"Portada del libro Los Imperios del mar"
Autor: Roger Crowley
Editorial: Ático de los Libros.
Movido
por las constantes referencias que del libro había leído, me decido a comprarlo.
“Imperios del Mar. La batalla final por
el Mediterráneo, 1521-1580” cuyo autor es el británico Roger Crowley. El
ejemplar en cuestión posee muy buena crítica en los medios de comunicación y sobre
él se dice entre otras cosas, que se vendía como churros en Norteamérica.
La
obra versa sobre el control del mar Mediterráneo en esos cruciales años que van
desde 1521 hasta 1580. Durante ese periodo, dos grandes imperios surgen con
fuerza en el panorama del siglo XVI. De una parte, España, con el emperador
Carlos I y después su hijo Felipe II. Del otro, los turcos, el imperio otomano,
con Solimán y su hijo Selim.
Las
luchas, intrigas y descripciones de las batallas que se producirán en esos
convulsos decenios, serán una constante en la obra, y por lo tanto, deberemos
analizarla desde un punto de vista crítico, más que desde el punto de vista
literario.
El
autor decide dividir su trabajo en tres grandes partes. La primera, con la
presentación de los protagonistas principales en esos años y la caída de la
isla de Rodas. En la segunda, se narrará el poderío de los otomanos en el
Mediterráneo, los caballeros de San Juan, y el asedio de Malta y en la tercera,
se narrará la gesta y prolegómenos de la batalla de Lepanto.
Como
digo, el libro se lee sin dificultad. No se trata de un mamotreto academicista
que se pierda en los meros datos, sino que está construido con amenidad, y las
imágenes descriptivas resultan de una viveza considerable, centrándose el autor
en detalles que hacen que la imaginación del lector se traslade a esos años y
pueda casi respirar el olor de la pólvora de los mosquetes.
¿Dónde
está pues el problema en este libro? Pues en donde ha estado siempre. Los
ingleses, -al menos una gran parte de ellos- se han dedicado a difundir una
imagen de España muy particular. Han enfatizado en todos los aspectos negativos
de nuestro imperio, han propalado la Leyenda Negra y han financiado con su
dinero el que se difunda así la Historia de España en el extranjero, hasta tal
punto, que los propios españoles han sucumbido a ella y en muchos casos han
terminado por aceptarla como verdadera. Inútiles han sido los intentos de
desmentir con datos y pruebas esos hechos, pues en la candidez de los españoles
está el hecho de ser, en la mayoría de las ocasiones, unos verdaderos idólatras
de lo extranjero, mientras que por defecto congénito, tendemos a despreciar las
opiniones y los consejos de los autóctonos.
Roger
Crowley participa de esa opinión sesgada y malintencionada hacia lo español, y
en su libro, “Los imperios del mar”,
no deja ocasión sin explotarla si ve la oportunidad.
"Roger Crowley, autor del libro"
Pero,
¿Quién es Roger Crowley? Buena pregunta, pues ni en su biografía se deja claro
qué es lo que es, o qué mérito tiene este hijo de la Gran Bretaña nacido en
1951. Su padre era oficial de la marina
británica, lo cual le llevó a servir en Estambul y Malta. Al parecer, Roger
Crowley ha estado deambulando de aquí para allá a lo largo de muchos años,
visitando o viajando por Grecia, Turquía y países aledaños. Fundamentalmente se
ha empapado de dicha cultura, y eso, junto con su visión protestante del mundo
cristiano del s. XVI, forma el cóctel perfecto para desenfocar la realidad y
ofrecer a sus compatriotas el mejunje perfecto contra España y su imperio listo
para ser inoculado vía libro. De esa manera tenemos a un personaje que escribe
unos cuantos libros y ¡zás!, de la noche a la mañana se crea un superventas que
acude a platós de Tv, asesora al Gobierno Británico y es vitoreado en Nueva
York y otras plazas similares. Así, sin más. Y es que como dice un amigo sobre
este asunto,: “Para mi que este sujeto es
un espía al servicio de su Graciosa Majestad, ahora llamada MI6”. Pues a lo
mejor, quien sabe.
