RAIGAMBRE

Revista Cultural Hispánica

lunes, 20 de julio de 2015

EXCURSUS II (ELUCIDACIÓN DE LA "TRADICIÓN")


Martin Heidegger, contemplando un antiguo armorial


TRADICIÓN EN ERNST JÜNGER: MOMENTO CONSTITUTIVO, CUSTODIANTE Y DEFENSIVO

Manuel Fernández Espinosa

En la lengua alemana hay dos términos para nuestra palabra "tradición": "Überlieferung" y "Tradition". Por lo común, los términos se emplean indistintamente, a excepción de algunos casos como el que constituye el uso filosófico que le dio Martin Heidegger. Cuando Heidegger se refiere a la "tradición" con el vocablo "Tradition" lo hace identificando esa "tradición" con una particular tradición filosófica occidental, la que -según Heidegger- ha olvidado la pregunta por el ser: "La tradición (Tradition) llega a hacer olvidar totalmente tal origen" -dirá Heidegger en "Sein und Zeit". Sin embargo, "Überlieferung" (tradición/transmitir/entregar) lo emplea para expresar algo más dinámico y decisivo: "Si todo "bien" es hereditario y el carácter de los bienes radica en el hacer posible la existencia propia, entonces se constituye en el "estado de resuelto", en cada caso, la tradición de una herencia".

Aunque no es momento de internarse en la filosofía heideggeriana, sería oportuno indicar que lo que Heidegger llama "estado de resuelto" es el más peculiar modo de ser de la existencia auténtica frente a la existencia inauténtica y gregaria. Heidegger rechaza la "Tradition" consistente en ese corpus acumulado a lo largo de la filosofía occidental, pues esa "Tradition" acarrea consigo "que con todo su historiográfico interés y todo su celo por una exégesis filológicamente "positiva", el "ser ahí" ya no comprende las condiciones más elementales y únicas que hacen posible un regreso fecundo al pasado en el sentido de una creadora apropiación de él".

Esa "Tradition", para Heidegger, obtura el acceso al origen, pero la "Überlieferung" nos permite el retorno al origen "reapropiándonos" de él. 

Sin llegar a establecer tan sutiles distingos como los que marca la filosofía heideggeriana, podemos decir que Ernst Jünger llega a conclusiones similares. La tradición (Tradition/Überlieferung: nosotros no vamos a diferenciar entre ambos vocablos germanos) no puede ser un afán museístico, sino que tiene que ser algo dinámico -tal y como lo habían entendido nuestros pensadores tradicionalistas (Vázquez de Mella, v. gr.) Para hacernos cargo del dinamismo de la auténtica tradición (y no de la tradición entendida como "museísmo" o veneración de fósiles) el mismo Jünger nos ofrece un pasaje digno de reflexionar:

"La historia es la tradición que un poder victorioso se otorga a sí mismo. Así es como las familias romanas retrotraían su origen hasta los semidioses y así es como habrá de escribirse una historia nueva a partir de la figura del trabajador".

("El Trabajador. Dominio y figura".)

La tradición es algo dinámico, el sujeto de la tradición no permanece pasivo como un recipiente que acoge lo que le dan las generaciones anteriores, sino que ejerce una labor activa en cuanto que, al valorar lo recibido, rechazará algunos elementos heredados y acogerá otros. No es, por lo tanto, un mero recibir, sino más bien un reelaborar lo recibido y otorgárselo a la misma comunidad como fuente de legitimación.

Esto que puede parecer algo complicado de comprender es lo que hemos visto a lo largo de toda la historia, Jünger pone el ejemplo de los romanos que remontaban sus ancestros a los semidioses: el mito es así una fuente de legitimación. En la España de nuestros días basta pensar en lo que se ha hecho con el mito de las Tres Culturas, se ha reinventado todo un pasado mítico de convivencia idílica entre judíos, musulmanes y cristianos y, a partir de esa reinvención, inspirada en Ámérico Castro y otros, se ha desfigurado no sólo el pasado histórico de España, sino su presente y su futuro. Es obvio que a los poderes fácticos poco importa la verdad de sus teorías, ni siquiera la solvencia intelectual de los artífices de esas teorías que se reapropian para configurar nuestro pasado, nuestro presente y nuestro porvenir. Américo Castro era filólogo y no puede llamársele historiador, pero eso poco importa: lo que les importaba a las elites que divulgan la teoría de Américo Castro hasta haberla hecho hegemónica no era el amor por la verdad, sino la construcción de todo un discurso que disolviera la identidad histórica de los verdaderos españoles en aras de la multiculturalidad, ahogando la identidad hispánica; y hasta tal punto que los hay hoy -tras muchas décadas de machacar con este absurdo del triculturalismo- que, descendientes de cristianos viejos, todavía se piensan descender de moriscos o judíos.

Volviendo a Jünger, digamos que éste se ocupó de reflexionar sobre nuestro tema en un texto que tituló "La Tradición", publicado originalmente en la revista Die Standarte (El Estandarte), revista de los Stahlhelm (Cascos de acero), en 1925. En dicho ensayo breve, el Mago de Wilflingen nos dice: "La persona singular no se halla, sin embargo, ligada a una superior comunidad únicamente en el espacio, sino, de una forma más significativa aunque invisible, también en el tiempo. La sangre de los padres late fundida con la suya, él vive dentro de reinos y vínculos que ellos han creado, custodiado y defendido. Crear, custodiar y defender: esta es la obra que él recoge de las manos de aquéllos en las propias, y que debe transmitir con dignidad. El hombre del presente representa el ardiente punto de apoyo interpuesto entre el hombre pasado y el hombre futuro."

Las tres acciones que se relacionan con la Tradición son "crear", "custodiar" y "defender". La Tradición tiene, por lo tanto, un momento "creador" (preferimos llamarlo "momento constituyente") y, para que se prolongue en el tiempo, se requiere una permanente "labor custodiante" y, llegado el caso, una decidida "disposición defensiva". Lo que he llamado, glosando el pasaje de Jünger, "labor custodiante" podría confundirse con lo que he denominado "disposición defensiva": custodiar es, en un sentido amplio, defender; pero considero muy conveniente que estos dos verbos no los entendamos aquí como equivalentes, pues en lo que atañe a la "labor custodiante" habría que pensar en todo lo que comporta de actitud vigilante la conservación de una tradición. Ésta ha de ser vigilada, custodiada, para evitar que se relajen sus portadores y se desvirtúe y corrompa la misma tradición, mientras que en la "disposición defensiva" hablaríamos más bien de toda acción, intelectual o armada, conducente a preservar la tradición de cuantos enemigos pugnen por hostigarla o destruirla. Hay que ejercer, por lo tanto, la "custodia", salvaguardando que los mismos que participan de la tradición la puedan desviar por caprichos o incurias, pero también hay que estar dispuesto a defender la tradición contra cuantos -propios o extraños- quieran destruirla.

La custodia de la tradición no es impedir a todo trance cambios en lo accidental, para ello Jünger nos propone el ejemplo de un edificio que puede cambiar con el tiempo. Esta metáfora arquitectónica la traslada más tarde a la organización política, no olvidemos que es el año 1925 cuando Jünger escribe este ensayo que comentamos:

"Ayer teníamos un imperio, hoy tenemos una república… mañana tendremos acaso de nuevo un imperio, y pasado mañana una dictadura. Cada una de estas figuras guarda, como invisible heredad, más o menos oculta en la profundidad de su lenguaje de formas, el contenido de aquello que es pasado; cada una de ellas tiene en cambio el deber de ser en todo y por todo ella misma, porque sólo así será alcanzada la plena valoración de la fuerza."

Lo que hay que custodiar de la tradición es el modo de ser propio, una ética y una estética, una moral y un estilo propios que se han perpetuado a lo largo de siglos hasta tal punto que (válgannos estos ejemplos) podemos reconocer como hispánica la defensa de Numancia lo mismo que la de Baler, o la del Alcázar de Toledo. Es por ello por lo que Jünger demanda a sus compatriotas que prescidan -si es menester- de lo exterior, pues "la ostentación de formas externas de la tradición, propia de la actual juventud, [es] lo que constituye la señal de una falta de fuerza interior."

Y reclama imperativamente: "No vivamos en un museo, sino en un mundo activo y hostil. No es tradición reavivada aquélla que el viejo soltero ostenta pintada sobre la propia cajetilla de cigarros, o aquélla exhibida en el adorno blanco y negro estampado sobre cada cenicero y sobre los tirantes. Esta no es sino propaganda en el sentido deteriorado, como, igualmente, formas de propaganda de pésimo gusto son en gran medida nuestros desfiles, las celebraciones conmemorativas y las jornadas de honorificación: empalagoso kitsch, bueno sólo para conquistar a algún simpatizante."

