EL PROVIDENCIALISMO ESPAÑOL DEL SIGLO XX
Manuel Fernández Espinosa
Es justo poner junto a "Defensa de la hispanidad" de Ramiro de Maeztu (1934) y a la "Idea de la hispanidad" de Manuel García Morente (1938) una obra todavía menos conocida que éstas: "El destino de España en la Historia Universal", cuyo autor fue el P. Zacarías García Villada (S.J.) y que en principio fueron dos conferencias que su autor pronunció en la primavera del año 1935, bajo el techo de Acción Española. La insigne revista Acción Española se apresuró a publicar el texto de estas conferencias y posteriormente, en el aciago año 1936, el texto sería dado a la estampa con algunas adiciones, publicándose por la Editorial Cultura Española.
Zacarías García Villada había nacido el 16 de marzo de 1879 en Gatón de los Campos (Valladolid). Ingresó en la Compañía de Jesús el año 1894 y estudió en España y en el extranjero, formándose en Teología, Filosofía e Historia. Fue ordenado sacerdote en Innsbruck el año 1909. Tras su retorno a España trabajó para los archivos de la Corona de Aragón (1911-1912), colaboró en la edición de la "Crónica de Alfonso III" (1918) y elaboró el "Catálogo de los códices de la Catedral de León" (1919), sus obras capitales fueron "Historia eclesiástica de España" y "Paleografía española". García Villada fue un pionero de la metodología histórica en España; y en el campo paleográfico es considerado como el digno continuador de aquel erudito P. Flórez, alma de la monumental obra "España sagrada. Teatro geográfico-histórico de la Igleisa de España". Tuvo un vínculo muy estrecho con el ICAI (Instituto Católico de Artes e Industrias), escuela de ingeniería de la que sería Universidad Pontificia de Comillas. Trabajó codo con codo con el también padre ignaciano, el eminente historiador P. Antonio Astrain (1857-1928), ayudándole en la monumental historia de la Compañía de Jesús que preparaba el P. Astrain; por su lado, en lo que atañe a sus investigaciones propias, García Villada recopiló como unas 30.000 fichas y 2.000 diapositivas de códices medievales, a los que amorosamente dedicaba su estudio; pero con el advenimiento de la II República y los tumultos incendiarios que la inauguraron, el fruto de su trabajo fue destruido; poco después la II República expulsa a la Compañía de Jesús, empero el P. García Villada permanece en España y es en esta circunstancia cuando nuestro historiador jesuita se convierte en un hombre de acción. Suspendida la actividad docente por orden gubernamental, García Villada reorganizará en un chalet del Paseo de Rosales un centro docente para reanudar las clases, bajo el nombre de Didaskalion, reuniendo a unos 350 alumnos del antiguo colegio jesuita de Areneros. Su labor científica fue incluso reconocida por eminencias republicanas, como D. Claudio Sánchez Albornoz y en 1935 se le nombró miembro de número de la Real Academia de la Historia; incluso se le propuso por parte del gobierno que le darían protección a cambio de distanciarse de la Compañía de Jesús (que había sido expulsada, pero continuaba su labor en la clandestinidad), el vallisoletano se negó rotundamente a renegar. Una vez que estalló la guerra, se refugió en casa de unos sobrinos madrileños, pero se le apresó y "El destino de España en la Historia Universal" fue el gran delito por el que los milicianos lo asesinaron en la carretera de Vicálvaro, el 1 de octubre de 1936.
La organización que acogió estas conferencias del P. García Villada fue Acción Española. Esta sociedad cultural, además de revista, fue una escuela de pensamiento que empezó su andadura en Madrid a partir de diciembre de 1931, congregando a personalidades de la cultura española de diversas procedencias, aunque todas ellas coincidentes en un ideario conservador, católico, monárquico y contra-revolucionario. Bajo la dirección de Ramiro de Maeztu empezaron a concentrarse en Acción Española relevantes monárquicos, tanto carlistas como alfonsinos. Algunos han querido ver en Acción Española una copia de la Acción Francesa de Charles Maurras, pero fue algo más que eso: si bien es cierto que el nombre de Acción Francesa pudo servir como inspiradora para la Acción Española, las coordenadas intelectuales eran bien distintas. Así lo señalaba Gonzalo Fernández de la Mora en un artículo de la revista Razón Española: "Acción Francesa era positivista, paganizante, determinista y nacionalista, mientras que Acción Española era iusnaturalista, católica, providencialista e hispánica, o sea, ecuménica. A Maurras le gustaba lo clásico, y a Maeztu lo barroco. Ni siquiera coincidían en la monarquía, porque la francesa era absolutista, mientras que la española era limitada. En el mimetismo nominal y en ciertas afinidades personales se ha apoyado una falsa interpretación maurrasiana de la corriente española [...] Erróneo paralelismo".
