RAIGAMBRE

Revista Cultural Hispánica

viernes, 16 de octubre de 2015

SEMBLANZA DE VALLE-INCLÁN (III)

Valle-Inclán, María Banquer y Julio Romero de Torres. Imagen de www.revistadelibros.com


Por Antonio Moreno Ruiz
Historiador y escritor 







En cuanto al carlismo, a decir verdad, hay un mérito importante, y es que probablemente gracias a Valle-Inclán, el movimiento legitimista español se extendió como con cara amable a través de la literatura; quien hasta entonces, había sido utilizada (salvo excepciones como las del leonés Antonio de Valbuena o el montañés José María de Pereda) para satanizar al movimiento político más antiguo de Europa. Ejemplos como los de Mariano José de Larra o Benito Pérez Galdós son más que ilustrativos sobre esta leyenda negra anticarlista que colea hasta nuestros días.







Y rubricando con la política, podemos recalcar que en sus últimos tiempos, el gobernante que más optimismo y simpatía le inspiró no fue otro que Benito Mussolini.



OTRAS CUESTIONES PERSONALES

Y bueno, todos nos podemos imaginar a Valle como desaseado y borracho cuanto menos. Pero la realidad es que el genio pontevedrés fue siempre muy cuidadoso tanto de su aspecto personal como del aspecto de su obra. Era, asimismo, un apasionado de los modales, siendo que su afición por la pelea y el duelo partía acaso de una exagerada concepción de la hidalguía.

En cuanto a lo del alcohol, lo cierto es que apenas bebía. Y si era flaco no era porque pasara hambre, que jamás la pasó en su vida; sino porque desde jovencillo le diagnosticaron clorhidria y siempre estuvo fastidiado del estómago. De viejo, tuvo problemas de vejiga, concretamente hematuria.

Este carácter enfermizo hizo que de muy joven se aficionara al cannabis, y no como algo propio de un bohemio desharrapado, sino como un tema de receta médica. Recuerdo que cuando vi la película “Crónica del alba”, con Miki Molina como protagonista, me sorprendió mucho que en las farmacias prepararan cocaína como si tal cosa. Pero así era. De hecho la palabra “droga” se utilizaba más que “medicamento” si cabe en aquella época. Provienen del mismo mundo químico.

Otra cosa que echo en falta de la corajuda biografía de Manuel Alberca es el personaje histórico que inspiró el ficticio personaje del marqués de Bradomín: El general carlista granadino Carlos Calderón y Vasco; diplomático, donjuán, dicharachero, culto, políglota, cínico, temerario, calavera y valeroso, entre otras cosas; referido por el mismísimo rey Carlos VII en la III Guerra Carlista. M. Fernández Almagro, en un artículo que publicó el periódico “ABC” en los años 50 del siglo XX (10), refiere cómo él mismo escuchó de boca de Valle-Inclán (quien hizo varios viajes que le sirvieron para investigar el carlismo) que se inspiró en este personaje para elaborar a Bradomín, acaso su personaje más conocido y arquetípico.


¿Qué hay de Bradomín, aquel que fue definido como “feo, católico y sentimental” en Valle? Pues probablemente, más de lo que a Valle le hubiera gustado ser que lo que fue propiamente. A veces Bradomín es una suerte de príncipe renacentista tan a gusto de Valle o del mentado Evola; a veces, es un señor rural; otras, un conquistador… Valle creía mucho en esa visión del “hombre fuerte”; veía en los bandidos mexicanos a los continuadores de los conquistadores de antaño; que por fuerza de la mediocre modernidad, ya habrían perdido el sentido.

El marqués de Bradomín, qué duda cabe, es un personaje literario-político, muy amplio, muy transversal, muy generador. Pero no es Valle-Inclán. Y esto parece que hay quien no lo entiende.

¿Es el marqués de Bradomín estética? Sí. Probablemente, la obra cumbre de la estética valleinclanesca, alguien muy comprometido con el idioma y la cultura de España. Pero una cosa es la ficción y otra la realidad o la biografía.

Otrosí, Valle-Inclán nunca dejó de ser una persona muy contradictoria. De joven, decía que el mayor fallo de España fue el no haber exterminado a los indios. Conforme fue mayor, dijo que en España había como dos corrientes: El genio creador latino y la rapiña de origen semiafricano. Sus deficientes conocimientos pasaban por todo lo alto la herencia ibérica, celta o visigoda; amén de pasar por alto también la rapiña romana. En Argentina tuvo buenas palabras y buenas relaciones con la enorme colectividad carlista (descendientes directos muchos de ellos de carlistas exiliados; así fue la tolerancia liberal-alfonsina…) pero después pareció salir asqueado de allí y no habló bien de un país que le pareció “fenicio” y “monótono”, en contraposición a su gusto por los paisajes de Chile y Paraguay u su idealización de México.

En España, idealizó particularmente a Navarra, región que le inspiró muchísimo para bien en su época “más carlista”.

Su arquetípica manquedad no fue en ningún Lepanto, sino en una pelea con un bestiajo periodista vasco que lo cosió a bastonazos, mientras él intentó atacar primero con mal resultado. Y no fue su infección producto de ninguna falta de higiene, sino del metal del bastón. Curiosamente, ambos eran amigos y acabaron haciendo las paces, siendo que el vasco en cuestión le pidió disculpas en no pocas ocasiones.

