RAIGAMBRE

Revista Cultural Hispánica

viernes, 15 de noviembre de 2013

APOLOGÍA DE IPARRAGUIRRE

File:Joxe Mari Iparragirre Balerdi.jpg

-Desde la revista Raigambre reivindicamos la figura de José María Iparraguirre Balerdi, el gran bardo euskaldún que el separatismo antivasco pretende manipular para sus sucios intereses. Hemos aquí a un bravo carlista que como muchos otros españoles de todas las regiones del país sufrió es el que es el exilio político contemporáneo más largo y duro de España. Su vida y su obra no se merece el insulto de los falsarios de la historia, que con la sangre del terrorismo tantos réditos están recogiendo gracias a la pútrida oligarquía que nos quiere hacer desaparecer. No merecen manchar su himno, y no merecen que nos callemos ante tantos despropósitos de querer manchar la memoria de quien fue un español a muerte, a fuer de ser un vasco pertinaz. Y nuestra forma de reivindicarlo es a través de sus hermosísimos versos, santo y seña de la cultura hispánica desde su prurito más nativo. Pasen y lean:


Gernikako Arbola

Gernikako arbola
da bedeinkatua
Euskaldunen artean
guztiz maitatua.
Eman ta zabal zazu
munduan frutua
adoratzen zaitugu
arbola santua

Mila urte inguru da
esaten dutela
Jainkoak jarri zuela
Gernikako arbola.
Zaude bada zutikan
orain da denbora
eroritzen bazera
arras galdu gera

Ez zera eroriko
arbola maitea
baldin portatzen bada
Bizkaiko Juntia.
Laurok hartuko degu
pakian bizi dedin
euskaldun jendia.

Betiko bizi dedin
Jaunari eskatzeko
jarri gaitezen danok
laister belauniko.
Eta bihotzetikan
eskatu ezkero
arbola biziko da
orain eta gero.

Arbola botatzia
dutena pentsatu
denak badakigu.
Ea bada jendia
denbora orain degu
erori gabetanik
eduki behar degu.

Beti egongo zera
uda berrikoa
lore aintzinetako
mantxa gabekoa.
Erruki zaite bada
bihotz gurekoa
denbora galdu gabe
emanik frutua.

Arbolak erantzun du
kontuz bizitzeko
eta bihotzetikan
Jaunari eskatzeko,
gerrarik nahi ez degu
pakea betiko,
gure lege zuzenak
hemen maitatzeko.

Erregutu diogun
Jaungoiko Jaunari
pakea emateko
orain eta beti.
Eman indarra ere
zerorren lurrari
eta bendezioa
Euskal Herriari.



El árbol de Guernica

Bendito es el Árbol de Guernica,
amado por todos los euskaldunes.
Da y extiende tu fruto por el mundo,
te adoramos, Árbol sagrado.

Hace unos mil años que se dice
que Dios plantó el Árbol de Guernica.
Mantente en pie ahora y siempre,
si caes estamos perdidos.

No caerás, Árbol querido,
si la Junta de Vizcaya se porta.
Nos uniremos a ti las cuatro provincias
para que viva en paz la grey éuscara.

Arrodillémonos todos para pedir al Señor
que nuestro Árbol viva para siempre.
Y si se lo pedimos de corazón,
el Árbol vivirá ahora y siempre.

todos sabemos
que han planeado tumbar el Árbol.
Ea, paisanos, esta es nuestra hora,
mantengámoslo en pie sin que se caiga.

Vivirás siempre en primavera,
antigua flor sin mancha.
Apiádate de nosotros, querido Árbol,
danos tu fruto sin perder más tiempo.

El Árbol nos responde que vivamos alerta
y que se lo pidamos a Dios con fervor.
No queremos guerra, sino paz duradera
para que se respeten nuestras rectas leyes.

Pidamos a Dios nuestro Señor
que nos conceda paz ahora y siempre,
y que dé también fuerza a tu tierra
y su bendición a Euskalerria.




Nere etorrera lur maitera

Ara nundiran mendi maiteac
ara nundiran celayac,
baserri eder zuri-zuriac,
iturri eta ibaiac.

Hendayan nago zoraturican,
zabal-zabalic beguiac;
¡ara España!¡Lur oberican
ez du Europa guciac!

Gero pocic, bai, Donostiara,
Oquendoarren lurrera,
ceru polit au utzi bearra,
nere anayac, ¡au pena!

Iruchulueta maitagarria
lore tokia zu zera:
Veneziaren graci guciak
gaur Donostian ba dira.

¡Oh! Euscal-erri, eder maitea,
ara emen zure semea,
bere lurrari mun eguitera
beste gabe etorria.

Zuregatican emango nuke
pocic, bai, nere bicia;
beti zuretzat, il arteraño,
gorputz ta anima gucia.

Agur, bai, Donostiaco
nere anaia maiteac,
Bilbaotican izango dira
aita zarraren berriac;
eta gañera itz neurtuetan,
garbi esanez, eguiac,
Sudamerican zer pasatzan dan
jakin dezaten guciac.



Mi regreso a mi tierra querida

Ahí están los montes queridos,
ahí están los prados
los caseríos bonitos, blancos, blancos,
las fuentes y los regatos.

Estoy en Hendaya loco de contento
anchos, anchos los ojos;
¡ahí está España!¡Tierra mejor
no la hay en Europa entera!

Luego, contento a San Sebastián,
a la patria de Oquendo,
cielo tan lindo tener que dejar,
¡qué pena, hermanos!

Iruchulo querido,
tú eres un florido jardín:
de Venecia las gracias todas
tiene nuestra Donostia.

¡Oh, Euscalerría hermosa y querida!
aquí está tu hijo,
que por besar tu suelo,
sin más, ha venido.

Por ti daría
contento mi vida;
para ti hasta la muerte,
cuerpo y alma del todo.

Adiós, pues,
hermanos queridos de Donostia,
desde Bilbao tendréis
del viejo padre noticias;
y además,
os contaré en verso
lo que pasa en Sudamérica
para que todos lo sepan.




-Y después de deleitarnos con la lectura, apostrofamos:

GORA EUSKALERRIA!

GORA ESPAÑA!

EL DESTINO DE ESPAÑA


"España no es Italia, Grecia o Portugal. España, a pesar de los españoles y de los ideólogos, tiene un destino universal porque, al igual que ocurre con Rusia, es un país límite en todo. Si Rajoy fracasa, arrastra a España y, de paso, a veinte naciones de América. España no puede ser pensada sin América como América no puede ser pensada sin España" 

Alberto Buela

miércoles, 13 de noviembre de 2013

RAMIRO LEDESMA RAMOS Y EL DISCURSO A LAS JUVENTUDES DE ESPAÑA (II)


 
RAMIRO LEDESMA RAMOS
Y
EL DISCURSO A LAS JUVENTUDES
DE ESPAÑA
 
II PARTE
 
Por Luis Castillo
 
Vimos en la primera parte la particular consideración de Ledesma sobre aspectos tan relevantes de la historia de España desde el siglo XVI hasta la Segunda República, haciendo mención especial al XIX como siglo perdido. Aunque afirmaba que la crítica no era positiva por sistema, posiblemente si era conveniente observar con ojo de halcón nuestro pasado y presente para mirar con optimismo un futuro que, en el año 1935, parecía casi apocalíptico.
 
Esta segunda parte versará sobre quien puede ser el único motor del cambio de la España deshecha del siglo XX. No es ni el proletariado como cree el marxismo ni la burguesía como nuestros liberales hispanos, con mentalidad decimonónica, inocentemente argüían. Para Ledesma solo puede proceder ese cambio de uno de los sectores de los españoles que habrían de tener una misión decisiva pocos meses después: la juventud. 
 
Como Ledesma Ramos dice en su título, “Los problemas de la juventud nacional”, esta ha de dirimir previamente los mismos. ¿Qué se le presenta a las juventudes ante la situación de 1935? Enormes dificultades que solo ellas pueden vencer. Las juventudes no pueden esconderse ante el momento español trascendental. Están obligadas a posicionarse de forma clara.
 
