RAIGAMBRE
Revista Cultural Hispánica
viernes, 23 de agosto de 2013
jueves, 22 de agosto de 2013
SABED, ESPAÑOLES
"Sabed, españoles, que la gloriosa España de otro tiempo no valdrá absolutamente nada al lado de la España que pueden forjar un día vuestras manos (…) Guardaos de atraer sobre España las grotescas caravanas de ricachones cosmopolitas que pasean su snobismo ignorante, su inquieta tontería (…) Emplead las últimas fuerzas y riquezas en la construcción del Futuro."
Filippo Tommaso Marinetti.
AMAMOS A CATALUÑA
"Yo me alegro, en medio de todo ese desorden, de que se haya planteado de soslayo el problema de Cataluña, para que no pase de hoy el afirmar que si alguien está de acuerdo conmigo, en la Cámara o fuera de la Cámara, ha de sentir que Cataluña, la tierra de Cataluña, tiene que ser tratada desde ahora y para siempre con un amor, con una consideración, con un entendimiento que no recibió en todas las discusiones. Porque cuando en esta misma Cámara y cuando fuera de esta Cámara se planteó en diversas ocasiones el problema de la unidad de España, se mezcló con la noble defensa de la unidad de España una serie de pequeños agravios a Cataluña, una serie de exasperaciones en lo menor, que no eran otra cosa que un separatismo fomentado desde este lado del Ebro.
Nosotros amamos a Cataluña por española, y porque amamos a Cataluña la queremos más española cada vez, como al país vasco, como a las demás regiones. Simplemente por eso porque nosotros entendemos que una nación no es –meramente el atractivo de la tierra donde nacimos, no es esa emoción directa y sentimental que sentimos todos en la proximidad de nuestro terruño, sino, que una nación es una unidad en lo universal, es el grado a que se remonta un pueblo cuando cumple un destino universal en la Historia. Por eso, porque España cumplió sus destinos universales cuando estuvieron juntos todos sus pueblos, porque España fue nación hacia fuera, que es como se es de veras nación, cuando los almirantes vascos recorrían los mares del mundo en las naves de Castilla, cuando los catalanes admirables conquistaban el Mediterráneo unidos en naves de Aragón, porque nosotros entendemos eso así, queremos que todos los pueblos de España sientan, no ya el patriotismo elemental con que nos tira la tierra, sino el patriotismo’ de la misión, el patriotismo de lo trascendental, el patriotismo de la gran España.
Yo aseguro al señor presidente, yo aseguro a la Cámara, que creo que todos pensamos sólo en esa España grande cuando la vitoreamos o cuando la echamos de menos en algunas conmemoraciones. Si alguien hubiese gritado muera Cataluña, no sólo hubiera cometido una tremenda incorrección, sino que hubiera cometido un crimen contra España, y no sería digno de sentarse nunca entre españoles. Todos los que sienten a España dicen viva Cataluña y vivan todas las tierras hermanas en esta admirable misión, indestructible y gloriosa, que nos legaron varios siglos de esfuerzo con el nombre de España".
José Antonio Primo de Rivera
XAN
Rosalia.jpg
XAN
Rosalía de Castro
"Xan vai coller leña ó monte,
Xan vai a compoñer cestos,
Xan vai a poda-las viñas,
Xan vai a apaña-lo esterco,
e leva o fol ó muíño,
e trai o estrume ó cortello,
e vai á fonte por augua,
e vai á misa cos nenos,
e fái o leito i o caldo...
Xan, en fin, é un Xan compreto,
desos que a cada muller
lle conviña un polo menos.
Pero cando un busca un Xan,
casi sempre atopa un Pedro.
Pepa, a fertunada Pepa,
muller do Xan que sabemos,
mentras seu home traballa,
ela lava os pés no rego,
cátalle as pulgas ó gato,
peitea os longos cabelos,
bótalles millo ás galiñas,
marmura co irmán do crego,
mira se hai ovos no niño,
bota un ollo ós mazanceiros,
e lambe a nata do leite,
e si pode bota un neto
ca comadre, que agachado
traillo en baixo do mantelo.