Zacarías García Villada había nacido el 16 de marzo de 1879 en Gatón de los Campos (Valladolid). Ingresó en la Compañía de Jesús el año 1894 y estudió en España y en el extranjero, formándose en Teología, Filosofía e Historia. Fue ordenado sacerdote en Innsbruck el año 1909. Tras su retorno a España trabajó para los archivos de la Corona de Aragón (1911-1912), colaboró en la edición de la "Crónica de Alfonso III" (1918) y elaboró el "Catálogo de los códices de la Catedral de León" (1919), sus obras capitales fueron "Historia eclesiástica de España" y "Paleografía española". García Villada fue un pionero de la metodología histórica en España; y en el campo paleográfico es considerado como el digno continuador de aquel erudito P. Flórez, alma de la monumental obra "España sagrada. Teatro geográfico-histórico de la Igleisa de España". Tuvo un vínculo muy estrecho con el ICAI (Instituto Católico de Artes e Industrias), escuela de ingeniería de la que sería Universidad Pontificia de Comillas. Trabajó codo con codo con el también padre ignaciano, el eminente historiador P. Antonio Astrain (1857-1928), ayudándole en la monumental historia de la Compañía de Jesús que preparaba el P. Astrain; por su lado, en lo que atañe a sus investigaciones propias, García Villada recopiló como unas 30.000 fichas y 2.000 diapositivas de códices medievales, a los que amorosamente dedicaba su estudio; pero con el advenimiento de la II República y los tumultos incendiarios que la inauguraron, el fruto de su trabajo fue destruido; poco después la II República expulsa a la Compañía de Jesús, empero el P. García Villada permanece en España y es en esta circunstancia cuando nuestro historiador jesuita se convierte en un hombre de acción. Suspendida la actividad docente por orden gubernamental, García Villada reorganizará en un chalet del Paseo de Rosales un centro docente para reanudar las clases, bajo el nombre de Didaskalion, reuniendo a unos 350 alumnos del antiguo colegio jesuita de Areneros. Su labor científica fue incluso reconocida por eminencias republicanas, como D. Claudio Sánchez Albornoz y en 1935 se le nombró miembro de número de la Real Academia de la Historia; incluso se le propuso por parte del gobierno que le darían protección a cambio de distanciarse de la Compañía de Jesús (que había sido expulsada, pero continuaba su labor en la clandestinidad), el vallisoletano se negó rotundamente a renegar. Una vez que estalló la guerra, se refugió en casa de unos sobrinos madrileños, pero se le apresó y "El destino de España en la Historia Universal" fue el gran delito por el que los milicianos lo asesinaron en la carretera de Vicálvaro, el 1 de octubre de 1936.
La organización que acogió estas conferencias del P. García Villada fue Acción Española. Esta sociedad cultural, además de revista, fue una escuela de pensamiento que empezó su andadura en Madrid a partir de diciembre de 1931, congregando a personalidades de la cultura española de diversas procedencias, aunque todas ellas coincidentes en un ideario conservador, católico, monárquico y contra-revolucionario. Bajo la dirección de Ramiro de Maeztu empezaron a concentrarse en Acción Española relevantes monárquicos, tanto carlistas como alfonsinos. Algunos han querido ver en Acción Española una copia de la Acción Francesa de Charles Maurras, pero fue algo más que eso: si bien es cierto que el nombre de Acción Francesa pudo servir como inspiradora para la Acción Española, las coordenadas intelectuales eran bien distintas. Así lo señalaba Gonzalo Fernández de la Mora en un artículo de la revista Razón Española: "Acción Francesa era positivista, paganizante, determinista y nacionalista, mientras que Acción Española era iusnaturalista, católica, providencialista e hispánica, o sea, ecuménica. A Maurras le gustaba lo clásico, y a Maeztu lo barroco. Ni siquiera coincidían en la monarquía, porque la francesa era absolutista, mientras que la española era limitada. En el mimetismo nominal y en ciertas afinidades personales se ha apoyado una falsa interpretación maurrasiana de la corriente española [...] Erróneo paralelismo".
