RAIGAMBRE

Revista Cultural Hispánica

sábado, 12 de abril de 2014

DELANTE DE LA CRUZ



Delante de la cruz los ojos míos
quédenseme, Señor, así mirando,
y sin ellos quererlo estén llorando,
porque pecaron mucho y están fríos.
Y estos labios que dicen mis desvíos,
quédenseme, Señor, así cantando,
y sin ellos quererlo estén rezando,
porque pecaron mucho y son impíos.
Y así con la mirada en vos prendida,
y así con la palabra prisionera,
como la carne a vuestra cruz asida,
quédeseme, Señor, el alma entera;
y así clavada en vuestra cruz mi vida,
Señor, así, cuando queráis me muera.


Rafael Sánchez Mazas 

jueves, 10 de abril de 2014

"EL ALMA DE ESPAÑA ES SU PROPIA MÍSTICA"

Edgar Allison Peers
 
 
EDGAR ALLISON PEERS, UN HISPANÓFILO INGLÉS.
Por Manuel Fernández Espinosa
 
“El alma de España es su propia mística”, así escribía Edgar Allison Peers en su libro “El misticismo español”. ¿Quién era Edgar Allison Peers?
Destacando de entre la pléyade de hispanistas que compone el elenco de ingleses dedicados a estudiar España habría que hacer lugar de honor a Edgar Allison Peers (1891-1952), cuya carrera académica llegó a su cénit con la cátedra de Gilmour de Español en la Universidad de Liverpool. Como hemos indicado en algunas ocasiones, son las razones más varias, también las más bastardas, las que forman a un “hispanista” inglés: desde la legítima curiosidad antropológica hasta el espionaje político; pero en el caso de Edgar Allison Peers tenemos que hacer una excepción. Nos encontramos ante un hombre honesto que sintió una profunda y sincera simpatía por España y ello sin que parecieran mediar intereses inconfesables de las agencias de inteligencia. En 1923 creó el prestigioso “Bulletin of Hispanic Studies” y no se conformó con estudiar el castellano, sino que incluyó entre sus estudios el portugués y el catalán. Tradujo a Raimundo Lulio, a San Juan de la Cruz, a Santa Teresa de Jesús y en 1934 fundaba el Institute of Hispanic Studies de Liverpool. Estuvo en varias ocasiones en España, pero en 1920 visitó Sevilla y escribió un libro “Royal Seville”. De Sevilla dice Allison Peers: “No hay otro lugar como Sevilla. Para mí al menos es la ciudad perfecta”. Parece ser que los sevillanos fueron los “culpables” de que firmara sus libros como “E. Allison Peers”, evitando su nombre Edgar, dado que con la guasa que caracteriza a los hispalenses le llamaban “Edgar Allan Peers” cuando no “Edgar Allison Poe”.
Cuando se nos habla de hispanistas británicos siempre se nos cita a Gerald Brenan o a Ian Gibson, sin embargo Edgar Allison Peers es prácticamente un desconocido para el gran público español. Sus intereses filológicos y literarios se centraron sobre todo en el misticismo español (la traducción de las obras completas de San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Jesús, del castellano al inglés, son sendos monumentos imperecederos de este hombre cabal), además de competente traductor, Allison Peers realizó una meritoria labor como estudioso de nuestra religiosidad: “Studies of the Spanish Mystics” y “Spain, the Church and the Orders”. No sólo la ascética y la mística española llamó su atención, en 1940 escribía un enjundioso ensayo sobre el romanticismo en España en el que negaba que se hubiera producido un auténtico romanticismo peninsular: “The History of the Romantic Movement in Spain”.
Sin embargo, pese a la lealtad que nos tuvo, su obra apenas está traducida al español y su figura ha sido olvidada. Con mucha probabilidad este olvido proviene del sectarismo ideológico que por todos los medios trata de ocultarnos las opiniones poco convenientes al pensamiento único. Cuando en 1936 estalla la Guerra Civil, Edgar Allison Peers, amigo de España, publica una serie de libros que tratan de exponer a la opinión pública inglesa y mundial la problemática española: “The Spanish Tragedy” (1936), “Catalonia infelix” (1937) “The Spanish Dilemma” (1943) y “Spain in Eclipse” (1943). Estos libros no se los perdonaría el sectarismo ideológico y esa es la razón de su postergación.
Para cerciorarse de la buena voluntad y la hispanofilia de Edgar Allison Peers basten estos renglones: “No podrá tampoco el viajero contentarse con la España de leyenda, de “leyenda negra” que ha hecho tanto en nuestro propio país [Inglaterra] para obscurecer la grandeza del que ha sido su víctima”. Edgar Allison Peers llegó a vislumbrar la médula mística de España: “el alma de España es su propia mística”. Supo ver más allá de los prejuicios inculcados en su medio nativo, aproximándose con serenidad erudita a nuestra literatura ascética y mística. Quedó deslumbrado por las cumbres que habían escalado las almas alpinistas de Santa Teresa de Jesús, de San Juan de la Cruz, de San Juan de Ávila, de San Alonso de Orozco y empleó su vida a estudiarlos, a traducirlos y difundirlos.
Dios le haya premiado con su gloria el servicio que Edgar Allison Peers prestó a Dios y a España. Nosotros solo podemos pagarle con nuestra gratitud y con este humilde homenaje que quiere llamar la atención de los lectores hispanohablantes por un inglés que supo de España más que algunos españoles.