E cando Xan pola noite
chega cansado e famento,
ela xa o espera antre as mantas,
e ó velo entrar dille quedo:
-Por Dios non barulles moito...
que me estou mesmo morrendo.
-¿Pois que tes, ña mulleriña?
-¿Que hei de ter? Deita eses nenos,
que esta madre roe en min
cal roe un can nun codelo,
i ó cabo ha de dar comigo
nos terrós do simiterio...
-Pois, ña Pepa, toma un trago
de resolio que aquí teño,
e durme, ña mulleriña,
mentras os meniños deito.
De bágoas se enchen os ollos,
de Xan ó ver tales feitos;
mas non temás, que antre mil,
n'hai máis que un anxo antre os demos,
n'hai máis que un atormentado
antre mil que dan tormentos."
miércoles, 21 de agosto de 2013
EXCURSO SOBRE ESPAÑA Y SU IMPERIO (A LOS FUNDAMENTOS DEL IMPERIALISMO BRITÁNICO)
El río Betis a su paso por Sevilla, abundante de galeones que venían de las Américas |
¿FUE AMÉRICA PARA ESPAÑA “EL
DORADO”?
Manuel Fernández
Espinosa
Dedicado a mi amigo sevillano,
Antonio Moreno Ruiz, transterrado en América.
El presente artículo puede ser
leído a modo de excurso de LOS FUNDAMENTOS DEL IMPERIALISMO BRITÁNICO, pues
aunque no continuamos aquí la exposición de esos fundamentos y su evolución
(cuestión histórica propiamente británica aunque vinculada a nuestro destino), en estas líneas presentamos una
introducción a lo que sería un tema digno de estudiar más a fondo de lo que a
día de hoy se ha hecho. Con persistencia cansina se oye a extranjeros y propios
repetir que España fue poco menos que un ave rapaz que cayó sobre su presa
americana. Es así como los victimismos más impresentables se insolentan contra España y persuaden con sus
lacrimógena e intolerable milonga a los occidentales desinformados,
reblandecidos, sentimentales, amenciados e idiotizados que hoy en día son
mayoría abrumadora.
Es una constante advertida por el
observador español (en menor grado le ocurre lo mismo al portugués) que en
cualquier conversación, por insignificante que ésta sea, con un hispanoamericano del
común, si el nombre de España sale a relucir, el hispanoamericano con harta
frecuencia recurra al “mito de la codicia española” descalificando el papel de España en la Historia Universal. Con el “mito de la
crueldad española”, el de la “codicia española” forma parte de la galaxia de
mitos que forman la leyenda negra de España que hace execrable su papel descubridor,
conquistador y colonizador de América. Estos mitos están bien arraigados en el
imaginario hispanoamericano (huelga decir que muchos hispanoamericanos –los más
cultos y mejor informados- no comparten esa percepción de una España
exclusivamente interesada en las riquezas de América (oro, plata…) y que estos mismos no
participen de la visión de unos conquistadores españoles genocidas y crueles).
En Europa (incluso en España; en donde
la política de enseñanza está pésimamente orientada en lo que a patriotismo se
refiere) se ha impuesto la leyenda negra contra España (sobre todo en cuanto a su
actuación en América. Como todo el mundo sabe el otro tema estelar es la
Inquisición). Incluso un alemán como Ernst Jünger (que no fue hostil a España,
sino que todo lo contrario mostró simpatías –políticamente incorrectas- por la
edad heroica de España) llega a incurrir en el manido mito de la codicia
española, así en “La emboscadura” escribe: “Aquí se corre el peligro de padecer
la suerte de aquellos españoles mandados por Hernán Cortés a los que, en la “Noche
triste”, arrastró al fondo de las aguas el peso del oro del que no quisieron
separarse”. En Alemania, al igual que en muchas otras naciones europeas, la
leyenda negra contra España fue propalada sirviéndose, sobre todo, de la “Destrucción
de las Indias” de Bartolomé de las Casas: los nazis, por ejemplo, difundieron en
1936 una traducción de esta ignominiosa obra contra España bajo el título libre
de “Im Zeichen des Kreuzes. Die “Verwüstung Westindiens, d. h. die
Massenausröttung der süd- und mittelamerikanischen Indianer nach der
Denkschrift des Bartolomäus de Las Casas, von 1552” (“Bajo el signo de la Cruz.