Y acaso el mayor palo de su vida, amén del disgusto con su hija por un noviazgo y posterior matrimonio que nunca aprobó, fue el divorcio, un divorcio que no quiso y que probablemente nunca esperó; pero con el divorcio, vinieron otros muchos daños colaterales, tanto emocionales como económicos. No le dio importancia a la ley del divorcio de la II República y sin embargo, le cayó en contra; siendo que su esposa, Josefina Blanco, adoptó un comportamiento histriónico y hasta agresivo contra él. Dejó dicho, eso sí, que una cosa era la ley del estado, a lo que no daba importancia, reiteramos; y otra que como cristiano, no aceptaba el divorcio. ¡Valle y sus cosas!

Ciertamente, nunca dejó de ser un hombre de mundo, sobre todo dado el nivel del español medio de la época. Y su carácter y también el cachondeo de la prensa hizo que un reguero de anécdotas falsas colearan sobre su figura hasta en el día de su muerte: Es mentira que reusara auxilios espirituales. Es mentira que un joven ácrata se tirara sobre su tumba para apartar una cruz. Es mentira que jugara al ajedrez. En fin, nos pasaríamos horas y horas desmintiendo; y de hecho, no sólo se ha escrito mucha farfolla al respecto; sino que también se han hecho reportajes que tal bailan; y el imaginario que hay alrededor ya es muy poderoso.

No obstante, con todos los defectos que le pueda ver a la biografía de Manuel Alberca, sin duda es un grandísimo paso para conocer más y mejor al hombre y al escritor.
Quedo a la espera de la biografía de su nieto, Joaquín Valle-Inclán, que tengo entendido que ya está publicando Espasa. Eso promete, porque Joaquín, profesor de literatura, lleva años advirtiendo frente a la sarta de tópicos y mentiras que hay sobre su abuelo; aunque me temo, por lo poco que he leído de él, que la visión que Joaquín tiene del carlismo no difiere mucho de la de Manuel Alberca (no obstante Joaquín ha sido una de las fuentes de Alberca), y eso creo que no ayuda mucho. Pero bueno, será algo a acostumbrarse.
¿Qué fue Valle-Inclán? Pues por encima de otras muchas consideraciones, fue un escritor, un gran escritor. Decía mucho y con gran estilo en no muchas palabras. Tenía capacidad de síntesis y una intuición artística superior. Por ejemplo Pérez Galdós tenía mucho dominio de la técnica narrativa, pero a ello Valle le añadía la chispa, el pellizco; lo que en el flamenco se acostumbra a llamar el duende. Fue un genio creativo que muy pronto tuvo su propio espacio y universo. Sabía inventar, decorar, colocar piezas, enhebrar historias, trasladarse a otros mundos. Sabía llevar al lector a su propio terreno. Hay que leerlo siempre. Un genio: Para mí, el mejor de nuestro idioma después de Francisco de Quevedo.




FIN






NOTAS


(10) Para mayor información, véase:





SEMBANZA DE VALLE-INCLÁN (II)

Valle-Inclán en Chile (1910). Imagen de es.wikipedia.org

Por Antonio Moreno Ruiz
Historiador y escritor




No tenemos constancia de que Valle-Inclán haya tenido mucho contacto con la Acción Francesa de Charles Maurras, pero lo cierto es que esta escuela política francesa influyó en España más de lo que se piensa. Y no sólo en España: Antes de la irrupción del fascismo y adláteres, hasta Rumanía habían llegado sus ecos. El pensamiento maurrasiano, tradicionalista, también encarnaba los ideales jerárquicos, latinistas/clásicos, monárquicos, cristianos; y se replanteaba la constitución histórica francesa frente al cada vez más asfixiante centralismo; así como fue pionero en contactar y dialogar con los sindicalistas; siendo que en Francia se formó algún sindicato legitimista que el rey D. Jaime conocería muy de cerca. También trabajaría el carlismo en esta dirección.

Con todo, hay quien le achaca a Maurras contaminación del positivismo, y como buena parte de su vida fue agnóstico, al final tuvo hasta que soportar la condena del Vaticano. Y si bien es cierto que no faltan razones en cuanto a la contaminación positivista, la verdad es que las desviaciones de Maurras eran inocentes en comparación a la infame y manipuladora democracia cristiana (4) apoyada por muchos obispos, poniendo la religión católica al servicio del interés politiquero liberal o progre, si hace falta. (5)

Y hablando de desviaciones, Valle-Inclán las tuvo, y muchas veces por intereses personales.

Lo que negamos de plano es que Valle fuera un bolchevique convencido, y mucho menos, un “libertario” o anarquista, tal y como pretendería el escritor Suso de Toro; el cual omite el poco aprecio que Valle le tuvo al “galleguismo”, siendo que dejó dicho que Rosalía era una poetisa menor. Llegó hasta las boutades contra el “galleguismo”, aunque fue buen amigo de personalidades como Brañas o Murguía; pero jamás le dio pábulo a un regionalismo cuyas derivaciones acaso acertó a denunciar en alguna medida.

Por supuesto, jamás le dio bola al separatismo, teniéndole especial inquina al “catalán”. Valle siempre fue un hispanista férreo, las cosas como son.

