RAIGAMBRE

Revista Cultural Hispánica

viernes, 28 de abril de 2017

POLÍTICA Y PROFANACIÓN DE TUMBAS


Vivant Denon en España, en la tumba del Cid y Jimena

MÁS QUE UNA PROFANACIÓN, UN RITO MÁGICO

Manuel Fernández Espinosa

Se sabe. Y, en ocasiones, hasta con lujo de detalles; pero, no obstante, lo que parece increíble es que hayan sido tan pocos (¿alguno?) los que han reparado en el sentido último que pueda tener la profanación de las tumbas de nuestros más sobresalientes personajes históricos: la tumba del Cid Campeador y de su esposa Jimena, la de los Reyes Católicos, la del Gran Capitán, la del Cardenal Cisneros, la del inquisidor Torquemada... Podríamos añadir muchos más, pero téngase en cuenta la categoría histórica de los mencionados. Ninguno de estos personajes, tan relevantes para la Historia de España, pudieron descansar en sus tumbas sin que algunos desaprensivos atentaran contra ellas. Muchas profanaciones de estas tumbas tuvieron lugar durante la ocupación napoleónica, otras se cometieron en los turbulentos años de revolución, como en 1936-1939.

"Profanar" es "tratar sin el debido respeto una cosa que se considera sagrada o digna de ser respetada"... Profanar, pues, sería hacer "profano" algo considerado sagrado. Etimológicamente "profano" significa poner "delante" (pro-) del "templo" (fanus). No toda exhumación de un cadáver es una profanación. El P. Antonio José Ruiz de Padrón (1757-1823), sacerdote liberal y en las Cortes de Cádiz el más acérrimo paladín por la supresión de la Inquisición española, "denunciaba" que la Inquisición española tenía autoridad y potestad para desenterrar a los muertos reputados por herejes y quemar sus restos. La práctica nos la pinta el cura liberal con los acentos más lúgubres, diciendo por ejemplo: "No debo omitir, Señor, que su autoridad se extiende también hasta las región de los muertos. ¡Cuántas veces no ha mandado excavar los sepulcros para exhumar las osamentas de los que ha creído que han muerto en la herejía, para arrojarlas a las llamas!". Pero, sin precipitarnos en el emotivismo demagógico de este sacerdote liberal, atendamos a la cuestión nuclear: lo que era "sagrado" en esos casos era el camposanto en que estaban depositados los restos del presunto hereje... La presencia de los restos mortales del hereje es la que "profana" el cementerio que está reservado en su suelo sagrado para los que han muerto en comunión con la Santa Madre Iglesia. No era, por tanto, profanación ese ritual inquisitorial, por mucho que se empeñara el cura ilustrado y constitucionalista, de infeliz memoria.

Pero, ¿a que se debe la profanación de una tumba? La profanación de una tumba puede deberse fundamentalmente a dos razones: 
  
  • 1º La latro-profanación que busca el saqueo de la tumba, despojando al difunto de los "tesoros" con los que fue sepultado. Pero, por lamentable que esto sea, no es lo que aquí nos interesa. 
  • 2º La profanación "mágica" que ofende el sepulcro, pero con fines de poder "mágico". Vamos a explicarnos: la violación del sepulcro busca obtener los restos mortales del personaje en cuestión, para ultrajarlos, esparciéndolos... o bien sustraerlos para llevárselos como "trofeo esotérico".
La profanación mágica, por la inmensa incultura esoterista que existe, es frecuentemente atribuída a grupos satanistas, pero esto no es exacto. Grupos esotéricos (masónicos y de muchos otros signos) operan en este sentido, sin que necesariamente la execrable profanación tenga siempre la finalidad de rendir culto a Satanás. La revista oficial del Benemérito Instituto de la Guardia Civil, en 1996, explicaba a sus agentes la diferencia entre las profanaciones vandálicas y las "profanaciones esotéricas".

La profanación de tumbas, cuando se trata de los restos mortales de una personalidad política, reviste un innegable sentido mágico. 

