RAIGAMBRE

Revista Cultural Hispánica

martes, 3 de marzo de 2015

¿PATRIOTISMO REPUBLICANO?

Imagen de www.biografiasyvidas.com


Por Antonio Moreno Ruiz
Historiador y escritor


En estos aciagos días vemos cómo muchos dizque patriotas se acogen al republicanismo como el maná para la salvación patria. Ante el papelón ejercido por toda la casta del ¿abdicado? Juan Carlos, con toda la endémica corrupción del sistema, parece que la república se presenta como un plan mesiánico y arrebatador para nuestro futuro. Y esto ya resulta algo cansino e incoherente, porque no entendemos cómo se puede ensalzar el legado de los Reyes Católicos o de los Austrias mayores y acto seguido denostar la monarquía. Mucho ojo con esto, porque no estamos ante patriotismo, sino ante nacionalismo en todo caso, y nos explicamos:

-España jamás fue una república. Nuestra conciencia se engendra bajo la forma imperial romana y nuestra confirmación es bajo el reino visigodo, aun estando muy cerca el imperio bizantino (que dominó partes de nuestra patria durante dos siglos). La España perdida se restituye bajo la forma monárquica luchando contra el islam. Y esto se quiebra, con todos los matices que hay en el camino, cuando en 1833, buena parte de la nobleza y el ejército, con la ayuda del imperialismo británico y mercenarios de la Francia orleanista, dio un golpe de estado para imponer un liberalismo contra el cual la población se había desangrado años antes. Lo que sigue, hasta nuestros días, es consecuencia de eso, y no de la monarquía, ni tan siquiera de los Borbones propiamente dichos.

-Otrosí, está la leyenda rosa austracista (1) que algunos esgrimen con aires de grandeza. Y claro, naturalmente, si nos fijamos en los Austrias Mayores, todo nos parecerá parabienes. ¿Pero y los Austrias Menores? Digo, siendo fríos, ¿no se separó Portugal y perdimos nuestra hegemonía en Europa con la Casa de Austria? Y luego la Guerra de Sucesión a principios del siglo XVIII: ¿Por qué el archiduque de Austria irrespetó el testamento de Carlos II e invadió la Península aliado de Holanda y el imperio británico, los peores enemigos de España? Porque es gracias a la usurpación del irresponsable archiduque austríaco que los peores enemigos de España entraron a saco en nuestro propio y sagrado suelo.

Cierto es que el XVIII se caracterizó por el despotismo ilustrado, régimen nefasto que engendró monstruos, pero eso no es algo exclusivo de los Borbones, ni tan siquiera de Francia. El pombalismo portugués, el josefismo austriaco o la Rusia de Pedro el Grande son testimonios de cómo esta corriente política corrió como la pólvora por la Europa engendrada por la paz de Westfalia.

Y así como hubo reyes Austrias malos, también hubo Borbones buenos, como por ejemplo Fernando VI, gran regenerador de la economía nacional y artífice de una reconstrucción pacífica y de la confirmación de una de las marinas más potentes del mundo. Igual que hubo reyes godos malos y buenos, y reyes astures, castellanos y aragoneses malos y buenos. Al igual que hay españoles malos y no por ello se cree que haya que desaparecer España, lo mismo podemos decir para con la monarquía; máxime cuando esto que padecemos desde 1833 no es una monarquía propiamente dicha. De hecho, el régimen del 78 es parecidísimo al de una república; tanto así, que en verdad no se distingue.

-La república, en nuestra tierra, jamás ha arraigado ni jamás se ha preocupado por hacer patria. La primera fue un sainete que no llegó ni al año y que provocó un desenfreno sociopolítico que supo aprovechar, por desgracia, el liberalismo. La segunda, comenzando por una ridícula bandera que nada tiene que ver con nuestra historia, nos trajo cinco años de ignominia, para que al cabo del tiempo hayamos vuelto al mismo punto de partida. Porque reiteramos: En verdad, el republicanismo no empezó en España en 1873, sino en 1833, con el golpismo liberal que, asimismo, venía de haber pactado la secesión de los virreinatos americanos. No es casualidad que Maroto y Espartero, los artífices de la gran traición al pueblo carlista, combatieran juntos en Ayacucho, donde acabaron de traicionar la lucha realista indiana, como Pablo Morillo la traicionó en Venezuela, abrazándose con Bolívar e indultando, entre otros, al asesino Arismendi; como los liberales La Serna y Canterac la traicionaron en el Perú, dándole carta libre a su camarada San Martín, en verdad soldado español durante más de dos décadas y licenciado del ejército en plena guerra contra Napoleón. Luego todos serían artífices del liberalismo, y aliados de Inglaterra, el mismo aliado que tuvo el famoso archiduque de principios del XVIII, “casualmente”.

-No se engañen, “patriotas republicanos”: No están ante nada nuevo ni nada bueno. La historia es compleja y procelosa, y no hay que tomarla como la oferta más conveniente de un supermercado, porque si nos empecinamos en determinadas adaptaciones y conveniencias “ideológicas”, al final repudiarán a Blas de Lezo, gran héroe partidario de Felipe V, quien como la gran mayoría de vascongados y navarros, luchó por su rey legítimo (y no por una “nación-estado” que entonces no estaba en la cabeza de nadie) contra la invasión austríaca, holandesa y británica; siendo pueblos especialmente recompensados por los Borbones. Igualmente lo fue Cataluña al poco tiempo a pesar de haberse concentrado la resistencia austracista allí, pues de la época borbónica arranca el proteccionismo económico que hace que sea la burguesía catalana la que dirija la economía española; del XVIII es cuando se abole el tradicional y floreciente monopolio comercial andaluz-americano, saliendo beneficiados ciertos puertos catalanes. Asimismo, la bandera roja y gualda data de la marina de Carlos III.

Así las cosas, un servidor no intenta “vender” nada, pero visto lo visto, no está de más analizar la temeridad y demagogia de algunos irresponsables que están azuzando un republicanismo totalmente carente de contenido y esencia, y que en nada va a ayudar a reconstruir una España perdida que necesita una Reconquista, mirándose en estas horas tan bajas en el espejo de Covadonga y los mozárabes, en sus raíces más íntimas y aguerridas, y no en experimentos que nunca han ido con lo nuestro.