En cuanto al marxismo, Valle jamás asumió los postulados del materialismo histórico-dialéctico, y mucho menos los del ateísmo. Lo que vio en Lenin fue un hombre que sabía disciplinar a las masas. Vio en la revolución algo inevitable y según él, mejor que se hiciese desde arriba. Con todo, el caso es que lo mismo le daba declararse absolutista que partidario de una dictadura sin problemas.

Y lo que también suelen omitir los que pretenden enrojecer ideológicamente a Valle-Inclán es que en su escaso tiempo en Italia como director de la Academia Española de Bellas Artes de Roma, no dejó de alabar a Mussolini por activa y por pasiva, sin cortarse ni un pelo.

¿Qué le pudo, entonces a Valle? A nuestro juicio, su incompleta formación, amén del oportunismo. Fue eso más que los tumbos ideológicos en sí.

Resulta curioso que tanto su familia como en su día Manuel Azaña digan que Valle-Inclán siempre fue tradicionalista. Nosotros decimos que, en todo caso, siempre fue un heterodoxo. A día de hoy, Valle encajaría más entre evolianos o duguinianos que entre carlistas. Probablemente, eso de la Cuarta Teoría Política le hubiera interesado (6).

No tenemos constancia de que Valle-Inclán conociera a Julius Evola ni siquiera en su estadía en Italia; no obstante, sorprende que en algunas de sus declaraciones, comparta el mismo “elitismo” que el filósofo italiano; así como muchas concepciones sobre la “política”. No hace mucho que leí Más allá del fascismo (7) y doy fe que me han sorprendido muchas declaraciones de Valle-Inclán recogidas por Manuel Alberca en ese sentido.

Sea como fuere, más que “evolución ideológica”, Valle lo que tuvo fue amistades. Como otros tantos intelectuales de su época, criticó mucho el turnismo pero se aprovechó de él cada vez que pudo. No es que Valle se hiciera rico, pero desde luego, participó de algún que otro “momio”, esto es, trabajo por enchufe, del cual cobraba sin hacer gran cosa. Si bien dizque tradicionalista, buena parte del carlismo (o del integrismo, mejor dicho (8)), siempre consideró que su literatura era altamente inmoral y nunca lo vio con buenos ojos. Y a pesar de ello, nuestro escritor logró hacer buenas amistades en el carlismo, y de hecho fue reconocido por muchos carlistas importantes, que fueron a agasajarlo en sus estrenos teatrales.

¡El teatro! Bien merecería un apartado sólo para expresar esa suerte de amor-odio que constituyó para Valle-Inclán, siendo que fue una de sus máximas aspiraciones y dedicaciones, como renovador estético-cultural que se consideraba, y sin embargo, le dio muchas insatisfacciones y malos entendidos. A partir de aquí comenzó a cultivar su “personalismo”: Por ejemplo, la ruptura de la amistad con Benito Pérez Galdós no vino por motivos “políticos”, sino porque Valle interpretó que su isleño colega le había vetado una obra. También se acabó peleando con la famosísima María Guerrero.

Amén de las amistades que hizo como militante carlista, tenía otras muchas del mundo literario. De ahí viene su amistad con Manuel Azaña y Cipriano Rivas Cherif; amistad que mantuvo hasta su muerte. De ahí vienen sus conexiones con personajes de todas las tendencias. Literariamente, siempre estuvo en el ojo del huracán, no dejando indiferente a nadie. Su fuerte personalidad, su carácter peleón y sus largas barbas (y de joven también las melenas) o provocaban odio o provocaban admiración. Y el cultivo de amistades en todas las esferas ideológicas a través de los cafés sin duda dio sus frutos en la república, donde más que al comunismo, se acercó al Partido Radical de Alejandro Lerroux, a quien consideraba luchador republicano de toda la vida y capaz de disciplinar a las masas. No sabemos si se le olvidaba decir que Lerroux, como otros tantos políticos republicanos, era masón… Sobre este particular Valle no sabemos que dijera gran cosa.

Eso de las masas siempre fue una obsesión en Valle-Inclán: Nunca gustó de esta sociedad preludio del mundo moderno. Sin embargo, no nos parece que escudriñara correctamente en las causas.

Sea como fuere, si bien Azaña nunca lo consideró republicano, lo cierto es que Valle sí que se consideró “hombre de la República”, y no polemizó con Unamuno a pesar de las muchas diatribas liberales/anticarlistas del profesor vascongado.

No podemos negar, asimismo, que Valle-Inclán denunciara muy acertadamente el corrupto régimen turnista; así como que tuvo una intuición desbordante al denunciar lo que había detrás de la dictadura primorriverista, en verdad, un postizo para justificar o salvar al impresentable Alfonso “XIII” (el primer productor pornográfico de España); ahora bien, según su carácter fantasioso, también agrandó sus “méritos” al respecto.

