EL RACISMO, OTRO EXTRANJERISMO
Manuel Fernández Espinosa
Humano -de la cuna hasta la sepultura- Don Francisco de Quevedo es uno de los españoles más grandes que ha dado la historia. Humano cuando odiaba (que lo diga Góngora), cuando amaba (hasta en cenizas amaría), cuando combatía con la pluma (por el patronazgo de Santiago Apóstol) o con la espada (cuando desenvainaba o porfiaba en batirse con el maestro de esgrima baezano Pacheco de Narváez). Humano que, en el caso de Quevedo era ser españolísimo. Español, desde los pies zambos hasta la revuelta melena.
Leer Quevedo a bocajarro es una empresa fastidiosa. No se le puede recomendar a quienes gustan de lo fácil, pues sin un buen diccionario a la mano será difícil descifrarlo al profano (a quien no lo lleva gozando décadas ha); prácticamente imposible será admirarse de su clarividencia, no podremos reírle los juegos de palabras, no podremos entendernos con él y, en fin, no seremos su cómplice. Pero si se le ha leído con frecuencia, al cabo de los años Quevedo es agradecido y nos desplegará su fastuoso mundo de taberneros aguadores, de médicos matasanos, de jaques y coimas, de mosquitos y moscones cojoneros... Y nos atacará la risa que produce una fantasía fecunda en alianza con una inteligencia formidable.
Vengo a reivindicar, tras esta advertencia preliminar, la lectura de Quevedo. No es la primera vez ni -con ayuda de Dios- será la última: yo, antes que otra cosa soy quevediano. Y vengo a reclamar para Quevedo la honra de haber sido uno de los primeros en denunciar la esclavitud de los negros. Sí, como leen.
Sor Teresa Juliana de Santo Domingo, La Santa Negrita
Todo el mundo piensa que tuvo que venir Abraham Lincoln para abolir la esclavitud, todo el mundo piensa que fueron otros -nunca los españoles- los pioneros en pugnar por acabar con esa inhumana sinrazón. Pero, como suele pasar, cuando todo el mundo coincide en una de esas cosas... es que todo el mundo se equivoca. Esas cosas que todo el mundo comparte frecuentemente no son más que lugares comunes de la "mitología". Uno de los primeros que reclama que se rompan las cadenas de la esclavitud que, por el color de la piel, tenía humillada a la raza negra es nuestro Quevedo. No podía ser de otra forma. Ni es de extrañar.
Escudo conmemorativo de la Batalla de Lepanto -con Águila de San Juan- que el negro Juan Latino puso al frente de su obra "Ad Catholicum pariter et invictissimum Philippum Dei gratia Hispaniarum Regem..." (Granada, 1573), cuyo lema en latín compuso el docto afroespañol y que reza: "COELITUS UNUM IMPERIUM, ENSIS UNUS, REX UNICUS ORBIS".
JUAN LATINO
España, pese a todas las mentiras propaladas por sus enemigos, por ser católica nunca fue racista. Existió la esclavitud hasta el siglo XIX, y no sólo en la América española, también en la península. Pero, ¿qué país puede enorgullecerse de contar con un humanista negro? Solo España. Ocurrió así con el caso de Juan Latino (1518-1596), nacido esclavo en la Casa de los Condes de Cabra, pero que por sus talentos gozó de estudios en la Universidad de Granada y, aplicado, se convirtió en el excepcional caso de un humanista negro de nuestro Renacimiento, catedrático admirado por todos y casado con una señora de una distinguida casa nobiliaria. Ese milagro sólo podía darse aquí, en un pueblo católico, gobernado por hombres santos (Felipe II). Muy pocos lo saben. Muchos quisieran que se ignorara. Pero esto es lo que hay y hemos de estar orgullosos.
Sor Teresa Juliana de Santo Domingo, "La Negrita de la Penitencia"
SOR TERESA JULIANA DE SANTO DOMINGO
La primera mujer negra que escribe en una lengua europea es afro-española y escribe en español. Se trata de Sor Teresa Juliana de Santo Domingo. Nació en un punto indeterminado al oeste de Africa, aproximadamente allá por el año 1676 y se llamaba Chicaba. Fue capturada en una de las depredaciones perpetradas por mercaderes de esclavos y esclavizada a los diez años. La vendieron en el mercado de Sevilla, pero el ser hija de reyes africanos le valió ser presentada ante el Rey Carlos II. Pasó a la casa de los Marqueses de Mancera y la "santa negrita" (así se le conocía) se mantuvo firme en no casarse hasta que a los veinticuatro años anunció a sus señores que quería ser monja. En 1704 logró cumplir la voluntad de Dios siendo admitida en el Convento de la Penitencia de Salamanca. Se distinguió en el claustro como poetista, profetisa y mística. Sor Teresa vivió en la clausura del monasterio de la Orden Tercera de las Dominicas y subió al cielo el 6 de diciembre de 1748 con fama de santidad. En cualquier otra nación europea ¿hubiera sido posible? En España sí fue posible y fue gracias a la benéfica influencia omnímoda de la Santa Iglesia Católica. Chicaba está en vías de subir a los altares.
ALEGATO DE QUEVEDO EN CONTRA DE LA ESCLAVITUD POR EL COLOR DE LA PIEL
Quevedo no conoció a Sor Teresa Juliana de Santo Domingo, pero es allá por el año 1636 cuando el genio manchego, en su fantasía moral titulada "La hora de todos y la fortuna con seso", en el discurso XXXVII para más señas, despliega un valiente alegato en contra de la esclavitud basada en el color de la piel y a favor de la liberación de los esclavos negros:
"Para nuestra esclavitud [pone Quevedo en boca de un negro ficticio] no hay otra causa sino la color, y la color es accidente y no delito" y sigue diciendo ese personaje: "De nuestra tinta han florecido en todas las edades varones admirables en armas y letras, virtud y santidad". Otro dice, aunque se le nota cierto tono de sorna del que tanto le cuesta privarse a Quevedo: "...si la color es causa de esclavitud, que se acuerden de los bermejos, a intercesión de Judas, y se olviden de los negros, a intercesión de uno de los tres reyes que vinieron a Belén...".
Esta apología de Quevedo en pro de la dignidad de la raza negra es poco conocida. Nunca es tarde si la dicha es cierta y hoy era un buen día para recordarlo. Para recordar que en España hubo genios como Quevedo que, a diferencia de las patrañas fabricadas por nuestros enemigos, siempre tuvieron muy claro que era una injusticia esclavizar a otros seres humanos por el color de la piel.
Steven Spielberg, el director cinematográfico de ese bodrio inmundo que ataca a España (me refiero a su película "Amistad"), tendría que saberlo. Pero eso es pedirle mucho al cineasta de ciencia ficción; pues las obras de Quevedo están untadas con tocino y Spielberg no podrá ni olerlo.
Y si con todo y con ello insistieran, que lean noticias de actualidad: hasta el mismo presidente de Israel ha admitido racismo judío contra los judíos negros. Es, pues, conveniente que algunos se lo hagan ver y no calumnien más a nuestros antepasados. Qué ya está bien..
No hay comentarios:
Publicar un comentario