Cartel de propaganda de la II República |
RESUMEN DE LAS RELACIONES HISTÓRICAS DE NUESTRA IZQUIERDA CON EL PATRIOTISMO
Manuel Fernández Espinosa
La terminología política sustanciada en la dicotomía "izquierda" y "derecha" hay que ir a buscarla a la Revolución Francesa de 1789, cuando la Asamblea Nacional se puso a decidir sobre las competencias del Rey (que todavía no había sido guillotinado) en cuanto al derecho de veto sobre las decisiones asamblearias: los que se negaron a que el Rey tuviera ese derecho pasaron a denominarse "montaña" y, por sentarse a la izquierda, más tarde pasaron a denominarse "izquierda", mientras que los asambleístas que otorgaban al Rey el derecho a veto fueron llamados "llanura" y, sentados a la derecha, recibirían la denominación de "derecha". Ambos términos, con el curso del tiempo, irían revistiendo distintos significados hasta nuestros días.
Lo que merece la pena notar es que, en ningún momento, la izquierda original renegó del patriotismo: simplemente, lo entendía de otro modo. En vez de depositar en el Rey lo que la derecha pretendía asegurarle, la izquierda era partidaria de que fuese la asamblea -como representante de la "voluntad general" de la nación- la que tuviera el poder absoluto de decisión. Cuando la revolución llegó a sus extremos de virulencia, con el Rey guillotinado, fue la izquierda la que invocó a "La France", sustituyendo el "Vive le Roi!" por "Vive la France!". Podríamos decir que la izquierda original nació nacionalista. El nacionalismo es de raíz revolucionaria e izquierdista, por mucho que con el tiempo haya dado fenómenos hoy conceptuados como de derechas: el "fascismo" italiano, el "nazismo" alemán, el mismo "falangismo" español. Pero es que, desde 1789 a la primera mitad del siglo XX habían pasado muchas cosas: entre ellas, la irrupción en escena del movimiento obrero con su carácter internacionalista. De eso ya dije algo en la primera parte. Vayamos al caso español.
En España, la revolución se produjo envuelta en la Guerra de la Independencia. La ausencia del Rey obligó a crear Juntas para hacer frente al invasor napoleónico. Ante el trono vacío se convocan las Cortes en Cádiz y será con motivo de estas Cortes cuando veamos las primeras señales de una derecha y una izquierda, por más que no se llamaran así todavía. Fuere como fuese, las Cortes de Cádiz redactaron una Constitución (la de 1812) donde ya se gestaron en esbozo los temas que todavía hoy (siglo XXI) se ventilan, por ejemplo la Soberanía... ¿del Rey o de la Nación? -hoy el tema que algunos proponen es: ¿Monarquía o República? La izquierda, en su abanico de posiciones y a lo largo de todo el siglo XIX, iba de la opinión de la soberanía compartida (el Rey con las Cortes) a lo más extremo: soberanía nacional e incluso República. Así las cosas, por lógica los más nacionalistas debían ser precisamente los que forman en la izquierda, entendiendo que la Nación sustituía al Rey en la soberanía. Pero, entonces ¿por qué la izquierda española no fue patriota?
Por parte de la extrema izquierda de la primera mitad del siglo XIX se ensayaron algunas soluciones que no prosperaron. Así como en Francia se acuñó el mito político que, por genealogía social, establecía una equivalencia de la monárquica y la aristocracia con el poder externo impuesto por los francos de Clodoveo y su estirpe sobre la población original gala (Francia versus Galia), en España el mito revolucionario más temprano de nuestra izquierda lo fueron a buscar en los comuneros (aquellos que con Carlos I de España se alzaron en la Guerra de las Comunidades), incluso surgió una sociedad secreta y conspirativa revolucionaria llamada de los Caballeros Comuneros (por otro nombre, Hijos de Padilla). En definitiva, lo que querían creer los revolucionarios españoles era que la monarquía de los Habsburgo primero y, después, la de los Borbones eran gobiernos monárquicos identificados con un "poder externo" que se había impuesto sobre la población española en su diversidad regional, cultural y lingüística. Pero, por el desenvolvimiento de nuestra historia durante el traumático siglo XIX, esa visión de comuneros contra monarcas extranjeros impuestos sobre España, no cuajaría. Y la izquierda española de la primera mitad del siglo XIX se lo pasó invocando a la Nación, incluso a la Patria, entendiendo por Patria algo que no era lo que el común de españoles entendía por tal.