"El destino de España en la Historia Universal" del P: Zacarías García Villada es el mejor exponente que Acción Española pudo aportar en materia de Filosofía de la Historia. Son veinticinco capítulos de diversa extensión los que conforman este libro. La vasta erudición de su autor nos guía por la historia de España, desde el alborear de su historia hasta nuestros días, para examinar en los capítulos más grandiosos de la misma el caracter eminentemente universalista (católico) de España. Estamos ante un libro de Filosofía de la Historia (que, como "La ciudad de Dios" de San Agustín o el "Discurso sobre la Historia Universal" del P. Bossuet, participa de una concepción providencialista del decurso de las sociedades).
García Villada pretendió satisfacer una demanda intelectual para Acción Española: "concretar con precisión, con dialéctica, y sobre base histórica escalonada e irrefragable, cuál es el destino de España en la Historia Universal". Preguntarse aquí por el destino de España, como se entenderá, no significa adivinar su futuro a manera de un augur; lo que se pretende es superar la curiosidad por los hechos históricos, para "reflexionando sobre ellos" estudiar "las leyes generales que rigen su desenvolvimiento", pues es de esta forma como puede influir en las directrices sociales, transfigurando la realidad al dotarse de valor social.
Adentrándose así en la historia de España, lo que García Villada descubre es la vocación universalista que se patenta en España como vector constante: "cobijar bajo su mando a todos los pueblos del mundo". No se trata de un estrecho nacionalismo ni de un bastardo imperialismo egoísta, sino que es expresión de la catolicidad (universalidad) de España, cuyo destino ha sido desde lo más remoto, abrazar el cristianismo y propagarlo por el orbe: "En armonía con este fin sobrenatural [la felicidad eterna en los cielos] de cada Individuo está el fin peculiar de la Colectividad o de las Naciones. Este no yace encerrado en ellas mismas, sino que las trasciende".
García Villada descubre en el carácter nacional las notas de "universalidad" y "particularismo". El particularismo, su egoísmo y mezquindad, han supuesto siempre la perdición de España, mientras que el universalismo ha sido el impulso que la ha llevado siempre a más grandes destinos: los emperadores romanos de origen hispano (Trajano, Marco Aurelio) rigieron el Imperio Romano con recia mano hispánica, hasta tal punto que pudiéramos decir que, extranjeros en Roma, los españoles fuimos más romanos que los mismos romanos; más tarde se diría aquello, muy similar, que tanto le gustaba repetir a D. Álvaro d'Ors: los españoles somos "más papistas que el Papa".
García Villada ve el sentido hispano y universalista en aquellos emperadores hispanos de la pagana Roma, lo mismo que en el primer poeta del cristianismo, nuestro Aurelio Prudencio (vascón) y el lusitano Paulo Orosio y, más tarde, San Leandro y San Isidoro de Sevilla. La fundación de España no está, como algunos indocumentados sostienen a día de hoy, ni en 1812 ni menos todavía en 1978. Ahí -decimos nosotros- están sus extravíos.
España es la más antigua de las naciones: "La nación española nació y se afirmó, políticamente, el año 573, bajo el cetro de Leovigildo, y espiritualmente el 8 de mayo de 589, bajo Recaredo" -nos dice García Villada. En efecto, Leovigildo unificó el territorio y derogó la ley que prohibía los matrimonios mixtos (entre hispano-romanos y visigodos) y, en una segunda fase, asistimos a la unificación religiosa merced a la conversión de Recaredo (secundado por la mayoría de su pueblo godo) en el III Concilio de Toledo: 8 de mayo del año 589.
