Por Antonio Moreno Ruiz
Historiador y escritor
Imagen: Reverso de cruz votiva. Tesoro de Guarrazar (Guadamur, Toledo)
(1)Hace ya bastantes años, visitando Faro (en el Algarve, aquel sur de Portugal donde nunca me he sentido extraño), pregunté por el origen de una muralla histórica que caracteriza a la ciudad, y la respuesta fue que era de los bizantinos, cosa que me llamó poderosamente la atención. Casualmente, a los años, durante una breve estadía en León, pude adquirir la biografía de San Isidoro de Sevilla que realizó Fray Justo Pérez de Urbel, en la cual se narra cómo en la Hispania Visigoda hubo inmigrantes gaélicos, bizantinos (sirios y griegos concretamente) y bereberes, cosa que relacioné con la muralla de Faro, como el que no quiere la cosa. Porque no en vano, Pérez de Urbel habla de los bizantinos en Hispania, de lo cual yo no sabía absolutamente nada. Por eso mismo, desde aquel momento, la curiosidad se volcó sobre mis ansias, mas cursando mis estudios de Historia en la universidad de Sevilla, apenas pude obtener datos al respecto. Y me preguntaba una y otra vez cómo era posible que no estudiáramos a fondo el periodo visigótico, así como la presencia bizantina en Hispania, cuando no en vano todo ello había sido la continuidad del mundo romano hasta la irrupción del islam. Ni les digo en el colegio: Pasamos de puntillas sobre unos bárbaros germanos que invadieron Roma y de ahí a las teorías del hábil filólogo y ensayista Américo Castro, cuyas infantiles contradicciones han creado todo un falso imaginario adobado por los más espurios intereses politiqueros, que al final, conllevan enfrentamiento entre españoles y una consiguiente pérdida de una correcta conciencia nacional. En estos días en los que repaso al insigne historiador Claudio Sánchez Albornoz, que tanto se opuso a la fantasmagórica teoría de las “tres culturas” luego llevada a la política por el dizque andalucismo (no sin pasar por el pedante filtro del romanticismo extranjero), me doy cuenta del gran vacío que han creado en nuestras mentes. Porque claro, gracias a Américo Castro y sus mediocres discípulos, tenemos el mito de que los españoles somos diferentes de Europa porque somos muy semitas pero que sin embargo hemos sido muy malos por haber echado a moros y judíos (¡¡¡!!!); que carecemos de civilización propia y que nuestra decadencia se la debemos a que nos privamos de aquel lujoso y sabio exotismo afro-oriental frente a ruda incultura de los cristianos… En fin, creciendo con ese brutal complejo de inferioridad, es muy difícil levantar cabeza y escudriñar correctamente en las esencias.
Por mi parte, ya en mi época universitaria, pude degustar La aventura de los godos de Juan Antonio Cebrián (2), lo cual, junto a la lectura anterior de Pérez de Urbel, me fue llevando hacia una reconciliación con una visión histórica española mucho más coherente, sin esa enorme laguna que a propósito nos dejan.
Y es que como dice mi amigo y maestro el profesor Manuel Fernández Espinosa, al final están haciendo hablar a las piedras. Porque no es baladí que en estos días, donde tanto se odia lo español, y eso es promocionado y hasta financiado por este Estado que nos expulsa, nos divide y nos desangra, sin embargo, es cuando más hallazgos de la época visigótica están saliendo. Empezando por la catedral de Córdoba, la basílica de San Vicente que los mahometanos usurparon para convertirla en mezquita y ser recuperada enhorabuena por San Fernando III. Contactando estos días con el historiador Daniel Gómez Aragonés (3), no se puede sino alentar su tesis: El reino visigodo no murió en Guadalete, sino que como nos dice este joven y prometedor toledano, continuó durante todo el siglo VIII; primero, por posibilitar el refugio en la resistencia de cántabros, astures y galaicos que desafiaron al poder musulmán de élite árabe y tropas berberiscas tras la victoria de Covadonga (a priori una escamaruza); y segundo, por los mozárabes, los cristianos hispanos que desde el sur, la Meseta y el Levante conservaron el saber clásico y el Fuero Juzgo, el derecho hispanogodo que reconstituyó con energías políticas a la “España perdida”, tal y como ellos la llamaban. Todo el legado visigótico se mantuvo hasta en el arte, pues no en vano es en el noroeste de España donde más y mejor se conserva el arte mozárabe, prerrománico; y asimismo, el arco de herradura es un elemento artístico hispanogodo que, al igual que la estrella tartéssica, el patio romano y el zaguán (del griego “stuan”), los muslimes copiaron. Los originales bríos de nuestra tierra, visible en muchos campos del saber, siguió creciendo por sí misma, y el recuerdo del reino godo, en especial tras el III Concilio de Toledo cuando el rey Recaredo I se convirtió a la fe católica, fue una llama mística que alumbró para forjar una cultura de frontera, un leitmotiv de un camino que buscaba la recuperación y la reunificación. La interacción de la propia frontera y el advenimiento de corrientes del Viejo Continente formó, con el temperamento hispánico (abigarrado en el norte) que defendía Sánchez Albornoz y la continuidad del esplendor visigodo que defiende Gómez Aragonés, una idiosincrasia concienzuda que logró conformar el único país capaz de derrotar y expulsar al islam de su seno una vez invadido.