Pues, en lo interior es donde tiene que mantenerse la tradición, a salvo de la violación del enemigo, pues la tradición no es algo antiguo, que nos gusta más o nos gusta menos, sino que es cuestión de vida o muerte, por eso exhorta a los alemanes a ser "todo aquello que sois":

"Sed en todo y para todo aquello que sois; entonces vuestro futuro y vuestro pasado vivirán en el punto de apoyo ardiente del presente y en la más auténtica alegría de la acción. Tendréis entonces la verdadera tradición viviente y no sólo su centelleante reflejo, el cual podría proyectarse en cualquier sala de cine ciudadana."

A título de recapitulación podemos terminar concluyendo:

-A diferencia de la lengua alemana, en castellano no disponemos de dos vocablos para la palabra "tradición". Podríamos hablar de "transmisión" o, ya lo veremos en su momento, de "entrega". No tenemos que compartir la diferencia que marca Heidegger entre "Tradition" y "Überlieferung", pues lo que Heidegger identifica como la "Tradition" (la metafísica occidental y el olvido del ser que ésta entraña) son cuestiones particulares de la filosofía y, en concreto, de la filosofía de Heidegger, pero sí que podríamos advertir que no son pocos los que confunde la "tradición" con actitudes meramente pasivas, en el mejor de los casos de veneración por la antigüedad, mientras que conviene tener muy claro que la tradición es algo muy distinto: es activa. Aquí vendría bien recordar la parábola de los talentos, cuando Jesucristo nos presenta al que guardó y no arriesgó como el peor de todos aquellos que recibieron algo; pues el sentido exacto de la tradición sería ese mismo, no conformarse con enterrar lo que se nos ha entregado, sino hacerlo correr, hacerlo vida.

-La tradición reapropiada (expeliendo de ella cuanto estorbe en el presente para conquistar el futuro) es, como dice Jünger, la fuente de una legitimidad del poder y acomoda la historia a sus conveniencias, suprimiendo de ella todo cuanto atenta al ser de la comunidad que vive la tradición y la transmite.

-La tradición es acción: ha sido constituída, instituida en el pasado (la podemos instituir nosotros para el futuro), pero hay que custodiarla para impedir que, bajando la guardia, se malogren las conquistas de todo tipo que ha permitido esa tradición. La tradición hay que defenderla de sus enemigos: de todos cuantos, formando parte de la comunidad, la denigran, adulteran o pugnan por tacharla: con su "traición" ponen en peligro a la comunidad que es la que es gracias a esa tradición. También hay que defenderla contra los ajenos que nos quieren imponer sus propias "tradiciones" extrañas: nocivas y mortíferas para la comunidad.

-Es en el interior donde hay que conservar celosamente la tradición, la exhibición externa de la misma no es mala, siempre y cuando no se confunda con una actitud superficial que vacía el sentido auténtico de lo que se es. 

domingo, 19 de julio de 2015

DESTRUCCIÓN DE LA CULTURA OCCIDENTAL

Algunos de los componentes de la Escuela de Frankfurt


 
 
Matilde N. P.
 
El comienzo del colapso de la derecha y de los valores tradicionales en Occidente puede datarse a principios de los años 60. Sin embargo, tales reformas sociales no se plantean en esa década, si no varias décadas antes. En 1923, el marxista alemán Carl Grünberg fundó con el patrocinio judío de Hermann Weil el Instituto de Investigación Social, un edificio adjunto a la Universidad de Frankfurt. Surgieron así pues filósofos ‘creados’ en la Escuela de Frankfurt, y este instituto conspiró contra la cultura occidental.
Es por esta razón que la Federación de Rusia, que fue la guardia del surgimiento leninista-marxista, es un país más conservador que el actual Occidente. El Marxismo cultural en el Este definitivamente no tiene espacio. Estas doctrinas fueron creadas especialmente para Occidente.
A través del Club de Roma surge en los Estados Unidos el movimiento hippie, plenamente comprometido a sacudir y socavar la moral de Estados Unidos: un movimiento de contracultura, donde sus miembros se negaron a participar en la sociedad capitalista que se movía hacia la modernidad, adoptando una forma de vida de excluidos - como nómadas. Esta postura resultó en cientos de jóvenes que criticaron los valores tradicionales sociales de la época, e incluso se oponían al nacionalismo y combatieron energéticamente la presencia estadounidense en Vietnam.
El lema "Paz y amor" es hermoso, en teoría. Sobre todo cuando uno no se ha explicado a qué se refiere esta frase. Los hippies, como se llaman estos colectivos, predicaban la libertad sexual, la anarquía y el uso de drogas ilícitas.
También en los años 60, aparece el feminismo (de nuevo patrocinado y promovido por el Club de Roma) y con él aparece el lesbianismo público. Es un hecho que el lesbianismo y el feminismo van juntos de la mano. Valerie Solanas Jean, "una ex prostituta", publicó en 1967, en Manifiesto SCUM, un texto que decía que la sociedad actual se rige íntegramente por mujeres. El número de hombres se limitaría sólo a la supervivencia de la especie: el asesinato de miles de estos sería necesario. El libro también trata de una crítica particularmente hacia la familia tradicional, al capitalismo y al gobierno de derecha.
Lo que actualmente vemos en la sociedad occidental es el resultado directo de estas propuestas de contracultura. Cuando se vuelve necesaria la toma de poder por un grupo político, sin el uso de las armas, es adoptada una estrategia de subversión cultural, en el caso de Occidente: el gramscismo. Este método marxista, diseñado por Antonio Gramsci, y "producido" cuando estaba preso, a través de la obra Cuadernos de la Cárcel, fue aceptado por casi todos (si no todos) los partidos de izquierda de todo el mundo, y consiste en el control de los medios de comunicación y todo el sistema del Estado. Un intercambio de una cultura capitalista tradicional por una cultura comunista libertaria - sólo el "principio", por así decirlo.
 
El ideólogo comunista Antonio Gramsci
En 1964, con la declaración de las reformas de bases en un mitin en la ciudad de Río de Janeiro, promovida por el presidente socialista João Goulart, la gente sale a la calle exigiendo la renuncia del presidente y el abandono de los ideales comunistas. La Marcha de la Familia con Dios por la Libertad fue suficiente: el golpe fue un éxito. Es necesario informar una vez más que este golpe partió de la gente - no del ejército - como se muestra en los libros de los estudiantes.
Esta derrota momentánea de la izquierda brasileña sirvió para avivar los ánimos y provocar conflictos armados. Surgen de esta manera, con el gobierno militar, los pequeños grupos guerrilleros a lo Che Guevara. A citar: MRN, VPR, POLOP, Leonel Brizola y Fidel Castro, Carlos Marighella, HILL, Var-Palmares - donde el presidente Dilma Rousseff formó parte- MOLIPO. Lo peor de todo es la creencia de que la izquierda luchó por la democracia. La izquierda luchaba y lucha por una dictadura, no una dictadura "tecnocrática-militar", sino una dictadura comunista. Todavía es un error decir que es de hecho un proletariado comunista. La clase obrera y el público en general no tienen acceso al poder.
El asalto en 1969 (en el que participó Dilma Roussef) se ganó el grupo por una suma de 2.400.000 dólares de dólares. Ya en la actualidad, la guerrilla negó su participación e incluso tenía el derecho a una compensación económica por los daños "a su imagen" a través de la Secretaría de Derechos Humanos del estado de Río de Janeiro. Visto que era poco práctica la toma de poder de la izquierda, la guerrilla poco a poco fue extinguiéndose hasta tal punto que en los años 70 ya no representaban una amenaza. Amenaza armada, está claro.
Estudiantes, algunos militares progresistas y militantes marxistas-leninistas que participaron en la guerrilla  luego fueron a otro campo – no a los combates, pero sí al campo intelectual - con la ayuda externa para el dominio de los medios, de la educación básica y la burocracia pública. Estos mismos activistas se reunieron en torno a nuevos partidos reaccionarios de la izquierda; mientras unos controlan los medios de comunicación en su plenitud, otros controlan el Estado. El control de la burocracia del gobierno por una ideología se llama "aparejo", lo que realmente sucede en Brasil, con el ascenso del Partido de los Trabajadores. No por el momento, el nepotismo también va en aumento - y los recientes casos de corrupción no me dejan mentir. El PT sigue el folleto gramsciano desde 1990.
Como ya dijo Paul Watson, "no importa lo que es verdad, sólo interesa lo que las personas creen que es verdad." Este es un lema no declarado de la izquierda política. No importan las estadísticas, la versión real de los hechos, y mucho menos la naturaleza humana. El  Gramscismo altera el hecho, en una lucha constante para relativizar y tergiversar este término. No sólo la "verdad", otros términos también sufren distorsiones. "El matrimonio" se refiere "a un vínculo que se establece entre un hombre y una mujer" y no a cualquier pseudo-matrimonio entre personas del mismo sexo, o incluso especies diferentes. Cómico, si no es trágico. Ya podrían al menos inventar otra palabra para el “matrimonio” gay.
Sí lo es. Esto es lo que ha ganado en este lado del mundo, el éxito de la “Nueva Izquierda”. El “matrimonio” Gay, derechos  exacerbados a las mujeres, las cuotas raciales, la libertad sexual, disminución de la individualidad, el capitalismo, el Derecho romano, amarga censura de los medios de comunicación, la disminución de las iglesias cristianas,  crecimiento ateísmo, feminismo.
La "revolución del 68": hippismo, drogas y rituales
 
 
BIBLIOGRAFÍA
 
 
 
 
 
 
 

jueves, 16 de julio de 2015

DE HUAMANGA A AYACUCHO

Imagen: Honrando la memoria de los realistas caídos en el mismo sitio de la batalla de Ayacucho (I)




Por Antonio Moreno Ruiz
Historiador y escritor


Hace poco tiempo tuve la oportunidad de viajar con mi señora por tierras de Huamanga. La ciudad se llama así desde época wari (preinca), manteniendo el topónimo durante todo el virreinato. Sin embargo el dictador Bolívar, en un alarde de megalomanía, mandó cambiar el ancestral nombre por “Ayacucho”, siendo que hasta 200 años después de la famosa batalla que definió la secesión de la América del Sur, todavía hay quien la sigue llamando Huamanga, en especial las gentes del norte de la región.