martes, 8 de abril de 2014

EL RÉGIMEN SIN FE



"...El liberalismo es, por una parte, el régimen sin fe: el régimen que entrega todo, hasta las cosas esenciales del destino patrio, a la libre discusión. Para el liberalismo nada es absolutamente verdad ni mentira. La verdad es, en cada caso, lo que dice el mayor número de votos. Así, al liberalismo no le importa que un pueblo acuerde el suicidio con tal que el propósito de suicidarse se tramite con arreglo a la ley electoral..."

José Antonio Primo de Rivera 

(Mayo de 1934).

lunes, 7 de abril de 2014

LOS PELIGROS DE UN NECIO



"De cuantas cosas me cansan,
fácilmente me defiendo;
pero no puedo guardarme
de los peligros de un necio."

Lope de Vega

domingo, 6 de abril de 2014

LA INGLATERRA SECRETA

 
Peregrinación de la Gracia (1536)


CATÓLICOS CLANDESTINOS EN UN ESTADO ANTIPAPAL


Por Manuel Fernández Espinosa

Aunque pudiéramos citar muchos otros factores y antecedentes, podemos decir que el pecado de Enrique VIII de Inglaterra fue el desencadenante del cisma de Inglaterra. Enrique VIII no logró obtener de la Iglesia Católica de Roma la anulación de su matrimonio. El rey se dirigió a Cranmer, arzobispo de Canterbury y de este modo logró divorciarse de Catalina de Aragón. Después de la excomunión hizo aprobar por el Parlamento (1533) una serie de leyes que rompían los vínculos con Roma y sometían internamente el clero inglés a la corona, por los medios más expeditivos: se cerraron monasterios y se confiscaron los bienes eclesiásticos. Enrique VIII se autoproclamó "Cabeza de la Iglesia Inglesa" con el Acta de Supremacía (del año 1534).

Beatos Tomás Green y Gualterio Piersonati, pintura de Fray Juan Sánchez Cotán, pintor cartujano

El cisma anglicano no halló en Inglaterra apenas resistencia en el estamento eclesiástico (con la excepción de algunos religiosos franciscanos y cartujos, además del Obispo Fisher). La víctima más famosa fue el Gran Canciller del Rey, Tomás Moro. Pero en la Inglaterra septentrional estalla la revuelta de los católicos (1536-1537) contra el rey Enrique VIII, la que se llamará "Peregrinación de la Gracia" (en inglés "Pilgrimage of Grace"). Aquel año de 1535 el abogado Robert Ask acaudilló en Yorkshire esta revuelta católica contra la supresión, por parte del Parlamento, de numerosos conventos, la abolición de algunas fiestas religiosas y los ataques a la doctrina católica de la Eucaristía. Enrique VIII promete clemencia a Ask, empero faltó a su palabra y terminó recluyéndolo en la Torre de Londres y, a la postre, ahorcándolo.

