RAIGAMBRE

Revista Cultural Hispánica

jueves, 6 de agosto de 2015

DEL ARQUETIPO DEL REY PERDIDO


Alfonso I el Batallador, Foto: Comarca de las Cinco Villas


MITOLOGEMA REFLUCTUANTE


Manuel Fernández Espinosa


Cuenta Suetonio que, tras la muerte de Augusto (todo indica que a instancias de Tiberio o bien de Livia, actuando ésta en nombre de Augusto, con o sin la complicidad de Tiberio), se dio la orden de asesinar a Póstumo Agripa que había sido desterrado a Sorrento y, más tarde, a Planasia. De su asesinato se encargó el tribuno militar que lo tenía bajo su custodia, tras recibir la orden. "Tiberio no divulgó la muerte de Augusto sino después de que el joven Agripa fuera eliminado" -nos dice Suetonio. Todo estaba ordenado en función de alcanzar el poder sin disputa ni rivales, suprimiendo a Póstumo Agripa según la costumbre romana, pero Tiberio no contaba con que un siervo de Agripa Póstumo, llamado Clemente, protagonizaría tal vez el primero de los episodios en que, tras la muerte de un rey o pretendiente a rey, no sólo se alimenta la leyenda de seguir vivo, sino que el difunto es suplantado por un impostor.
 
Clemente -según nos cuenta Tácito- planeó la liberación de Póstumo Agripa, pero cuando llegó a Planasia ya se lo encontró muerto. No se arredró el audaz Clemente y, robando las cenizas de Póstumo Agripa, se escondió en Etruria, aguardó a que le creciera la barba y el pelo y a través de sus cómplices "difunde el bulo de que Agripa está vivo, primero en conversaciones disimuladas, con el aire de las cosas prohibidas, y luego con vagos rumores a los oídos prontos de la gente ignorante, para abordar luego a los turbulentos y, por ello mismo, ansiosos de situaciones revolucionarias." El impostor Clemente lo hizo tan bien que "cuando desembarcó en Ostia, lo acogieron enormes multitudes y, ya en la Ciudad, asambleas clandestinas". Terminó mal Clemente. Pero cumplía aquí dar noticia de este episodio que, a lo largo de la historia, se replicará en distintas épocas y latitudes.
 
Pasaría de alguna manera con Rodrigo "el Postrimero", último de nuestros reyes visogodos, tras la derrota del Guadalete; aunque la poca ejemplaridad moral de su reinado (acusado por la gran parte de la tradición de desaprensivo y lujurioso) prolongaría la leyenda de su supervivencia tras Guadalete, pero no para volver a reinar, sino para hacer penitencia por la calamidad en que había sumido a España. Así cuenta Pedro de Escavias que: "E el rrey don Rrodrigo, a las vezes fuyendo e a las vezes tornando, sufrió mucho la batalla. Pero al fin, los cristianos, seyendo los más dellos muertos, fueron venzidos e puestos en fuida. E aquí non se sabe qué fue del rrey don Rrodrigo, ni si murió o escapó, salvo que la corona, e los paños rreales, e su divisa, e los zapatos adornados de oro e de piedras preçiosas, e su cavallo que dezían Orelia fueron fallados en vn tremedal [...] E dende en adelante, no se supo más qué fue del rrey don Rrodrigo sino que, después, dende a tiempo, en la çibdad de Viseo que es en Portogal, fue fallado vn luzillo en que avía vnas letras escritas".
 
Tampoco dejaría de alentar la leyenda con la figura del gran rey aragonés Alfonso I el Batallador que a consecuencia de las heridas recibidas en la batalla de Fraga (17 de julio de 1134) fue muerto en septiembre de ese mismo año, sin embargo, no pocos supusieron que había sobrevivido como para hacer una peregrinación a Tierra Santa y volver luego para dar la batalla. El relato que hace Orderic Vital sobre los últimos días de Alfonso I el Batallador en su "Historia eclesiástica" pertenece a la ficción literaria "lleno de fanática y fúnebre truculencia" (en palabras de José Ángel Lema Pueyo).
 
Calificar de simples imposturas estas estratagemas de poder sería un reduccionismo insatisfactorio. Károly Kerényi nos ha enseñado que un "mitologema" es un material mítico complejo que continuamente se revisa, plasma y reorganiza. Ni siquiera en épocas tan áridas como la que abrió la modernidad ha podido sofocarse las fuerzas elementales de estas "materias mitológicas", pues el mito no es una simple fábula increíble. El mitologema del "Rey Perdido" (tan antiguo y universal) se activa cada vez que la situación histórica es apta, si hay los adecuados catalizadores para hacerlo reflotar en la historia, extrayéndolo de los fondos del inconsciente colectivo. Con la revuelta comunera y con las germanías ocurrió en España con el personaje del Encubierto, pero tal vez -en la Península Ibérica- este mitologema no haya mostrado sus potencialidades con tanta exuberancia como con el "sebastianismo portugués". Es sabida la historia de la desaparición de Sebastián de Portugal en Alcazarquivir (año 1578), pero Gonzalo Eanes de Bandarra, el zapatero de Trancoso, inspirado en las profecías de San Isidoro de Sevilla (que a su vez inspiraría también el mesianismo alrededor del Encubierto de las comunidades y de las germanías españolas), alentó la idea de que Sebastián no había muerto y fincaría la esperanza de sus súbditos en su retorno. Eugenio d'Ors, comentando el particular, escribió: "El Infante Don Sebastián regresará algún día, del África donde desapareciera, para consuelo y glorificación de la saudade y de la fidelidad de los portugueses... ¿Hay algo más auténticamente popular que todo eso y que el verdadero sistema legendario que sobre tales leyendas estatuyen ciertos pueblos, fáciles al alma en pena, como los gallegos y los bretones? Sí, hay algo más popular todavía. Y es la conservación de "arquetipos", a cuyo molde la contingencia histórica se entiende ajustada."
 
Al igual que Clemente puso en un brete a Tiberio, el toledano Gabriel de Espinosa (conocido como "El pastelero de Madrigal") suplantó la personalidad de Sebastián de Portugal, prestándose a secundar una conspiración elaborada por el agustino fray Miguel de los Santos, partidario del Prior de Crato. La aventura de Gabriel de Espinosa terminó fatalmente en 1595 cuando se le ejecutó. Felipe II no se anduvo con chiquitas. A pesar del desenlace con la frustración de los planes del agustino, sin la base del sebastianismo, alentado por las trovas del zapatero Bandarra, el intento hubiera sido imposible.
 
No siempre sucedió el fracaso a los que lo intentaron, aunque no les durara mucho el éxito. Desde el 21 de julio de 1605 al 17 de mayo de 1606 fue Zar de Rusia Dimitri, bajo el nombre de Dimitri I Ivánovich. Era el tercero de los impostores que pretendió ser hijo de Iván el Terrible.
 
Cabe distinguir el arquetipo supra-histórico del Rey Perdido, dijéramos que instalado en el inconsciente colectivo, separándolo de las concreciones históricas que, cuando se han dado, han fracasado a corto o medio plazo. Rómulo no puede compararse a Clemente, permanece en la figura de las "inmortalidades terrenas" que, para Eugenio d'Ors, están "eximidas por la imaginación del tributo que el común de los seres vivos paga a la muerte". Para el filósofo catalán, los santos cristianos o los dioses homéricos intervienen en las batallas de sus pueblos "en virtud de una perpetua accesibilidad a lo histórico".
 
En tiempos revueltos, de anarquía e injusticia, el Rey Perdido, el Emperador Dormido, el Gran Monarca siempre parece que despierta. Los fracasos de quienes han querido usurpar su personalidad no son, en modo alguno, una refutación. Las frustraciones de los planes de cuantos han querido suplantar al Monarca son, más bien, la confirmación de que éste está por llegar.
 
 
 
BIBLIOGRAFÍA:
 
Cayo Suetonio Tranquilo, "Vidas de los doce Césares", Biblioteca Básica Gredos.
 
Publio Cornelio Tácito, "Anales", Biblioteca Básica Gredos.

Escavias, Pedro de, "Repertorio de Príncipes de España", Instituto de Estudios Giennenses.
 
Lema Pueyo, José Ángel, "Alfonso I el Batallador, rey de Aragón y Pamplona (1104-1134), Ediciones Trea.
 
D'Ors, Eugenio, "La Ciencia de la Cultura", Ediciones Rialp.
 
De Sousa Silva Costa Lobo, A., "Origens do Sebastianismo".
 
Kerényi, Károly, "Prolegomeni allo studio scientifico della mitologia".

Mérimée, Próspero, "Los falsos Demetrios. Episodio de la historia de Rusia", Editorial Lorenzana.