"El Estado era una organización Teocrático-aristocrática, muy parecida a la del pueblo de Israel, con su Monarca, ungido por la Iglesia para darle cierto aspecto de inviolabilidad. Ese Monarca y el Aula Regia, compuesta de los magnates seculares y de los Obispos, son los que, reunidos en Concilios o Asambleas mixtas, dirigen al pueblo, pero esta dirección va encaminada siempre, ideal y realmente, a la consecución del bienestar de ese pueblo, en el que entra, ante todo y sobre todo, la defensa de su fe. Por eso consideran fuera de la ley a toda religión que no sea la Católica".
La unidad de España, por lo tanto, se alcanzó en una fecha tan temprana que, cuestionar esta unidad en virtud de particularismos lingüísticos, culturales, etcétera solo podría pasársele por la cabeza a un moderno. Lo que destruiría esta unidad tempranamente alcanzada sería la irrupción del mahometanismo en el año 711 que vino a invadir España y dominarla durante ocho siglos. En esos ocho siglos se asistirá a una "guerra divinal"* contra el invasor: los españoles, desde Asturias y otros focos, pugnarán por la restauración de la Hispania Gothorum para cumplir su destino providencial. Por eso, aunque en nuestra anómala Edad Media surgen regiones con distintas lenguas y costumbres, en los momentos álgidos, todos reconocen al descendiente del trono astur-leonés-castellano como Emperador de las Españas y apenas hay disputa en ello, pese al celoso egoísmo de algunos que siempre hostigaron la unidad de España por defender sus intereses propios.
La toma de Granada marcará la fecha de nuestra reconstitución nacional. El descubrimiento de América ensanchará nuestros horizontes, para la propagación de nuestra lengua y nuestra Santa Fe Católica. La expulsión de los judíos y, más tarde, de los moriscos, además de conveniente, fue beneficiosa. La Inquisición seguiría velando por la integridad religiosa de la nación, vigilando a los falsos conversos que corrompían nuestra moral nacional y salvándola de la contaminación pestilencial del protestantismo extra-pirenaico. Carlos I de España, el Concilio de Trento, la Compañía de Jesús, Felipe II... en todo ello se manifiesta la universalidad de España que estuvo a punto de realizar el gran sueño de nuestro Siglo de Oro (la restauración de la mítica Edad de Oro que anhelaba Don Quijote de la Mancha, que cantaba el Capitán Aldana y Hernando de Acuña), a saber, en formulación del soneto oracular de Hernando de Acuña: "una grey y un pastor solo en el suelo", "un Monarca, un Imperio y una Espada".
La decadencia vendría después. Pero todavía peor que la pérdida del poderío "es la desviación del espíritu nacional" -dice García Villada; y el autor nos cita literalmente un párrafo del escritor francés Louis Bertrand que dice, nada más y nada menos, lo siguiente: "Bajo la influencia extranjera, y en particular francesa, perdió el alma española su unidad moral y aun su unidad intelectual, que en el reino del arte y en el del pensamiento habían creado obras sin par. Ideas exóticas la combaten, ideas que serían el fermento de las próximas revoluciones, que conmoverán durante todo el siglo XIX y los tiempos actuales a la Península Ibérica".
Las elites se han intoxicado de extranjerismo: "Los políticos, los literatos, los filósofos de los siglos XVIII y XIX van casi todos unidos al carro francés. De allí nos traen el enciclopedismo, el liberalismo y la democracia, erróneos en sí mismos, y opuestos al carácter español".
Para García Villada, en la España de los años 30 del siglo XX, solo hay dos grandes bloques antagónicos, dos ideas con "eficacia suficiente para retener dentro de sus cuadros... a una parte de nuestros compatriotas": el Tradicionalismo y el Socialismo, mientras que "las otras tendencias se acomodan a un lado y a otro, según los vientos que soplan. Son los Judas o los Pilatos". Para nuestro filósofo de la historia "El Tradicionalismo, que sostuvo dos guerras civiles por el ideal genuino español, a costa de su sangre y de su dinero" es la representación de la Ciudad de Dios, en términos agustinianos, mientras el socialismo encarna la Ciudad del Diablo.