Con la organización del movimiento obrero (primero del socialismo utópico, a partir de 1868 llegaría el anarquista y poco después el socialista marxista) la izquierda cobraría tintes internacionalistas, identificando todo lo patriótico con posturas propias de la derecha. No obstante, algún atisbo de patriotismo hubo -entre los socialistas utópicos más tempranos- sirviéndose ahora del llamado "iberismo" (la unificación con Portugal); y, con la II República, tampoco desapareció el patriotismo de izquierdas, aunque éste estaba anémico en razón del servilismo sovietizante impuesto entre los comunistas que incluso pintaban en las paredes: "Viva Rusia" o el amorfo internacionalismo de los anarquistas, salvando algunas excepciones que todavía invocaban el iberismo decimonónico, como hiciera el cenetista Felipe Aláiz de Pablo (1887-1959) o Salvador Cánovas Cervantes (1880-1949). Durante la Guerra Civil española no faltó tampoco que las izquierdas del Frente Popular en combate con las tropas franquistas (que traían efectivos moros) invocaran el patriotismo como impulso para defender a España de lo que consideraban una invasión de los fascismos europeos (Alemania e Italia) y de los moros. El desenlace de la Guerra permitió que Franco y el franquismo acapararan para sí el patriotismo español, mientras que los republicanos derrotados y en el exilio mantenían un resquicio de patriotismo muy en crisis por el abuso que el franquismo hizo del término Patria. Los comunistas que fueron los únicos que, en el exterior e interior, combatieron el franquismo antes de morirse Franco (ahora vemos que cualquier mequetrefe da grandes lanzadas a dictador muerto) también emplearon el patriotismo en sus proclamas clandestinas, llamando a la resistencia y a la liberación de España. Pero, como pudo comprobarse, fue en vano.
La transición democrática, por su parte, solapó los fervores patrióticos (en gran medida por estar hecha esa transición por notorios franquistas epigonales que querían camuflarse con el cambio de época bajo la manta de demócratas y el "Arriba España" no ayudaba mucho), la izquierda de la transición ya no era lo que había sido: la nefasta revolución de 1968 había inoculado en la izquierda el relativismo, la tontería con todos sus mitos de cartón (como Che Guevara) y un cosmopolitismo que en gran medida es el que todavía tiene secuestrada a nuestra izquierda en esquemas rancios de insolidaridad para con todo lo que sea España, coquetería con los secesionismos enfermizos y clara subordinación a un etéreo mundo sin fronteras que pone a los españoles al pie de los caballos; mientras tanto, exaltan todo lo que viene de fuera, vilipendia y calumnia todo lo grande que forma parte de nuestra historia y constituye nuestro ser. Hay señales actuales de que cierta izquierda española trata de rearmarse "patrióticamente", entre otros motivos, por el temor al ascenso de la ultraderecha: Clara Ramas, Julio Anguita, Manuel Monereo, etcétera están ahí: habrá que ver lo que pasa, pero a todas luces, muchos izquierdistas ni se han enterado todavía. Pero siguen los melindres cosmopolitas y el repugnante tufo a anti-español que la izquierda convencional ha convertido en su "segunda naturaleza".
Y muy resumidamente, eso ha sido el devenir de la izquierda española en lo concerniente a la gran cuestión del "patriotismo".
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