Bandera de los Peregrinos de la Gracia

Es interesante decir que una de las banderas empleadas por los rebeldes católicos llevaba la Corona de Espinas, las Cinco Llagas de Cristo, un Cáliz (o un Corazón Sangrante) y una Hostia y el lema IHS. En resumen, el cisma de Inglaterra (revolución) tuvo una resistencia católica (contra-revolución), pero la violencia política impuso la oficialidad del cisma y el anglicanismo fue mezclándose con doctrinas heréticas (como la herejía puritana, pongamos por caso).

A partir de 1553, bajo el reinado de María I de Inglaterra, hija católica de Enrique y de Catalina de Aragón, la reforma fue abolida. María I de Inglaterra hizo por obtener la reunificación con Roma. Pero su muerte, en diciembre de 1558, sin hijos ni haberse tomado la precaución de poner un sucesor católico, no permitió la consolidación del catolicismo. Su hermanastra Isabel heredó el trono.


Emblema de los católicos ingleses, con las Cinco Llagas de Cristo y el Corazón Sangrante


Con Isabel en el trono se impuso la iglesia nacional y los católicos ingleses pasaron a las catacumbas. Pero lo que contribuyó más que nada al éxito del anglicanismo fue que, mientras María dispuso de cinco años para imponer su programa, Isabel disfrutó de más de cuarenta años para imponer el suyo.


En el extranjero se adivinaba que Inglaterra contenía una gran porción de católicos clandestinos. Por ejemplo, Miguel de Cervantes, en una de sus "Novelas ejemplares", nos presenta a una familia inglesa que vive su catolicismo en lo doméstico y públicamente acepta la oficialidad anglicana.

"Quiso la buena suerte que todos los de la casa de Clotaldo eran católicos secretos, aunque en lo público mostraban seguir la opinión de su reina."
("La española inglesa")

Sin embargo, a lo largo de siglos, el catolicismo -que los herejes llamaban "papismo"- será perseguido en Inglaterra: silenciados, encarcelados y martirizados.


Catalina de Aragón

LOS INGLESES CATÓLICOS EN EL EXILIO
Aunque de un modo indirecto, España estaba implicada, desde el inicio, en los acontecimientos del Cisma de Inglaterra. Enrique VIII repudió a su esposa española Catalina de Aragón, tía del Emperador Carlos I de España y V de Alemania. Maria I de Inglaterra, la reina católica que no pudo restaurar el catolicismo en Inglaterra, fue esposa de Felipe II de España. Estratégicamente, si Inglaterra era católica, podría ser un fuerte aliado de España contra el protestantismo continental: lamentablemente, no fue así.