Ledesma les señala que en su juventud insultante está el futuro para acometer la resurrección patria, pero también en su condición de ser españoles que es la que los define y presenta como seres humanos. No tienen nada más. Si no se atreven a dar el paso de rescatar la nación quedaría esta juventud amputada y convertida en puro despojo. Puede resultar muy duro esto, pero Ledesma lo dice claro. O la juventud no vacila en su dimensión nacional o España como Patria desaparece.

Para ello a la juventud española no le queda más remedio que ser soldados. Establece, por tanto, la consigna de "Militarizarse o perecer”. Hoy esto podría ser visto como una exageración, pero los duros años treinta eran así y el mundo vivía en un punto de inflexión. Por este motivo Ledesma les señala, al igual que en toda milicia, una triple misión: como equiparse para las luchas, como moverse y que estrategias seguir y, por último, cuales son sus metas o conquistas. Esas tres cuestiones son imprescindibles, según Ledesma, para la juventud española. Con todo ello desarrolla el zamorano una serie de verdades indiscutibles por las que la juventud deberá luchar, sin dudar un ápice, en el futuro próximo y las hace diferentes a las distintas revoluciones –marxista y anarcosindicalista fundamentalmente- que están en pugna en nuestro país.
 
Una de ellas es la unidad nacional. Sobre la misma se ha de construir todo el edificio que propone. Lo deja bien claro cuando dice que "Si España no es para los españoles una realidad sobre la que resulte imposible abrir discusión, es que España no existe como una Patria". España, pues, no se discute ni se niega. Es una verdad absoluta y sin ella nada puede hacerse. A través de la idea de Patria es como las juventudes lograrán transmutarla.
 
Ledesma argumenta el porqué no puede existir duda alguna sobre España y su existencia. Es la unidad nacional más antigua de Europa; gracias a esa delantera histórica la España del XVI fue la potencia “más culta, fuerte y rica del mundo” a través del Imperio. España supone la principal reivindicación revolucionaria por encima de cualquier otra. Hay que alzarla de nuevo, pues los tirones secesionistas la están disgregando y desde 1898 estamos en proceso de liquidación. Además señala que el hecho de la unidad no es algo nuevo. Viene de lejos. Desde los propios hispanos de la etapa romana.
 
Se coloca frente a la absurda afirmación de Renan –no se nos olvide aquel “hombre nefasto” llamado Rousseau- sobre que las naciones son un continuo plebiscito. Las raíces de la Patria, dice Ledesma, están "más allá o más acá de los seres de cada día". Considera que las fuerzas disgregadoras –en referencia al separatismo- solo pueden ser detenidas a través de la guerra, poniendo como ejemplo el aplastamiento de la sublevación separatista en Cataluña de octubre de 1934. España ha de ser una realidad viva y presente para los españoles y si hay que triunfar violentamente contra el independentismo no hay que dudarlo. Sin titubeos ni vacilaciones debe ser extirpado mediante cualquier medio ese cáncer.
 
Entiende que el autonomismo es una parte del proceso de desintegración española que equivale a creer que "España es una monstruosa equivocación de la historia". Como puede comprobarse el patriotismo de Ledesma es férreo y de una sola pieza. Pero no reduce solo la necesidad de la unidad nacional a impedir su fraccionamiento sino que es una necesidad de los propios españoles mantenerla. Lo contrario nos reduciría a algo despreciable como categoría humana. Por ello apostilla que "de ahí que la unidad no sea una consigna conservadora, a la defensiva, sino una consigna revolucionaria, necesidad de hoy y mañana". Se puede entrever que Ledesma no contempla la Patria como algo que mantener porque sí caprichosamente. La Patria es mucho más. Es algo dinámico. Presente y futuro.
 
¿Cómo hacer esa recuperación de España ante la disgregación y la duda de la existencia misma de la Patria? Mediante una nueva moral nacional. Y aquí nos adentramos en un terreno por el cual Ledesma ha sido degradado y en gran medida visto con desconfianza por algunos sectores. Establece la diferencia entre la “moral nacional” y la “moral católica”.
 
Cree que la “moral nacional” ha de consistir en "el servicio a España y el sacrificio por España", que considera como "valor superior" a cualquier otro. Para Ledesma los pueblos sin una moral de ese tipo nunca son libres sino tiranizados por minorías del mismo país o por pueblos extranjeros. Esa libertad a través de la “moral nacional” que propone supondría aniquilar los partidos políticos (que dividen a los españoles), la liberación de vascos y catalanes del separatismo (que los ha desnacionalizado) y la justicia y liberación de los trabajadores españoles (cuya humillación ha hecho a muchos caer en la trampa marxista). ¿No recuerda esto al “España ha venido a menos por una triple división…”?
 
En cuanto a la “moral católica” es muy contundente y he aquí uno de los aspectos por los que la Iglesia nunca tuvo a Ledesma en gran estima. Distingue entre el engrandecimiento de lo "español" y de lo "humano". Ledesma afirma que hoy interesa más salvar a los españoles que a los hombres, pues estos solo pueden ser salvados "si disponemos de una plenitud nacional, si hemos logrado previamente salvarnos como españoles". Considera que a España no hace falta acercarse a través del catolicismo sino de forma directa. Y aclara que un católico por el hecho de serlo no significa que sea patriota. Está poniendo sobre la mesa con esta afirmación un mensaje patriótico diferente. Puede que Ledesma, salvando las diferencias, tenga una cierta sintonía con el nacionalismo maurrausiano en este apartado al poner por encima la idea de Patria que a la religión. Maurras utilizó el catolicismo simplemente como factor unificador de los franceses aunque fue agnóstico gran parte de su vida. Es decir, subordinó la fe católica a la idea nacional lo que le llevó a la Action Française y a su líder a la condena papal de 1926. En cierto modo Ledesma se movía en unos parámetros similares. Quiere un nacionalismo hispánico que refunde la Patria.
 
Él cree que en España ha habido un patriotismo religioso efectivo que él valora en los tiempos del Imperio y otro de tipo monárquico, pero no uno popular orientado a las masas. Es lo que propone.

Muy probablemente tanto su formación filosófica como su indisimulada hostilidad a la CEDA, apoyada por los católicos en su mayoría y a la que Ledesma siempre consideró tibia en la defensa de España, influyera y agudizara aún más esa distinción de una y otra moral. Ledesma cuando se refiere a esta “moral católica” diferenciándola de la “moral nacional” lo hace pensando, sin duda, en Gil Robles y su organización a los que acusaba nada más ni menos de ser tan escasamente nacionales como Azaña.
 
Dicha diferenciación de “morales” la argumenta de la siguiente forma. Hay una España no-católica o indiferente al catolicismo. Estas masas, sin ser enemigas declaradas de la Iglesia y de la religión católica, pueden ser un gran caudal para vigorizar esas fuerzas y esas juventudes para la revolución nacional. No pueden dejarse al margen pues sería un suicidio. Es necesario atraerlas pues son predispuestas a abrazar la idea nacional. Su conclusión es que la “moral nacional” y la “moral católica” no son equivalentes pero tampoco irreconciliables. Sencillamente son distintas.
 
Esta polémica -que tendrá más adelante en el Discurso otro capítulo aparte donde se adentra más en la cuestión- es posiblemente lo que a Ledesma le dejó al margen del panteón de los ilustres de los caídos del bando nacional respecto a otros. Ya habrá momento, pese a todo, de derribar el supuesto mito de un Ledesma furibundamente anticlerical y anticatólico cuando su postura real fue de aconfesionalidad y de respeto a tradición religiosa.
 
¿Pero es suficiente esa “moral nacional”? Rotundamente no. Debe ir acompañado necesariamente de un “nacionalismo social o socialismo nacionalista”. Al contrario que José Antonio –que abominaba del término nacionalismo- pero que en cambio sí usó con frecuencia Onésimo Redondo –en el semanario Libertad o Igualdad lo proclama en innumerables ocasiones-, Ledesma entiende que hay que germinar un nacionalismo de nuevo cuño. Su época son las de las masas y hay que orientarlas hacia una idea nacional nueva. Piensa que las masas españolas están pidiendo una voz de esas características, por lo que su conquista es tarea primordial.
 
Las masas han de ver en la Patria una bandera liberadora, pero no por ello se ha de caer en la adulación y en el halago propio del marxismo. Las masas han de aceptar la jerarquía y la disciplina de esa bandera. Cree que a las masas españolas le interesa más que a ninguna un movimiento nacional fuerte, pues su desgracia se debe a poderes extranjerizantes y ajenos a la realidad nacional española. Por ello la masa, aun siendo amorfa y estando desorientada, puede ser nacionalizada sin dificultades.

Ledesma lo sustenta de la siguiente manera. Ciertos poderes son responsables de la hecatombe y la miseria nacional. Tenemos un capitalismo en España inane y rapaz. Existe una minoría de españoles -grandes propietarios agrícolas, banqueros e industriales- que viven a costa de los demás. Los mismos se regocijan en el lucro y la opulencia con el auxilio mismo del Estado. No tenemos industria y los campesinos viven en situación de explotación. La solución no es otra que liberar al país de la tiranía capitalista extranjera -francesa e inglesa por excelencia- y desmantelar el sistema económico vigente.
 
La juventud ha de tomar el testigo ante la situación de ruina de la inmensa mayoría de los españoles. No pueden defender un mensaje nacionalista sin atender el problema socio-económico. Como el capitalismo español no tiene fuelle y es traidor en sí mismo es el Estado quien debe liderar esa misión. El Estado Nacional que propone es quien ha de coger el timón sustituyendo al capital privado o incluso obligando a la empresa privada que actúe al servicio del Estado. Solo así España podrá acometer su desarrollo ferroviario, la mejora ambiciosa de la industria pesada, de la energía hidroeléctrica, de la minería... El paro forzoso podría aplacarse y además el comercio con Hispanoamérica podría fortalecerse y estrecharse si gozamos de una independencia económica.
 
Asimismo exhorta al incremento demográfico y militar y a una política internacional vigorosa. Considera que España tiene unas condiciones naturales muy superiores a los países de su entorno pero que no ha sido capaz de incrementar su población hasta los estándares necesarios y que una España económicamente fuerte debería alcanzar los cuarenta millones de habitantes –curiosamente como sucedió en España a partir de los sesenta- frente a los veintitrés de los que dispone. Nos permitiría ser un país de consumo y comerciante y aumentar nuestro potencial notablemente.
 
Un ejército poderoso además lograría que nuestras fronteras fueran seguras. España está militarmente anticuada y desfasada, pero acusa nuestra debilidad militar en gran parte a la enfermedad antimilitarista de ciertos sectores políticos que han envenenado a la población y han renunciado a todo heroísmo colectivo. Es la juventud quien tiene de nuevo que avivar esa actitud de milicia. En España siempre ha habido erupciones de esa gallardía señalando la Guerra de la Independencia como uno de los grandes ejemplos. Es necesario, urgente y primordial el renacimiento del espíritu militar. Sin embargo apostilla que "la milicia, como la poesía, solo es valiosa cuando alcanza calidades altas". Frase certera. Hay que liberarse del militarismo ramplón, mediocre y deficiente. No hace falta lanzar nuestros ejércitos contra otras naciones sino fortificar nuestra Patria para hacernos respetar frente a la que él llama “Europa enemiga”. 
 
Todo esto es muy ambicioso pero… ¿No habría que modificar la actitud española respecto a su política internacional? Evidentemente para que esto pueda producirse hay que tener política exterior propia y España no la tiene. Vive nuestra Patria bajo el yugo anglo-francés. Critica que la Constitución de 1931 rechace explícitamente –cosa surrealista por otra parte- a la guerra, lo que demuestra una absoluta dependencia de potencias enemigas y un claro síntoma de nuestra debilidad. Básicamente porque dicha renuncia supone, como establecía la Sociedad de Naciones, preservar la hegemonía gala y británica en el continente europeo. Ledesma no puede ni desea ocultar quienes son esas potencias adversarias. Señala con el dedo, además de Francia, a Inglaterra como nuestro gran rival pues es vecino por tres partes: Portugal, Gibraltar y el Océano. Nuestras fronteras están cercadas por quienes nos han hecho la vida imposible en las últimas décadas y los que nos han reducido a palmeros de sus intereses internacionales.
 
Para liberarnos de esa dependencia de Francia e Inglaterra debe España hacer su revolución. De ejecutarla cree Ledesma que nos atreveríamos a todo: recuperar Gibraltar, la unión deseada con Portugal, expansión africana, la aproximación a América en todos los ámbitos -comercial, cultural, económico- y a plantarnos ante Europa para establecer un orden continental justo con España. Es curioso que esto que expone lo crea “a pies juntillas” el propio franquismo en un momento determinado entre 1939 y 1942. Es esa fase de retórica imperial –que acabó quedando solo en eso- pero que, sin ir más lejos, quedó reflejado en la obra "Reivindicaciones de España" (1941), escrita por unos jovencísimos José María de Areilza -amigo de Ledesma y ex jonsista- y Fernando María Castiella -divisionario y futuro ministro de Exteriores-, y que abarcaba todo lo que Ledesma proponía grosso modo. No es ningún secreto que nuestra figura creyó siempre que España podría aspirar al Imperio como lo creyó el mismo franquismo una vez acabada la guerra civil antes del viraje dado a mediados de la Segunda Guerra Mundial. 
 
Nos surge, pues, un pregunta. ¿Podrá España acometer toda esa política internacional sola? ¿No necesitará aliados? Ledesma cree que solo hay un aliado con el que no colisionaremos posiblemente: la Alemania nacionalsocialista. 
 
Esta afirmación puede parecer a muchos una locura, pero seamos sensatos y observemos como Ledesma tiene grandes nociones de la geopolítica y la geoestrategia de su tiempo. ¿Quién puede chocar con nuestros intereses nacionales? Italia tiene importantes intereses mediterráneos –había recuperado propagandísticamente la idea romana del “Mare Nostrum”- que podría estrellarse con los nuestros. Francia posee una gran extensión de Marruecos y amplísimas zonas en África que lindan con nuestro protectorado y nuestras plazas en dicho continente. Inglaterra nos somete con Gibraltar y su capitalismo en nuestro propio suelo, siendo obsceno este último en el caso de las minas. Portugal, que no es un enemigo ni mucho menos, vive sometido a la política inglesa. ¿Única opción a priori? Alemania. Comparte en muchos aspectos la crítica al sistema demoliberal, tiene como la España que propugna Ledesma los mismos adversarios y no tiene intereses similares a los de España en ciertas áreas con los que confrontar. Pero Ledesma advierte que dicha alianza con el país germano debe ser "con toda cautela, porque nuestra España tiene que evitar que se entrecruce con su ruta ascensional cualquier compromiso que la detenga o paralice".
 
Demuestra con esto último que España no se someterá a ninguna nación extranjera que impida su progresión. España marca su propia ruta, su misión y su destino nacional y -¿por qué no decirlo?- imperial. Queda claro que nuestros posibles aliados son necesarios en la empresa de la nueva España que él vislumbra, pero jamás pueden perturbar nuestras metas como Patria soberana e independiente. De esto último dependerá en gran media el futuro nacional.
 
Continuará...

martes, 12 de noviembre de 2013

RAMIRO LEDESMA RAMOS Y EL DISCURSO A LAS JUVENTUDES DE ESPAÑA

 
 
El día 25 de octubre D. Luis Castillo dio una conferencia sobre la figura de Ramiro Ledesma Ramos ante un público que escuchó con grandísima atención la misma. Llama poderosamente la atención que en nuestros días, aunque sea en círculos pequeños, siga teniendo interés una figura nacida a principios del siglo XX y que hoy nos puede parecer lejana.
 
 
 
 
Por Luis Castillo 

La realidad es que Ledesma Ramos fue el principal teórico de una ideología que supuestamente fue el armazón de un régimen -más de forma propagandística y externa que real, no nos engañemos- y que hoy de dicho legado no queda absolutamente nada en nuestra nación. Muchos de los llamados "joseantonianos" -que al igual que "ramirista" no significa nada- se tirarán de los pelos por considerar a Ramiro como el gran teórico del nacionalsindicalismo. Sencillamente Ramiro puso la letra y José Antonio la música de la Falange. No puede entenderse el nacionalsindicalismo el uno sin el otro. Ambos tenían una serie de cualidades excelentes y otras de las que carecían, por lo que se complementaron mutuamente.
 
La serie de artículos que acompañarán a este en realidad no tienen la intención de hacer un bosquejo biográfico del filósofo zamorano. Para eso recomendamos las biografías de Sánchez Diana, Tomás Borrás, Cuadrado Costa -demasiado hagiográficas- o la más reciente de Ferrán Gallego -la más objetiva a nuestro entender-. Se pretende aquí desgranar la gran obra doctrinal y política que dejó Ledesma para la posteridad: "Discurso a las Juventudes de España". La que es quizás, junto a "Los valores morales del nacionalsindicalismo" (1941) de Pedro Laín Entralgo, la única gran obra de significación nacionalsindicalista de calado.
 
Vayamos, pues, al tajo. Ledesma escribe el "Discurso" en mayo de 1935 cuando ya ha dejado de figurar políticamente en lo que se ha denominado el "fascismo español". Su enfrentamiento con José Antonio Primo de Rivera desde fines de 1934 hasta enero de 1935 -cuando se escinde con unas decenas de jonsistas de FE de las JONS- supuso para él su muerte como posible líder del movimiento político. Quedó prácticamente solo, aislado, pues la materia prima que pretendía llevarse consigo al final acabó quedándose con José Antonio pese a las dudas iniciales de muchos. Fundó un semanario llamado "La Patria libre" -duró escasamente dos meses- y apoyó la fundación de una nueva organización en Barcelona formada por antiguos jonsistas que abandonaron Falange con él -el Partido Español Nacional Sindicalista (PENS)- para resucitar el espíritu de las JONS primigenias. Fue un auténtico fiasco. Era la lucha por el poder para dominar el movimiento fascista en España y la batalla la ganó Primo de Rivera. Aun así, como señaló Ximénez de Sandoval en su "José Antonio. Biografía apasionada" relata que "José Antonio admiraba el talento clarísimo de Ledesma Ramos -a mí personalmente me dio a leer el Discurso a las juventudes de España, publicado un año después de su expulsión (sic), encomiando su claridad y vigor- (...)". Pero no solo eso. "Discurso a las Juventudes de España" es uno de los libros de cabecera de los falangistas durante la guerra civil y la inmediata posguerra pese a que la jerarquía eclesiástica -argumentando pasajes anticlericales- trató de sepultarlo. Ya hablaremos de todo esto en las siguientes entregas.
 
Se ha utilizado anteriormente la palabra “fascista”. Sí -tápense los oídos a quienes les produzca urticaria la palabra convertida hoy en insulto universal- porque es así. A Ledesma solo puede entendérsele desde una perspectiva fascista, pues es hijo de aquellos años en los que el mundo creía que el comunismo y los "fascismos" eran las alternativas a las decadentes democracias occidentales. Ledesma apuesta por un modelo de Estado similar al italiano, pero absolutamente hispánico y con una mayor dinámica social que la ensayada en el país vecino. No tenía por objeto plagiar a Mussolini y al fascismo italiano hasta en los gestos y poses del Duce sino buscar una vía nacional y netamente española, fiel a nuestra tradición y nuestra cultura, sin mimetismos de opereta. Las imitaciones torticeras y sin originalidad las atacó Ledesma con saña siempre.
 
Algunos personajes "víctimas" de dichos ataques fueron el británico Mosley o austriaco Starhemberg. Ledesma creía necesario crear una base para entender los problemas de los años 30, la situación española y los fenómenos internacionales. Había que ser fieles a nuestra españolidad y Ledesma se puso el mono de trabajo para buscar esa senda.
 
El “Discurso" no puede comprenderse sin la impronta idealista de Fichte en Ledesma. Fichte en 1808 publicó "Discursos a la Nación alemana" durante la ocupación francesa, cuyo objeto consistió en enarbolar la bandera de un nacionalismo alemán y la resurrección del sentimiento patriótico. Ledesma había estado muy influido por la filosofía germana. No obstante había estudiado y traducido a Hegel, Nietzsche, Heidegger -del que fue uno de sus primerísimos introductores en España- o el propio Fichte aprendiendo para ello de forma autodidacta el idioma alemán. Como este, Ledesma creía vital de necesidad la creación de un movimiento de liberación nacional y en el Discurso están muchas de esas claves.
 
Johann Gottlieb Fichte
Trataremos la obra ledesmiana en varios bloques para que su entendimiento sea lo más claro y resumido posible y así comprender a nuestro personaje.
 
 
“¿Qué tenemos ante la vista?” es como titula Ledesma este primer capítulo del "Discurso". Pretende ni más ni menos que observar cual es la situación histórica española y explicar el porqué nuestra Patria llegó a los años treinta del siglo pasado prácticamente a la intemperie y al borde de la autodestrucción.
 
Ledesma tritura la crítica. La considera infecunda y limitada, aunque quizás es necesaria hasta un cierto punto. No quiere caer en el error de la generación del 98, donde el exceso de crítica llevó al pesimismo y sumió al país en un estado psicológico del que no habíamos podido levantarnos. Para ello trata de una forma magistral lo que ha sido el pasado español desde la reunificación nacional de los Reyes Católicos hasta los años de la Segunda República. Esta parte histórica del Discurso es fundamental para entender los motivos por los que Ledesma tomó ciertos derroteros en su lucha política.
 
Cree que España lleva doscientos años buscando la mejor forma de morir. Señala que no es hora de buscar los enemigos del pasado ni los gobernantes que nos han postrado sino en descubrir los hombres, los hechos y las ideas para regenerar la nación en 1935. Considera ilícito recostarse en las glorias del pasado, señala que hemos tenido como Patria jornadas triunfales y desplomes ruinosos y que tanto vitorear los primeros como llorar los segundos en la hora crucial que vive España es absolutamente peligroso. Esto le lleva a pedir a los patriotas que se echen sobre las espaldas toda la historia de España, hacerse responsable de la misma y aceptarla en su integridad.
 
Para él España culmina a mediados del siglo XVI. ¡¡¡Esa es su aseveración!!! Desde luego muy osada, pero su argumentación tiene una gran parte de verdad. España había logrado la unidad nacional, descubierto América y realizado gran parte de la conquista y todo ello, según él, fue a base de dos ingredientes: la fe religiosa -o sea, el catolicismo- y el Imperio. Gracias al catolicismo se hacían sólidas las conquistas y se lograba nacionalizar a los nuevos súbditos para edificar nuestra gran obra.
 
Ledesma dice taxativamente que nadie en la historia ha igualado a la España que va desde 1492 a 1588. En su opinión es una revolución en toda regla. Exalta la figura del Emperador Carlos pese a traer algunos componentes extraños consigo. Esto le hace entender el recelo de los comuneros de Castilla, aunque los desautoriza considerando que sin Carlos V el siglo XVI español no hubiera podido haber civilizado la mitad del orbe y se hubiera frustrado nuestra tarea.
 
Pero España en un momento determinado cae verticalmente. Señala al siglo XVII como esa ruta descensional. Considera que esa decadencia afectó a la Monarquía y a la Iglesia y que ello se contagió en gran parte al pueblo español, lo que ha llevado a un apartamiento real de España en la historia. Pero dice que no es decadencia quizás el vocablo que haya que utilizar para la España del XVII sino el de vencido. Vencidos por imperios rivales. Establece claramente quienes son: Inglaterra y la Reforma. Ante esto Ledesma, con un patriotismo acerado, dice sin rubor "¿Pero se le ocurrirá a alguien la actitud criminal de darle la razón a los vencedores?" Él le da la razón a España. No consume la "Leyenda Negra", pero considera que España perdió la ocasión de liderar al mundo en la tarea de ser "el pueblo impulsor de la revolución económica que ya se preveía".
 
Ledesma no fue creyente y siempre anduvo en una posición agnóstica, aunque según el Padre Villares –preso con él en el penal de Ventas- abrazó el catolicismo poco antes de su ejecución. No hay que ocultar ni para bien ni para mal esta postura del personaje. No obstante considera que la Iglesia Católica cumplió una misión trascendental para España. Gracias al Concilio de Trento y a las batallas ganadas con la cruz por nuestra Patria el catolicismo ha sobrevivido en Occidente. Es decir, reconoce como vital la aportación religiosa a nuestra gloria imperial en aquellos años y que sin España el continente europeo sería una serie de taifas más o menos cristianos.
 
Insiste que España fue vencida, pero solo es vencido quien lucha y eso nos distingue como pueblo del desertor o el cobarde. El Imperio fue dilapidado, España ha permanecido sentada viendo como el mundo se desarrollaba en un signo u otro. Explica que desde el XVI solo puede reseñarse como un hito la Guerra de la Independencia frente al ejército más poderoso de Europa, pero que empezó a correr el peligro de nuestra balcanización en el siglo XVII de forma planificada por Europa -caso de la presión de Francia sobre Cataluña- y que salvar nuestra unidad es lo único victorioso que podría destacarse, si bien echa de menos la no asimilación de Portugal y la vergüenza de Gibraltar por el imperialismo inglés.
 
Pero para Ledesma el gran siglo perdido por España es el XIX. La Guerra de la Independencia pudo significar un punto de inflexión. No fue así y en su opinión España pierde el tiempo en luchas estériles: la de la España tradicional frente a la España liberal.
 
Considera que no son las pugnas entre tradicionalistas y liberales luchas políticas sino religiosas llevadas al plano político. Católicos frente a no-católicos. Clericales frente anticlericales. Los unos en una actitud absolutamente estática y defensiva; los otros enredados en absurdos doctrinarismos que rozaban la traición a la Patria.
 
Cree que después de que ninguna de ambas tendencias hubiera logrado su victoria plena sobre la otra habría que haberlas expulsado del panorama político. Es sencilla esta afirmación de Ledesma. Mientras el resto de Europa tenía una ruta, acertada o equivocada, en España nos habíamos desangrado por nada. Perdíamos el tiempo. Tanto la España tradicional como la subversiva-liberal defendieron parcialidades. Ledesma señala solo una cosa buena de ambos contrincantes: los tradicionalistas querían ser la reserva del Imperio perdido y los liberales -más a través de los militares, los llamamos espadones, que de los políticos civiles- tenían un fuerte sentido de la unidad de España. Poco más, en su opinión, había que rascar.
 
Este estéril y fracasado siglo XIX desembocó en la Restauración. Era su consecuencia natural. Es cierto que Ledesma reconoce que la Monarquía alfonsina logra un sentido de la unidad nacional y una política militar a través de la expansión en Marruecos. Maura lucha contra la corrupción y el caciquismo de forma sincera. Asimismo se emprende una tímida industrialización del país. Pero los políticos de la Restauración adolecen de la falta de pulso. Además los herederos revolucionarios del XIX socavaron el nuevo espíritu militar, azuzaron el separatismo, fueron derrotistas en Marruecos y abominaron de toda idea nacional. Asimismo aparecieron movimientos proletarios con formas clasistas que iban en la misma dirección.
 
España vive una situación caótica en 1923 y el Rey apela al Ejército para salvar la situación. Recurre a Primo de Rivera pero este procedía, pese a su buena voluntad, del seno mismo del Estado y no de una realidad nacional profunda. Aun así Ledesma destaca que la dictadura industrializa el país, logra la casi unanimidad del pueblo, un auge económico verdadero... pero no ha ido al fondo de los problemas de España. Considera que no ha hecho una reforma agraria necesaria, se ha olvidado por completo de las juventudes para extraer de ellas un sentido patriótico y ha establecido siete años de paz. La salida de Primo de Rivera y la llegada de Berenguer supuso el fin de la Restauración, su puntilla. No daba para más un régimen que había durado medio siglo.
 
Ledesma finaliza esta parte del Discurso con la Segunda República. Considera que los hombres que han llegado al poder con el advenimiento del 14 de abril no han superado las pugnas del XIX, no representan una aurora nacional nueva. Las masas españolas, pese a que mayoritariamente han saludado de buena gana a la República, se han mantenido al margen una vez más. Señala Ledesma que el 14 de abril es "el fin de un proceso histórico, no la inauguración de uno nuevo". Es la oportunidad perdida de una Revolución Nacional que necesita España a gritos. Ledesma observa que el fracaso del 14 de abril es extranjerizante, escasamente nacional, portadora de todos los defectos de la España decimonónica. Puro continuismo en definitiva.
 
Para él el 14 de abril debería haber representado la unidad de todo el pueblo frente al separatismo vasco y catalán, la creación de un ejército fuerte y poderoso, el culto a la Patria, la liberación de los campesinos frente a la opresión de los terratenientes, un plan nacional que industrializara la nación entera -sobre todo en la electricidad y la siderurgia-, una política demográfica que tuviera por objeto duplicar la población, la nacionalización de los servicios públicos esenciales y una política internacional de "independencia arisca" frente a Inglaterra y Francia. Eso hubiera sido una revolución y no la pantomima que supuso el 14 de abril.
 
 
Esto es lo que lleva a Ledesma considerar los últimos cien años de la historia de España como "gran pirámide egipcia de fracasos".
 
Como puede verse el fundador del nacionalsindicalismo no se dedica a loar el Imperio y a llorar que España sea en 1935 una potencia de segundo o tercer rango. Analiza, busca soluciones, mete el dedo en la llaga, no se rinde. Cree que hay posibilidades del recobro de nuestra grandeza. Pero hay que adoptar un nuevo rumbo. España no puede seguir atrapada en las luchas del XIX. Entiende que solo la vía revolucionaria puede traernos esa deseada solución, pero no cualquier revolución como en las próximas entregas desvelaremos.
 
 
Continuará...
 
Retrato de Ramiro Ledesma Ramos, obra del pintor zamorano Santos Tuda (1942)

domingo, 10 de noviembre de 2013

“IMPERIOS DEL MAR. La batalla final por el Mediterráneo. 1521-1580” Otro libro escrito por un inglés que odia España

 
"Portada del libro Los Imperios del mar"
 

Autor: Roger Crowley
Editorial: Ático de los Libros.

 

Movido por las constantes referencias que del libro había leído, me decido a comprarlo. “Imperios del Mar. La batalla final por el Mediterráneo, 1521-1580” cuyo autor es el británico Roger Crowley. El ejemplar en cuestión posee muy buena crítica en los medios de comunicación y sobre él se dice entre otras cosas, que se vendía como churros en Norteamérica.

La obra versa sobre el control del mar Mediterráneo en esos cruciales años que van desde 1521 hasta 1580. Durante ese periodo, dos grandes imperios surgen con fuerza en el panorama del siglo XVI. De una parte, España, con el emperador Carlos I y después su hijo Felipe II. Del otro, los turcos, el imperio otomano, con Solimán y su hijo Selim.

Las luchas, intrigas y descripciones de las batallas que se producirán en esos convulsos decenios, serán una constante en la obra, y por lo tanto, deberemos analizarla desde un punto de vista crítico, más que desde el punto de vista literario.

El autor decide dividir su trabajo en tres grandes partes. La primera, con la presentación de los protagonistas principales en esos años y la caída de la isla de Rodas. En la segunda, se narrará el poderío de los otomanos en el Mediterráneo, los caballeros de San Juan, y el asedio de Malta y en la tercera, se narrará la gesta y prolegómenos de la batalla de Lepanto.

Como digo, el libro se lee sin dificultad. No se trata de un mamotreto academicista que se pierda en los meros datos, sino que está construido con amenidad, y las imágenes descriptivas resultan de una viveza considerable, centrándose el autor en detalles que hacen que la imaginación del lector se traslade a esos años y pueda casi respirar el olor de la pólvora de los mosquetes.

¿Dónde está pues el problema en este libro? Pues en donde ha estado siempre. Los ingleses, -al menos una gran parte de ellos- se han dedicado a difundir una imagen de España muy particular. Han enfatizado en todos los aspectos negativos de nuestro imperio, han propalado la Leyenda Negra y han financiado con su dinero el que se difunda así la Historia de España en el extranjero, hasta tal punto, que los propios españoles han sucumbido a ella y en muchos casos han terminado por aceptarla como verdadera. Inútiles han sido los intentos de desmentir con datos y pruebas esos hechos, pues en la candidez de los españoles está el hecho de ser, en la mayoría de las ocasiones, unos verdaderos idólatras de lo extranjero, mientras que por defecto congénito, tendemos a despreciar las opiniones y los consejos de los autóctonos.

Roger Crowley participa de esa opinión sesgada y malintencionada hacia lo español, y en su libro, “Los imperios del mar”, no deja ocasión sin explotarla si ve la oportunidad.


"Roger Crowley, autor del libro"
 

Pero, ¿Quién es Roger Crowley? Buena pregunta, pues ni en su biografía se deja claro qué es lo que es, o qué mérito tiene este hijo de la Gran Bretaña nacido en 1951. Su padre era  oficial de la marina británica, lo cual le llevó a servir en Estambul y Malta. Al parecer, Roger Crowley ha estado deambulando de aquí para allá a lo largo de muchos años, visitando o viajando por Grecia, Turquía y países aledaños. Fundamentalmente se ha empapado de dicha cultura, y eso, junto con su visión protestante del mundo cristiano del s. XVI, forma el cóctel perfecto para desenfocar la realidad y ofrecer a sus compatriotas el mejunje perfecto contra España y su imperio listo para ser inoculado vía libro. De esa manera tenemos a un personaje que escribe unos cuantos libros y ¡zás!, de la noche a la mañana se crea un superventas que acude a platós de Tv, asesora al Gobierno Británico y es vitoreado en Nueva York y otras plazas similares. Así, sin más. Y es que como dice un amigo sobre este asunto,: “Para mi que este sujeto es un espía al servicio de su Graciosa Majestad, ahora llamada MI6”. Pues a lo mejor, quien sabe.

Entendamos una cosa. Un inglés o un norteamericano (países donde esta obra ha tenido una gran aceptación y ha sido éxito de ventas)  que lea la obra de Crowley, terminará por hacerse una idea deformada y tétrica de España, al mismo tiempo que sentirá anhelos "románticos” de viajar a países exóticos como Turquía o Túnez.

Al comenzar la obra, en apenas  60 páginas. El autor nos presenta a un Solimán “el Magnífico” con porte gallardo, alto, apuesto y con un imperio poderoso y bien estructurado. Por el contrario, la presentación que nos da de su rival, Carlos I de España, es totalmente opuesta, pues es presentado como un “bobalicón”, un “idiota” y poco más, según da a entender nuestro erudito escritor. Crowley tira en este caso de fuentes primarias que presentan a los Habsburgo como una serie de personajes oscuros, vanidosos, engreídos y con una sed desmedida por el poder y el dinero. Por el contrario, los piratas turcos y los emperadores otomanos, son sólo, personajes históricos que luchan contra una España injusta, que los expulsó de su país y que por ello, debieron buscar acomodo como piratas en el Mediterráneo.

Los caballeros de San Juan tampoco salen bien parados. Son eso mismo, unos piratas y unos esclavistas. Se dedicaban a la rapiña y acosar la flota turca en busca de esclavos para galeras o de dinero para sus tesoros. De esta guisa, no es extraño, que aunque se nos narre con vívidas imágenes los sitios de Rodas y de Malta, el lector tienda a ver a los atacantes como menos crueles que los defensores.


 
"Escena de la Batalla de Lepanto, en la que en primer plano se ve acosada la nave insignia de la armada otomana La Sultana",

En el sitio de Malta, un nuevo atropello para los intereses españoles. Si bien es cierto que la obra gira en torno a los imperios españoles y otomano, en Malta el autor casi termina por hacer desaparecer la valentía y los logros de los hispanos. No quiere nombrarlos. Es como si le molestase ese hecho, y he de decir, que esas molestias que los españoles le provocamos al autor, a un servidor le hacen feliz.

Un poco de memoria. La Valette, el anciano caballero francés de la orden de San Juan defiende Malta junto a unos pocos caballeros de la orden y a un contingente de tropas italianas y españolas principalmente. Los otomanos, unos sesenta mil aproximadamente, atacan la isla durante más de un mes. Lo que en principio parecía que iba a ser un paseo triunfal, se convierte en un infierno para los generales turcos. España envía a un contingente de españoles como refuerzo para los sitiados. Soldados profesionales, que se aprestan a defender el fuerte de San Telmo, la parte más débil y la más castigada por el poderoso ejército turco. Esa defensa es crucial, pues el pequeño fortín está mal pertrechado, y su caída puede ocasionar que las dos ciudadelas de Malta caigan después sin remisión, y con ellas, sus gentes sean pasadas a cuchillo y vendidas como esclavos. Se necesita ganar tiempo, pero ese tiempo costará la vida de los defensores. Capitanes españoles como Medrano, Monserrat, etc, hacen una defensa épica y heroica hasta el final del fuerte de San Telmo. Gracias a ese gesto, gracias al tiempo ganado, La Valette puede reforzar las defensas de la ciudad resistir mejor el ataque de los turcos.

¿Se imaginan ustedes a quien otorga el mérito en esta epopeya histórica el Sr. Crowley? Pues como es de suponer no en los españoles, que apenas si los menciona, sino que para ensalzar a esos valientes defensores, Crowley tira de caballeros malteses y de los italianos en su libro, y casi nunca menciona a los españoles. Incluso Roger llega a insinuar  algo de cobardía por parte del rey Felipe II al no enviar más tropas y barcos para remediar el sito de Malta, acusándolo de “excesivamente prudente” lo cual ya supone el colmo de la desfachatez…

Evidentemente, todas las pérdidas españolas de los territorios africanos del imperio, son llevados al papel impreso con prolijos detalles. La pérdida de los Gelves, Túnez, los naufragios de nuestras flota, los constantes acosos de los piratas berberiscos de las islas Baleares etc., son sacadas a la palestra para poder explicar que todo se debe a la falta de pericia y de organización del imperio español, el cual, si consigue algo, es gracias al dinero que se trae de las Indias.

Incluso en la Batalla de Lepanto,  gesta que se difundió por el orbe como principio de la caída del impero turco, Roger Crowley trata de compensar el fracaso de sus amigos otomanos con golpes de suerte por parte de la flota de la Alianza. Es, como si le costase hablar bien del papado, de los españoles y los cristianos en general.

Se observa en el autor una excesiva obsesión por destacar las divisiones internas de los diferentes comandantes de la gran flota cristiana, resaltando las órdenes contrarias al enfrentamiento contra el turco que cada comandante había recibido de sus señores naturales. Es como si D. Juan de Austria, (al que como no, insinúa que fue muerto por Felipe II debido a las envidias que éste despertaba en el monarca prudente, aunque luego al final de la obra lo remedie), Doria, Bazán etc., no fuesen expertos marinos y sólo contasen con la casualidad, la fortuna y la mala suerte del rival para hacerse con el triunfo.

En definitiva. Que es grato saber que todavía en pleno siglo XXI, autores británicos tiene tanto odio a España por lo que fue, por su pasado glorioso y por ser forjadora de un imperio. Agarrado a las siempre medias verdades y a la eterna labor divulgadora de la “Leyenda Negra”, un autor tras otro, venden en el extranjero que España fue más que la “Espada de la cristiandad” la encarnación del Mal. Explotadora de indios nativos, esclavista, oscura e inquisitorial, fanática y violenta. Y por supuesto ellos, los protestantes Holandeses e ingleses, son los perfectos caballeros, de moral intachable, que han contribuido a restaurar en el mundo los verdaderos valores positivos y sobre todo la libertad…, cuando todos sabemos que en Norteamérica, los nativos, si subsisten es en reservas marginales, cuando no fueron masacrados hasta su extinción, cosa que no hicieron los españoles. Que los ingleses no se mezclaron con la población de sus colonias, manteniendo una estricta distinción entre ciudadanos de primera y de segunda, mientras los españoles fundamos universidades en Hispanoamérica en el s. XVI y XVII, los indios tenían los mismos derechos que los españoles y se permitía el matrimonio entre ambos pueblos, que la esclavitud es más grande en los países anglosajones (y mantenida durante más tiempo) y que la Inquisición española no fue tan brutal y sanguinaria como otras europeas, que asesinaron a miles de personas en unos pocos años…, en fin, que lo que si debo decir, es que en España lo que si tenemos es muy poca pericia en lo que a la propaganda y publicidad se refiere.

El problema es que todavía hay muchos españoles, que leyendo obras de este tipo, siguen tragándose el veneno “antiespañol” que llevan dentro, sin hacer caso a lo que la realidad les muestra ante sus ojos; y para más colmo tenemos un Gobierno de España, que en Cultura es obtuso, torpe, ciego o algo peor, traidor. En la primera página del ejemplar que poseo se puede leer: “Esta obra ha recibido una ayuda a la edición del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte” y el sello de “Gobierno de España”. ¡Pues muchas gracias, hombre!, pero con ineptos de este calibre dando dinero a los que así hablan de España, no nos hacen falta enemigos que nos insulten.

 

Luis Gómez

viernes, 8 de noviembre de 2013

LA EUSKAL ETXEA NO ES LA CASA DE LOS VASCOS

Avatar de Litus


Por Antonio Moreno Ruiz 


Euskal Etxea" significa, grosso modo, "casa vasca". Pero no una casa vasca “cualquiera”… Ni tan siquiera una casa de defensa de la cultura vasca ni nada que se le parezca. Al igual que socialistas y comunistas crearon las llamadas “Casas del Pueblo”, la “Euskal Etxea” es una iniciativa al servicio de una política muy concreta, creada por el Partido Nacionalista Vasco, un partido descaradamente racista, burgués y clerical, y por supuesto, antiespañol, luego travestido de democracia cristiana, que nada quiere saber ni del Centro Español ni de los emigrantes de otras regiones de España que arribamos a la Ciudad de los Reyes.

Como veo que existe una ignorancia y una manipulación tan brutal o más que en la propia y malhadada España, veo necesarias unas cuantas aclaraciones:


-El Partido Nacionalista Vasco fue fundado por Sabino Policarpo Arana Goiri, un “pensador” que se destacaba por su acendrado racismo, el leitmotiv para querer separar a Vasconia de España, desde un punto de vista pretendidamente vizcaíno. El hecho de que por Hispanoamérica haya “Euskal Etxea”, esto es, satélites del PNV, es un despropósito es más grave aun dado que los miembros de la Euskal Etxea no son vascos y me explico: Según las teorías racistas de Sabino Arana, la inmensa mayoría de ellos, al ser notoriamente mestizos, no llegarían ni tan siquiera a “maketos”, que es como definían con una saña atroz al resto de los españoles. Serían todavía peores según sus xenofóbicos cánones. Esto en cuanto al Sabino separatista (1); porque el último Sabino es el arrepentido (2) que reformula toda su teoría política, pretendiendo crear la Liga de Vascos Españolistas, cosa que omiten con premeditación y alevosía sus supuestos discípulos.


-La ikurriña, bandera inspirada en la Union Jack del imperio británico, fue ideada como emblema para la sección vizcaína del Partido Nacionalista Vasco, nunca como emblema de todos los vascos. Su creador, Luis Arana (hermano de Sabino), protestó hasta sus últimos días por la incomprensión y manipulación de este símbolo por parte de sus correligionarios.

Es importante citar el dato de la inspiración porque, lejos de tener nada que ver con la causa irlandesa, el nacionalismo vasco utilizó su odio a España (esto es, su odio a sí mismos) al servicio del imperialismo anglosajón que tanto daño ha hecho a nuestros hermanos gaélicos. Sabino Arana felicitó por telegrama a la administración norteamericana tras la invasión de Cuba, Puerto Rico y Filipinas. En la II República Española, régimen desastroso que duró de 1931 a 1936, traicionó su teórico catolicismo desde primera hora, pues jamás luchó contra las hordas radicales que desde primera hora comenzaron la quema de conventos y la matanza de religiosos. Solo buscaron una engañosa “autonomía” que no querían (y en verdad siguen sin querer) para los demás pueblos de España, cosa que les dio el gobierno republicano de Madrid en su momento. Asimismo, intentaron negociar un protectorado con Mussolini, el cual no les prestó atención. Bien enterado de todo esto estaba José Antonio Aguirre, el flamante presidente regional vasco que, como sus correligionarios, se rindió, traicionando al Frente Popular que estaba a las órdenes de Stalin y a la República destrozada por ella misma, para a posteriori trabajar para la CIA.

Empero, con estos camaleónicos y desastrosos antecedentes, no es de extrañar que al llegar el producto a la otra punta del mundo, la confusión sea de órdago…

Jamás ondeó en América la ikurriña, y jamás ondeó en la Península hasta casi el siglo XX. Nada que ver ni con historia ni con cultura. Simplemente, una burda manipulación política que no respetó ni el deseo de su fundador.

La que sí ondeó, y acaso sería un emblema lindo para los descendientes de vascongados en América, es la cruz de Borgoña blanca bajo fondo rojo, esto es, la bandera que llevaban los marinos vizcaínos, y que aún está presente en el escudo de Guayaquil. En cuanto a los descendientes de navarros, pueden seguir usando las cadenas que los bravos soldados de aquella perla tradicional de España arrebataron a los almohades en Las Navas de Tolosa, mientras abrían el valle del Guadalquivir para la unidad católica; ese emblema que por supuesto, figura en el escudo de toda España.



-El término “Euskadi”, tan utilizado por estas instituciones a lo largo y ancho del mundo, al igual que la ikurriña, no tiene nada que ver con la historia del pueblo vasco, por lo tanto, nunca se empleó en las Indias, porque resulta que “Euskadi” fue una palabra que se inventó Sabino Arana que no existía en el idioma vascuence. Como bien dice el polígrafo Jon Juaristi, existe el término “Euskalerría”, que es un concepto cultural, referente a quienes hablan euskera (esto es, los euskaldunes o vascohablantes); que no político. Y es que en verdad jamás existió una unidad política vasca. Una cosa eran las provincias vascongadas, esto es, Vizcaya, Guipúzcoa y Álava, integradas en la Corona de Castilla, con una foralidad muy similar a ésta, y otro caso el Reino de Navarra, jurídicamente diferente y que jamás fue un “estado étnico vasco”, sino que amén de albergar parte de “Euskalerría”, fue la primera corte española en utilizar la lengua romance. Así como en las Vascongadas puede encontrarse simbología celta y en la lengua ibera, muchos topónimos que se parecen a los euskaros, aunque es cierto que no han podido sacarse conclusiones satisfactorias.

Asimismo, lo vascón como tal ha estado extendido por otros puntos de la Península Ibérica, no sólo por las Vascongadas y Navarra. Cuando Fernán González fundó Castilla, sus primeros pobladores fueron básicamente cántabros y vascones. Y decimos “vascones” porque en verdad “vasco” es un término relativamente moderno. “Vascongado” sería lo correcto para referirnos a las mentadas provincias. Y “vascongado” significa “vasconizado”, pues la cuna arrancaría de la actual Navarra, que también albergó multitud de aportes celtíberos, romanos e incluso mozárabes. No es contradictorio: Como dice el arqueólogo Martín Almagro Gorbea, Álava es la provincia española que mayor epigrafía romana posee, y también es la de mayor epigrafía euskara. Pero el nacionalismo, siempre excluyente y manipulador, y con ridículas obsesiones “etnicistas” que en verdad no valoran justamente la ancestral, importante y expansiva cultura vasca, gran símbolo de la genuinidad hispánica, ni se aclara ni pone en perspectiva los complejos y contundentes hechos históricos.

Lógicamente, los vascones han tenido relaciones de parentesco con cántabros, así como el vascuence se habló a las puertas de Burgos e influenció en la fonética castellana. El sonido “rr”, el cambio de la “f” inicial latina por la “h”, a posteriori inspirada, o palabras como “izquierda”, “pizarra”, “chabola”, “boina” o “zamarra” proceden de la que es la lengua española más antigua. Pero, al contrario de lo que dice la Euskal Etxea de Lima, el marino Juan de la Cosa era cántabro o montañés, que no vasco. Era nacido en Santoña, territorio que jamás perteneció a las provincias vascongadas. Cierto es que algunas partes del norte de España fueron disputadas entre castellanos y navarros, mas cuando nació y se crió este gran marino, ya habían pasado siglos, y si bien quedaba una hermandad más que sincera como entre tantos pueblos de España, en absoluto se llamaba vascos a los cántabros, ni había tal conciencia. Las burdas apropiaciones ajenas del Partido Nacionalista Vasco, que intenta insuflar a sus esparcidos organismos, deforma y miente sobre la historia de la que, según dijo el malagueño Bernardo de Alderete en 1606, era “la gente más antigua, noble y limpia de toda España”. Y es que de hecho el vasco ha sido siempre un arquetipo de ser español. (3) 



-Como bien sabe y ha estudiado el profesor Manuel Fernández Espinosa, alma mater de nuestro proyecto “Raigambre”, la confusión creada por esta institución en el seno de las colonias vascas de Hispanoamérica, en especial desde los años 30 del siglo XX, es tragicómica.

Uno de los impulsores de este proyecto en el Perú decía que cuando ETA dejara de matar, se podrían librar de los “ataques españoles”. La Euskal Etxea, al no integrarse en los centros españoles, mantiene una estructura y una dialéctica de “otro país”, como si fuera una “nación oprimida” (Una de las zonas más ricas de España…); amén de que hijos y nietos criollos y mestizos se creen con derecho a esa supuesta nacionalidad vasca de pura cepa… En cambio, acto seguido, se reivindica la figura de Miguel Unamuno, un gran intelectual vasco que, sin embargo, calificó a Sabino Arana como “tontiloco”, y que era radicalmente opuesto al ridículo neologismo “Euskadi” y a todo lo que significaba el separatismo antiespañol. Unamuno siempre habló de “Vasconia”, y dijo que al ser vasco, era doblemente español.

Por otra parte, vemos, no sin obligado humor, que un señor a quien nombran nada más y nada menos que lehendakari de la Euskal Etxea no acierta a pronunciar nombres como “Aránzazu” o “Ezkioga”…
Por eso alertamos sobre las confusiones… Porque lo que no dicen las Euskal Etxea de Hispanoamérica es que en España, entre vascongados y navarros, se cuentan por trescientas mil las personas que han tenido que salir de su tierra bajo las presiones del terrorismo separatista, estando exiliados en otras regiones de su patria española. Es un caso vergonzoso y sangrante que no halla parangón en Europa. Y encima padecemos un “gobierno” que, al igual que el anterior, se caracteriza por el compadreo con los más sanguinarios terroristas, a quienes trata mejor que a las víctimas, a las que arrincona… Empero, Javier Arzallus, ex jesuita y conocido líder separatista, decía que mientras que unos movían el árbol, otros recogían las nueces… Y así seguimos, y encima, prolongamos el terrible problema.


-Cierto es que desde aquí, la Euskal Etxea no se hace una apología muy explícita del separatismo antiespañol, pero es más una cuestión de táctica que otra cosa, pues saben que en la América Hispana no calaría demasiado el tema y que aquí, los españoles somos “lo mismo” para el común de los habitantes. De hecho, cuando muchos contactan con españoles, perciben diferencias de acento y etcétera pero reconocen unos mismos rasgos sobre todo en el carácter. Aquí sin embargo, oculta su verdadero propósito, que es el de dar soporte político al Partido Nacionalista Vasco allende los mares, y sin embargo, al igual que las fantasmagóricas embajadas de los separatistas “catalanes”, el dinero para financiar estas instituciones sale de los impuestos de todos los españoles. Un país que está en una crisis brutal, cada vez más fragmentado y presionado por la oligarquía, y que sin embargo, sigue sufragando a quienes quieren destruirlo, y encima llegando a gente que no se entera de qué va la película. Un servidor, como andaluz, tiene mucho más en común con un vascongado o un navarro que tantos criollos y mestizos que tienen alguna ascendencia, tan repartida por el Nuevo Mundo desde los primeros días de la Conquista, símbolo inequívoco del aporte vasco al conjunto de las Españas.


-El “Gernikako Arbola” (Árbol de Guernica), precioso poema que nació para ser himno y que tanto manipula el PNV y su Euskal Etxea, fue compuesto por el bardo carlista José María de Iparraguirre, aquél que dijo: "¡Ara España! ¡Lur hoberikan ez da Europa guziyan!”, esto es: “¡Ahí está España! ¡Tierra mejor no la hay en Europa entera! “. La preciosa letra al legendario árbol sobre el cual juraban los fueros los reyes españoles nada tiene que ver con el nacionalismo, engendrado por la doctrina liberal, el voluntarismo, el racismo, el odio, la “autodeterminación” que predicó en su día el imperialismo anglosajón para luego agrandar sus colonias y dividir Europa…. No, esos versos son de un amante de la Tradición y de un soldado del carlismo, esto es, el legitimismo español, el movimiento político más antiguo del Viejo Continente cuya primera muestra se dio en La Mancha, en 1833, y que tantos vascongados y navarros suscribieron en amor a todas las Españas.

Por ello insistimos en que la Euskal Etxea no es la casa de los vascos, porque no todos los vascos son separatistas, ni fue así en el pasado ni es así en el presente. Y encima, toma un legado del movimiento más genuinamente españolista…



-Sea como fuere, todo este injusto embrollo tiene un facilón resumen: ¿Cómo les sentaría a los hispanoamericanos que en España se crearan casas de partidos separatistas financiadas por sus propios estados?

Así las cosas, nos, al igual que el poeta Gabriel Aresti, decimos “Nire aitaren etxea, defendiduko dut!”, esto es, “¡defenderé la casa de mi padre!”; y como dice una canción carlista, ”Gora Euskalerría, tú, que eres vasco y noble, a España salvarás”. La casa de nuestros padres es España en singular y las Españas en plural, por la que tantos vascos en distintos frentes han peleado por tierra y mar a lo largo de la historia. Basta de destruir el presente confundiendo y manipulando el pasado; al contrario, hagamos que la verdad de lo mejor del pasado nos ayude a construir el futuro ante este tan oscuro presente que nos condena a la desmembración y la emigración; y que por supuesto, dentro de las casas españolas, haya casas vascas. Cosa que no es la Euskal Etxea, ni en Bilbao ni en Lima ni en ninguna parte.


Valgan como rúbrica los sentidos y sinceros versos de un servidor:


EL VASCÓN

Atavismo noble,
de leyenda ilustrada,
Se yergue el vascón,
Por toda España.


El caserío como núcleo,
de la tallada piedra,
la que es levantada,
con brío y fuerza.


Remoto pasado en marcha,
autóctono anterior al indoeuropeo,
labrado en bosques y mares,
como el más fértil astillero.


Hijo de la lucha y de la luna,
cotejando el sol desde los montes,
recio, austero y montaraz,
en los más sinceros horizontes.


Clamando a Jaungoikoa,
desde una atalaya de arcanos,
próspero, sencillo, laborioso,
forja de los manes hispanos.


¡Sigue nutriendo nuestro espíritu,
oh, vascón admirable,
que tu ser nos proteja,
con cerebro y con sable!








(1) Sobre el Sabino separatista:

La antología racista, xenófoba y etnicista de Sabino Arana - Libertad



(2) Sobre el Sabino arrepentido:

Sabino Arana - 1º racista - «españolista con toda el alma» vasco ...



(3) El vasco como arquetipo español:

El vasco como arquetipo español |


jueves, 7 de noviembre de 2013

LA RESISTENCIA REALISTA CHILENA


“La cueca larga” de los Pincheira - Editorial Nueva Hispanidad


El otro bicentenario 
La “cueca larga” de los Pincheira
Una montonera realista en la Independencia sudamericana
ISBN:978-987-1036-49-3
Autor:González, José Manuel
Prólogo:Luis Corsi Otálora
Páginas:192
Coeditado por:Con el patrocinio de la /
Fundación Francisco Elías de Tejada /
Madrid
Peso:300 gr.
Los Pincheira fue el nombre por el cual se conoció, durante la Guerra de la Independencia o de Secesión hispanoamericana, a una montonera, partida o guerrilla en la que militaron algunos oficiales del ejército realista de Chile, pero que, esencialmente, estuvo constituida por criollos de aquel país, como los hermanos Pincheira, quienes acaudillaron y dieron nombre a la hueste que luego de las derrotas de Chacabuco y Maipú, compartiendo, quizás la convicción del personaje de Ionesco en El Rinoceronte: “Soy el último hombre (...) Nunca capitularé”, permanecieron leales a las banderas del rey, apoyándose en numerosas comunidades indígenas de ambos lados de la cordillera e iniciando un combate que se prolongó hasta 1832, en la provincia del Neuquén, en suelo argentino.



  
  
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ESPERANZA



"Mientras quede un brazo que mueva una honda,
Mientras queden piedras en los pedregales,
Mientras tenga ramas esta vieja fronda
Donde cortar picas para tus zagales,
Mientras en tu pro se mueva una lanza
Rey, para tu gloria hay una esperanza."

Ramón María del Valle-Inclán