RAIGAMBRE

Revista Cultural Hispánica

lunes, 21 de abril de 2014

INFLUENCIAS DE EVELYN WAUGH SOBRE ERNST JÜNGER


Walt Disney


UNAS LÍNEAS DE LITERATURA COMPARADA

Por Manuel Fernández Espinosa


Siempre pensé que, tras el personaje de Zapparoni (de la novela "Abejas de cristal" de Ernst Jünger) cabía ver un trasunto del famoso Walt Disney: Zapparoni es un magnate de la industria robótica, también dedicado al entretenimiento que combina rasgos de mecenas y mago. La imagen con la que nos lo presenta Jünger es la de una especie de simpático viejecito, amigo de los niños y filántropo, pero que se dedica a contratar a mercenarios profesionales para deshacerse de sus colaboradores más díscolos, en un extraño hibridaje entre la cara amable de un personaje público intachable y el reverso oscuro de una maquiavélica voluntad de poder: parece que en Walt Disney no faltan los aspectos siniestros que le vienen de su pertenencia a sociedades secretas y ocultistas; pero ahora no es Disney el propósito de estos renglones.
 
Como digo, pensé siempre que, tras el ente ficticio creado por Jünger para "Abejas de cristal" (el susodicho Zapparoni), se encubría Disney. Sin embargo, la reciente lectura de "Los seres queridos" de Evelyn Waugh me ha dado que pensar que Jünger bien pudiera haberse inspirado para su Zapparoni en el doctor Kenworthy, por otro nombre llamado "el Soñador" (de la novela de Waugh). Kenworthy es en dicha novela el fundador de la macro-necrópolis hollywoodense, centro alrededor del cual se construye la sátira waughiana: sátira cruel contra el candor y el puritanismo norteamericano, que no deja títere con cabeza en cuanto a la crítica del "estilo de vida americano", donde Waugh caricaturiza a los pobres secuaces del "New Thought" lo mismo que reparte leña para los primeros brotes de la pseudo-mística orientalista. Y Waugh lo hace con ese humor negro que lo singulariza y que sabe apreciar su lector, al que siempre convierte en su cómplice. 
 
Pero, que me pierdo... Estábamos en que yo pensaba que el Zapparoni de Jünger podía ser Disney, pero que también podría ser el Kenworthy de Evelyn Waugh en "Los seres queridos". Y, la verdad, es que Zapparoni podría ser un avatar de Walt Disney y a la vez ser un primo hermano del Kenworthy de "Los seres queridos".
 
El hecho es que Jünger había leído la novela de Waugh, pues lo pone de manifiesto cuando escribe "Über die Linie" (1951) como carta abierta y homenaje a Martin Heidegger, donde al socaire de las transformaciones que se experimentan, Jünger escribe: "Un libro tan macabro como el de Evelyn Waugh sobre el negocio de entierros en Hollywood pertenece a la literatura de entretenimiento". "Abejas de cristal" es del año 1957 y "Los seres queridos" es de 1948. No es de extrañar, por otra parte, que la novela de Waugh (aunque entendida como "literatura de entretenimiento" por Jünger) llamara la atención del gran escritor alemán, habida cuenta de su constante interés por la cuestión de la muerte y de todo lo adyacente a ella, empezando por los cementerios, por las tumbas en las que Jünger siempre supo ver la dimensión cultual: en sus viajes, Jünger visitaba los mercados y los cementerios de las ciudades en que hacía parada y en todas sus obras, especialmente en los Diarios, podemos leer pasajes en los que medita sobre los cementerios. En 1949, cuando escribe "Heliópolis" también deja en algunas páginas estampas de necrópolis imaginarias que pueblan sus visiones. En 1983, en su novela "El problema de Aladino", Jünger abordará estas cuestiones con más precisión, presentándonos a Friedrich Baroh, tocado de nihilismo, que termina regentando un negocio de pompas fúnebres que se amplía cuando concibe con un amigo el propósito de crear un cementerio a perpetuidad, algo complicado de garantizar en un mundo donde todo se está perdiendo. Con el apoyo de un banquero se embarcan en la empresa, creando la sociedad "Terrestras" que tanto evoca el "Whispering Glades" creado por Kenworthy en Hollywood.
 
El personaje de Zapparoni (de "Abejas de cristal") guarda mucha semejanza por su naturaleza enigmática con el Kenworthy de Waugh, salvando que Zapparoni comparece ante el lector, mientras que Kenworthy es, en la novela del inglés, recurrentemente referido, pero nunca se digna comparecer como otro personaje más y permanece en una nebulosa, en un "más allá", como objeto que reverencia su ejército de empleados; Kenworthy resulta más enigmático todavía que el Zapparoni que contrata al trasnochado y caballeresco protagonista de "Abejas de cristal". Zapparoni es un magnate de la industria robótica, concentrándose en él la inquietante similitud que Jünger siempre encontró entre la magia y la tecnología.
 
Revelar influencias de un autor en otro autor no desdice de ninguno de ambos, cuando ambos son dos maestros; como Waugh y Jünger lo son. Si bien es verdad que podemos patentizar cierta influencia de Waugh sobre Jünger, no obstante es de justicia admitir que el universo de Jünger resulta mucho más filosófico (a la manera alemana), mientras que el universo de Waugh propende a reducirse muchas veces al enfoque satírico donde las bromas y los golpes de timón llevan la acción por derroteros menos profundos, filosóficamente hablando.
 
Lo cierto es que en tiempos como los nuestros es siempre una delicia poder leer a Jünger o a Waugh. Uno termina pensando que no ha perdido su tiempo, como suele perderlo en caso de leer a nuestros contemporáneos, todos a sueldo de una empresa bibliográfica con sus servidumbres ideológicas y que, por mucho que pongan pose de intelectuales, no llegan nunca ni a rascar la costra de un problema que merezca nuestro valioso tiempo.

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