Así, cuando el 29 de junio de 1987 se descubrió que el sepulcro de Juan Domingo Perón, se halló que el cadáver del mandatario argentino había sufrido la amputación de sus dos manos: las manos, en el simbolismo anatómico, representan el poder (hacer), la fuerza, la autoridad y la protección. A primeros de mayo de 1990 la urna cineraria de Omar Torrijos (1929-1981) fue sustraída del santuario nacional. En Venezuela, en el año 2016, fueron profanadas las tumbas de Isaías Medina Angarita (1897-1953), presidente de Venezuela desde 1941 y 1946, y la de Rómulo Gallegos (1884-1969) que, además de escritor, fue presidente desde febrero a noviembre de 1948: la profanación de las sepulturas de estos dos gobernantes venezolanos se explicaron por razones dispares, sin que se haya resuelto lo que llevó a sus profanadores a violar sus tumbas: unos trataron de explicarlo suponiendo que sus profanadores querían vender los restos mortales robados, otros pensaron que se trataba de una profanación con fines ceremoniales de alguna de las ramas de magia afroamericana (¿santeros? ¿paleros? ¿babalaos?). En Hungría también podemos mencionar el caso de la profanación de la tumba del dictador comunista húngaro János Kádár (1912-1989), en el año 2007, llevándose su calavera que, anatómicamente en su simbología, corresponde a lo último que queda como recipiente de la vida y del pensamiento. Si siguiéramos buscando, podríamos encontrar muchos más casos. Aunque se aplica el término de "profanación" para la exhumación de los restos de Simón Bolívar, ordenada por Hugo Chávez en 2010, el desenterrar al líder hispanoamericano no fue como tal la "profanación" (pues ésta se hizo, mejor o peor, para comprobar una hipótesis conspirativa, como se ha hecho con nuestro General Prim), lo que sí podemos considerar "profanación" fue cuando lo volvieron a sepultar en una tumba masónica en forma de pirámide, toda vez que Bolívar había adjurado de la masonería y renegado de ella: era como reapropiárselo a título póstumo.

Los gobernantes más precavidos dictaron providencias para, una vez fallecidos, poner sus restos mortales lejos de sus potenciales profanadores en el futuro, o bien fueron sus más allegados los que, temiéndose que eso pudiera pasar, tomaron medidas para impedir la profanación futura. Así pasó con Francesc Macià cuyo funeral consistió en una extraña ceremonia masónica, en el curso de la cual se colocó su corazón en una urna.Tarradellas se llevó la urna con el corazón de Macià y, para evitar su profanación, enterró el cuerpo de Macià en una tumba secreta, siendo la tumba oficial un señuelo falso. El sepelio del dictador Fidel Castro estuvo rodeado del mayor secretismo, además de no pocas claves esotéricas que algunos apuntaron, señalando las relaciones del dictador con los cultos afroamericanos de la santería.

Independientemente de que se crea o no en los supuestos resultados mágicos de la operación, el hecho es que la profanación de las tumbas de gobernantes nacionales parece obedecer generalmente a dos propósitos:

1. Venganza post-mortem de sus enemigos interiores o exteriores.

2. Apropiación del cadáver o de alguna de sus partes (casi siempre valiosas, desde el punto de vista simbólico: manos, cráneo...), con el objeto de tener un dominio "mágico" sobre aquellos que fueron gobernados por el muerto. 

  • A) Esto podría hacerse por muchos motivos: si lo hacen admiradores del personaje cuya tumba se profana, tendríamos que verlo como un desviado y supersticioso culto a las reliquias; pero también debiéramos contemplar otra posibilidad...
  • B) Cuando la profanación y sustracción es hecha con fines de "trofeo", lo que podríamos, en último término, asimilarlo a una modalidad de poderío mágico sobre lo adquirido; y de alguna manera se relacionaría con algo parecido a lo que en estadios primitivos parece que se buscaba con el canibalismo ritualístico: la asimilación de la fuerza vital de la víctima que se ingería.
Constatar que las tumbas de nuestros principales personajes históricos han sido, en el correr de tres siglos, vilmente profanadas debiera traer consigo una reflexión más profunda sobre nuestras actuales calamidades nacionales, nuestro sometimiento por el cual se nos convierte en extranjeros en nuestra misma patria, se nos esquilma, se nos coloniza.

domingo, 2 de abril de 2017

FUENTES DE ANDALUCÍA


Por Antonio Moreno Ruiz
Historiador y escritor 


El separatismo amoriscado que nada tiene que ver con Andalucía, continuando los pasos del hábil ensayista Américo Castro y su mito de las "Tres Culturas", da pasos al frente al alimón del trotskismo y de Mayo del 68, y ahora hablan de las "cinco fuentes de Andalucía" (y no es el pueblo que está cerca de Constantina); a saber:

-La fuente andalusí, pregonada por los discípulos del escritor Ignacio Olagüe, para el cual no hubo nunca una conquista musulmana, que no hay fuentes. Joder con las fuentes...