Imagen de queaprendemoshoy.com





(1)Véase: Leyenda rosa austracista

sábado, 28 de febrero de 2015

28-f, CON "EFE" DE FERNANDO

 
 
MANIFIESTO FERNANDINO
 
 
Nosotros, andaluces de las actuales provincias de Andalucía, orgullosos de nuestra tierra, de nuestra identidad y de nuestras raíces amamos a nuestra Patria y queremos celebrar nuestro Día de Andalucía ofreciendo este manifiesto a todas las asociaciones, de la naturaleza que sean (juveniles, culturales, deportivas, sociales, y cualquier otro tipo de colectivos establecidos en nuestra comunidad autónoma, etcétera…), con la sola condición de que sean asociaciones que arraiguen en Andalucía, para que las mismas puedan adherirse a este Manifiesto desde el momento en que lo hacemos público y sin que se clausure bajo ningún plazo establecido.Redactamos este Manifiesto para expresar pública, libre y voluntariamente que:

1º. Reconocemos como Padre de Andalucía a Fernando III “el Santo”, Rey de Castilla, Toledo, León, Galicia, Sevilla, Córdoba, Murcia, Jaén.Siéndolo, en primer lugar, por las cualidades humanas que concurrieron en su personalidad histórica, reconocidas por sus vasallos y enemigos; pues, tal y como reza su epitafio, Fernando III el Santo fue “el más leal, el más verdadero, el más franco, el más esforzado, el más apuesto, el más granado, el más sufrido, el más humilde”. En segundo lugar, es Padre de Andalucía por la proyección histórica de su labor reconquistadora, incuestionable causa de nuestra actual Andalucía (progenitor inmediato de los Reinos de Jaén, Córdoba y Sevilla cuando los reconquistó por su propio brazo; ancestro mediato del resto de provincias hermanas que si no lo tienen como Padre, bien lo podrían tener como Abuelo). La paternidad histórica de Fernando III el Santo no puede rechazarse por ningún andaluz bien nacido; sólo un ignorante podría abjurar de su verdadero origen.

2º. Bajo la égida de la regia figura de Fernando III el Santo fueron felizmente reintegrados a España los territorios españoles que sufrieron siglos de infeliz y terrible esclavitud, sometidos a una cultura extraña y fanática, brutal e invasora que reconocemos como hostil a nuestras libertades y ajena a nuestro propio ser andaluces.

3º. Por las felices victorias del Rey Fernando III se establecieron en nuestro amado suelo patrio nuestros antepasados; solar que les fue arrebatado mediante una invasión: por la fuerza bruta, cruel y sanguinaria, y por la traición de algunos. Siglos y siglos de tinieblas fueron los que sufrió Andalucía, bajo un poder extraño que la sumergió en la noche más lóbrega y sórdida de la barbarie. Fernando III trajo la luz.

4º. Nos vemos forzados a reclamar la paternidad histórica de Fernando III el Santo, tras haber sido puesta en cuestión por nuestro Parlamento de Andalucía cuando, en 1983, impuso -en el Preámbulo del Estatuto de Autonomía para Andalucía- como “Padre” de la misma a un personaje partidista, que ni representa ni puede representar legítimamente a la totalidad del pueblo andaluz, por mucho que sus partidarios le presupongan una paternidad que dicho personaje –cuyo nombre silenciamos a propósito- no puede tener.

5º. Reclamamos que las autoridades políticas de la Comunidad Autónoma Andaluza reconozcan a Fernando III el Santo como indiscutible y exclusivo Padre de Andalucía. Será así como podrán suturar el abismo que la clase política abrió entre ella y el auténtico pueblo andaluz que dice representar. Para que la distancia que cada vez separa más a la clase política del pensar, el querer y el sentir del pueblo no se agrande más.Y, para que ello surta efecto, suscribimos este manifiesto, el cual se hará público todos los 28 de Febrero, Día de Andalucía, para que todos los 28 de Febrero, éste como los que estén por venir, se escriban con “F” de Fernando, y no con “F” de Falso.

jueves, 26 de febrero de 2015

NUESTRA MADRE PATRIA ROMANA CONTRA EL 28-F

Por Antonio Moreno Ruiz

Historiador y escritor




Gracias a Dios, fuimos los andaluces los que hicimos del español una lengua universal. Fue nuestra fonética y nuestro vocabulario la que impregnó a nuestros hermanos canarios e hispanoamericanos. Fueron nuestros marinos, junto a los vecinos portugueses, los que abrieron el Atlántico como Mare Nostrum. Tal vez no sea casualidad que cuando más se ensancharon los lindes del Imperio Romano fuera con los emperadores Trajano y Adriano, ambos nacidos en la Bética.

Con Roma fuimos una provincia política durante seis siglos, con constante contacto etnocultural. Es por ello que hablamos una lengua latina y nos regimos por el Derecho Romano. Y no en vano los romanos dijeron que los turdetanos eran los más cultos entre los iberos. También hubo presencia céltica entre nosotros. Y colonos fenicios y griegos. Antes de Roma, la Roma Eterna a la que luego volvimos por los fueros de Fernando III el Santo, rubricando a posteriori los Reyes Católicos Isabel de Castilla y Fernando de Aragón; recordando, a su vez, que fuimos parte del Reino Visigodo de Toledo, y que vimos muy de cerca la presencia bizantina en el solar ibérico. Así, el legado romano se transformó y retroalimentó.

Alándalus, se nos dirá. Pero no es lo mismo Roma que Alándalus para nosotros. Alándalus fue todo el territorio musulmán de la Península Ibérica, las islas Baleares, y parte del norte de África. La invasión bereber, comandada por caudillos árabes, le cambió el nombre al país, cosa que no hicieron ni visigodos ni bizantinos, que siempre hablaron de Spania. Y es que en verdad en árabe también se dice así, pero los musulmanes tuvieron muy claro que ellos querían forjar otra cosa. Sin embargo, hubo resistencia, y a pesar de que no pocos se convirtieron al islam y pasaron de ser hispanos a andalusíes, tanto la victoria de Covadonga como la resistencia de los cristianos mozárabes, que mantuvieron el legado hispano-visigótico, nos permitió recuperar España y volver a nuestro lógico curso histórico-cultural, forjando nuestra comunidad geográfica con ciertos caracteres culturales comunes y políticamente insertados en la Corona de Castilla. Sin problemas y a mucha honra. Hasta que el liberalismo nos desgajó, y hasta ahora...

Somos tierra de frontera y no rechazamos ninguna influencia, como tampoco hay que rechazar que elementos tan característicos de Alándalus como el arco polilobulado sea de origen bizantino y el de herradura visigótico. La originalidad de nuestro solar impregnó a los llegados de fuera y se formó algo único y diferente del resto del mundo mahometano por eso mismo; toda vez que Alándalus se desgajó del califato y pasó a ser un emirato independiente, cuya fuerza en verdad llegó al valle del Ebro, pues allí los dirigentes, muchos descendientes de muladíes hispanos, poca obediencia le prestaban a Qurtuba. La unidad política de Alándalus siempre fue débil, y se rompió en numerosas taifas al cabo de cuatro siglos; no sin antes haber avisado nuestro paisano Ben Hafsun con su indómita rebeldía anticalifal de lo que se podía venir encima.