Maria I de Inglaterra y Felipe de España

A la muerte de María sucedió en el trono Isabel. Después de los intentos de restauración católica realizados por María Tudor, Isabel provocó fuertes tensiones religiosas en el reino. En el año 1569 Isabel hace frente a la "Rebelión Septentrional", instigada por el Duque de Norfolk. El Papa Pío V apoyó la rebelión católica excomulgando a la reina y declarándola depuesta con la bula papal "Regnans in Excelsis". Después de la bula, Isabel comenzó a perseguir a sus enemigos religiosos, provocando de este modo y por reacción varias conspiraciones católicas. Los hombres que querían abrazar el sacerdocio se veían impelidos a salir al extranjero para formarse: Roma, los Países Bajos (todavía dominio de la Casa de Austria) y España fueron los asilos religiosos de nuestros hermanos ingleses.
Felipe II de España fue un protector de los católicos ingleses exiliados. Por ejemplo, el Colegio de San Albano (también llamado Colegio Inglés) fue fundado por jesuitas ingleses en 1590 con el propósito de formar sacerdotes ingleses y evangelizar en su patria, y estuvo bajo la protección real de Felipe II. San Albano fue el primer mártir cristiano de Inglaterra.
Retrato de Robert Persons
El jesuita inglés, escritor y diplomático, Robert Persons (Roberto Personio, se le llamaba en la España de la época) era amigo de San Edmundo Campion. Compañero del mártir Campion, Robert Persons pudo escapar de Inglaterra y desarrolló una brillante actividad en la obtención de ayudas para la misión jesuita en Inglaterra, secreta y perseguida. Robert Persons fue enviado a España en las postrimerías de 1588 y tuvo éxito, más tarde pudo emplear el favor real para fundar los seminarios de Valladolid, Sevilla y Madrid (1589, 1590, 1598). También San Enrique Walpole (martirizado el 7 de abril de 1595) estuvo en el Colegio de San Albano (Valladolid), como tantos otros mártires y confesores de la Fe. Durante esta época el Colegio de los Ingleses fue un seminario donde se formaban sacerdotes ingleses que regresaban a Inglaterra con muchas probabilidades de ser martirizados.
Nuestra Señora de la Vulnerata


En el gran retablo de la Capilla del Colegio de los Ingleses de Valladolid está la talla de Nuestra Señora de la Vulnerata (que significa herida e insultada).
Isabel I de Inglaterra se mostró una gran enemiga de España, impulsando la piratería y algunas incursiones bélicas que perjudicaron los intereses españoles en América, en las Islas Canarias y en la misma península, como fue el ataque contra la ciudad portuaria de Cádiz.
El 29 de junio de 1596 Cádiz pudo contemplar una poderosa flota de 157 naves armadas holandesas e inglesas, al mando del Conde de Essex, general inglés favorito de la reina Isabel I de Inglaterra. Los ingleses y holandeses desembarcaron en Cádiz y la sometieron a un tremendo saqueo. Algunos desalmados de la soldadesca inglesa saquearon una iglesia y, tomando una talla de la Virgen María con el Niño Jesús, la arrastraron a la plaza del mercado donde profanaron la sagrada imagen. Le cortaron los brazos y todo cuanto quedó del Niño Jesús fue parte de sus pequeños pies sobre el regazo de la Madre. La estatua mutilada recibió las mayores honras por parte de la Condesa de Santa Gadea, esposa del Adelantado de Castilla, que la puso en el lugar de honor de la capilla que tenía la Condesa en Madrid. Sin embargo, los profesores y estudiantes del Colegio de Ingleses de Valladolid se la pidieron a la Condesa con el propósito de reparar espiritualmente el comportamiento de sus compatriotas que la habían profanado. En el año 1600 la Santísima Virgen de la Vulnerata fue entronizada en el altar del Colegio Inglés de Valladolid.
Era el tiempo en que Felipe II podía decir:
"Prefiero perder todos mis estados y cien vidas antes que reinar sobre herejes".
Continuará

 

miércoles, 2 de abril de 2014

LA EPOPEYA VILIPENDIADA: LOS REALISTAS HISPANOAMERICANOS (III)



Por Antonio Moreno Ruiz 


FULGOR

¿De dónde viene el fulgor,
Que guía a los caballos,
Bajo el sol enfurecidos,
En los imponentes Llanos?

La ardiente sangre africana,
Empuñada por un mariscal,
Asturiano, que en América,
Su vida va a realizar.

Es José Tomás Boves,
El de caracteres exagerados,
Claros cabellos y firme espada,
Bebe del fulgor de los Llanos.

¡Taita! ¡Taita! ¡Taita!
Palabra india de fuerza,
Por un caudillaje bravío,
Gritado por la tierra.

Fulgor venezolano,
Con las carnes abiertas,
Entre lanzas coloradas,
Y tambores de guerra.