Arcos de herradura de la iglesia de San Cebrián de Mazote (Valladolid), de estilo mozárabe.
Decía el escritor inglés Gilbert Chesterton que toda la Historia de España había sido una lucha por la libertad. Y es cierto, porque el español no se siente libre sino en su esencia, “en su salsa”, como diríamos hoy. Y esa esencia se confirmó en la época visigótica de manera muy clara, y fue la que nos alumbró hacia el futuro. Porque como decía Juan Vázquez de Mella, el tribuno tradicionalista por excelencia, la tradición es un concepto dinámico. Los restauradores hispánicos, del Medioevo al Barroco, no volvieron al pasado, pero sí portaron su mejor legado para avanzar seguros.
Con todo, volviendo la vista atrás, no es extraño, en verdad, que en la iconografía hispano-mozárabe veamos elementos bizantinos y célticos. No es extraño que encontremos en los códices elementos que nos recuerden a los iconostasios. No es extraño que así como conserve elementos de la primitiva liturgia romana, también tenga cánticos y oraciones en griego. Sabemos de la presencia de monjes sirios en Extremadura y de monjes irlandeses en el norte, como más o menos hemos referido; lo cual explica también cómo se mantienen motivos estéticos que nos retrotraen a las islas británicas. No en vano, también sabemos que hubo dos siglos de presencia bizantina en nuestra patria, de las Baleares a Ceuta; así como sabemos del enriquecimiento de la orfebrería por parte de los germanos. Fuimos parte de un mundo fascinante; y ahora, cuando vemos por ejemplo la disposición de los arcos y las columnas en algunas iglesias ortodoxas rumanas establecidas en España (4), a lo mejor alguno pensará que todo eso se debe a los “árabes”. ¡Y no es así! Es al contrario: Los árabes tomaron muchísimo de los otros pueblos por los que pasaron; y luego lo tunearon, válganos el neologismo. Asimismo, no olvidemos que no podemos hablar de “árabes” propiamente dichos en la Península, pues Al Andalus, esto es, todo el territorio musulmán ibérico, era una mezcolanza cuya política y arte, pronto independientes del califato oficial, evolucionaron de otra manera con respecto al África y al Oriente.
Naturalmente que hubo factores originales dentro del mundo musulmán ibérico, sobre todo en la época almohade (5), pero si escudriñamos en la tradición bizantina, y en otras tradiciones como la hindú, la copta, la itálica o la hispana, veremos que lo que muchas veces reputamos como “moro” no es sino un puré de culturas anteriores.