Definitivamente: Alándalus no es comparable a Roma.

Por eso, ¿qué tenemos que celebrar el 28 de febrero? Absolutamente nada. Ni tan siquiera Blas Infante celebró nada ese día. Porque el 28 de febrero es el aniversario de la autonosuya de 1980; "autonosuya" que más del 60% de los andaluces se negó a votar, recordamos; al igual que el pueblo andaluz nunca votó en su día por Blas Infante, cuyas teorías nunca tuvieron predicamento en nuestros pagos. Blas Infante quería celebrar el 4 de diciembre, evocando una revuelta campesina que hubo en Cádiz en el siglo XIX, dizque apoyada por los federalistas. Pero ni los mismos "andalucistas" lo respetan, porque en verdad, no les interesa más que el clásico "divide y vencerás" y de paso, saquear a placer.

 En realidad, Blas Infante no salió nunca de indigestas elucubraciones, empezando misma bandera, de reminiscencias islámicas, incomprensible y antipática aún hoy en día para muchos andaluces. Y parte del pueblo andaluz, que ha tomado este símbolo "folclóricamente", es porque no sabe su significado, porque cuando se entera, provoca lógico e inmediato rechazo.

Estamos muy orgullosos de nuestro inmenso e intenso legado y es por ello que rechazamos las mixtificaciones románticas extranjeras del siglo XIX y el politiqueo del siglo XX; politiqueo que busca enfrentarnos y dividirnos entre españoles, con diferencialismos exagerados, deformados y absurdos. Y si bien España es una nación diversa y ese tesoro hay que amarlo, respetarlo y venerarlo, ¿cuál no lo es? ¡Qué poco se ha viajado por el mundo cuando se insiste en la "excesiva diversidad" de España!

Y bueno, ¿no hacen apología de la libertad de elección? Pues nosotros elegimos no celebrar a Blas Infante, ni a su bandera (que no es la de Andalucía), ni a una "autonosuya" de caciques corruptos que van desde la derecha liberal a la extrema izquierda con los mismos y cochambrosos intereses contra nuestra tierra y nuestra gente. Es evidente que nuestra madre patria es Roma, y no Arabia. Y que un andaluz es más parecido a un napolitano que un moro,  y que de hecho, nos adaptamos antes a Italia o a Grecia que al Magreb; y no digamos ya nuestra íntima relación con portugueses, manchegos o canarios.

No, definitivamente no tenemos nada que celebrar el 28 de febrero, al contrario. Y hablamos claro:


ESTE ES EL PADRE DE NUESTRA PATRIA:




ESTAS SON NUESTRAS BANDERAS:







ESTOS SON NUESTROS MANIFIESTOS: 


EL BLOG DE CASSIA: MANIFIESTO EN FAVOR DE SAN ...










¡VIVA ANDALUCÍA, QUINTAESENCIA DE LAS ESPAÑAS!





miércoles, 25 de febrero de 2015

SEFARAD RESTAURÁNDOSE







Pedro Sáinz Rodriguez



EL SEFARDISMO RETORNADO
Manuel Fernández Espinosa
 
Pedro Sáinz Rodríguez (1897-1986) fue uno de los intelectuales de gran fuste que tuvo España en el siglo XX. Filólogo, bibliógrafo, escritor, editor, también ejerció el papel de conspirador en los trabajos preparatorios del 18 de Julio de 1936. Católico y Monárquico, Sáinz Rodríguez era un adicto a Alfonso XIII y, tras la muerte de Alfonso XIII, rindió pleitesía a Don Juan (el Rey de Luis María Ansón).

Sáinz Rodríguez formó parte del Alzamiento Nacional de 1936 y fue nombrado ministro de Instrucción Pública en el Primer Gobierno Nacional de España (1938-1939), sin embargo, su lealtad a Alfonso XIII y, más tarde -como hemos dicho- a Don Juan de Borbón y Battenberg perjudicó la carrera política de Sáinz Rodríguez durante el franquismo, forzándole incluso a tomar el camino del exilio a Portugal.

Sus relaciones con Francisco Franco se deterioraron cuando Francisco Franco decidió decretar la persecución de la actividad masónica en España, implantando el Tribunal Especial para la Represión de la Masonería y el Comunismo. Sáinz Rodríguez se queja en sus memorias del simplismo de Franco y alega en su defensa que él no era masón, contra lo que Franco y el círculo franquista propalaban sobre él. Creemos -aunque es una conjetura- que, en efecto, Sáinz Rodríguez nunca fue masón, pero tal vez fuesen otras las razones por las cuales los hombres de confianza y más afectos a Franco la emprendieron contra Sáinz Rodríguez.

En tiempos de la Dictadura de Primo de Rivera, Sáinz Rodríguez había trabajado para la editorial CIAP. Las siglas CIAP responden a COMPAÑÍA IBERO-AMERICANA DE PUBLICACIONES, aunque en un principio se llamó Compañía Ibero-Africana. La gerencia de esta editorial estaba a cargo de Manuel L. Ortega Pichardo "que había vivido en la zona española de Marruecos [...] publicó un libro sobre "Los hebreos en Marruecos", antes de existir la CIAP y una "Historia de Ceuta", con especial atención a los sefardíes y con un estudio del doctor Pulido, personaje relacionado con el retorno del judaísmo a España en la primera mitad del siglo XX." (La cita es del mismo Pedro Sáinz Rodríguez en su libro "TESTIMONIO Y RECUERDOS").

Sin embargo, aunque Ortega Pichardo figuraba como fundador de la CIAP, la editorial era de capital hebreo. Ignacio Bauer, judío, escritor, bibliófilo y autor de "Apuntes para una bibliografía de Marruecos", además de "Relaciones de África" y "La misión franciscana de Marruecos" era el hombre clave. Ortega Pichardo preparó una "Biblioteca de los sefardíes" y la editorial planeó el "asalto" al mercado peninsular e iberoamericano, estableciéndose en Madrid y solicitando la colaboración profesional de Pedro Sainz Rodríguez. Éste, como cándido e ingenuo intelectual, aceptó y trabajó para CIAP -con mucha probabilidad sin saber, en ese momento, lo que se estaba cuajando.