Iberia y las Indias,
Se están separando,
Entre puñales de odio,
Los corazones temblando.

¡Qué días tan terribles!
¡Desgarros y divisiones!
¡Ruptura por todas partes!
¡Historia de horrores!

Las grietas comenzaron,
Antes de Napoleón,
Helado se siente,
El hispano corazón.

Tropical fulgor,
Guía a los llaneros,
Montoneros del rey,
Feroces y altaneros.

En pleno desbarajuste,
Continúan la jornada,
Comenzando los Andes,
Desde la sabana.

Del norte se vienen,
Aires caribeños,
Estrepitosos galopes,
Boves y los morenos.

Fulgor de batalla,
De sangre nerviosa,
Ondas de peligro,
Música sorda.

Mugidos de montes,
Entre cañones rugiendo,
Fulgores terribles,
El sol se está poniendo.

¿A dónde llevará,
Este herido fulgor?
La suerte está echada,
La bandera es de dolor.








LA EPOPEYA VILIPENDIADA: LOS REALISTAS HISPANOAMER...



CONTRA LAS CORTES DE CÁDIZ



Por Antonio Moreno Ruiz


Al igual que en los países hispanoamericanos se puso una mitología nacionalista que ensalzaba la separación de España, a la que se consideraba y se considera la responsable de todos los males, en España, la tiranía liberal española, impuesta por el golpe militar y la intervención extranjera, culpó al “Antiguo Régimen” de todos los males, justificando así toda su onda expansiva. Al cabo de dos siglos, sigue sin reconocer sus culpas y deméritos y echando tierra sobre la propia España, ahogándola en la Leyenda Negra. Así las cosas, son varias las generaciones que han crecido creyendo que, antes de 1812, no existía España.

Estando de insufribles bicentenarios para regocijo de Esperanza Aguirre y demás oligarquía ruinosa, y teniendo asesores históricos tan solventes como Arturo Pérez-Reverte (¡!), tenemos que subrayar que no se puede hablar de la Constitución de Cádiz a un modo de alegoría ideológica, obviando temas tan importantes como:

-La abolición del juicio de residencia, creando la impunidad de una nueva clase política.

-La abolición de la representación gremial, dejando a los trabajadores sin escuela propia y a la merced de los nuevos caciques sin escrúpulos.

-El voto solo y exclusivamente para los más ricos propietarios, pasando la política a ser el cortijo de la nobleza, la alta burguesía y los golpistas militares que le rodeaban.

-El irrespeto de la "autonomía" americana, siendo mucho peor el nuevo centralismo que el despotismo ilustrado.

-La imposición por el golpismo militar, nunca por el apoyo popular. El apoyo popular fue para los Cien Mil Hijos de San Luis que fueron acogidos como libertadores desde Irún a San Fernando.

En definitiva: Las Cortes fueron un "bluf" apoyado por lo peor de cada casa. Su puesta en práctica se debe a Riego, uno de los mayores traidores de nuestra Historia y que, como bien apunta el historiador argentino Julio C. González (y como ha refrendado nuestro amigo Luis Gómez), estaba comprado por Inglaterra a través de Gibraltar. Él impidió el refresco de más veinte mil realistas peninsulares que, junto a los realistas americanos, hubieran aplastado la revuelta secesionista que, de hecho, hacia 1820, estaba tambaleándose. Pero vino el golpe del trienio liberal (1820-1823), y los oficiales liberales comenzaron a coparlo todo. Morillo llegó a Venezuela y se abrazó y hasta se besó con Bolívar; San Martín, en su encuentro con La Serna (Al que combatía Olañeta y el que destrozó toda la obra de Abascal) dijo aquello de "nosotros, los liberales, somos hermanos en todas partes del mundo", asentando la traición de Ayacucho, donde también estuvieron Espartero y Maroto, que a posteriori se abrazarían en Vergara.

Sin idealizar el Antiguo Régimen y en especial los últimos tiempos de Carlos IV, que fueron desastrosos, las Cortes de Cádiz fueron el jaque mate de las Españas. Por supuesto, Fernando VII y sus continuas felonías habían facilitado mucho las cosas.

Y reitero: Particularmente, no quiero ser conspiranoico, pero pienso que esta oleada de separatismo antiespañol obedece al mismo plan. Es la "solución final" para acabar con España. Todavía las geopolíticas francesas y británicas están orientadas a ello. En verdad tanto odio no se comprende, ya que estamos en su órbita y cada vez caemos más bajo, y digo que no se comprende porque como entrevió el ínclito Gaspar de Jovellanos, España ya se humilla solita, y antes perecerá por los hijos traidores que le devoran las entrañas que por los tiranos extranjeros.

martes, 1 de abril de 2014

CANTO A ROMA



De la mano tostada de Yugurta
se escapa una corona de marfiles.
Suena en el turbio bosque enmarañado
al ritmo exacto de los campamentos
y huyen los reyes bárbaros del Ponto,
los príncipes viciosos de Fenicia,
los galos y germanos de la selva,
ante la espada de los centuriones.

La tienda de Escipión huele a perfumes
y él, bañado en el Duero, unge de aceites
su torso, noblemente musculado
mientras en la meseta, arde Numancia.
¡No solloces, ciudad de Celtiberia!
Presidida por ásperos luceros,
abrasadora de cautivas tristes,
que bebes el licor en las vasijas,
cuyo “toten” solar es el caballo.

Por tu profunda noche neolítica,
llegan ya los calzados militares,
el verso de Virgilio a las abejas,
el mármol, la columna y el derecho,
la elipse dura del anfiteatro
y la dulzura clara de las Termas.
Salustio y Tito para tus campañas,
ecos de Cicerón en tus viñedos.
La Norma, la Medida, en los oscuros
Imperios de avestruces y elefantes
y por el claro mar deshabitado,
Diosas desnudas entre los delfines.

Tu ley, ¡oh Roma madre! el duro bronce
de tus tablas servidas por lictores
en la Britania que desdeña César
el la Hispania que sigue de Sertorio
la toga blanca y la celeste cierva
que interpreta los sueños misteriosos.
Hoy ¡Roma eterna! vibren de d'Annunzio
las estrofas en bocas abisinias.
Tu dulce lengua del Renacimiento
hablada por los papas entre mármoles
resuene en el Tigré, como un milagro.

Milenaria ciudad; leche de loba
tienen los labios que pronuncian firmes
la plenitud católica del Dogma.
Madre de Europa, Iberia que a tu trono
dio un Adriano viajero, y un Trajano
domeñador resuelto del Danubio
hoy saluda tu Imperio renacido
unida a tu destino y a tu César
contra los mercaderes de Cartago
y el Sanhedrín cobarde de Ginebra.


Agustín de Foxá

lunes, 31 de marzo de 2014

RUSOS Y ESPAÑOLES: EL "EÓN JOÁNICO" Y EL "HOMBRE MESIÁNICO"

Walter Schubart

 
"EUROPA Y EL ALMA DE ORIENTE", DE WALTER SCHUBART. Una nota informal sobre un libro que reivindicamos
 
Por Manuel Fernández Espinosa
 
Walter Schubart es uno de esos autores postergados cuya obra resulta, para el público hispanohablante, desconocida. Sin embargo, su libro “Europa y el alma de oriente” mereció la atención de D. Antonio Sancho Nebot, Canónigo Magistral de la Catedral de Palma de Mallorca, que la tradujo al español allá por el año 1946, siendo publicada por Ediciones Stvdivm de Cultura. El canónigo Sancho Nebot era un profundo conocedor de los países del Este, especialmente de la católica Hungría a la que había viajado en 1929 y por ello se le debe a éste eclesiástico que en los seminarios católicos españoles (de los años 40 y 50) se pudiera leer la obra teológica de húngaros como Tihamér Tóth u Ottokár Prohászka. Hombre curioso del mundo eslavo no podía escapársele la obra del filósofo de la cultura alemán Walter Schubart. Todavía resonaban en España aquellos “¡Rusia es culpable!” que proferían entusiasmados los voluntarios de nuestra División Azul, cuando el canónigo Antonio Sancho Nebot traduce la obra de Schubart al español.

