Por Antonio Moreno Ruiz
El gran intelectual francés Charles Maurras esgrimía la defensa de la cultura clásica frente al barbarismo en boga. Un siglo después, parece que seguimos en las mismas.
Sinceramente, no se entiende que siendo nosotros uno de los puntales de la más viva herencia romana, estemos desde el siglo XIX abducidos por toda clase de barbarismos y exotismos baratos, siempre como esgrimiendo una válvula de escape que encima busca un pasado remoto y legendario a base de subvencionadas invenciones. Como bien dice el profesor Manuel Fernández Espinosa, las tendencias ocultistas/esoteristas que entraron desde finales del siglo XVIII han hecho mucho daño. Si a eso le sumamos que en nuestro país, el despotismo ilustrado provocó un divorcio contundente entre la “élite” y el pueblo, que lejos del rupturismo de determinados ilustrados (1), continuó con un barroquismo bastante enraizado, y luego de la guerra contra Napoleón, todo ese caldo de cultivo estalló en un romanticismo bastante desubicado, donde los diferentes exotismos y barbarismos se fueron esparciendo, torturándonos con sus nefastos frutos hasta nuestros días.
Asimismo, el régimen zarzuelero aprovechó todo esto para desfigurarnos en un insoportable mosaico de taifas caciquiles donde cada cual se buscaba los más remotos y legendarios pasados, cuya coincidencia con la Historia es nula, y no es solo un problema de los separatismos de Vasconia, Cataluña y Galicia. En Andalucía, el problema, según se mire, es igual o peor. ¿Qué diremos de Canarias? Ah, pero no es sólo una cuestión de periferias, pues a Castilla también le han endosado lo suyo, amén de haber sido la región más perjudicada en “cuestión territorial” con la tiranía de 1978.
En nuestro complejo de inferioridad, “todo viene de fuera”… El difusionismo como tendencia arqueológica lo hemos asimilado pero al revés, sin darnos cuenta de que la historia no funciona sino con modos de interacción compleja. Sin entender eso, no entenderemos nunca el por qué del origen poliédrico del flamenco, por ejemplo, y seguiremos buscando una suerte de piedra filosofal exótica, y al final acabaremos en qué fue antes, el huevo o la gallina. Y no es eso, no es eso…
Con respecto a los ataques de sefarditis aguda, podemos decir que en todo caso, lo original de esa supuesta “música sefardí” y de toda una supuesta “cultura unificada milenaria”, que desde luego, se ve muy difícil dado el muy repartido exilio por todo el Mediterráneo hasta Holanda y el imperio británico; en fin, todas esas “facetas culturales” que sacan ahora como si se tratara del descubrimiento de la pólvora, o bien son cosas muy modernas, mixtificadas, cuando no directamente inventadas, o bien residen en un sustrato hispano, y que los que se negaron a reconocer a Cristo aun habiéndolo conocido, renegaron de su condición de españoles ipso facto, pues en verdad, nunca la tuvieron. Fueron gentes “en España”, no de España. Hubo muchos aculturados, seguro, al igual que los judíos rusos, donde el estado sionista, por más que se empeñe, no les hace aprender hebreo ni a la de tres y tiene que subtitular los telediarios, mientras se dedica a exterminar el ladino y el yiddish. No deberían reclamarnos tanto a los españoles, sino a su propio estado sionista, quien desprecia sus diferentes culturas en pro de un centralismo agresivo. Y de cualquier forma, ellos fueron una minoría en España, aunque hubo una época, como dijo el historiador francés Jean Dumont, en que quisieron mandar sobre todo el país, pero de cualquier modo, ¿no será que ellos tomaron de nuestra cultura y no al revés? Claro que dejarían algo, ¿pero y ellos no se influenciarían en nada?