El Doctor Ángel Pulido Fernández (1852-1932) promovía desde 1904 la campaña filosefardí en España, tras haber tomado contacto con comunidades descendientes de antiguos judíos sefardíes. Y Pulido era uno de los colaboradores de CIAP, como otros prominentes filojudíos, por ejemplo: Méndez Bejarano o el gran traductor Rafael Cansinos Assens. En 1920, a iniciativa del Doctor Pulido, se fundó la Casa Universal de los Sefardíes. La editorial CIAP empleó a Pedro Sáinz Rodríguez a manera de relaciones públicas, así lo hizo cuando lo envió a Iberoamérica para abrir mercado.

Estas relaciones de Sáinz Rodríguez con una editorial tras la cual se adivinaba el capital judío, así como la campaña de rehabilitación de los sefardíes, promocionada por el Doctor Pulido y jaleada por todas las logias españolas no pasaba desapercibido para los servicios secretos franquistas que, en esos entonces, podemos decir que eran unos de los más eficaces de toda Europa.



Lo del "contubernio judeo-masónico" era algo más que una figura retórica del franquismo. Franco sabía que las relaciones bilaterales entre la Segunda República Española y la comunidad judía, a través de diversos representantes y dirigentes político-religiosos judíos, habían sido clave y los hombres del CIAP no eran ajenos a esos tejemanejes.

Antonio Aguilar y Correa, Marqués de la Vega de Armijo

Lo curioso del caso es que, en toda la falsa retórica de los masones que instauraron la Segunda República Española, siempre se argumentó el manido tema de la "reparación": ¿a qué reparación se referían? Sabido es que en 1492 los Reyes Católicos promulgaron el edicto de expulsión de los judíos que no se bautizaran. Durante siglos este decreto estuvo vigente. Sin embargo, la Segunda República Española llegaba tarde a la derogación de este decreto de expulsión de los judíos (y no digamos la más reciente medida, consumada por el ministerio de Ruiz Gallardón). Gobiernos masones anteriores se habían anticipado a Ruiz Gallardón y a la II República; ésta es otra de las historias muy poco conocidas que arrojan luz sobre el asunto.

La Gran Logia de Rumanía reconocía en 1880 al Oriente masónico presidido por Práxedes Mateo Sagasta, pero a cambio exigió que el gobierno español levantara los impedimentos que, por el decreto de los Reyes Católicos de 1492, se ponían en España contra el establecimiento de la comunidad judía. No hubo problema ninguno para realizar la transacción de favores, dado que Práxedes Mateo Sagasta y su alegre pandilla de compadres masones formaba el mismo gobierno de España. Don Antonio Aguilar y Correa, Marqués de la Vega de Armijo, conspicuo ministro de la camarilla de Sagasta, se apresuró a derogar el decreto de los Reyes Católicos.

Con estos "movimientos tácticos" en el orden legislativo (realizados servicialmente por los hermanos masones; que a la vez eran los prohombres de la política liberal) a principios del siglo XX todo estaba dispuesto para que apareciera el Doctor Pulido, viajando por el Mediterráneo y redescubriendo las comunidades sefarditas, para invitarlas a regresar a España reivindicando la "Reparación" que supuestamente la nación española le debía a los descendientes de aquellos expulsados. Mientras tanto, para preparar la campaña de propaganda que abriría de nuevo las puertas de España a la diáspora sefardí para imponer Sefarad, dos periódicos se emplearon a fondo: "La Raza" y "El Pueblo", con D. Manuel Ortega Pichardo al frente que, con el banquero judío establecido en Madrid, Señor Dreyfus, había fundado la C.I.A.P. (COMPAÑÍA HISPANO AMERICANA DE PUBLICIDAD), a la que aludimos más arriba. Digamos también que el inversor de la C.I.A.P., el banquero Dreyfus se casó con la hija del Doctor Ignacio Bauer, al que también aludíamos más arriba. El Doctor Bauer era, por cierto, nieto de uno de los hombres clave de la Casa Rothschild en España.

sábado, 21 de febrero de 2015

EL LAICISMO VIRULENTO

 Foto de Manolo Fernández.
 
 
Y SUS TAMBORES DE GUERRA

Manuel Fernández Espinosa

Se oyen tambores de guerra: la izquierda laicista toca zafarrancho de combate contra la enseñanza de la religión católica en la escuela pública: "...aunque realizaremos actos antes del verano, la gran batalla comenzará a partir de septiembre", así lo anunciaba Francisco Delgado, presidente de Europa Laica, (ESCUELA, periódico profesional de la escuela española, fundado en 1941, núm. 3.979, 11 de abril de 2013). Yo no sé al lector, pero a mí cada vez se me hace  más insoportable la retórica belicista (gran batalla) que emplean gentes que gastando esa agresividad, van luego y, entornando los ojos hipócritas, vomitan por la boca sus vaniloquios sobre valores democráticos. Es de un sentimentalismo viscoso y me da asco, no soporto que intolerantes de este tipo pongan en su boca la palabra "tolerancia" (a manera de salvoconducto con el que cometer sus intolerancias). Verlos fruncir sus labios en pucheritos, cuando se habla de "paz", "tolerancia", "solidaridad"... Me parece una pantomima grotesca.
 
Pero así están las cosas. La crisis económica hunde a pique la sociedad de bienestar española, pero la izquierda siempre tiene la misma solución: la Iglesia es la culpable. Cuando el Imperio Romano de Occidente se desmoronaba, no faltaron patricios romanos que señalaron a la Iglesia católica como la culpable del saqueo de los godos: haber dejado de adorar a los viejos dioses paganos -se decían, supersticiosos- había traído como consecuencia ese "castigo". Para responderle a esa mojigata gavilla de paganos escribió San Agustín de Hipona una de sus obras más imperecederas: "De civitate Dei". En los tiempos presentes, la izquierda señala con el dedo otra vez a la Iglesia católica: como nuevos paganos supersticiosos que ven en la fe cristiana el principal enemigo de la sociedad. Ni un laicista de estos ha montado, solo o con sus conmilitones, un solo comedor social; pero con sumo gusto corren prestos a ponerse a la vanguardia de todo piquete que clausure los comedores y centros asistenciales cristianos.
 
La separación entre Iglesia y Estado es una realidad. Es otra cosa la que los laicistas anticristianos pretenden, aunque dudo mucho que sean capaces ni siquiera de advertirlo por sí mismos. Lo que a ellos les hace echar espumarajos por las fauces no es que la Iglesia y el Estado puedan estar confundidos. No hay alianza entre Trono y Altar, ni mucho menos. Hace tiempo que el Estado y la Iglesia no son lo mismo, aunque los laicistas viven siempre con un evidente retraso. Esa promiscuidad entre Iglesia y Estado pudo darse en algún momento de la historia (que tampoco lo creo), pero actualmente no sucede. ¿Qué es lo que buscan entonces, si Estado e Iglesia están separados?
 