El gran drama en que se debate España en los prolegómenos de la Guerra Civil consiste en la incapacidad que muestran sus líderes políticos y sociales por ofrecer un ideal a España. Pero como estos ignoran su historia y su carácter propio van a buscarlo fuera y lo encuentran en "folletos extranjeros"; "y pretenden, tanto en la derecha como en la izquierda, convencer a la masa con nombres y teorías ininteligibles". A esto hay que sumarle "la pérdida del espíritu genuinamente religioso" y nótese aquí que García Villada no reprocha solo a las políticas laicistas republicanas esta pérdida, sino que reprocha a esos católicos tibios que "van a misa como quien va a dejar una tarjeta a casa de un amigo: por cumplimiento". En cuanto a las políticas anticatólicas que sistemáticamente ejecuta la II República, García Villada entiende que la aniquilación de la enseñanza religiosa supone la "decapitación de nuestra historia".
Las dos grandes causas psicológicas de nuestra decadencia son la incapacidad de las elites dirigentes y la envidia con su rencor:
"La incapacidad es el gran defecto de los que están al frente de los destinos de España. Quieren formar una nueva conciencia nacional, y ni saben, ni aciertan a hacerlo".
"La incapacidad del Estado español para dirigir a la nación es algo que está en la conciencia de la mayoría de los ciudadanos. Ejemplo palmario lo tenemos en la enseñanza oficial, convertida en granjería de una buena parte de catedráticos... Claro que esto indica que la sociedad que lo patrocina o lo consiente no está a mayor nivel".
La envidia "es otro de los corrosivos de nuestra nacionalidad" y a la envidia le va a la zaga el "rencor": "Toda nuestra historia está plagada de efectos funestos producidos por esta pasión".
España ha sido apeada de la historia: "Hoy ni como pueblo, ni como individuos figuramos para casi nada en la marcha de la Humanidad. Hemos perdido la dirección en los asuntos internacionales y, más aún, en el pensamiento universal. Queremos rehacernos, pero no damos con el camino". Para solucionar la cuestión no cabe, según García Villada, sino la fidelidad a lo que fuimos y somos: "Antes de emprender nuevas conquistas, es preciso que España se recobre a sí misma, no con laicismos, ni con posibilismos estériles, sino con integralismos plenos y fecundos".
VALORACIÓN
He querido ofrecer una aproximación a "El destino de España en la Historia Universal" del P. Zacarías García Villada, animando con ello a la adquisición de este libro y a su estudio. Este artículo no es, por lo tanto, un exhaustivo estudio del libro de García Villada. Después de una primera lectura de "El destino de España..." creo que el libro merece estar a la altura de la gran obra maestra de D. Ramiro de Maeztu: "Defensa de la hispanidad" y de la no menos hermosa de D. Manuel García Morente: "Idea de la hispanidad".
La actualidad y vigencia de "El destino de España..." es innegable por la enorme falsificación que de España se ha operado desde 1978. Se ha practicado una sustitución de la religión católica por el fundamentalismo democrático, elevando a dogmas ciertos tópicos que pasan por valores intocables. Cuando estos sujetos que campan a sus anchas en el espacio público y en nuestras televisiones invocan los "valores democráticos" como contención (por ejemplo, del terrorismo islámico) es imposible no reírse, aunque la cosa no sea para risa. Frente a una amenaza como esa, invocar los valores democráticos, liberales y laicistas es como querer defenderse de las balas poniendo un papel delante.
Capítulo especial merecerá la consideración del catolicismo post-conciliar en su relación con el destino de España. Si España tiene como destino providencial la Monarquía Universal (Católica), como se desprende del precioso libro del P. García Villada, es impracticable tal destino mientras las altas jerarquías clericales (no solo de España, sino de la misma Ciudad Eterna) no vuelvan a la rectísima doctrina católica.
El veredicto final de García Villada nos interpela:
"España, Católica oficialmente, será también el brazo del Universalismo y de la Catolicidad. España, atea o laica oficialmente, no será nada y se derrumbará...".
Nosotros somos más pesimistas todavía: España no puede ser católica estrictamente mientras la Iglesia Católica española no sacuda de sí sus complejos y reintegre perfectamente la misión espiritual con la misión política de España.