Entendamos
una cosa. Un inglés o un norteamericano (países donde esta obra ha tenido una
gran aceptación y ha sido éxito de ventas) que lea la obra de Crowley, terminará por
hacerse una idea deformada y tétrica de España, al mismo tiempo que sentirá anhelos "románticos” de viajar a países exóticos
como Turquía o Túnez.
Al
comenzar la obra, en apenas 60 páginas.
El autor nos presenta a un Solimán “el
Magnífico” con porte gallardo, alto, apuesto y con un imperio poderoso y
bien estructurado. Por el contrario, la presentación que nos da de su rival,
Carlos I de España, es totalmente opuesta, pues es presentado como un “bobalicón”, un “idiota” y poco más, según da a entender nuestro erudito escritor.
Crowley tira en este caso de fuentes primarias que presentan a los Habsburgo
como una serie de personajes oscuros, vanidosos, engreídos y con una sed
desmedida por el poder y el dinero. Por el contrario, los piratas turcos y los
emperadores otomanos, son sólo, personajes históricos que luchan contra una
España injusta, que los expulsó de su país y que por ello, debieron buscar
acomodo como piratas en el Mediterráneo.
Los
caballeros de San Juan tampoco salen bien parados. Son eso mismo, unos piratas
y unos esclavistas. Se dedicaban a la rapiña y acosar la flota turca en busca
de esclavos para galeras o de dinero para sus tesoros. De esta guisa, no es
extraño, que aunque se nos narre con vívidas imágenes los sitios de Rodas y de
Malta, el lector tienda a ver a los atacantes como menos crueles que los
defensores.
"Escena de la Batalla de Lepanto, en la que en primer plano se ve acosada la nave insignia de la armada otomana La Sultana",
En
el sitio de Malta, un nuevo atropello para los intereses españoles. Si bien es
cierto que la obra gira en torno a los imperios españoles y otomano, en Malta
el autor casi termina por hacer desaparecer la valentía y los logros de los hispanos.
No quiere nombrarlos. Es como si le molestase ese hecho, y he de decir, que
esas molestias que los españoles le provocamos al autor, a un servidor le hacen
feliz.
Un
poco de memoria. La Valette, el anciano caballero francés de la orden de San
Juan defiende Malta junto a unos pocos caballeros de la orden y a un
contingente de tropas italianas y españolas principalmente. Los otomanos, unos
sesenta mil aproximadamente, atacan la isla durante más de un mes. Lo que en
principio parecía que iba a ser un paseo triunfal, se convierte en un infierno
para los generales turcos. España envía a un contingente de españoles como
refuerzo para los sitiados. Soldados profesionales, que se aprestan a defender
el fuerte de San Telmo, la parte más débil y la más castigada por el poderoso
ejército turco. Esa defensa es crucial, pues el pequeño fortín está mal
pertrechado, y su caída puede ocasionar que las dos ciudadelas de Malta caigan
después sin remisión, y con ellas, sus gentes sean pasadas a cuchillo y
vendidas como esclavos. Se necesita ganar tiempo, pero ese tiempo costará la
vida de los defensores. Capitanes españoles como Medrano, Monserrat, etc, hacen
una defensa épica y heroica hasta el final del fuerte de San Telmo. Gracias a
ese gesto, gracias al tiempo ganado, La Valette puede reforzar las defensas de
la ciudad resistir mejor el ataque de los turcos.
¿Se
imaginan ustedes a quien otorga el mérito en esta epopeya histórica el Sr.
Crowley? Pues como es de suponer no en los españoles, que apenas si los
menciona, sino que para ensalzar a esos valientes defensores, Crowley tira de
caballeros malteses y de los italianos en su libro, y casi nunca menciona a los
españoles. Incluso Roger llega a insinuar
algo de cobardía por parte del rey Felipe II al no enviar más tropas y
barcos para remediar el sito de Malta, acusándolo de “excesivamente prudente” lo cual ya supone el colmo de la
desfachatez…
Evidentemente,
todas las pérdidas españolas de los territorios africanos del imperio, son
llevados al papel impreso con prolijos detalles. La pérdida de los Gelves,
Túnez, los naufragios de nuestras flota, los constantes acosos de los piratas
berberiscos de las islas Baleares etc., son sacadas a la palestra para poder
explicar que todo se debe a la falta de pericia y de organización del imperio
español, el cual, si consigue algo, es gracias al dinero que se trae de las
Indias.
Incluso
en la Batalla de Lepanto, gesta que se
difundió por el orbe como principio de la caída del impero turco, Roger Crowley
trata de compensar el fracaso de sus amigos otomanos con golpes de suerte por
parte de la flota de la Alianza. Es, como si le costase hablar bien del papado,
de los españoles y los cristianos en general.
Se
observa en el autor una excesiva obsesión por destacar las divisiones internas
de los diferentes comandantes de la gran flota cristiana, resaltando las órdenes
contrarias al enfrentamiento contra el turco que cada comandante había recibido
de sus señores naturales. Es como si D. Juan de Austria, (al que como no,
insinúa que fue muerto por Felipe II debido a las envidias que éste despertaba
en el monarca prudente, aunque luego al final de la obra lo remedie), Doria,
Bazán etc., no fuesen expertos marinos y sólo contasen con la casualidad, la
fortuna y la mala suerte del rival para hacerse con el triunfo.
En
definitiva. Que es grato saber que todavía en pleno siglo XXI, autores
británicos tiene tanto odio a España por lo que fue, por su pasado glorioso y
por ser forjadora de un imperio. Agarrado a las siempre medias verdades y a la
eterna labor divulgadora de la “Leyenda
Negra”, un autor tras otro, venden en el extranjero que España fue más que
la “Espada de la cristiandad” la
encarnación del Mal. Explotadora de indios nativos, esclavista, oscura e
inquisitorial, fanática y violenta. Y por supuesto ellos, los protestantes
Holandeses e ingleses, son los perfectos caballeros, de moral intachable, que
han contribuido a restaurar en el mundo los verdaderos valores positivos y sobre
todo la libertad…, cuando todos sabemos que en Norteamérica, los nativos, si
subsisten es en reservas marginales, cuando no fueron masacrados hasta su
extinción, cosa que no hicieron los españoles. Que los ingleses no se mezclaron
con la población de sus colonias, manteniendo una estricta distinción entre
ciudadanos de primera y de segunda, mientras los españoles fundamos
universidades en Hispanoamérica en el s. XVI y XVII, los indios tenían los
mismos derechos que los españoles y se permitía el matrimonio entre ambos
pueblos, que la esclavitud es más grande en los países anglosajones (y
mantenida durante más tiempo) y que la Inquisición española no fue tan brutal y
sanguinaria como otras europeas, que asesinaron a miles de personas en unos
pocos años…, en fin, que lo que si debo decir, es que en España lo que si tenemos
es muy poca pericia en lo que a la propaganda y publicidad se refiere.
El
problema es que todavía hay muchos españoles, que leyendo obras de este tipo,
siguen tragándose el veneno “antiespañol”
que llevan dentro, sin hacer caso a lo que la realidad les muestra ante sus
ojos; y para más colmo tenemos un Gobierno de España, que en Cultura es obtuso,
torpe, ciego o algo peor, traidor. En la primera página del ejemplar que poseo
se puede leer: “Esta obra ha recibido una
ayuda a la edición del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte” y el
sello de “Gobierno de España”. ¡Pues
muchas gracias, hombre!, pero con ineptos de este calibre dando dinero a los
que así hablan de España, no nos hacen falta enemigos que nos insulten.
Luis
Gómez