Durante la Segunda Guerra Mundial, entre la oficialidad alemana más culta, Walter Schubart había sido leído por hombres como Ernst Jünger. Jünger fue introducido a la lectura de  Schubart por su amigo Cramer von Laue, como así queda constancia en los diarios jüngerianos. Cramer von Laue conocía incluso detalles de la vida de Walter Schubart. Schubart había nacido en Turingia el año 1897 y desapareció durante la Segunda Guerra Mundial, pues tuvo la mala fortuna de viajar a Riga, para visitar a su esposa, y estando allí le sorprendió la invasión de los rusos que, habiéndolo detenido, lo deportaron. Según se indica en algunas fuentes parece que fue deportado a un campo de prisioneros de Kazajstán muriendo el 15 de septiembre del año 1942. Jünger consideraba que los libros de Schubart eran “extremadamente significativos ya por el mero hecho de que en ellos se trata la segunda posibilidad de los alemanes, la vinculación al Este”.

El libro que le granjeó una popularidad europea, aunque efímera, fue éste que tradujo el canónigo Antonio Sancho Nebot, “Europa y el alma de oriente” (“Europa und die Seele des Ostens”); sin embargo no omitamos que, como filósofo de la cultura, los intereses intelectuales de Schubart abarcaban un amplio abanico, siendo también notable su ensayo “Religion und Eros” (ensayo publicado en Munich el año 1941).

