RAIGAMBRE

Revista Cultural Hispánica

jueves, 22 de agosto de 2013

SABED, ESPAÑOLES

File:Roundel of the Spanish Air Force.svg

"Sabed, españoles, que la gloriosa España de otro tiempo no valdrá absolutamente nada al lado de la España que pueden forjar un día vuestras manos (…) Guardaos de atraer sobre España las grotescas caravanas de ricachones cosmopolitas que pasean su snobismo ignorante, su inquieta tontería (…) Emplead las últimas fuerzas y riquezas en la construcción del Futuro."

Filippo Tommaso Marinetti.

AMAMOS A CATALUÑA

File:Aragon Arms.svg

"Yo me alegro, en medio de todo ese desorden, de que se haya planteado de soslayo el problema de Cataluña, para que no pase de hoy el afirmar que si alguien está de acuerdo conmigo, en la Cámara o fuera de la Cámara, ha de sentir que Cataluña, la tierra de Cataluña, tiene que ser tratada desde ahora y para siempre con un amor, con una consideración, con un entendimiento que no recibió en todas las discusiones. Porque cuando en esta misma Cámara y cuando fuera de esta Cámara se planteó en diversas ocasiones el problema de la unidad de España, se mezcló con la noble defensa de la unidad de España una serie de pequeños agravios a Cataluña, una serie de exasperaciones en lo menor, que no eran otra cosa que un separatismo fomentado desde este lado del Ebro.


Nosotros amamos a Cataluña por española, y porque amamos a Cataluña la queremos más española cada vez, como al país vasco, como a las demás regiones. Simplemente por eso porque nosotros entendemos que una nación no es –meramente el atractivo de la tierra donde nacimos, no es esa emoción directa y sentimental que sentimos todos en la proximidad de nuestro terruño, sino, que una nación es una unidad en lo universal, es el grado a que se remonta un pueblo cuando cumple un destino universal en la Historia. Por eso, porque España cumplió sus destinos universales cuando estuvieron juntos todos sus pueblos, porque España fue nación hacia fuera, que es como se es de veras nación, cuando los almirantes vascos recorrían los mares del mundo en las naves de Castilla, cuando los catalanes admirables conquistaban el Mediterráneo unidos en naves de Aragón, porque nosotros entendemos eso así, queremos que todos los pueblos de España sientan, no ya el patriotismo elemental con que nos tira la tierra, sino el patriotismo’ de la misión, el patriotismo de lo trascendental, el patriotismo de la gran España.


Yo aseguro al señor presidente, yo aseguro a la Cámara, que creo que todos pensamos sólo en esa España grande cuando la vitoreamos o cuando la echamos de menos en algunas conmemoraciones. Si alguien hubiese gritado muera Cataluña, no sólo hubiera cometido una tremenda incorrección, sino que hubiera cometido un crimen contra España, y no sería digno de sentarse nunca entre españoles. Todos los que sienten a España dicen viva Cataluña y vivan todas las tierras hermanas en esta admirable misión, indestructible y gloriosa, que nos legaron varios siglos de esfuerzo con el nombre de España".



José Antonio Primo de Rivera

XAN

File:Rosalia.jpg
Rosalia.jpg


XAN

Rosalía de Castro

"Xan vai coller leña ó monte,
Xan vai a compoñer cestos,
Xan vai a poda-las viñas,
Xan vai a apaña-lo esterco,
e leva o fol ó muíño,
e trai o estrume ó cortello,
e vai á fonte por augua,
e vai á misa cos nenos,
e fái o leito i o caldo...
Xan, en fin, é un Xan compreto,
desos que a cada muller
lle conviña un polo menos.
Pero cando un busca un Xan,
casi sempre atopa un Pedro.

Pepa, a fertunada Pepa,
muller do Xan que sabemos,
mentras seu home traballa,
ela lava os pés no rego,
cátalle as pulgas ó gato,
peitea os longos cabelos,
bótalles millo ás galiñas,
marmura co irmán do crego,
mira se hai ovos no niño,
bota un ollo ós mazanceiros,
e lambe a nata do leite,
e si pode bota un neto
ca comadre, que agachado
traillo en baixo do mantelo.
E cando Xan pola noite
chega cansado e famento,
ela xa o espera antre as mantas,
e ó velo entrar dille quedo:
-Por Dios non barulles moito...
que me estou mesmo morrendo.
-¿Pois que tes, ña mulleriña?
-¿Que hei de ter? Deita eses nenos,
que esta madre roe en min
cal roe un can nun codelo,
i ó cabo ha de dar comigo
nos terrós do simiterio...
-Pois, ña Pepa, toma un trago
de resolio que aquí teño,
e durme, ña mulleriña,
mentras os meniños deito.

De bágoas se enchen os ollos,
de Xan ó ver tales feitos;
mas non temás, que antre mil,
n'hai máis que un anxo antre os demos,
n'hai máis que un atormentado
antre mil que dan tormentos."

miércoles, 21 de agosto de 2013

EXCURSO SOBRE ESPAÑA Y SU IMPERIO (A LOS FUNDAMENTOS DEL IMPERIALISMO BRITÁNICO)



El río Betis a su paso por Sevilla, abundante de galeones que venían de las Américas
 
 
 ¿FUE AMÉRICA PARA ESPAÑA “EL DORADO”?

Manuel Fernández Espinosa

 
Dedicado a mi amigo sevillano,
Antonio Moreno Ruiz, transterrado en América.
 
 
El presente artículo puede ser leído a modo de excurso de LOS FUNDAMENTOS DEL IMPERIALISMO BRITÁNICO, pues aunque no continuamos aquí la exposición de esos fundamentos y su evolución (cuestión histórica propiamente británica aunque vinculada a nuestro destino), en estas líneas presentamos una introducción a lo que sería un tema digno de estudiar más a fondo de lo que a día de hoy se ha hecho. Con persistencia cansina se oye a extranjeros y propios repetir que España fue poco menos que un ave rapaz que cayó sobre su presa americana. Es así como los victimismos más impresentables se insolentan contra España y persuaden con sus lacrimógena e intolerable milonga a los occidentales desinformados, reblandecidos, sentimentales, amenciados e idiotizados que hoy en día son mayoría abrumadora.

Es una constante advertida por el observador español (en menor grado le ocurre lo mismo al portugués) que en cualquier conversación, por insignificante que ésta sea, con un hispanoamericano del común, si el nombre de España sale a relucir, el hispanoamericano con harta frecuencia recurra al “mito de la codicia española” descalificando el papel de España en la Historia Universal. Con el “mito de la crueldad española”, el de la “codicia española” forma parte de la galaxia de mitos que forman la leyenda negra de España que hace execrable su papel descubridor, conquistador y colonizador de América. Estos mitos están bien arraigados en el imaginario hispanoamericano (huelga decir que muchos hispanoamericanos –los más cultos y mejor informados- no comparten esa percepción de una España exclusivamente interesada en las riquezas de América (oro, plata…) y que estos mismos no participen de la visión de unos conquistadores españoles genocidas y crueles).

En Europa (incluso en España; en donde la política de enseñanza está pésimamente orientada en lo que a patriotismo se refiere) se ha impuesto la leyenda negra contra España (sobre todo en cuanto a su actuación en América. Como todo el mundo sabe el otro tema estelar es la Inquisición). Incluso un alemán como Ernst Jünger (que no fue hostil a España, sino que todo lo contrario mostró simpatías –políticamente incorrectas- por la edad heroica de España) llega a incurrir en el manido mito de la codicia española, así en “La emboscadura” escribe: “Aquí se corre el peligro de padecer la suerte de aquellos españoles mandados por Hernán Cortés a los que, en la “Noche triste”, arrastró al fondo de las aguas el peso del oro del que no quisieron separarse”. En Alemania, al igual que en muchas otras naciones europeas, la leyenda negra contra España fue propalada sirviéndose, sobre todo, de la “Destrucción de las Indias” de Bartolomé de las Casas: los nazis, por ejemplo, difundieron en 1936 una traducción de esta ignominiosa obra contra España bajo el título libre de “Im Zeichen des Kreuzes. Die “Verwüstung Westindiens, d. h. die Massenausröttung der süd- und mittelamerikanischen Indianer nach der Denkschrift des Bartolomäus de Las Casas, von 1552” (“Bajo el signo de la Cruz. La “Devastación de las Indias Occidentales”, esto es: el exterminio en masa de los indios del sur y Centroamérica según el testimonio de Bartolomé de Las Casas, Obispo de Chiapa, de 1552”). En el título se desliza la intencionalidad anticristiana que late en la traducción. 

Pero volviendo a lo que nos interesa. La leyenda negra contra España ha penetrado precisamente allí donde sus promotores querían que calara: en Hispanoamérica. En los Liceos uruguayos, nos comentaba un uruguayo nada sospechoso de hostilidad contra España, se les enseña desde niños que los españoles teníamos como único y exclusivo afán el de arrebatar los recursos naturales de América, con especial predilección nuestra por los metales preciosos. Es prácticamente el estribillo recurrente que puede escucharse en América a poco que uno se refiera a España –bien lo saben todos nuestros compatriotas que han estado allá o allá se encuentran. Con el auge del indigenismo la leyenda negra antiespañola se convierte en uno de los grandes hontanares de aguas corrompidas a las que remover cada vez que se alienta un conflicto contra el ayer y hoy debilísimo, acomplejado y anémico “gobierno español”.

En cambio, al margen de esta propaganda calumniosa y vil contra España, debiéramos preguntarnos: ¿qué percepción tenían los españoles de aquellos siglos imperiales sobre lo que todo el mundo, al parecer, reputaba como un colosal golpe de fortuna en lo que a riquezas se refiere?

Es una pregunta legítima, puesto que todos los detractores de España alegan continuamente los tesoros que España acumulaba a costa de la explotación de las minas de Potosí, por ejemplo. En las invectivas extranjeras contra el oro indio que succionaba España podemos vislumbrar la envidia en latencia. Christopher Marlowe –citado en nuestro artículo LOS FUNDAMENTOS DEL IMPERIALISMO BRITÁNICO- no puede refrenar en varios pasajes de su obra dramática -“La trágica historia de la vida y muerte del Doctor Fausto”- lo que más ambiciona el círculo íntimo de Fausto (que pudiera ser interpretado como prototipo de las ansias imperialistas inglesas), patentizando los intereses que espoleaban a Inglaterra. Así dice un personaje:
 
 
“De Venecia han de traernos bajeles repletos,
y de América el vellocinio de oro que todos los años
llena las arcas del viejo rey Felipe.”

 
El “viejo rey Felipe” es Felipe II de España.

Si esto fue tal y como imaginaron los detractores de España, la percepción de los españoles sobre la llegada de los galeones cargados de oro tendría que ser unánimemente positiva. Desde luego que las toneladas de oro y plata, así como las bodegas llenas de maravillas de ultramar, tendrían que ser celebradas -por los españoles de toda condición y juzgando a simple vista- como señales tangibles de una especial providencia de Dios para con España. Sin embargo, la lectura de nuestros clásicos españoles nos dice lo contrario y bien temprano. Los estudios histórico-económicos de la época demuestran que algunos economistas españoles, como Martín de Azpilcueta, indican que este torrente metálico (Azpilcueta enfatizaba la plata americana) estaba relacionado, en gran medida, con la subida de los precios, que ya habían comenzado a elevarse durante la primera mitad del XVI (y nótese aquí que no nos interesa la causa real del alza de los precios, sino que Azpilcueta, doctor en la Universidad de Salamanca, pudiera plantear este asunto). Pero no sólo se atribuyó a la plata procedente de América el alza de los precios (en España y en Europa), sino que en el año 1600 otro español, Martín de Cellorigo, incluye el descubrimiento de América y sus efectos como una de las razones que explicarían, además de las alteraciones monetarias, la despoblación, y la decadencia de la agricultura, el comercio y la industria peninsulares.
 
Retrato idealizado de Martín de Azpilcueta, el llamado "Doctor Navarro" de la Universidad de Salamanca.

Podría decirse que, después de todo, no era más que la opinión de círculos muy reducidos de especialistas en economía de la época. Pero no es así.  La mayoría de los españoles cultos de los siglos XVI, XVII, XVIII y XIX mantuvieron un gran recelo en lo que respecta a la aventura española en América y esto lo podemos encontrar en la literatura de la época, desde los tratados políticos hasta la poesía del Siglo de Oro. 

El padre de la Compañía de Jesús, Pedro de Rivadeneyra (1526-1611) escribe en su “Tratado de la religión y virtudes que debe tener el príncipe cristiano para gobernar y conservar sus Estados. Contra lo que Nicolás Machiavelo y los políticos de este tiempo enseñan” (Madrid, 1595) que:

“La comunicación tan grande de naciones extranjeras, la abundancia de oro y plata, y piedras, y especierías, y regalos que han venido de las Indias, la mala y natural inclinación que tenemos al deleite, el no haberse atajado al principio los nuevos y viciosos usos, han trocado las costumbres e introducido una educación mujeril, delicada y regalada, y muy contraria a la educación dura y severa de nuestros antiguos”.

Rivadeneyra no escribe desde la economía –que en aquel entonces no era la "ciencia" que hoy es, ésta que confina con la ciencias ocultas como la astrología en sus horóscopos y con la matemática aplicada en su lenguaje esotérico. Aunque pudiera tener a mano los textos de Azpilcueta, lo que late en este pasaje es un antiguo lugar común de la literatura latina. Para ello hay que ir al poeta satírico Décimo Junio Juvenal (año 60 d. C. – 128 d. C.) que en su “Sátira VI” enuncia una idea que se anticipará a todas las teorías del ciclo y declive de los imperios. Los versos de Juvenal son estos:

“Nullum crimen abest facinusque libidinis ex quo
Paupertas Romana perit”.

 
“Ningún crimen ni aberración sexual nos falta en Roma,
Desde que en Roma pereció la pobreza”.

 
Este motivo de Juvenal resuena en los españoles cultos que, desde el moralismo más intransigente, creyeron ver precisamente la causa de una corrupción de costumbres -como nunca la hubo antes en España- en los tesoros que traía nuestra flota desde el Nuevo Mundo a la Península Ibérica. A esto se le podía sumar la despoblación que causaba la emigración de peninsulares a América, abandonándose en consecuencia nuestros núcleos rurales y los campos; es un lamento que se prolonga a lo largo de siglos hasta el mismo día de hoy. Pero las riquezas americanas que vienen a España serán el objetivo de las invectivas y siempre  excitará el recelo de los más avisados. El vate e historiador Bartolomé Leonardo de Argensola (1562-1631) también embiste contra los lisonjeros cargamentos de metales preciosos que nos traen los galeones cuando, dando consejos a un amigo, sobre la educación de los niños, dice:

“Haz que en sus aposentos no consienta
Un paje disoluto; ni allí suene
Canción de las que el vulgo vil frecuenta;

Canción que de Indias con el oro viene,

Como él, a afeminarnos y perdernos,

Y con lasciva cláusula entretiene”.

 

Como no podía ser menos, Francisco de Quevedo (1580 – 1645), siempre vigilante y en guardia contra los signos de la decadencia española, fue más duro todavía en su juicio –no ya sobre las riquezas corruptoras- sino sobre el mismo sentido del descubrimiento de América, al poner en boca de un indio chileno –que le responde a unos holandeses que trataban de allegar a los indios contra España- estas duras palabras:

“Los cristianos dicen que el cielo castigó a las Indias porque adoraban a los ídolos, y los indios decimos que el cielo ha de castigar a los cristianos porque adoran a las Indias. Pensáis que lleváis oro y plata y lleváis invidia (sic) de buen color y miseria preciosa”
(“La hora de todos y la fortuna con seso”, XXXVI: Los de Chile y los holandeses)

Por último, en este recorrido epidérmico por la literatura española que recela de las riquezas de las Indias, puede figurar Diego Saavedra Fajardo (1584-1648) que es tal vez el más acérrimo censor de las riquezas extraídas de América y traídas a España. Saavedra Fajardo halla en ellas la causa de toda la decadencia que tiene postrado al país por haber fomentado la emigración en pos de El Dorado y, por consecuencia, en España (se vuelve a repetir la letanía), la despoblación así como la desidia en todos los sectores económicos.

“Admiró el pueblo en las riberas de Guadalquivir aquellos preciosos partos de la tierra, sacados a luz por la fatiga de los indios y conducidos por nuestro atrevimiento e industria; pero todo lo alteró la posesión y abundancia de tantos bienes”.

Saavedra Fajardo airea este mismo tema varias veces en sus obras, dedicando un comentario amplio -sobre lo que representó el descubrimiento de América y la introducción de sus riquezas para España- en la Empresa LXIX -cuyo lema reza “Ferro et Auro”- de sus “Idea de un príncipe político christiano representada en cien empresas” (1642).

En el siglo XVIII y en el XIX no faltarán hombres de letras españoles que repitan estas ideas con leves matizaciones. Lo que podemos llamar ilustrados españoles, aunque es cierto que casi todos defenderían a España de la leyenda negra que le han fabricado sus enemigos (así Feijóo, Cadalso o Jovellanos) apenas serán conscientes de la significación del descubrimiento, conquista y evangelización de América por España y en muchos casos volverían a insistir en todos los males que nos acarreó a España el habernos encontrado con el Nuevo Mundo. Y, por ende, cuando ya se haya verificado la liquidación de los últimos vestigios de nuestro Imperio, léase a Ángel Ganivet, el más clarividente de su generación.
 

 

En este excurso he tratado de mostrar, con el testimonio irrefutable de grandes literatos españoles, que el mito de la “codicia española” no puede arrojársenos a los españoles todos, por más que le pese al simplismo insostenible de aquellos hispanoamericanos a los que la propaganda antiespañola ha inculcado el odio y el desdén por España, a expensas de un estereotipo de conquistador español en todo deformado, a lo largo de los siglos de difamación contra España. Y esa difamación difundida por nuestros enemigos multiseculares declara los sucios intereses que los movían que no eran otra más que la envidia y la ambición. No puede lanzársenos esa acusación (por mucho que hubiera españoles codiciosos) en tanto que nuestras elites culturales peninsulares sostuvieron un recelo casi permanente en lo que hace a la valoración de las riquezas que pudieran estar extrayéndose en tierras hispanoamericanas.

Tal vez este excurso también sirva para refrenar los delirios de algunos españoles que sostienen una imagen muy equivocada de lo que fue nuestro Imperio, al pensar –con prejuicios supremacistas y racistas- que lo nuestro fue un burdo imperialismo interesado no más que en expoliar las materias primas de nuestras posesiones de Ultramar, conquistadas por derecho de guerra, lo cual no se puede aplicar con justicia al caso de España como sí es una acusación que puede hacerse a todos los imperialismos europeos del siglo XIX, guiados por el ultranacionalismo, el pragmatismo, el materialismo y el progresismo.

Nuestra elite intelectual peninsular llegó a plantearse muy en serio si el descubrimiento del Nuevo Mundo (con sus riquezas todas) fue algo positivo o negativo para España. La mayoría de las voces que respondieron a esta cuestión lo hicieron de un modo difícil de imaginar para cualquiera que se deje arrastrar por leyendas negras o leyendas rosas: nuestros economistas, nuestros tratadistas políticos, nuestros poetas juzgaron que, lejos de ser algo favorable para España, el encuentro con América resultó ser más desventajoso para nosotros de lo que supone la leyenda negra instalada en los países iberoamericanos.

Y ahí queda eso.

BIBLIOGRAFÍA:

Ernst Jünger, "La emboscadura", Editorial Tusquets, año 1993.

Christopher Marlowe, "La trágica historia de la vida y muerte del Doctor Fausto", Cátedra Letras Universales, año 1993.

Pedro de Rivadeneyra S. J., "Tratado de la religión y virtudes que debe tener el Príncipe Cristiano para gobernar y conservar sus estados contra lo que Nicolás Maquiavelo y los políticos de este tiempo enseñan", Editorial Sopena Argentina, S. R. L., año 1942.

Juvenal, "Sátiras" (hay una traducción muy recomendable al español -pero sin su original latino- en la Biblioteca Básica Gredos: Juvenal y Persio, "Sátiras", introducciones generales de Rosario Cortés Tovar y traducción y notas de Manuel Balasch, año 2001). Sin duda que en español la Biblioteca Gredos es la más recomendable en autores clásicos griegos y latinos.

Bartolomé Leonardo de Argensola, "Rimas" (2 volúmenes), Espasa-Calpe, año 1974.

Francisco de Quevedo, "Los sueños" (existen muchas ediciones, en el cuerpo del texto se precisa el lugar exacto de donde extraigo la cita).

Diego Saavedra Fajardo, "Empresas políticas", Planeta Autores Hispánicos, año 1988.

Ángel Ganivet, "Idearium español con El porvenir de España", edición de Inman Fox, Espasa Calpe, año 1990.

Valentín Vázquez de Prada, "La crisis del humanismo y el declive de la hegemonía española", tomo VIII de la Historia Universal de EUNSA.

martes, 20 de agosto de 2013

DUGUIN: PROFETA DE EURASIA

Alexander Duguin
 
Alberto Buela


Alexander Duguin (Moscú, 1952) se ha transformado hoy en el más significativo geopolitólogo ruso. Inscripto en la ideología nacional bolchevique del estilo de Ernst Niekisch sostiene un socialismo de los narodi. Esto es, un socialismo de los pueblos, despojado de todas las taras modernas como su materialismo, su ateísmo y su ilustración. Su teoría geopolítica es la construcción de un gran espacio euroasiático con centralidad en Rusia. En este libro que comentamos, traducción al portugués de Aganist the west (2012), se va a ocupar en primer lugar de qué entiende por Occidente, que a partir del nacimiento de la modernidad, pasando por sus distintas etapas - Renacimiento, Nuevo Mundo, Reforma, Revolución francesa, Revolución bolchevique, Transformación tecnológica, Globalización – se ha ido transformando en el criterio normativo del mundo. El proceso de modernización tiene dos caras, una exógena que no emerge de las necesidades de los pueblos y otra, endógena, que es un principio interno que no puede ser negado. La primera ha servido para la colonización y dominio de los pueblos, en tanto que la segunda surgió como una necesidad natural. En cuanto a la globalización: representa el último punto de realización práctica de las pretensiones fundamentales de Occidente a la universabilidad de su experiencia histórica y de sus valores. A la tesis de “Rusia, país europeo” va a oponer la tesis “Rusia-Eurasia como una civilización opuesta tanto Occidente como a Oriente”.

Apoyándose en la idea “gran espacio” (1939) de Carl Schmitt y teniendo como antecedente la Doctrina Monroe (1823) propone recuperar la idea de imperio. Sostiene que la Doctrina Monroe nació como una idea anticolonialista y se fue transformando en una propuesta colonialista. Para nosotros, americanos del sur, tal Doctrina fue siempre colonialista cuyo enunciado real fue desde un comienzo: América para los norteamericanos. El concepto de imperio que se propone va más allá de los contextos históricos o políticos en que se haya dado y no se limita solo a una dimensión física ni a la presencia de un emperador. Eso sí, el imperio exige un estricto centralismo administrativo y una amplia autonomía regional: El imperio es la mayor forma de humanidad y su mayor manifestación.

Cuando entre los imperios nombra el imperio comunista de la URSS y al imperio liberal de los EUA, y los pone a la misma altura que los imperios romano o autro-húngaro, Duguin no realiza la distinción entre imperio e imperialismo. Así, el imperio impone pero deja valores que le son propios (lengua, instituciones), mientras que el imperialismo es la imposición de un Estado sobre los otros para su explotación lisa y llana. El imperialismo deja solo desolación, en tanto que el imperio abre un mundo desconocido a sus dominados.

Un comentario especial merece su caracterización del conservadorismo, donde se ve la influencia de Alain de Benoist, seguramente el más original pensador francés vivo. El conservador no quiere conservar el pasado por ser pasado, según se lo define habitualmente, sino que pretende conservar del pasado lo constante, lo perenne. Y eso, porque no tiene una visión diacrónica de la historia sino sincrónica. El sentido del ser, de lo que es y existe no se apoya para él en la ideas de movimiento (pasado, presente, futuro) donde las cosas nos hacen un llamamiento desde el futuro bajo la idea de progreso, como sucede con el iluminismo, el modernismo y, hoy, el progresismo, sino que el sentido de las cosas hay que buscarlo en lo constante, en lo que permanece. El ser tiene una primacía sobre el tiempo; lo comanda y predetermina su estructura: el tiempo se da en el seno del ser como acontecimiento apropiador del ser. La conclusión política del conservadorismo ha dado lugar a la “cuarta teoría política”, pues así como en el siglo XX se dieron la primera teoría política con el liberalismo, la segunda con el marxismo, la tercera con el nazismo hoy, a comienzos del siglo XXI, hace su aparición la “cuarta teoría política” que hunde sus raíces en la revolución conservadora alemana del período entre guerras y que tuvo como exponentes, entre otros, a Moeller van der Bruck, Carl Schmitt, los hermanos Jünger, Martín Heidegger, von Solomon, von Papen, Werner Sombart, Stefan George que no se pudo plasmar en una práctica política concreta.

El imperio eurasiano propuesto por Duguin con Rusia como centro y cabeza que: debe pensar y obrar imperialmente, como un poder mundial que tenga opinión sobre todo hasta los lugares más distantes del planeta, tiene “carácter civilizatorio” nos parece ambicioso, pero no inverosímil. Nosotros creemos, y hemos intentado mostrar a través de múltiples trabajos, que las ideas de gran espacio y de imperio, en este caso, se unifican en la idea de “ecúmene”, que como la Hélade para los griegos, la romanitas para los romanos, o la hispanidad para los españoles, designan los grandes de tierra habitados por hombres que comparten entre sí, lengua, usos, costumbres, creencias y enemigos comunes. Y en este sentido sostenemos que el mundo es un pluriverso compuesto por varias ecúmenes entre las que se destaca, para nosotros, la iberoamericana. Finalmente, toda la última parte del libro va ha estar ocupada en asuntos internos y temas casi exclusivamente rusos, de los que no nos encontramos capacitados para juzgar: la relación de Rusia con Ucrania, la filosofía del narod y su patriotismo erótico, el arcano roxo de Rusia, la estructura sociogenética de Rusia e intereses y valores post Tskhinvali. Queremos felicitar a los traductores brasileños por este trabajo, que acerca al mundo luso e hispano hablante a un geopolitólogo de valía, prácticamente desconocido en nuestra común ecúmene cultural.
 
 
 
1 Cfr. El excelente trabajo del mejicano Carlos Fuentes: La doctrina Monroe

2 Cfr. Martín Heidegger: Tiempo y ser(1962), que no hay que confundir con Ser y tiempo de 1927.

ODA A ROOSEVELT



"¡Es con voz de la Biblia, o verso de Walt Whitman, 
que habría que llegar hasta ti, Cazador! 
Primitivo y moderno, sencillo y complicado, 
con un algo de Washington y cuatro de Nemrod. 
Eres los Estados Unidos, 
eres el futuro invasor 
de la América ingenua que tiene sangre indígena, 
que aún reza a Jesucristo y aún habla en español. 


Eres soberbio y fuerte ejemplar de tu raza;
eres culto, eres hábil; te opones a Tolstoy.
Y domando caballos, o asesinando tigres,
eres un Alejandro-Nabucodonosor.
(Eres un profesor de energía,
como dicen los locos de hoy.)
Crees que la vida es incendio,
que el progreso es erupción;
en donde pones la bala
el porvenir pones.
No.


Los Estados Unidos son potentes y grandes.
Cuando ellos se estremecen hay un hondo temblor
que pasa por las vértebras enormes de los Andes.
Si clamáis, se oye como el rugir del león.
Ya Hugo a Grant le dijo: «Las estrellas son vuestras».
(Apenas brilla, alzándose, el argentino sol
y la estrella chilena se levanta...) Sois ricos.
Juntáis al culto de Hércules el culto de Mammón;
y alumbrando el camino de la fácil conquista,
la Libertad levanta su antorcha en Nueva York. 



Mas la América nuestra, que tenía poetas
desde los viejos tiempos de Netzahualcoyotl,
que ha guardado las huellas de los pies del gran Baco,
que el alfabeto pánico en un tiempo aprendió;
que consultó los astros, que conoció la Atlántida,
cuyo nombre nos llega resonando en Platón,
que desde los remotos momentos de su vida
vive de luz, de fuego, de perfume, de amor,
la América del gran Moctezuma, del Inca,
la América fragante de Cristóbal Colón,
la América católica, la América española,
la América en que dijo el noble Guatemoc:
«Yo no estoy en un lecho de rosas»; esa América
que tiembla de huracanes y que vive de Amor,
hombres de ojos sajones y alma bárbara, vive.
Y sueña. Y ama, y vibra; y es la hija del Sol.
Tened cuidado. ¡Vive la América española!
Hay mil cachorros sueltos del León Español.
Se necesitaría, Roosevelt, ser Dios mismo,
el Riflero terrible y el fuerte Cazador,
para poder tenernos en vuestras férreas garras. 



Y, pues contáis con todo, falta una cosa: ¡Dios!"




Rubén Darío

viernes, 16 de agosto de 2013

NACIONALISMO Y PORTUGAL

 Batalla de Aljubarrota.jpg




(*) Antes que nada, me gustaría reseñar que escribo este artículo desde el inmenso amor y la intensa admiración que le profeso a Portugal, a la cual considero mi segunda patria. Conozco más y mejor muchas tierras portuguesas que algunas tierras españolas. Llevando dos años en la América del Sur, puedo decir que cuando siento añoranza, Portugal aparece automáticamente. Y bueno, en el Perú ejerzo como profesor y traductor de portugués… Si no fuera por lo mucho que siento por Portugal, no escribiría estas líneas desde el sentimiento y la consternación. 


Y es que verán ustedes, hace tiempo, un insigne patriota portugués me dijo que, de una manera u otra, el patriotismo en Portugal siempre tenía que indicar cierto resentimiento contra España. Yo le dije que si eso es así, entonces, era un patriotismo muerto. 


Según veo, el nacionalismo portugués ha fabricado una historia (Curiosamente parecida a la que fabricaron las oligarquías criollas y los revolucionarios españoles en las repúblicas hispanoamericanas) que se resume en que España es un gran enemigo que constantemente busca invadir a Portugal, y que de hecho, las glorias nacionales están en defenderse de sus continuas agresiones.


Claro que primero habría que definir qué es esa España, o hasta la misma Castilla…. Porque hasta principios del siglo XVIII, los reyes portugueses protestaban cuando se denominaba a España como la unión de las Coronas de Castilla y Aragón. Sí, el nombre acabó siendo “nombre de estado”, pero hasta hace relativamente poco, era un concepto que iba más allá de lo político. Buena parte de la nobleza portuguesa buscó la unidad con el resto de la antigua Hispania; con todo, queriendo la primacía lusa, como apuntaba el historiador Joaquim Pedro de Oliveira Martins. 


Tras la Reconquista, en la actual provincia de Huelva (Antiguo reino de Sevilla, parte de la Corona de Castilla) se tuvieron que construir los llamados “castillos de la banda gallega” para frenar las incursiones portuguesas, irrespetuosas con los tratados firmados tras la guerra contra los moros. Todavía en la sierra de Huelva se cuentan leyendas de estas terribles razzias. Y las leyendas siempre tienen algo de verdadero, por poco que sea.


En el siglo XV, Portugal intentó expandirse más allá del Duero y fue frenado por Isabel la Católica, auténtica libertadora que ganó en la batalla de Toro la independencia frente al intervencionismo luso que buscaba la primacía de la Península mandando sobre los otros reinos. Portugal se inmiscuyó de lleno en una guerra civil castellana apoyando al bando usurpador, y si bien Toro no fue una gran victoria militar, libró al resto de España de la invasión.


Asimismo, en el siglo XVIII, Portugal volvió a invadir suelo español, llegando el marqués das Minas a tomar Madrid. Era una guerra de Sucesión donde ni la Casa de Austria, ni el imperio británico ni Holanda respetaron el testamento de Carlos II de España, e intentaron imponer por la fuerza su deseo para con España. Portugal llegó a aliarse con Holanda, el brutal enemigo que había intentado arrebatarle sus colonias, con tal de invadir España. Y ayudó a que el imperio británico pusiese su bota en la Península, fundando Gibraltar, una colonia que ha impulsado constantes ataques económicos y políticos contra España, pero también contra Portugal. 


Y eso por no hablar de las incursiones bandeirantes que durante tres siglos violaron sistemáticamente las fronteras en Sudamérica. 


No todo es Aljubarrota y Olivenza…


Ahora bien, en el caso de Olivenza, por supuesto, creo que debe volver a manos portuguesas. Olivenza es producto de una vergonzosa guerra entre hermanos alentada por Francia, al igual que el imperio británico azuzó a Portugal muchas veces. Por tanto, que Olivenza vuelva a Portugal. 


El nacionalismo nunca ha casado con la historia. Es un producto romántico que en el mundo hispano ha hecho auténticos estragos. Tanto peligro tienen en España los separatistas antiespañoles como los separadores centralistas. Igual que en Portugal aquellos que no respetan el mirandés, o que no se dan cuenta de las diferencias que, lógicamente, son menores por cuestiones de menor población y tamaño. O aquellos portugueses que no entienden que una muy buena parte de sus compatriotas no quiso la separación iniciada en 1640, como no la quiso Ceuta. El victimismo de este nacionalismo portugués no está avalado por la historia. Asimismo,   el pueblo español no tiene afanes expansionistas contra Portugal, y por otra parte, no considera la decisiva batalla de Toro como afirmación de su ser. 


Pienso que aprendiendo de los errores del pasado, podremos mirar al futuro como quería António Sardinha, es decir, juntos, que no revueltos. Una fuerte alianza diplomática, económica y militar que pueda forjar una efectiva comunidad iberoamericana y que, así, con aquellas naciones que nos son más afines, podamos establecer nuestra propia alianza. Pero con nacionalismos, victimismos e insultos, desde luego no vamos a ninguna parte, y no seremos más que el facilón botín de moros e ingleses en una Europa cuyos banqueros alemanes y burócratas de despachos de Bruselas y servilismo yanqui-sionista nos va a terminar de reventar.









________________________________________________________________




NACIONALISMO E PORTUGAL



(*)Antes de mais nada, gostaria de sublinhar que escrevo este artigo a partir do imenso amor e da intensa admiração que professo a Portugal, país que considero a minha segunda pátria. Conheço mais e melhor muitas terras portuguesas que algumas terras espanholas. Levando já dois anos na América do Sul, posso dizer que nas minhas saudades Portugal aparece automaticamente. E bom, no Peru exerço funções de professor e tradutor de português… se não fosse pelo muito que sinto por Portugal, não escreveria estas linhas motivadas pelo sentimento e pela consternação.

Faz algum tempo que um insigne patriota português me disse que, de uma maneira ou de outra, o patriotismo em Portugal sempre tinha que indiciar um certo ressentimento contra Espanha; e eu respondi-lhe que, se assim era, então era um patriotismo morto.

Segundo vejo, o nacionalismo português fabricou uma história (curiosamente parecida à que fabricaram as oligarquias crioulas e os revolucionários espanhóis nas repúblicas hispano-americanas) que se resume em que Espanha busca constantemente invadir Portugal e que, de facto, todas as glórias nacionais portuguesas resultam da defesa contra a contínuas agressões espanholas. 

Claro que primeiro haveria que definir o que é essa Espanha ou até a própria Castela… porque até princípios do século XVIII, os portugueses protestavam quando se denominava de Espanha a união das coroas de Castela e Aragão. Sim, o nome acabou por ser “nome de estado”, mas até há relativamente pouco tempo era um conceito que ia muito além do político. Boa parte da nobreza portuguesa buscou a unidade com o resto da antiga Hispânia; contudo, ambicionando a primazia lusa, como apontava o historiador Joaquim Pedro de Oliveira Martins.
Depois da Reconquista, na actual província de Huelva (antigo Reino de Sevilha, parte da Coroa de Castela), tiveram que se construir os chamados “Castelos da Banda Galega” para travar as incursões portuguesas, desrespeitosas dos tratados assinados depois da guerra contra os mouros. Na serra de Huelva ainda hoje se contam lendas destas terríveis razias. E as lendas sempre têm algo de verdadeiro, por pouco que seja. No século XV, Portugal tentou expandir-se para além do Douro, tendo sido travado por D. Isabel a Católica, autêntica libertadora que ganhou na batalha de Toro a independência frente ao intervencionismo luso que buscava a primazia na Península, mandando nos outros reinos. Portugal imiscuiu-se totalmente numa guerra civil castelhana, apoiando o lado usurpador e, se bem que Toro não foi uma grande vitória militar, livrou o resto da Espanha da invasão.
Bem assim, no século XVIII Portugal voltou a invadir solo espanhol, chegando o Marquês das Minas a tomar Madrid. Era uma guerra de sucessão, onde nem a Casa de Áustria, nem o império britânico, nem a Holanda respeitaram o testamento do rei D. Carlos II e tentaram pela força impor a sua vontade em relação a Espanha. Portugal chegou a aliar-se com a Holanda, o brutal inimigo que que tinha tentado arrebatar-lhe as suas colónias, tal era a sanha de invadir o país vizinho. E assim ajudou os britânicos a por a bota na Península, fundando Gibraltar, uma colónia que impulsionou constantes ataques económicos e políticos contra Espanha mas também contra Portugal. Isto já sem falar nas incursões dos Bandeirantes que durante três séculos violaram as fronteiras na América do Sul.
Nem tudo é Aljubarrota e Olivença… Ora bem, no caso de Olivença, com certeza que deve voltar a mãos portuguesas. A toma de Olivença é produto de uma vergonhosa guerra entre irmãos acalentada por França, da mesma forma que o império britânico atiçou Portugal muitas vezes. Portanto, que volte Olivença a Portugal.
O nacionalismo nunca se casou com a história. É um produto romântico que, no mundo hispânico, fez verdadeiros estragos. Tanto perigo representam em Espanha os separatistas antiespanhóis como os separadores centralistas. Da mesma forma que em Portugal, o representam aqueles que não respeitam o mirandês ou que não se dão conta das diferenças que, logicamente, são menores por questões de menor população e tamanho. Ou ainda o representam aqueles portugueses que não entendem que uma parte dos seus compatriotas não quiseram a separação iniciada em 1640, como a não quis Ceuta. 
A vitimização desse nacionalismo português não está avalisada pela história. E, no entanto, o povo espanhol não tem intentos expansionistas em Portugal, sendo que, por outro lado, não considera a decisiva batalha de Toro como afirmação do seu ser.
Penso que aprendendo com os erros do passado, podemos olhar para o futuro como queria António Sardinha, ou seja, juntos embora não misturados. Uma forte aliança diplomática, económica e militar que possa forjar uma efectiva comunidade ibero-americana e que, com aquelas nações que nos são mais afins, possamos replicar a nossa própria aliança. Mas com nacionalismos, vitimizações e insultos, desde logo que não vamos a parte alguma e não seremos mais que uma presa fácil de mouros e ingleses, numa Europa em que banqueiros alemães, burocratas de secretaria em Bruxelas e servilismo ianque-sionista vão acabar de destruir.




DEMOCRACIA?

"Não se organiza a democracia. Não se democratiza a organização. Organizar a democracia é instituir aristocracias, democratizar uma organização é introduzir nela a desorganização. Organizar significa diferenciar, ou seja criar desigualdades úteis; democratizar é igualar, o mesmo que estabelecer, em vez das diferenças, das desigualdades, das organizações, a igualdade que é estéril e fatal a qualquer sociedade."
 Charles Maurras. 

jueves, 15 de agosto de 2013

ANDALUCÍA Y JOSÉ MARÍA PEMÁN: EL SÉNECA


File:Placa Pemán.jpg
 Full resolution

 José María Pemán reunió en su «Meditación española» gran parte de sus ensayos breves. Nunca estuvo ausente en la obra de Pemán, con ser muy extensa, la preocupación de nuestro país, sometido por la historia a las frecuentes pruebas del «problema de España», no siempre bien planteado, por supuesto. El problema de España es tanto realidad nacional como prejuicio extranjero, y así Pemán encabezó aquella colección de sus trabajos con una sabrosa «Meditación para franceses», ofrecida al público de esa lengua.

España en gran parte es, para José María Pemán, Andalucía precisamente; en lo que no anda descaminado, puesto que en la milenaria Bética se concentran muy puras esencias nacionales de que gustan, con afán, los viajeros y turistas, frente a quienes buscan las vueltas más desfavorables a nuestro genio y a nuestra Historia. 

 
A lo largo del tiempo, España inspira constantes y encendidas apologías, pero no faltan las diatribas que formaron la nunca cancelada «leyenda negra». Fue característico de José María Pemán hacerse cargo de todo ello, gracias a su amplitud de criterio, con esa gracia andaluza, (gaditana para más señas). La gracia andaluza es más que «humor», porque lo absorbe para fundirlo con el ingenio popular de una tierra asomada al Atlántico y al Mediterráneo.

También fue andaluz el Séneca histórico, por mucho que pesara sobre él la cultura y civilización romanas. Pero la Andalucía romana —que lo fue después de ser griega, fenicia y misterio tartesio—, se hizo árabe en genial asimilación. Lucio Séneca se hubiera sentido muy a su gusto en la Córdoba del califato.... Y no deja de ser significativo que el primer valorador de Séneca, en la España contemporánea, fuese otro andaluz, el granadino Angel Ganivet.

José María Pemán al crear, su «Séneca» elaboró un personaje que no se explica sólo en su alma, por la campiña jerezana, ni por la marisma, ni por los puertos, ni por todas las tierras bajas que el Guadalquivir subraya, con el filial refuerzo del Genil: «el Séneca» de Pemán representa típicamente al campesino andaluz, nunca extraño, ni mucho menos, a toda interpretación del carácter español. 


Si las cosas del campo le fuesen mal a este «Séneca», equilibrado y zumbón, podría establecerse quizá en los barrios bajos madrileños, con una taberna al viejo estilo, donde él se iría definiendo a su manera, enriqueciendo su habla con ese desgarro peculiar de la capital de España. Y si se viese forzado a un desplazamiento más, «el Séneca» de origen andaluz descubriría el «seny» de los catalanes como algo familiar y trabajaría, canturreando, en algún taller o fábrica. Pero no dejaría nunca de observarlo todo, sin el subsiguiente comentario, risueño, sereno, meditativo, incapaz de perder le cabeza.

Pero tal vez la lógica de la composición aconsejaría que «el Séneca» anduviese libre por su propia cuenta y riesgo, dada la sustantividad del tema. Pero es que, a su vez, esta Andalucía honda, tiene vida propia, y se la reconoce Pemán en textos que son paisaje, cuadro de costumbres y fiel folklorismo. Andalucía es un inmenso lugar común, en el más noble sentido de la expresión.

Pero la tendencia a evadirse del tópico, es propia de todo escritor que se estime. Mucho más si se trata de un poeta, y así Pemán buscando otras y distintas Andalucías, ha dado, por ejemplo, con el insólito espectáculo reflejado «Nieve en Cádiz»:

 
«Hoy ha nevado en París, en Berlín, en San Sebastián, en Madrid... y en Cádiz. Andalucía es así... Pasan años y años, pasmada e indiferente, al margen de los grandes ruidos europeos y las grandes trepidaciones culturales, y de pronto, un buen día, con un salto felino de su gran fuerza intuitiva y su gran poder de adaptación, surge un Falla en Cádiz, o Juan Ramón en Huelva, o Picasso en Málaga, enterados hasta el fondo de todo el revuelo de por ahí afuera, maestros del mundo, cabos de vanguardia. Así, en esta gris y cosmopolita mañana de febrero, ha surgido de pronto la nieve sobre las palmeras de Cádiz...».

Probablemente, lo que salva a Andalucía de la pérdida de personalidad a que parece condenarla el cosmopolitismo igualitario, es su concepto del trabajo. No es que Andalucía trabaje menos que otras regiones y que otros pueblos. Trabaja como el que más..., o como el que menos; lo que hace Andalucía es trabajar a su manera: en eso, como en todo. 

 
También «el Séneca» tiene en eso su punto de vista personal:

 
«Yo he oído contar a mi padre que la primera conquista de los jornaleros de viñas, cuando empezaban estas cosas, fue aquella de meter, cada dos horas, en la peonada, esos diez minutos de descanso que se llamaban «el cigarro». ¡Pero si toda la gracia del cigarro está en echarlo cuando a uno se le antoja!...».

Precisamente en esa idea de los andaluces acerca del trabajo —que los inmuniza contra el marxismo— hay que buscar el secreto de la Andalucía de todos los tiempos. Porque su modelo, «el Séneca», se preserva contra toda clase de tentaciones con esa cordura, prudencia, y tendencia a lo bueno y a lo justo, que los historiadores de la filosofía llaman precisamente senequismo». No en vano Séneca se llama así. 

 
Sólo que este otro «Séneca» nació después que el romano, y, por tanto, el precristiano que fue en su esencia el estoico cordobés, ...se convirtió en el cristiano, hecho y derecho, de la tierra jerezana, por mucho que de vez en cuando jugara al escepticismo. Por supuesto, al escepticismo de tejas abajo, donde mejor residen las fuentes del cante «jondo». 







Fuente:  http://hispanismo.org/literatura/8967-andalucia-y-jose-maria-peman-el-seneca.html