Lo que los laicistas no pueden tolerar es que la Iglesia esté entreverada en la sociedad. Por eso hacen tronar las trompetas para entrar en batalla. Los laicistas patalean cuando ven que un niño se persigna; les da taquicardia, cuando sale una procesión; les da el Baile de San Vito si ven que una calle lleva el nombre de un santo; les salen erupciones cutáneas si oyen tañir las campanas de un templo cristiano... Y, cuando comprueban que la sociedad todavía sigue siendo cristiana, se acuerdan de Santa Bárbara. En fin, ¿es o no es así? Es así, tal y como digo. Que se dejen de milongas, por lo tanto, y le llamen a las cosas por su nombre: que no confundan el Estado y la sociedad. El Estado español puede ser aconfesional, incluso podría llegar a ser algún día laicista. Pero la sociedad española, pese a haber sido víctima de un ambicioso proyecto de descristianización, sigue siendo cristiana a duras penas, a trancas y barrancas. Y eso es lo que no soportan estos laicistas.
 
Es un problema de impaciencia y de inadaptación: su utopía social tarda en llegar. Se ha depauperado, convirtiéndose de "paraíso en la tierra" en una "sala de espera" sin crucifijos. Esa utopía en la que están soñando es tan pobre que se ha reducido al delirio de una sociedad sin cristianismo. Y se enfadan, como un niño caprichoso al que no le salen las cuentas. En una sociedad con dos mil años de tradición cristiana, los laicistas son eso: unos inadaptados.
 
Escribía Julio Camba, alguien que no es sospechoso, precisamente, de integrista católico: "Si en un país católico separa usted la Iglesia del Estado, a quien perjudicará usted será al Estado y no a la Iglesia". Podríamos parafrasearlo, para esta ocasión hodierna: "si en un país católico separa usted la Iglesia de la sociedad, a quien perjudicará usted será a la sociedad".
 
Y si no se lo creen, que vayan a preguntárselo a la sociedad; y por sociedad me refiero a todas las familias que, no hallando un plato de comida ni ropa, van a recogerlos a la Iglesia.

domingo, 15 de febrero de 2015

LA INGLATERRA SECRETA (III)

 
Felipe III, Rey de España

LUISA DE CARVAJAL EN SU "ORÁN"


Manuel Fernández Espinosa



Más o menos un año después de vivir bajo el amparo de la embajada española en Londres, Luisa de Carvajal se decide a buscar una casa propia. Don Pedro de Zúñiga, a la sazón embajador, sintió mucho que Luisa se expusiera a tanto riesgo y trató de convencerla recurriendo a la peor amenaza para ella, la de vetarle el paso a la embajada española que era uno de los lugares donde se permitía, digamos que por inmunidad diplomática, la Santa Misa en todo Londres. La brava extremeña no se detuvo ante aquellas amenazas que, todo sea dicho, procedían del buen amor que le tenía el embajador a su compatriota.

Ella abandonó la embajada española y con dos doncellas que le prometieron seguirla a todas partes venciendo el miedo a la persecución, hizo su mudanza. En aquellos tiempos para que una mujer pudiera habitar a solas en una casa de Londres no podía hacerlo sin un hombre, por ello Luisa tuvo que buscar a un hombre honrado que, viviendo bajo el mismo techo que ella, le pudiera permitir habitar casa propia. Este hombre fue el francés Lemeteliel y su esposa (un matrimonio sin hijos), los cuales habían sufrido cárcel en Londres, así como la pérdida de sus bienes por ser fieles a su fe católica. La casa en que se instala Luisa, sus dos doncellas y el matrimonio Lemeteliel está, según el decir de ella: "sola, aunque muy cercada de protestantes alrededor", tenía que ser una casa chiquita, pues cuenta que aunque era de habitaciones bonitas, era "como para muñecas los aposentos della". Los viernes eran los días que más sufría Luisa, pues sus vecinos ingleses tenían la costumbre de reunirse en las casas y armaban mucho alboroto con sus francachelas. La pobreza en que vivía la comunidad que componía aquella casa llegó a oídos del Rey Don Felipe III de España y el Católico Monarca ordenó que la embajada asistiera a Carvajal con 300 reales al mes. Esta ayuda, caída del cielo, permitió emprender la labor apostólica; pero Luisa no acaparaba la limosna, sino que el dinero que de la embajada recibía lo daba a otros más pobres que ella, como era el caso de sacerdotes católicos ingleses que vivían en lamentable situación económica.

Luisa expone su plan a un religioso italiano en una epístola de julio de 1606:

"En sabiendo hablar suficientemente, tomando casa aparte con dos o tres compañeras, procuraré gastar mi tiempo en oración, lección y trabajo de manos Y acudiendo también al servicio y consuelo de los siervos de Dios lo que pudiere, no rehusaré las ocasiones que ofreciere Su [Divina] Majestad de tratar con los demás herejes en la más conveniente manera que me sea posible".




Y así lo cumplió. El trato que proponía mantener con los herejes no era otro que el de hablar con ellos, para convertirlos, demostrándoles el error en que estaban, empleando todo tipo de argumentos: históricos, teológicos, en fin, apologéticos. Empleó todo su vigor en esta empresa y obtuvo resultados en este apostolado frontal, de tú a tú, cara a cara:
"Los herejes mismos no se cansaban de oírla, y quedaban espantados de la viveza y claridad de sus razones y de la libertad y espíritu con que se las decía. Algunos confesaban que no hallaban la fuerza y virtud en las palabras de nadie como en las de doña Luisa." -cuenta el P. Valpolo en la biografía que escribiera de Luisa de Carvajal.

Valpolo cuenta casos de conversiones en los que tuvo parte la Carvajal. Gentes de todas clases fueron removidos por su celo apostólico: estudiantes, obreros, ancianos. Hubo incluso el caso de un predicador calvinista al que la española convenció de su error. El calvinista se convirtió, sufrió cárcel (adonde, por cierto, lo visitó Luisa). Cuando fue puesto en libertad Luisa le facilitó el paso a Flandes y de Flandes este ex-calvinista viajó a España, terminándose por ordenar de sacerdote y profesando en la Orden de San Benito.




Pero, no obstante estos éxitos, tampoco podían faltar episodios desagradables. El mes de junio de 1608 tuvo el primero de estos encontronazos. Fue en Cheapside -en cuyo mercado ya llevamos contado que se concentraba el vecindario antipapista más acérrimo. Todo tuvo su origen en una disputa que Luisa mantuvo en el mostrador de una tienda, mientras se disponía a comprar paños. Como era su costumbre, sacó el asunto de la religión y discutió con un mancebo de la tienda. El debate fue tan acalorado que dio lugar a que intervinieran otros tenderos que se agolparon, acusándola de papista. Aquella polémica duró unas dos horas y no hubo quien doblara a Luisa en su firme defensa del Papado, de la Misa, los Sacramentos y el sacerdocio. Quince días después, al volver al escenario del incidente, algunos testigos la reconocieron y la denunciaron al juez del distrito. Ante dicho juez declaró estar presta a morir por Cristo. Por la noche la condujeron, con dos de sus doncellas, a la cárcel vecina. El criado Lemeteliel las acompañó, aunque no estaba detenido. Fue puesta en libertad por orden de Robert Cécil, Conde de Salisbury, que así quiso congraciarse con el embajador español. El tiempo que pasó en la cárcel lo empleó para hablar de religión con los presos que allí había.

María Ward

Por este tiempo fue cuando Luisa funda la Compañía de la Soberana Virgen María Nuestra Señora, cuyas Constituciones redactó ella misma y en las que se estipulaba los tres votos tradicionales de pobreza, castidad y obediencia y un cuarto voto, signo de la impronta ignaciana, como era el voto de obediencia al Romano Pontífice. Fundar en el mismo corazón de Londres, capital de Inglaterra, una congregación religiosa era, por supuesto, todo un desafío a la herejía. En la Congregación trazada por Luisa no había clausura y trabajó apostólicamente en el suburbio de Haigat y más tarde en la calle de Barbicán. El número de las que compusieron esta Compañía de la Soberana Virgen María Nuestra Señora fue siempre pequeño y fluctuante: algunas venían y muchas se iban, permanecer lo hicieron: Ana, prima hermana del P. Henry Garnet; Juana; Susana, de familia noble y Fé. La Congregación nacía con el espíritu combativo de no cejar en el empeño de convertir Inglaterra a la Iglesia Católica, Apostólica y Romana. La casa que más tarde ocupará con sus religiosas inglesas será llamada por Luisa, en sus cartas, con el beligerante nombre de "mi Orán" y téngase en cuenta la resonancia bélica que el nombre de la ciudad de Orán (hoy Argelia) tenía para un español de la época; hay que recordar que, a las órdenes del Cardenal Cisneros, la plaza de Orán había sido tomada en 1509 por los españoles, permaneciendo bajo dominio español hasta 1708). Por aquel entonces Mary Ward fundaba su Instituto y se tiene constancia de que la Ward admiraba a la española por los consejos que daba a sus hijas, pidiéndoles que fuesen tan fuertes y corajudas como Carvajal.

George Abbot, Arzobispo de Canterbury

A principios de 1613 fue nombrado embajador de España Don Diego Sarmiento de Acuña (luego sería Conde de Gondomar), que logró hacerse con las simpatías del Rey Jacobo I de Inglaterra. La amistad entre el embajador español y el monarca inglés puso celosos al gobierno anticatólico y antiespañol, a los anglicanos y, sobre todo, a los puritanos. Se publicó el libro del P. Francisco Suárez S. J. "Defensio fidei contra catholicae anglicanae sectae errores" en octubre de ese mismo año y, aireado en Inglaterra, aquel libro -que era una fuerte refutación a Jacobo I de Inglaterra en sus pretensiones contra el Papado- fue empleado por los enemigos del catolicismo como un motivo para enemistar a Jacobo con el embajador español. Jacobo se encolerizó y el Arzobispo de Canterbury, George Abbot, conocedor de la existencia de Luisa, aprovechó la coyuntura para dar orden de prender a la española. Y así se ejecutó la prisión de aquellas pobres mujeres religiosas e indefensas que vieron como su morada era asaltada por un contingente de lacayos del Arzobispo y servidores de la justicia, enviados por orden de George Abbot.




Llevada Luisa a presencia del Arzobispo, éste le preguntó. Pero ella se negó rotundamente a responderle nada, alegando la católica que él "no era su juez". El Arzobispo porfió un poco más, pero siempre obtuvo la misma contestación. A la postre, Abbot perdió la compostura, ante la perseverancia de la española y terminó diciendo:

Hase visto tan extraña mujer en el mundo, que se haya atrevido a hacer un monasterio en la cara del Estado! ¡En Londres! ¡A la vista del Rey y de sus consejeros!".

Luisa fue puesta en la cárcel pública.

Portada de la "Defensio fidei contra catholicae anglicanae sectae errores", del Padre Suárez

jueves, 12 de febrero de 2015

LA INGLATERRA SECRETA (II parte)

 
Venerable Luisa Carvajal y Hurtado de Mendoza





 
Manuel Fernández Espinosa
 
 
LA ARMADA VENCIDA Y LA VERDADERA ARMADA INVENCIBLE


En el año 1587 Felipe II, Rey de España, ordena que se disponga todo para invadir Inglaterra. Así se organiza la Armada Invencible: 130 buques y 24.000 hombres. Es la respuesta de España a una Inglaterra que emerge como potencia marítima, en franca confrontación con España y secundando las líneas trazadas por los ideólogos del imperialismo inglés, como fueron el brujo John Dee o Sir Walter Raleigh. El mismo Raleigh fue un experto marino, un pirata y un ideólogo que había protagonizado operaciones de piratería y hostigado las posesiones españolas en América. El desastre de la Armada Invencible frente a las costas inglesas pasó a la Historia. Se suele recordar que, sea o no cierto, Felipe II dijo aquello de: "No mandé mis naves a luchar contra los elementos".

Pero el desastre fue exagerado por el triunfalismo nacionalista británico. La catástrofe de la Armada no fue obstáculo para que España todavía pudiera resarcirse, puesto que disponía de recursos suficientes como para recomponer una flota y volver a dar jaque a Inglaterra. Por este motivo la coalición anglo-holandesa atacó Cádiz el año de 1596.

Los ingleses pudieron impedir la invasión de la Armada Invencible... Pero se les estaba fraguando una Armada contra la cual no podían hacer nada, dado que aquí Dios estaba del lado español.