La “Devastación de las Indias Occidentales”, esto es: el exterminio en masa de
los indios del sur y Centroamérica según el testimonio de Bartolomé de Las
Casas, Obispo de Chiapa, de 1552”). En el título se desliza la intencionalidad anticristiana que late en la traducción.
Pero volviendo a lo que nos
interesa. La leyenda negra contra España ha penetrado precisamente allí donde
sus promotores querían que calara: en Hispanoamérica. En los Liceos uruguayos,
nos comentaba un uruguayo nada sospechoso de hostilidad contra España, se les
enseña desde niños que los españoles teníamos como único y exclusivo afán el de
arrebatar los recursos naturales de América, con especial predilección nuestra por los
metales preciosos. Es prácticamente el estribillo recurrente que puede
escucharse en América a poco que uno se refiera a España –bien lo saben todos
nuestros compatriotas que han estado allá o allá se encuentran. Con el auge del
indigenismo la leyenda negra antiespañola se convierte en uno de los grandes
hontanares de aguas corrompidas a las que remover cada vez que se alienta un
conflicto contra el ayer y hoy debilísimo, acomplejado y anémico “gobierno
español”.
En cambio, al margen de esta
propaganda calumniosa y vil contra España, debiéramos preguntarnos: ¿qué
percepción tenían los españoles de aquellos siglos imperiales sobre lo que todo
el mundo, al parecer, reputaba como un colosal golpe de fortuna en lo que a
riquezas se refiere?
Es una pregunta legítima, puesto que todos los detractores de España alegan continuamente los tesoros que España acumulaba a costa de la explotación de las minas de Potosí, por ejemplo. En las invectivas extranjeras contra el oro indio que succionaba España podemos vislumbrar la envidia en latencia. Christopher Marlowe –citado en nuestro artículo LOS FUNDAMENTOS DEL IMPERIALISMO BRITÁNICO- no puede refrenar en varios pasajes de su obra dramática -“La trágica historia de la vida y muerte del Doctor Fausto”- lo que más ambiciona el círculo íntimo de Fausto (que pudiera ser interpretado como prototipo de las ansias imperialistas inglesas), patentizando los intereses que espoleaban a Inglaterra. Así dice un personaje:
“De Venecia han de traernos
bajeles repletos,
y de América el vellocinio de oro
que todos los años
llena las arcas del viejo rey
Felipe.”
El “viejo rey Felipe” es Felipe
II de España.
Si esto fue tal y como imaginaron
los detractores de España, la percepción de los españoles sobre la llegada de
los galeones cargados de oro tendría que ser unánimemente positiva. Desde luego
que las toneladas de oro y plata, así como las bodegas llenas de maravillas de
ultramar, tendrían que ser celebradas -por los españoles de toda condición y
juzgando a simple vista- como señales tangibles de una especial providencia de
Dios para con España. Sin embargo, la lectura de nuestros clásicos españoles
nos dice lo contrario y bien temprano. Los estudios histórico-económicos de la
época demuestran que algunos economistas españoles, como Martín de Azpilcueta,
indican que este torrente metálico (Azpilcueta enfatizaba la plata americana)
estaba relacionado, en gran medida, con la subida de los precios, que ya habían
comenzado a elevarse durante la primera mitad del XVI (y nótese aquí que no nos
interesa la causa real del alza de los precios, sino que Azpilcueta, doctor en
la Universidad de Salamanca, pudiera plantear este asunto). Pero no sólo se
atribuyó a la plata procedente de América el alza de los precios (en España y
en Europa), sino que en el año 1600 otro español, Martín de Cellorigo, incluye el descubrimiento de América y sus efectos como una de las razones que
explicarían, además de las alteraciones monetarias, la despoblación, y la
decadencia de la agricultura, el comercio y la industria peninsulares.