Con todo, hay algo que Manuel Alberca nos cita y que es fundamental para comprender este universo ideológico y hasta espiritual, si se quiere: La teosofía. El filósofo Manuel Fernández Espinosa insiste mucho en este aspecto, y con razón, y a sus estudios remitimos:


los supuestos ideológicos de la novela de valle-inclán



Manuel Alberca no trata este tema. Sólo alude vagamente a la afición espiritista de Valle, que pudo desarrollar en su primer viaje a México. Y sin embargo, esto es capital; porque los vínculos con esta gran nación hispanoamericana tienen mucho que ver con espiritismo y teosofía. Su estrecha relación con presidentes iluministas y anticlericales como Obregón o Calles no es casualidad. Recordemos que defendió a capa y espada las descabelladas políticas de estos mandatarios; así como el anticlericalismo brutal de Calles, que se cebó contra los pobres cristeros, una rebelión contrarrevolucionaria en un país donde la gente llegó a tener que bautizarse a escondidas. Puede que la actitud de buena parte de los residentes españoles en México no fuera la ideal, y que no miraran más allá de intereses más o menos mezquinos. Entiendo que Valle se pudiera pelear con ellos: Yo mismo he decidido cortar relaciones con la inmensa mayoría de la colonia española en el Perú; la gran mayoría, gente francamente prescindible y culpable directa y cómplice del neoturnismo. Entiendo, asimismo, que pudiera distanciarse tanto de liberales como de conservadores; o que, como nos pasa a muchos, al final acabemos abominando todavía más de la derecha que de la izquierda precisamente por la mezquindad individualista y la falta de interés y sensibilidad cultural (9) de esos que se dicen liberales, conservadores o lo que sea; vale, todo eso se puede entender. Pero lo que no se entiende ni se justifica es que apoyara especialmente a Plutarco Elías Calles, auténtica mala bestia masónica e iluminista que masacró al pueblo católico mexicano, cuya lucha era muy similar a la del carlismo. Y no se entiende en una época en la que Valle seguía diciéndose cristiano y tradicionalista.

Con todo, esta es, acaso, la principal desviación que podemos encontrar en el “universo ideológico-espiritual” valleinclanesco. Lo de sus amistades republicanas y su colaboración activa con el régimen tricolor queda casi en peccata minuta. Muchas veces se hizo por interés personal-pancista. Aunque se lo tomaba en serio. 

De México siempre recibió buena prensa, servicios y prebendas. Y durante toda su vida se quiso rodear de este país.



Valle-Inclán en México. Imagen de www.babab.com


Valle siempre conservó un gusto por lo “irracional” desmedido; sin embargo, era más racional de la cuenta cuando le convenía. Sobre todo a la hora de obtener trabajos. Su “problema” era que esos enchufes se los acababa tomando en serio...


CONTINUARÁ...





NOTAS: 






(4) Sobre Charles Maurras y la Acción Francesa, recomiendo especialmente: 


Ediciones Nueva Hispanidad 
Maurras y la Acción Francesa frente a la IIIª República
ISBN:987-98442-2-X
Autor:Calderón Bouchet, Rubén
Páginas:270
Peso:325 gr.
Desde el «Caso Dreyfus» que lo origina, el autor recorre todo el desarrollo histórico de uno de los movimientos tradicionalistas más importantes del siglo XX: «La Acción Francesa»; el enfrentamiento con el Vaticano, la condena papal y posterior rectificación, así como también las definiciones doctrinarias de Maurras en pos de una Francia católica, monárquica, antimasónica y antiliberal.



  
  
Precio €: 18,00 €

  
  
Precio $: 210,00 $





(5) Lo que sabiamente opinaba Rafael García Serrano: 

RAIGAMBRE: LO QUE ES LA DEMOCRACIA CRISTIANA








(6) Sobre Alexander Duguin y la Cuarta Teoría Política:





(7) Mis impresiones sobre Más allá del fascismo

mis lecturas: "más allá del fascismo" - antonio moreno ruiz







(8) Sobre el integrismo, se puede empezar por: 

Partido Integrista - Wikipedia, la enciclopedia libre







(9) Recuérdese: 

RAIGAMBRE: LIBERALES EN CONSERVAS

jueves, 15 de octubre de 2015

SEMBLANZA DE VALLE-INCLÁN (I)

Imagen de cultura.elpais.com

Por Antonio Moreno Ruiz
Historiador y escritor

No hace mucho que tuve la oportunidad de leer una extensa, controvertida, apasionada y premiada biografía de Valle-Inclán: La espada y la palabra, editada por Tusquets y escrita por Manuel Alberca; ganadora del XVII Premio Comillas de historia, biografía y memorias. Y en verdad valió la pena. Setecientas y pico páginas muy bien documentadas y destinadas, entre otros objetivos, a desterrar la vana mitología existente sobre el genio gallego. Y es que si hay algún personaje de la literatura española que esté saturado de mitos, ése es nuestro Valle-Inclán. Cualquiera se lo imagina pobre de solemnidad, de aspecto pordiosero, bohemio, con una etapa carlista sólo por estética y luego feroz bolchevique; desordenado, borracho… Y nada más lejos de la realidad, porque nada de eso fue.

Ciertamente, Don Ramón fue un personaje harto complicado. Si bien nos parecería en principio que era muy extrovertido, en verdad era un tímido de padre y muy señor mío que tenía una férrea coraza en torno a su intimismo. Tal vez ello precisamente ayudó a alimentar las leyendas, toda vez que él también se encargó, con su carácter de por sí fantasioso, peleón e hidalgo, de alimentar una imagen paralela a la realidad. Y en esos paralelismos, casi todo valió. A los años, su propia familia ha hecho mucho por desmitificar la figura del gran literato, intentando apartar las advenedizas e ideológicas manipulaciones. Esperemos que entre eso y biografías como las de Manuel Alberca, poco a poco se vayan corriendo tupidos velos.