 
La Armada Invencible


 
Su nombre era Luisa de Carvajal y Hurtado de Mendoza. En sus apellidos esclarecidos fulguran dos estirpes linajudas de España. Nació el año 1566 en Jaraicejo, Extremadura, la tierra árida pero fecunda en conquistadores, como Hernán Cortés o Francisco Pizarro. Era hija de D. Francisco de Carvajal y Vargas, regidor de la ciudad de León, y de Doña María Hurtado de Mendoza y Pacheco. Luisa quedó huérfana cuando era una niña. A cuidarla en su orfandad acudió su tía María Chachón que, a la sazón, era madre del Cardenal Arzobispo de Toledo, así como también aya del Príncipe de Asturias y Camarera de las Infantas. Luisa se crió en las casas propincuas al Monasterio de las Descalzas Reales de Madrid, con las Infantas de España, compartiendo juegos y devociones religiosas a tan tierna edad. Después la reclamó su tío D. Francisco Hurtado de Mendoza, Conde de Monteagudo y Marqués de Almazán, embajador del Rey de España en la Corte Imperial de Austrias y, más tarde, Virrey de Navarra. Su tío era severo y devoto, un español chapado a la antigua, educado en la reciedumbre de la vieja hidalguía española y muy amigo de la Compañía de Jesús. Fue su tío quien inició a Luisa en la vida de piedad donde la oración, la austeridad y el celo por la gloria de Dios ocupaban la vida entera.

 
La Infanta Isabel Clara Eugenia, hija de Felipe II de España, amiga y compañera de Luisa de Carvajal en la niñez


 
Luisa, con los 16 años, mientras vivía con su tío y familia en Pamplona, siente un deseo intenso de martirio. Es el año 1583. En aquel entonces cundía por España el relato que había escrito D. Bernardino de Mendoza, a la sazón embajador de España en Inglaterra, narrando el glorioso martirio del jesuita Padre Edmundo Campion (la relación del embajador español se titulaba "Comentarios de lo sucedido en los Países Bajos desde el año 1567 hasta el de 1577"). Era la primera de las señales que Dios enviaba a Luisa, para reclamar que luchara por su Gloria en Inglaterra. Luisa, en el secreto de su alcoba, hace el voto del martirio:

"Con voto estrecho, prometo a Nuestro Señor que procuraré, cuanto me sea posible, buscar todas aquellas ocasiones de martirio que no sean repugnantes a la ley de Dios, y, que siempre que yo hallare oportunidad semejante, haré rostro a todo género de muerte, tormentos y rigoridad...".

 
Son palabras de la misma Luisa de Carvajal.


Casa Palacio del Marqués de Almazán. Almazán (Soria).
Fotografía de la Web Oficial de Turismo de Soria.

 
Cuando su tío D. Francisco de Mendoza fallece, Luisa quiere vivir la pobreza y algunos de sus primos reniegan de ella, por entender que su modo de vida es una afrenta a la poderosa e ilustre Casa de aquellos "Hurtado de Mendoza". Por este motivo se retirará a una pequeña casa, donde con sus sirvientas más fieles organiza lo más parecido a un convento, todavía sin defenir Regla, pero prestándose voluntariamente a asistir a las prostitutas y otros sifilíticos, los excrementos de la sociedad que se hacinaban en el Hospital del Venerable Antón Martín, una fundación con sede en Madrid muy famosa en la época.

Luisa deberá resolver algunos pleitos de herencia y pasa a Valladolid, donde se ha trasladado la Corte del Rey. En Valladolid residió vecina al Colegio de los Ingleses, fundado por Robert Persons con el patronazgo de Felipe II para la formación de los católicos ingleses refugiados en España. Allí conoce personalmente al Padre Persons y a los hermanos Walpole (Ricardo y Miguel Walpole eran, a su vez, hermanos del mártir San Enrique Walpole; y Miguel Walpole fue director espiritual de Luisa de Carvajal). Luisa de Carvajal era devota de la Virgen de la Vulnerata, una sacra imagen profanada por los herejes en el ataque a Cádiz y que terminó siendo venerada en el Colegio de los Ingleses, como al día lo sigue siendo. Permanecía Luisa horas y horas frente a la Virgen, doliéndose por las afrentas cometidas contra su santísimo rostro por los impíos herejes.


Claudio Acquaviva, General de la Compañia de Jesús


 
El principal interés que la inspiró a sostener aquel pleito por la herencia ante la Justicia no era egoísta. La herencia que recibió de sus padres la puso a disposición de la Compañía de Jesús con el propósito de levantar una institución docente en Lovaina. La Compañía de Jesús, cuyo General era Claudio Acquaviva de Aragón, agradeció a Luisa la generosa donación, concediéndole la Carta de Hermandad con la Compañía. Luisa decide partir a Inglaterra sin llevar consigo nada de su peculio. Luisa recibe la aprobación de sus directores espirituales, reza ante la Virgen de la Vulnerata y emprende el largo y duro camino a Inglaterra. Luisa de Carvajal y Hurtado de Mendoza abandona Pucela y parte a Inglaterra el 21 de enero del año de gracia de 1604. En su corazón hay un deseo ardiente: sufrir el martirio por Dios.

Inglaterra pensaba que la amenaza española había sido vencida, pero ignoraba que una española católica, una pobre mujer a los ojos del mundo, pero llena de Dios, era suficiente para invadir Inglaterra.

Retrato de Luisa de Carvajal

LA MISIÓN DE INGLATERRA

Después de un largo viaje desde Valladolid a Calais, sufriendo el rigor de los malos caminos, delicada de salud, pero con una fe grande, Luisa de Carvajal alquila una barcaza, se embarca superando su miedo a navegar, y cruza el Canal de la Mancha, no sin sortear el peligro de los holandeses que hostigaban en maniobras de piratería a los buques españoles. Luisa de Carvajal desembarcará en Dover y, al llegar a la playa (contará ella más tarde) la española fue recibida por un misterioso zagal que, sin que nadie de los que iba con Luisa se percatara, le tendió la mano para ayudarla a poner el pie en tierra firme... Y aquel extraño y sonriente muchacho se volatilizó, sin que nadie, salvo Luisa, pudiera decir que lo hubiera visto. Luisa de Carvajal narra este recibimiento entendiéndolo como una señal divina... ¿quién sería aquel muchacho solícito? ¿Un ángel del cielo que se adelantaba para acogerla dándole la bienvenida a Inglaterra? Nadie lo sabe.