Todavía, de hecho, estamos buscando esa supuesta y superior originalidad cultural árabe antes de la expansión de Mahoma…
Empero, no es “casualidad” que en España se nos escamotee la Historia de esta manera. Pasa en todo el mundo hispánico, y en especial desde el siglo XIX. En el Perú, por ejemplo, a la hora de estudiar Historia, se dice que los criollos eran sistemáticamente discriminados (sin mencionar por supuesto que Pablo de Olavide fue ministro de Carlos III, el duque de San Carlos, de Fernando VII, y tantos otros criollos peruanos ilustres que mandaron por todas las Españas) y se pasa del Incanato a la República y apenas de puntillas por el Virreinato, que es la historia más rica y extensa de la que fue la flor y nata de las Indias. Entre eso, y que se elimina el 12 de octubre como fiesta de la Hispanidad, por obra y gracia de criollos y mestizos antes que de los propios indios; y la penetración cada vez más descarada de lo yanqui, convierten el panorama sociocultural en desolación. Y no digamos ya el político… (6)
No, no es casualidad, como decimos. El complejo de inferioridad, inoculado en algunos sectores de la Ilustración, luego alimentado por el rencor liberal que no encuentra apoyo popular y durante el siglo XIX extiende una versión pesimista y fragmentada, y el resalte por el marxismo en el siglo XX como heredero de toda esa negativa corriente; en fin, toda esta onda expansiva que cristaliza en las guerras civiles hispanoamericanas (llamadas de “independencia”…), luego trasladada por los mismos actores a la Península Ibérica e islas adyacentes, y las ulteriores utilizaciones para desprestigiar y hasta borrar el quid de la cuestión hispánica, están provocando demasiados desafueros. Sin embargo, es precisamente en esta época de tanta confusa furia donde comienzan a aparecer más yacimientos visigóticos en España: En Córdoba (¡en la misma catedral!), en Toledo, en Ávila… Nuestra etapa fundacional, con el molde que nos dejó Roma, por supuesto, muy anterior a las Cortes de Cádiz, se nos aparece con los aldabonazos que nos da una tierra que parece protestar ante tanto despropósito.
Imagen: Restos visigodos de la catedral de Córdoba. Extraída de
La cruz de los Ángeles, la cruz victoriosa que desde Asturias parece conjugar en su estética lo bizantino (¿y qué es lo bizantino sino la continuidad de Roma?) y lo germánico. Fue esa cruz la que señaló dos mundos: España y Al Andalus. Porque a estas alturas, ir con Al Andalus es forjar un mito para ir contra España, como lleva diciéndonos mucho tiempo el insigne arabista Serafín Fanjul (7). España luchó por volver a sí misma frente a Al Andalus, frente al cambio de nombre, política y fisonomía general que supuso la irrupción muslímica. Otra cosa puede ser qué hay de Al Andalus en la actual España y qué hubo de España en el pasado Al Andalus; con todo, son dos mundos diferentes, en espíritu y en política. Porque Al Andalus fue un conglomerado de élite siria, masas bereberes e hispanas y minorías yemenitas, eslavas y negras; mientras que España (esto es, evolución de Hispania/Spania) se fue rehaciendo con resabios de la nobleza visigoda, galaicos, cántabros, astures, vascones y mozárabes, así como ulteriores aportes venidos del Viejo Mundo, de Francia a Italia. Y nosotros desde luego, somos españoles, y queremos seguir siéndolo.
Otra cosa sería qué hubo de España en Al Andalus y qué hubo de Al Andalus en España conforme pasaron los siglos, porque no vamos a negar que hubo interacción/transmisión en esa intensa cultura de frontera. Mas ello no fue sinónimo de integración ni simbiosis; en todo caso de “coexistencia”, rota cada dos por tres, por cierto. Y mientras que los cronistas cristianos censuran los defectos de los suyos, los musulmanes exaltan hasta las más atroces violencias. Porque en el Corán, por cierto, se autoriza a hacer un supuesto bien a través del mal, aberración que categóricamente está negada por San Pablo.
Lo dicho: Dos mundos.
Sea como fuere, en esa lucha por recuperar la España perdida, es curioso cómo se da una paradoja que a posteriori se dará en las Españas Americanas: Fueron los mentados astures, cántabros y vascones, poco dados a aceptar el poder romano (mientras que los galaicos sí estaban muy romanizados) y luego el visigótico, los que tras la victoria de Covadonga, fueron organizando la resistencia y ampliando sus territorios con los repobladores de otras regiones; y a posteriori, de esa población nacería la repoblación meridional. En nuestra América, los feroces araucanos, muy poco dados a aceptar la conquista española, luego pactistas con la Corona en el siglo XVIII a través de la política de parlamentos, sin embargo, junto con mapuches, pehuenches y otros pueblos amerindios, fueron los más acérrimos camaradas de los realistas y los que más lucharon contra los oligarcas criollo-mestizos, los revolucionarios ibéricos y sus aliados británicos, haciendo frente violento al separatismo. No lo olvidemos: El mundo hispánico se continuó en América, con todas las legítimas diferencias que se quieran; y estos providenciales ejemplos no son sino místicos testimonios que nos asaltan en las horas más bajas como reclamo de resistencia. Los ingleses ya dijeron en el siglo XVIII que a España había que vencerla en América y no en Europa, y no han parado hasta que lo han conseguido; y fijémonos, como apuntamos, como a uno y a otro lado del charco se siguen las mismas políticas “psicólogicas” que rayan en la negación de nuestra historia, de nuestra esencia, de nuestra tradición; en resumen: De nuestra grandeza.