-----------------------------------
*Guerra divinal: así denominó a la Reconquista nuestro Alonso de Cartagena (1384-1456), humanista, historiador y diplomático. El mismo autor señalaría la singularidad ibérica de esta guerra.
BIBLIOGRAFÍA:
Zacarías García Villada, "El destino de España en la Historia Universal", Tercera Edición Aumentada, Gráficas Nebrija, Madrid, 1948.
Luis García Iglesias, "El P. Zacarías García Villada, académico, historiador y jesuita", Universidad Pontificia de Comillas, Madrid, 1994.
García Villada pretendió satisfacer una demanda intelectual para Acción Española: "concretar con precisión, con dialéctica, y sobre base histórica escalonada e irrefragable, cuál es el destino de España en la Historia Universal". Preguntarse aquí por el destino de España, como se entenderá, no significa adivinar su futuro a manera de un augur; lo que se pretende es superar la curiosidad por los hechos históricos, para "reflexionando sobre ellos" estudiar "las leyes generales que rigen su desenvolvimiento", pues es de esta forma como puede influir en las directrices sociales, transfigurando la realidad al dotarse de valor social.
Adentrándose así en la historia de España, lo que García Villada descubre es la vocación universalista que se patenta en España como vector constante: "cobijar bajo su mando a todos los pueblos del mundo". No se trata de un estrecho nacionalismo ni de un bastardo imperialismo egoísta, sino que es expresión de la catolicidad (universalidad) de España, cuyo destino ha sido desde lo más remoto, abrazar el cristianismo y propagarlo por el orbe: "En armonía con este fin sobrenatural [la felicidad eterna en los cielos] de cada Individuo está el fin peculiar de la Colectividad o de las Naciones. Este no yace encerrado en ellas mismas, sino que las trasciende".
García Villada descubre en el carácter nacional las notas de "universalidad" y "particularismo". El particularismo, su egoísmo y mezquindad, han supuesto siempre la perdición de España, mientras que el universalismo ha sido el impulso que la ha llevado siempre a más grandes destinos: los emperadores romanos de origen hispano (Trajano, Marco Aurelio) rigieron el Imperio Romano con recia mano hispánica, hasta tal punto que pudiéramos decir que, extranjeros en Roma, los españoles fuimos más romanos que los mismos romanos; más tarde se diría aquello, muy similar, que tanto le gustaba repetir a D. Álvaro d'Ors: los españoles somos "más papistas que el Papa".
García Villada ve el sentido hispano y universalista en aquellos emperadores hispanos de la pagana Roma, lo mismo que en el primer poeta del cristianismo, nuestro Aurelio Prudencio (vascón) y el lusitano Paulo Orosio y, más tarde, San Leandro y San Isidoro de Sevilla. La fundación de España no está, como algunos indocumentados sostienen a día de hoy, ni en 1812 ni menos todavía en 1978. Ahí -decimos nosotros- están sus extravíos.
España es la más antigua de las naciones: "La nación española nació y se afirmó, políticamente, el año 573, bajo el cetro de Leovigildo, y espiritualmente el 8 de mayo de 589, bajo Recaredo" -nos dice García Villada. En efecto, Leovigildo unificó el territorio y derogó la ley que prohibía los matrimonios mixtos (entre hispano-romanos y visigodos) y, en una segunda fase, asistimos a la unificación religiosa merced a la conversión de Recaredo (secundado por la mayoría de su pueblo godo) en el III Concilio de Toledo: 8 de mayo del año 589.
"El Estado era una organización Teocrático-aristocrática, muy parecida a la del pueblo de Israel, con su Monarca, ungido por la Iglesia para darle cierto aspecto de inviolabilidad. Ese Monarca y el Aula Regia, compuesta de los magnates seculares y de los Obispos, son los que, reunidos en Concilios o Asambleas mixtas, dirigen al pueblo, pero esta dirección va encaminada siempre, ideal y realmente, a la consecución del bienestar de ese pueblo, en el que entra, ante todo y sobre todo, la defensa de su fe. Por eso consideran fuera de la ley a toda religión que no sea la Católica".