 
 

miércoles, 5 de agosto de 2015

MASONERÍA, SATANISMO Y EXORCISMO

D. Ricardo de la Cierva, foto: Blog APOSTOLADO CABALLERO DE LA INMACULADA

RICARDO DE LA CIERVA FRENTE A LA MASONERÍA
 
 
Francisco Párraga Jiménez
 
 
 
“Masonería, Satanismo y Exorcismo”. Con este título, el célebre y reconocido historiador Ricardo de La Cierva nos ofrece una aportación más sobre unos temas más que palpitantes a día de hoy, si bien poco conocimiento se tiene de ello por parte del público en general. En un mundo donde los nubarrones se ciñen sobre el sentido de la propia Investigación Histórica, carente de honestidad, y donde la idílica y utópica idea de objetividad debe ser superada ya, pues, mis condolencias para los más optimistas, pero la objetividad no existe, De La Cierva nos transmite un nuevo aporte sobre la investigación “Mater” que ha ocupado gran parte de su vida: “La Masonería”. Pero con un factor añadido que es el que singulariza la importancia de esta obra, que es la concurrencia y conexión entre la masonería, el satanismo y el exorcismo. La cuestión es bien sencilla. Estos tres factores están unidos de alguna forma por lo que individualizar cada concepto resulta una tarea muy delicada y espinosa. De ahí que tratar un único concepto suponga la incorporación y mención de los demás vocablos.
La clave de la obra, ya la está introduciendo en sus primeras páginas: “No todos los masones son satánicos, pero Sí, todos los satánicos son masones”. La Masonería siempre se ha planteado como una organización secreta destinada a obrar el bien, pero no es así. Según de la Cierva, más bien se trata de una asociación diabólica que engaña incluso a sus propios integrantes, haciéndoles saber que algún día conocerán “el secreto” y el sentido de su ingreso en dicha fraternidad, pero que al final del trayecto todo resulta ser una falacia. ¿Su objetivo? Argumentan que el perfecto masón es igual que Dios, o incluso mejor que él. De nuevo, vemos la conexión entre la masonería y el satanismo en el contexto de esos ángeles caídos que osaron discutir el poder divino. El autor, sostiene cada afirmación que formula con todo tipo de documentación que va desde el mismo Catecismo de la Iglesia Católica, pasando por todo tipo de fuentes que permiten ofrecernos una visión contrastada. Son fuentes, en este caso, que provienen incluso de personas que han dejado de abrazar la doctrina luciferiana, y que con sus escritos quieren hacernos ver por su propia experiencia (Jim Shaw, entre otros) que esa corporación conduce a la oscuridad y no a la luz. De la Cierva nos sorprende con la explicación íntegra del conocido “Grado 33” con el ritual de la “Comunión Negra” al igual que con la traducción completa del ritual del exorcismo que practican los sacerdotes en su lucha contra el mal. Además hace un recorrido sobre los difíciles avatares que han soportado los exorcistas incluso en el mismo seno de la iglesia donde, a nuestro pesar, hay cada vez más miembros eclesiásticos que no dan importancia al sentido de sus actuaciones. Y no creer en ello, es no creer en el demonio, y precisamente, éste es el objetivo de Satanás.
En definitiva, de la Cierva pretende con esta obra, al igual que con todas sus obras, luchar una vez más contra los pesares que invaden la actualidad cristiana. A saber, la incredulidad, la pretensión de situar a la ciencia por encima de la Fe, la impiedad o la infiltración masónica en la misma iglesia. Son aspectos que nos pueden conducir al pesimismo, pero tampoco olvidemos ese mensaje de Cristo que hizo a Pedro líder de la Iglesia: “Los poderes del infierno no prevalecerán sobre ella”.
masoneria, satanismo y exorcismo-ricardo de la cierva-9788488787651
Portada del libro "Masonería, Satanismo y Exorcismo"
Casa del Libro
 

domingo, 2 de agosto de 2015

PERUANOS: ¡VIVA LA INDEPENDENCIA!

Imagen de peruroutes.com


Por Antonio Moreno Ruiz
Historiador y escritor



*ADVERTENCIA:

SI VUESA MERCED CARECE DEL MÁS MÍNIMO SENTIDO DEL HUMOR O LA IRONÍA, LE RECOMENDAMOS VIVAMENTE QUE NO LEA ESTAS LÍNEAS. ¡GRACIAS!



A todos aquellos peruanos que celebran la independencia y que aprovechan cada 28 de julio para insultar a España o a los españoles (o sea, no a todos los peruanos; aclarado sea para los cortos de mente, que suelen ser muchos en todas partes del mundo):

¿Saben qué? Les doy la razón. Por supuesto que sí. ¡Les doy la razón! Al igual que le doy la razón a los ecuatorianos que fueron saqueados y masacrados por vuestros antepasados, pero naturalmente, ustedes no tienen la culpa de eso. Como tampoco tienen culpa de que, según dice su compatriota José Antonio Pancorvo (alguien que nada sabe de historia, filología, poesía, teología y etc.;) en un libro horrible llamado Demonios del Pacífico Sur (Ed. Mesa Redonda),  el Perú conquistó tres veces Chile: La primera vez fueron los nobles incas que ayudaron a Valdivia en esa terrible invasión; la última, el virrey Abascal, que tuvo la osadía de invadir también Bolivia (que entonces, por culpa del expansionismo peruano, se llamaba Alto Perú) y someterla a gobernación peruana.



Imagen de www.youtube.com




En 1492, una vez conseguida la reunificación nacional española tras la capitulación de Boabdil y sus moros en Granada, dijo Elio Antonio de Lebrija, el primer gramático de la lengua castellana: “Hispania restituta est”. El objetivo de los reyes castellanos, aragoneses y portugueses era retomar el norte de África, que había sido hispano hasta la llegada del islam. No se pensaba en “otras aventuras exteriores”; bastante tenían ya los portugueses en el África Negra, donde los reyezuelos negros vendían a sus hijos como esclavos, y donde los árabes controlaban ese negocio, al igual que los turcos controlaban la esclavitud del Mediterráneo; Mediterráneo en el que Castilla se tuvo que meter por mor de la corona de Aragón, defendiendo sus intereses en Italia; cuando la política castellana era tan atlántica como Portugal; y hasta era amiga de Francia, pero tuvo que sacrificar sus intereses y encima ganarse fama de centralista e impositora. Y nada de eso merece películas lacrimógenas de Hollywood, por supuesto. Y sin embargo, justo en ese año de 1492, aparece Colón, un misterioso italiano que, no contento con las barrabasadas de sus antepasados en España, esos romanos invasores que nos trajeron espada y religión impuesta de la Triada Capitolina, un derecho extraño, y vaciaron nuestras minas (encontrándose con una guerra de resistencia de 200 años, muy superior al mito de Asterix y Obelix); presentó un seductor plan a Fernando de Aragón e Isabel de Castilla para venir a unas tierras muy lejanas, que él dijo que eran las Indias pero resulta que era un Nuevo Continente. Así, España tuvo que sacrificar toda su política teniendo que encabezar una compleja legislación y una fuerte armada para algo que no había buscado realmente. La emigración y también las guerras creadas por la avidez de otras potencias, asimismo, supuso una sangría demográfica de la que nunca nos recuperamos.

Por cierto, hablando de minas, ya veo lo vacías que están las minas peruanas. Es mentira eso de que entre Estados Unidos, Canadá y Suiza saquen la misma cantidad de material cada año que la que España sacó en tres siglos de nefasta y olvidable época colonial, que no virreinal. Sí, porque bien sé que el Perú en verdad nunca fue un virreinato con las mismas leyes (e incluso con más mano izquierda y mucha menos rigurosidad) que en la España europea; no, el Perú era una colonia de esclavos que se padeció tras la conquista, y en esas guerras de conquista que sólo organizó España (sin parangón en el mundo entero), participó, entre otros, el negro Juan Valiente, uno de los conquistadores de Chile, un invasor venido del África tropical; al igual que los negros curros (libres) de Sevilla y Cádiz, que invadían las calles de La Habana al servicio de un malvado sistema.

Mis antepasados, con “oficio de campo” según reza en mis modestas investigaciones genealógicas, jamás partieron para América; sin embargo, con este sistema opresor que se creó en 1492 (sí, porque aunque al Perú no se llegara hasta más tarde, ya todo el mal estaba programado), tuvieron que padecer que, mientras que ellos no tuvieron tumba reconocida, el Inca Garcilaso fuera enterrado con todos los honores en la catedral de Córdoba; eso, luego de que este señorito mestizo invasor luchara a punta de espada contra los rebeldes moriscos de las Alpujarras, mientras que los nobles incas se paseaban pavoneándose de sus títulos por Madrid y Valladolid; y mis antepasados, trabajando la tierra.

En el siglo XVI, Hernandarias Saavedra, criollo, era nombrado gobernador de Asunción, mientras que muchos peninsulares eran discriminados.

En el siglo XVIII, el limeño Pablo de Olavide, ministro de Carlos III, extranjero invasor al igual que el Inca Garcilaso y los nobles incas y los mexicanos descendientes de Moctezuma que se paseaban por Castilla; haciendo y deshaciendo en España lo que quería, impuso un plan de repoblación de Andalucía (de esa Andalucía donde nunca salieron mis antepasados), trayendo principalmente flamencos, suizos y alemanes para repoblar la comarca de Écija y llegando hasta Córdoba y Jaén. Durante todo el siglo XVIII y principios del XIX, mientras que la familia de Bolívar se enriquecía con el ilícito tráfico de esclavos, contraviniendo la injustísima ley española que no permitía esta gloriosa libertad de comercio, muchos isleños canarios iban a Venezuela a hacer lo que una aristocracia mestiza y zamba que se creía blanca no quería: Trabajar. Y encima, eran despreciados como “blancos de orilla” estos pobres inmigrantes.



Imagen de es.wikipedia.org




En ese mismo siglo XVIII, mientras muchos antepasados míos seguían trabajando la tierra, Túpac Amaru se pavoneaba de sus títulos de nobleza y, con sus esclavos y sirvientes, empujado por los mismos jesuitas que empujaban la rebelión de Túpac Catari (respaldados por Inglaterra) se lanzó a una rebelión en pro de sus intereses económicos.

Y Vizcardo, enésimo jesuita que venía con las imposiciones religiosas típicas de su compañía, hablando en su carta de “españoles americanos”… ¿Pero qué es eso?

En el siglo XIX, Fernando VII, volviendo a discriminar a los españoles, favoreció a los invasores: Primero, poniendo al peruano duque de San Carlos como ministro plenipotenciario; segundo, teniendo como agente legal al neogranadino (hoy diríamos colombiano) Joaquín Mosquera Figueroa como su agente legal, ¡llegando a firmar en su nombre en las Cortes de Cádiz! ¡Un extranjero firmando en nombre del jefe del estado! Habrase visto…

No contentos con eso, nombran como último virrey del Perú al criollo Pío Tristán, el mismo que le dijo a Belgrano, el gran libertador, que “las armas del rey no se rinden”. Belgrano fue tan gran libertador como Bolívar; los dos, poco antes de las independencias, solicitando título de nobleza a la Corona española.

Pero es que no contentos con eso, ni Leandro Castilla (hermano del que fuera presidente Ramón Castilla; ¡y el tal Leandro encima, oficial del ejército carlista, luchando contra los tolerantísimos liberales!) ni ciertos Goyeneches de Arequipa reconocieron a la encomiable y nacionalista república, ¡y pasaron a España! Y encima obteniendo puestos privilegiados; al igual que se privilegió al mestizo pastuso Agustín Agualongo y al indio huantino Huachaca con pomposos títulos militares (¡brigadieres generales extranjeros!), mientras que se seguía discriminando a muchos españoles.

Y es que reitero, queridos festejadores de la independencia: Les doy la razón, y de hecho, yo también celebro estas fechas. Celebro que la nación española se independizara del Río de la Plata, Perú, Nueva Granada y Nueva España. Así como celebro nuestra independencia de romanos y moros, y también de los germanos, si hace falta; y celebro que iberos y celtas pudieran liberarse de las tentativas colonialistas de fenicios y griegos. Celebro, por supuesto, que los peruanos que oprimieron a mis antepasados se fueran de una vez por todas, aunque hubo que soportar a algunos opresores luego de la independencia, como digo. También celebro que Carlos III nos emancipara de los jesuitas, los cuales habían formado una teocracia socialista parecida al régimen político-religioso de los incas. ¡Ah, los incas! Aquellos viles explotadores que impusieron lengua y religión a sus vecinos, y hasta los desplazaban de población si desobedecían...

Sí, amigos de la independencia, sigan siendo libres, y ojalá algún día se decidan a ser todavía más valientes y se proclamen ateos, al igual que se hace en esa Europa que es el paraíso en la tierra. Ustedes tuvieron la enorme suerte de recibir muy poco de ese opresor catolicismo, cuyas fiestas, idiosincrasia y teología desconocen absolutamente, afortunadamente para ustedes. Con todo, tienen un surrealismo abismal que mezcla protestantismo norteamericano, paganismo andino, marxismo heterodoxo, Budas y gatos chinos. ¡Libérense! ¡Supérense! Nosotros ya lo hicimos, y nuestro benéfico estado progresista, liberal, laico y democrático, para mantenernos alejados de la invasión, niega la nacionalidad española a los hispanoamericanos descendientes de españoles y sin embargo, se la regala a africanos y asiáticos que no tienen vinculación ninguna. ¡Y es por eso que nos sentimos más europeos que nunca, con esa Unión Europea que tan felices nos hace! Bien, vamos bien.

Empero, con todo lo que se ha conseguido, creo que la independencia no está concluida. Chancas, aimaras, mapuches y etc.; gentes que se escaparon del genocidio de aquel terrible sistema opresor, tienen mucho que decir. En España, cada día sale un separatismo nuevo. Es justo que todos nos vayamos liberando de aquellas ominosas cadenas; las mismas cadenas que los españoles revolucionarios ayudaron a liberar, invadiendo y ayudando a los ejércitos bolivarianos y sanmartinianos. Campo Elías, Aldao, Jalón o Picornell, con Bolívar, por ejemplo. Las mismas cadenas de José de San Martín, quien apenas había estado cuatro años en América (tan “sudamericano” él como tan “peruano” soy yo), soldado del ejército español durante veintidós años. En esa época, que estuvo tan discriminado que era oficial, no se dio cuenta de la maldad de los Borbones. Se dio cuenta luego de las batallas de Bailén y La Albuera, en plena lucha contra la invasión napoleónica. Pasó una temporada en Inglaterra, se iluminó y vino a una América que ni recordaba, ayudado de tantos ingleses invasores europeos como los que fueron a invadir con Bolívar. Al igual que el cura Hidalgo en México, venía con imposiciones religiosas, pues prohibió blasfemar en su ejército, en contra de la santa-laica libertad de expresión y conciencia. Los jesuitas, deseosos de espada y religión impuesta, en venganza por ser expulsados, y añorando su teocracia socialista, acudieron en masa. José de San Martín, pactando con sus camaradas y paisanos antes de Ayacucho (batalla cuyo resultado ya era conocido, en un sitio donde curiosamente no se han encontrado cuerpos...), dijo que “los liberales somos hermanos en todas partes del mundo”. Eso luego de ponerse como flamante libertador del Perú un sueldecito de 30.000 pesos anuales y entregarle el tesoro del país a los ingleses, para mayor gloria de la Logia Lautaro.




Por eso, hay que celebrar esta independencia en todas partes, en toda “América Latina”. Sí, porque efectivamente, ya ni españoles ni italianos ni franceses ni rumanos ni portugueses somos latinos, mientras que asháninkas o machiguengas sí que lo son.

Sí, hay que celebrar la independencia, tanto en Perú como en España; pero todavía queda mucho por hacer. Algún día los indios recuperarán sus tierras de todos los invasores que vinieron a maltratarlos, ya sean europeos o africanos, así como todos esos mestizos que en verdad no tiene patria, pues ya no son ni invasores ni invadidos. Algún día nosotros los españoles también terminaremos de liberarnos de todas las imposiciones llegadas de fuera, incluyendo el español, oprobiosa herencia del latín, ese aberrante idioma foráneo que nos recuerda los tiempos de la opresión. Espero que algún día también América se libere de este idioma extraño que trajeron bestias ávidas de oro, que en su terrible paso, dejaron más de veinte universidades por el continente; muchas menos de las que dejaron los civilizadísimos y tolerantes franceses, ingleses y holandeses. No obstante, con lo que avanza la jerigonza spanglish, quién sabe si no estamos iniciando ya este hermoso proceso de liberación…

Bueno, prosiguiendo: Espero que destruyan esos símbolos asquerosos de ignorancia y oscurantismo, así como toda la arquitectura religiosa y militar que va desde algo en Alaska y Oregón por un lado y Florida por el otro, hasta llegar a los lindes de la Patagonia. En Sevilla, en 1868, durante la Revolución Gloriosa, los sabios liberales y progresistas se dedicaron a derribar las murallas históricas de la ciudad porque eran símbolo de absolutismo y atraso. ¡Ojalá se haga lo mismo acá!

Así las cosas, en estas fechas recuerdo especialmente dos textos de un gran libertador, por más que se autoproclamara dictador y declarara la guerra a muerte a todo español viviente: Un tal Simón Bolívar, que retiraba los retratos que no lo presentaban como blanco. En 1824, en carta al general Santander (con el que acabaría peleado), dijo:

“Los quiteños y los peruanos son la misma cosa; viciosos hasta la infamia y bajos hasta el extremo. Los blancos tienen el carácter de los indios y los indios son todos truchimanes, todos ladrones, todos embusteros, todos falsos, sin ningún principio de moral que los guíe. Los Guayaquileños son mil veces mejores” 

En 1830, a escaso tiempo de morir en la finca de un invasor español amigo suyo (al igual que era invasor español Aguado, financiero de San Martín), como corolario de la gran gesta emancipadora, le dijo en carta al general Flores, venezolano invasor del Ecuador que encima, al igual que San Martín, intentó imponer una monarquía liberal:

“V. sabe que yo he mandado 20 años y de ellos no he sacado más que pocos resultados ciertos. La América es ingobernable para nosotros. 2°. El que sirve una revolución ara en el mar. 3°. La única cosa que se puede hacer en América es emigrar. 4°. Este país caerá infaliblemente en manos de la multitud desenfrenada, para después pasar a tiranuelos casi imperceptibles, de todos colores y razas. 5°. Devorados por todos los crímenes y extinguidos por la ferocidad, los europeos no se dignarán conquistarnos. 6°. Sí fuera posible que una parte del mundo volviera al caos- primitivo, este sería el último período de la América.”

Y puestos a recordar textos históricos, recuerdo uno de alguien que ya hemos nombrado: El general Antonio Navala Huachaca, quien al frente de sus combatientes iquichanos, proclamó, en contra de la idílica y promisoria república: «Ustedes son más bien los usurpadores de la Religión, la Corona y el Suelo Patrio... ¿Qué se ha obtenido de vosotros durante vuestro poder? La tiranía, el desconsuelo y la ruina en un Reino que fue tan generoso. ¿Qué habitante, sea rico o pobre, no se queja hoy? ¿En qué recae la responsabilidad de los crímenes? Nosotros no cargamos semejante tiranía»


Imagen de www.youtube.com



¡Enemigo de la libertad y el progreso, y encima siendo indígena! ¡Qué barbaridad!

¡Ah, pero hay otro! Sí, otro texto que viene al caso: "…perdona, pero creo que estás en un error al condenarme a mí, porque mis abuelos jamás abandonaron la península, e incluso murieron en el mismo pueblecito en el que nacieron... En todo caso, si deseas atacar tan injustamente la memoria española, ataca mejor a tus propios abuelos, aunque quiero que sepas que serás siempre un malnacido por hablar así de los que te dieron tu propia sangre... Yo te aseguro que, mis abuelos jamás pisaron, ni de lejos, esta tierra...". Esto lo decía un tal Salvador de Madariaga, acaso con Claudio Sánchez-Albornoz, el historiador e intelectual más brillante que defendió la II República Española; sin embargo, los intelectuales progres españoles de la memoria histórica de Zapatero y compañía ni los nombran. ¡Así es la Europa a la que ustedes aspiran! ¡Sigan por ese camino!

Y finalizando y reiterando: ¡Vivan las independencias! ¡Vivan todas esas estatuas que en España hay dedicadas a Bolívar y San Martín, y viva que no haya ni un triste recordatorio en España para los traidores realistas! ¡Y vivan las gloriosas Cortes de Cádiz, que en absoluto fueron tomadas por el golpismo militar-aristocrático y que por fin abolieron la representación de los gremios, el juicio de residencia (¿pero a quién se le podía ocurrir que un gobernante pudiera ser juzgado? ¡Por favor!) y que dispusieron que sólo pudieran votar los más ricos! ¡Celebremos todos juntos nuestra libertad y nuestro progreso! Y para terminar, valga un artículo de un traidor chileno, para que se vea hasta dónde llegaba la opresión:

Mis disculpas a España - The Clinic Online

viernes, 31 de julio de 2015

PÍO BAROJA FRENTE A LOS GRUPOS OCULTISTAS


Pío Baroja
LA INSOBORNABLE INDEPENDENCIA DE PÍO BAROJA
Manuel Fernández Espinosa 


En la biblioteca de su casona de Itzea (Vera de Bidasoa), Pío Baroja llegó a tener 150 libros sobre ocultismo, brujería, alquimia o asuntos relacionados, según el cómputo de José Alberich. Podemos decir que D. Pío no fue ajeno a este mundo.


El interés que Baroja mantuvo por la historia de España del siglo XIX lo llevó a estudiar concienzudamente archivos y libros raros en los que no faltaban la sociedades secretas de signo político: baste pensar en la monumental obra que Baroja compuso sobre la vida y hazañas del conspirador liberal, pariente lejano del mismo Baroja, Eugenio de Aviraneta e Ibargoyen (1792-1872). En el curso de esos estudios no podía faltar la acción de la masonería, pero también afloraron sociedades secretas como la Sociedad Isabelina. Baroja prestó atención a estos fenómenos, con el rigor de un historiador, más que para hacer libros de historia, para recopilar datos con el propósito de confeccionar sus novelas.


Sus viajes a Europa también lo pusieron en contacto con los círculos esoteristas que en aquel tiempo abundaban en Centroeuropa. Los contactos de Baroja con algunas de estas sectas no dejaron de ser superficiales y la mirada escéptica de nuestro autor se posó sobre ellos con una fría objetividad, entre la burla y el asco. Quien haya leído la obra de Baroja podrá tener reminiscencias de pasajes que dedica nuestro autor a algunos de estos grupos. Nosotros vamos a referir dos lugares literarios donde lo hace y comentaremos la actitud que se reserva Baroja sobre estas manifestaciones.


La primera sobre la que llamamos la atención es la novela "Las veleidades de la fortuna" (1927), segunda novela que conforma la trilogía "Agonías de nuestro tiempo". La otra novela donde cabe encontrarnos otro capítulo de referencia para poder analizar la actitud de Baroja sobre esta cuestión es "Laura, o la soledad sin remedio" (1940). Hay una distancia considerable entre una y otra novela, amén de haber sucedido en el comedio de ellas tremendos trastornos tanto para España como para Europa. Sin embargo, la actitud, lo vamos a ver, es la misma.


CONTRA LA SOCIEDAD ANTROPOSÓFICA


En "Las veleidades de la fortuna", Baroja realiza una severa crítica a las ideas de la época, no perdona al psicoanálisis que, no sin que asistan pocas razones, podríamos considerarlo cual secta ocultista, pero será mucho más elocuente con la Antroposofía: así en el capítulo VIII de la segunda parte de esta novela que decimos. Allí,  el protagonista de esta trilogía, José Larrañaga, en compañía de otros personajes, viajará hasta el Goetheanum de Rudolf Steiner, padre de la antroposofía.


El ocultista Rudolf Steiner (1861-1925) trabó relación con la Sociedad Teosófica más o menos en el año 1899, convirtiéndose en 1902 en Secretario General de la sección alemana de la secta ocultista, uno de los brazos de la masonería de plano interior (esotérica) más importante de la época. En 1904, Annie Besant lo ascendió a dirigente de la Sociedad Teosófica en Alemania y Austria. Pero la independencia de Steiner pronto le llevaría a romper con el teosofismo, sobre todo cuando Leadbeater y Besant proclamaron a Jiddu Krishnamurti como "reencarnación de Cristo". Steiner encabezó un cisma allá por 1912-1913 en el seno de la sociedad ocultista internacional, creando la Sociedad Antroposófica. De esta asociación fue líder el mismo Steiner, al que le secundaba la mayor parte de los miembros germanófonos de la Sociedad Teosófica.


En el capítulo que Baroja dedica a la antroposofía steineriana, el personaje que se muestra  más implacable con esta versión ocultista del teosofismo es Stolz que se nos presenta como "enemigo de la antroposofía de Steiner", dado que suponía en ella "una gran cantidad de superchería y de falta de honradez. Pensaba que el fundador del Goetheanum era hombre de cultura, pero medio perturbado, medio simulador" y todo cuanto ofrecía la doctrina antroposófica no era más que "fantasías mistagógicas, estilo Flammarión, al alcance de las mínimas fortunas intelectuales".


La sede principal de la Sociedad Antroposófica sería el Goetheanum, un edificio concebido como teatro a la vez que como centro de la organización, para pronunciar sus conferencias. Erigido en Dornach (próximo a Basilea, Suiza), el edificio se empezó a edificar en 1914 con mano de obra voluntaria de los adeptos de la secta, en plena efervescencia del movimiento esotérico en Alemania: recordemos que por 1919 se fundaría en Stuttgar la primera de las Escuelas Waldorf, hoy extendidas por todo el planeta. En Nochevieja de 1922-1923 un incendio provocado arruinó el edificio. Baroja alude a este suceso, indicando los rumores que cundían por aquel entonces: "Los amigos de Steiner achacaban el incendio a los católicos. Los enemigos sospechaban que lo habría quemado, antroposóficamente, el mismo Rudolf Steiner, el fundador de la secta, para cobrar el seguro de incendios, que era muy crecido".


El juicio que le merece a Baroja la antroposofía está puesto en boca del personaje Stolz que dice lapidariamente:


"Es extraño que estas estupideces puedan creerse todavía".


A continuación, en el mismo capítulo, Baroja deriva a una crítica implacable contra el Estado que se configura en el horizonte, no ajeno a estas organizaciones internacionales del ocultismo. "El socialismo se va realizando diariamente, sobre todo en países como Suiza, sin grandes gritos ni revoluciones; todo se va aclarando a fuerza de estadística y policía" -dirá uno de los personajes que dialogan con Stolz y Larrañaga.


Éste, Larrañaga, piensa que: "El Estado va a crear los hombres que necesita por la educación, que hoy es un molde fortísimo. Antes, el hombre completo era más un producto de la naturaleza que de la pedagogía, y a medida que aumenta el socialismo, la estadística y la escuela, el hombre completo se dará menos y el especialista más. Porque el hombre fabricado por estas escuelas es un especialista y, al mismo tiempo, es un pedante."


La perspectiva que ofrece Baroja aquí diríamos que es profética: "El estado socialista, con su pedagogía, hará de los hombres lo que hacen los cultivadores con las vacas sin cuernos. Grifones, lebreles o galgos, los fabricará en sus laboratorios, que para los hombres serán las escuelas. Quizá puedan emplear, al mismo tiempo que las explicaciones, el cinematógrafo y los libros, las inyecciones de suero y los injertos de glándulas".


Si estos vaticinios se montan sobre el socialismo, no podemos dejar de pensar que Baroja conocía las escuelas Waldorf de la antroposofía.


CONTRA LA SOCIEDAD TEOSÓFICA


La segunda novela en que Baroja arremete contra las sociedades ocultistas es, como más arriba avanzábamos, "Laura o la soledad sin remedio", obra de madurez muy poco conocida por el público general. El capítulo 14 de su segunda parte está dedicado a mostrarnos la ridícula insustancialidad de la Sociedad Teosófica. Esta vez, al igual que Stolz en "Las veleidades de la fortuna", será otro personaje extranjero, el ruso Nicolás Alejandrovich Golowin, el encargado de hacer de contrapunto al universo de supersticiones y bagatelas del esoterismo teosofista. El ruso, en compañía de la protagonista Laura y de otros personajes más o menos grotescos, participará en una sesión de la Sociedad Teosófica de París. En dicha sesión, bastante concurrida por un público heterogéneo de diversas partes de Europa y América, se ofrecerá la lectura del Apocalipsis de San Juan, descifrado por el poeta lituano Oscar Vladimir Milosz (1877-1939). Es más que probable que Baroja supiera que este poeta lituano, tan propenso al ocultismo, había sido uno de los más avezados discípulos de Alexis de Sarachaga, pero no refiere nada concerniente a ello.


Más bien nos presenta con una fría distancia el ambiente y protocolo de aquella sesión. Tras la lectura que se hace del texto de Milosz, intervienen dos personajes: un caballero Rosa-Cruz y un Bibelforscher (estudiante de la Biblia) alemán: el rosacruz ofrecerá una versión simbólico-alegórica del Apocalipsis, mientras que el Bibelforscher la refutará con una interpretación literal. La maestra de ceremonias de toda la conferencia es una uruguaya teosofista, preside el acto una india de la secta teosofista. La magistral narración de Baroja pone de relieve que, pese a las irreconciliables interpretaciones del rosacruz y el Bibelforscher, a la india lo único que le interesa es destacar "que defendía la luz y la espiritualidad, que la ciencia no era trascendental en la vida, ni la industria, ni el comercio (...), Lo que el mundo necesitaba era luz; mucha luz".


A todo esto, "Golowin escuchaba con una cara de asombro y de ironía que a Laura le daba gran gana de reír". En conversaciones de los participantes, tras el acto, Laura alude a que en España, "Los militares se distinguían por ser espiritistas y masones". Golowin persiste en su aire irónico. Cuando uno de los personajes femeninos, la que los ha llevado a todos allí, dice: "que no había que tomar las cosas serias en broma", Golowin responde: "-Es verdad. Las cosas serias no hay que tomarlas en broma ni las bromas en serio. Es evidente".


Resumidamente hemos visto la opinión que a Baroja le merecía este mundo del ocultismo centroeuropeo. A diferencia de otros consortes de generación noventayochistas, Baroja mantuvo siempre una escéptica percepción de estos fenómenos. Su formación como médico y hombre práctico había pasado por moldes positivistas y utilitaristas que difícilmente se podían cohonestar con estos delirios de hierofantes. No subestimemos tampoco su carácter vasco y español que le llevaba a rechazar todas las fantasmagorías en un insobornable amor de realismo. 


La propensión de la Generación del 98 por las sociedades secretas está presente en casi todos los que la componen, no es de extrañar puesto que la época estaba plagada de sociedades secretas. Azorín, según nos revela Alfonso Reyes, "A veces, a solas, imagina, discurre. Y crea, para su uso personal, sociedades literarias, academias, pequeños grupos selectos. (...) Así le ha sucedido fundar dos círculos: "Los amigos de Lope de Vega" y el "Góngora Club". Valle-Inclán se consagró con afán digno de mejor causa a la Sociedad Teosófica, que hemos visto denostada por Baroja. Entre estas actitudes, la de Baroja destaca por su independencia. Baroja presta atención a las sociedades secretas políticas (masonería y otras decimonónicas) por los resultados innegables de su actividad clandestina y conspirativa, pero está inmunizado frente a las supersticiones que promueve el ocultismo que es el núcleo interior de estas sociedades exteriores.


No puedo afirmar con rotundidad que Baroja hubiera leído a Guénon, aunque bien pudo por la divulgación que de ciertas obras suyas hizo en España el jesuita Padre Tusquets. Si lo hubiera leído no hubiera dejado pasar por alto esta apreciación de Guénon sobre la Sociedad Teosófica:


"...si la Sociedad [Teosófica] tomada en su conjunto es en efecto internacional, su dirección, en cambio, ha devenido puramente inglesa; además, cualesquiera que hayan podido ser a veces las apariencias externas, tenemos la convicción, podríamos decir incluso la certeza, de que el teosofismo, considerado bajo este aspecto, es sobre todo  un instrumento al servicio del imperialismo británico". (René Guénon, "El teosofismo".)


Baroja permaneció impermeable a estas tentaciones que fueron fatales para Valle-Inclán, para ese Valle-Inclán que, como escritor es colosal, pero que se enlodazó de esoterías, les guste más o menos a algunos que -con una infinita superficialidad y candidez- lo reclaman  todavía para el carlismo, mostrando una absoluta ignorancia sobre estos temas nucleares.


BIBLIOGRAFÍA



Alberich, José, "La biblioteca de Pío Baroja".

Baroja, Pío, "Las veleidades de la fortuna", colección Austral, Espasa-Calpe, Madrid, 1980.

Baroja, Pío, "Laura o la soledad sin remedio", Editorial Bruguera, Barcelona, 1983.

Reyes, Alfonso, "Tertulia de Madrid", colección Austral, Espasa-Calpe, Buenos Aires, 1949.

Guénon, René, "El teosofismo: historia de una pseudorreligión", 1921.

martes, 28 de julio de 2015

A LA BÚSQUEDA DE UNA PERPETUACIÓN DE LOS CUERPOS POLÍTICOS

 
 
 
A LA BÚSQUEDA DE UNA LEGITIMIDAD INCUESTIONABLE
 
Manuel Fernández Espinosa

 
 
Uno de los más dramáticos temas de nuestro tiempo es la dificultad de perpetuar las comunidades políticas. Instalados en la finitud y de espaldas a toda trascendencia (negada ésta de antemano por el ateísmo, el laicismo y el indiferentismo religioso), la sociedad contemporánea ha perdido el suelo firme en que permanecer sólidamente como cuerpo social: con razón hablan algunos de sociedad líquida. El tema que vamos a abordar a continuación puede parecer lejano, pero los más perspicaces comprenderán que es más actual de lo que a primera vista parece. Si este problema fuese resuelto satisfactoriamente no tendríamos en un futuro contenciosos y querellas como las que hoy se plantean en la misma España actual; tal sea el de la reforma de la Constitución de 1978 o mismamente el de la impermanencia de las Leyes de Enseñanza que en España se han sucedido a cada relevo de gobierno.

La insoportable levedad de nuestras leyes efímeras (humanas, demasiado humanas), dependientes de mayorías electorales que hoy dicen blanco y mañana, negro; que incluso cuestionan la unión de los territorios nacionales; que se dictan a merced de los antojos de los grupos políticos en el poder y de la presión de los lobbys infiltrados en esos grupos parlamentarios... Todas esas polémicas se aplacarían si adquirieran una nueva perspectiva, al calor de enfoques como el que más abajo presentamos: si se lograra implantar una legitimidad incuestionable. Por supuesto que, en nuestro título, cuando escribimos "cuerpos políticos" a perpetuar no estamos en modo alguno refiriéndonos a los partidos políticos de hoy, ni siquiera a las instituciones políticas hoy vigentes que no son dignas de perpetuarse.

No se trata de que reproduzcamos el pasado por inercia, pero sí que nos esforzemos en comprenderlo mejor y atrevernos a reactualizar lo que de él convenga, para iluminar nuestro presente y nuestro futuro. Ganaríamos todos si lográramos encontrar la fuente de legitimidad, una legitimidad invulnerable a las pasajeras ideologías y modas ideológicas.  
 
 
 


Es mérito de Carl Schmitt hacer patente que los conceptos nucleares de la política moderna son versiones secularizadas de los antiguos conceptos teológicos, lo estudió en su "Teología Política". Para Álvaro d'Ors la Teología Política ha estado  no obstante bastante limitada, "pues sólo ha pretendido explicar ciertas formas de estructura política por el pensamiento teológico subyacente", mientras que -a juicio de Álvaro d'Ors- "debe calar en un fundamento verdaderamente dogmático y de una manera universal y permanente". La Teología Política se hace necesaria para cualquier análisis del concepto de legitimidad.
 
"La Teología Política, aunque sea sin este nombre, es una disciplina tan antigua como el hombre, pues es imposible prescindir de Dios, aunque sea para negarlo -que es también una forma de Teología, aunque deteriorada-, cuando se plantea la cuestión de por qué hay que obedecer a otro hombre. Allí donde se trata de obedecer a quien pretende mandar, allí se asoma Dios como causa de tal subordinación".
 
Con estas palabras nos lo recuerda Álvaro d'Ors en "La violencia y el orden" (la negrita es nuestra). Pero el tema es más complejo de lo que se pudiera pensar. La Teología Política, como pudiera parecer a simple vista, no significa intromisión del clero en política, ni tampoco una política dijéramos que de beatos: es una disciplina que se avala cuando preguntamos por la fuente de legitimidad del poder político. No fue Carl Schmitt el único que contribuyó a configurar la "Teología Política". Desde el terreno de la historia de las ideas políticas tenemos también que contar con la aportación de Ernst Hartwig Kantorowicz (1895-1963) que, con su "The King's Two Bodies" (1957), obra clásica de pensamiento político, llevó a cabo una investigación de Teología Política medieval que reveló los trasvases y refluencias del pensamiento jurídico político y el pensamiento teológico en la Edad Media. Pero, ¿quién era Kantorowicz?
 
KANTOROWICZ Y LA ALEMANIA SECRETA
 
Nació el 3 de mayo de 1895 en Posen, en el seno de una familia de empresarios judíos asentados en Prusia. En 1914 se incorpora a un regimiento de artillería, sirviendo a Alemania en los frentes de Francia, Ucrania y Turquía, obteniendo la Cruz de Hierro y ascendiendo y siendo herido. Al final del conflicto se integra en uno de los cuerpos francos de voluntarios para reprimir la revolución marxista. Se matricula en la Universidad Friedrich Wilhelm de Berlín y sigue cursos de Filosofía, en Múnich prosigue estudios de Historia, Filosofía y Economía y en 1919, en la Universidad de Heidelberg, conoce al poeta simbolista alemán Stefan George que anima a su alrededor un grupo de seguidores: el "Georgekreis".

Con antelación a tener su propio círculo Stefan George había pertenecido al llamado "Kosmischer Kreis", grupo neopagano, gnóstico y homoerótico fundado por Alfred Schuler (1865-1923) en Múnich, uno de cuyos cultos mistéricos era el llamado "Blutleuchte" (Luminaria de Sangre): los "cósmicos" creían que el cristianismo y la ciencia moderna habían desencantado el mundo y ellos pretendían re-encantarlo dándose en sus antros a cultos mistéricos que terminaban en una carnavalada homosexual. No se sabe que Kantorowicz participara en estos extravagantes ceremoniales, pero sí que algo de ello había pasado al círculo georgiano (el Georgekreis), al que sí perteneció Kantorowicz al igual que algunas otras personalidades de la cultura, las artes, la política y el ejército alemanes (patriotas, pero antihitlerianos) como fue el famoso Conde von Stauffenberg que intentó el magnicidio contra Adolf Hitler sin lograrlo.

De este grupo surgió la "Geheimes Deutschland" (la Alemania Secreta), concepto acuñado en la visión poético-mística de George. Con el ascenso del partido nazi, Kantorowicz tuvo que abandonar Alemania: no le valió ni la Cruz de Hierro ganada en la I Guerra Mudial. Pero, incluso en el exilio, la huella del "Georgekreis" es insoslayable para poder comprender todo su quehacer intelectual posterior. A pesar de la distancia temporal y espacial, la investigación sobre "Los dos cuerpos del rey" de Kantorowicz, obra maestra de su actividad intelectual, encuentra su sentido en ese mundo de ideas político-místicas cultivado en el secretismo del selecto grupo de George.

LOS DOS CUERPOS DEL REY

Para Kantorowicz la figura del Rey aparecerá en la Edad Media como una realidad doble que, en el curso del tiempo, reviste un carácter cristocéntrico, otro iuscéntrico y, por último, otro politicéntrico.

El rey tendría así -en la realeza cristocéntrica- dos naturalezas: una divina y otra humana. Por naturaleza es un hombre individual y mortal, pero por la gracia de la unción y consagración, se transforma en un Cristo y ésta es la personalidad fundamental. Esta noción del Rey como un Cristo la encuentra Kantorowicz expresada en un anónimo normando titulado "De consecratione pontificum et regum", pero Kantorowicz piensa que la metáfora de la "geminación real" habría que buscarla en los concilios toledanos del siglo VII.

En la Baja Edad Media, la dúplice naturaleza del Rey de carácter teológico-cristocéntrico se convierte ahora en una noción extraída del campo jurídico: el Rey no aparecerá ahora como un Cristo, sino como la "Lex" viviente, un vicario de la Justicia de Dios en la tierra. Esta nueva comprehensión la halló en el "Liber augustalis" de Federico II, aunque el "Regimiento de Príncipes" de Egidio Romano consolidó la teoría del gobernante como Justicia viviente.

En la tercera de las elaboraciones conceptuales sobre la duplicidad de la persona del Rey asistimos a la conversión del Rey en "corpus mysticum" (cuerpo político), el tercer tipo de realeza que Kantorowicz denomina "politicéntrica". Ésta se expresa en la frase: "la Dignidad nunca muere, mientras que los individuos mueren todos los días", de ahí la célebre frase: "El rey ha muerto... ¡Viva el Rey!"; pues se entiende que, en tanto que la dignidad se mantiene pese a la muerte de los individuos que la ocupan, se traspasa íntegra al sucesor de quien la ha ocupado hasta finar. Que el Rey deviniera a "corpus mysticum" fue posible merced a que con anterioridad los teólogos habían distinguido entre "corpus verum" (cuerpo individual) y "corpus mysticum" (cuerpo colectivo, de la Iglesia o del reino). Los canonistas terminaron por identificar "corpus mysticum" con cualquier tipo de corporación ordenada que fuese algo más que la suma de los individuos, capaz de sobrevivir a la muerte de estos. Así, el "pueblo" se convierte en "corpus mysticum", eterno y sagrado en analogía con la Iglesia.

Estas nociones compartidas en aquellos tiempos explicarían el fondo conceptual de algunas plasmaciones concretas de los llamados sepulcros "transi" que son aquellos sepulcros en los que el cadáver de personalidades de aquel entonces fueron depositados, siendo esculpidas doblemente: como esculturas yacentes revestidas de todas sus dignidades (reales, eclesiásticas o nobiliarias) y, por debajo, labrados en su putrefacción cadavérica, con toda la truculencia de la descomposición orgánica del cadáver: "La yuxtaposición de lo lúgubre con lo trifunfal, del luto por el rey muerto con la exaltación de la efigie debía responder a un sentimiento muy generalizado y muy profundo de la Baja Edad Media y del Renacimiento temprano" -dice Kantorowicz.

Todo esto no dejaría de ser una valiosa indagación de una época histórica si no fuese por las similitudes que presentan estos conceptos, vaciados de teología en nuestra edad secularizada, con los de perpetuidad, inalienabilidad o sempiternidad jurídica en nuevas estructuras del mundo contemporáneo, como son las Sociedades Anónimas. Lo que valió en una edad informada por la fe cristiana para reforzar y consolidar los lazos de los individuos perecederos (que formaban la comunidad del cuerpo político en un momento histórico) con sus predecesores finados y con sus sucesores futuros, conservando simbólicamente el cuerpo en la Corona, el Reino o la Patria, a imagen y semejanza de la Iglesia como Cuerpo Místico de Cristo, dio lugar a la Inglaterra anglicana del Common Law o a la Francia de la realeza sacralizada.

Es indudable que éste es uno de los núcleos fuertes (y las asignaturas pendientes) que el pensamiento español tiene que recuperar, para comprender en qué cimientos pusieron nuestros antiguos monarcas y antepasados la continuidad del cuerpo místico de la comunidad política, revitalizándola conforme a su auténtica tradición nacional y no yendo a buscar inspiración en tradiciones extranjeras, como las derivadas del Common Law anglosajón o la realeza divina francesa.

Creemos que, a pesar de la desolación científica que reina en nuestras universidades, no faltarán jóvenes españoles que en el campo de la Historia, la Historia del Derecho, la Historia de las Ideas Políticas e incluso en la Historia del Arte encontrarían aquí tierras casi vírgenes por explorar, para devolvernos un pasado que nos ha sido sepultado bajo elementos ajenos (el constitucionalismo liberal, p. ej.) y retornar a nuestra propia tradición.


BIBLIOGRAFÍA:

D'Ors, Álvaro, "La violencia y el orden", Ediciones Dyrsa, Madrid, 1987.

Safranski, Rüdiger, "Romanticismo. Una odisea del espíritu alemán", Tusquets Editores, Barcelona, 2009.

Kantorowicz, Ernst H., "Los dos cuerpos del rey. Un estudio de teología política medieval", Ediciones Akal, Madrid, 2012.

 

sábado, 25 de julio de 2015

LOS OTROS CELESTIALES DE LA RECONQUISTA


Pendón de San Sebastián de Alcalá la Real (Jaén)

SANTOS GLADÍFEROS EN BATALLA POR LA RECONQUISTA DE ESPAÑA


Manuel Fernández Espinosa


En tiempos en los que impera la tibieza, con ese vago irenismo burgués que desprecia las virtudes guerreras, mientras exalta la paz sin importarle la calidad de ésta, ver a santos que blanden espada, montados a caballo y en actitudes guerreadoras se considera poco menos que escándalo. Sin embargo, el hecho es que la tradición iconográfica cristiana (tanto católica como ortodoxa) registra desde muy antiguo un santoral gladífero y militar. Podríamos exponer todo un álbum de santos y santas con espada, tanto venerados en la iglesia católica, apostólica y romana, como en las iglesias ortodoxas orientales. Una de las razones de la temprana irrupción de los militares en la iconografía cristiana es de carácter histórico: muchos legionarios romanos se bautizaron y no pocos murieron mártires por la fe. Sin embargo el objeto de nuestro presente aproche es revisar algunos casos de milagrosas intervenciones de santos de la Iglesia Triunfante que, por ese hermoso dogma de la Comunión de los Santos, vienen a la tierra a ayudar a la Iglesia Militante: son los santos que las tradiciones más venerables de nuestra Reconquista recuerdan como prodigiosamente aparecidos en batallas más o menos conocidas. Vamos a centrarnos en estos santos cuya devoción se encuentra arraigada en la Península Ibérica, cuya iconografía es tal vez menos conocida que la de Santiago Matamoros. Ofreceremos así una exposición sucinta, pero no por ello menos conveniente, pues el tema podría dar mucho de sí.






Sabido es que la espada es un símbolo iconográfico que la porta San Pablo, San Elías, Santa Catalina de Alejandría, San Miguel Arcángel, San Marcelo, San Martín de Tours, San Rosendo, Santa Engracia, Santa Juana de Arco, Santa Judit, Santa Juliana, Santa Teodora o San Bonoso y San Maximiano. Diremos que algunos de estos santos armados y batalladores, como San Miguel Arcángel o San Jorge, pueden verse representados bien con espada o con lanza. La espada es símbolo de exterminación física y de decisión psíquica, también de Justicia; pero es importante advertir que la espada no sólo es un arma de defensa y ataque, sino que contiene un valor simbólico que marca una diferencia de estatuto de la persona que la porta, en cuanto que en algunas culturas estuvo reservada desde antiguo al caballero, defensor de las fuerzas de la luz contra las de las tinieblas. "La espada es el arma propia y casi exclusiva de las altas dignidades" -afirman autoridades en materia simbólica. En cuanto a las espadas que vamos a ver en el curso de esta aproximación, encontraremos algunas que no son espadas metálicas, sino espadas de fuego (las imágenes de San Elías y San Millán las llevan de esta guisa), estas espadas se distinguen de las metálicas en que en su representación la cuchilla no es recta, sino que aparece con hoja ondulada y serpentina. La espada de fuego es "el arma de escisión entre el paraíso como reino del fuego del amor, y la tierra, como mundo del castigo" -nos dice Juan-Eduardo Cirlot.
Santiago Apóstol, Patrón de España, es el santo caballero por antonomasia en su iconografía bastante extendida bajo la advocación de "Matamoros". Hemos tratado este asunto en un artículo hace años, al que remitimos: Mi espada por Santiago. Pero en España, el espíritu de cruzada fue tal que no es Santiago el único santo que, según las piadosas crónicas, interviene en las batallas, sino que a Santiago se le sumarán otros santos que vienen a combatir con las huestes cristianas.
Tenemos a San Millán cuya intervención se precisa en tres ocasiones (dos en el siglo X y una en el XI). En la batalla de Hacinas y en la de Simancas (siglo X), al frente de los ejércitos castellanos del conde Fernán González y, en el siglo XI, en la batalla de Calahorra.
San Millán, por Juan de Ricci.
Alfonso VII de León, Emperador de España, en el año 1147, pasa a reconquistar los reinos del Andalucía, Granada y Murcia. Nos cuenta Gonzalo Argote de Molina, en su armorial "Nobleza de Andalucía" que Alfonso VII: "...el Emperador llegó á Baeza, lugar en aquel tiempo fortísimo, y en quien los moros como á puerta y amparo de toda Andalucía tenian toda su esperanza; y poniendo cerco sobre ella acudieron los moros de toda la comarca en su defensa en tanto número, que pusieron al Emperador en gran estrecho y cuidado. El cual, pareciéndole cosa imposible conquistar á Baeza, y estando determinado otro dia alzar el cerco, aparecióle aquella noche el glorioso san Isidoro arzobispo de Sevilla, y prometióle no solo la victoria, mas su ayuda en la batalla [...] Y así, animoso [Alfonso VII] con esta merced del cielo, no fué perezoso el Emperador en recibir la gloria que le estaba prometida. Y otro día en amaneciendo dió combate á la ciudad, y peleando valentísimamente con los moros, alcanzó de ellos una ilustre y esclarecida victoria, forzándolos á rendirle la ciudad, y honor y gloria de san Isidoro bienaventurado, y de este insigne milagro edificó allí un convento de Regulares á nombre de este santo, el cual adornó con mucha riqueza. Y dejando presidio en el alcázar de esta ciudad, quedaron los moros por sus vasallos con tributo y párias. Hallóse en esta conquista D. Garcia Ramirez, rey de Navarra, consuegro del rey D. Alonso, y prosiguiendo sus victorias conquistaron este año la ciudad de Almería con ayuda del conde D. Ramon Berenguel, príncipe de Aragon...".
Como reliquia de aquella hazaña queda el llamado Pendón de Baeza, cuyo paño es de tela de damasco rojo. En dicho pendón batallero las damas leonesas bordaron la efigie de San Isidoro de Sevilla. San Isidoro galopa sobre corcel aparejado para el combate, empuñando una espada en una mano y en la otra porta la Santa Cruz. Le cubre a San Isidoro su santa cabeza la Mitra de su dignidad eclesiástica. En la enseña podemos ver también una mano, una espada, unas nubes y una estrella - haríamos bien en interpretar estos elementos como símbolos de Santiago Apóstol. Tampoco falta el escudo real de leones y castillos bordado delante del caballero celestial.
Pendón de Baeza, con San Isidoro: fotografía de Diario de León
Por último, también encontramos que, según tradición local, San Sebastián concurrió en la Batalla de Charilla (Alcalá la Real), que tuvo lugar el día 20 de enero de 1468, fiesta de San Sebastián. Así nos lo refiere este sustancioso pasaje del Acta del Cabildo del 14 de junio de 1531: 
“Después de lo qual vino una señalada victoria contra los moros en la Boca Charilla, que es a un quarto de lengua de esta ciudad, que el rey Muley Hacén (Abu l,-Hasaqn Ali b Said) de Granada enbió a correr la tierra de Martos y Santiago y la Higuera y la Campiña a tres capitanes principales que se llamaban Aben Deça, Caudón y Alifayan (sic) de tres mil lanças según se tiene noticia, los quales entraron y hicieron una gran de presa de mugeres hombres y niños ganados y bienes, y vinieron para la Boca Charilla, donde entendieron estar muy seguros , porque en Alcalá no había más de 300 peones y cien lanças; y esta gente salió de noche y dieron en los moros, y los desbarataron, y huyendo mataron y cautivaron gran cantidad, mataron a Caudón y cautivaron Alifayan de heridas que luego murió , Aben Deça huyó y, como llegó, supo la poca gente que los abía desbaratado y quitado toda la presa , el rey le mandó cortar la cabeça. Sucedió esta victoriosa batalla el día del glorioso san Sebastián beinte de enero del año 1468 y en memoria de este hecho se edificó la hermita del glorioso santo teniéndolo por patrón”. Cuenta la leyenda que se apareció el santo montado en un caballo blanco, vestido de verde, blandiendo un manojo de flechas en la mano y un manto azul, animando a los cristianos."
No sabemos si el Pendón de San Sebastián desapareció en la Guerra Civil, pero sí que contamos con una fotografía del año 1913, publicada en el libro "Notas para la Historia de Alcalá la Real" de D. Antonio Guardia Castellano y que reproducimos a la cabecera de este artículo.
FUENTES:
LEYENDA DE SAN SEBASTIÁN, en CASAS DEL CABILDO.
"Nobleza de Andalucía", Gonzalo Argote de Molina.
"Notas para la Historia de Alcalá la Real", Antonio Guardia Castellano.

"Diccionario de Símbolos", Juan Eduardo Cirlot.

viernes, 24 de julio de 2015

ONÉSIMO REDONDO: UN ESPAÑOL DE RAZA

Onésimo Redondo, en prisión
Por Luis Castillo
Hoy 24 de julio de 2015 se cumple septuagésimo noveno aniversario del asesinato de Onésimo Redondo a manos del Frente Popular.
La figura de Onésimo es sabrosa y sobre todo completa. Ferviente católico, patriota hasta las entrañas, amante de la inagotable tradición hispánica, sindicalista de los de verdad, de los que se recorrieron Castilla la Vieja entera para darle al hombre del campo Justicia.
Analizando su evolución partimos de un hombre de formación jesuítica, circunscrito a la Acción Católica y a Ángel Herrera Oria, que en un momento determinado dióse cuenta de la terrible realidad española y consideró que sus antiguos compañeros habían quedado, quizás, rezagados u obsoletos. No por católicos, ni mucho menos, sino por no haber entendido el signo de los tiempos. Onésimo y su ardoroso patriotismo comprendieron que la batalla social era clave. De ahí que desde las páginas tanto de Libertad como en sus mítines como jefe del jonsismo vallisoletano y más tarde de la Falange de Castilla, lleno de trabas y dificultades, abriera la difícil tarea de aunar el amor incondicional a la Patria con los deseos de una revolución social sin romper con la Tradición.
Él conocía a la perfección el sudor y sufrimiento del campesino castellano. Creyó sin concesiones que merecían la dignidad para que no cayeran en las esclavistas garras del marxismo, en el mezquino liberalismo y en la brutalidad de la usura, a los que combatió a pecho descubierto como un verdadero guerrero. Él mismo fue quien trazó la reforma agraria que José Antonio Primo de Rivera defendió con tanto ahínco en aquellas hostiles Cortes republicanas, donde el propio José Antonio Balbontín, diputado comunista, reconocería era mucho más avanzada que la de cualquier otra fuerza o minoría parlamentaria.
Esta lucha de Onésimo tuvo amargas consecuencias: persecuciones gubernativas, exilios, presidios y finalmente la muerte. Liberado de la prisión de Ávila al producirse el Alzamiento Nacional, donde estaba encarcelado por orden expresa del Frente Popular, se dirigió inmediatamente a Valladolid para reorganizar la Falange. Días después se producirá aquel fatídico encontronazo fortuito con milicianos en la segoviana Labajos, cuando se dirigía a animar y arengar a los falangistas que combatían en el Alto del León, que lo llevará al panteón de los héroes inmortales.
Horas antes de que la muerte le encontrara escribió su última proclama a sus camisas azules de Castilla, destacando un párrafo:
"La Patria resucita; como siempre, se crearon los imperios entre el ruido victorioso de las armas. Castilla asiste con júbilo frenético a esta explosión inesperada de grandeza y de justicia. Sentimos que el ser de España envejecida se renueva con su mejor estilo. España se hizo combatiendo y pisando a la barbarie, con Castilla como capitana."
Las balas de verdad le arrebataron la vida y hoy las del odio de los laboratorios de la memoria selectiva pretenden sepultarlo para siempre. ¿Por qué? No perdonan lo que fue: un cristiano viejo, un alma imperial, un patriota de acero, un español de raza. Las estatuas podrán destruirse pero eso, aunque se afanen los sectarios hasta la extenuación, no hay dinamita que lo derrumbe.

jueves, 23 de julio de 2015

HUGO FISCHER: EL MAESTRO OCULTO DE ERNST JÜNGER

UAL_FS_N00660.jpg









 



EL MAGISTER NIGROMONTANUS


Manuel Fernández Espinosa



Cuando estos días prepárabamos el excursus a la "Elucidación de la tradición", dedicado en dos entregas (I parte y II parte) a considerar la noción de "tradición" en Ernst Jünger, nos asaltó un tema que hace tiempo acariciábamos la idea de tratar: el de la figura de uno de los maestros que más influencia ejerció sobre el pensamiento de Ernst Jünger y que, en la bibliografía española sobre Jünger, apenas ha sido tratado. Me refiero a Ernst Hugo Fischer.
 
Jünger se refiere a él con profusión, pero de una forma dispersa. En los diarios alude a él casi siempre bajo el pseudónimo de "Magister", aunque también lo cita por su nombre de pila y apellidos. En las novelas "Sobre los acantilados de mármol" y "Heliópolis" se refiere a él con el sobrenombre de "Nigromontanus", en "Visita a Godenholm" germaniza Jünger el "Nigromontanus" pudiéndosele identificar con el personaje de "Schwarzenberg" (Montenegro, que diríamos en castellano). Hay en torno a Hugo Fischer un halo de misterio que el mismo Jünger contribuye a crear y planea en toda la obra jüngeriana en la figura del maestro (aunque no todos los personajes puedan identificarse con éste de carne y hueso) que inicia en los secretos de una sabiduría capaz de superar el nihilismo.
 
Ernst Hugo Fischer nació en Halle an der Saale el 17 de octubre de 1897. La Primera Guerra Mundial lo dejó mutilado y, licenciado por invalidez, se emplea a partir del 1918 al estudio concienzudo y multidisciplinar en la Universidad de Leipzig, donde años más tarde lo conocería Jünger. Los intereses "científicos" de Fischer son múltiples: estudia Historia, Filosofía, Sociología, Psicología y se convierte en un reputado orientalista, doctorándose el año 1921 con la tesis titulada "Das Prinzip der bei Gegensätzlichkeit Jakob Böhme" (El principio de la oposición en Jakob Böhme). Resulta curioso que Ernst Jünger que era unos años mayor que Fischer (Jünger nació en 1895 y Fischer en 1897) le llame hasta el final de sus días "Maestro", pero tendríamos que tener en cuenta que Jünger llegó a la Universidad cuando Fischer le llevaba en ella unos años de ventaja. Cuando Jünger llegó a Leipzig, Fischer era ya uno de los polígrafos más importantes de Europa, pero eso sí: siempre en la sombra, con una discreción que raya el secreto, estudiando y viajando sin cesar y ejerciendo su magisterio a la manera de un maestro oculto de esos que nos hablan las tradiciones orientales como el taoísmo.
 
En 1921 viajó a India, en 1923 estuvo en España. Desde 1925 a 1938 ejerció la docencia en la Facultad de Filosofía de la Universidad de Leipzig, asociándosele con Arnold Gehlen. Su nacionalismo alemán fue una constante en él, militando en los círculos nacional-revolucionarios, trabando relación incluso con el nacional-bolchevique Ernst Niekisch, amigo de Jünger. Emigró de Alemania en 1938,  pues los nazis lo encontraron sospechoso por sus análisis filosóficos del marxismo, expresados en "Karl Marx und sein Verhältnis zum Staat" (Karl Marx y su informe al Estado) y "Lenin: el Maquiavelo del Este", por lo que terminó estableciéndose en Noruega, donde fue Director del Instituto de Investigación de la Sociología y la Enseñanza en Oslo. Más tarde se trasladó a Inglaterra. Siguió viajando a la India, incluso fue profesor en la Universidad de Benarés y regresó a Alemania en 1956, ocupando la cátedra de Filosofía de la Civilización en la Universidad de Múnich. Siguió estudiando, escribiendo y publicando, aunque sin éxitos rotundos que pusieran su figura filosófica en primera línea mundial. Su último libro lo dio a la estampa en 1971, bajo el título "Vernunft und Zivilisation" (Razón y Civilización) Falleció el 11 de mayo de 1975 en Ohlstadt (Baviera).
 
Su pensamiento fue evolucionando, pero siempre se mantuvo hipercrítico contra la modernidad y anticapitalista, siendo uno de los cerebros de la Revolución Conservadora alemana y tanteando todas las formas posibles de combatir lo que consideraba el mal absoluto: la modernidad y el capitalismo, para establecer un orden de nuevo cuño. Uno de los que más ha contribuido a darlo a conocer fue, como dijimos arriba, Ernst Jünger. Más que un exhaustivo seguimiento y localización de las abundantes citas que Jünger dedicó a Fischer a lo largo de toda su obra, merece la pena destacar el marcado carácter metafísico (podríamos decir que hasta místico) que imprimió a la visión del mundo jüngeriana. En "Heliópolis" el protagonista revela que una de las enseñanzas que recibió de su maestro "Nigromontano" era "que la naturaleza interior del hombre debe hacerse visible en su superficie como la flor que nace del germen". La idea se repite al final de la novela: "Creemos que su intención [la de Nigromontano/Fischer] es saturar la superficie con profundidad, de modo que las cosas sean al mismo tiempo simbólicas y reales".
 
En "Sobre los acantilados de mármol" se habla de un misterioso artilugio que Nigromontanus había dado a los hermanos que protagonizan la novela: "Para consolarnos, sin embargo, poseíamos el espejo de Nigromontanus, cuya contemplación (...) siempre nos serenaba". Dicho espejo tenía las supuestas propiedades de "concentrar los rayos solares sobre un punto en el que inmediatamente se producía un gran fuego. Las cosas que, tocadas por aquel ardor, se incendiaban, entraban en la eternidad de una manera que, según Nigromontanus, no podía comparse ni a la más fina destilación. Nigromontanus había aprendido aquel arte en los conventos del lejano Oriente, donde los tesoros de los difuntos son destruidos por las llamas, a fin de que puedan entrar en la eternidad en compañía de éstos".

Habida cuenta de que "Sobre los acantilados de mármol" es una novela que bien mereciera calificarse como "realismo mágico", sin regatearle su condición de "distopía", haríamos bien en pensar que más que un artefacto, el "espejo de Nigromontanus" sería algo así como una posible técnica de meditación inspirada en los saberes ocultos del extremo oriente (me pregunto, no sin advertir que me aventuro a equivocarme: ¿sería un mandala?.) A tenor de ello merece la pena recordar las enigmáticas palabras que Jünger escribe en "El corazón aventurero. Figuras y caprichos": "Entre los arcanos que me reveló Nigromontanus figura la certeza de que entre nosotros hay una tropa selecta que desde hace mucho tiempo se ha retirado de las bibliotecas y del polvo de las arenas, para consagrarse a su trabajo en el más recóndito cenobio y en el más oscuro Tíbet. Él hablaba de hombres sentados solitariamente en estancias nocturnas, imperturbables como rocas, en cuyas cavidades centellea la corriente que afuera hacer girar toda rueda de molino y que mantiene en movimiento el ejército de las máquinas; pero la energía de estos hombres permanece extraña a todo fin y se recoge en sus corazones, que, como matriz caliente y vibrante de toda fuerza y poder, se sustrae para siempre a cualquier luz externa".
 
Como quiera que sea la relación entre Ernst Jünger y este filósofo desconocido fue muy estrecha, incluso Jünger alude a viajes que hicieron juntos, pasando por el Golfo de Vizcaya en el barco "Iris" por ejemplo. Sabemos, por los diarios de Jünger, que todavía en 1968 el filósofo Fischer visitaba Mallorca, pero nos gustaría saber los lugares que recorrió en su viaje a España en 1923 o en otras de sus visitas. Estamos convencidos de que en Hugo Fischer, ese desconocido para la filosofía y la cultura española, estamos ante un maestro oculto cuya labor científica no ha sido todavía, por las razones que sean, lo suficientemente divulgada.

 
BIBLIOGRAFÍA:

 
Jünger, Ernst, "Visita a Godenholm".
 
Jünger, Ernst, "Heliópolis".
 
Jünger, Ernst, Diarios: Radiaciones I y II, Pasados los Setenta I, II, III, IV, V.
 
Jünger, Ernst, "Sobre los acantilados de mármol".
 
Jünger, Ernst, "El corazón aventurero".
 
Enlaces de interés:
 
 
Gajek, Bernhard, "Magister-Nigromontan-Schwarzenberg: Ernst Jünger und Hugo Fischer". Revue de littérature comparée. 1997