No obstante la megalomanía bolivariana no acabó ahí: No olvidemos que el Alto Perú pasó a llamarse Bolivia.

Y bueno, ya bastante después de mis años universitarios americanistas, donde degusté las enseñanzas de grandes profesores de diversas tendencias, siempre alimenté la idea de vivir en primera persona lo que era el Nuevo Mundo. A lo tonto a lo tonto, llevo ya cuatro años en el Perú, el que fuera acaso el mayor bastión realista de todo el continente. Y estando en este país, era cuestión de tiempo que visitase aquel lugar tan decisivo para la historia de dos mundos que durante tres siglos, representaron la unidad en la diversidad. A diez horas de autobús de Lima, no podía resistirse un destino tan justo y necesario; por lo cual al fin nos decidimos y pasamos cuatro días en aquella lindísima ciudad que, en un entorno quechuahablante, sin embargo su arquitectura parece sacada de las honduras de Castilla. Aquella hermosa urbe de algo menos de doscientos mil habitantes, magníficamente franqueada por treinta y tres iglesias que rivalizan con la altura de los Andes, nos abría sus puertas de par en par, invitándonos a recorrer la inmensidad de sus alrededores. Y el último día de nuestra breve mas intensa estadía en esta hermosa e importante tierra peruana estuvimos en el lugar de la famosa batalla; de la pseudobatalla diría yo, puesto que el resultado estaba pactado de antemano por los liberales criollos y peninsulares. Hasta el año 1820, la rebelión secesionista, un extraño compuesto de oligarquía criollo-mestiza, revolucionarios peninsulares, jesuitas vengativos e imperialistas británicos, bajo la atenta mirada de las logias masónicas, estaba a punto de confirmar su fracaso. Los ejércitos realistas, nutridos de una mayoría aplastante de hispanoamericanos, estaban logrando derrotar a los insurgentes; tal y como el astur-llanero José Tomás Boves demostró que se podía derrotar a Bolívar hasta su temprana muerte en 1814, en plena batalla de Urica que, cual Cid Campeador redivivo, ganó después de muerto, frente a la impotencia bolivariana. Sin ayuda exterior, sin un ejército regular español en tierras americanas, los realistas “criollos” estaban ganando, derrochando fidelidad a la española patria que abarcaba entrambos hemisferios. En 1820, una expedición ibérica formada por veinte mil soldados, que según reconoce el expresidente peruano Alan García (1), hubieran terminado de aplastar a los secesionistas, no terminó de zarpar de la Vieja España: Un golpe dado por el militar liberal Rafael del Riego, evitaba esta oportuna salida y la reconducía para sus intereses politiqueros. Era el comienzo del Trienio Liberal, que amén de sumir al caos en España, llenó de confusión las Indias, pues ahora, los hispanoamericanos veían como desde la Vieja España se quería imponer a la fuerza el liberalismo contra el que ellos se estaban desangrando sin ayuda. La decepción que esto acarreó en tres años fue clave. Las deserciones y los cambios de bando se sucedieron por doquier. Y aun así, todavía la resistencia realista fue fortísima por todo el continente. Desde luego, tiene mérito.

En 1823, depuesto un indigno Riego que lloró y abjuró públicamente de sus ideas (y que sufrió una muerte horrible, ciertamente), el mal ya era mucho. En esa época se sucedieron las conferencias de Punchauca entre el virrey La Serna (y sus emisarios) y José de San Martín, ambos españoles liberales. Y digo ambos porque es un anacrónico error decir que José de San Martín era “argentino”, siendo que había nacido en Yapeyú pero, hijo de españoles, a los cuatro años su familia regresaría a la Península; para a posteriori, servir durante veintidós años en el ejército español; cuando no se servía a una “nación-estado”, sino a un rey, y a un rey borbónico en concreto. Sin embargo, en plena invasión napoleónica de España, luego de las batallas de Bailén y La Albuera, se licencia de su ejército en un momento tan esencial, pasa a Inglaterra, y al poco tiempo se le ve en Sudamérica liderando una parte importantísima de las luchas separatistas. Es en este intervalo, concretamente en 1821 cuando San Martín dice: “Los liberales del mundo somos hermanos en todas partes y queremos preparar en este hemisferio un asilo seguro para nuestros compañeros de creencias.” (2) Fue esta mentalidad en este periodo de tiempo lo que acabó por inclinar la balanza secesionista, para mayor beneficio del imperio británico,  el cual, con la consigna de que “a España hay que vencerla en América y no en Europa”, consiguió por la avidez de las traiciones lo que en el siglo XVIII le había costado terribles derrotas militares, desde Cartagena de Indias con Blas de Lezo hasta Pensacola con Bernardo de Gálvez.

Así las cosas, de Huamanga se pasó a Ayacucho, en una batalla cuyo resultado estaba pactado de antemano, y en donde los parientes de ambos bandos se saludaron como si tal cosa. Una batalla donde el ejército "patriota" se componía mayormente de venezolanos y colombianos, con nutridos grupos de rioplatenses, chilenos y británicos; mientras que en el ejército realista, de cada cinco soldados, dos eran ibéricos y tres peruanos (incluyendo en este número a los altoperuanos). Sin embargo, durante doscientos años se ha contado la misma y mentirosa versión oficial tanto en España como en Hispanoamérica. Todo quedó en la familia liberal-traicionera.

Otrosí, la importancia de esa fecha se prolonga en el espacio y en el tiempo, puesto que en el ejército realista, aquel fatídico día que se pasó de Huamanga a Ayacucho, participaron personajes que serían muy importantes para la historia de España y el Perú, respectivamente: Del lado realista peruano estaban los hermanos Castilla. Luego de la pactada batalla de Ayacucho, Ramón cambió de bando e ingresó al ejército patriota y con el tiempo llegaría a presidente de la república; en cambio Leandro no reconoció la república y pasó a España (3), donde a los años lucharía en el ejército carlista, esto es, el movimiento contrarrevolucionario/tradicionalista/legitimista español que en 1833 surge como herencia viva de los Batallones de Voluntarios Realistas (que en la Península habían combatido al Trienio Liberal), frente al golpismo liberal que, contra la ley y la tradición, impuso a Isabel “II” (entonces una niña) en el trono frente a los derechos de Don Carlos (Carlos V de España). Y Leandro Castilla sería parte activa de este movimiento como leal soldado, continuando la lucha realista que empezó en Sudamérica, siendo el último gobernador de la resistencia carlista de Morella bajo las órdenes del general Ramón Cabrera en 1840. Valga reseñar que Cabrera usó una bandera negra muy parecida a la que años antes habían usado los realistas quiteños y venezolanos; y esa fue la bandera que Leandro Castilla custodió como gobernador; viva y enésima muestra de que los criollos no estaban discriminados.

Del lado realista ibérico estuvieron Espartero y Maroto, los cuales, a los años en la Península estarían teóricamente enfrentados: Espartero en el bando liberal, Maroto en el carlista; pero a la sazón ambos firmantes del vergonzoso Convenio de Vergara en 1839, donde Maroto, amén de la rendición, ordenó el fusilamiento de muchos buenos militares carlistas y entregó la flor y nata de los voluntarios vascongados y castellanos al desastre. Maroto, que era casado con chilena, sabiendo que Roma no paga traidores, emigró a Sudamérica, y estando en Perú, Ramón Castilla, ya presidente de la república, conocedor de su traición a través de su hermano Leandro (el cual murió exiliado en Francia), le prohibió la estadía en el país y tuvo que pasar a Chile.

A los años, el novelista liberal Benito Pérez Galdós intentó dulcificar la figura de Maroto, alejándose de la Historia y aprovechando el oportunismo ideológico; sin embargo, los liberales de la época lo tuvieron muy claro y después de que les hiciera el trabajo sucio, lo desecharon.

¿Casualidad que Espartero y Maroto estuvieran primero en Ayacucho y después en Vergara? Sinceramente creemos que no. Y es que en el carlismo siempre señaló como “ayacuchos” a la mayoría de los militares liberales con los que a la postre acabaría pactando el traidor Maroto, pues no en vano años antes habían sido hacedores de esta terrible traición que nos separó, repitiendo el mismo método en Vasconia.

El escritor peruano José Antonio Pancorvo ha escrito un libro imprescindible sobre esta malhadada época: Demonios del Pacífico Sur. De él me acordé ante aquellos imponentes Andes que ejercieron como campo de batalla. Estando en aquel inmenso solar, evoqué la memoria del argentino José Manuel González y del colombiano Luis Corsi Otálora, dos grandes maestros que ya se nos fueron y que publicaron en Ediciones Nueva Hispanidad, del también argentino Félix Della Costa; así como de otros valientes e ilustres historiadores hispanoamericanos de nuestro tiempo, tales como el colombiano Pablo Victoria Wilches, que acuña sin ambages la expresión “genocidio bolivariano”; el peruano Heraclio Bonilla, que dice que la independencia fue un día de duelo para los indígenas; o el ecuatoriano Francisco Núñez, que recuerda siempre con fervor que Quito fue España (4). Y todos ellos sin ayuda de la España oficial; al igual que en su día tampoco la tuvieron los Pincheira, resistiendo entre las actuales repúblicas de Argentina y Chile hasta 1832; y los iquichanos liderados por Antonio Navala Huachaca, resistiendo por tierras del norte huamanguino hasta 1835.

Sin duda, aquella enorme pampa huamanguina siempre morará en mi corazón, dándome continuas inspiraciones para seguir luchando por restablecer una memoria que nos han intentado robar; empero, doscientos años de mentiras ya se resquebrajaron, y gracias a los hispanoamericanos frente a una Vieja España que se empeña en premiar a los traidores.

Iquicha, la cuna de Antonio Navala Huachaca, queda apuntada como destino…





NOTAS: 



Imagen: Honrando la memoria de los realistas caídos en el mismo sitio de la batalla de Ayacucho (II)





(1) Sobre el libro Pizarro, el rey de la baraja, véase:

pizarro, el rey de la baraja - antonio moreno ruiz - Blogger






(2) Más frases antológicas de José de San Martín:

San Martín dixit | coterraneus - el blog de Francisco Núñez ...






(3) Esto mismo haría la familia arequipeña de los Goyeneche. Otrosí, muchos realistas de las actuales Venezuela y Colombia decidieron pasar a Puerto Rico y Cuba, que se mantuvieron como provincias españolas hasta la invasión yanqui de 1898.




(4) Como diría Jack el destripador, vayamos partes:


Sobre José Manuel González QEPD:

ANTONIO MORENO RUIZ: RIP JOSÉ MANUEL GONZÁLEZ.





Sobre Luis Corsi Otálora:







Sobre José Antonio Pancorvo, véase:

RAIGAMBRE: APOLOGÍA DE JOSÉ ANTONIO PANCORVO







Sobre Pablo Victoria Wilches, véase:






Sobre Heraclio Bonilla:






Sobre Francisco Núñez:



miércoles, 15 de julio de 2015

EXCURSUS (ELUCIDACIÓN DE LA "TRADICIÓN")



ERNST JÜNGER: LA TRADICIÓN ELEMENTAL DE LO ORIGINARIO (I)



Manuel Fernández Espinosa



La sociedad alemana de entreguerras presenta como pocas sociedades los síntomas de una profunda crisis en todos los órdenes. No es simplemente la inflación, la mecanización de la industria, la crisis económica lo que tenía a los alemanes exasperados, buscando soluciones drásticas. Una lectura económica, tan del gusto del liberal como del marxista (ambos anverso y revés del mismo espíritu burgués) no podrá explicar satisfactoriamente la época. Son otras las dimensiones y muchos otros los vectores que habría que considerar para explicarse aquella sociedad convulsionada; teniendo en cuenta que, como sabemos, el vector es una magnitud que, conteniendo la cuantía, nos exige considerar el punto de aplicación, la dirección y el sentido. Y uno de los vectores más significativos será la intelectualidad que ha regresado del frente, tras la derrota bélica. Y uno de los intelectos que, por fidelidad a los camaradas caídos en el frente, se aplicará a imprimir una dirección y darle un sentido a buena parte de sus lectores será el del escritor Ernst Jünger (1895-1998). Éste lo hace desde una posición conquistada: es un héroe de guerra, herido en combate y condecorado con las más altas distinciones del ejército alemán, su heroísmo le precede y le inviste de una autoridad como no podrán presentar otros.
 
Sus obras literarias más importantes, como introspección de la experiencia de la guerra, las escribirá del año 1918 a 1923: "Tempestades de acero", "La guerra como experiencia interior", "El bosquecillo 125", "Fuego y sangre". Pero no serán pocos los artículos que irá publicando en las revistas que abundan entre los llamados Cuerpos Francos: "Die Standarte", suplemento en un principio de "Der Stahlhelm", será una, pero no la única. El cierre de estas revistas por la censura de la República de Weimar no impedirá que surjan otras: "Arminius", "Der Vormarsch", "Widerstand", etcétera. Puede considerarse como un abigarrado entramado de medios de prensa que responde a los múltiples grupos de soldados que se han quedado sin guerra y no pueden adaptarse a la "paz" y, menos todavía, a una vergonzosa paz que humilla todos los sacrificios consumados en el frente. Se está fraguando así el llamado "nacionalismo de los soldados".
 
Jünger se referirá constantemente a esos años, en los que los viejos camaradas que habían estado en el frente se reunían en las tabernas o en las mansardas para discutir, mientras bebían, la deriva de los acontecimientos y qué hacer. Por ese tiempo hubo en Alemania no pocos visionarios, como el Lorenz de la novela jüngeriana "Abejas de cristal": "Por entonces -escribe Jünger- todos teníamos una idea fija; era una característica peculiar que siguió a aquella guerra. La suya [la de Lorenz] consistía en que las máquinas eran el origen de todos los males. Quería volar las fábricas, redistribuir la tierra y convertir el país en un imperio rural. Así todos vivirían sanos, felices y en paz. Para sustentar esta opinión había adquirido una pequeña biblioteca, dos o tres hileras de libros, gastados a fuerza de leerlos, sobre todo de Tolstoi (que era su ídolo) y también de anarquistas primitivos como Saint-Simon. [...] El pobre no sabía que hoy no existe más que una única reforma agraria: la expropiación".
 
Este Lorenz puede ser el personaje ficticio de una novela, pero como señala Rüdiger Safranski: "Casi todas las ciudades contaban con uno o más "salvadores". En Karlsruhe, alguien que se hacía llamar Torbellino Originario prometía a sus adictos la participación en las energías cósmicas; en Stuttgart actuaba un Hijo del Hombre que invitaba a una redentora cena vegetariana; en Düsseldorf un nuevo Cristo predicaba el inminente final del mundo e invitaba a retirarse en la meseta montañosa Eifel. En Berlín el Monarca Espiritural Ludwig Haeusser llenaba grandes salas, donde exigía "la más consecuente ética de Jesús" en el sentido del comunismo originario, propagaba la anarquía del amor, y se ofrecía a sí mismo como "caudilllo para la única posibilidad de evolución superior del pueblo, del Imperio y de la humanidad". Los numerosos profetas y sujetos carismáticos de aquellos años tienen casi todos una actitud milenarista y apocalíptica...". Tal vez el caso más famoso fue el que protagonizó en el verano de 1920 un tornero de Alsacia por nombre Friedrich Muck-Lamberty que recorrerá los caminos sumando gente de todas las edades, sobre todo jóvenes, que se agrupan para escucharlo y que formarían el fenómeno llamado "Neue Schar" (la Nueva Grey). Visionarios como estos que fueron personajes históricos hoy olvidados asoman en la literatura alemana de la época. Alemania era escenario de esta especie de histeria colectiva tras la Gran Guerra: al traumatismo causado por las incontables pérdidas humanas, se sumaba la humillación y la incertidumbre por el futuro, por si fuese poco; y todo ello hirviendo en un recipiente modelado por el romanticismo que informa la cultura alemana desde el siglo XIX (su filosofía, su literatura, su música, su teología...)
 
Thomas Mann, retrospectivamente, escribiría: "Pero el intelecto del hombre civilizado, sea ese intelecto burgués o simplemente civilizado, no puede sustraerse a una sensación de malestar. Puesta en contacto con el espíritu de la filosofía vital, con el irracionalismo, la teología corre peligro de convertirse en demonología" ("Doktor Faustus"). En efecto, las corrientes vitalistas que afloraron en la Alemania de entreguerras, casi todas con un alto ingrediente nietzscheano, derivaron no pocas veces a sectas que combinaban más o menos extraños elementos del ocultismo y la magia. Sin embargo, en Thomas Mann habla el burgués que siente descomponerse todas las seguridades de su mundo. No obstante, el genio literario de Mann supo captar lo que estaba sucediendo en Alemania; aunque tampoco era difícil captarlo, pues Jünger y otros lo proclamaban. Mann lo resumió en la misma novela "Doktor Faustus":
 
"Necesitamos un sistematizador, un maestro de la objetividad y de la organización, lo bastante genial para combinar el renacentismo, y aun el arcaísmo, con la revolución" -le dice el protagonista al personaje que hace de su biógrafo en esta novela monumental.
 
Y bien, ese sistematizador, ese maestro de la objetividad y de la organización, el genio que combinaría perfectamente el arcaísmo con la revolución, sostengo yo, no era otro que Ernst Jünger. No digo que Thomas Mann pensara en Jünger cuando escribió estos renglones, pero si había en Alemania alguien capaz de lograr esa "síntesis" de "arcaísmo" y "revolución", la que reclamaba el Adrian Leverkühn del "Doktor Faustus", ese fue Ernst Jünger. Es lo que más tarde llamará "Revolución Conservadora" el que fuera secretario del mismo Jünger, Armin Mohler.
 
En Jünger el romanticismo había sido superado tras pasar por las tempestades de acero. En los años de entreguerras, como señala Alain de Benoist, Jünger "hace varios llamamientos para la formación de un frente unido de grupos y movimientos nacionales. Al mismo tiempo, trata -sin mucho éxito- de señalarles el camino de una necesaria autotransformación. También el nacionalismo precisa ser "trasmutado" alquímicamente. Debe desembarazarse de toda vinculación sentimental con la vieja derecha y convertirse en revolucionario, dando fe del declive del mundo burgués".
 
El estilo que define a Jünger será el "realismo heroico", una objetividad fría que mira los sucesos con otros ojos, "más allá del bien y del mal"; el mismo Jünger escribirá: "Nosotros dejamos la postura de que hay un tipo de revolución que al mismo tiempo apoya el orden, para todos los Biedermänner [filisteos de la cultura]. Pues, ¿qué tiene que ver lo elemental con lo moral?".
 
Uno de los correligionarios de Jünger, durante estos años, Ernst von Salomon dirá (en una entrevista concedida a Jean-José Marchand) que fue Ernst Jünger quien le propuso a él y a otros "escribir una nueva enciclopedia". Jünger le decía a Salomon: "lo que quiero ahora, es la revolución espiritual. ¿Dónde comenzar? Los franceses nos lo enseñaron: escribir una nueva enciclopedia, revisar todos los conceptos". El resultado, según Salomon, fue eficaz: "Lo hicimos. Y los jóvenes escritores salieron de la derecha, lo que sorprendió entonces a todo el mundo." (La entrevista a Ernst von Salomon que referimos se ha visto por vez primera estampada en castellano en el número 24 de NIHIL OBSTAT). 
 
Jünger y los suyos se distanciaban del "museísmo" (con ese vocablo se referían a la propensión -burguesa- de conservar los cachivaches del pasado burgués); la tradición que merece ser perpetuada no puede estar por más tiempo en la ficticia seguridad de un orden burgués, liberal, parlamentario: eso podía ser con anterioridad a la Gran Guerra del 14, pero tras vivir la experiencia bélica los valores burgueses de la seguridad y la prosperidad se han hecho añicos; y esto no solo es válido para los moldes políticos, también los moldes artísticos y religiosos están quebrados. Jünger escribiría en "Radiaciones": "Las pretensiones conservadoras, ya sea en el arte o en la política o en la religión, extienden cheques contra activos que ya no existen".
 
Dado que el mundo burgués del XIX, modelado por las ideas ilustradas del siglo XVIII, se ha desmoronado hay que aventurarse a crear, según sostiene Jünger, Tradición. O mejor que "crear" dijéramos que "reencontrarla". Bajo el barniz y los postizos de la civilización burguesa hay que excavar hasta dar con lo elemental y lo originario: "...a lo elemental, a una capa de la vida más profunda y más cercana al caos, que todavía no es ley, pero que esconde en sí nuevas leyes [...] una nueva relación para con lo elemental, el suelo materno". Y muchos años después, seguiría diciendo, en "Visita a Godenholm": "Una de las ideas de Schwarzenberg era que había que sumergirse otra vez desde la superficie hasta los "abismos ancestrales" si se deseaba establecer una auténtica soberanía". 
 
Volverse a lo originario y elemental es un imperativo para poder legitimar un orden de distinto cuño que suprima el falso orden liberal bajo el que hemos estado sujetos. Lo elemental "todavía no es ley", pero "esconde en sí nuevas leyes". Esta es la gran aportación de Jünger que, rechazando los falsos ídolos del liberalismo, el parlamentarismo y el marxismo, nos indica el camino a lo originario como solución para un mundo en crisis.
 
Y si es válido para el mundo de la Alemania en crisis de entreguerras, cualquier época en crisis puede escuchar la voz de Jünger, reclamando que para salir de un atolladero como el actual no hay más remedio que volverse a la Tradición que es lo originario, que podemos aguardar que vuelva de nuevo por sus fueros: como el implacable manotazo de una ola colosal que hunde un barco, con la fuerza de una tempestad de acero, como la terrible erupción de un volcán. Los elementos no conocen el diálogo con la humanidad, ni siquiera con esa secta de la humanidad que forman todos aquellos parlanchines que exigen derechos y que se han conjurado contra la naturaleza de las cosas, contra el orden natural, queriéndole dictarle sus "leyes" a la Naturaleza.


NOTA: La bibliografía empleada para este excursus jüngeriano se publicará a su término.

viernes, 10 de julio de 2015

CUANDO LOS ESPAÑOLES ÉRAMOS DIOSES

UNA HUESTE DE QUIJOTES DESHACIENDO AGRAVIOS Y ENDEREZANDO ENTUERTOS

Manuel Fernández Espinosa



Tal y como está la enseñanza, dudo mucho que los jóvenes puedan acceder a la auténtica y gloriosa Historia de España. Es muy importante que las generaciones de jóvenes españoles se familiaricen con su Historia, la de sus antepasados; y para eso, han de ir a buscar por sí mismos libros que no sean fétidas basuras interesadas que redundan en la Leyenda Negra de nuestra Patria. Y hay que decir que no poca parte de los manuales de Historia de España que tienen nuestros jóvenes en Bachillerato son de los que solapan las hazañas de nuestros ancestros, adulterando sus proezas con embustes, haciendo valoraciones falsas o, simplemente, haciendo de altavoces de la propaganda anti-española que todo lo inunda y a veces incluso está hecha por sedicentes "españoles".


Para conocer a la verdadera y genuina España en su Historia, para amarla como buen hijo suyo, hay que prescindir, por desgracia, de las instituciones educativas, así como de gran parte de sus medios (libros y otros cachivaches didácticos), pues en gran medida son muchas las instituciones "educativas" (depende siempre del profesor, claro está) que contribuyen a propalar por doquier una imagen distorsionada de España. Profesores que rinden pleitesía al "espíritu de la época" son los mejores servidores de la Leyenda Negra de España.


Uno de los episodios más grandiosos de nuestra Historia fue la Conquista y Evangelización de América. Por ser uno de los timbres de gloria más grandes de España, nuestros enemigos lo han convertido en objetivo de sus calumnias, mintiendo sobre el verdadero sentido de la acción española en América y mixtificando sin escrúpulos.
 


No es algo reciente. La Leyenda Negra de España en América fue muy temprana. A ella colaboró ese infame e indigno fraile dominico llamado fray Bartolomé de las Casas. Siguiendo la estela que el dominico marcó, las potencias rivales de España aprovecharon la fecunda fantasía de sus publicistas para emplearse a fondo con toda la artillería de sus imprentas contra España y su obra civilizadora en América. José Cadalso lo decía en sus "Cartas Marruecas" (Carta IX):


"Acabo de leer algo de lo escrito por los europeos no españoles acerca de la conquista de la América. Si del lado de los españoles no se oye sino religión, heroísmo, vasallaje y otras voces dignas de respeto, del lado de los extranjeros no suenan sino codicia, tiranía, perfidia y otras no menos espantosas. [...] los pueblos que tanto vocean la crueldad de los españoles en América son precisamente los mismos que van a las costas de África a comprar animales racionales de ambos sexos a sus padres, hermanos, amigos, guerreros victoriosos, sin más derecho que ser los compradores blancos y los comprados negros."

Feijoo, en su "Teatro crítico universal" (Glorias de España, 23), también nos lo vuelve a decir:

"No ignoro que algunos extranjeros han querido minorar el precio de las hazañas de Cortés, poniéndoles por contrapeso la ineptitud de la gente a quien venció y a quien han procurado pintar tan cobarde y tan estúpida, como si sus ejércitos fuesen inocentes rebaños de tímidas ovejas."

Lejos de esa tergiversación de la Historia que la envidia anti-española perpetró, Feijoo nos recuerda que, entre otras muchas cosas: "Bien lejos de huir los mejicanos como ovejas, se arrojaban como leones." Y piénsese en el número de indígenas que combatieron a Cortés. Un indio le dijo a Cortés: "Por cada hombre que pierdas tú, podremos perder veinte mil nosotros; y aún así, nuestro ejército sobrevivirá al tuyo".

Otros extranjeros, incluso aquellos que son capaces de admitir la grandeza de aquellas hazañas, advierten que fue la codicia la que animó a los españoles, exagerando sobre la fuerza que ese detestable vicio pudo ejercer sobre los españoles de Cortés para llevar a cabo aquella magna aventura. Ernst Jünger gustaba decir que los españoles que murieron en aquella "Noche Triste" cayeron -hundiéndose en las aguas de los canales de Tenochtitlán- por su codicia, por no arrojar los sacos de oro que se llevaban de Méjico.

En cambio, si queremos hacernos una idea de las razones que empujaban a los españoles a aquella epopeya... Mejor haremos acudiendo al testimonio de un testigo ocular, Bernal Díaz del Castillo.

En su "Historia verdadera de la conquista de Nueva España", Bernal Díaz del Castillo, hombre bragado, curtido en batallas y oriundo de Medina del Campo, nos narra en el más castizo de los estilos aquella colosal empresa conquistadora y civilizadora que lideraba Hernán Cortés.

Conforme los españoles se internan tierra adentro, los pueblos que van encontrando a su paso están postrados en el más calamitoso de los sometimientos a Moctezuma, en las oscuridades del paganismo de sus horrorosos ídolos y sus sanguinario sacerdotes caníbales.

Cuando los españoles llegan a Tascala nos cuenta Bernal que había: "casas de madera hechas de redes y llenas de indios e indias que tenían dentro encarcelados y a cebo hasta que estuviesen gordos para comer y sacrificar; las cuales cárceles les quebramos y deshicimos para que se fuesen los presos que en ellas estaban, y los tristes indios no osaban ir a cabo ninguno, sino estarse allí con nosotros, y ansí escaparon las vidas, y dende en adelante en todos los pueblos que entrábamos lo primero que mandaba nuestro capitán era quebralles las tales cárceles y echar fuera los prisioneros, y comúnmente en todas estas tierras los tenían."

Enojado, Cortés recrimina a los caciques de Tascala las costumbres bárbaras e inhumanas que practicaban; les pone frente a sus ojos el horror de retener y cebar a sus prójimos para comérselos después en sus ritos demoníacos. El rescate de tantos desgraciados que eran despensa humana para banquetes macabros se convierte así en una empresa digna de la Caballería Andante: ayudar a los débiles contra los fuertes.

En la descripción de Bernal Díaz del Castillo se dan escenas dignas de Don Quijote de la Mancha. Así es como todo el mundo recordará de qué guisa el ingenioso hidalgo de Cervantes libera a aquel zagal al que castigaba sañudamente su rico dueño, tras perdérsele al mozo unas reses; una vez que D. Quijote regaña al amo, todo parece indicar que el caballero errante, por una vez en su carrera, ha logrado su propósito, pero pronto ocurre que, una vez que el caballero de la Triste Figura da las espaldas y marcha de allí, el amo vuelve a atar a su criado y arrecia con más virulencia sus azotes.

Y algo parecido les ocurre a esa hueste de Quijotes que acaudilla Cortés. Bernal nos dice que, después de liberar tantos pueblos y reñir a sus caciques, de poco servía el celo de los españoles y las promesas de enmienda que hacían aquellos salvajes: "Digo yo qué aprovechaba todos aquellos prometimientos, que en volviendo la cabeza hacían las mismas crueldades".

Los españoles que marchaban con Cortés -Bernal Díaz del Castillo es un ejemplo- se habían formado en las novelas de caballería (desdeñadas como subliteratura, pero transmisoras de altos valores caballerescos). Aquellos españoles tenían conciencia del servicio que prestaban a la dignidad humana de aquellos indios, liberándolos de sus opresores. Aquellos españoles se veían a sí mismos como caballeros andantes que deshacen agravios y castigan a los malvados. En una arenga que pronuncia Cortés, éste dice:

"...somos vasallos de un tan gran señor, que es el emperador don Carlos, que manda muchos reinos y tierras y que nos envía para deshacer agravios y castigar a los malos y mandar que no sacrifiquen más ánimas".

Por la crónica de Bernal Díaz del Castillo podemos aseverar que Hernán Cortés revestía su avance hacia Tenochtitlán (Tenustitán le llama Bernal) como una guerra de delibranza de las tribus sometidas a Moctezuma. Los indígenas liberados por los españoles se convertían pronto en tropas auxiliares de Hernán Cortés, en agradecimiento por serles propicio; se le coaligaban por gratitud, pero también por adoración: "E viendo cosas tan maravillosas -dice Bernal- e de tanto peso para ellos, dijeron que no osaron hacer aquello hombres humanos, sino teules, que ansí llamaban a sus ídolos en que adoran".

Los conquistadores españoles -que no tenían ni un pelo de tontos- no hicieron ascos a ser considerados por los indígenas como "teules" (esto es "dioses"), por eso se tomaban el cuidado de mantener en esa creencia a los indios. Por ejemplo, cuando muere uno de los españoles en una escaramuza, nos cuenta Bernal que "enterramos al muerto en una de aquellas casas que tenían hechas en los soterráneos, por que no lo viesen los indios que éramos mortales, sino que creyesen que éramos teules, como ellos decían".

El hecho es que el mismo Bernal Díaz del Castillo averiguó, por boca de algunos caciques que se le confiaron, que los indios consideraban a los españoles como teules anunciados por sus augures y vates. Los indios "...sabían de sus antecesores que les había dicho un su ídolo, en quien ellos tenían mucha devoción, que vernían hombres de las partes de donde sale el sol y de lejos tierras a los sojuzgar y señorear".

Otra de las calumnias vertidas contra la labor civilizadora de España atañe a la Iglesia Católica. Afirman los enemigos de España -que suelen serlo también de Cristo- que los españoles convertíamos en cristianos a los indios a fuerza de "cristazos". Mentira, como casi todo lo que se les ocurre a esos indocumentados.

El padre mercedario que acompañaba la expedición de los aguerridos teules disuade a Cortés de convertir a los indios a la fuerza así, según el relato de Bernal Díaz del Castillo:

"dijo el padre de la Merced, que era hombre entendido y teólogo: "señor, no cure vuestra merced de más les importunar sobre esto, que no es justo que por fuerza les hagamos ser cristianos, y aun lo que hicimos en Cempoal de derrocalles sus ídolos no quisiera yo que se hiciera hasta que tengan conocimiento de nuestra santa fe. ¿Y qué aprovecha quitalles agora sus ídolos de un cúe y adoratorio si los pasan luego a otros? Bien es que vayan sintiendo nuestras amonestaciones, que son santas y buenas, para que conozcan adelante los buenos consejos que les damos". (El renglón en negrita lo he marcado yo, para mayor énfasis. Por si hay alguien que todavía no lo vea.)


¿Dónde está el presunto y cacareado fanatismo religioso de los españoles de Cortés? Por más que lo busco, no lo hallo.

Sensatez, sindéresis; auténtico respeto por la libertad de las conciencias... Eso es lo que podemos encontrar en nuestra acción conquistadora, civilizatoria y evangelizadora en América, al menos en el caso de la fundación de Nueva España. En el remotísimo caso de que los relativistas hubieran llegado a México, pensemos por un momento como hubieran resuelto todos los problemas: Hubieran dicho que no hay que impedir a los indios que se coman a los más débiles, pues es su cultura que vale tanto como la nuestra... Y hubieran vendido todas las coca-colas que hubieran podido para que regaran sus banquetes antropofágicos con líquido efervescente.

Los indios nos llamaban "teules" a los españoles. Si cabe atribuir el título de "dioses" a aquellos mortales capaces de hacer realidad una imposibilidad ordinaria, entonces los españoles de Cortés se merecen el título. Pues como decía Balmes, esos españoles fueron capaces de realizar lo imposible. Así lo comentaba el egregio pensador catalán:

"Un capitán que acaudilla un puñado de soldados viene de lejanas tierras, aborda a playas desconocidas y se encuentra con un inmenso continente poblado de millones de habitantes. Pega fuego a sus naves y dice: marchemos. ¿Adónde va? A conquistar vastos reinos con algunos centenares de hombres. Esto es imposible; el aventurero ¿está demente? Dejadle, que su demencia es la demencia del heroísmo y del genio; la imposibilidad se convertirá en suceso histórico. Apellídase Hernán Cortés; es español que acaudilla españoles." ("El Criterio", Cap. IV, IX).

Los que no vibren con el relato de las hazañas de nuestros antepasados en América será por no tener en sus venas ni una gota de sangre española. Y si no se sienten orgullosos de ser españoles, que no se llamen españoles. Y el español que todavía dude del heroísmo y de la nobleza que inspiraba aquella gesta, mejor hiciera en leer el libro "Historia verdadera de la conquista de Nueva España" de Bernal Díaz del Castillo.
 

Si con esa lectura una persona no recobra su españolía es que tendremos que entender que es un caso desahuciado e irrecuperable para el patriotismo.

miércoles, 8 de julio de 2015

DESEMPLEO EN UNA ECONOMÍA GLOBAL





UNA INVITACIÓN A LEER "EL FIN DEL TRABAJO" DE JEREMY RIFKIN

Manuel Fernández Espinosa


Tocando a su fin el siglo XX, el estadounidense Jeremy Rifkin publicaba un libro titulado "El fin del trabajo". Este ensayo fue un superventas mundial, pero cualquiera diría que la gente compra libros para decorar los muebles de su casa. Dudamos que se haya leído a Rifkin. 

En líneas generales lo que Rifkin sostiene es que, ante la aparición de las nuevas tecnologías más sofisticadas, nos encontramos en una Tercera Revolución Industrial que impulsa una reconfiguración que, al incorporar esas tecnologías al proceso productivo, conduce a un incremento de beneficios como pocas veces se ha visto. Se obtenien beneficios por la alta productividad de estas aplicaciones tecnológicas a la vez que estas "máquinas" hacen innecesario el mantenimiento de puestos de trabajo ocupados por seres humanos (con lo que, mandándolos al paro, se recorta en gastos). Éste sería el verdadero impacto de las nuevas tecnologías y sería la razón del aumento de desempleados en todo el planeta. Este proceso en que estamos inmersos desde finales del siglo XX nos encamina en derechura a un mundo en que las empresas prescinden de la fuerza de trabajo humano, suplantándola por la introducción de las nuevas tecnologías: es el "fin del trabajo". 

A la luz de Rifkin, el paro no viene, por lo tanto, de la crisis económica (que también, lógicamente, irrumpió en el comedio), tampoco de la competencia extranjera en el mercado laboral: la tragedia del desempleo se explicaría no por la ruina de las grandes empresas multinacionales (que, al revés, multiplican su riqueza), sino por esta suplantación inhumana de la tecnología que están implantando las grandes compañías. Las empresas siguen lucrándose, incluso multiplicando sus beneficios, gracias a la reestructuración ("reingeniería" le llama Rifkin) de sus organigramas (lo que manda al paro a millones de obreros, recortando plantillas en el capítulo de recortes de gastos).

Para Rifkin hay tres tipos de capital: el capital mercantil, el capital público y el capital social. El capital social es para Rifkin el más antiguo e importante, pero el menos reconocido y, por ahora, no se ha materializado como una tercera fuerza política que sí está plenamente constituida y organizada, respectivamente, en el sector mercantil y en el público. La fuerza del capital social "está formada por los millones de personas [...], gente que ya ha comprendido la importancia de la creación de un capital social en sus propios barrios y comunidades". Rifkin piensa que esta mayoría que existe, no ha ganado todavía conciencia de su poder; pues una vez adquirida esa conciencia esta masa sería "capaz de rediseñar el futuro una vez politizado". Para el autor norteamericano es fundamental que esta mayoría se movilice para "plantear exigencias serias tanto al sector mercantil como al público".

Aunque pudiéramos hacerlo, preferimos no presentar el perfil ideológico de Rifkin, puesto que nos parece que ahora mismo es lo menos importante y hasta podría crearnos prejuicios para tomarnos la molestia de leerlo, comprenderlo y criticarlo con justeza desde un punto de vista español. Su ensayo "El fin del trabajo" creo que merece una lectura, así como su otro libro (éste no lo he leído todavía) titulado "La Tercera Revolución Industrial".

Lo que está claro es que, aunque no tengamos que compartir todas las líneas de Rifkin, las razones del desempleo que acucia a tantas y tantas familias en todo el mundo y, especialmente, en nuestra España, hay que irlas a buscar en este juego sucio que se traen las grandes empresa multinacionales que engrosan sus cuentas introduciendo las nuevas tecnologías y poniendo en la calle a sus empleados. En una economía globalizada esto apenas se percibe, puesto que lo que vemos es cómo cierra el bar o la tienda de la esquina. Vemos caer una ficha de dominó ante nuestros ojos sin ver la ristra de piezas que, puestas en fila, una tras la otra, han ido cayendo.
 
A esto hay que sumarle que el capital público (en manos de los políticos) se encuentra involucrado con el capital mercantil, indiferente a la suerte de las masas que van pasando a condiciones de precariedad y hasta de indigencia clamorosas. Rifkin propone que el sector que constituye el capital social (que todavía se ignora a sí mismo) cobre conciencia de su poder, se organice, se politice e imponga un mejor reparto de los beneficios que acapara el capital mercantil y del que participa el capital público.

Esto podría ocurrir, incluso sería una de las posibles soluciones (aunque no deja de ser -así nos parece- una interpretación burguesa la de Rifkin). Pero lograr "politizar" a las masas dispersas y anónimas del capital social requeriría un tejido comunitario más fuerte que el que tenemos a día de hoy. En ese sentido, las políticas dimanadas del sector público más que ayudar, parecen conspirar a favor del sector mercantil para impedir que exista una sociedad digna de llamarse tal, capaz de afrontar el desafío planteado y el ninguneamiento de los sectores mercantil y público. Se trabaja con afán -en los ámbitos de la comunicación, la propaganda y la enseñanza- en la destrucción de la familia, no sólo desintegrándola mediante el egoísmo individualista, sino relativizando su importantísima función social al oponerle simulacros de modelos de "familias alternativas" y así, con sociedades desintegradas, es harto improbable que pueda formarse un adversario para los grandes poderes.

Hay que leer a Rifkin, pero sin tener que compartir sus conclusiones que, en muchos casos, serían imposibles de aplicar al caso de España. Hay que leer a Rifkin, pero desde una posición antiburguesa, desde la atalaya de "El Trabajador" de Ernst Jünger. Al igual que las propuestas marxistas, las propuestas de Rifkin no escapan a la perspectiva burguesa que es la que hay que suprimir para alcanzar otros horizontes.


Jeremy Rifkin

lunes, 6 de julio de 2015

APUNTES HISPÁNICOS PARA DUGUIN (III)

APUNTES HISPÁNICOS PARA DUGUIN (I)








LA IDEA DE EUROPA


Uno de los puntos que nos parece más chocante es el europeísmo, máxime al comprobar que España y Portugal entramos en una Europa falsa y por la puerta falsa. La Cristiandad, el Imperio Bizantino, el Sacro Imperio Romano-Germánico, y otras entidades herederas de estas tradiciones como la Monarquía Hispánica, el Imperio Austrohúngaro o el Imperio Ruso, fueron realidades concretas; pero la palabra “Europa” no alude más que a geografía. Y ni España ni Rusia son “exclusivamente europeas”, geográficamente hablando. Si Rusia es Eurasia, España puede jugar su papel también como Euráfrica y Euramérica. Y en ambos sentidos, si Rusia se siente la Tercera Roma, España no dejó de ser la que llevó Roma a América. No por nada el libro de cabecera de Hernán Cortés, conquistador de México, era la Guerra de las Galias de Julio César. No son pocos los historiadores que han subrayado el carácter romano de la conquista y el poblamiento español en el Nuevo Mundo. 

Con todo, Europa no es una realidad política, ni cultural, ni racial, ni política, ni espiritual. Nunca lo ha sido. Si nos referimos a términos como “indoeuropeo”, estamos ante una realidad tan europea como extraeuropea; y no deja de ser algo bastante impreciso. “Indoeuropeo” es un término que puede servir para determinados estudios históricos, pero no para hacer política; ni tan siquiera “metapolítica”. Máxime porque buena parte de países como España, Italia, Hungría, Finlandia, Bulgaria, Grecia, Rusia, y en menor medida, hasta Francia, Noruega y Suecia, se nutren de contingentes poblacionales que no proceden de troncos indoeuropeos. Ugro-fineses o iberos/vascones eran pueblos de raza blanca pero que no hablaban un idioma indoeuropeo, y difícil es que tuvieran un patrón cultural o espiritual indoeuropeo (si es que esto existe); sin embargo los gitanos, que no son originariamente un pueblo de raza blanca, hablan un idioma de tronco indoeuropeo. Hacer de lo indoeuropeo una bandera política, o un conjunto de valores dominantes, no es transitar por un camino serio ni seguro; porque ahí todavía hay mucha tela que cortar.

No creemos que sea posible la creación de un “bloque europeo”. Atendiendo al beneficio de un mundo multipolar (cosa en la que sí creemos), pensamos que en Europa siempre habrá varios bloques. España por ejemplo padece la vergüenza de Gibraltar, una invasión británica de su territorio. Todavía en el seno de Europa hay muchos problemas motivados, otrosí, por fronteras artificiales impuestas por criterios nacionalistas o liberales, si es que finalmente no viene a ser todo lo mismo. Y qué decir de Rusia, cuyos problemas en el “frente ucraniano” ya fueron anunciados por Solzhenitsyn años ha, el mismo cuya actitud profética en la España de 1976 hizo rasgar vestiduras tanto democristianas como marxistas; el mismo que señaló con fina y matemática precisión los errores de un Occidente sordo, ciego y mudo, preso de la precipitación y la superficialidad, obnubilado en un confort que es un gigante con pies de barro, y con la misma base materialista y atea que el marxismo. (15)



Imagen: Alexander Solzhenitsyn. Extraída de www.nndb.com




No en vano el jurista español Álvaro d´Ors decía, en La violencia y el orden (libro escrito en 1987): "No quisiera ocultar mis reservas frente a aquellos que, ante el conflicto Este-Oeste, toman decidido partido por el Oeste: Prefieren el Capitalismo al Comunismo. Esta opción, corriente en España como en todo Occidente, es explicable, pero no sé si es del todo acertada; en todo caso, estamos de nuevo en el error de la política del 'mal menor'. Es evidente que en el hemisferio del Capitalismo la vida es más llevadera, y no deja de haber aquí un cierto aire de libertad, aunque las elecciones suelen estar muy condicionadas por la seducción de las masas, que ha alcanzado una perfección técnica irresistible, y que esta apariencia de libertad falta en el hemisferio comunista. Pero no es menos cierto que el deterioro humano del Capitalismo, al ser más placentero e insensible, resulta por ello mismo mucho más letal que la brutal disciplina del Comunismo. Este, por lo menos, puede hacer mártires, en tanto que el Capitalismo no hace más que herejes y pervertidos". En este mismo libro, también escribió: "En este sentido he dicho alguna vez que el marxismo se ha convertido en la nueva religión del capitalismo, una religión que resulta para éste mucho más cómoda que la cristiana. Y por eso vemos que no son las empresas las dejadas al socialismo, sino las actividades tradicionalmente competían a la Iglesia: predicación, educación y beneficencia."



Imagen: Álvaro D´Ors. Extraída de movimientoraigambre.blogspot.com


Y es que el espíritu profético y la altura de miras se cruzan desde las Rusias a las Españas.

Empero, volviendo a qué es Europa, no creemos que Turquía tenga papel ninguno. La invasión turca de Bizancio, de la añorada y necesaria Romania, nos parece una calamidad se mire como se mire, y entendemos que los griegos quieran reconquistar su territorio, tal y como España reconquistó el suyo, tal y como los rusos se defendieron de los tártaros. El imperialismo turco, de cariz eurasiático, ha supuesto un extrañamiento para los pueblos de herencia bizantina, e incluso también para los árabes. Y eso por no hablar del terrible holocausto armenio (y también asirio y griego) que la nación de la media luna se niega a reconocer. Gracias a Dios la España de Felipe II en el XVI y los húsares polacos de Juan Sobieski en el XVII pudieron frenar las pretensiones invasoras de una corriente peligrosísima que se enseñoreaba desde Asia Central al norte de África y los Balcanes. Vade retro! 

No estamos diciendo que haya que volver a un pasado romántico, pero Turquía siempre va a ser un problema, y no sólo para Europa. La actual nación turca es un engendro artificial resultado de la dominación de un pueblo eurasiático sobre una masa de esclavos de distintos puntos del Mediterráneo y el Cáucaso. El estado laicista de Ataturk, que llegó a cambiar el alfabeto, apenas ha mantenido el islam como foco de cohesión. La solución desde luego no es fácil, pero hay varias naciones europeas y asiáticas que están reclamando los robos de los turcos, y tarde o temprano será algo que estallará.

Y es que no todas las “vías” o “tradiciones” conectan. Por eso en Europa (que como idea no deja de ser algo moderno), siempre habrá diversos bloques, y de hecho no deja de ser saludable que así sea. Nosotros, como españoles, siempre nos sentiremos atraídos a un “bloque latino”, pero podremos colapsar con los intereses de Francia, como tantas veces nos ocurrió en el pasado. Y este ejemplo podrá valer para muchos pueblos.

Asimismo, reiteramos: Por supuesto que debe haber “políticas europeas” y que España debe tener su sitio en Europa, donde nunca dejará de tener raíces y conexiones; pero no podremos entrar mucho si antes no resolvemos nuestros Dogmas Nacionales, que empiezan en su Europa, pero que abarcan de por sí toda una geopolítica.




CONCLUSIONES

Decíamos al principio que la corriente metapolítica (o “política integral”) liderada por Alexander Duguin recibe tanto adhesiones como odios; el caso es que a nadie le deja indiferente. Se podrá pensar que somos críticos, y de hecho lo somos; pero lo somos porque nos parece un fenómeno lo suficiente fuerte e importante como para querer trabajar sobre él.

Si bien sobrevolamos por aspectos que pueden ser problemáticos, no dejamos de reconocer los muchos méritos que tiene el movimiento eurasiático. Su militancia antiabortista y antihomosexualista es muy clara, y esto no es moco de pavo. Asimismo, el movimiento eurasiático ha conseguido que muchos jóvenes que andaban en cosas raras se hayan acercado al cristianismo. Y estas cosas son muy de valorar, dada la desorientación existente en temas importantes como estos.

Otrosí, no entendemos los odios encendidos de algunos sectores que se niegan a salir de la marginalidad, o lo que es peor: La automarginalidad. Ni Duguin ni nadie es perfecto, pero reconocemos los logros: Que en relativo poco tiempo, se hayan convertido en una referencia mundial; que hayan pujado en el mundo universitario y cultural (teniendo asociaciones de estudiantes y artistas, cosa que parece imposible en España a no ser que se sea progre…); que tengan influencia hasta en los ámbitos militares… Algo están haciendo bien, sin duda. Y esto parece despertar la envidia y el recelo de quien no quiere aceptar la dificultad de la práctica y vivir toda su vida en el romanticismo infantiloide de unas teorías que reputan como infalibles pero que jamás se molestan en poner en práctica. En cambio, a día de hoy en Nueva Rusia se está peleando a muerte contra el Nuevo Orden Mundial. Y aunque desde Occidente a veces podamos no entender determinadas simbologías u otros aspectos, desde luego es de admirar que todavía en el pueblo eslavo oriental haya quien es capaz de morir por defender su patria y sus ideas, cosa que no vemos que abunde mucho en Occidente. Y como dice Duguin, acaso en Nueva Rusia se está formando el tipo de sociedad resistente que será receptiva a sus ideas, hacia la construcción de un mundo más tradicional frente a una guerra en verdad impuesta por Estados Unidos en una de las encrucijadas del Viejo Continente. 
Y bueno, para terminar: Con la humildad que viene demostrando Alexander Duguin al querer construir la Cuarta Teoría Política, no pretendemos con estos escritos establecer algo definitivo ni taxativo, válganos Dios. Simplemente nos gustaría aportarle algunos apuntes hispánicos, tanto a él como a la gente de su escuela. Porque nos interesa que cada vez haya más lazos entre las Españas y las Rusias; porque como españoles hemos estado muy acomplejados artificialmente al compararnos con nuestros vecinos y nunca nos hemos comparado con el mundo eslavo-oriental; un mundo rico y complejo, fronterizo, espiritual, que estaba ahí llamándonos; pero que por desgracia vimos como “Terra Incognita”. Y es que como decía el mentado Walter Schubart, "entre rusos y españoles no existen tan sólo semejanzas sorprendentes en la periferia de la vida, sino coincidencias en el centro del alma [...] Misión de ambos es pregonar la realidad de Dios en el mundo de lo inconsistente. Por esto hubieron de hacer penitencia ante todos los pueblos de la tierra, mediante una múltiple miseria. Cuando quede cancelada la culpa, se levantarán en el nuevo eón a una nueva grandeza y renovarán la fe en la primacía del espíritu sobre el poder, en la primacía del alma sobre la cosa". 


Seguiremos atentos a lo que viene de Rusia, y ojalá si desde Rusia se lee más sobre España, lleguemos a esa interconexión que tanta falta nos hace a los puntales de un mundo que, aun siendo viejo, tiene siempre algo nuevo que ofrecer.





FIN





NOTAS:


(15) Sobre Solzhenitsyn en España, véase:

Solyenitsin en España en 1976 - Hispanidad Futura