismo cuando la Última Cena, a lo que San Juan le respondió que sí, pero que la revelación del Sagrado Corazón de Jesús estaba reservada para el porvenir. Y así fue, con San Juan Eudes y, sobre todo, con Santa Margarita María de Alacoque.
 
San Juan Eudes distinguía tres corazones de Jesucristo: el corporal, el espiritual y el divino. En el corazón divino estaba el amor increado esencial, que también es el Espíritu Santo. Las revelaciones de Santa Margarita María de Alacoque serían tema para otro artículo, lo que aquí nos importa resaltar es el impacto de la adoración-devoción al Sagrado Corazón de Jesús en España. Aunque la revelación del Sagrado Corazón de Jesús tuviera como escenario Paray-le-Monial, el Sagrado Corazón de Jesús caló en la España de principios del siglo XVIII. El primero de sus apóstoles fue el P. Sebastián Mendiburu (Oyarzún, 1708-Bolonia, 1782) que fue el primero en escribir sobre el Sagrado Corazón de Jesús y en eusquera. En 1747 publicaba "Jesusen Biotz maitearen debozioa" y en 1760 su "Jesusen amore-nekeei dagozten zenbait otoitz-gai". Los jesuitas vascos, víctimas de la miserable persecución a la que el regalismo, el jansenismo y la masonería ilustrada los sometió, serían los más denodados paladines del Sagrado Corazón de Jesús. Junto al P. Mendiburu hay que poner al también ignaciano y hernaniarra P. Agustín de Cadaveraz y Elgorriaga (1703-1770). El P. Cadaveraz fue el primer español en predicar sermón sobre el Sagrado Corazón de Jesús, haciéndolo en la Octava del Corpus de 1733 en Bilbao. Tanto el P. Mendiburu como el P. Cadaveraz pasaron a mejor vida en tierras extrañas, expulsados de España como hijos de San Ignacio por gobiernos impíos y masonizantes. Pero su heróico esfuerzo merece ser recordado como predecentes de lo que sería el culto al Sagrado Corazón de Jesús en España. Los dos santos varones vascos eran anuncio de la predilección de Cristo Rey por España, sin embargo, aunque jesuita también, sería un joven vallisoletano, el P. Bernardo Francisco de Hoyos y de Seña (1711-1735), el que recibiría de Nuestro Señor Jesucristo las más halagüeñas promesas de su Sagrado Corazón. Celoso por la expansión del culto al Sagrado Corazón de Jesús en España y la España de Ultramar, el P. Hoyos rezaba fervientemente y el 14 de mayo de 1733 sus oraciones tuvieron la gran consolación de la confirmación de Jesucristo Nuestro Señor, recibiendo la privilegiada revelación que tiene una dimensión católica y nacional de proporciones inusitadas, es lo que se conoce entre los entendidos como la REVELACIÓN DE LA GRAN PROMESA: "Dióseme -escribió a su confesor- a entender que no se me daban a gustar las riquezas de este Corazón para mí sólo, sino para que por mí las gustasen otros. Pedí a toda la Santísima Trinidad la consecución de nuestros deseos, y pidiendo esta fiesta en especialidad para España, en que ni aun memoria parece hay de ella, me dijo Jesús: "REINARÉ EN ESPAÑA, Y CON MÁS VENERACIÓN QUE EN OTRAS MUCHAS PARTES".
 
Aquí tenemos los españoles, sin duda ninguna, la confirmación de la elección de nuestra nación por Cristo. El "Reinaré en España" se convirtió en el pensamiento rector de las muchedumbres piadosas que formaban nuestros antepasados y la gratitud, señal de correspondencia fiel a Dios, no desapareció en cientos de años. Fruto de ello, entre muchas más bendiciones, fue la Basílica Menor y Santuario Nacional de la Gran Promesa en Valladolid. No sería el único santuario expiatorio de nuestro territorio nacional consagrado al Sagrado Corazón de Jesús: a principios del siglo XX se erigiría el del Cerro de los Ángeles (en Getafe, Madrid), sobre la misma ermita de Nuestra Señora de los Ángeles (del siglo XIV; en el corazón de España se entronizaba el centro de todas las cosas: el Sagrado Corazón de Jesús) y a principios del siglo XX, el Templo Expiatorio del Sagrado Corazón del Tibidabo en Barcelona.
 
En la segunda mitad del siglo XIX los carlistas empezaron a ostentar sobre el pecho el "Detente", como lo habían llevado los chuanes franceses. Parece que el "Detente" empezó a emplearse, a instancias de una monja del convento de la Visitación de Marsella, cuando la peste asoló esta ciudad en el año 1720. Posteriormente se empleó por los contra-revolucionarios vandeanos y llegó a nuestros carlistas que lo prendieron en su pecho, como sagrado emblema refractario a las balas y, a pesar de los escépticos, se cuentan milagros incontables hasta en nuestros días. Sin embargo, recordemos que el uso del Sagrado Corazón de Jesús es incluso anterior a Santa Margarita María de Alacoque, en la bandera de los Peregrinos de la Gracia (católicos ingleses que se alzaron contra la apostasía) ya aparece una primera versión que ostentaba la Corona de Espinas, las Cinco Llagas de Cristo, un Cáliz (o un Corazón Sangrante) y una Hostia y el lema IHS.
 
España entendió muy pronto que su supervivencia y su mismo ser dependía del Sagrado Corazón de Jesús. Por eso, en el último año del siglo XIX estalló una verdadera y olvidada batalla por el Sagrado Corazón de Jesús.
 
Cuando Su Santidad León XIII promulgó la Encíclica "Annum Sacrum" el 25 de mayo de 1899, para consagración de toda la humanidad al Sagrado Corazón de Jesús, recomendaba que toda la Cristiandad tuviera especial esmero en dedicar los días 9, 10 y 11 de junio de aquel año 1899 aplicando oraciones y rogativas en el templo principal de todas las ciudades, villas y lugares. Nuestros antepasados se tomaron muy en serio aquella petición del Santo Padre y se aprestaron a propagar el culto al Sagrado Corazón de Jesús, sin embargo, la minoría intolerante y fanática del masonismo organizado pronto convirtió aquella expresión de la piedad popular en una confrontación entre la verdadera España y la España bastardeada de extranjerismo. Los primeros incidentes se produjeron en Cádiz, cuando los anticlericales arrancaron de las paredes algunas de las placas del Sagrado Corazón de Jesús que habían colocado en sus fachadas los católicos gaditanos. En Castellón, a finales de julio, los provocadores embadurnaron de alquitrán las placas del Sagrado Corazón de Jesús. Los católicos de Castellón respondieron y la alcaldía (mayoritariamente republicana) prohibió las placas de cualquier signo. Manuel Bellido, representante tradicionalista, el vicario de San Miguel y otras personalidades católicas castellonenses desobedecieron el bando municipal y las autoridades civiles reclamaron a los cuerpos de seguridad para que, por la fuerza, hicieran cumplir su bando: choques, altercados, confrontaciones, detenciones fue lo que siguió a las medidas represivas de la falsa democracia laicista y antiespañola. Se realizaron funciones religiosas de desagravio y los choques continuaron, mientras el conflicto se extendía a Vinaroz, Alcora, Badajoz, Barcelona, Burriana, Cartagena , Oviedo, Pamplona, Puerto de Santa María, Salamanca, Santander, Sevilla, Tortosa, Valencia y Zaragoza: España luchaba por el reinado de Cristo, no dialogaba. Era así como concluía ese calamitoso siglo XIX, dominado por la miseria extranjerizante y liberal, hostil al catolicismo español.
 
Durante el siglo XX, el Sagrado Corazón de Jesús sería enseña de la España católica y tradicional. En las puertas de las casas, en el interior doméstico, en el pecho, en la solapa, en todas partes, los católicos españoles entronizarían al Deífico Corazón de Jesús, firmes en la esperanza de aquella Gran Promesa dada al bienaventurado P. Hoyos: "Reinaré en España". En las postrimerías del franquismo este culto católico declinó, pasando de lo público a lo privado: no es extraño que con él también declinara el orden social y la pureza de las costumbres.
 
El rescate del culto al Sagrado Corazón de Jesús Cristo Rey puede resultar hoy incómodo a un clero que ha jugado durante mucho tiempo a demócrata, olvidando que el carácter de la verdadera Iglesia es monárquico. Pero España no podrá volver a ser España sin que Él reine. Conviene mucho que los católicos nos convenzamos de la urgencia de rescatar este culto y hacerlo visible, caiga quien caiga, para poder reconquistar la vida pública, pues dedicarse a lo privado es la mejor manera de permitir que los malvados reinen en lo público.
 
"Reinaré en España" no es una promesa que se hizo en 1733 y que en el siglo XXI haya perdido vigencia. El Verbo de Dios, en su Realeza y Sacratísimo Corazón, no pierde ni perderá nunca vigencia, pues el Espíritu Santo a través de San Pablo lo dijo bien claro:
 
"Christus heri et hodie, ipse et in saecula"
 
"Cristo es el mismo ayer, hoy y siempre" (Heb 13, 8).
 


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