Reconocemos, por supuesto, que hacer una semblanza sobre Valle-Inclán tiene mucho mérito. Tal vez por eso nos atrevemos.

Mas, ¿quién era Valle-Inclán? Intentemos analizarlo lo más fríamente posible, por más que sea conocida nuestra admiración y hasta devoción por este prócer de las letras hispánicas.



ESCRITOR

Hemos de decir que antes que cualquier otra consideración que se nos pueda venir a la cabeza, Ramón del Valle-Inclán fue un escritor. Así fue su propósito desde muy joven y así lo consiguió. Fue el único de la llamada Generación del 98 que vivió sólo de escribir. Hasta hace años, no es que diera para mucho, pero hasta para malvivir daba. En cambio en nuestro tiempo hay que pagar para escribir…

Con todo, Valle-Inclán no sólo se limitó a escribir, sino que muchas veces se autoeditó y dirigió él mismo sus ventas y hasta los diseños de las portadas de sus respectivos libros. Desde muy joven frecuentó círculos literarios y tuvo muy claro que era lo que quería ser, y de hecho, no hizo otra cosa en toda su vida. Tuvo algunos cargos (“momios” que se decía en la época) por enchufe pero tampoco es que dieran para mucho.

Valle-Inclán fue escritor, sí, pero no un escritor cualquiera: Tuvo muy claro su compromiso con la lengua española y su renovación estética. La fiebre del estilo fue apañada al alimón del modernismo. No era lo suyo un rechazo al pasado, como a veces se ha pretendido: Al contrario, veía en el pasado probablemente mayor creatividad. Sin embargo, su gusto por lo tradicional no era por mera nostalgia; era porque le inspiraba para ser creativo. Y esto muchas veces no se entiende: Don Ramón no era un “ser estático”. Cuidaba cada palabra, cada expresión. Prefería confundirse con un paisaje antes que pronunciar algo sin sentido o insignificante. Y es algo que se da mucho en los literatos gallegos, siempre apegados a un fuerte sentimiento lírico que suele impregnar una estética transversal y talentosa.

Como corolario, si bien el realismo mágico se asocia a la creación de autores hispanoamericanos, y concretamente cercanos al Caribe (Gabriel García Márquez, Arturo Uslar Pietri, Miguel Ángel Asturias…), es un invento gallego, y que se debe principalmente a Ramón del Valle-Inclán y Álvaro Cunqueiro (1); autores de hecho conocidos por el genio colombiano García Márquez. Sin el esperpento valleinclanesco y sin las invenciones cunqueirianas, desde luego no habría sido posible el realismo mágico; aquella realidad que flota sobre una ficción que, en el fondo, nunca supera a una realidad siempre paradójica, humorística y contradictoria. Los dobles sentidos, el humor negro, las exageraciones, el colorido, la riqueza de conceptos, las irreverencias… Todo eso ya está presente en Valle-Inclán y Cunqueiro; ambos, grandes estetas, cuidadores y transmisores de un lenguaje con conciencia de arte.

El lenguaje de Valle es muy cuidado. Se atrevió a mezclar lo culto y lo popular de una manera sabrosa, y desde luego, si bien pasó muchos años fuera de su terruño, le marcó el carácter y la tradición de Galicia, a tal punto que a veces su castellano parece agallegado, aunque quizá no tanto como Cunqueiro. Pero la inclusión de galleguismos, latinismos, americanismos o hasta gitanismos está presente a lo largo de toda su obra en mayor o menor medida.

Al fin y al cabo, insertado de joven en la estética modernista, era como darle una vuelta de tuerca al romanticismo tardío frente al imperio del realismo y el naturalismo. Era una constante reivindicación artística.

Asimismo, Valle-Inclán nunca se consideró un bohemio: En todo caso, encajaría mucho mejor en la forma del dandy. El bohemio no era sino una fórmula indefinida y zarrapastrosa para él en todo caso. De hecho, muchas veces se ha interpretado Luces de bohemia, una de sus obras cumbres y toda una apisonadora en la dramaturgia, como una suerte de apología, ¿pero alguien se ha molestado en interpretarla como una crítica? Ahí hay muchas claves al respecto de la personalidad y la literatura de nuestro autor.


“UNIVERSO IDEOLÓGICO”

El “universo ideológico” de Valle-Inclán es, probablemente, su faceta más compleja. Estamos ante un mundo lleno de contradicciones y paradojas. Desde muy joven, Valle-Inclán mostró un rechazo frontal al mundo burgués-liberal; mundo al que pertenecía buena parte de su familia. Sin embargo, si bien Don Ramón no fue ningún inculto, nunca dejó de ser un autodidacta, sin una formación universitaria completa. Así como desde muy joven conoció a Alfredo Brañas y Juan Vázquez de Mella, quienes ya eran figuras señeras del tradicionalismo católico en Galicia, no pareció asumir nunca con sabiduría ni coherencia los principios del catolicismo.

De niño, siempre mostró rechazo al mundillo de caciques y comerciantes que dominaban su pontevedresa zona. Puede que ya desde su infancia le atrajera el carlismo, o que como mínimo, escuchara historias de carlistas; que después alimentaría en sus años universitarios en Santiago de Compostela, que no en vano fue un foco carlista durante la III Guerra (que duró de 1872 a 1876). Ya en su infancia comenzó a desarrollar un carácter fantasioso que acaso era una máscara ante su talante reservado; talante que comparte con muchos de sus paisanos; dicho sea esto sin ánimo de estereotipos; pero es algo bien presente en la psique galaica; psique que por otra parte, admiro y hasta venero.

Sea como fuere esto es importante para entender a nuestro personaje: Don Ramón era experto en inventar –o cuanto menos adornar mucho- historias.

No podemos negar que tuviera interés en el tradicionalismo, porque de hecho lo tuvo, y le acompañó ese rechazo al mundo liberal de su época. Empero: ¿Era por mera estética, como bien se dice “oficialmente”, aun en contra del criterio de sus descendientes? Nosotros damos una respuesta negativa: El tradicionalismo, para Valle-Inclán, no era simplemente una estética. Otra cosa sería que alguna vez lo comprendiera del todo… Tanto el tradicionalismo político como la doctrina religiosa católica en sí. Como tampoco conocía bien del todo la historia de España, sobre la cual tuvo opiniones contradictorias y paradójicas toda su vida, cayendo al final en un hondo pesimismo que yo calificaría de hasta negrolegendario.

Valle-Inclán se sentía parte de una élite, de una élite intelectual concretamente. Sentía que quería tener su sitio y que debía formar criterio. Y vio en el Antiguo Régimen un modelo social mucho más perfecto y armónico. Probablemente, es por ello que verá en el carlismo una suerte de reserva de ese mundo, sin alcanzar a comprender del todo la versatilidad del movimiento legitimista español. Éste creemos que es otro punto débil del biógrafo Manuel Alberca, pues su visión del carlismo adolece de objetividad(2)Alberca piensa que el carlismo es una suerte de extrema derecha de antiguo régimen y masa tutelada; y puede que eso pensara Valle-Inclán, pero el carlismo jamás se pronunció en semejantes términos, y de hecho, su transversalidad, interclasismo y complejidad son evidentes, porque si bien el carlismo defiende a calicanto las tradiciones espirituales y políticas, nunca se ha olvidado de la justicia social, férreamente condensada en la Doctrina Social de la Iglesia, especialmente a partir de la encíclica Rerum novarum de León XIII. Tal vez por eso todavía el carlismo, si bien guarda un buen recuerdo en muchas familias españolas, sigue siendo un gran incomprendido. Por ello no comprenden que personajes de lo más variopinto (y no pocos, intelectuales) se hayan acercado al carlismo, porque en su desconocimiento, creen que estamos ante “simples reaccionarios”.

Otrosí, se suele decir que Valle-Inclán pegó muchas gambayás ideológicas, pero yo no diría tanto así: En verdad, Valle-Inclán siempre tuvo una concepción confusa acerca del “elitismo” y del pasado, idealizando la figura de los mayorazgos y los hidalgos, frente al decadente mundo del turnismo. Filosóficamente, estaba influido por Schopenhauer. Puede que también por la idea del superhombre de Nietzsche. No era nada germanófilo, pero es curioso cómo algunas ideas venidas de un país al que decía denostar por “bárbaro” y “pagano” le influyeron bastante. Curioso y paradójico, porque una idea que defendió Valle-Inclán toda su vida fue el panlatinismo. No creemos que supiera Valle-Inclán los auténticos orígenes del panlatinismo, en puridad, una farfolla inventada por la administración de Napoleón III para intentar contrarrestar los albores pangermanistas y justificar la intervención francesa en México. El fracaso de Napoleón III con el II Imperio Mexicano, quedando damnificado el pobre Maximiliano de Habsburgo al que dejaron en la estacada; empero, no obstaculizó que durante buena parte del XIX y principios del XX se desarrollara esta idea que, si bien no se definía estrictamente, apelaba a la hermandad de los pueblos “latinos”, toda vez que el tan manoseado término en aquella época aludía mayormente a los descendientes de la Roma occidental, y tal vez a Grecia y Rumanía. Claro que omitía decir que la que se consideraba superior dentro de esos pueblos latinos era Francia… Empero, tanto en Francia como en España tuvo bastante predicamento a nivel intelectual/cultural. El poeta provenzal Frédéric Mistral  fue un exponente de ello, y tanto en la Acción Francesa como en el carlismo hubo destacados ecos acerca de una alianza o hermandad latina en Europa. (3) Es aquí donde hay que entender el apoyo a los aliados de Valle-Inclán, que no venía por las mismas razones que las de Miguel de Unamuno o Vicente Blasco Ibáñez, u otros tantos aliadófilos, que lo hacían por puro liberalismo o progresismo. En aquella época, se supone que Valle-Inclán era militante carlista, y en el carlismo, si bien hubo una amplitud de sentimientos germanófilos, también hubo algunos aliadófilos. No hay que olvidar que Melchor Ferrer, el gran historiador del tradicionalismo español, llegó a combatir con Francia. Buena parte de España se dividía a través de las encendidas polémicas de los casinos. El mismo rey Jaime III ha sido calificado muchas veces (a mi juicio alegremente) de aliadófilo. Pero lo cierto es que su posición era complicada: Exiliado en Francia, donde asimismo, vivía parte de su familia, y habiendo sido húsar del zar Nicolás II. Y recordemos que fue húsar del ejército ruso porque los austrohúngaros le vetaron ingresar en su ejército, amén de que le imposibilitaron posibles y buenos matrimonios, en connivencia con el liberalismo que dominaba y asfixiaba a España. Don Jaime en verdad opinaba que ante aquel conflicto, a España sólo le quedaba ser neutral. Valle lo admiraba mucho acaso como arquetipo de aristócrata español: Militar, aventurero, políglota, patriota, temerario, hombre de mundo, conocedor de los problemas de su tiempo, amante de la justicia social… Y D. Jaime nunca dejó de admirarlo, a tal punto de concederle la Orden de la Legitimidad Proscrita ya en 1931, una fecha digamos “tardía”... 




S.M.C. Jaime III



CONTINUARÁ...





NOTAS: 






(1) Sobre Álvaro Cunqueiro: 

mis lecturas: álvaro cunqueiro - antonio moreno ruiz






(2) Podríamos recomendarle al señor Alberca sobre el carlismo, por ejemplo:

La formación del pensamiento político del Carlismo (1810 ...













(3) Sobre Mistral, el panlatinismo y el tradicionalismo: 

domingo, 27 de septiembre de 2015

LEGIÓN ESPAÑOLA: EL HONOR Y LA VÍA DEL GUERRERO

La primera jura de bandera de la legión en 1920, a la izquierda Millán Astray
 
 
CONSIDERACIONES SOBRE LA VÍA DEL CABALLERO
 
 
Manuel Fernández Espinosa
 
 
Contra la injusta imagen de incultura y brutalidad que se ha generalizado de Millán-Astray, es la hora de decir bien alto que el Fundador de la Legión Española no era en modo alguno un iletrado. La base de esa sesgada y errónea imagen de un Millán-Astray "energuménico" se ha nutrido de la archiconocida anécdota que protagonizaron Miguel de Unamuno y el mismo Millán-Astray, en aquel crudo enfrentamiento que tuvieron ambos en el Paraninfo de Salamanca. Pero, como digo, Millán-Astray era un hombre culto, uno de los españoles más grandes que ha dado nuestra historia.
 
El 23 de marzo de 1953, D. José Millán-Astray Terreros (La Coruña, 1879-Madrid, 1954) dictaba su testamento a uno de sus ayudantes:
 
"Tengo dicho siempre, y por escrito, que soy católico, apostólico y romano, y que siempre he procurado seguir el camino del amor a Dios, culto a la Patria, al honor, al valor, a la cortesía, al espíritu de sacrificio, a la caridad, al perdón, al trabajo, y a la libertad con justicia. O sea: 'el camino de los caballeros'."
 
¿Cuál era ese "camino de los caballeros"?

Mientras en Occidente se había perdido, tras siglos de descomposición moderna, el "camino del guerrero" se mantenía en el Extremo Oriente. Habíamos tenido la vía del caballero, mientras hubo Cristiandad y quien la defendiera (la España del Imperio); nuestra "vía del guerrero" fue la espléndida caballería medieval que forjó un modelo humano superior: el caballero, asceta y guerrero, no pocas veces monje y soldado en las Órdenes Religioso Militares. Pero todo aquello parecía disuelto a finales del siglo XIX e inicios del XX. Por eso, hombres como Millán-Astray quisieron resucitarla yendo a las esencias de una moral superior a la moralina burguesa y degradada de la nefasta modernidad. Y ahí fue cuando se encontraron, nuevamente, como muchas veces lo han hecho, el espíritu español y el espíritu japonés, con esa especial afinidad de almas que tenemos japoneses y españoles.
 
El representante de Japón en España le había regalado un libro a Millán-Astray, "Bushido: el código ético del samurái y el alma del Japón" de Inazo Nitobe.
 
Inazo Nitobe
 
Nitobe era descendiente de una noble familia de samuráis y una de las figuras intelectuales japonesas con más proyección internacional. Si bien el "Bushido" recibe influencias del confucianismo, el budismo zen y el shintoísmo japonés, las reservas "religiosas" que pudieran hacerse sobre el "Bushido" carecen de sentido. Nitobe se había convertido al cristianismo en Estados Unidos, uniéndose a los cuáqueros durante su estancia allí, donde publicó su libro para tratar de explicar a los occidentales el ser japonés. Para Nitobe el "Bushido" no era algo restringido a la casta samurái, más bien pensaba que los valores de este estricto código de vida podían funcionar a modo de "religión civil" para Japón: "El Bushido fue y sigue siendo el espíritu animador, la fuerza motriz de nuestro pueblo", dijo Nitobe. Para comprender esto hay que entender la religiosidad japonesa que es de un carácter eminentemente práctico y sintético: se ha dicho con mucha razón que el japonés no tiene una religión, sino que acopla budismo y shintoísmo y, no pocas veces, cristianismo sin traumas.
 
Millán-Astray quedó fascinado por el código de honor samurái y tradujo este libro de la edición inglesa ("The Soul of Japan. An Exposition of Japanese Thought", G. Putnam, Nueva York, 1905) en colaboración de Luis Álvarez de Espejo en 1941. El P. Cirilo Iglesias (O.P.) tradujo el "Bushido" del japonés, pero la traducción directa del dominico no se publicó.
 
Millán-Astray, en el prólogo a esta traducción, confesaba la enorme influencia que el Bushido había ejercido en la concepción del Credo de la Legión que él mismo había confeccionado, con estas palabras:
 
"En el Bushido inspiré gran parte de mis enseñanzas morales a los cadetes de Infantería en el Alcázar de Toledo, cuando tuve el honor de ser maestro de ellos en los años de 1911-1912. Y también en el Bushido apoyé el credo de la Legión, con su espíritu legionario de combate y muerte, de disciplina y compañerismo, de amistad, de sufrimiento y dureza, de acudir al fuego. El legionario español es también samurai y practica las esencias del Bushido: Honor, Valor, Lealtad, Generosidad y Espíritu de sacrificio. El legionario español ama el peligro y desprecia las riquezas."
 
Para Millán-Astray, en el "Bushido", se encontraba un código sencillo y práctico. Sus cuatro principios: 1) No dejarse sobrepasar por nadie en sus ideales, 2) Servir al Jefe Supremo, 3) Ser fiel a los padres, 4) Ser piadosos y sacrificarse en bien de los demás. Cuatro votos: 1) La Muerte, 2) La Fidelidad, 3) La Dignidad, 4) La Prudencia. Las cuatro lacras que ha de evitar el guerrero: 1) El sueño, 2) La Disipación, 3) La Sensualidad y 4) La Avaricia. Siendo el camino del guerrero, "la Vía de los Caballeros" que decía Millán-Astray: 1) El Culto al Honor, 2) El Culto al Valor, 3) El Culto a la Cortesía, 4) El Culto a la Patria.
 
Como podemos ver, puede apreciarse que Millán-Astray era algo más que un mutilado de guerra (como Unamuno le dijo ofensivamente en el Paraninfo), era un hombre culto y abierto a todo lo extranjero, siempre y cuando fuese aprovechable para revitalizar una tradición guerrera, respetuoso y atento a todo lo noble que han hecho otras razas, como la japonesa.
 
Es así como nuestra Legión Española, de la que todos estamos orgullosos y a la que amamos, es a día de hoy el baluarte hispánico de un estilo de vida fundado sobre los principios más sólidos y universales del rigor para consigo mismo y de la capacidad de sacrificio personal hasta la inmolación. Y es por ello, por intuirlo con la certera sensibilidad que tiene la gente sencilla, que el pueblo español vibra cuando ve a los legionarios desfilar, cuando los vemos portando el Cristo de la Buena Muerte. Y aunque tal vez no nos lo haya dicho nadie hasta ahora, las muchedumbres de buen corazón vibran ante la Legión, pues nos auto-reconocemos en ella, sabiendo que en la Legión hay España, que en ella hay España de la buena y de la de verdad.
 
Su grito de guerra: "¡Viva la Muerte!" pudo escandalizar a Unamuno y puede escandalizar a cuantos quieren preservar sus vidas, prefiriendo vivir negociando y regateando a la muerte para mantener una vida, aunque sea a costa del Honor. Gritar "¡Viva la Muerte!" no es quererla, es desafiar el natural instinto de conservar la vida y es desposeer al miedo de los ilegítimos derechos que quiere ejercer sobre nuestra libertad; es reconocer la vacuidad de todo, el espejismo de esta vida transitoria, impulsándonos a vivir hasta el extremo del sacrificio por lo más elevado: Dios, la Patria y el Orden Legítimo. Con el "¡Viva la Muerte!" legionario se reconoce que el valor de la vida personal es relativo, pues todo queda supeditado al Honor.
 
Y si para Nitobe el código samurái era la "fuerza motriz" del Japón, el código legionario podría ser la "fuerza motriz" de una España que cada día se desconoce más a sí misma y que corre en una frenética carrera suicida hacia su autodestrucción. El Credo Legionario no sólo debiera serlo de los que forman esa "religión de hombres honrados" que nuestro Calderón de la Barca decía que era la milicia, también debiera ser el código de honor en la vida civil, dándole forma a una nueva sociedad.
 
El "¡Viva la Muerte!" no será, por lo tanto, una fórmula nihilista, como la han querido ver algunos, sino la expresión más pura de una religiosidad extrema, que es la que nos hace falta, una religiosidad que contiene implícitamente las tres virtudes teologales cristianas, pues tiene la Fe en que Dios ayuda y en que "La muerte no es el final"; tiene la Esperanza puesta en que Dios premiará a los que hacen el bien, luchando contra el mal y es el Amor más grande que es el estar dispuesto a dar la vida por los demás.
 
Un japonés le escribió a un amigo suyo, piloto japonés que rehusaba ofrecerse en sacrificio kamikaze, estas palabras:

"Te tomas tu vida demasiado en serio. Imagina que, de repente, todas las gentes del planeta desaparecieran y sólo quedases tú. ¿Querrías entonces seguir viviendo? Si la vida de una persona tiene algún sentido, éste tiene que estar por fuerza en las relaciones que cada cual mantiene con los demás. De aquí nace el principio del honor."
 
Lo que le decía ese japonés anónimo a su amigo que titubeaba en inmolarse estaba, como no podía ser menos, extraído del "Bushido".
 
 
BIBLIOGRAFÍA:
 
 
General Carlos de Silva, "General Millán Astray. (El Legionario)", Editorial AHR - Barcelona, 1956.
 
Inazo Nitobe, "Bushido: el código ético del samurái y el alma de Japón", Miraguano Ediciones, 2005.
 
Wolfgang Schwentker, "Los samuráis", Alianza Editorial, 2005.