Retrato idealizado de Martín de Azpilcueta, el llamado "Doctor Navarro" de la Universidad de Salamanca.
Podría decirse que, después de
todo, no era más que la opinión de círculos muy reducidos de especialistas en
economía de la época. Pero no es así. La
mayoría de los españoles cultos de los siglos XVI, XVII, XVIII y XIX
mantuvieron un gran recelo en lo que respecta a la aventura española en América
y esto lo podemos encontrar en la literatura de la época, desde los tratados
políticos hasta la poesía del Siglo de Oro.
El padre de la Compañía de Jesús,
Pedro de Rivadeneyra (1526-1611) escribe en su “Tratado de la religión y virtudes
que debe tener el príncipe cristiano para gobernar y conservar sus Estados.
Contra lo que Nicolás Machiavelo y los políticos de este tiempo enseñan” (Madrid,
1595) que:
“La comunicación tan grande de
naciones extranjeras, la abundancia de oro y plata, y piedras, y especierías, y
regalos que han venido de las Indias, la mala y natural inclinación que tenemos
al deleite, el no haberse atajado al principio los nuevos y viciosos usos, han
trocado las costumbres e introducido una educación mujeril, delicada y
regalada, y muy contraria a la educación dura y severa de nuestros antiguos”.
Rivadeneyra no escribe desde la
economía –que en aquel entonces no era la "ciencia" que hoy es, ésta que confina
con la ciencias ocultas como la astrología en sus horóscopos y con la
matemática aplicada en su lenguaje esotérico. Aunque pudiera tener a mano los
textos de Azpilcueta, lo que late en este pasaje es un antiguo lugar común de
la literatura latina. Para ello hay que ir al poeta satírico Décimo Junio
Juvenal (año 60 d. C. – 128 d. C.) que en su “Sátira VI” enuncia una idea que
se anticipará a todas las teorías del ciclo y declive de los imperios. Los versos de Juvenal son estos:
“Nullum crimen abest facinusque
libidinis ex quo
Paupertas Romana perit”.
“Ningún crimen ni aberración
sexual nos falta en Roma,
Desde que en Roma pereció la
pobreza”.
Este motivo de Juvenal resuena en
los españoles cultos que, desde el moralismo más intransigente, creyeron ver precisamente la
causa de una corrupción de costumbres -como nunca la hubo antes en España-
en los tesoros que traía nuestra flota desde el Nuevo Mundo a la
Península Ibérica. A esto se le podía sumar la despoblación que causaba la
emigración de peninsulares a América, abandonándose en consecuencia nuestros
núcleos rurales y los campos; es un lamento que se prolonga a lo largo de
siglos hasta el mismo día de hoy. Pero las riquezas americanas que vienen a
España serán el objetivo de las invectivas y siempre excitará el recelo de los más
avisados. El vate e historiador Bartolomé Leonardo de Argensola (1562-1631)
también embiste contra los lisonjeros cargamentos de metales preciosos que nos
traen los galeones cuando, dando consejos a un amigo, sobre la educación de los
niños, dice:
“Haz que en sus aposentos no
consienta
Un paje disoluto; ni allí suene
Canción de las que el vulgo vil
frecuenta;Canción que de Indias con el oro viene,
Como él, a afeminarnos y perdernos,
Y con lasciva cláusula entretiene”.