-La fuente judía. Y mira que sabemos que la petenera tiene más que ver con México que con los sefardíes, pero bueno...

-La fuente castellana. Curiosa queja del supuesto "malvado castellanismo centralista opresor", al obviar que, con castellanos, también vinieron asturianos, leoneses, gallegos, navarros, aragoneses... Y hasta portugueses, franceses, italianos, flamencos, etc.

-La fuente negroafricana. Para después quejarnos del imperialismo a ritmo de blues y jazz.

Sin embargo, siguiendo este esquema totalitario, y basándome, entre otros, en mi Galería de personajes inciertos que Dios Nuestro Señor quiera vea la luz en un futuro no muy lejano, añadiría:

-Las fuentes vascas, asturianas, flamencas, alemanas, francesas, genovesas y armenias de Cádiz.

-Las fuentes catalanas, guanches, francesas, portuguesas, alemanas, flamencas, genovesas, florentinas y placentinas de Sevilla.

-Las fuentes griegas, vikingas, catalanas y japonesas de Coria del Río.

-Las fuentes inglesas e irlandesas de Sanlúcar de Barrameda y Jerez de la Frontera.

Y vayamos pueblo por pueblo:

-Las fuentes leonesas y bereberes de Marchena.

-Las fuentes castellanas, gallegas y portuguesas de Bollullos de la Mitación.

-Las fuentes catalanas de Camas.

Uf, sería tan largo como un día sin pan. O como una meada cuesta abajo, si se prefiere.

¡Ah! Hablando de centralismos y esas cosas, se pretende uniformizar a la fuerza esa "idea de Andalucía como nación milenaria" de Blas Infante y Pérez de Vargas excluyendo los particularismos de Jaén, Granada y etc. por ejemplo? Habría más fuentes:

-La fuente vasca de Jaén.

-Las fuentes gallegas y asturianas de las Alpujarras.

Pues eso. Que hay mucho trabajo por hacer y a lo mejor apañamos alguna que otra subvenci￳ón.
Y para rematar: Un arco iris gigantesco, para que nadie se sienta excluido.

Por cierto: ¿No se han dado cuenta de que nada se habla de Roma? Ni de los visigodos. ¿Para qué? ¡Tampoco hay vándalos o alanos! Será que esas fuentes se les habrán secado.

¡Ah! Y ninguna referencia, nunca, a los lazos con Canarias e Hispanoamérica, más allá de la fijación racial afrocentrista, calcada de la fijación racial gitanocentrista. Y hablando de centrismos, según los de las fuentes, ya no se puede hablar en el flamenco de "cantes de ida y vuelta" porque eso es "etnocentrismo".  Ellos nos imponen cómo hablar y hasta cómo pensar. Con el dinero y el apoyo del Estado.

Con todo, a la vejez lo que queda es reírse, dar por saco y poco más. Pues eso será. Pero ya en serio: Como hijo de la Andalucía profunda de muchas generaciones con derecho a decidir y a sentir, me siento mucho más cerca de los puertorriqueños que quieren volver a España (así como de todos los hispanistas americanos en general) que de estos supuestos paisanos, que para mí son tan extraños como lo puede ser un argelino, un nepalí o un neozelandés. Al final me van a hacer escribir un ensayo, con lo que me divierto yo con mis poemas y mis novelas...

jueves, 30 de marzo de 2017

EL LIBERALISMO Y LA ENSEÑANZA PÚBLICA


CONTRADICCIONES DEL LIBERALISMO

 Manuel Fernández Espinosa

Asistimos en nuestro tiempo a una campaña, instigada por colectivos muy interesados en ello, que pugna por suprimir la enseñanza concertada y amenaza a la privada en España. Se pretende reclutar a toda la comunidad educativa de la Enseñanza Pública (alumnos, profesores, padres y otros servicios) para combatir a la concertada, darle la batalla hasta suprimirla. Y es cierto, sí, que en la enseñanza concertada y privada, como en todo lo humano, hay muchísimas cosas que mejorar, pero la saña con la que algunas organizaciones atacan a estas modalidades educativas nos parece desproporcionada. 