La unidad de España, por lo tanto, se alcanzó en una fecha tan temprana que, cuestionar esta unidad en virtud de particularismos lingüísticos, culturales, etcétera solo podría pasársele por la cabeza a un moderno. Lo que destruiría esta unidad tempranamente alcanzada sería la irrupción del mahometanismo en el año 711 que vino a invadir España y dominarla durante ocho siglos. En esos ocho siglos se asistirá a una "guerra divinal"* contra el invasor: los españoles, desde Asturias y otros focos, pugnarán por la restauración de la Hispania Gothorum para cumplir su destino providencial. Por eso, aunque en nuestra anómala Edad Media surgen regiones con distintas lenguas y costumbres, en los momentos álgidos, todos reconocen al descendiente del trono astur-leonés-castellano como Emperador de las Españas y apenas hay disputa en ello, pese al celoso egoísmo de algunos que siempre hostigaron la unidad de España por defender sus intereses propios.
La toma de Granada marcará la fecha de nuestra reconstitución nacional. El descubrimiento de América ensanchará nuestros horizontes, para la propagación de nuestra lengua y nuestra Santa Fe Católica. La expulsión de los judíos y, más tarde, de los moriscos, además de conveniente, fue beneficiosa. La Inquisición seguiría velando por la integridad religiosa de la nación, vigilando a los falsos conversos que corrompían nuestra moral nacional y salvándola de la contaminación pestilencial del protestantismo extra-pirenaico. Carlos I de España, el Concilio de Trento, la Compañía de Jesús, Felipe II... en todo ello se manifiesta la universalidad de España que estuvo a punto de realizar el gran sueño de nuestro Siglo de Oro (la restauración de la mítica Edad de Oro que anhelaba Don Quijote de la Mancha, que cantaba el Capitán Aldana y Hernando de Acuña), a saber, en formulación del soneto oracular de Hernando de Acuña: "una grey y un pastor solo en el suelo", "un Monarca, un Imperio y una Espada".
La decadencia vendría después. Pero todavía peor que la pérdida del poderío "es la desviación del espíritu nacional" -dice García Villada; y el autor nos cita literalmente un párrafo del escritor francés Louis Bertrand que dice, nada más y nada menos, lo siguiente: "Bajo la influencia extranjera, y en particular francesa, perdió el alma española su unidad moral y aun su unidad intelectual, que en el reino del arte y en el del pensamiento habían creado obras sin par. Ideas exóticas la combaten, ideas que serían el fermento de las próximas revoluciones, que conmoverán durante todo el siglo XIX y los tiempos actuales a la Península Ibérica".
Las elites se han intoxicado de extranjerismo: "Los políticos, los literatos, los filósofos de los siglos XVIII y XIX van casi todos unidos al carro francés. De allí nos traen el enciclopedismo, el liberalismo y la democracia, erróneos en sí mismos, y opuestos al carácter español".
Para García Villada, en la España de los años 30 del siglo XX, solo hay dos grandes bloques antagónicos, dos ideas con "eficacia suficiente para retener dentro de sus cuadros... a una parte de nuestros compatriotas": el Tradicionalismo y el Socialismo, mientras que "las otras tendencias se acomodan a un lado y a otro, según los vientos que soplan. Son los Judas o los Pilatos". Para nuestro filósofo de la historia "El Tradicionalismo, que sostuvo dos guerras civiles por el ideal genuino español, a costa de su sangre y de su dinero" es la representación de la Ciudad de Dios, en términos agustinianos, mientras el socialismo encarna la Ciudad del Diablo.
El gran drama en que se debate España en los prolegómenos de la Guerra Civil consiste en la incapacidad que muestran sus líderes políticos y sociales por ofrecer un ideal a España. Pero como estos ignoran su historia y su carácter propio van a buscarlo fuera y lo encuentran en "folletos extranjeros"; "y pretenden, tanto en la derecha como en la izquierda, convencer a la masa con nombres y teorías ininteligibles". A esto hay que sumarle "la pérdida del espíritu genuinamente religioso" y nótese aquí que García Villada no reprocha solo a las políticas laicistas republicanas esta pérdida, sino que reprocha a esos católicos tibios que "van a misa como quien va a dejar una tarjeta a casa de un amigo: por cumplimiento". En cuanto a las políticas anticatólicas que sistemáticamente ejecuta la II República, García Villada entiende que la aniquilación de la enseñanza religiosa supone la "decapitación de nuestra historia".
Las dos grandes causas psicológicas de nuestra decadencia son la incapacidad de las elites dirigentes y la envidia con su rencor:
"La incapacidad es el gran defecto de los que están al frente de los destinos de España. Quieren formar una nueva conciencia nacional, y ni saben, ni aciertan a hacerlo".
"La incapacidad del Estado español para dirigir a la nación es algo que está en la conciencia de la mayoría de los ciudadanos. Ejemplo palmario lo tenemos en la enseñanza oficial, convertida en granjería de una buena parte de catedráticos... Claro que esto indica que la sociedad que lo patrocina o lo consiente no está a mayor nivel".
La envidia "es otro de los corrosivos de nuestra nacionalidad" y a la envidia le va a la zaga el "rencor": "Toda nuestra historia está plagada de efectos funestos producidos por esta pasión".
España ha sido apeada de la historia: "Hoy ni como pueblo, ni como individuos figuramos para casi nada en la marcha de la Humanidad. Hemos perdido la dirección en los asuntos internacionales y, más aún, en el pensamiento universal. Queremos rehacernos, pero no damos con el camino". Para solucionar la cuestión no cabe, según García Villada, sino la fidelidad a lo que fuimos y somos: "Antes de emprender nuevas conquistas, es preciso que España se recobre a sí misma, no con laicismos, ni con posibilismos estériles, sino con integralismos plenos y fecundos".
VALORACIÓN
He querido ofrecer una aproximación a "El destino de España en la Historia Universal" del P. Zacarías García Villada, animando con ello a la adquisición de este libro y a su estudio. Este artículo no es, por lo tanto, un exhaustivo estudio del libro de García Villada. Después de una primera lectura de "El destino de España..." creo que el libro merece estar a la altura de la gran obra maestra de D. Ramiro de Maeztu: "Defensa de la hispanidad" y de la no menos hermosa de D. Manuel García Morente: "Idea de la hispanidad".
La actualidad y vigencia de "El destino de España..." es innegable por la enorme falsificación que de España se ha operado desde 1978. Se ha practicado una sustitución de la religión católica por el fundamentalismo democrático, elevando a dogmas ciertos tópicos que pasan por valores intocables. Cuando estos sujetos que campan a sus anchas en el espacio público y en nuestras televisiones invocan los "valores democráticos" como contención (por ejemplo, del terrorismo islámico) es imposible no reírse, aunque la cosa no sea para risa. Frente a una amenaza como esa, invocar los valores democráticos, liberales y laicistas es como querer defenderse de las balas poniendo un papel delante.
Capítulo especial merecerá la consideración del catolicismo post-conciliar en su relación con el destino de España. Si España tiene como destino providencial la Monarquía Universal (Católica), como se desprende del precioso libro del P. García Villada, es impracticable tal destino mientras las altas jerarquías clericales (no solo de España, sino de la misma Ciudad Eterna) no vuelvan a la rectísima doctrina católica.
El veredicto final de García Villada nos interpela:
"España, Católica oficialmente, será también el brazo del Universalismo y de la Catolicidad. España, atea o laica oficialmente, no será nada y se derrumbará...".
Nosotros somos más pesimistas todavía: España no puede ser católica estrictamente mientras la Iglesia Católica española no sacuda de sí sus complejos y reintegre perfectamente la misión espiritual con la misión política de España.
-----------------------------------
*Guerra divinal: así denominó a la Reconquista nuestro Alonso de Cartagena (1384-1456), humanista, historiador y diplomático. El mismo autor señalaría la singularidad ibérica de esta guerra.
BIBLIOGRAFÍA:
Zacarías García Villada, "El destino de España en la Historia Universal", Tercera Edición Aumentada, Gráficas Nebrija, Madrid, 1948.
Luis García Iglesias, "El P. Zacarías García Villada, académico, historiador y jesuita", Universidad Pontificia de Comillas, Madrid, 1994.