RAIGAMBRE

Revista Cultural Hispánica

martes, 7 de octubre de 2014

DE GODOS Y BIZANTINOS: TEMPERAMENTO Y CONTINUIDAD

Por Antonio Moreno Ruiz

Historiador y escritor


Imagen: Reverso de cruz votiva. Tesoro de Guarrazar (Guadamur, Toledo)



(1)Hace ya bastantes años, visitando Faro (en el Algarve, aquel sur de Portugal donde nunca me he sentido extraño), pregunté por el origen de una muralla histórica que caracteriza a la ciudad, y la respuesta fue que era de los bizantinos, cosa que me llamó poderosamente la atención. Casualmente, a los años, durante una breve estadía en León, pude adquirir la biografía de San Isidoro de Sevilla que realizó Fray Justo Pérez de Urbel, en la cual se narra cómo en la Hispania Visigoda hubo inmigrantes gaélicos, bizantinos (sirios y griegos concretamente) y bereberes, cosa que relacioné con la muralla de Faro, como el que no quiere la cosa. Porque no en vano, Pérez de Urbel habla de los bizantinos en Hispania, de lo cual yo no sabía absolutamente nada. Por eso mismo, desde aquel momento, la curiosidad se volcó sobre mis ansias, mas cursando mis estudios de Historia en la universidad de Sevilla, apenas pude obtener datos al respecto. Y me preguntaba una y otra vez cómo era posible que no estudiáramos a fondo el periodo visigótico, así como la presencia bizantina en Hispania, cuando no en vano todo ello había sido la continuidad del mundo romano hasta la irrupción del islam. Ni les digo en el colegio: Pasamos de puntillas sobre unos bárbaros germanos que invadieron Roma y de ahí a las teorías del hábil filólogo y ensayista Américo Castro, cuyas infantiles contradicciones han creado todo un falso imaginario adobado por los más espurios intereses politiqueros, que al final, conllevan enfrentamiento entre españoles y una consiguiente pérdida de una correcta conciencia nacional. En estos días en los que repaso al insigne historiador Claudio Sánchez Albornoz, que tanto se opuso a la fantasmagórica teoría de las “tres culturas” luego llevada a la política por el dizque andalucismo (no sin pasar por el pedante filtro del romanticismo extranjero), me doy cuenta del gran vacío que han creado en nuestras mentes. Porque claro, gracias a Américo Castro y sus mediocres discípulos, tenemos el mito de que los españoles somos diferentes de Europa porque somos muy semitas pero que sin embargo hemos sido muy malos por haber echado a moros y judíos (¡¡¡!!!); que carecemos de civilización propia y que nuestra decadencia se la debemos a que nos privamos de aquel lujoso y sabio exotismo afro-oriental frente a ruda incultura de los cristianos… En fin, creciendo con ese brutal complejo de inferioridad, es muy difícil levantar cabeza y escudriñar correctamente en las esencias.

Por mi parte, ya en mi época universitaria, pude degustar La aventura de los godos de Juan Antonio Cebrián (2), lo cual, junto a la lectura anterior de Pérez de Urbel, me fue llevando hacia una reconciliación con una visión histórica española mucho más coherente, sin esa enorme laguna que a propósito nos dejan.

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Y es que como dice mi amigo y maestro el profesor Manuel Fernández Espinosa, al final están haciendo hablar a las piedras. Porque no es baladí que en estos días, donde tanto se odia lo español, y eso es promocionado y hasta financiado por este Estado que nos expulsa, nos divide y nos desangra, sin embargo, es cuando más hallazgos de la época visigótica están saliendo. Empezando por la catedral de Córdoba, la basílica de San Vicente que los mahometanos usurparon para convertirla en mezquita y ser recuperada enhorabuena por San Fernando III. Contactando estos días con el historiador Daniel Gómez Aragonés (3), no se puede sino alentar su tesis: El reino visigodo no murió en Guadalete, sino que como nos dice este joven y prometedor toledano, continuó durante todo el siglo VIII; primero, por posibilitar el refugio en la resistencia de cántabros, astures y galaicos que desafiaron al poder musulmán de élite árabe y tropas berberiscas tras la victoria de Covadonga (a priori una escamaruza); y segundo, por los mozárabes, los cristianos hispanos que desde el sur, la Meseta y el Levante conservaron el saber clásico y el Fuero Juzgo, el derecho hispanogodo que reconstituyó con energías políticas a la “España perdida”, tal y como ellos la llamaban. Todo el legado visigótico se mantuvo hasta en el arte, pues no en vano es en el noroeste de España donde más y mejor se conserva el arte mozárabe, prerrománico; y asimismo, el arco de herradura es un elemento artístico hispanogodo que, al igual que la estrella tartéssica, el patio romano y el zaguán (del griego “stuan”), los muslimes copiaron. Los originales bríos de nuestra tierra, visible en muchos campos del saber, siguió creciendo por sí misma, y el recuerdo del reino godo, en especial tras el III Concilio de Toledo cuando el rey Recaredo I se convirtió a la fe católica, fue una llama mística que alumbró para forjar una cultura de frontera, un leitmotiv de un camino que buscaba la recuperación y la reunificación. La interacción de la propia frontera y el advenimiento de corrientes del Viejo Continente formó, con el temperamento hispánico (abigarrado en el norte) que defendía Sánchez Albornoz y la continuidad del esplendor visigodo que defiende Gómez Aragonés, una idiosincrasia concienzuda que logró conformar el único país capaz de derrotar y expulsar al islam de su seno una vez invadido.


Arcos de herradura de la iglesia de San Cebrián de Mazote (Valladolid), de estilo mozárabe. 


Decía el escritor inglés Gilbert Chesterton que toda la Historia de España había sido una lucha por la libertad. Y es cierto, porque el español no se siente libre sino en su esencia, “en su salsa”, como diríamos hoy. Y esa esencia se confirmó en la época visigótica de manera muy clara, y fue la que nos alumbró hacia el futuro. Porque como decía Juan Vázquez de Mella, el tribuno tradicionalista por excelencia, la tradición es un concepto dinámico. Los restauradores hispánicos, del Medioevo al Barroco, no volvieron al pasado, pero sí portaron su mejor legado para avanzar seguros.

Con todo, volviendo la vista atrás, no  es extraño, en verdad, que en la iconografía hispano-mozárabe veamos elementos bizantinos y célticos. No es extraño que encontremos en los códices elementos que nos recuerden a los iconostasios. No es extraño que así como conserve elementos de la primitiva liturgia romana, también tenga cánticos y oraciones en griego. Sabemos de la presencia de monjes sirios en Extremadura y de monjes irlandeses en el norte, como más o menos hemos referido; lo cual explica también cómo se mantienen motivos estéticos que nos retrotraen a las islas británicas. No en vano, también sabemos que hubo dos siglos de presencia bizantina en nuestra patria, de las Baleares a Ceuta; así como sabemos del enriquecimiento de la orfebrería por parte de los germanos. Fuimos parte de un mundo fascinante; y ahora, cuando vemos por ejemplo la disposición de los arcos y las columnas en algunas iglesias ortodoxas rumanas establecidas en España (4), a lo mejor alguno pensará que todo eso se debe a los “árabes”. ¡Y no es así! Es al contrario: Los árabes tomaron muchísimo de los otros pueblos por los que pasaron; y luego lo tunearon, válganos el neologismo. Asimismo, no olvidemos que no podemos hablar de “árabes” propiamente dichos en la Península, pues Al Andalus, esto es, todo el territorio musulmán ibérico, era una mezcolanza cuya política y arte, pronto independientes del califato oficial, evolucionaron de otra manera con respecto al África y al Oriente.

Naturalmente que hubo factores originales dentro del mundo musulmán ibérico, sobre todo en la época almohade (5), pero si escudriñamos en la tradición bizantina, y en otras tradiciones como la hindú, la copta, la itálica o la hispana, veremos que lo que muchas veces reputamos como “moro” no es sino un puré de culturas anteriores.

Todavía, de hecho, estamos buscando esa supuesta y superior originalidad cultural árabe antes de la expansión de Mahoma…

Empero, no es “casualidad” que en España se nos escamotee la Historia de esta manera. Pasa en todo el mundo hispánico, y en especial desde el siglo XIX. En el Perú, por ejemplo, a la hora de estudiar Historia, se dice que los criollos eran sistemáticamente discriminados (sin mencionar por supuesto que Pablo de Olavide fue ministro de Carlos III, el duque de San Carlos, de Fernando VII, y tantos otros criollos peruanos ilustres que mandaron por todas las Españas) y se pasa del Incanato a la República y apenas de puntillas por el Virreinato, que es la historia más rica y extensa de la que fue la flor y nata de las Indias. Entre eso, y que se elimina el 12 de octubre como fiesta de la Hispanidad, por obra y gracia de criollos y mestizos antes que de los propios indios; y la penetración cada vez más descarada de lo yanqui, convierten el panorama sociocultural en desolación. Y no digamos ya el político… (6)

No, no es casualidad, como decimos. El complejo de inferioridad, inoculado en algunos sectores de la Ilustración, luego alimentado por el rencor liberal que no encuentra apoyo popular y durante el siglo XIX extiende una versión pesimista y fragmentada, y el resalte por el marxismo en el siglo XX como heredero de toda esa negativa corriente; en fin, toda esta onda expansiva que cristaliza en las guerras civiles hispanoamericanas (llamadas de “independencia”…), luego trasladada por los mismos actores a la Península Ibérica e islas adyacentes, y las ulteriores utilizaciones para desprestigiar y hasta borrar el quid de la cuestión hispánica, están provocando demasiados desafueros. Sin embargo, es precisamente en esta época de tanta confusa furia donde comienzan a aparecer más yacimientos visigóticos en España: En Córdoba (¡en la misma catedral!), en Toledo, en Ávila… Nuestra etapa fundacional, con el molde que nos dejó Roma, por supuesto, muy anterior a las Cortes de Cádiz, se nos aparece con los aldabonazos que nos da una tierra que parece protestar ante tanto despropósito.


Imagen: Restos visigodos de la catedral de Córdoba. Extraída de kaszonkovacs.blogspot.com




La cruz de los Ángeles, la cruz victoriosa que desde Asturias parece conjugar en su estética lo bizantino (¿y qué es lo bizantino sino la continuidad de Roma?) y lo germánico. Fue esa cruz la que señaló dos mundos: España y Al Andalus. Porque a estas alturas, ir con Al Andalus es forjar un mito para ir contra España, como lleva diciéndonos mucho tiempo el insigne arabista Serafín Fanjul (7). España luchó por volver a sí misma frente a Al Andalus, frente al cambio de nombre, política y fisonomía general que supuso la irrupción muslímica. Otra cosa puede ser qué hay de Al Andalus en la actual España y qué hubo de España en el pasado Al Andalus; con todo, son dos mundos diferentes, en espíritu y en política. Porque Al Andalus fue un conglomerado de élite siria, masas bereberes e hispanas y minorías yemenitas, eslavas y negras; mientras que España (esto es, evolución de Hispania/Spania) se fue rehaciendo con resabios de la nobleza visigoda, galaicos, cántabros, astures, vascones y mozárabes, así como ulteriores aportes venidos del Viejo Mundo, de Francia a Italia. Y nosotros desde luego, somos españoles, y queremos seguir siéndolo.

Otra cosa sería qué hubo de España en Al Andalus y qué hubo de Al Andalus en España conforme pasaron los siglos, porque no vamos a negar que hubo interacción/transmisión en esa intensa cultura de frontera. Mas ello no fue sinónimo de integración ni simbiosis; en todo caso de “coexistencia”, rota cada dos por tres, por cierto. Y mientras que los cronistas cristianos censuran los defectos de los suyos, los musulmanes exaltan hasta las más atroces violencias. Porque en el Corán, por cierto, se autoriza a hacer un supuesto bien a través del mal, aberración que categóricamente está negada por San Pablo.

Lo dicho: Dos mundos.

Sea como fuere, en esa lucha por recuperar la España perdida, es curioso cómo se da una paradoja que a posteriori se dará en las Españas Americanas: Fueron los mentados astures, cántabros y vascones, poco dados a aceptar el poder romano (mientras que los galaicos sí estaban muy romanizados) y luego el visigótico, los que tras la victoria de Covadonga, fueron organizando la resistencia y ampliando sus territorios con los repobladores de otras regiones; y a posteriori, de esa población nacería la repoblación meridional. En nuestra América, los feroces araucanos, muy poco dados a aceptar la conquista española, luego pactistas con la Corona en el siglo XVIII a través de la política de parlamentos, sin embargo, junto con mapuches, pehuenches y otros pueblos amerindios, fueron los más acérrimos camaradas de los realistas y los que más lucharon contra los oligarcas criollo-mestizos, los revolucionarios ibéricos y sus aliados británicos, haciendo frente violento al separatismo. No lo olvidemos: El mundo hispánico se continuó en América, con todas las legítimas diferencias que se quieran; y estos providenciales ejemplos no son sino místicos testimonios que nos asaltan en las horas más bajas como reclamo de resistencia. Los ingleses ya dijeron en el siglo XVIII que a España había que vencerla en América y no en Europa, y no han parado hasta que lo han conseguido; y fijémonos, como apuntamos, como a uno y a otro lado del charco se siguen las mismas políticas “psicólogicas” que rayan en la negación de nuestra historia, de nuestra esencia, de nuestra tradición; en resumen: De nuestra grandeza.



Agustín Agualongo, caudillo realista amerindio de Pasto. 




En fin, por todo ello, en esta tan mala época en la que nos hallamos, si hay algún ejemplo válido de paralelismo histórico y organización de resistencia es el de los norteños de Covadonga y el de los mozárabes del Sur, la Meseta y el Levante, que contra viento y marea, contra un aparato político-militar mucho más poderoso, no cejaron en su empeño y paso a paso, recuperaron el ser de un país que había sido vencido y herido en su interior por traiciones, desde que el bando witiziano, ávido de poder, se pasó a los musulmanes en aquella desgraciada batalla de Guadalete, cuando el bereber Tarik Ben Ziyad, al mando del árabe Muza, lograron la victoria que el conde Julián, desde Ceuta, les había puesto en bandeja. Desde hace mucho tiempo, nuevos witizianos están traicionando nuestra cultura y nuestros intereses y quien mayor provecho ha sacado de todo ello ha sido el imperialismo anglosajón, siendo que en nuestros días el expansionismo marroquí, aprovechando los mismos cantos de sirena que le llegan de la Península, también espera ansioso su botín, que en su día, también cogió Francia.

Así las cosas, no nos queda sino sucumbir o recomponernos. Si hemos provocado las mayores humillaciones de Inglaterra en su historia, especialmente con Blas de Lezo en Cartagena de Indias, ¿habremos de hundirnos ante la mediocridad imperante? ¡Sea negativa la respuesta! Volvamos a la esencia, a los orígenes. “Originalidad es volver al origen”, decía el catalán Antoni Gaudí. Y otro catalán, Eugenio d´Ors, nos enseñó que todo lo que no es tradición, es plagio. Si Europa fue lo que fue, fue gracias a que por el Oriente Rusia y por el Occidente España (y Portugal) salvaguardaron sus fronteras. Ambos contuvimos al islamismo, de moros a mongoles, y de Bailén a Moscú, derrotamos a Napoleón. Y encima, nos endosan una leyenda negra tan injusta como embustera… Con todo, vemos que ahora la mentada Rusia, esa gran patria con la que tantos paralelismos tenemos (8) se fragua un renacimiento religioso y político, por encima de clichés ideológicos que ya no sirven, y acaso nunca sirvieron. Quieren volver a sus raíces, a su más sagrada identidad, para caminar mejor hacia el futuro. Así, pues, dejemos de frustrarnos comparándonos con quienes no debemos. Establezcamos un paralelismo con quien nos puede enseñar, desde la serenidad y el sufrimiento, que una nueva Reconquista es posible. Escudriñemos en nuestra historia entre godos y bizantinos desde nuestra herencia temperamental nativa y nuestra lógica continuidad histórico-política, teniendo en mente los Dogmas Nacionales que nos trazara brillantemente el mentado Vázquez de Mella: La confederación con Portugal y la América Hispana, así como la reivindicación de nuestra África. No somos el centro de Europa ni somos una isla: Partimos de la tierra pero también somos del mar, pues somos una península, unas islas adyacentes, un Viejo Mundo irredento y a su vez,  Euráfrica y  Euramérica (9); Mediterráneo y Atlántico. Entre nosotros no caben cinismos maquiavélicos ni ordenancismos carentes de sentido, sino místicos y abarcadores pensamientos de conjunto. No somos una nación-estado ni una constitución cerrada: Somos una corona con una historia labrada en el sacrificio. Nuestro amor natural por la familia y la tradición tiene que resurgir, como parece que está resurgiendo en Rusia. De hecho, aunque estemos tan degenerados por la ferocidad ultraprogre, las estructuras sociales familiares, de abrigo clánico, salen a flote ante la crisis que no nos deja ni un segundo. Y al igual que las piedras hablan, la familia sale, como salen los símbolos tradicionales con interés, como esa gloriosa cruz de Borgoña que ya muchos en nuestra América toman como máximo símbolo de unidad en la diversidad. Y es que como decía el eximio poeta andaluz Manuel Machado: “¡Vuelve a tu tradición España mía! ¡Sólo Dios crea mundos de la nada!”


Valgan como rúbrica estos sentidos versos de un servidor, para que esas piedras que están hablando nos guíen hacia un renacimiento victorioso, tal y como lideraron, Dios mediante, a las huestes de Don Pelayo:


ESTÁN HABLANDO LAS PIEDRAS

Nos han confundido y alienado,
enajenándonos nuestra identidad,
nos quieren robar el pasado
más importante: El fundacional.

Pero…
¡Están hablando las piedras!

Exotismos pretenciosos y embusteros,
quieren tapar con un dedo el sol.
Con decadencia de olor a muerto,
nos desangra y nos hiela el corazón.

Sin embargo…
¡Están hablando las piedras!

¡Córdoba! El crismón mozárabe.
¡Guarrazar! La solera monárquica.
¡Asturias! La cruz de los ángeles,
el emblema de la victoria hispánica.

Y es que…
¡Están hablando las piedras!

Hispania del Fuero Juzgo,
Españas que se desparramaron por América,
resabios godos y bizantinos como augurio,
como un pasado de futura promesa.

Porque…
¡Están hablando las piedras!




[Img #26216]



(1) Como nobleza obliga, ha de reseñarse que este artículo no podría haber sido elaborado sin la siguiente bibliografía:

Páginas:

Hermandad Hispano Mozárabe “Gothia” | Mozarabia



La Ermita




Artículos:

-"La presencia bizantina en Hispania (siglos VI-VII). La documentación arqueológica". Antig. crist. (Murcia) XXIV, 2007. Jaime Vizcaíno Sánchez

-“El arte mozárabe”. E. Valdearcos, Clio 34, 2008. ISSN 1139-6237

-“Los orígenes de la liturgia hispano-mozárabe”, de Ramón Gonzálvez Ruiz.  "Los orígenes de la liturgia hispano ...

-“Liturgia y música en la Hispanidad de la Alta Edad Media: El canto visigótico, hispánico o mozárabe.” Juan Carlos Asensio Palacios. Conservatorio Superior de Música de Salamanca.

Liturgia y música en la Hispania de la Alta Edad Media: el ...




Libros:

-Historia del rito mozárabe y toledano, del Rvdo. P. Germán Prado. Estudio premiado con ocasión del VII Centenario de la catedral toledana. Abadía de Santo Domingo de Silos (Burgos).

-El canto mozárabe. Estudio histórico-crítico de su antigüedad y estado actual. De Casiano Rojo y Germán Prado, monjes de Silos, O.S.B. Diputación provincial de Barcelona, 1929.




(2)Véase:

nostalgia de juan antonio cebrián - antonio moreno ruiz







(3) Sobre Daniel Gómez Aragonés:




(4) Véase por ejemplo la iglesia rumana de Coslada (Madrid):

Iglesia Ortodoxa Rumana - Parohia “Sf. Nectarie ...


Muchos, a simple vistan, hablarían de “arte moro”. No en vano, es curiosa su coincidencia con el arte mozárabe, extractor de los cánones hispanogodos. Por ejemplo, compárese con esta ilustración extraída de un códice hispánico medieval:





(5) Véase: Imperio almohade - Wikipedia, la enciclopedia libre



(6) Tal y como lleva advirtiendo el historiador colombiano Pablo Victoria desde hace mucho tiempo, el indigenismo afectará antes a los criollos que a los ibéricos. El indigenismo, popurrí fabricado por intelectuales europeos roussonianos, de llegar a materializarse agresivamente, no distinguirá entre “blancos buenos y malos”; simplemente el blanco es culpable de todos los males y deberá salir, en el mejor de los casos. Pieds-noirs y afrikaners, salvando las respectivas distancias, están muy recientes, pero por lo visto, ni así se aprende.

Muchos criollos, al igual que muchos españoles, no se dan cuenta de que este auto-odio les acabará salpicando, porque en Europa, islamistas y compañía no distinguirán tampoco a los progres, como en su día no distinguieron a los hispanogodos traidores que les favorecieron, y ni tan siquiera a los bereberes...

Pablo Victoria - Libros y obras del autor, biografía y ...





(7) Sobre Serafín Fanjul:

Apología de Serafín Fanjul | Alerta Digital


SERAFÍN FANJUL - Catedrático Literatura Árabe UAM

Serafín Fanjul, Catedrático en Literatura Árabe por la UAM, recordó ayer (19 Mayo 2006) en un programa de POPULAT TV, ...


  1. Serafín Fanjul, El Islam y las minorías religiosas

    • de fgbuenotv
    • Hace 3 años
    • 3.544 visualizaciones
    Conferencia pronunciada por Serafín Fanjul, El Islam y las minorías religiosas, en los XVI Encuentros de Filosofía, Oviedo, 15 de ...
  2. Fanjul i el mite d'alandalus

    Una entrevista on parla el doctor Fanjul sobre el seu nou llibre La quimera de al-Andalus.


Lagrimas en la lluvia 006 El islam

  • de R BC
  • Hace 1 año
  • 5.277 visualizaciones
Programa Nº 6 de Lágrimas en la Lluvia, con Juan Manuel de Prada y Maria Cárcaba. Tema tratado: Islam. Película emitida: "Los ...






(8) Véase:

RAIGAMBRE: RUSOS Y ESPAÑOLES: EL "EÓN JOÁNICO ...




(9) Recuérdese:

24.1 - Revista La razón histórica


viernes, 3 de octubre de 2014

LA "ESTANDARDIZACIÓN" DEL MUNDO EN JULIO CAMBA

 

Julio Camba

 
USA, COSMOPOLITISMO Y TÉCNICA 
AMENAZADORAS
EN
"LA CIUDAD AUTOMÁTICA"
DE JULIO CAMBA
Manuel Fernández Espinosa
 
Es fácil para cualquier escritor, con la perspectiva que da el paso del tiempo, juzgar personalidades, tipos humanos, circunstancias, estilos de vida, regímenes políticos del pasado… El hecho de ser fácil no entraña que tenga que ser la verdad y nada más que la verdad, lo que significa esa facilidad es que, merced a la predisposición de la cultura predominante, los dictámenes no escandalizarán y serán, con harta probabilidad, aquellos que todo el mundo está dispuesto a aceptar. Sin embargo, enjuiciar la misma serie de realidades en el momento en que éstas están vigentes y acertar ya es más difícil.
Muy pocos españoles han cultivado el muy útil género de los libros de viajes y menos españoles todavía han sabido retratar una sociedad extraña a la nuestra con la maestría que lo hizo Julio Camba (1882-1962). Periodista de raza, conceptuado como “vividor” por algunos que bien lo conocieron como Pedro Sainz Rodríguez, Julio Camba es uno de los mejores prosistas en lengua castellana del siglo XX. Los avatares de su vida vamos a omitirlos, para no repetir datos que cualquiera puede obtener consultando las biografías generalistas. Es de lamentar que un autor tan excelente como Julio Camba sea prácticamente un desconocido, cuando su producción resulta tan amena como estimulante intelectualmente.
Por su profesión periodística Julio Camba viajó bastante, por lo que puede decirse que era uno de los españoles mejor informados de lo que pasaba en el mundo, más allá de esta península cainita. Entre muchos títulos escribió “La ciudad automática”, cuando corrían los años 30 del siglo XX. Podríamos decir que “La ciudad automática” es una colección de artículos sobre los Estados Unidos de Norteamérica de aquellos años, cuando imperaba la “ley seca”, el crac bursátil hacía estragos y los gánsteres se ametrallaban entre bandas o con la policía. Algunos han creído que la “ciudad automática” se identifica con Nueva York, pero la “ciudad automática” no queda reducida a la urbe neoyorkina: la “ciudad automática” es la que se estaba ensayando en los Estados Unidos de Norteamérica para exportarla a todo el mundo; y Camba fue uno de los pocos que pudo verlo y, lo que merece más nuestro respeto, entenderlo “in situ” y sobre la marcha.
Es obvio que Nueva York ocupe un lugar preeminente en el libro, pero el libro de Camba no está circunscrito a Nueva York. En 1929 la Dotación Carnegie para la Paz Internacional escogió a doce periodistas europeos y los llevó de gira por todos los Estados Unidos: nuestro Camba era uno de ellos. Nueva York adquiere, eso sí, la categoría de símbolo: en el libro de Camba, Nueva York es a los Estados Unidos de Norteamérica lo que Estados Unidos de Norteamérica será a todo el planeta: el proyecto de una sociedad desarraigada, sin pasado. Así puede decir Camba:
“Nueva York es, ante todo, el momento presente. Es el momento presente sin más relación con el porvenir que con el pasado. El momento presente íntegro, puro, total, aislado, desconectado”.
Nueva York exhibe a los ojos del perspicuo vilanovense todos los rasgos de una ciudad cosmopolita, formada por una población racialmente heterogénea que se abigarra, dando como resultado una raza nueva que suscita en nuestro agudo observador la curiosidad antropológica, asombrado ante la extrañeza de las combinaciones étnicas que lo incitan traviesamente a las descripciones más hilarantes que, en lo esperpéntico, tienen mucho de Quevedo y de su paisano Valle-Inclán. Camba se detiene especialmente en la población afroamericana, sin poder fingir la simpatía que le producen los negros norteamericanos, por ser para él los más humanos de toda aquella Babel: “Los negros son niños siempre por su candor y por su marrullería, por su capacidad admirativa, por sus terrores injustificados, a la par que su desconocimiento del verdadero peligro, y, ante todo por la enorme fuerza creadora de su imaginación”. Camba reprocha la marginación racista que sufren los negros, alegando que es una tontería tan superlativa como puritana el “separar” lo que por el mismo color de la piel se distingue a simple vista: blancos y negros. En cuanto a los judíos, Camba llama la atención sobre la diferencia que nota entre los que permanecen apegados a su milenaria tradición, que son los residentes en Rivington Street que “es el oriente, el mundo antiguo, la Biblia” y los que han abandonado Rivington Street para instalarse en Park Avenue y confundirse en un todo con Nueva York, estos “son hijos de los de Rivington Street, pero carecen totalmente de carácter”; también nos revela Camba que los negros de Puerto Rico se instalaron en Harlem expulsando a los judíos sin ahorrar violencias: “Hubo tiros y puñaladas, y, como a pesar de todo, los judíos se resistían, a veces, para desalojarlos fue preciso comprarles todos los gabanes que tenían en venta”; lo de los gabanes es un chiste que hay que entender por una anécdota personal que el mismo Camba nos cuenta. Sería largo comentar las impresiones antropológicas que recoge Camba, siempre envueltas en un humor más blanco que negro.
Lo que deriva de la formación de los Estados Unidos de Norteamérica es, para Camba, la gran diferencia que abisma a los norteamericanos de los europeos:

“Europa se ha formado por clasificación, de una manera que pudiéramos llamar analítica, los Estados Unidos se han formado por aglomeración, de un modo que llamaremos sintético. Europa es el análisis; América es la síntesis, y el americano no comprenderá jamás al europeo ni el europeo al americano”.
Por si fuese poco, a esta consistencia heteróclita de la población norteamericana, se le suma la enseñanza:
“…si la escuela no ha conseguido idiotizarle a usted del todo, la Universidad se encargará del resto”.
Creo que el valor que tienen todas las observaciones, vivencias y anécdotas que registra Camba en “La ciudad automática” no está tanto en lo que tienen de “documento periodístico” como en su valor paradigmático.
Camba nos pone frente a una sociedad joven que en el periodo de entreguerras (cuando escribe Camba este libro) está ascendiendo como potencia mundial; falta poco tiempo para que, tras la II Guerra Mundial, USA se convierta en el presunto defensor de occidente frente al comunismo soviético.
Sería una lectura superficial pensar que “La ciudad automática” se reduce a una andanada de sarcasmos contra una nación concreta (USA) a la que parece que todo el mundo tiene que profesar su desprecio y odio. Camba siente como una amenaza para todo el planeta lo que se está cuajando en USA, pero no arremete contra los norteamericanos por viles rencores ni prejuicios. El problema es que en USA (puede que también en la URSS; Camba lo indica, pero deja sentado que no puede hablar de la Unión Soviética por no haberla visitado) está surgiendo una sociedad donde lo humano se va anulando y todos los ámbitos de la vida se “estandardizan” (así lo escribe el mismo Camba). La “estandardización” se realiza en la vivienda, en la comida, en el vestido, en la risa, en la escuela, en la universidad, en los periódicos, en las relaciones interpersonales, en el arte, en la literatura, en la fabricación de bienes… En el crimen. Camba percibe que el estilo de vida norteamericano (automatizado y deshumanizado) planea sobre todo el planeta, amenazando con devastar las identidades nacionales.
“La libertad desaparece, y no ya la libertad política de hablar o votar, sino la libertad humana de ser de un modo o de otro”.
El sistema económico capitalista norteamericano se muestra tan enemigo de la libertad, tan homologable en sus resultados “totalitarios”, como el sistema marxista que está ensayándose por los mismos años en la URSS. Así nos dice Camba:
“Parece que una sociedad capitalista al grado de la sociedad americana debe ser todo lo contrario de una sociedad comunista, pero es igual”.
Además de los errores intrínsecos de esos sistemas económicos el peligro viene de una fuerza sobrehumana, titánica: el modo de producción masivo y la técnica. Y el peligro adquiere proporciones universales, pues el fenómeno de la “automatización” que, con tanta finura y humor, denuncia “La ciudad automática” no se debe a la presunta perversidad de una nación (los Estados Unidos de Norteamérica) ni tampoco a la supuesta malignidad de un poder visible o invisible, pero a la postre humano y consciente; no son los norteamericanos los culpables de esto que se va configurando, sino que, por su propia constitución cosmopolita y desarraigada, por su educación y por su carácter, están siendo sus primeras víctimas al haberse “vestido con el uniforme de la técnica”, como diría por los mismos años Ernst Jünger. El peligro de la “automatización” de la vida humana se debe a la irrupción de una nueva humanidad que se está troquelando en los moldes del capitalismo que fabrica en cadena, desmesurado en su afán de beneficios y ajeno a la medida humana.
“…todo el principio de la industria americana […] consiste, según he dicho tantas veces, en estandardizar a los hombres para poder estandardizar las mercancías”.
La mirada de Camba va más allá y vislumbra nuestro siglo XXI:
“Se hacen, por lo tanto, máquinas cada vez más inteligentes y se fundan Universidades cuya misión principal consiste en rebajar la inteligencia de los hombres. Máquinas humanas y ciudadanos mecánicos. Robots que parecen personas y personas que parecen Robots.
"Y esto no es nada todavía. Dentro de poco empezarán a manifestarse las generaciones de serie, producto de la eugenesia; generaciones en las que nadie será más alto ni bajo, guapo ni feo, tonto ni listo, moreno ni rubio, ni bueno ni malo. La eugenesia es algo así como el fordismo aplicado a la reproducción de la especie. Es, como si dijéramos, la reproducción en masa. Su objeto principal en América consiste en estandardizar a la Humanidad supeditando la Naturaleza a los intereses del Estado, y es indudable que no tardará mucho tiempo en conseguirlo por completo”.
Camba escribe -volvemos a recordarlo- en los años 30. Las consideraciones que teje Camba sobre la “técnica” (él se refiere a ella como “mecanización” y “automatización”) solo pueden relacionarse con la meditación que por esos años están realizando en Alemania algunos de los grandes pensadores de la Revolución Conservadora, como Martin Heidegger o Ernst Jünger. En España la percepción que se tenía sobre la técnica era bien distinta: basta leer a Ortega y Gasset o a Xavier Zubiri y veremos que los filósofos españoles tenían un concepto demasiado benevolente hacia el fenómeno de la tecnificación creciente del mundo. Es más que probable que Camba haya leído a Spengler, a Heidegger y a Jünger; pero no hace falta especular sobre las lecturas de Camba para admitir que el ambiente de la época estaba preñado de estas ideas que tomaron forma en películas como “Metrópolis” de Fritz Lang o “Tiempos modernos” de Charles Chaplin.
 “La ciudad automática” es un libro poliédrico que se lee sin poder evitar una risa cómplice por el inteligente humor de su autor. Bastaría leer “La ciudad automática” para empezar a valorar en justicia a uno de los escritores españoles del siglo XX que reúne mundología, inteligencia y estilo propio y que, por ese inveterado complejo de inferioridad tan ibérico, por ese desdén en el que se entremezclan la envidia y la ignorancia, por el esnobismo de los que sólo ven “inteligente” y de buen tono leer a los extraños… Ocurre que Camba es uno de nuestros grandes desconocidos.
Y cuando digo a los extraños, todo el mundo que me lee sabe a los que me refiero. Pero, quien no lo sepa después de leerme, puede aplicarse lo que Julio Camba dice lapidariamente:
“El escritor que se dirige a la inteligencia de los lectores, fracciona y reduce su público ipso facto, porque la inteligencia tiene formas muy diversas, y porque sólo la estupidez posee siempre un carácter uniforme. Hay muchas maneras de entender las cosas, y sólo hay una de no entenderlas”.
 *Todas las citas entrecomilladas son pasajes de “La ciudad automática”, de Julio Camba. Edición de la Colección Austral, Espasa-Calpe Argentina S. A., 1942.

miércoles, 1 de octubre de 2014

ENTREVISTA AL HISTORIADOR DANIEL GÓMEZ ARAGONÉS

La revista cultural hispánica "Raigambre" tiene el placer de presentarles una entrevista a uno de los historiadores más prometedores de España. Muy centrado en la época visigótica, su saber y habilidad están rompiendo moldes frente a los tópicos que nos han querido inculcar, tópicos que borran de golpe y porrazo el ingrediente godo, ingrediente que este joven historiador está recuperando con rigor. En estos días tan aciagos, donde nuestra identidad parece tan martilleada, sin embargo, parece que las piedras quieren hablar... Pero como dice nuestro entrevistado, también hay que saber escucharlas.

Así las cosas, nuestro historiador Antonio Moreno Ruiz entrevista al historiador Daniel Gómez Aragonés. Ahí es nada.

Pasean y vean, advirtiendo que las preguntas del entrevistador están en cursiva, bajo las siglas A.M.R., y las respuestas del entrevistado bajo las siglas D.G.A.:


Imagen de www.latribunadetoledo.es



A.M.R.
-Buenas Daniel. Antes que nada, muchísimas gracias por concedernos esta entrevista. Para empezar, háblanos de tu vida y obra, así como el que no quiere la cosa… 

D.G.A.
Muchas gracias a vosotros. Para mí es todo un placer. Ufff, resulta complicado desmenuzar la vida, la obra y los milagros de cualquier persona en unas pocas líneas. Pero lo intentaré. Nací allá por el año 1983 en Madrid pero a los ocho años ya estaba viviendo en Toledo. Por lo tanto, me considero madrileño de nacimiento, toledano de adopción y castellano en términos generales. Los vínculos con Toledo no sólo vienen por ser la ciudad que me vio crecer como persona, sino también por aspectos muy personales.

En cuanto a mi formación, soy Licenciado en Humanidades, poseo el certificado del periodo Docente de Estudios de Doctorado, la Suficiencia Investigadora y el Diploma de Estudios Avanzados (DEA) en el área de Historia con un estudio sobre el visigotismo en el Toledo de los siglos XVI y XVII. Llevo prácticamente una década sumergido en el periodo visigodo a través de su estudio y difusión por medio de publicaciones, tertulias, conferencias, rutas, etc. También colaboro en medios periodísticos y con distintas asociaciones culturales relacionadas con el patrimonio humanístico y la identidad goda. En el año 2013 publiqué La invasión bizantina de Hispania 533-625. El Reino Visigodo frente a la expansión imperial (ed. Almena) y en la primavera de 2014 El esplendor del Reino Visigodo de Toledo (ed. Covarrubias). Actualmente sigo con mi labor de investigación y de estudio que, poco a poco, darán a luz nuevos proyectos.



A.M.R.
-Amigo, ¿y por qué los godos? ¿Qué te atrajo especialmente de esta parte de nuestra historia para estudiarla y reivindicarla? 

D.G.A
Pues no eres el primero que me hace esa pregunta… El pasado godo siempre ha sido una temática que ha tocado una fibra muy sensible en mí pero durante los primeros años de carrera se fue definiendo como mi proyecto de futuro. Incluso más que como un proyecto de futuro visto desde el inicio de los tiempos de la Facultad, me atrevería a definirlo (con total humildad) como un proyecto vital. Todos en esta vida tenemos un proyecto vital, hay veces que las personas están demasiado cegadas por banalidades para verlo, pero así es y yo en cuanto lo vi, decidí ir hacia adelante.

Sobre su estudio y reivindicación son tareas largas en el tiempo porque, por desgracia, es un periodo muy estigmatizado de nuestra Historia, aunque poco a poco se va viendo la luz de la auténtica realidad histórica. Siempre lo digo, lo que ayer fuimos, lo que hoy somos y lo que mañana seremos viene dado, en gran parte, por nuestro pasado godo. Y creo que ésta es una razón más que de peso para estudiar y reivindicar la época visigoda.



Imagen de www.casadellibro.com



A.M.R.
-La presencia bizantina en Hispania es un hecho histórico muy poco conocido, y la verdad es que es difícil encontrar documentación al respecto. ¿Qué nos dirías sobre el tema? ¿Pudo haber más interacción con la población de lo que pensamos? ¿Explicaría ello ciertas influencias bizantinas en la liturgia hispano-gótica, luego llamada mozárabe? 

D.G.A.
Efectivamente, quizá ese fue uno de los motivos que me llevaron a escribir mi primer libro y ahondar en esa relación de “amor-odio” entre visigodos y bizantinos. La influencia debemos buscarla, particularmente, en cuestiones políticas, ideológicas, artísticas y religiosas. No podemos entender el Reino Visigodo de Toledo sin comprender la dimensión del Imperio Romano de Oriente, Bizancio. Debemos tener presente que los grandes faros de dicha época eran en un extremo Constantinopla y en el otro Toledo. Una vez más, el Mediterráneo fue ese canal de interacción que hizo fluir las relaciones. Es muy importante conocer el influjo de Roma y posteriormente de Bizancio sobre nuestra cultura.

La liturgia hispanogoda es uno de nuestros mayores tesoros.



Imagen: Iconostasio extraído de códice hispano-mozárabe



A.M.R.
-¿Puedes decirnos tus referencias historiográficas principales? 

D.G.A.
Siempre me ha gustado tener una amplia formación historiográfica. Las referencias clásicas de Menéndez Pidal y Sánchez Albornoz (recientemente pude estar ante su lugar de descanso eterno y rinderle mi pequeño tributo personal) siempre están presentes pero mis dos grandes influencias a nivel pleno de historiografía visigoda son Luis A. García Moreno y José Orlandis. Sus obras siempre han sido pura inspiración para mí.

Por otro lado, reniego de la visión positivista y materialista de la Historia y apuesto siempre por los postulados de la identidad y de la esencia.


A.M.R.
-Y continuando con ese tema, ¿qué te parecen nombres como…?

D.G.A.
Américo Castro  Simplemente le diría: “con todos mis respetos, pero no”.

Ignacio Olagüe  Sin comentarios.

Claudio Sánchez Albornoz  No hay palabras para definir su grandeza.

Juan Antonio Cebrián  Un gran divulgador de los godos y las noches ya no son iguales sin su voz…

Serafín Fanjul  Me encanta cuando un historiador habla claramente y sin pelos en la lengua como así hace el señor Fanjul.


A.M.R.
-¿A qué crees que se debe que la historia de España esté tan mal contada, a que se haya inoculado tanto auto-odio? ¿Es algo actual o hunde sus raíces en hechos pasados, muchas veces relacionados con determinados proyectos ideológicos? ¿Ocurre esto en otros países, o sólo pasa en España? 

D.G.A.
A mi modo de ver todo se reduce al antiquísimo cainismo intrínseco al español. Sin embargo el problema viene dado cuando la Historia se convierte en un arma, pero en un arma para conseguir determinados fines políticos. En España, a diferencia de lo que sucede en otros países, no hay un “pacto por la educación”, cada comunidad autónoma actúa como reino de taifa y parece que el Neandertal de Castilla-La Mancha era distinto del de Madrid. Todo esto sumado al enfermizo nacionalismo de algunas regiones a la par que la visión de una España totalmente hermética han generado que muchas veces seamos un país de risa.

Actualmente sí que vivimos en los Siglos Oscuros, hemos perdido el contacto con nuestro ser  y nos quieren hacer perder cualquier vínculo con nuestro pasado, con nuestra tradición, con nuestra esencia, con nuestra identidad. Mientras cualquier proyecto ideológico y político no esté basado en el sagrado respeto a nuestra Historia y en el compromiso y deber de actuar acorde con ella, seguiremos yendo a la deriva.



A.M.R.
-Recuerdo que un profesor de Historia Antigua me contaba que siempre las leyendas tienen algo de verdad. Antiguamente, se pensaba que sólo hubo dos colonias griegas en España, sin embargo, contrastaba eso con la cantidad de mitos que los griegos habían proyectado sobre Iberia. Gracias a la arqueología, hoy sabemos que la presencia helénica fue mucho mayor en nuestra Historia Antigua que dos simples colonias. Siendo toledano, ¿qué puedes decirnos de las leyendas y su influencia, tanto en lo bueno como en lo malo? 

D.G.A.
Soy de la opinión de que en cada leyenda hay un poquito de Historia y viceversa. Por otro lado, los historiadores siempre debemos ser fieles a la ciencia histórica y a las fuentes. Esto no es óbice para interpretar y entender que desde los primeros tiempos el hombre ha tenido necesidad de mitos y de leyendas. Realmente podemos decir que en muchos casos el hombre ha movido la Historia a través de esos mitos y leyendas, y es ahí donde el historiador debe separar el grano de la paja pero sin desdeñar esa leyenda de turno. Al contrario, es conveniente que entienda el porqué de esa leyenda y porqué en ese preciso momento histórico.


Imagen de mbasic.facebook.com





A.M.R.
-Dice mi amigo el profesor Manuel Fernández Espinosa que con tanto negar y odiar a España, están haciendo que hablen las piedras. Curiosamente, cuando más se escupe sobre nuestra historia, más comienzan a aparecer hallazgos visigodos, hasta en Córdoba. ¿Cómo ves el futuro de la historiografía española, y más ante la profusión de mitos nacionalistas? 

D.G.A.
Querido Antonio, la Historia es maestra de vida y por mucho que algunos se empeñen en negar y odiar, la verdad siempre sale a la luz. Es más, muchas veces es preciso llegar a la más absoluta oscuridad para poder ver la luz.

En cuanto a la historiografía española y los mitos nacionalistas… Contamos con unos grandísimos historiadores de talla internacional, véase el máximo experto a nivel mundial sobre godos el citado y siempre admirado García Moreno. Por tanto, nuestra Historia va a seguir aportándonos grandes alegrías a pesar de las manipulaciones. Manipulaciones que, insisto, vienen dadas por unos intereses políticos determinados que realmente encierran pérfidos intereses económicos.



A.M.R.
-Daniel, ¿y qué te parece la idealización de Al Andalus? ¿A qué se debe? ¿Por qué se continúa con ello? 

D.G.A.
Como bien señalas en tu pregunta, es pura idealización. He llegado a pensar que puede deberse a un mero interés mercantil por vender un producto que el resto de europeos no tienen. Me recuerda a lo que sucede con el tema del Toledo de las Tres culturas, la tolerancia, etc… Ese “buenismo” que hay que predicar a toda costa, lo “políticamente correcto”.  No sé, parece que hay mucho miedo. Por supuesto que un español debe entender el significado de lo musulmán y de lo judío, negarlo sería absurdo. Pero no por ello hay que ensalzar el “paradisíaco” Al-Andalus en contra posición de los herederos del Regnum Gothorum, los reinos cristianos del norte. Debemos tener claro de donde venimos para saber si realmente vamos por el camino adecuado.


A.M.R.
-¿Puedes hablarnos de otras aficiones que ocupen tu tiempo? Porque no sólo de Historia vive el hombre…

Hay veces que sí pienso que el hombre, al menos éste, sólo vive de Historia jejejeje. Me gusta leer material que no sólo sea de contenido histórico, viajar, estar con mi gente, pasear, también soy un cinéfilo empedernido y seguidor de muchas series de TV. Y tampoco quiero olvidarme de la importancia que tiene para mí y para mi tiempo el respeto a los animales y a la naturaleza.

Realmente, soy un defensor del octavo día de la semana puesto que me falta tiempo para hacer todo lo que me gustaría.


A.M.R.
-¿Cuáles son tus proyectos para el futuro?

D.G.A.
Pues actualmente ando sumergido en varios proyectos, pero en los últimos días ha surgido uno que me ha llenado de especial alegría y que por supuesto va ligado a los godos. No puedo adelantar mucho más, de momento, así que emplazo a toda persona interesada a que me siga por facebook.


A,.M.R.
-Y bueno, para terminar, Daniel, sin escatimar agradecimientos, te damos absoluta carta blanca:

D.G.A.
Ante todo, quería darte las gracias especialmente a ti, Antonio, por esta entrevista y mandarte un gran abrazo godo desde Toledo hasta Perú. Para concluir, espero que todos los lectores disfruten con esta charla y que Leovigildo, Recaredo, Sisebuto, Wamba y compañía estén siempre con ellos.






PARA COMPRAR LOS LIBROS DE DANIEL GÓMEZ ARAGONÉS:

EL ESPLENDOR DEL REINO VISIGODO DE TOLEDO - D ...






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viernes, 26 de septiembre de 2014

HISTORIA DE UN ALEMÁN. De Sebastian Haffner

Ficha:
Título: HISTORIA DE UNA ALEMÁN. MEMORIAS 1914-1933
Autor: Sebastian Haffner
Editorial; Destino 2014.
Páginas: 312



"Portada del libro"


Luis Gómez

Algunas veces, en mis paseos por los grandes almacenes o por las bibliotecas o librerías de gran tamaño, ojeo los volúmenes que se exponen en los anaqueles, y como por instinto, alargo la mano y ojeo las portadas y carátulas de autores o ejemplares que me llaman la atención.

Por lo general suelen ser libros o autores que no conozco con antelación, y de los que espero aprender algo y, tras la lectura de sus páginas, ganarme su admiración, para así, poder buscar y leer más libros de ese mismo autor.

Este año, al ser el aniversario de la IGM, las estanterías están llenas con publicaciones que cuentan historias sobre este tema. Las editoriales buscan así reflotar a viejas glorias, dar a conocer nuevos autores o simplemente aprovechar el tirón para hacer caja.

En esa tesitura, un buen día me agencié el libro “Historia de una alemán” de Sebastian Haffner.
Sebastian es un seudónimo que el autor, Raimund Pretzel, adoptaría durante su exilio allá en Inglaterra.

El auge del nazismo en la Alemania de los años treinta, hará que muchos ciudadanos alemanes huyesen de su país para refugiarse, con más o menos fortuna, en países cercanos. Haffner huyó a Inglaterra, junto con su novia judía, y allí fue donde adoptaría ese seudónimo cuya finalidad era evitar que el resto de su familia, aún en Alemania, sufriese represalias por parte de los nazis.

Sebastian se dedicaría a la historia y a escribir en prensa británica primero, y una vez acabada la guerra en la década de los cincuenta, tras su regreso a su país, lo haría ya en periódicos alemanes. Haffner Se mostró un furibundo detractor de Hitler y de sus políticas y siempre simpatizó por el republicanismo o las ideas de los partidos de izquierdas.

Según se nos informa en la carátula del libro, “Historia de un alemán” es un trabajo póstumo del autor Raimund Pretzel, acabado a finales de los años treinta pero nunca publicado por el autor en vida, ni en su Alemania natal ni en Inglaterra.

Sea como fuese, mi desengaño ha sido considerable. El libro está tratado como un libro de memorias, donde el autor repasa su vida en su Alemania natal, mientras los acontecimientos van sucediéndose y él los va relatando desde su recuerdo. Si bien la idea es buena, la construcción del relato es insuficiente, y en algunos casos más parece una novela que un libro autobiográfico.

El lector se queda con ganas de saber algo más que lo evidente sobre esos años, y Raimund mismo lo reconoce, al decir en una de sus páginas: “¿Me equivoco o acaso llegados a este punto no estoy oyendo de verdad cómo algún lector que otro de los que hasta ahora me han brindado su paciencia y su buena voluntad ojea el libro algo inquieto? Un gesto que, expresado en palabras, diría algo así: ¿De qué va todo esto? ¿Qué nos importa a nosotros que en el Berlín de 1933 un joven llamado X temiera por la vida de su novia porque ésta llegaba tarde a una cita…” Y es que hasta ese entonces, (transcurrida la lectura de más de la mitad del libro) sólo habremos podido leer algo obvio y sin trascendencia alguna. Apuntes personales sobre como un joven se enfrentaba a las penurias o a las carestías propias de un país inmerso en dificultades económicas por haber perdido una guerra, la adolescencia y los primeros amores de juventud.



"Raimund Pretzel (a) Sebastian Haffner"

Se echa en falta alguna matización más profunda sobre el porqué de esos acontecimientos. Sobre la deriva política del país. Algo de introspección más personal sobre el sentir general de toda una nación, que poco a poco, fue asumiendo unos planteamientos políticos e ideológicos que la abocarían al mayor desastre de su Historia, y del que por el contrario, el propio Sebastian dice no saber mucho pues “no estuvo en los escenarios principales de la noticia” como cuando se quemó el Reichstag o se sucedieron las noches de los cristales rotos etc.  

El libro transcurre sin ese aliciente, y por muy sentida y vívida que sean sus experiencias, y por muy extrapolables que sean a otras vidas de la misma época, no son lo suficientemente atrayentes como para enganchar al lector en una lectura intensa y apasionada.

El libro narra su vivencia personal en diferentes ambientes, tales como su trabajo como pasante, su “mundo” y el de sus amistades, el cambio irracional que adoptan conocidos o antiguos amigos, que de repente pasan a militar en el partido hitleriano, y en definitiva, como todo se va desmoronando ante sus ojos y como con el paso de los meses, sus amistades, sus convicciones, o las de la gente que lo rodea van cambiando y como él, ante esos cambios tan radicales, se inclina por tomar una decisión trascendental: marcharse o “despedirse”, como dice el autor.

Para nada ahonda en la génesis de esos cambios. No explica el porqué diferentes personas, de diferentes ámbitos y clases sociales, de la noche a la mañana pasan a creer en algo, que unos meses antes no se habrían planteado.

Sea como fuese, a mi modo de ver, “Historia de una alemán” no es el mejor trabajo de Sebastian Haffner, y deberá de pasar algún tiempo para que me decida a comprar otro libro del mismo autor, pues en mi primera experiencia literaria con él, no me ha enganchado lo suficiente, tal y como si lo hicieron otros, como Jünger con sus "Tempestades de Acero", o Marc Ferro, "La Gran Guerra, 1914-1918" por ejemplo