Quieren algunos ver aquí un ataque dirigido por las centrales de la izquierda política, incluso de la extrema izquierda. Y no falta razón, pero acusar a la extrema izquierda de esto se convierte (como todo lo que hace la izquierda oficial y, sobre todo, la extrema izquierda) en la justificación de la derecha liberal, representada por el PP que, al final, recibe los beneficios de todas las pataletas que monta la izquierda progre y globalista. Al igual que la ideología del PP consiste en no tener ninguna ideología, la estrategia del PP consiste en no tener ninguna estrategia: se ha vuelto un chiste, pero que Rajoy apenas se mueva no es un chiste... Es una evidencia. La hostilidad que la extrema izquierda muestra contra la Iglesia Católica y todo lo relacionado con ella (desde la Misa de la 2 hasta los centros concertados religiosos) sirve en bandeja al PP los votos de todos aquellos católicos que se sienten ofendidos por la intemperancia de una izquierda progre que lo que menos le importa es la lucha obrera, pues tiene otras "causas" que defender. Y así, el PP, lo menos católico que pueda ponerse sobre la mesa, termina saliéndose con la suya, comicio tras comicio, concentrando el voto cautivo de los católicos del mal menor.

En el fondo, esta etapa del proceso, no puede comprenderse sin hacernos cargo de la profunda inconsistencia del liberalismo, del cual derivan en última instancia las posturas más extremistas de la izquierda global. Esa inconsistencia lo es debido a la propia naturaleza del fenómeno liberal, pues como bien supo expresarlo Oscar Stillich, el liberalismo no equivale -aunque muchas veces se presente así- a "mostrarse tolerante frente a todas las convicciones, sino por el contrario, mostrarse intolerante frente a todo juicio no basado en la razón" ("Die politischen Parteien in Deutschland, II: Der Liberalismus", Leipzig, 1963.)

No vale engañarse. Esta intolerancia del liberalismo le es intrínseca y se aplica siempre en función de la coyuntura, atendiendo a sus intereses, intereses que confunde con lo más sagrado para él, la Razón. Otro asunto en el que no voy a detenerme es que, hoy, esa razón moderna que el liberalismo invoca se haya convertido en un discurso insuficiente, como ponen de manifiesto ensayos tan lúcidos como "La insuficiencia del discurso racional" de mi amigo Laureano Luna.

Vamos a ver algunos momentos estelares de las contradicciones del liberalismo en política educativa. Para eso, nada mejor que remontarnos al siglo XIX. La filosofía que en ese tiempo y hasta la II República cumplió con la tarea de demoler las estructuras docentes del Antiguo Régimen en España fue el krausismo. Y a él hay que remitirse, para comprender mejor la estrategia que siempre ha aplicado el liberalismo (y sus derivados) que no es otra que la del "Donde dije digo, digo Diego": una modalidad del relativismo.

Menéndez Pelayo arremetió contra los krausistas con una inusitada animadversión no exenta de repugnancia personal: "Porque los krausistas -escribía- han sido más que una escuela, han sido una logia, una sociedad de socorros mutuos, una tribu, un círculo de alumbrados, algo, en suma, tenebroso y repugnante a toda alma independiente y aborrecedora de trampantojos. Se ayudaban y se protegían unos a otros; cuando mandaban, se repartían las cátedras como botín conquistado; todos hablaban igual, todos vestían igual, todos se parecían en su aspecto exterior; todos eran tétricos, cejijuntos, sombríos; todos respondían por fórmulas hasta en las insulseces de la vida práctica y diaria; siempre en su papel, siempre sabios, siempre absortos en la vista real de lo absoluto. Sólo así podían hacerse merecedores de que el hierofante les confiriese el tirso en la sagrada iniciación arcana". 

Las estampas que de los krausistas nos ofrece Menéndez Pelayo no pueden ser entendidas sin tener una idea de los años de formación de Menéndez Pelayo. El eminente polígrafo detectó en los discursos de sus profesores krausistas una insustancialidad con la que no podía acordarse y los problemas que tuvo con sus profesores, desde su pupitre de alumno, no pueden soslayarse tampoco. A esto, también -estará claro para quien tenga una mínima noción de filosofía- habría que añadirle la heterodoxia que desprendía la doctrina krausista, con su "panenteísmo" imposible de conciliar con el catolicismo. Pero, además de todo eso, una de las creencias que Menéndez Pelayo acuñó sobre la recepción del krausismo en España fue que el krausismo había llegado aquí como por azar y esa tesis se extendió, convirtiéndose prácticamente en una opinión generalizada en el mundo intelectual español (que, por reducido que esté, existe todavía a duras penas). Esta creencia supone que el krausismo llegó aquí, escogido al albur por Sanz del Río (que lo mismo hubiera podido traer el hegelianismo que cualquier otra filosofía alemana) y ha sido suscrita por Elías de Tejada, Eloy Terrón o Ricardo de la Cierva y, lo confieso, por mí mismo en el pasado. No obstante, es hora de comprender que las cosas no fueron tan fáciles como ir a Alemania y, a manera de bazar, traerse a España una filosofía de entre todas las que allí bullían en el siglo XIX.

José Luis Abellán, en "La cultura en España" (año 1971), con mayor perspectiva histórica, da razón de la propagación del krausismo en España, éste no habría llegado a España azarosamente, sino que la filosofía krausista "viene determinada por la necesidad de una dinámica social que exige dicha implantación (...) a través de la filosofía del derecho, por ser precisamente las cuestiones de la propiedad del poder político y de la organización social los que de un modo más vivo interesaban". Escoger el krausismo de entre las filosofías alemanas venía dictado por intereses sociales de clase, para dotarse de una ideología con la que competir con la ortodoxia dominante en España que todavía la imponía la Iglesia Católica. Fueron las "necesidades nacionales" las que dictaron que, de entre todos los productos filosóficos, el krausismo viniera aquí para dotar a los liberales de un cañamazo de ideas con las que combatir metapolíticamente la hegemonía del catolicismo tradicional. Y, en cuanto a las "necesidades nacionales" que se invocaban, Elías Díaz (en "La filosofía social del krausismo español") lo deja bien claro al mostrar que Julián Sanz del Río, el introductor de esta filosofía en España, confundía las "necesidades nacionales" con las necesidades de la burguesía progresista liberal del momento, esto es: con su clase social.

En efecto, las especulaciones metafísicas de Krause quedaron reservadas a los iniciados, pero lo que más interesó del krausismo fue su concepción del derecho. Así, Francisco Giner de los Ríos había escrito en 1875 "Estudios jurídicos y políticos" y en 1877, Gumersindo de Azcárate, "El self-goverment y la monarquía doctrinaria", introduciendo las ideas de Ahrens y Tiberghien. Empezó así a empaparse nuestra política de ideas krausistas, pero el plano donde más actuarían los krausistas sería en la educación. Para comprender su esencia liberal hay que verlos en acción.

Con la Revolución de 1868, Ruiz Zorrilla decreta el libre ejercicio de la enseñanza en todos sus grados. La revolución estalló en septiembre de 1868 y el decreto es de la segunda mitad de octubre de ese mismo año. Urgía arrebatar al Estado el monopolio de la Enseñanza que, debido al Concordato con la Santa Sede de 1851, concedía a la Iglesia Católica el derecho a fiscalizar la enseñanza tanto de los colegios religiosos como de las escuelas públicas (Ley Moyano de 1857); por esto, los progresistas -y al frente de ellos, los krausistas- se empeñan en una lucha sin cuartel por, nada más y nada menos, que la supresión de la enseñanza pública.

"La supresión de la enseñanza pública es, por consiguiente, el ideal al que debemos aproximarnos, haciendo posible su realización en un porvenir no muy lejano" (citado en "Breve historia de la Institución Libre de Enseñanza", de Antonio Jiménez-Landi Martínez, pág. 68). 

Expliquémoslo, por si no se ha entendido: los ilustres antecesores de quienes hoy -en 2017- defienden la Enseñanza Pública con una beligerancia (digna de mejor causa) contra la Enseñanza Concertada o Privada, son los mismos que en 1868 pretendían SUPRIMIR la Enseñanza Pública, dando curso libre a la implantación de centros docentes (en todos sus grados) por iniciativa privada; y no olvidemos que, en aquel tiempo, la iniciativa privada podía venir sólo de las clases burguesas de ideología liberal progresista. La medida como tal no oculta su espíritu liberal: fomentar la oferta docente, al margen de la iniciativa eclesial y estatal. Pero, para comprender toda la malignidad y felonía del liberalismo, vayamos a Ortega y Gasset que (aunque no necesita presentación y no puede decirse que fuese un krausista, participa del mismo espíritu), así es como, pasadas unas décadas, en 1910, Ortega no tiene ningún recato en afirmar que: "No compete, pues, a la familia ese presunto derecho de educar a los hijos: la sociedad es la única educadora, como es la sociedad único fin de la educación" ("La pedagogía social como programa político"); esto significa nada más y nada menos que despojar a la familia del derecho a la educación de sus hijos, según las creencias religiosas o ideológicas de la familia.

Pero, entonces, ¿qué es lo que quieren los liberales?, ¿acabar con la enseñanza pública para que haya libertad favoreciendo la iniciativa privada y la pluralidad?, ¿acabar con la enseñanza concertada para que el Estado y sólo el Estado se ocupe de educar a los niños?, ¿pero no eran los liberales los paladines de la iniciativa privada?

Me parece que, si se me ha seguido, está claro: 

Cuando el Estado no es suyo, contra el Estado y lo Público. 

Cuando el Estado es suyo, contra la Sociedad y la Familia. 

lunes, 20 de marzo de 2017

LA CIUDADANÍA ESPAÑOLA, DEVALUADA



RECONQUISTA DE NUESTRA CIUDADANÍA

Manuel Fernández Espinosa

Uno de los asuntos más serios y problemáticos que una sociedad puede afrontar es la definición de "ciudadano". Y toda definición comporta, aunque en negativo, una exclusión: no todo ser humano puede ser ciudadano de éste país o del otro y, si todo el mundo lo es, es que ser ciudadano no tiene ningún valor. La tontería esa de que no hay fronteras y nadie es extranjero en ninguna parte sólo la pueden creer y sostener sentimentales imbéciles o desaprensivos sectarios. Si todo el mundo, independientemente de su naturaleza, puede acceder a los derechos de ciudadano de un país x, es que la ciudadanía del país x no vale un bledo. 

Vayamos a la democracia ateniense, que se alega como modelo de democracia, a la vez que se desconocen y desprecian sus aspectos menos políticamente correctos, por no interesar a los demagogos actuales. En Atenas había "metecos" que no eran simplemente "extranjeros", sino que eran "extranjeros" que habían establecido de un modo permanente su residencia en la "polis" (un extranjero de paso, un transeúnte, no se consideraba "meteco"): "Los extranjeros residentes en la ciudad, los metecos, formaban un sector de la población con ciertas libertades y derechos legales, y con gran importancia económica; pero sin representación política" -nos recuerda Carlos García Gual.

Etimológicamente, "meteco" no trae consigo ninguna connotación peyorativa y en ese sentido etimológico sería conveniente recuperar el término. Meteco venía de "métoikos": el que cambia de residencia. Aristóteles, meteco él mismo, aborda el asunto en su "Política" y se hace eco del problema que implica que algunos metecos fuesen admitidos a la ciudadanía tras una revolución, recordando a los extranjeros residentes a los cuales Clístenes concedió tal título de ciudadanía. El Estagirita es claro: "Pero la discusión respecto a éstos no es quién es ciudadano, sino si lo es justa o injustamente. Aunque también uno podría preguntarse esto: ¿si alguien es ciudadano injustamente, no dejará de ser ciudadano, en la idea de que lo injusto equivale a lo falso? Pero, una vez que vemos que algunos gobiernan injustamente, y el ciudadano ha sido definido por cierto ejercicio del poder (pues, como hemos dicho, el que participa de tal poder es ciudadano), es evidente que hay que llamar ciudadanos también a éstos".

La cuestión se establece, por tanto, en que es ciudadano el que de alguna forma "participa del poder", con o sin título de ciudadanía, justa o injustamente adquirido. La actualidad española ofrece muchos ejemplos lacerantes de lo que estamos diciendo aquí, sin que parezca importarle a nadie en la inconsciencia general. En Cataluña, por ejemplo, el nacionalismo catalán, establecido en las instituciones, viene empleando a colectivos de inmigrantes para sus propios fines: así, en el año 2010, ya vimos cooperar a estos colectivos con el poder separatista, puesto que las cifras con que son subvencionadas diversas asociaciones metecas revela quiénes -y cómo- dirigen estas maniobras (ver noticia Inmigrantes subvencionados.) También vemos a estos metecos en fotografías, apoyando el proceso secesionista catalán con más afán que muchos payeses. ¿Tienen derecho? Vemos que, en caso de no tenerlo legalmente, ejercen "realmente" esos derechos sin que las instituciones del Estado les cuestione tal intrusión en nuestros asuntos nacionales ni tampoco se establezcan correctivos.

¿Qué es lo que ha pasado aquí? Más allá de lo anecdótico, lo que tenemos ante nosotros es, por muchas y complejas razones, una evidente disolución del concepto de "ciudadano español". La dejadez del Estado en estas cuestiones acarrea que se dé la contradicción de que, mientras que se exaltan los derechos del ciudadano (manida retórica liberalesca y caduca), eso de "ciudadano español", por mucho que puede estar definido en los papeles, a la hora de la verdad, en la vida práctica, no vale para nada. Salta a la vista que en España se le deja hacer al último que viene, pudiendo incluso intervenir y cooperar en la presión particular que quieran ejercer los enemigos de la unidad nacional y, tampoco decimos nada extraño, muchas veces hasta se tiene la sospecha de que los metecos tienen hasta más ventajas prácticas que los naturales: véase el ejemplo de los comedores que discriminan a los españoles en el mismo Madrid: "Madrid es la única comunidad que separa a inmigrantes y españoles en los comedores públicos". A veces se llega al absurdo de estar manteniendo con el dinero de nuestros impuestos a no pocos metecos que conspiran incluso contra nuestra seguridad interna (El yihadista de Vitoria cobraba 1800 euros...)

Muchas son las interrogantes que este asunto plantea: la ciudadanía española, ¿vale algo?, ¿a quién cumple hacerla valer?, ¿por qué no la hace valer quien tiene el deber de hacerlo? Dejemos estas preguntas en el aire, respóndaselas cada cual. Lo que interesa mostrar es que la "ciudadanía española" no puede seguir por más tiempo siendo algo sin defender. Hay que establecer límites: no se le puede conceder a cualquiera, pues dársela a cualquiera es poner en litigio nuestro mismo futuro como sociedad. Tampoco, ni habiéndosela negado, hay que permitir que extranjeros con residencia en España, con y por sus intereses propios, intervengan en los asuntos que son exclusivamente nuestros.

El 14 de diciembre de 1909, Eugenio d'Ors escribía en su "Glosari" sobre la inquietante presencia de los "metecos" en Atenas: "...eran los más peligrosos, porque no se les excluía totalmente de los derechos políticos. Extranjeros o hijos de extranjeros, desarraigados de diversa índole, llegados a la ciudadanía de origen dudoso, bárbaros abiertamente o barbarizantes equívocos, formaban en medio de la Ciudad este "demos" meteco, sin una ligazón cordial con la gloria ancestral de ella, sin interés por su lejano porvenir...".

Los metecos no tienen una "ligazón cordial con la gloria ancestral" de la nación, ni tampoco tienen el menor "interés por su lejano porvenir". Si no entendemos eso, si no hacemos nada por reconquistar nuestra "ciudadanía" y poner las cosas en su sitio, España no tendrá más porvenir que el de ser un país colonizado y día llegará en que los españoles naturales viviremos en un apartheid, hasta que nos reduzcan a una minoría prescindible en el conjunto de una población que nos habrá sustituido en nuestro mismo suelo.

La antigua Grecia, no nos lo dicen, también contemplaba la xenelasia. No la desdeñemos tampoco nosotros si es por tal de sobrevivir.


NOTAS:

"Glosari", Eugenio d'Ors. El pasaje de Eugenio d'Ors está originalmente escrito en catalán y lo he traducido al castellano. En su letra original dice: "...eren el més perillosos, perque no se'ls excloïa totalment dels drets polítics. Forasters o fills de forasters, desarrelats de vária mena, pervinguts a ciutadania d'origen dubtós, bárbars palesos o barbaritzants equívocs, formaven en mig de la Ciutat aquest "demos" metec, sense un lligam de cor amb la glória ancestral d'ella, sense interés pel seu llunyá avenir...".

"Historia de la teoría política" (1), Fernando Villespín: "La Grecia Antigua", Carlos García Gual.

"Política" y "Constitución de los atenienses", Aristóteles.