Agustín Agualongo, caudillo realista amerindio de Pasto.
En fin, por todo ello, en esta tan mala época en la que nos hallamos, si hay algún ejemplo válido de paralelismo histórico y organización de resistencia es el de los norteños de Covadonga y el de los mozárabes del Sur, la Meseta y el Levante, que contra viento y marea, contra un aparato político-militar mucho más poderoso, no cejaron en su empeño y paso a paso, recuperaron el ser de un país que había sido vencido y herido en su interior por traiciones, desde que el bando witiziano, ávido de poder, se pasó a los musulmanes en aquella desgraciada batalla de Guadalete, cuando el bereber Tarik Ben Ziyad, al mando del árabe Muza, lograron la victoria que el conde Julián, desde Ceuta, les había puesto en bandeja. Desde hace mucho tiempo, nuevos witizianos están traicionando nuestra cultura y nuestros intereses y quien mayor provecho ha sacado de todo ello ha sido el imperialismo anglosajón, siendo que en nuestros días el expansionismo marroquí, aprovechando los mismos cantos de sirena que le llegan de la Península, también espera ansioso su botín, que en su día, también cogió Francia.
Así las cosas, no nos queda sino sucumbir o recomponernos. Si hemos provocado las mayores humillaciones de Inglaterra en su historia, especialmente con Blas de Lezo en Cartagena de Indias, ¿habremos de hundirnos ante la mediocridad imperante? ¡Sea negativa la respuesta! Volvamos a la esencia, a los orígenes. “Originalidad es volver al origen”, decía el catalán Antoni Gaudí. Y otro catalán, Eugenio d´Ors, nos enseñó que todo lo que no es tradición, es plagio. Si Europa fue lo que fue, fue gracias a que por el Oriente Rusia y por el Occidente España (y Portugal) salvaguardaron sus fronteras. Ambos contuvimos al islamismo, de moros a mongoles, y de Bailén a Moscú, derrotamos a Napoleón. Y encima, nos endosan una leyenda negra tan injusta como embustera… Con todo, vemos que ahora la mentada Rusia, esa gran patria con la que tantos paralelismos tenemos (8) se fragua un renacimiento religioso y político, por encima de clichés ideológicos que ya no sirven, y acaso nunca sirvieron. Quieren volver a sus raíces, a su más sagrada identidad, para caminar mejor hacia el futuro. Así, pues, dejemos de frustrarnos comparándonos con quienes no debemos. Establezcamos un paralelismo con quien nos puede enseñar, desde la serenidad y el sufrimiento, que una nueva Reconquista es posible. Escudriñemos en nuestra historia entre godos y bizantinos desde nuestra herencia temperamental nativa y nuestra lógica continuidad histórico-política, teniendo en mente los Dogmas Nacionales que nos trazara brillantemente el mentado Vázquez de Mella: La confederación con Portugal y la América Hispana, así como la reivindicación de nuestra África. No somos el centro de Europa ni somos una isla: Partimos de la tierra pero también somos del mar, pues somos una península, unas islas adyacentes, un Viejo Mundo irredento y a su vez, Euráfrica y Euramérica (9); Mediterráneo y Atlántico. Entre nosotros no caben cinismos maquiavélicos ni ordenancismos carentes de sentido, sino místicos y abarcadores pensamientos de conjunto. No somos una nación-estado ni una constitución cerrada: Somos una corona con una historia labrada en el sacrificio. Nuestro amor natural por la familia y la tradición tiene que resurgir, como parece que está resurgiendo en Rusia. De hecho, aunque estemos tan degenerados por la ferocidad ultraprogre, las estructuras sociales familiares, de abrigo clánico, salen a flote ante la crisis que no nos deja ni un segundo. Y al igual que las piedras hablan, la familia sale, como salen los símbolos tradicionales con interés, como esa gloriosa cruz de Borgoña que ya muchos en nuestra América toman como máximo símbolo de unidad en la diversidad. Y es que como decía el eximio poeta andaluz Manuel Machado: “¡Vuelve a tu tradición España mía! ¡Sólo Dios crea mundos de la nada!”
