RAIGAMBRE

Revista Cultural Hispánica

jueves, 15 de agosto de 2013

ELOGIO DE LA LENGUA CASTELLANA




"¡Oh, lengua de los cantares!
¡Oh, lengua del romancero!
Te habló Teresa la mística.
Te habló el hombre que yo quiero.

En ti he arrullado a mi hijo
E hice mis cartas de novia.
Y en ti canta el pueblo mío
El amor, la fe, el hastío
El desengaño que agobia.

La lengua en que reza mi madre
Y en la que dije: ¡Te quiero!
Una noche americana
Millonaria de luceros.

La más rica, la más bella
La altanera, la bizarra,
La que acompaña mejor
Las quejas de la guitarra.

¡La que amó el manco glorioso
Y amó Mariano de Larra!

Lengua castellana mía,
Lengua de miel en el canto,
De viento recio en la ofensa,
De brisa suave en el llanto.

La de los gritos de guerra
Más osados y más grandes.
¡La que es cantar en España
Y vidalita en los Andes!"



-Juana de Ibarborou.

“Elogio de la lengua castellana” es un poema de la poetisa Juana de Ibarbourou (1892-1979), natural de Melo (Uruguay). Juana de Ibarborou recibió en el año 1929 el título de “Juana de América” de la mano del escritor y diplomático Juan Zorrilla de San Martín.

martes, 13 de agosto de 2013

ESPAÑOL DEL ÉXODO

File:León Felipe.JPG
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"Español del éxodo de ayer
y español del éxodo de hoy:
te salvarás como hombre,
pero no como español.
No tienes patria ni tribu. Si puedes,
hunde tus raíces y tus sueños
en la lluvia ecuménica del sol.
Y yérguete... ¡Yérguete!
Que tal vez el hombre de este tiempo...
es el hombre movible de la luz,
del éxodo y del viento."




León Felipe

RAMIRO LEDESMA, HISPANISTA



En contra de lo que algunos iluminados (fascinados por el europeísmo) pretenden sobre la figura de Ramiro Ledesma Ramos, a quien toman como un supuesto buque-insignia, mostramos la realidad histórico-doctrinal del fundador de las Juntas de Ofensiva Nacionalsindicalista. Pasen y vean:


"...Por de pronto, el imperio sería la idea común que adscribiese a los pueblos hispánicos un compromiso de unidad. (...) El Imperio nace con las diversidades nacionales que obedecen y siguen los fines superiores de un Poder más alto. De aquí que la idea imperial sea la más eficaz garantía de respeto a la peculiaridad de las comarcas (...) Ahí está la América hispana. Pueblos firmes, vitalísimos, que son para España la manifestación perpetua de su capacidad imperial. Nuestro papel en América no es, ni equivale, al de un pueblo amigo, sino que estaremos siempre obligados a más. Nosotros somos ellos, y ellos serán siempre nosotros..."
 
"Nos cabe a nosotros el honor, -y no tenemos por qué ocultarlo- de ser los primeros que de un modo sistemático situamos ante España la ruta del imperio. Todo está ahí a disposición nuestra. Los pueblos hispánicos de aquí y de allí se debaten en dificultades de tipo mediocre, y es deber nuestro facilitar e incrementar su desarrollo. (...) Frente a esa Europa degradada, mustia y vieja, el imperio hispánico ha de significar la gran ofensiva: nueva cultura, nuevo orden económico, nueva jerarquía vital. (...) Están aún sin adecuada respuesta los mitos europeos fracasados, y corresponde a España derrocarlos de modo definitivo. Hay que poner al desnudo el grado de mentecatez que supone una democracia parlamentaria. Hay que enseñar a Europa que vive en absoluta ceguera política con sus artilugios desvencijados por los suelos, mereciendo de nosotros el desdén supremo". 



"El español se pudre entre los muros tétricos de una moral angosta, y hay que dotarle de una moral de fuerza y de vigor. El español vive sin ilusiones, arrojado de la putrefacción europea, en limosneo cultural, en perruna mirada hacia el látigo de la Europa enemiga, y hay que dotarle de ambición imperial, de señorío y de dominio; hay que convencerle y enseñarle de que Europa está hoy mustia y fracasada, y España tiene que disponerse a enarbolar a su vez el látigo y los mandos."


"Pero si aconteciese la victoria interior, si España venciese su actual crisis interna del lado favorable a su recobración nacional, entonces las perspectivas internacionales resultarían infinitas. Se atrevería a todo, y podría atreverse a todo. A recuperar Gibraltar. A unir en un sólo destino a la Península entera, unificados (ahí sí que cabe que se ingenien los partidarios de estatutos, federaciones y autonomías) con el gran pueblo portugués. A trazar una línea amplísima de expansión africana (todo el norte de este continente, desde el Atlántico a Túnez, tiene enterradas muchas ilusiones y mucha sangre española). A realizar una aproximación política, económica y cultural con todo el gran bloque hispano de nuestra América. A suponer para Europa misma la posibilidad de un orden continental firme y justo. (...) España tendrá que esperar, repetimos, a poseer una política internacional todavía algún tiempo. Mientras tanto, puede tener una sola, la de no encallar gravemente en el piélago de Europa y la de no acompañar a la catástrofe a potencias de destino muy dudoso".



"Es bien notorio que España permanece ausente, desde muchas décadas atrás, de los hechos europeos decisivos. España, en realidad, ha sido una víctima de Europa, mientras Europa estaba representada por los imperialismos galo e inglés, enemigos esenciales de España y de su resurrección como gran potencia. Pero esa Europa del inglés y del galo, vencedora en la gran guerra, es una Europa camino de la descomposición y de la ruina. (...) Sólo el triunfo en nuestra España de un movimiento nacional firmísimo pondrá a la Patria en condiciones de no pestañear ante las responsabilidades históricas, de carácter internacional, que se le echan encima. (...) El secreto de un nuevo orden europeo, que disponga de amplias posibilidades históricas, se resume en esta consigna que nos atañe: 'Resucitación española'". 





Contrástense las fuentes a través de http://revista-arbil.es/(76)hete.htm

lunes, 12 de agosto de 2013

LOS FUNDAMENTOS DEL IMPERIALISMO BRITÁNICO (3ª PARTE)

 
 
Oliverio Cromwell
 
Por Manuel Fernández Espinosa
 
Gustaba de contar Thomas Hobbes (1588 - 1679) que su madre lo había traído al mundo en un parto prematuro, por el miedo que a la madre le inspiraba la noticia de la aproximación a Inglaterra de una poderosa cuanto sobrecogedora Armada Española, como nunca se había visto, con el propósito de invadir la isla. Esta Armada Española es vulgarmente llamada en la historia universal con el nombre de "Armada Invencible". Y teniendo en cuenta que no obtuvo su propósito suena a hiriente ironía llamarla así: es uno más de los goles que nos ha metido la excelente propaganda inglesa, siempre tan chauvinista y humorística.
Hobbes fue alumbrado por el terror de su madre y por eso el controvertido filósofo inglés llegó a decir: “El miedo y yo nacimos mellizos”.
Como a nadie se le oculta, la filosofía de Hobbes, además de ser un materialismo declarado que, cabalmente por su nulo recato, se ganara la fama de ateísmo, cristalizó en la fundamentación del absolutismo político. Esta fue la más imperecedera de las contribuciones de Hobbes a la filosofía: su teoría política. Sin los precedentes filosóficos presentados en LOS FUNDAMENTOS DEL IMPERIALISMO BRITÁNICO (2ª PARTE) su filosofía no hubiera podido ser la que vino a ser. Estos antecedentes los hemos considerado con antelación, pero conviene recordarlos: herejía, anti-aristotelismo/anti-escolasticismo (en su vertiente nominalista y empirista) y pragmatismo embrionario (con su concepto de ciencia como “saber es poder”, técnica-magia en Francis Bacon).
 
Cuando Hobbes enunció aquella terrible frase que lo haría famoso (“El hombre es un lobo para el hombre”) el filósofo inglés estaba pensando, a no dudar, en el truculento fenómeno de la guerra civil, la guerra civil que tuvo lugar sobre suelo insular en vida de Hobbes; pero la efectista reducción del hombre a depredador (en estado de naturaleza el hombre es contemplado como un lobo carnicero que ataca al otro) se puede aplicar perfectamente a Inglaterra que, con la insofocable voracidad de un lobo, acechaba los territorios bajo dominio de la Monarquía Católica e Hispánica. Y con esa misma condición de lobo que acecha su ocasión para caer sobre su presa fue como el mismo Hobbes, por aquel entonces, inspiró el plan de posesionarse de alguna isla propincua al continente americano.  "Hobbes fue uno de los que idearon el plan gigantesco de la conquista de Sudamérica ara Inglaterra; y aunque no llegó a ejecutarse y se redujo a la conquista de Jamaica, queda a su autor la gloria de haber sido uno de los fundadores del imperio colonial inglés" -nos recuerda Oswald Spengler. Apoderándose de una isla caribeña podría instalarse una base desde la que lanzar las naves de la piratería inglesa a la conquista del Nuevo Mundo. Y tal propósito de conquistar América, en esos años, implicaba entrar en conflicto con España.
 
Hobbes seguía con ello la estela de sus más ilustres compatriotas, aquellos que habían sido formados en el odio a España difundido en los libros con ilustraciones de John Foxe. Hobbes es, en este aspecto de la política práctica (dejemos a un lado su  teoría política), un eslabón más de la cadena de filósofos ingleses que fundamentan el imperialismo británico y, antes de considerar los fundamentos del imperialismo británico más moderno, no podíamos soslayar al "mellizo del miedo", del miedo a España. La base que los ingleses tomarían para sus incursiones de hostigamiento a España, a la postre, sería Jamaica. Ésta había sido atacada en un primer intento frustrado el año 1596 y, tras sucesivos ataques, los ingleses vieron culminados sus esfuerzos en 1655 a manos del almirante William Penn y el general Robert Venables. Y ahora atendamos a las dos fechas: la de 1596 (primer intento infructuoso de tomar Jamaica) y 1655 (cuando por ende los ingleses granjean su presa). En los años que van del 1596 al de 1655 la misma Inglaterra había sido escenario de una revolución (larga y sanguinaria) que se cobró la testa de Carlos I de Inglaterra en el año 1649. Los graves conflictos (económicos, sociales, políticos y religiosos) que produjeron la revolución inglesa y las guerras civiles que se sucedieron en la isla británica no alteraron apenas la política exterior de Inglaterra en lo que atañe a España.
Desde tiempos del cisma de Enrique VIII era Inglaterra un hervidero. Y no había dejado de serlo en la primera mitad del siglo XVII. Bien lo sabía nuestro Francisco de Quevedo, cuando allá por 1636, en “La hora de todos y la fortuna con seso”, ponía en la boca del rey inglés: “Yo me hallo rey de unos estados que abraza sonoro el mar, que aprisionan y fortifican las borrascas; señor de unos reinos públicamente de la religión reformada, secretamente católicos”. La profusión de sectas, el catolicismo soterrado y perseguido, en definitiva: la escisión religiosa de la sociedad inglesa sería fuente de conflictos internos que la precipitarían en una larga revolución.
 
 

Carlos I de Inglaterra
 
Cuando el malhadado Carlos I era todavía Príncipe de Gales, Carlos vino a España (corría el año 1623) con el Duque de Buckingham. El propósito del principesco viaje era tantear el terreno con miras a concertar un matrimonio real del joven príncipe inglés con María Ana, la hija menor de Su Católica Majestad Felipe III de España. Cuando Carlos y el de Buckingham regresaron a Inglaterra, el coronel Henry Bruce expuso al Príncipe de Gales el concienzudo plan de conquistar la fortaleza y plaza de Gibraltar. Existía el antecedente de los holandeses que, en el año 1621, habían intentado tomar Gibraltar pero que felizmente habían sido repelidos por las naves de don Fadrique de Toledo.
A finales del mes de abril de 1656 (Carlos I había sido ejecutado mucho antes, en 1649) Oliverio Cromwell escribía al almirante Montague:
“Acaso sea posible atacar y rendir la plaza y castillo de Gibraltar, que en nuestro poder, y bien defendido, serían a un tiempo una ventaja para nuestro comercio y una molestia para España; haciendo posible, además, con solo seis fragatas ligeras establecidas allí, hacer más daño a los españoles que con toda una gran flota enviada desde aquí…”.
No es nuestro propósito recorrer exhaustivamente la historia inglesa, por eso nos basta con recordar estos hitos a manera de muestra. Fijando nuestra atención en estos episodios históricos deducimos que una sola fue la política exterior de Inglaterra para con España: hacernos la guerra a todo trance, incluso plantando a las bravas sus bases en el Caribe, pero también atreviéndose a plantarla en la península. Y esta política era así, con independencia de que Inglaterra padeciera las más tremendas turbulencias y guerras civiles dentro de sus fronteras, no sin graves consecuencias de todo orden derivadas de un conflicto interno. Bien estuviera bajo un monarca o bien se convirtiera transitoriamente en una república, Inglaterra mantenía su hostilidad contra España sin varianza y el plan maestro de John Dee, de Walter Raleigh, de Francis Bacon, de Thomas Hobbes, el plan de aniquilar a España, para adueñarse del mundo, permanecía inalterado.
 
Guerra a España en el Nuevo Mundo y guerra a España en la misma Península Ibérica. De tal manera que el proyecto expresado por el coronel Bruce a Carlos I persistía, tras años y años, en la mente política de Cromwell que decapitaría al mismo Carlos.
 
No fue, por lo tanto, una ocurrencia, no se trató de una eventualidad, en modo alguno fue una espontaneidad que, con la Guerra de Sucesión como telón de fondo, el almirante británico George Rooke se apoderara de Gibraltar en 1704: el sueño de Cromwell se hizo realidad, a partir de ese momento los daños para España serían incontables.

BIBLIOGRAFÍA:

-Thomas Hobbes, "The Leviathan".

-Oswald Spengler, "La decadencia de occidente"

-Francisco de Quevedo, "Los sueños".

-Ph. Chasles, "Olivier Cromwell, sa vie privée, sa correspondence particulière".

-Thomas Carlyle, "Letters and Speeches of Olivier Cromwell". 
CONTINUARÁ...
 
Thomas Hobbes

(IV) “GIBRALTAR ESPAÑOL”. VISTO POR LA PRENSA ESPAÑOLA A LO LARGO DE LA HISTORIA.

"Cuadro de la escuela inglesa. El Sitio de Gibraltar"
 

Si repasamos la prensa decimonónica, veremos que toda ella está salpicada de noticias relativas al auxilio y cobertura que los ingleses de Gibraltar otorgan a los traficantes. Lo que resulta más triste, es el tener que comprobar, que pese a que han pasado tres siglos, las autoridades españolas no han hecho nada por evitar estos abusos y tampoco han hecho nada, por tratar de imponerse ante los piratas roqueños. Dice así el diario “La Posdata” de 1843

Algeciras 1º. Tres días hace que aconteció en esta bahía un hecho bastante escandaloso con nuestros vecinos los ingleses. Habiendo hecho una aprehensión de contrabando las barquillas Paulita, de carabineros y la María, de la empresa, se mantenían á tiro de cañón de Gibraltar por causa del viento, cuando un navío de la misma plaza les hizo un disparo, y no habiendo sido bastante para rendirlas, salió en su persecución un vapor de guerra que les volvió á hacer fuego y las apresó, remolcándolas hasta el muelle nuevo de aquella plaza, y teniendo presa parte de su tripulación. Sabido este hecho por nuestro comandante general, obligó al gobernador de Gibraltar reclamándole las barquillas y la presa, y previniéndole que de lo contrario se tendría por cuestión de gabinetes, con lo que cedió aquel dejándolas en libertad. Semejantes atentados los cometen con frecuencia nuestros vecinos para intimidar á los que persiguen el contrabando, y sería necesario para impedirlos que nuestro gobierno les pidiese explicaciones más formales, y no se con tentara con tan cortas satisfacciones, que solo las dan cuando, como hoy, hay un jefe de energía que las reclame. Preciso era que supiéramos si los buques del pabellón inglés se habían vuelto ya corsarios en esta bahía”.

Por su parte, en el “Diario Constitucional de Palma” de ese mismo año 1843, podemos leer.

 

“Algeciras 6 de octubre.

Hasta hoy hemos vivido con bastante prevención pues nada impone a nuestros revolucionarios. El peñón es el mas cruel enemigo que tiene la España, porque allí se abrigan los traidores que esta nación creara para venir á hostilizarla después y de allí salen los inmensos contrabandos que nos arruinan; pero con la llegada del general Montes salimos de cuidados. De improviso se echó sobre nosotros, y le vimos antes que supiéramos que venía. Fué á parar a la fonda donde se hallaba su antecesor el general Lorenzo; en el acto se entregó del mando, y comenzó á obrar, pero con una actividad tan grande que á todos dejó aturdidos. Los ayacuchos dicen que le temen, pero rabian porque ven frustrados sus planes al paso que el pueblo pacífico bendice las disposiciones del ministro de la guerra, á quien por esto suponen muy bien informado de las maquinaciones que se fraguan en Gibraltar; por mucho que digan vds. Contra los ingleses siempre se quedarán cortos; su plan es dejarnos sin camisa y después desollarnos pero no lo lograrán. Hoy mismo han salido tropas con varias direcciones y un escuadrón de caballería para el campo de San Roque; suponemos que hay algo de nuevo, lo que fuere sonará, y avisaré al momento”.

  
 
"Foto en la que se aprecia el traje típico en la zona del Campo de  Gibraltar en el s. XIX"


En estos momentos España está todavía inmersa en la Regencia de Espartero (1841-1843), y por lo tanto con serios problemas internos. Durante ese periodo, y bajo su gobierno y gestión política, se aceleraron las desamortizaciones de los bienes eclesiásticos y se recortaron los fueros vasco-navarros, originándose así un problema para el futuro de España que le llevaría a seguir desangrándose internamente.

En estos años, también se consigue la firma de un acuerdo librecambista con Inglaterra (ver la tercera entrega de Gibraltar Español en este mismo blog) lo cual engendró grandes protestas en Barcelona, protestas que fueron duramente reprimidas por Espartero y el ejército. El bombardeo de la ciudad Condal –llevado a cabo con el beneplácito de los ingleses- hizo que Espartero perdiera toda su popularidad, incluso entre los propios progresistas. Además de sofocar la revuelta, se destruyeron factorías y fábricas que realizaban la competencia a los productos ingleses.  Pese a ello, Espartero sigue gozando en éste país de estatua y de renombre como si fuese un “héroe español”, cuando más merecería estar enterrado en la Catedral de San Paul de Inglaterra, donde reposan los héroes de esa nacionalidad.

"Grabado en el que se aprecia el bombardeo de Barcelona desde el castillo de Montjuic por Espartero"
 
Todo aquél que delinquía en la España decimonónica, encontraba en Gibraltar un cobijo y una protección inusual. Esto servía tanto parta la canalla y la delincuencia común, como para los delitos más graves donde estaban implicadas personalidades de más renombre. En el diario “El Clamor Público” de 1845 podemos leer.

VALENCIA 1. DE ENERO.

Ya saben Vs. que por la comisión Militar se está siguiendo la causa en la  averiguación de los autores y cómplices de la muerte del desgraciado general Méndez Vigo, si bien han tenido que callarse los medios poco caballerosos empleados para que esta causa haya vuelto á la escena después de sobreseída. Ninguno dé los muchos esfuerzos que se han hecho en la ampliación del sumario, bastaría sin duda para poder sacrificar la víctima elegida, y cuya inocencia triunfará indudablemente de todo el maquiavelismo de sus opresores (…)

Al parecer, y según la noticia, la trágica muerte del general Méndez Vigo, es atribuida a “un inocente” a un “chivo expiatorio”, un tal Antonio Casas, el cual estuvo mucho tiempo en prisión mientras se celebraba su juicio. Tras celebrarse éste, no se hallaron pruebas y la causa tuvo que ser sobreseída, más no así la sospecha de su implicación.  La noticia continúa con las nuevas pesquisas realizadas en este sentido y como al parecer, una persona, crucial para la aclaración de los hechos, un tal Luna, se haya fugada y refugiada en Gibraltar bajo el amparo de estos.

“(…) Este desgraciado, hace algunos años que con parte de su familia se hallaba en Gibraltar bajo el amparo y protección dé las autoridades inglesas…”

Y es que no hay delito ni problema en dar cobijo al delincuente, siempre que éste haya hecho o sirva a la destrucción, división, o enfrentamiento entre los españoles.

Por su parte, las autoridades españolas siempre han estado solícitas a la hora de perseguir el crimen. Si los delincuentes eran españoles que habían cometido sus fechorías o sus actos criminales sobre los bienes o las personas del Peñón, éstos eran ajusticiados inmediatamente. Nada de retrasos ni de mediación de embajadas o gabinetes.  En el “Diario la España” de agosto de 1856, leemos la siguiente noticia:

Se han recibido también correspondencias de Algeciras, las que nos dan detalles de la ejecución verificada en aquella plaza el 9 del pasado en la persona de Lutgardo Abachá, acusado y confeso de haber robado y asesinado á un viajero inglés en el camino de la misma á Tarifa; el reo tanto en la capilla como en el tablado fatal, permaneció sereno, tranquilo y conforme sin haber demostrado la mas leve alteración, recibiendo con placer los auxilios de nuestra santa religión y mostrándose piadoso y humilde; su última palabra fue pedir perdón á los espectadores y rogarles rezasen une salve á la Virgen del Carmen para descanso de su alma. Su compañero Manuel Jiménez Cornejo que sufrió la pena de argolla manifestó un cinismo tan repugnante que se captó la antipatía de todos. Multitud de habitantes de la plaza de Gibraltar é individuos de su guarnición acudieron á presenciar la justicia que se hacía en desagravio de la sociedad y para purgar el delito perpetrado contra un compatriota. Parece que en la capilla hizo algunas revelaciones sobre su vida, expresando que su verdadero apellido era Abadía y no Abad, como antes había dicho; que su patria era Granada y no Cádiz, no siendo suya la partida de bautismo que aparecía en la causa. También contó haber pertenecido á los filibusteros de Narciso López, habiendo sido hecho prisionero por las fuerzas de la escuadra. Ha recibido la muerte á los 24 años de edad, habiendo sido su corta vida azarosa y activa”.

Ojalá las autoridades gibraltareñas fuesen igual de rápidas que las españolas a la hora de perseguir, atrapar, y ajusticiar a los delincuentes y los criminales, más unas veces amparándose en que los militares allí apostados no tienen jurisdicción ni autoridad para apresar a civiles, otras alegando que desde su territorio y puerto sí están permitidas ciertas prácticas que en el otro lado de la frontera están prohibidas, y otras expresando que el lucro que supone la realización de las actividades ilegales, suponen un enriquecimiento constante para los allí residentes, los cuales no van a dejar escapar esos emolumentos por el cumplimiento de unas leyes que le son ajenas, todo junto hace que el apresamiento y la ejecución de delincuentes en La Roca, escaseen o brillen por su ausencia.

Inglaterra ha sido siempre muy celosa de sus territorialidad. De hecho, no ha permitido –mientras le ha sido posible- que nadie hiciera lo que ella misma hacía, ni siquiera los americanos, a los que tan ligados están en el último siglo.

Además de las protestas por las pretensiones americanas de establecer un punto de abastecimiento de carbón en el islote de Perejil (ver ese aspecto en este mismo blog en anteriores entradas) lo mismo ocurría con la isla de San Juan, en EEUU, cerca de Vancouver, donde el enfrentamiento diplomático fue mayor. El corresponsal español del diario “La Discusión” en octubre de 1859 decía así al cubrir la noticia sobre el problema diplomático entre los americanos y los ingleses por la posesión de la citada isla:

San Juan en manos de los anglo americanos, sería con respecto á las posesiones británicas poco mas ó menos lo que Gibraltar es con respecto á España, y los ingleses no aprueban la existencia de Gibraltares si no cuando estos se encuentran en sus manos”.

La posesión de esa pequeña, pero estratégica isla, podía poner en peligro las operaciones mercantiles inglesas en aquella zona. Además, llegado el caso, se podía realizar un bloqueo marítimo de aquellas aguas por parte de buques americanos. Como podemos ver, son muchas las similitudes existentes a lo que Gibraltar supone para España. En nuestro caso la debilidad diplomática nacional y la pobre pujanza de España en el teatro de operaciones internacional ha hecho que nosotros tengamos que aceptar el establecimiento de colonias extranjeras (o bases militares) en nuestro territorio.

 

 
"Cánovas del Castillo"

Podíamos seguir aportando m´sa y m´sa noticias sobre la cuestión de Gibraltar. No sólo del siglo XIX, sino aportando además las que se han realizado en el s. XX y comienzos del XIX. Podíamos hablar de los cierres y aperturas de las verjas, de los submarinos nucleares, de las gasolineras ilegales y flotantes, de las polémicas por la protección de costa y de los caladeros y de muchas cosas más. Pero entonces no acabaríamos nunca. Quiero terminar este estudio con las letras que escribió el político español D. Antonio Cánovas del Castillo, en su “Apuntes para la Historia de Marruecos” :

Así sucederá por todos los tiempos mientras una nación europea no ponga el pié en esas playas casi indefensas, y ponga un dique invencible á las invasiones de las tribus bárbaras del interior. Cuál sea esta nación, no lo sabemos. Pero hay una ley histórica que hemos venido observando al través de los siglos en el Magreb-alacsa; la cual dice claro que el pueblo conquistador que llegue á dominar en una de las orillas del Estrecho de Gibraltar, antes de mucho tiempo dominará en la orilla opuesta. Esta ley no dejará de cumplirse. Y si no hay en España bastante valor ó bastante inteligencia para anteponerse á las otras naciones en el dominio de las fronteras playas, día ha de llegar en que sucumba nuestra independencia, y nuestra nacionalidad desaparezca quizás para no resucitar nunca. Ahí enfrente hay para nosotros una cuestión de vida ó muerte: no vale olvidarla, no vale volver los ojos á otras parte; el día de la resolución llegará, y si nosotros no atendemos á resolverla, otros se encargarán de ello de muy buena voluntad. En el Atlas está nuestra frontera natural; que no en el canal estrecho que junta el Mediterráneo con el Atlántico: esa lección es de la antigua Roma”.
 
Luis Gómez

domingo, 11 de agosto de 2013

EL ANDALUZ

 *Imagen de Bollullos de la Mitación (Sevilla)


"No cabe concebir al andaluz fuera de su tierra, a la que por algo más que por mero juego de palabras bautizó con el calificativo de "tierra de María Santísima". En el fondo de sus almas, el hijo de Málaga o de Cádiz está contento de sí mismo sin otro motivo que haber nacido en Málaga o en Cádiz, esto es, que ser andaluz. El desprecio a los de fuera es un desprecio, mejor que de hombre a hombre, de tierra a tierra. Cuando este pueblo viejísimo se siente superior a los extraños repite la ancestral creencia de todos los pueblos preclásicos, de egipcios, lidios, griegos y romanos, o sea se juzga centro ombligal del Universo. Pero con un matiz peculiar: la hostilidad al forastero, el desprecio a lo no andaluz que palpita en el pecho del más mísero de los jornaleros de Carmona, no es el desprecio de hombre a hombre, de raza a raza: más bien es la compasión hacia quien no tuvo la suerte de nacer y vivir a las orillas del Guadalquivir."


Extraído de la obra Las Españas, de Francisco Elías de Tejada; informado por el amigo Juan Manuel Rodríguez. 

(III) “GIBRALTAR ESPAÑOL”. VISTO POR LA PRENSA ESPAÑOLA A LO LARGO DE LA HISTORIA.

"Gendarmes llevan presos a los bandoleros"
 
 
El problema que se ha planteado entre Gibraltar y España ha sido siempre el mismo. Aquél lugar, desde el principio de su usurpación por parte de los ingleses, fue aprovechado para convertirlo en un foco de delincuencia organizada. Las autoridades inglesas (que no gibraltareñas) siempre han obedecido órdenes de la metrópoli en el sentido de dar amparo desde La Roca a la piratería, a los contrabandistas y a la delincuencia en general. Este mal congénito ha diezmado sensiblemente la economía nacional y la de la zona aledaña, al mismo tiempo que servía a los británicos de punto de introducción de sus materias primas en el territorio español o aprovechaban el mismo para llegar a las provincias españolas de ultramar.
En el diario “El Eco del Comercio” de 22 de abril de 1839 podemos leer:
MINISTERIO DE HACIENDA.
Según noticias oficiales recibidas en este ministerio ha sido apresado últimamente y conducido al puerto de Cartagena por el falucho Annibal uno de los buques guardacostas de la empresa Ors y García, otro falucho contrabandista, procedente de Gibraltar, con nueve fardos de ropa y setenta de tabaco de cigarros ordinarios con un peso de 383 arrobas y Í7 libras.”
Las telas y el tabaco han sido dos grandes problemas para las autoridades nacionales. Todas las leyes y reales órdenes dadas para la gestión y administración de la Hacienda Real, han sido sistemáticamente vulneradas, ignoradas y pisoteadas por parte de los ilegales ocupantes de aquel puerto español, favoreciendo, como venimos apuntando, la delincuencia y el aumento de la canalla en esa zona. Esa estirpe de gente, que no conoce más país que el que le sirve a sus pérfidos intereses, aprovecha de estas circunstancias tan favorables de amparo y refugio para sus ilícitos fines, y de esta manera, vemos como muchos españoles de la zona de influencia de Gibraltar, tratan de ganar fortuna metiéndose a contrabandistas y a ladrones, igual que los allí residentes. Podemos leer en el mismo periódico antes citado, pero con fecha de julio del mismo año de1839

MOTRIL 11 de julio. El 8 del corriente entraron en el puerto de Calahonda un guarda costa y una escampavía de los que hacen el crucero en las aguas de Gibraltar con un falucho contrabandista apresado frente al puerto de Castelldeferro, después de un pequeño combate en el que el buque contrabandista, perdido lodo el aparejo del palo mayor y haberle muerto un hombre y herido cuatro, se rindió arrojando al mar la fardería que traía á bordo, y además la caja de armas y dos cañones, de modo que solamente se encontraron 15 ó 20 corachines, que no les dieron tiempo de deshacerse de ellos. La tripulación del contrabandista se componía de 37 hombres, y el capitán ó patrón es un tal Andrés ya pregonado por sus excesos en la carrera del fraude. El día 7 salió de Gibraltar el contrabandista, y visto á su salida por el guarda-costa, le vino dando caza desde el río Guayaro entre esta frontera y Gibraltar, no habiendo desistido de su empresa hasta haber conseguida su captura en estas aguas”.

"El nefasto Álvaro Mendizábal"
 
Como se puede ver, el problema del contrabando no era una cuestión esporádica, sino que era (y es) un terrible cáncer de difícil solución. Sólo si ambas metrópolis ponen de su parte para erradicar esas prácticas, se podría contener el problema, más por mucho que España lo haya intentado por vía diplomática, Londres no ha hecho más que oídos sordos a dicho asunto, amén de amparar y proteger siempre a “los suyos”, es decir, a sus piratas. Esto no debe extrañar en absoluto al lector, pues Inglaterra ya hizo “lord” y “sire” a varios piratas en la antigüedad (Francis Drake, Walter Raleigh, etc.) así que muchos británicos ven en esa forma de ganarse la vida un modo rápido y seguro de ser reconocido por la monarquía de aquella isla, alcanzar prestigio social y poder estar sentado al lado de ellos de igual a igual.
Para poder evitar, en la medida de lo posible, la piratería y el contrabando, las autoridades españolas han hecho un gran esfuerzo en todo tiempo y en todo lugar. Desde los bloqueos a la interceptación de las lanchas piratas. Mientras tanto, desde las embajadas, se cursaban las correspondientes quejas a los homólogos ingleses, quienes hacían oídos sordos a las peticiones españolas. En el diario de Barcelona “El Guardia Nacional” de agosto 1840, podemos leer:

Hace algunos días que la aduana de Lisboa esta atestada de géneros ingleses procedentes de Gibraltar. Dícese que la causa de este movimiento comercial es el rigor que ha desplegado la aduana española armando muchísimas lanchas cañoneras para guardar toda la costa de Cataluña. Estas lanchas apresan y mandan a pique a todos los barcos que hacen el contrabando de Gibraltar a la costa. Por ahí se ve cuan molesta vecina es la Inglaterra. Que declare, pues, lord Palmerston la guerra a España, pues que no quiere admitir el contrabando inglés”

Pero seamos justos. Gran parte de los males de los que hablamos, también han sido causados por los gobernantes y políticos españoles muchos de los cuales han sido siempre serviles a los intereses mercantiles de las logias británicas, mientras que aquí, en su país, se ponían las medallas por patriotas o héroes. En un larguísimo artículo publicado en el “Diario Constitucional de Palma” de julio de 1841  podemos hacernos una idea de lo que ocurría (y aún podemos decir que ocurre). Por sus extensión no lo reproducimos en sus totalidad, más extractaremos y resumiremos la idea principal del mismo. 
El artículo recoge unas crónicas publicadas en París por cierto correo de ese país. En ellas se da cuenta de la situación política de España, y de las medidas administrativas que se están tomando durante la regencia que mantiene el General Espartero. El diario aprovecha para desvelar ciertas intrigas que afectan al comercio y a los aranceles portuarios españoles. Dice así:

"Espartero"
 
 
“INFLUENCIA INGLESA EN ESPAÑA.
Cuestión de aranceles y algodones. Revelaciones importantes
 
(…) Antes de acabar de poner de manifiesto en lá persona del Regente Espartero el personal de los ayacuchos, vamos á descubrir el secreto móvil, la divinidad incógnita que ha precipitado su advenimiento al poder, y que les hace marchar por donde quiere: vamos á hablar del pacto de comercio, con el cual se trata de reemplazar el pacto de familia, echando abajo el sistema de alianzas y de política exterior que dirigía de mas de un siglo á esta parte las relaciones internacionales de España (…)”
Los pactos a los que se refiere la noticia es al famoso tratado de Methuen, que hacía a Inglaterra quedarse con el comercio absoluto de Portugal, y a los pactos secretos firmados en 1814 entre Inglaterra y España, por los cuales, España se comprometía a no firmar ningún tratado o alianza con los franceses que tendiesen a perjudicar sus intereses comerciales. Continúa la exposición histórica por el reinado de Fernando VII, y como bajo ese nefasto Borbón, hubo alguna cosa buena en política exterior, y es el especial celo que se puso para proteger los intereses industriales de España, “en pañales en aquella época”. La industria y el comercio español eran incipientes, y dicha cuestión era de vital interés para la nación y por lo tanto se cuidó de su protección. Más muerto Fernando VII, todo se estancó, y la política inglesa utilizó las tensiones políticas habidas en España para sus intereses, esto es, la adopción de medidas encaminadas a modificar las políticas arancelarias para sus productos.
Esta potencia no se descuidó en aprovecharse de las nuevas tendencias que las pasiones políticas dieron entonces á la cuestión, no perdió su esperanza de encontrar en Madrid un ministro bastante audaz, ó asaz corrompido por aceptar sus planes y arrostrar la impopularidad de su adopción”.
Continúa el texto:
Es preciso que se tenga por bien entendido, porque es a un tiempo una lección y una mengua para nuestra diplomacia y que las medidas comerciales que en este momento amenazan entregar la península á la influencia inglesa, y dar el golpe más fatal á la política de siglos y á los intereses más positivos de nuestro país, serían profundamente impopulares en España, no tanto quizá en razón á los peligros económicos de la reforma, como á causa de la aversión instintiva que impele á los españoles á no fiarse de la Inglaterra. La Inglaterra no encuentra en España mas simpatías que las de la turbulenta minoría que la insurrección acaba de elevar otra vez al poder.
El resto del pueblo español está herido en su orgullo nacional por la humillante ocupación de Gibraltar; herido en sus instintos caballerescos por el recuerdo de la deslealtad que desde 1811 á 1814 hizo á la alianza con los ingleses mil veces más funesta para el país que la hostilidad de la Francia, herido en sus intereses materiales por el audaz contrabando que desde Gibraltar y por las fronteras de Portugal inunda á España con géneros ingleses; herido en sus intereses morales por la parte evidente que toma la diplomacia británica en todas las turbulencias políticas de España; herido en sus sentimientos religiosos por ese espíritu de propaganda que impele á la Gran Bretaña á inundar la península con biblias protestantes, contrabando religioso que afecta á ese pueblo católico quizá más vivamente que el contrabando de los tejidos de Manchester".
Nos ilustra ahora la noticia, como Mendizábal fue instrumento de los ingleses, antes de Espartero y los suyos:
“(…) La Inglaterra que no tenía todavía bajo su férula la pandilla dé los Ayacuchos, llamó á Mendizábal, comerciante inglés, aunque oriundo de España, y que hacia doce años que residía en Londres, en cuya capital permaneció todavía tres meses después de haber recibido del Conde de Toreno y aceptado con avidez su nombramiento de ministro de hacienda. Allí lo dejó todo estipulado tanto con la City como con el Foreign Office, y desembarcó en España con la cabeza llena de proyectos, y según el lenguaje de su periódico oficial, con el bolsillo lleno de millones.”
En definitiva, se concluye que Mendizábal preparó en las Cortes españolas la cuestión, de tal forma que se facilitara el pacto de Comercio para con Inglaterra. A cambio él recibió 50 millones de parte de la Corna Británica. Se prosigue después, con las mezquindades y medidas tomadas por Espartero, que por ser prolijo dejamos para otra ocasión.
Luis Gómez

sábado, 10 de agosto de 2013

JOSÉ CADALSO Y EL "DOLORIDO SENTIR" POR ESPAÑA: UNA RELECTURA


  José Cadalso, soldado y escritor, caído en el Gran Sitio de Gibraltar 
 
por Manuel Fernández Espinosa
 

Tras unos breves apuntes biográficos y literarios de este caballero poeta, gloria de las Armas y gloria de las Letras se analiza el patriotismo que muestran sus escritos. Premonitoria su crítica del "cosmopolitismo", hoy convertido en "globalización" o "mundialización". Este artículo vio su publicación en la
 
La espada y la pluma.

Cádiz es cuna de grandes hombres que marcaron el siglo XVIII. El 8 de octubre de 1742 nacía José Cadalso y Vázquez en la Tacita de Plata.

Por su costado paterno, José Cadalso tenía sangre vizcaína en sus venas. Cuando muere su madre, y en ausencia de su padre que se hallaba de negocios en América, un tío materno jesuíta queda a cargo del niño. Los primeros años de su formación transcurren al cuidado del tío jesuíta en el colegio gaditano de la Compañía de Jesús. A los nueve años el niño es enviado a París, para cursar en una de las instituciones más avanzadas de su época: el Colegio de Luis el Grande, donde continuará sus estudios.

Cuando regresa su padre a España, Cadalso retorna a España para ingresar en el Real Seminario de Nobles de Madrid, merced a las gestiones que realiza el padre con el propósito de evitar que la prolongada estancia en la Francia enajenara al joven de las sólidas costumbres españolas. Empieza a sentir la vocación militar, pero su progenitor no consiente, y le ofrece amplias facilidades para que sus días transcurran en los frívolos divertimentos de la mocedad, para de esa manera lograr que el joven se olvide de hacer carrera militar. Cuando iba a cumplir los veinte años Cadalso vuelve a París, también viajará a Londres.

A la muerte de su padre en Dinamarca, Cadalso se alista como voluntario en el Regimiento de Caballería de Borbón. Interviene en 1762 en la campaña de Portugal. En 1764 asciende a capitán. Y dos años después, en 1766, conoce en Alcalá de Henares a Jovellanos. En este mismo año es armado caballero de la Orden de Santiago.

Asiste a los tumultos producidos en el motín de Esquilache, cuando el ministro masón determinó transformar radicalmente las tradiciones y costumbres españolas. Depuesto el ministro extranjerizante, conocerá al conde de Aranda, nuevo ministro de Carlos III. En 1767, el conde de Aranda, como presidente del Consejo de Castilla, ejecuta la expulsión de los jesuítas.

Por atribuírsele un libelo satírico que circulaba por Madrid, y que iba contra la nobleza cortesana ("Calendario manual y Guía de forasteros en Chipre"), se le destierra a Zaragoza en el año 1768.

Cumplido su destierro, permanece en Zaragoza hasta 1770 dedicado a la poesía, estrechando lazos de amistad con Nicolás Fernández de Moratín.

Regresa en 1770 a la corte y villa de Madrid, con el cargo de secretario del Consejo de guerra. Allí se enamora de una actriz, María Ignacia, que muere en 1771 a los veintiocho años a consecuencia de una de las muchas epidemias de tifus. A la muerte de su amada, se refugia en las tertulias de la Fonda de San Sebastián, donde concurren celebridades de las letras como Nicolás Fernández de Moratín o Iriarte.

Concluye la redacción de su obra más emblemática -"Cartas marruecas"- durante una breve estancia en Salamanca (1773-1774). Esta obra, considerada la más importante de su producción, será publicada póstumamente. En la ciudad del Tormes entabló relación con fray Diego González y Juan Pablo Forner, José Iglesias de la Casa y Juan Meléndez Valdés. De Salamanca, Cadalso pasa a Extremadura con su regimiento. Se desoyeron sus solicitudes de ascenso en el escalafón militar, y se le concedió la ocasión de participar en la desastrosa expedición española a Argel en 1775. Un año después, en 1776, lo nombran por fin sargento mayor, y en 1777, comandante de escuadrón.

Corriendo el año 1779, solicita intervenir en el sitio de Gibraltar y es destinado a la línea del frente. A finales de enero es nombrado coronel. En la noche del 26 de febrero de 1782, cuando personalmente atendía las líneas españolas en acto de servicio, una granada del enemigo británico estalla en las inmediaciones donde se encuentra, Cadalso entrega allí mismo su vida por la Patria. Así moría, con cuarenta años, este caballero poeta, este hombre que, como tantos otros grandes españoles, fue síntesis de la Espada y la Pluma, gloria de las Armas y gloria de las Letras.

Las Cartas Marruecas.

La Ilustración (Iluminismo en Iberoamérica, Aufklërung en Alemania, Lumières en Francia, Enlightenment en Inglaterra...) designa un período histórico que comprende en general el siglo XVIII. El concepto es un instrumento histórico cuyo rasgo definitorio es el optimismo en el poder de la Razón y en la posibilidad de reorganizar a fondo la sociedad a base de principios racionales. En este movimiento que se extendió por toda Europa, llegando incluso al Nuevo Mundo, se troquelaron conceptos como el progreso, con altanero desprecio de los siglos anteriores.

José Cadalso es un hombre de su tiempo, y pasa por ser una de las figuras más destacadas de la Ilustración española que, a diferencia de las demás "ilustraciones" europeas, no se mostró radicalmente antieclesiástica. En el caso español, los eclesiásticos participaron con entusiasmo en el movimiento ilustrado: el padre Feijoó es un exponente de cuanto decimos.

En cuanto a la catalogación de Cadalso en el movimiento ilustrado es algo aceptado ampliamente, aunque también se le tome como tempranero precursor del movimiento romántico español con su obra dramática "Noches lúgubres".

Las "Cartas marruecas" es el epistolario fingido de tres personajes que se envían y cruzan cartas: dos marroquíes -Gazel (que está en España) y Ben-Beley (su padre adoptivo, que está en Marruecos)-, interviniendo puntualmente también un español, guía de Gazel, cuyo nombre literario es Nuño Nuñez y que es "alter ego" del mismo Cadalso. El género epistolar revivía así en la literatura hispánica, inspirándose en las "Lettres Persanes" (Cartas persas, 1721) del barón de Montesquieu.

Ni que decir tiene que el cuerpo de la obra se articula sirviéndose del artificio literario que prestan unos corresponsales ficticios, en cuya correspondencia se plasman las reflexiones que propician la atenta observación de las costumbres de la época. Hemos de decir que, en la historia efectiva de España, un embajador de Marruecos, Sidi Hamet al Ghazzali (conocido como El Gazel) había visitado España en 1766.

Ilustración y cosmopolitismo en cuarentena.

No obstante, Cadalso no asume íntegramente el proyecto de la Ilustración sin muy sensatas reservas. Sobre el concepto de "progreso", aceptado acríticamente por la generalidad de los ilustrados más optimistas, Cadalso escribe: "...la generación entera abomina de las generaciones que le han precedido. No lo entiendo." (carta IV)

La disputa entre los "rancios" (partidarios de la íntegra tradición hispánica y denostadores de las innovaciones) y los "noveleros" (partidarios a ultranza de las novedades importadas del extranjero) encuentra en Cadalso el fiel de la balanza, las consecuencias de este equilibrio conscientemente buscado encontrará eco en la "Introducción" del epistolario. Pero, considerando el todo de la obra podemos decir que Cadalso apuesta más por los valores tradicionales que por las novedades. La razón de este deslizamiento a favor de la tradición se puede encontrar en el pesimismo que animaba al crítico: "Por lo que toca a las ventajas morales, aunque la apariencia favorezca nuestros días, en la realidad, ¿que diremos? Sólo puedo asegurar que este siglo tan feliz en tu dictamen ha sido tan desdichado en la experiencia como los antecedentes." (carta IV).

La crítica cadalsiana a sus contemporáneos que se envanecían de haber nacido en los privilegiados tiempos de mayor "ilustración" que en las anteriores edades, que creían vivir en una época enjuiciada como superior a las antiguas, se funda en lo que él ya presiente, como persona viajada y culta que es: "Concédote cierta ilustración aparente que ha despojado a nuestro siglo de la austeridad y rigor de los pasados; pero, ¿sabes de qué sirve esta mutación, este tropel que brilla en toda Europa y deslumbra a los menos cuerdos? Creo firmemente que no sirve más que de confundir el orden respectivo, establecido para el bien de cada estado en particular." (carta IV) La Ilustración es conceptuada como apariencia que confunde y desquiciamiento del orden de las cosas, en concreto de los Estados.

Esta desconfianza por los proyectos mundialistas de la Ilustración se basa en la repulsión que le causa a Cadalso la crítica feroz que los países ilustrados de toda Europa habían desarrollado en contra de la labor conquistadora, colonizadora, evangelizadora y civilizatoria de España en América. Lo que llamamos "Leyenda Negra".

Cadalso conocía perfectamente las patrañas propagandísticas que las potencias adversarias y envidiosas de España habían promovido desde los tiempos de Felipe II. Su contestación, que es la de un patriota español, puede servir a cualquier español de nuestros días como antídoto de todas las exageraciones del padre Las Casas, en modo alguno un modelo de religioso desinteresado (es conocida su pervertida afición sodomítica por los mancebos indios). En las denuncias del padre Las Casas se fundó buenamente esa "Leyenda Negra" a la que incluso hoy en día conceden crédito los españoles menos avisados.

Apunta Cadalso: "...los pueblos que tanto vocean la crueldad de los españoles en América son precisamente los mismos que van a las costas de África a comprar animales racionales de ambos sexos a sus padres, hermanos, amigos, guerreros victoriosos, sin más derecho que ser los compradores blancos y los comprados negros; los embarcan como brutos; los llevan millares de leguas desnudos, hambrientos y sedientos; los desembarcan en América; los venden en público mercado como jumentos, a más precio los mozos sanos y robustos, y a mucho más las infelices mujeres que se hallan con otro fruto de miseria dentro de sí mismas; toman el dinero; se lo llevan a sus humanísimos países, y con el producto de esta venta imprimen libros llenos de elegantes inventivas, retóricos insultos y elocuentes injurias contra Hernán Cortés por lo que hizo." (carta IX) Recordemos que, por la parte española, uno de los que sugería el comercio de esclavos africanos, eufemísticamente llamado "mercado de ébano", era el Las Casas.

Son esos mismos pueblos que tanto abominan de España (británicos, franceses y holandeses) los más aventajados mercaderes de esclavos en contra de las producciones -¿de qué género: "histórico" o "histórico ficticio"?- Steven Spielberg). Son ellos también los que promueven el cosmopolitismo, cuyo razonamiento es el mismo en todas las épocas: Que nadie se sienta patriota, hay que ser patriota universal, ciudadano del mundo. Lógicamente, Cadalso hace bien en recelar y justifica así sus resquemores por todo ese demagógico internacionalismo.

Y hay duras, diríamos que proféticas palabras, para ese cosmopolitismo incipiente: Sobre este particular, el análisis de Cadalso es categórico: "La mezcla de las naciones en Europa ha hecho admitir generalmente los vicios de cada una y desterrar las virtudes respectivas. De aquí nacerá, si ya no ha nacido, que los nobles de todos los países tengan igual despego a su patria, formando entre todos una nación separada de las otras y distinta en idioma, traje y religión; y que los pueblos sean infelices en igual grado, esto es, en proporción de la semejanza de los nobles." (carta IV) Dos siglos después tenemos esto que llaman "aldea global", y sufrimos la globalización impuesta, con el desdibujamiento de las identidades en una indigesta empanada que los más piadosos pueden entender, en clave bíblica, como gran Babilonia. Otra vez late el pesimismo cadalsiano: de la mesticia de naciones es de esperar que se adquieran los vicios respectivos de cada nación, pero no las virtudes.

El análisis de Cadalso sobre las consecuencias del cosmopolitismo que impulsan las elites de su época coincide en líneas generales con el análisis que en las postrimerías del siglo XX realizaba el norteamericano Christopher Lasch, expresado en su libro "La rebelión de las elites". Las elites políticas, económicas y mediáticas de nuestros días (traslación temporal de esos que Cadalso identifica como "nobles" cosmopolitas) conforman, según Lasch, una "nueva clase" egoísta e indócil, desarraigada de sus patrias originales y apartadas del destino de sus pueblos. Cadalso, doscientos años antes, ya había detectado ese fenómeno en las elites contemporáneas suyas. Mucho podemos decir sobre esa "nación separada" que conformaban estos cosmopolitas de hoy. En la religión común que ellos profesan tiene mucho que ver, qué duda cabe, la "Nueva Era" y el "Círculo de Roma" financiado por los emporios de las familias Rothschild y Rockefeller.

Las consecuencias de todo este dislate generado por la Ilustración y el cosmopolitismo del siglo XVIII son auguradas por Cadalso: "Síguese a esto la decadencia general de los estados, pues sólo se mantienen los unos por la flaqueza de los otros, y ninguno por fuerza suya o vigor propio." (carta IV)

El héroe que derramaría su sangre en Gibraltar, por la toma de la Roca, acaba concluyendo: "Ya no hay patriotismo, porque ya no hay patria." (carta XVI)



 




Fray Diego José de Cádiz,
predicador capuchino

La Decadencia de España es decadencia moral.

Pero Cadalso no sólo es un fino analista de la situación de su época, y tampoco se queda en profeta político de alto rango, como también sería la figura de Donoso Cortés. Cadalso es, ante todo, un escritor moralista y, lo que para nosotros tiene más valor, un moralista laico ajeno a la moralina eclesiástica que tantas veces, por desgracia (y con excepción de egregias figuras), no trascendió de la mojigatería.

Como buen discípulo de Quevedo, las hipocresías de su época, hipocresías perennes del mundo, están puestas ante los ojos (carta XXII).

Así nos lo muestran sus invectivas contra los "petimetres" (mozos adinerados que hacían lo indecible por estar siempre a la moda), sus pullas satíricas dirigidas a los "eruditos a la violeta" (esos que "pretenden saber mucho estudiando poco" como reza el subtítulo de este libelo).

Su crítica no perdona tampoco a los "señoritos", esos enjendros que empiezan a asomar la cabeza en el siglo XVIII como degeneración de los "señores". En la carta VI desarrolla en una plástica estampa su ácida visión del fenómeno señoritil, condenando el mal empleo que de sus talentos, favorecidos por las posibilidades económicas, hacen estos ociosos que pasan los días en francachelas y juergas.

Tampoco perdona Cadalso el adulterio que se extendía en su época como una plaga libertina (carta X), así como la manifiesta ingratitud de los hijos para con sus padres (carta XVIII). Todos son síntomas de un mal moral que afecta a la nación, debilitándola y precipitando su decadencia.

El concepto de España en Cadalso: Patriotismo y patrioterismo.

Es hora de distinguir el patrioterismo, una degeneración del patriotismo, de lo que es verdadero patriotismo.

Eso nos parece decir Cadalso, cuando censura ese estúpido empeño que muchos españoles sostienen cuando se trata de defender ciertas cosas que parecen, en apariencia, constituir la esencia de España. Cadalso es muy caústico en este aspecto, y desvela que todo cuanto los patrioteros se empecinan en defender como auténticamente español no es otra cosa que productos ajenos entrañados en nuestro carácter nacional: por ejemplo, la filosofía aristotélica que la escolástica asumió como propia: Cadalso le denomina a esta filosofía aristotélica con el vocablo "peripatecismo" (o "peripateticismo"), hoy más conocida como "peripatetismo". Es un producto de la Antigüedad griega, no genuinamente español.

Sobre el atuendo que sus contemporáneos consideraban propiamente hispánico, Cadalso también revela que se trata de una moda austríaca aceptada por los españoles. Mientras tanto, se han ido perdiendo en el camino los trajes autóctonos de cada provincia española. "El patriotismo mal entendido, en lugar de ser una virtud, viene a ser un defecto ridículo y muchas veces perjudicial a la misma patria." (carta XXI)

Pero, por encima o por debajo de las apariencias, toda nación tiene según Cadalso un carácter propio: "...cada nación tiene su carácter, que es un mixto de vicios y virtudes, en el cual los vicios pueden apenas llamarse tales si producen en la realidad algunos buenos efectos; y éstos se ven sólo en los lances prácticos, que suelen ser muy diversos de los que se esperaban por mera especulación." (carta XXIX) "Cada nación (...) tiene sus buenas y malas propiedades peculiares a su alma y cuerpo." (carta XXI)

Cadalso se maneja con un concepto pragmático de nación. No le importan a Cadalso las "repúblicas platónicas", esos proyectos especulativos, ideales que se desprenden de la realidad: "...ni puede ser de otro modo: querer que una nación se quede con solas sus propias virtudes y se despoje de sus defectos propios para adquirir en su lugar las virtudes de las extrañas, es fingir otra república como la de Platón." (carta XXI) Se privilegia así un concepto realista de nación.

Cuando Cadalso se refiere a esos vicios que "...pueden apenas llamarse tales si producen en la realidad algunos buenos efectos" (carta XXIX) no podemos interpretar una cínica interpretación maquiavélica. Más bien se trata de un reconocimiento empírico de lo que de sí dan esos "vicios", considerados como vicios abstractamente, pero que pueden convertirse en virtualidades puestos en el juego de la realidad práctica. Así, en la carta XXVI, después de hacer un sucinto repaso de los rasgos caracterológicos que definen a los pueblos de España (cántabros, vascos, asturianos, gallegos, castellanos, extremeños, andaluces, levantinos, catalanes y aragoneses...), Cadalso termina concluyendo: "Por causa de los muchos siglos que todos estos pueblos estuvieron divididos, guerrearon unos con otros, hablaron distintas lenguas, se gobernaron por diferentes leyes, llevaron diversos trajes y, en fin, fueron naciones separadas, se mantuvieron entre ellos ciertos odios que, sin duda, han minorado y aun llegado a aniquilarse, pero aún se mantiene cierto desapego entre los de provincias lejanas; y si éste puede dañar (aquí vicio al que aludíamos más arriba) en tiempo de paz, porque es obstáculo considerable para la perfecta unión, puede ser muy ventajoso en tiempo de guerra (aquí el vicio se convierte en virtud puesto en juego práctico) por la mutua emulación de unos con otros. Un regimiento todo aragonés no miraría con frialdad la gloria adquirida por una tropa toda castellana, y un navío tripulado de vizcaínos no se rendiría al enemigo mientras se defienda uno lleno de catalanes." (carta XXVII)

He aquí esos "vicios" que "pueden apenas llamarse tales si producen en la realidad algunos buenos efectos;" (carta XXIX)

Para Cadalso queda clara la identidad de los pueblos que componen eso que llamamos España. España es un conjunto de pueblos con sus propias identidades, podemos llamarlos "naciones", subsumidos por voluntad propia bajo una unidad superior.

Si algunas características -buenas y malas- definen el genuino carácter español, estas son, positivamente: la religión, la valentía y la lealtad monárquica, siendo defectos nacionales: la vanidad, el desprecio del trabajo y el enamoriscamiento fácil. "Si el carácter español, en general, se compone de religión, valor y amor a su soberano por una parte, y por otra de vanidad, desprecio a la industria (que los extranjeros llaman pereza) y demasiada propensión al amor; si este conjunto de buenas y malas calidades componían el corazón nacional de los españoles cinco siglos ha, el mismo compone el de los actuales" (carta XXI)

Las virtudes y vicios nacionales no han cambiado desde el siglo de Cadalso, esto no quiere decir que, aunque duraderos, estos valores sean inmutables.

Cadalso condensa en sus "Cartas marruecas" el afán más noble por equilibrar los opuestos extremistas que siempre han dividido a los españoles en miopías partidistas. Su obra todavía nos interpela, desde doscientos años ha, a cuantos vivimos en esta piel de toro, en esta España, mezcla de realidad histórica y ficción delirante que uno de sus más conspicuos seguidores, el pobrecito hablador y fígaro Mariano José de Larra, gustaba de llamar "el país de los Batuecos". Todavía están presentes en nuestro entramado personal y social atávicos vicios y virtudes que Cadalso observó y trató de conciliar.