Qué decir con respecto a los ataques de morisquitis crónica… Con el feliz descubrimiento de la jarcha, refrendamos que la invasión musulmana no pudo destruir nueve siglos de civilización latina, pues durante los tres siglos de dominio visigótico, la mayoría de la población siguió siendo romana (así nos describían los germanos recién arribados), y de hecho, siguió expresándose en latín, y por supuesto que el contacto con el árabe condicionó la evolución romance en amplias zonas del sur y el levante peninsular, ¿pero acaso no imitaron los invasores musulmanes, y también los hebreos, los estilos culturales de los cristianos? Pues sí, así fue, hasta en la poesía. Por lo que el fenómeno fue más de hispanorromano orientalizado que otra cosa. Claro que luego habría que contar con los aportes del norte de África en las distintas oleadas, ¿pero acaso la Giralda de Sevilla no se construyó con materiales de Itálica’ ¿Acaso la mal llamada “mezquita” de Córdoba no fue antes la basílica bizantina de San Vicente? ¿Acaso el norte de África en particular y buena parte del mundo islámico en general no copió el arco de herradura, que es un elemento arquetípicamente hispánico? Están contando la historia justo al revés. Las relaciones de España con el norte africano eran buenas y sólidas hasta que llegó el islam, arrebatándonos nuestra parte transfretana. El actual Magreb era cristiano y sin embargo el islam no ha dejado absolutamente nada de su anterior legado, ¿y venimos nosotros con culpas históricas y encima nos vienen con exigencias del extranjero?
También tenemos los ataques de gitanitis… Y por si algún “sensible” se tira de los pelos y me acusa de racista y yo qué sé más, le diré que de “antigitano” nada. Ni “anti” nada, eso se lo dejo a otros. Yo me he criado escuchando a Antonio Mairena y Camarón de la Isla, al igual que me encantan la Fernanda, la Bernarda, Perrate… Y considero que la Niña de los Peines o el Gloria son puntales clásicos del flamenco. Ahora bien: El flamenco ni es invento ni es patrimonio de los gitanos. Ni tampoco lo gitano es lo más puro o representativo de la cultura andaluza. No, el flamenco, que como dice el musicólogo Faustino Núñez (sí, musicólogo, no “catedrático” de rumorología tabernaria), es la reinterpretación del folklore bajo una óptica andaluza, puede ser que agitanada artificialmente en algunos casos… ¿Pero qué es el gitano andaluz sino una intensa mezcla de castellano, morisco y negro? Señores: Los gitanos están muy mezclados, y la cultura andaluza no es una especie de secreto hermético que se haya conservado en cuevas y fraguas de iniciados. Ni tampoco es un símbolo de pureza el cantar como un borrico resfriado. Los cantaores antiguos, blancos o gitanos, buscaban las voces finas, las sutilezas, los matices, y hasta los refinamientos. Reitero: Así, mal que a algunos intelectualoides de amanerados laboratorios les gustaría, así no funcionan las cosas. La costumbre del pañuelo para comprobar la virginidad es una costumbre europea medieval. La tradición de lanzar peladillas a la novia en la boda es morisca, como las bodas de los descendientes de moriscos en África duran tres días. Qué casualidad, ¿verdad? Como casualidad será que el “censo gitano” aumente sospechosamente en el siglo XVII y con profesiones que a priori no se correspondían con los primeros que vinieron, fundamentalmente herreros y comerciantes. Asimismo, la zambomba es un instrumento de origen negroide y la filología no puede ser más clara, como palabras de negros son “zarabanda”, “tango”, “milonga”, “manguindoy”, “zorongo”, y tantas otras “jergas musicales”. Que tampoco quieren decir que fueran “músicas negras directamente exportadas de África”, sino que fueron aportes negros a la música que ya existía en España, la cual fue eclosionando especialmente en el Barroco, y en el contacto intenso con el Nuevo Mundo.
El caso gitano es relativamente parecido al caso judío: Minorías que si bien aportaron su granito de arena, se “confundieron” en el mar hispánico.
Tampoco es casualidad que antes de la llegada de los gitanos, en el arrabal trianero, amén de que con andaluces y otros españoles de distintos puntos de la Península, confluyeran moriscos y negros. Valga como ejemplo.
Así que de racismo, nada. Racistas son otros, los que encima pretenden ir de puristas por la vida cuando nos están negando nuestra condición de andaluces a la mayoría que, seguro que con más generaciones aquí que ellos, no compartimos sus absurdos delirios, afortunadamente, cada día más desacreditados.
Y bueno, a toda esta oleada de exotismos baratos se nos añaden, triste y “lógicamente,” los barbarismos. Celtitis y hasta vikinguitis si hace falta, con cascos con cuernos, Odines y Thores de Hollywood, que omiten el gusto de estos civilizadísimos escandinavos por pinchar a los niños con sus espadas, como si fueran aceitunas atravesadas por palillos, y otras cosas similares.