Schubart escribe en una época en la que todavía resonaban los acentos pesimistas de Oswald Spengler. Spengler no era el único en pronosticar los más funestos destinos para la civilización occidental, con antelación lo habían hecho Paul de Legarde, Julius Langbehn o Eugen Dühring. Y ni siquiera el fenómeno estaba circunscrito a Alemania: en Italia, Gabriele d’Annunzio o Enrico Corradini; en España, Miguel de Unamuno; en Rusia, Dimitri Merezhkovski y Vladimir Soloviev; en Noruega, Knut Hamsun… Señalaban que, en medio del optimismo reinante, la civilización (la occidental, por supuesto) se encontraba en crisis. Oswald Spengler, con su obra “La decadencia de occidente” (publicada entre 1918 y 1923) había sabido ofrecer al vasto público una interpretación con ínfulas filosóficas de ese sentimiento crepuscular, vislumbrando el panorama occidental con los más trágicos acentos inspirados en un delicuescente nietzscheísmo epigonal, sin dejar de invocar a Goethe y marcando una ruta al relativismo cultural. En “La decadencia de occidente” Spengler persuadía a sus lectores del inexorable fin de las culturas que, como seres vivos, nacen, se desarrollan y fenecen.
Aunque casi contemporáneo al pronóstico spengleriano, el pronóstico de Walter Schubart para la civilización occidental arroja muy distintos resultados. Schubart cree que, en efecto, la civilización occidental está en franca decadencia, pero con "civilización occidental" se refiere nuestro autor muy concretamente a un determinado tipo humano: el que él llama "prometeico" (Spengler prefería denominarlo "fáustico"). Este tipo humano ha prevalecido en Europa desde el Renacimiento y el triunfo de la revolución religiosa (la del protestantismo), en paralelo a la revolución científica (con sus aplicaciones técnicas). Schubart distingue cuatro tipos de hombre: 1. El armónico (armonía del mundo). 2. El heroico (dominio del mundo). 3. El ascético (huída del mundo) y 4. El mesiánico (santificación del mundo). En el hombre prometeico se cifra para Schubart la exacerbación del hombre heroico que trata por todos los medios de corregir la creación que, para el hombre armónico, bastaba con contemplar y alabar.
Según piensa Schubart estamos ante las jambas del eón joánico ("joánico" por San Juan). Todo apunta, en opinión de Schubart, a que las puertas de este eón se están abriendo y entonces será cuando el hombre mesiánico suplantará al hombre prometeico. Este hombre mesiánico "siéntese llamado a establecer en la tierra un orden divino superior, cuya imagen lleva, como cubierta con un velo, en sí mismo. Quiere realizar en torno suyo la armonía que siente en el interior". ¿Pero dónde prevalece este tipo humano? Schubart cree haberlo hallado en Rusia.
"Europa y el alma del oriente" trata de comprender a Europa desde el punto de vista oriental (eslavo, concretamente ruso). Walter Schubart piensa que occidente y oriente son dos mundos que se ven el uno al otro como extraños, puesto que hay unas abismales diferencias de mentalidad y sensibilidad. La formación de occidente se debe al espíritu ordenancista de la Roma imperial y sus herederos, los pueblos germánicos (con su voluntad de poder), mientras que la formación del oriente eslavo se debe a una recepción del cristianismo muy diferente de la que se ha plasmado bajo la égida de Roma: un cristianismo oriental más místico que ordenancista. El excesivo ordenancismo que puede notarse en occidente es síntoma para Schubart de la "mentalidad del miedo" que busca asegurarse, mientras que el desprecio por la previsión legislativa y técnica que se palpa en los países eslavos surge de una "mentalidad de la confianza", de la confianza en Dios.
Schubart se muestra como un profundo conocedor de la cultura europea occidental y oriental. Escribe dominado por una convicción apasionada en su diagnóstico y en sus predicciones, con ardor de profeta. Schubart no trata la cuestión con desapasionamiento; él ha tomado partido y está expectante por el cumplimiento del destino histórico que otea en el horizonte: el triunfo del hombre mesiánico. Cuando pasa revista a los países europeos occidentales, Schubart se detiene con particular delectación en nuestra España, donde ve todavía la "fortaleza de la reacción" (así la llamaría Ernst Jünger), de la reacción contra-reformista al mundo moderno. Schubart está familiarizado con nuestros pensadores, literatos y artistas de nuestros mejores tiempos: se ve que los conoce y los ha leído de primera mano.
En España ve Schubart un país hermano de Rusia, hermanos en su afinidad por el mesianismo, así puede escribir:
"Entre rusos y españoles no existen tan sólo semejanzas sorprendentes en la periferia de la vida, sino coincidencias en el centro del alma [...] Misión de ambos es pregonar la realidad de Dios en el mundo de lo inconsistente. Por esto hubieron de hacer penitencia ante todos los pueblos de la tierra, mediante una múltiple miseria. Cuando quede cancelada la culpa, se levantarán en el nuevo eón a una nueva grandeza y renovarán la fe en la primacía del espíritu sobre el poder, en la primacía del alma sobre la cosa".
 
Por desgracia, ha pasado mucho tiempo desde que Schubart escribiera esto sobre España y España parece haber tomado muy otros derroteros, los de la democracia y el liberalismo, renunciado a la misión de "pregonar la realidad de Dios en el mundo de lo inconsistente". Ya en las últimas décadas del franquismo pudo percibirse esa "modernización" que afectaría gravísimamente a nuestra auto-conciencia nacional.
Pero no perdamos la esperanza. Volvamos nuestros ojos a autores como Walter Schubart que, desde fuera, adivinaron nuestra sustancia. Y, por mal que esté todo, pensemos lo que pensaba aquel torero: "En peores plazas he toreado".

 
Recomendamos, como complemento en español, este artículo que sobre el libro de Walter Schubart escribió recientemente nuestro amigo Antonio Moreno Ruiz: "Mis lecturas: 'Europa y el alma de oriente' de Walter Schubart" 
 
Y no quiero dejar de decir que, en el panorama cultural hispánico, nuestra Revista RAIGAMBRE es pionera en el redescubrimiento y reivindicación de Walter Schubart.