Luisa ha llegado a Inglaterra sin conocer el idioma. Eso sí, se ha preparado a conciencia estudiando la historia más reciente de Inglaterra, para poder ejercer una eficaz acción apologética entre los cismáticos, para poder aportar razones (incluso de índole histórica) en su combate dialéctico a favor de la Santa Iglesia Católica Apostólica y Romana. Por eso ha leído a los principales especialistas en la cuestión: el Padre Pedro de Rivadeneyra, por ejemplo, con su "Historia del cisma de Inglaterra". De esta forma Luisa se armará de argumentos para refutar las falacias de los cismáticos con la finalidad de convertirlos a la fe verdadera.
Padre Henry Garnet, de Portrait of Henry Garnet


Al llegar a Inglaterra es acogida en una casa de campo, al norte de Londres: es la casa del Padre Henry Garnet, (de la Compañía de Jesús). En las casas de campo de la nobleza viven retiradas comunidades de católicos ingleses, apartados de la saña de los cismáticos, evitando las hostilidades y llevando una vida de piedad conforme a nuestro credo. No dura mucho aquella paz y reposo, pues los celosos vigilantes cismáticos descubren aquel idílico refugio de católicos y los católicos tienen que darse a la fuga con precipitación. Luisa y otras mujeres serán conducidas a Londres, donde se las aloja en casas de católicos clandestinos. La familia que la acoge empieza a sentir temores por tener a Luisa entre ellos, están dando refugio a un fugitiva y si son descubiertos puede ser la ruina de la familia: el hecho de ser española hace que sea más difícil la comunicación. Para evitarles más enojos, Luisa abandona aquella casa. En ningún momento quiere Luisa la ayuda de la embajada española, pero el embajador español -enterado de su presencia en Londres- dispone que sus agentes la busquen por doquier, para traerla a la embajada y darle amparo. En este entonces se descubre el Complot de la Pólvora (el P. Garnet -que había hospedado a Luisa nada más llegar ésta a Inglaterra- será capturado, juzgado, sentenciado a muerte y ejecutado bajo la acusación de estar implicado en la conjura de Guy Fawkes). A la postre, Luisa es convencida de las ventajas de vivir en la sede de la embajada española en Londres, pues la Misa y la Comunión diarias se le aseguran en la Embajada y en ningún otro sitio de la capital inglesa.

El descubrimiento de la Conjuración de la Pólvora sirve de pretexto para endurecer las medidas contra los católicos, la persecución arrecia y cobra mayor virulencia. Son muchos los amigos españoles que por carta le recomiendan que abandone aquella posición; le aconsejan que regrese a España, puesto que su estancia en Inglaterra entraña un peligro muy grave para su integridad física y son muy inciertos los frutos de su misión. Pocos saben que Luisa ha hecho privadamente el "voto de martirio". Luisa, desoyendo las amistosas amonestaciones, persevera en su propósito de permanecer en Inglaterra y aprende el idioma poco a poco para empezar su apostolado.
Cruz de Cheapside (Londres)

TESTIMONIO VALIENTE DE UNA MUJER

Muchos católicos ingleses están en las cárceles. Pocos de sus compatriotas son capaces de asistirlos en la prisión, por miedo a las represalias. Luisa de Carvajal piensa que ese será el campo apostólico al que, en un primer momento, aplicarse. La española empieza a visitar a los católicos encarcelados para consolarlos y alentarlos en la adversidad. Serán muchos los católicos ingleses que se admiren de ello: una mujer (española) es la única que se cuida de los presos ingleses católicos. Ella les anima a mantenerse firmes en la fe, a no doblegarse, a no claudicar, a testimoniar el nombre de Jesucristo frente a los suplicios y, si es voluntad de Dios, el martirio. Y son muchos los que sienten renovadas sus energías, pues ven con sus ojos (no necesitan de palabras) que aquella mujer que les anima al martirio está dispuesta a abrazar el martirio.

Luisa no se asusta. Los cismáticos tienen la costumbre de hacer carteles en los que estampan blasfemas caricaturas del Papa, representándolo con cuernos de demonio y vomitando jesuitas. Luisa, con una valentía inaudita, sin ocultarse de los ingleses, arranca los carteles de las paredes de la calle, a plena luz del día, delante de los viandantes cismáticos, y los rompe desafiando a quienes la miran atónitos: "Pero, ¿de dónde ha salido esta mujer?" -parece que se dicen. Cierto día sí que Luisa estará en peligro de ser linchada.

En Londres todavía estaba en pie la Cruz de Cheapside, alzándose en uno de los mercados más populosos de la ciudad y, según la misma Luisa, el mercado en que más cismáticos rabiosos se concentraban. Este monumento a la Cruz era una de las doce Cruces llamadas "Cruces de Leonor" (Eleanor Crosses) que el amor de Eduardo I de Inglaterra mandó levantar para honrar la memoria de su difunta esposa Leonor de Castilla (hija de Fernando III el Santo y Jeanne de Dammartin). Leonor murió el año 1291 al dar a luz a su último hijo. Habiendo fallecido fuera de Londres, el cadáver embalsamado de Leonor de Castilla fue acompañado por su séquito hasta la abadía de Westminster y, desde Lincoln hasta Londres, doce Cruces se pusieron, una por cada uno de los lugares donde se detuvo el cortejo fúnebre para reposar.

Las Cruces de Leonor eran monumentales. La Cruz de Cheapside, también llamada de Westcheap, fue demolida en mayo de 1643. Pero Luisa de Carvajal pudo verla en la primera década del siglo XVII. Estaba Luisa un día en el mercado y, ante aquella portentosa Cruz, sintió que Cristo seguía reinando incluso entre infieles. Por eso, en un acto de adoración a Dios, no le importó que aquel mercado estuviera lleno de gentes enemigas de la Iglesia Católica. Imaginemos la muchedumbre que se aglomeraba en aquel mercado; casi todos anglicanos con el peor concepto del catolicismo que pudiera imaginarse. No le importó a Luisa lo más mínimo la multitud que la contemplaba, pues sin pensarlo mucho, al ver la Cruz de Cheapside, la española se puso de rodillas ante la Cruz y se recogió en oración. La gente que la vio allí de hinojos empezó a alarmarse ante una manifestación tan patente de catolicismo, considerando una provocación que aquella mujer diera culto a Dios rezándole a la Cruz de Cheapside. Los más fanáticos de entre el público comenzaron a increparla, la injuriaron... Otros clamaban contra ella, llamándola "papista" y pidiendo a voces que había que llevarla a la cárcel o ajusticiarla allí mismo. Ese día pudo haber sido el día de su martirio, pero Dios no quiso. Cuando terminó su oración, se levantó entre la airada concurrencia, una mujer sola contra una ciudad cismática, y con mucho porte siguió su camino, mientras la turbamulta la seguía, amenazándola con palos y piedras, ultrajándola de palabra y escupiéndole.

Sobre estos casos Luisa escribió a su amiga la Madre Mariana de San José, expresando lo que en todos sus trabajos sentía y declarando que ella le decía a Dios:

"...Adsum, Domine, non recuso laborem".
 
Es continuación de LA INGLATERRA SECRETA