Como no podía ser menos,
Francisco de Quevedo (1580 – 1645), siempre vigilante y en guardia contra los
signos de la decadencia española, fue más duro todavía en su juicio –no ya
sobre las riquezas corruptoras- sino sobre el mismo sentido del descubrimiento
de América, al poner en boca de un indio chileno –que le responde a unos holandeses
que trataban de allegar a los indios contra España- estas duras palabras:
“Los cristianos dicen que el
cielo castigó a las Indias porque adoraban a los ídolos, y los indios decimos
que el cielo ha de castigar a los cristianos porque adoran a las Indias. Pensáis
que lleváis oro y plata y lleváis invidia (sic) de buen color y miseria preciosa”
(“La
hora de todos y la fortuna con seso”, XXXVI: Los de Chile y los holandeses)
Por último, en este
recorrido epidérmico por la literatura española que recela de las riquezas de las Indias,
puede figurar Diego Saavedra Fajardo (1584-1648) que es tal vez el más acérrimo
censor de las riquezas extraídas de América y traídas a España. Saavedra Fajardo halla en
ellas la causa de toda la decadencia que tiene postrado al país por haber
fomentado la emigración en pos de El Dorado y, por consecuencia, en España (se vuelve
a repetir la letanía), la despoblación así como la desidia en todos los sectores
económicos.
“Admiró el pueblo en las riberas
de Guadalquivir aquellos preciosos partos de la tierra, sacados a luz por la
fatiga de los indios y conducidos por nuestro atrevimiento e industria; pero
todo lo alteró la posesión y abundancia de tantos bienes”.
Saavedra Fajardo airea este mismo
tema varias veces en sus obras, dedicando un comentario amplio -sobre
lo que representó el descubrimiento de América y la introducción de sus
riquezas para España- en la Empresa LXIX -cuyo lema reza “Ferro et Auro”- de sus “Idea de un
príncipe político christiano representada en cien empresas” (1642).
En el siglo XVIII y en el XIX no
faltarán hombres de letras españoles que repitan estas ideas con leves
matizaciones. Lo que podemos llamar ilustrados españoles, aunque es cierto que casi todos
defenderían a España de la leyenda negra que le han fabricado sus enemigos (así
Feijóo, Cadalso o Jovellanos) apenas serán conscientes de la significación del
descubrimiento, conquista y evangelización de América por España y en muchos
casos volverían a insistir en todos los males que nos acarreó a España el
habernos encontrado con el Nuevo Mundo. Y, por ende, cuando ya se haya
verificado la liquidación de los últimos vestigios de nuestro Imperio, léase a
Ángel Ganivet, el más clarividente de su generación.
En este excurso he tratado de
mostrar, con el testimonio irrefutable de grandes literatos españoles, que el
mito de la “codicia española” no puede arrojársenos a los españoles todos, por más
que le pese al simplismo insostenible de aquellos hispanoamericanos a los que
la propaganda antiespañola ha inculcado el odio y el desdén por España, a expensas de un estereotipo de conquistador español
en todo deformado, a lo largo de los siglos de difamación contra España. Y esa difamación difundida por nuestros enemigos multiseculares declara los sucios intereses que los movían que no eran otra más que la envidia y la ambición. No puede lanzársenos esa acusación (por
mucho que hubiera españoles codiciosos) en tanto que nuestras elites culturales
peninsulares sostuvieron un recelo casi permanente en lo que hace a la valoración de
las riquezas que pudieran estar extrayéndose en tierras hispanoamericanas.
Tal vez este excurso también
sirva para refrenar los delirios de algunos españoles que sostienen una imagen
muy equivocada de lo que fue nuestro Imperio, al pensar –con prejuicios
supremacistas y racistas- que lo nuestro fue un burdo imperialismo interesado
no más que en expoliar las materias primas de nuestras posesiones de Ultramar, conquistadas por derecho de guerra, lo cual no se puede aplicar con justicia al caso de España como sí es una acusación que puede hacerse a todos los imperialismos europeos del
siglo XIX, guiados por el ultranacionalismo, el pragmatismo, el materialismo y
el progresismo.
Nuestra elite intelectual
peninsular llegó a plantearse muy en serio si el descubrimiento del Nuevo Mundo
(con sus riquezas todas) fue algo positivo o negativo para España. La mayoría
de las voces que respondieron a esta cuestión lo hicieron de un modo difícil de
imaginar para cualquiera que se deje arrastrar por leyendas negras o leyendas
rosas: nuestros economistas, nuestros tratadistas políticos, nuestros poetas
juzgaron que, lejos de ser algo favorable para España, el encuentro con América
resultó ser más desventajoso para nosotros de lo que supone la leyenda negra instalada
en los países iberoamericanos.
Y ahí queda eso.
Ernst Jünger, "La emboscadura", Editorial Tusquets, año 1993.
Christopher Marlowe, "La trágica historia de la vida y muerte del Doctor Fausto", Cátedra Letras Universales, año 1993.
Pedro de Rivadeneyra S. J., "Tratado de la religión y virtudes que debe tener el Príncipe Cristiano para gobernar y conservar sus estados contra lo que Nicolás Maquiavelo y los políticos de este tiempo enseñan", Editorial Sopena Argentina, S. R. L., año 1942.
Juvenal, "Sátiras" (hay una traducción muy recomendable al español -pero sin su original latino- en la Biblioteca Básica Gredos: Juvenal y Persio, "Sátiras", introducciones generales de Rosario Cortés Tovar y traducción y notas de Manuel Balasch, año 2001). Sin duda que en español la Biblioteca Gredos es la más recomendable en autores clásicos griegos y latinos.
Bartolomé Leonardo de Argensola, "Rimas" (2 volúmenes), Espasa-Calpe, año 1974.
Francisco de Quevedo, "Los sueños" (existen muchas ediciones, en el cuerpo del texto se precisa el lugar exacto de donde extraigo la cita).
Diego Saavedra Fajardo, "Empresas políticas", Planeta Autores Hispánicos, año 1988.
Ángel Ganivet, "Idearium español con El porvenir de España", edición de Inman Fox, Espasa Calpe, año 1990.
Valentín Vázquez de Prada, "La crisis del humanismo y el declive de la hegemonía española", tomo VIII de la Historia Universal de EUNSA.
BIBLIOGRAFÍA:
Ernst Jünger, "La emboscadura", Editorial Tusquets, año 1993.
Christopher Marlowe, "La trágica historia de la vida y muerte del Doctor Fausto", Cátedra Letras Universales, año 1993.
Pedro de Rivadeneyra S. J., "Tratado de la religión y virtudes que debe tener el Príncipe Cristiano para gobernar y conservar sus estados contra lo que Nicolás Maquiavelo y los políticos de este tiempo enseñan", Editorial Sopena Argentina, S. R. L., año 1942.
Juvenal, "Sátiras" (hay una traducción muy recomendable al español -pero sin su original latino- en la Biblioteca Básica Gredos: Juvenal y Persio, "Sátiras", introducciones generales de Rosario Cortés Tovar y traducción y notas de Manuel Balasch, año 2001). Sin duda que en español la Biblioteca Gredos es la más recomendable en autores clásicos griegos y latinos.
Bartolomé Leonardo de Argensola, "Rimas" (2 volúmenes), Espasa-Calpe, año 1974.
Francisco de Quevedo, "Los sueños" (existen muchas ediciones, en el cuerpo del texto se precisa el lugar exacto de donde extraigo la cita).
Diego Saavedra Fajardo, "Empresas políticas", Planeta Autores Hispánicos, año 1988.
Ángel Ganivet, "Idearium español con El porvenir de España", edición de Inman Fox, Espasa Calpe, año 1990.
Valentín Vázquez de Prada, "La crisis del humanismo y el declive de la hegemonía española", tomo VIII de la Historia Universal de EUNSA.
martes, 20 de agosto de 2013
DUGUIN: PROFETA DE EURASIA
Alexander Duguin |
Alberto Buela
Alexander Duguin (Moscú, 1952) se ha transformado hoy en el más significativo geopolitólogo ruso. Inscripto en la ideología nacional bolchevique del estilo de Ernst Niekisch sostiene un socialismo de los narodi. Esto es, un socialismo de los pueblos, despojado de todas las taras modernas como su materialismo, su ateísmo y su ilustración.
Su teoría geopolítica es la construcción de un gran espacio euroasiático con centralidad en Rusia.
En este libro que comentamos, traducción al portugués de Aganist the west (2012), se va a ocupar en primer lugar de qué entiende por Occidente, que a partir del nacimiento de la modernidad, pasando por sus distintas etapas - Renacimiento, Nuevo Mundo, Reforma, Revolución francesa, Revolución bolchevique, Transformación tecnológica, Globalización – se ha ido transformando en el criterio normativo del mundo.
El proceso de modernización tiene dos caras, una exógena que no emerge de las necesidades de los pueblos y otra, endógena, que es un principio interno que no puede ser negado. La primera ha servido para la colonización y dominio de los pueblos, en tanto que la segunda surgió como una necesidad natural.
En cuanto a la globalización: representa el último punto de realización práctica de las pretensiones fundamentales de Occidente a la universabilidad de su experiencia histórica y de sus valores.
A la tesis de “Rusia, país europeo” va a oponer la tesis “Rusia-Eurasia como una civilización opuesta tanto Occidente como a Oriente”.
Apoyándose en la idea “gran espacio” (1939) de Carl Schmitt y teniendo como antecedente la Doctrina Monroe (1823) propone recuperar la idea de imperio.
Sostiene que la Doctrina Monroe nació como una idea anticolonialista y se fue transformando en una propuesta colonialista. Para nosotros, americanos del sur, tal Doctrina fue siempre colonialista cuyo enunciado real fue desde un comienzo: América para los norteamericanos.
El concepto de imperio que se propone va más allá de los contextos históricos o políticos en que se haya dado y no se limita solo a una dimensión física ni a la presencia de un emperador. Eso sí, el imperio exige un estricto centralismo administrativo y una amplia autonomía regional: El imperio es la mayor forma de humanidad y su mayor manifestación.
Cuando entre los imperios nombra el imperio comunista de la URSS y al imperio liberal de los EUA, y los pone a la misma altura que los imperios romano o autro-húngaro, Duguin no realiza la distinción entre imperio e imperialismo. Así, el imperio impone pero deja valores que le son propios (lengua, instituciones), mientras que el imperialismo es la imposición de un Estado sobre los otros para su explotación lisa y llana. El imperialismo deja solo desolación, en tanto que el imperio abre un mundo desconocido a sus dominados.
Un comentario especial merece su caracterización del conservadorismo, donde se ve la influencia de Alain de Benoist, seguramente el más original pensador francés vivo. El conservador no quiere conservar el pasado por ser pasado, según se lo define habitualmente, sino que pretende conservar del pasado lo constante, lo perenne. Y eso, porque no tiene una visión diacrónica de la historia sino sincrónica. El sentido del ser, de lo que es y existe no se apoya para él en la ideas de movimiento (pasado, presente, futuro) donde las cosas nos hacen un llamamiento desde el futuro bajo la idea de progreso, como sucede con el iluminismo, el modernismo y, hoy, el progresismo, sino que el sentido de las cosas hay que buscarlo en lo constante, en lo que permanece. El ser tiene una primacía sobre el tiempo; lo comanda y predetermina su estructura: el tiempo se da en el seno del ser como acontecimiento apropiador del ser.
La conclusión política del conservadorismo ha dado lugar a la “cuarta teoría política”, pues así como en el siglo XX se dieron la primera teoría política con el liberalismo, la segunda con el marxismo, la tercera con el nazismo hoy, a comienzos del siglo XXI, hace su aparición la “cuarta teoría política” que hunde sus raíces en la revolución conservadora alemana del período entre guerras y que tuvo como exponentes, entre otros, a Moeller van der Bruck, Carl Schmitt, los hermanos Jünger, Martín Heidegger, von Solomon, von Papen, Werner Sombart, Stefan George que no se pudo plasmar en una práctica política concreta.
El imperio eurasiano propuesto por Duguin con Rusia como centro y cabeza que: debe pensar y obrar imperialmente, como un poder mundial que tenga opinión sobre todo hasta los lugares más distantes del planeta, tiene “carácter civilizatorio” nos parece ambicioso, pero no inverosímil.
Nosotros creemos, y hemos intentado mostrar a través de múltiples trabajos, que las ideas de gran espacio y de imperio, en este caso, se unifican en la idea de “ecúmene”, que como la Hélade para los griegos, la romanitas para los romanos, o la hispanidad para los españoles, designan los grandes de tierra habitados por hombres que comparten entre sí, lengua, usos, costumbres, creencias y enemigos comunes. Y en este sentido sostenemos que el mundo es un pluriverso compuesto por varias ecúmenes entre las que se destaca, para nosotros, la iberoamericana.
Finalmente, toda la última parte del libro va ha estar ocupada en asuntos internos y temas casi exclusivamente rusos, de los que no nos encontramos capacitados para juzgar: la relación de Rusia con Ucrania, la filosofía del narod y su patriotismo erótico, el arcano roxo de Rusia, la estructura sociogenética de Rusia e intereses y valores post Tskhinvali.
Queremos felicitar a los traductores brasileños por este trabajo, que acerca al mundo luso e hispano hablante a un geopolitólogo de valía, prácticamente desconocido en nuestra común ecúmene cultural.
2 Cfr. Martín Heidegger: Tiempo y ser(1962), que no hay que confundir con Ser y tiempo de 1927.
ODA A ROOSEVELT
"¡Es con voz de la Biblia, o verso de Walt Whitman,
que habría que llegar hasta ti, Cazador!
Primitivo y moderno, sencillo y complicado,
con un algo de Washington y cuatro de Nemrod.
Eres los Estados Unidos,
eres el futuro invasor
de la América ingenua que tiene sangre indígena,
que aún reza a Jesucristo y aún habla en español.
Eres soberbio y fuerte ejemplar de tu raza;
eres culto, eres hábil; te opones a Tolstoy.
Y domando caballos, o asesinando tigres,
eres un Alejandro-Nabucodonosor.
(Eres un profesor de energía,
como dicen los locos de hoy.)
Crees que la vida es incendio,
que el progreso es erupción;
en donde pones la bala
el porvenir pones.
No.
Los Estados Unidos son potentes y grandes.
Cuando ellos se estremecen hay un hondo temblor
que pasa por las vértebras enormes de los Andes.
Si clamáis, se oye como el rugir del león.
Ya Hugo a Grant le dijo: «Las estrellas son vuestras».
(Apenas brilla, alzándose, el argentino sol
y la estrella chilena se levanta...) Sois ricos.
Juntáis al culto de Hércules el culto de Mammón;
y alumbrando el camino de la fácil conquista,
la Libertad levanta su antorcha en Nueva York.
Mas la América nuestra, que tenía poetas
desde los viejos tiempos de Netzahualcoyotl,
que ha guardado las huellas de los pies del gran Baco,
que el alfabeto pánico en un tiempo aprendió;
que consultó los astros, que conoció la Atlántida,
cuyo nombre nos llega resonando en Platón,
que desde los remotos momentos de su vida
vive de luz, de fuego, de perfume, de amor,
la América del gran Moctezuma, del Inca,
la América fragante de Cristóbal Colón,
la América católica, la América española,
la América en que dijo el noble Guatemoc:
«Yo no estoy en un lecho de rosas»; esa América
que tiembla de huracanes y que vive de Amor,
hombres de ojos sajones y alma bárbara, vive.
Y sueña. Y ama, y vibra; y es la hija del Sol.
Tened cuidado. ¡Vive la América española!
Hay mil cachorros sueltos del León Español.
Se necesitaría, Roosevelt, ser Dios mismo,
el Riflero terrible y el fuerte Cazador,
para poder tenernos en vuestras férreas garras.
Y, pues contáis con todo, falta una cosa: ¡Dios!"
Rubén Darío
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