Gracioso es que a las fiestas horteras yanquis, las cuales irrumpen por mor de la globalización capitalista que nos uniformiza en la incultura y ayuda a agudizar todavía más nuestro complejo y desconocimiento, se les busque un origen celta. Tan gracioso como los masones, que se pretenden herederos no ya de los templarios, sino hasta de los constructores de las pirámides de Egipto. Y ahora, dizque de los reptilianos anunaki, tan famosos gracias al History Channel.
Y digo yo: Todos esos que sufren esos ataques de celtitis, ¿por qué no proponen celebrar el Samhain en Turquía, que al fin y al cabo fue una de las cunas celtas?
Como bien dice Paquirrín, ahora devenido en estrella del reguetón nacional: A papá mono no le vengas con plátanos verdes…
Una cosa es estudiar el sustrato que nos quedó de los pueblos indígenas, mayormente celtas e iberos (estos últimos, en líneas generales, mucho más desarrollados que los primeros, todo hay que decirlo), amén del casco vascón –ligadísimo al ibero- o del caso “guanche” (2) en las Canarias, lo cual es muy legítimo, o cómo por ejemplo la cultura romana pudo cambiar o nutrirse a través de la Península, empezando por la incorporación de armas como la falkata (como pasa en toda interacción cultural) y otra caer en un indigenismo a lo buen salvaje que no tiene ni pies ni cabeza, pues no en vano los gallegos hablan una lengua latina y celtas hubo por casi toda la Península: Una bisabuela mía era de Coripe, pueblo situado en la Sierra Sur de Sevilla, en el linde con la provincia de Cádiz. A los habitantes de esta zona los romanos los denominaban como “celtici”, al igual que usaban esa denominación para gentes de la Sierra Norte y de la serranía de Ronda y de otras partes. Al igual que hay muchos vestigios celtas en Teruel. Identificar lo celta con lo gallego como exclusividad no es solo un error, sino una mentira ya premeditada. Otra cosa sería analizar qué rasgos “celtas” pudieron quedar en el sustrato cultural de España. Arqueológicamente, parece que es mayor de lo que se pensaba, y eso es muy interesante y digno de estudio, hasta ahí de acuerdo. Pero de ahí a buscar determinismos politiqueros va un abismo, y un abismo que no busca sino rompernos en mil pedazos. Porque sin lengua derivada del latín –salvo en el caso vascuence, reiteramos, ligado al ibero, por lo tanto, preindoeuropeo-, sin Derecho Romano, y sin toda una estética y cultura forjadas en Roma (3), no podemos hablar de nada serio, de ninguna forma y de ningún fondo. Roma es nuestra principal base y nuestro principal molde, con todo el prurito nativo y todos los “rellenos” que explican nuestra posterior evolución.
Al igual que no hubo “unión americana indígena”, sino que América es un invento español, por supuesto, acriollado y mestizado, pero heredero de esa gran cultura que nació en una Roma que, mal que bien, supo cohesionar tres continentes, y que tuvo cinco césares hispanos.
Pero claro, luego nos viene un Carlos Núñez (gran músico, todo hay que decirlo), y dice que el Atlántico es una gran nación celta, nación que están formando ahora los músicos…
Reitero, damas y caballeros: No se entiende que siendo tan directos herederos de Roma, y con unas raíces tan claras que nos trazan un camino que no tiene pérdida posible –al decir de Ramiro de Maeztu-, llevemos tantísimo tiempo con tantísimas tonterías. O sí, por desgracia sí que se entiende, y acaso le tendremos que dar la razón a Bismarck cuando dijo que "España es el país más fuerte del mundo, los españoles llevan siglos intentado destruirlo y no lo han conseguido".
(1) No toda la ilustración española fue antipatriota o acomplejada: José Cadalso, Gaspar de Jovellanos y los virreyes Abascal y Liniers fueron excelsos ejemplos de cómo se encajó un patriotismo autocrítico mas leal, cabalgando del siglo XVIII al XIX. Pero desgraciadamente, estas figuras son las que han calado menos, teniendo mucho más influjo el nefasto “enciclopedismo”, antiespañol visceral desde su origen francés.
(2) Sobre los ataques de guanchitis, véase: "De modas y guanches". - Revista La razón histórica
(3) Una vez más: El patio interior es de época romana, y la palabra “zaguán” no es originariamente árabe, sino que en árabe se dice “stuan”, porque se importó del griego.
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