Valgan como rúbrica estos sentidos versos de un servidor, para que esas piedras que están hablando nos guíen hacia un renacimiento victorioso, tal y como lideraron, Dios mediante, a las huestes de Don Pelayo:
ESTÁN HABLANDO LAS PIEDRAS
Nos han confundido y alienado,
enajenándonos nuestra identidad,
nos quieren robar el pasado
más importante: El fundacional.
Pero…
¡Están hablando las piedras!
Exotismos pretenciosos y embusteros,
quieren tapar con un dedo el sol.
Con decadencia de olor a muerto,
nos desangra y nos hiela el corazón.
Sin embargo…
¡Están hablando las piedras!
¡Córdoba! El crismón mozárabe.
¡Guarrazar! La solera monárquica.
¡Asturias! La cruz de los ángeles,
el emblema de la victoria hispánica.
Y es que…
¡Están hablando las piedras!
Hispania del Fuero Juzgo,
Españas que se desparramaron por América,
resabios godos y bizantinos como augurio,
como un pasado de futura promesa.
Porque…
¡Están hablando las piedras!
(1) Como nobleza obliga, ha de reseñarse que este artículo no podría haber sido elaborado sin la siguiente bibliografía:
Páginas:
Hermandad Hispano Mozárabe “Gothia” | Mozarabia
La Ermita
Artículos:
-"La presencia bizantina en Hispania (siglos VI-VII). La documentación arqueológica". Antig. crist. (Murcia) XXIV, 2007. Jaime Vizcaíno Sánchez
-“El arte mozárabe”. E. Valdearcos, Clio 34, 2008. ISSN 1139-6237
-“Los orígenes de la liturgia hispano-mozárabe”, de Ramón Gonzálvez Ruiz. "Los orígenes de la liturgia hispano ...
-“Liturgia y música en la Hispanidad de la Alta Edad Media: El canto visigótico, hispánico o mozárabe.” Juan Carlos Asensio Palacios. Conservatorio Superior de Música de Salamanca.
Liturgia y música en la Hispania de la Alta Edad Media: el ...
Libros:
-Historia del rito mozárabe y toledano, del Rvdo. P. Germán Prado. Estudio premiado con ocasión del VII Centenario de la catedral toledana. Abadía de Santo Domingo de Silos (Burgos).
-El canto mozárabe. Estudio histórico-crítico de su antigüedad y estado actual. De Casiano Rojo y Germán Prado, monjes de Silos, O.S.B. Diputación provincial de Barcelona, 1929.
(2)Véase:
nostalgia de juan antonio cebrián - antonio moreno ruiz
(3) Sobre Daniel Gómez Aragonés:
(4) Véase por ejemplo la iglesia rumana de Coslada (Madrid):
Iglesia Ortodoxa Rumana - Parohia “Sf. Nectarie ...
Muchos, a simple vistan, hablarían de “arte moro”. No en vano, es curiosa su coincidencia con el arte mozárabe, extractor de los cánones hispanogodos. Por ejemplo, compárese con esta ilustración extraída de un códice hispánico medieval:
(5) Véase: Imperio almohade - Wikipedia, la enciclopedia libre
(6) Tal y como lleva advirtiendo el historiador colombiano Pablo Victoria desde hace mucho tiempo, el indigenismo afectará antes a los criollos que a los ibéricos. El indigenismo, popurrí fabricado por intelectuales europeos roussonianos, de llegar a materializarse agresivamente, no distinguirá entre “blancos buenos y malos”; simplemente el blanco es culpable de todos los males y deberá salir, en el mejor de los casos. Pieds-noirs y afrikaners, salvando las respectivas distancias, están muy recientes, pero por lo visto, ni así se aprende.
Muchos criollos, al igual que muchos españoles, no se dan cuenta de que este auto-odio les acabará salpicando, porque en Europa, islamistas y compañía no distinguirán tampoco a los progres, como en su día no distinguieron a los hispanogodos traidores que les favorecieron, y ni tan siquiera a los bereberes...
Pablo Victoria - Libros y obras del autor, biografía y ...
(7) Sobre Serafín Fanjul:
Apología de Serafín Fanjul | Alerta Digital
(8) Véase:
RAIGAMBRE: RUSOS Y ESPAÑOLES: EL "EÓN JOÁNICO ...
(9) Recuérdese: