RAIGAMBRE

Revista Cultural Hispánica

viernes, 3 de marzo de 2017

LOS MOVIMIENTOS POPULARES ESPAÑOLES DEL SIGLO XIX

Segadores del campo andaluz


CONTRA EL LIBERALISMO DEL SIGLO XIX

Manuel Fernández Espinosa


El historiador marxista británico Eric J. Hobsbawm (1917-2012) sostenía que "La península ibérica tiene problemas insolubles, circunstancia común, e incluso normal, en el "tercer mundo", aunque extremadamente rara en Europa". Lo de "problemas insolubles" lo dice él; España no tiene más problemas que cualquier otro país europeo desde que la pseudo-reforma protestante y el liberalismo existen y su grado de solución es tanto como el de cualquiera (sería hora de dejar atrás ese paralizante fatalismo). Para fundamentar su dictamen Hobsbawm recurría a los estudios de su compatriota Raymond Carr los cuales concluían que, en el curso del siglo XIX, en España había fracasado el liberalismo (desarrollo económico capitalista, sistema político parlamentario burgués y desarrollo cultural e intelectual occidental); si en España -parece decirnos Hobsbawm- hubiera triunfado el liberalismo, todo sería mejor e incluso nos ahorraría tal vez llamarnos eso de "tercer mundo".

No vamos a enredarnos en las consecuencias hipotéticas de lo que hubiera sido España de triunfar sin oposición el liberalismo, eso vamos a dejárselo a los visionarios de la historia ficción, lo que sí interesa es constatar que el liberalismo no triunfó en España y ni que decir tiene que es algo que aplaudimos. Es a la hora de entrar a identificar los obstáculos con los que se encontró el liberalismo con lo que habría que lidiar. Los primeros que, sin dudarlo, se oponen frontalmente al liberalismo son los carlistas: la resistencia carlista al liberalismo tuvo mucho de instintiva defensa del orden tradicional, pero por encima del instinto de los voluntarios del pueblo planeaba -y esto no hay que olvidarlo- la dirección de lo que, permítaseme denominarle, era la "intelligentsia" del carlismo: la facción de los "apostólicos". Esta facción carlista estaba formada en su gran parte por el clero que había identificado el "liberalismo" como lo que era: el correlato político, económico y social de la herejía protestante. Teniendo en cuenta esto entenderemos mejor que el carlismo no fue, como quieren sus detractores, una fuerza ciega, la refractaria caverna reaccionaria -durante mucho tiempo hemos estado contemplando nuestra historia nacional con los tópicos propagandísticos del enemigo liberal del siglo XIX, heredados por la izquierda internacionalista y apátrida.

Pero no sólo fue el carlismo el gran obstáculo con el que chocó el liberalismo decimonónico. El liberalismo entendió que había que ganarse a la Iglesia católica (siempre hubo liberales, desde la Cortes de Cádiz, que así habían pensado; lo mismo que liberales exasperados que, atiborrados de anticlericalismo, habían pensado lo contrario). Los "moderados" (la derecha liberal) fue la que actuó con más astucia: frenó los excesos y desórdenes de los liberales más exaltados y anticlericales y, una vez que al clero le despojaron (desamortizando sus bienes) de las fuentes que le permitían tradicionalmente la independencia económica, lo vinieron a reducir al papel de burócrata del culto, un "estamento" ahora asalariado, a sueldo del estado liberal; y no fue poco triunfo liberal el de firmar un Concordato con la Santa Sede en 1851, pero en modo alguno fue bueno ni para la Iglesia ni para España. Una nada despreciable parte de nuestro clero quedó subordinada al patronazgo estatal y fue convertido en "deudo" de los nuevos ricos que, a cambio de una chocolatada, arrendaban un puesto en el cielo tras haber saqueado a la Iglesia. Hubo mucha claudicación, mucha componenda en un amplio sector del clero que no estuvo a la altura de las circunstancias, salvando egregias excepciones rurales más o menos combativas (como el Cura Santa Cruz) o más o menos intelectuales (Sardá y Salvany: "El liberalismo es pecado") pero, a la postre, la conducta práctica del clero en general se percibe como una connivencia con el liberalismo y suena a: "Como los carlistas no han ganado, más vale que nos arreglemos con los moderados". Y así nos fue a todos... El clero, con sus nuevas amistades, lo que logró fue enajenarse las simpatías del pueblo empobrecido que, mal guiado por la didáctica masonizante, se quedó con la impresión de que la Iglesia se había convertido en aliada de la burguesía incipiente y egoísta, liberal.

Por eso, en el correr del siglo XIX, una cada vez más importante masa popular, depauperada por las consecuencias de la política económica liberal, se aleja cada vez más de la Iglesia y adopta posiciones revolucionarias. Así, en el verano de 1861, estalla la sublevación de Loja (la Revolución del Pan y el Queso), pero con antelación -también en el verano, era el de 1857- unos pocos más de cien jornaleros se alzan en el campo andaluz, tomando Utrera y El Arahal, al grito de "Mueran los ricos". Estos alzamientos llevan todavía el sello de la reacción popular contra una situación de hambre y carestía, propiciada por la profunda injusticia social que instala el liberalismo extranjerizante. Se produjeron intermitentes alzamientos campesinos en Andalucía, en Castilla y en Aragón... Pero, ¿quiénes son ahora los que lideran estos conatos tumultuarios de diversa consideración? Los demócratas y los republicanos, sin que podamos descartar que en sus lóbregos y sórdidos antros la masonería estuviera maniobrando. Más tarde, andando el tiempo, el anarquismo bakuninista aterriza en España, en el contexto de la Revolución de 1868. Con anterioridad Pi y Margall había traducido a Proudhon y el federalismo se había nutrido de estas dos canteras. El anarquismo adopta el ateísmo y transmite un inconfundible mensaje anticlerical, pero es imposible desvincular el anarquismo primitivo con un soterráneo fondo cristiano, hasta en sus formas de propagación recuerda el cristianismo primitivo. El hecho es que el anarquismo capta las simpatías y logra las adhesiones de una parte importante del pueblo pobre y el agitador anarquista releva a los curas de antaño que arengaban contra el liberalismo desde sus púlpitos. Cuenta el Barón de Laveleye (1854-1938) que, cuando vino el belga a Barcelona, los anarquistas celebraban sus reuniones en iglesias abandonadas de la Ciudad Condal: "desde el púlpito los oradores atacaban a todo...", denunciaban las maldades del mundo capitalista y de la clase burguesa egoísta y anunciaban un mundo nuevo, una versión secularizada de la "parusía". Sin el sustrato católico -de mentalidad católica- hubiera sido difícil que las masas se convirtieran a la nueva religión sin Dios del anarquismo; si el anarquismo no hubiera tenido ese asombroso parecido con el cristianismo, en su rechazo del liberalismo, tampoco hubiera granjeado grandes éxitos en la "catequización" de las masas campesinas y obreras españolas.

Si consideramos estos fenómenos arriba someramente planteados con la debida atención debiéramos extraer algunas conclusiones:

1. España es constitutivamente antiliberal, refractaria al liberalismo económico, político y social.

2. Lo fue en su contra-revolución, con los carlistas.

3. Lo siguió siendo en su "revolución anarquista".

4. El fundamento de ese antiliberalismo es el sustrato católico, operante expresamente en el carlismo y operante, aunque severamente amputado en el orden trascendente, en su anarquismo posterior.

miércoles, 1 de marzo de 2017

LA HISPANIDAD ANTE EURASIA

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Por Antonio Moreno Ruiz
Historiador y escritor


En nuestro tiempo parece que cobra auge la idea y el concepto de “Eurasia”. Se relaciona mucho con el pensador ruso Alexander Duguin y su escuela, ahora enfrascada en la elaboración de la Cuarta Teoría Política (1). Sin embargo, siendo exhaustivos, hemos de recordar el nombre y el ideal de “Eurasia” ya fue esbozado por algunos exiliados rusos ya a principios del siglo XX; los cuales, huyendo de la Unión Soviética, visualizaron un nuevo futuro para su patria a través de un gran espacio geopolítico que no en vano se correspondía con su tradición imperial.




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Alexander Duguin




El eminente polígrafo Alexander Solzhenitsyn QEPD (2), si bien siempre receló con fuerza del término “Eurasia”, hablaba de las ficticias fronteras que se estaban realizando en el actual Kazajstán y en otros puntos del antiguo imperio ruso por mor de las “fronteras redefinidas” soviéticas, política que, aunada a las deportaciones masivas, es responsable de que veinticinco millones de rusos se encuentren fuera de sus tierras; y muchas veces atrapados ante un entorno dura y manifiestamente hostil. Alguna solución hay que hallar a este terrible desorden. ¿Ayudará en ello la recién creada Unión Aduanera Eurasiática? No lo sabemos. Pero si sólo se queda en lo comercial, ya sabemos cómo ha ido la Unión Europea…



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Alexander Solzhenitsyn 




Rusia es un gran país entre dos continentes. Nosotros, como hispanos, podemos entender esta geografía providencial. Y comoquiera que “Eurasia” está en boga para tirios y troyanos, creemos que hemos de posicionarnos desde nuestra perspectiva:

¿Qué se puede entender por “Eurasia”?

-Si por “Eurasia” se entiende que ha de haber un único bloque geopolítico desde Lisboa a Vladivostok; o si encima se pretende ir desde el cabo San Vicente a Malasia, como se expone en algunos mapas, entonces, no hemos sino de negar la mayor y huir de semejante locura.

Dentro de Europa, debido a la magnitud de sus diferencias, siempre habrá varios bloques. En todo caso, en Europa, somos latinos. Nuestros intereses nunca estarán dentro del europeísmo. No podemos hablar por los rusos, pero lo certeramente objetivo es que ni a Rusia ni a España les ha convenido históricamente meterse en determinados tejemanejes políticos de Europa; si bien por supuesto que debemos estar en Europa, pero con nuestros intereses. Hacer de Europa un bloque unido es un error de antemano y de ahí no puede salir nada bueno. Muchas son las diferencias y las debilidades.

Y eso por no hablar de los países asiáticos… Ya sería demasiado.

Alexander Duguin, con una amplia trayectoria política en espectros digamos “poco convencionales”, viene ahora abanderando la “Cuarta Teoría Política”. Resumiendo brusca y toscamente, podemos decir que según esta escuela, al fin del Antiguo Régimen surgió un mundo ideológico artificial al calor de la confirmación de las nuevas naciones-estados que precisamente venían a derrumbar lo que quedaba de aquel mundo más o menos tradicional. Primero se destapó el liberalismo, que desde finales del siglo XVIII a principios del XX se enseñoreó; siendo que, si bien encontró oposición contrarrevolucionaria, también engendró una oposición revolucionaria, primero con el marxismo, y luego con el fascismo. Sin embargo, todas las ideologías surgidas como oposición al liberalismo oficial/predominante pero embutidas en el mundo revolucionario acabaron sucumbiendo; el fascismo, luego de la Segunda Guerra Mundial, y el comunismo, a la caída del Telón de Acero. En el caso comunista, si bien todavía está fuerte el régimen de Corea del Norte, la ristra de apocados socialismos hispanoamericanos abanderados por el chavismo y los Castro ya es otra cosa, empezando porque son incapaces de guardar la estricta disciplina bolchevique. No tienen capacidad ideológica y su praxis es desastrosa. Es notorio que el comunismo como bloque ideológico/político fuerte se quedó en el camino; empero, estos pseudocaudillos no llegan a ser comunistas. Apenas llegan a un populismo barato y a la hora de la verdad, nada han hecho por ser una alternativa real al liberalismo, más bien al contrario; han sustituido la oligarquía anterior por la suya propia y han tomado la ideologización ramplona de la Historia por bandera, creando un culto “religioso” hacia un dictador de extracción esclavista como Simón Bolívar, quien fue repudiado en su día por el mismísimo Karl Marx (3).
El odio a los orígenes hispanos de nuestra América, amén de la llegada del hambre, la violencia y la corrupción, nunca serán alternativas. Son incapaces para con su propio pueblo.

Otrosí, dudamos mucho que a los eurasiáticos les gustaran movimientos que promovieran el indigenismo antieslavo, por poner un ejemplo paralelo.

Y en cuanto a “temas morales”, la diferencia de los bolivarianos y adláteres para con el liberalismo oficial brilla por su ausencia.

Por supuesto, entendemos que muchas veces, por circunstancias, la política hace extraños compañeros de cama, y si bien a veces hay relaciones internacionales más que complejas (4), eso es una cosa y otra el pretender recrear una línea ideológica que en verdad no existe más que en el papel, o el intentar mezclar el agua y el aceite.

Empero, antes de seguir con la crítica, no pretendemos ir con aires destructivos y reconocemos que es el mismo movimiento eurasiático el que dice que la Cuarta Teoría Política no es algo definitivo, por lo cual, no podemos sino mantenernos a la expectativa.

-Obvio resulta percibir cómo los estados-nación están cayendo. Empero, no creo que deba alarmarnos este hecho de por sí. El estado-nación fue un invento de la Revolución Francesa. Su concepción y praxis ha ido en perjuicio de los grandes espacios (geo)políticos.

El nombrado Duguin ha puesto de ejemplos histórico al Imperio Bizantino y al Sacro Imperio Romano-Germánico. Y nos parecen buenos ejemplos. Mas véase, asimismo, cómo la Romania trascendía lo europeo, teniendo también sus enclaves en Asia y África, continuando la lógica vocación imperial romana. Esa vocación fue heredada por la Monarquía Hispánica: Para nosotros los hispanos no tiene mucho sentido esa suerte de geopolítica que contradice la tierra y el mar. Las Españas atravesaron los mares para afirmarse en la tierra.

En el continente europeo, asimismo, también continuó esa vocación imperial que se sitúa muy por encima del estado-nación. El Imperio Austrohúngaro o el Imperio Ruso son dos ejemplos de continuidad y evolución de grandes espacios políticos unidos por vínculos históricos y sagrados. Pero al final cayeron víctima de la Revolución. La misma que se está autodevorando, poniéndonos en una situación que recuerda mucho a la caída de la Roma occidental.

Los españoles, al igual que otros pueblos del Viejo Continente, tenemos mucha experiencia como para temer por el estado-nación; por un estado-nación que al fin y al cabo nos fue impuesto por el liberalismo en forma de gran traición divisora y fratricida, y que destrozó nuestra esencia. Empero, esa misma experiencia nos dice que Europa nunca fue una unidad per se; y que de hecho, tanto el protestantismo como el islam rompieron hace siglos las vías de unidad de cultura y espíritu que pudiera haber en Europa. Es más: Cuando esa unidad existió, apenas se hablaba de Europa: Se hablaba de Cristiandad. Y se hablaba con imperio. Con imperios, mejor dicho. Europa es lo que surge luego de la paz de Westfalia, toda vez que ese rupturismo queda confirmado.

No vemos esa “unidad europea” por ninguna parte. El experimento de nuestro tiempo, rareza burocrática con aliños progres y democristianos, no nos lleva a ninguna parte. Pero otros experimentos tampoco nos habrán de llevar a nada bueno.

-¿Se viene una suerte de “nueva Edad Media”? Así parece. Dicho sin leyendas negras antimedievales. Vivimos en un mundo cultural/espiritual que se parece mucho al tiempo que le tocó a San Agustín de Hipona, cuanto menos. Las continuas explosiones del liberalismo/capitalismo y el abandono de la tierra está creando unas alienaciones monstruosas.

Mientras más se aleja un pueblo de la tierra, más pierde su sentido de trascendencia, su amor por el origen y su conciencia comunitaria.

Sobre todo en Europa occidental, se han creado sociedades radicalmente artificiales, masas humanas que no saben ni de dónde vienen ni a dónde van. El fenómeno de las migraciones masivas, y más ahora con los daños colaterales de la “guerra de Siria” y las –falsas- “primaveras árabes” (5) no va a hacer sino empeorar un problema ya de por sí mórbido.

Pareciera que las tradiciones están muriendo, pero hasta las piedras quieren hablar.
No sabemos cuánto tiempo durará esta pesadilla de podrido desarraigo, pero desde luego, tiene fecha de caducidad. La “era de las revoluciones” que empezó en el siglo XVIII ya no da para más. El fantasmagórico rompecabezas globalista caerá en mil pedazos.

Hay experiencia de espacios supranacionales. Podemos aprovechar la riqueza de la historia. Las Españas, como las Rusias, están entre los continentes. Ahora bien, ahondando entre las Españas y las Rusias: Si en el mundo eslavo-oriental se esboza el ideal de Eurasia como su espacio geopolítico, ¿no podemos nosotros cumplir, en consonancia con Portugal, el papel de Euramérica? No creo que los rusos renuncien a su papel en Europa, y no estoy diciendo que los españoles no debamos “estar en Europa”. Al contrario. Pero si queremos estar en Europa de verdad, debe ser con nuestro propio bagaje, y no con el que nos impongan otros.

Grandes pensadores hispanos que, injustamente son desconocidos por y para muchos, ya fueran peninsulares o americanos, coincidieron en llegar a un “nuevo imperio espiritual, mercantil y diplomático”, una “confederación tácita” (6); así como el dominio del norte de África. Ceuta y Melilla no son “ciudades aisladas”: Forman parte de una tradición y un anhelo. Fue el islam el que separó la ribera norteafricana de España. En verdad la frontera, desde tiempos del romano emperador Otón (7), no radicaba en el Estrecho de Gibraltar, sino en el Atlas.

Hemos ahí los puntos más importantes de la geopolítica hispánica.

Por ello, como conclusión:

Podemos comprender la idea de Eurasia siempre y cuando se trate del gran espacio geopolítico que puede tocarle a los rusos en relación con tierras y pueblos “inmediatos” para ellos por herencia y vocación.

Rusia es la heredera de la Roma oriental que mayor fuerza puede aportar. España (y Portugal) es la heredera de la Roma occidental que más prolongó este legado. Hispanos y eslavos estamos en tierra de frontera. Somos custodios. La inmensidad nos llama. Para nosotros no se ha hecho el nacionalismo ni el racismo. Somos gente de pensamiento de conjunto, de grandes horizontes, de fe henchida, de carácter aventurero. Los estrechos y artificiales límites a los que nos somete la modernidad se caen por su propio peso. Deberíamos estar preparados para mantenernos en pie en un mundo en ruinas. Pero preparámonos como Dios manda.




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NOTAS:

(1) Sobre la Cuarta Teoría Política, recomendamos este enlace:

La Cuarta Teoría Política (4TPes) | Antena en español para una ...





(2) Sobre Alexander Solzhenitsyn algo hemos escrito a lo largo del tiempo. Siendo un pensador sobre el cual tenemos predilección, nos permitimos recordar algunos enlaces:

"apología de solzhenitsyn" - "dignidad digital". - antonio moreno ruiz









(3) Sobre la pésima opinión que Marx tenía acerca de Bolívar, dejamos un par de enlaces bastante ilustrativos. La incoherencia ramplona y circense de esta clase de política que ha inundado a Hispanoamérica (sin ser ninguna alternativa al liberalismo, reiteramos) es de órdago.

Karl Marx opina sobre Simon Bolivar. - Taringa!




(4) Siguiendo en el contexto hispanoamericano, no estaría de más recordar las excelentes relaciones diplomáticas que mantuvieron Fidel Castro y Francisco Franco. Cuando murió Franco, Fidel decretó tres días de luto nacional en Cuba. Asimismo, Fidel también tuvo excelentes relaciones diplomáticas con el argentino Videla; así como Alberto Fujimori no vaciló en acoger a Hugo Chávez, en represalia por la condena que le había hecho Carlos Andres Pérez. Las relaciones de amistad entre Fujimori y Chávez duraron hasta la muerte del bolivariano.




(5) En puridad, no hay “guerra” en Siria, sino una invasión terrorista planificada desde los laboratorios anglosionistas y sus necesarios aliados wahabíes. Las guerras deslocalizadas por el mundo árabe, desde Libia a Siria (no sin mencionar a Túnez y Egipto), son acaso la última puntilla, en una suerte de enfrentamiento “Oriente/Occidente” que, en verdad, no es más que una farsa de la globalización.

Sobre la República Árabe de Siria, véase:

RAIGAMBRE: A FAVOR DE SIRIA



“Para entender la República Árabe de Siria”. - Revista La razón histórica





(6) El pensador que acaso más y mejor sintetizó estos ideales fue Juan Vázquez de Mella en lo que él llamó los Dogmas Nacionales. Ramiro de Maeztu, Zacarías de Vizcarra y Manuel García Morente complementaron muy bien los ideales de la Hispanidad desde la Vieja España; con el complemento portugués de António Sardinha y su ideal de la Alianza Peninsular. Sobre el ideal de Mella, encontramos paralelismos más que interesantes en los peruanos José de la Riva Agüero (quien llegó a conocer a Mella) y Rafael Cubas Vinatea. Y también podemos mencionar al brasileño Arlindo Veiga Dos Santos y su “sistema de alianzas fundamentales  hispánicas/neohispánicas”.




(7) Véase:

Por la liberación de la Hispania Transfretana ocupada por el Islam - ReL



jueves, 23 de febrero de 2017

LA DERECHA ESPAÑOLA ANGLOSAJONIZADA



EL MAL INGLÉS DE UNA DERECHA CIPAYA

Manuel Fernández Espinosa

Era el año 2014, cuando en Madrid se inauguraba la Plaza Margaret Thatcher, la primera plaza en el mundo que, fuera de Inglaterra, recibía ese nombre y ese apellido (y no era plaza de toros). No tardó nuestra izquierda indígena en protestar por esa medida y, en este caso, personalmente me hubiera adherido a la izquierda, para expresar mi rechazo a su lado, aunque por las mismas razones por las que rechazaría yo que le dieran el nombre de Mao Zedong a una plaza española. Al viejo Mao tal vez no se la hayan dado (todavía), pero revise el lector el callejero y el placero de algunas localidades españolas y encontrará nombres que a veces es para fliparlo.

No obstante, dejemos a la izquierda con sus filias y sus fobias. Y concentrémonos en la "derecha indígena" y su "mal inglés" (y no me refiero a Ana Botella destrozando la lengua de Shakespeare). El hecho de concederle una plaza a la Thatcher, solo con pensar en Gibraltar y en Malvinas, es como para provocarnos náuseas. Pero tampoco pensemos que esto fue una veleidad ocasional, no. Al igual que nuestra izquierda se deshace con Che Guevara y sus ídolos icónicos propios, a nuestra derecha (que ha "okupado" el centro) la pone todo lo anglosajón. Y no es algo accidental, es un mal que le viene de antiguo.

Si queremos conocer al Partido Popular hay que leer a Manuel Fraga Iribarne que, por algo, pasa por ser uno de los artífices de Alianza Popular que luego mutó en Partido Popular. A diferencia de estos de ahora, Fraga escribía -digo libros. El otro día cayó uno de sus libros en mis manos: "El pensamiento conservador español" (Editorial Planeta, Barcelona, 1981). El libro presenta un catálogo de figuras representativas del pensamiento español: Jovellanos, Balmes, Cánovas del Castillo, Antonio Maura y Ramiro de Maeztu. Uno a uno, Fraga va caracterizando -con mayor o menor profundidad- el personaje y su obra escrita y/o política. A poco que se sepa de las andanzas y pensamientos de cada uno de los cinco salta a la vista que en los cinco puede advertirse la influencia de Inglaterra; no era para menos, los cinco vivieron en una España que declinaba mientras el imperio británico era poderoso, admirado y envidiado; de los cinco españoles que Fraga escogió para este libro, tal vez Antonio Maura sea el que menos recibiera las mefíticas influencias de Inglaterra. Balmes y Maeztu aprendieron de Inglaterra, pero no sucumbieron a su hechizo. Jovellanos y Cánovas sí. Manuel Fraga Iribarne, el autor de esa galería conservacionista, también.

Aunque el libro se titula "El pensamiento conservador español" podría titularse "Alabanza del conservadurismo inglés y sus apóstoles en España". Fraga no puede contenerse y así dice, en el capítulo de Jovellanos:

"Cabe soñar con lo que pudo haber sido y no fue, si España, en vez de seguir la suerte revolucionaria de Francia, hubiera, con Jovellanos, acertado con el sendero reformista de Inglaterra. Nos ocurrió lo peor: ni conservamos nuestra sociedad, reformándola; ni hicimos nuestra propia revolución, sino que nos la hicieron" (Op. cit., pág. 27)

En el capítulo dedicado a Maura reaparece la servil admiración por Inglaterra: "Cánovas, Maura y el propio Canalejas intentaron adaptar el modelo británico de los partidos, mas prevaleció el modelo berberisco de múltiples facciones" (Op. cit. pág. 162)

Podríamos decir que todo el hilo conductor -sumergido en la estructura profunda del texto, cuando no se manifiesta en lo expresado- de este libro escrito por Fraga consiste en convencernos de que, si seguimos siendo españoles, no seremos civilizados como los británicos. Lo dirige el afán por persuadir a su lector que en España los tradicionalistas han querido llevarnos a la Edad Media y nuestras izquierdas hayan sido siempre una horda "desmelenada y ausente de todo realismo".

Lo que uno saca en claro de la derecha española no es mejor que lo que ya sabemos de nuestra izquierda: la una y la otra compiten para ver cuál de las dos son más extranjerizadas y se reconocen menos en la España que fue algo en el mundo

No obstante, la izquierda hasta podría estar disculpada, puesto que siempre ha renegado de España y todavía anda a la búsqueda de un discurso hispánico que prescinda de los visigodos y de la Reconquista (y, por supuesto, del Imperio), para inventar identidades artificiales que, aunque sobre territorio español, nieguen y renieguen de España: Al Andalus, Sefarad, los heterodoxos y los cipayos liberales de 1812. Lo de la derecha es, a mi juicio, todavía peor. La derecha española acusa un atávico complejo hispánico de inferioridad, no se trata de que sean "acomplejados" por no llamarse "derecha" (que también lo son), su complejo es un complejo por haber nacido en España, esta fatalidad, pues al fin y al cabo fue su admirado Cánovas del Castillo aquel que dijo aquello de: "Es español el que no puede ser otra cosa". La historia de España le produce a la derecha vértigos, hay demasiado salvaje por ahí, gente que es complicado invitar a tomar el té, pues come con las manos; muchos hombres y mujeres con sangre en las venas (y no con la horchata que a un burguesito le gusta), por lo que prefiere arrinconar todo lo incómodo y escoger, a la postre, la vía del sueño: "soñar con lo que pudo haber sido y no fue, si España, en vez de seguir la suerte revolucionaria de Francia, hubiera, con Jovellanos, acertado con el sendero reformista de Inglaterra.

Inglaterra obtuvo así la mayor de sus victorias sobre nosotros (en Trafalgar, como dice un amigo mío, la victoria inglesa fue sobre los franceses y la pagó con la vida de Nelson), no solo se apoderó de Gibraltar, sino que fascinó a las mentes de nuestros "conservadores". Y así estamos... Que no hay a día de hoy político que piense en arreglar hispánicamente nada, sino que todos tienen sus ojos puestos en el mundo anglosajón o en las repúblicas bolivarianas.

La derecha se ha arrogado el patriotismo español y, de ahí, de haberlos calado es que tanto español no se puede reconocer en ese patrioterismo retórico.  

Lo que más le cuadra a la derecha española es la bandera de la Union Jack; y deje la bandera española para la España de verdad que ella no representa.

domingo, 5 de febrero de 2017

EL PELIGRO BONAPARTISTA

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Por Antonio Moreno Ruiz
Historiador y escritor

Todos tenemos muy recientes los atentados de París. Media Europa sigue en alerta por terrorismo. De todas formas, ¿nos hemos planteado el papel francés en África? Muchos ilustres "señores de bien" son muy dados a aplaudir las aventurillas napoleónicas... Pero lo cierto es que gracias a Francia -entre otros-, Portugal y España fueron expulsados de África, cuando la presencia ibérica allende el Estrecho de Gibraltar es milenaria, y sin embargo, los franceses siempre serán intrusos que no comprenderán nada. Ello no es óbice para que actúen a placer en África, con una prepotencia igual o peor a la época colonial. Hasta Céline se atrevió a denunciar en su día que el África francesa era un paraíso para los pederastas.
¿Se imaginan ustedes que la Legión Española actuase en Guinea Ecuatorial, qué escandalera se armaría? Pues la Legión Extranjera Francesa actúa en Costa de Marfil, Mali y allá donde la da la gana sin que salga en las noticias y sin que nadie diga esta boca es mía. Esto es vergonzoso. Y no veremos a nuestros progres protestar. ¡Faltaría más! Quien manda, manda.
Vázquez de Mella dijo que Francia era una "nación epiléptica condenada a grandes escarmientos". El problema de Francia es que sus epilepsias acaban repercutiendo por toda Europa. El mulato Dumas dijo que "Europa acaba en los Pirineos". Tiene cojones que un mulato dijera eso... De todas formas, a día de hoy Francia es, desde lejos, el país más africanizado de Europa; y el país directamente responsable de la islamización/inmigración descontrolada sobre Europa proveniente del continente africano.
Ah, y no olvidemos que en su día apoyaron a Jomeini contra el Sha, y todo por sus intereses en el petróleo y el opio. Sus locuras, al igual que las angloamericanas, nunca dejamos de pagarlas.
Antes de rasgarnos las vestiduras y de "asombrarnos", deberíamos analizar las cosas en complejidad.
La política francesa es un peligro para el mundo y por desgracia nos seguirá salpicando.

¡Basta ya de bonapartismo!

jueves, 2 de febrero de 2017

NUMANCIA, MITO HISPÁNICO Y UNIVERSAL


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Numancia, de Alejo Vera y Estaca (1834-1923)

NUMANCIA, EL PODER REALIZADOR DEL MITO

Manuel Fernández Espinosa


"Vivir los mitos implica, pues, una experiencia verdaderamente religiosa, puesto que se distingue de la experiencia ordinaria, de la vida cotidiana. La religiosidad de esta experiencia se debe al hecho de que se reactualizan acontecimientos fabulosos, exaltantes, significativos."

Mircea Eliade, "Mito y realidad".



Rusia, otoño de 1941, el ejército del III Reich que ha invadido la URSS pone sitio a Leningrado. Cercada San Petersburgo por las tropas alemanas, dos intelectuales soviéticos -el poeta Nicolás Tíjonov y el entonces joven periodista Zacarías I. Plavskin- planean poner sobre las tablas del Teatro Gorki la obra "La Numancia", adaptación de la tragedia cervantina hecha por Rafael Alberti unos años antes, en plena Guerra Civil Española. Plavskin había combatido en España y cuenta que el único libro con el que salió de nuestra nación era la versión dramatúrgica de "La Numancia". Plavskin escribe: "...la tragedia cervantina fue interpretada no sólo como una obra nacional y patriótica, que canta una de las hazañas más notables del pueblo, sino también como un himno a la libertad humana en general". Por muchas circunstancias, la representación del Teatro Gorki no pudo llevarse a cabo, pero consta la ilusión que los soviéticos pusieron en mostrar al pueblo lo que, sin ninguna duda, es uno de nuestros mitos más universales: el de Numancia o la defensa extrema, la de quienes acorralados, cercados por un ejército más fuerte, estrechados por el hambre y las fatigas sin cuento, no ceden y con su inmolación terminan estampando en sangre una de las páginas más gloriosas de la historia universal.

Lo cantó el poeta Bernardo López en su Oda al dos de Mayo:


Siempre en lucha desigual
cantan tu invicta arrogancia,
Sagunto, Cádiz, Numancia,
Zaragoza y San Marcial.
En tu suelo virginal
no arraigan extraños fueros;
porque, indómitos y fieros,
saben hacer sus vasallos
frenos para sus caballos
con los cetros extranjeros.

La anécdota que narra Plavskin da cuenta de esa universalidad de nuestra Numancia, pero alemanes como Goethe, como August Wilhelm Schlegel o como el filósofo Arthur Schopenhauer habían reparado en Numancia. Aquí no me interesa tanto los hechos históricos de la defensa numantina, sino su proyección a lo largo de la literatura, sobre todo española, que ha convertido la gesta de Numancia en un Mito movilizador.

Las fuentes historiográficas romanas pasan por Apiano y Polibio, Valerio Máximo y Floro. La retomó Orosio, se repite en Lucas de Tuy, en Alfonso X el Sabio y en nuestro Ambrosio de Morales, también el jesuita Antonio Navarro (aproximadamente por el año 1570) escribió una historia de Numancia. Se plasma en literatura ya en el "Romance de como Cipión destruyó a Numancia" (siglo XV, publicado por Timoneda), Gabriel Lobo Laso de la Vega escribe otro poema sobre el tema. Pero será Miguel de Cervantes quien convierta a Numancia en mito nacional del orgullo que prefiere morir que rendirse, para no vivir como esclavos. Ciertamente Cervantes no logró mucho éxito con esta obra dramática, pues triunfaba el teatro de Lope de Vega; pero la Numancia de Cervantes seguía la línea que había marcado previamente Juan de la Cueva, la que marcaba buscar en la historia de España la materia prima para convertirla en obra dramatúrgica que educara al pueblo español, desde el zapatero hasta el marqués, en la grandeza de un destino imperial. No huelga decir que en la España del siglo XVI-XVII, el teatro era en España el medio de comunicación social más importante de todos. Numancia es el héroe colectivo, "Fuenteovejuna" de Lope de Vega podría ser otro héroe colectivo, pero no se le puede regatear a Numancia la aureola que desprende lo originario, lo autóctono, lo más puro y ancestral. 

En el XVII el tema de Numancia parece que se eclipsa, aunque no obstante a Francisco de Rojas Zorrilla se le atribuyen "Numancia cercada" y "Numancia destruída" y Francisco de Mosquera escribe un "La Numancia". Todavía en los albores del XVIII encontramos que resuena Numancia en el "Cerco y ruina de Numancia" de Juan José López de Sedano como también en la obra neoclásica que a finales del XVIII fue tan popular en España, la "Numancia" del gaditano Ignacio López de Ayala. En la primera mitad del siglo XX, en el fragor de nuestra guerra civil, Rafael Alberti tiene la ocurrencia de realizar una adaptación del tema, la que Tíjonov y Plavskin quisieron estrenar en el Leningrado sitiado. Lo que sí parece es que si en Leningrado no pudo ponerse sobre las tablas, posiblemente en un escenario bélico, como es el del sitio de Zaragoza de 1808, pudo representarse por órdenes de Palafox una "Numancia", muy probablemente la de López de Ayala, para alentar al pueblo defensor. En el siglo XIX también Alejo Vera pintaría su Numancia, llevando el Mito a la pintura.

Pero si en la literatura y, especialmente en la dramaturgia, el tema de Numancia es perenne, el impacto del Mito de Numancia en la historia fáctica no es menos. El romanticismo recogerá en su ebriedad exaltada los númenes de Numancia, convirtiéndola de la mano del poeta José de Espronceda y del dramaturgo Ventura de la Vega en una sociedad secreta y revolucionaria, la que se juramenta para vengar el ahorcamiento de Rafael del Riego, son unos jovenzuelos de 15 años y se hacen llamar los "Numantinos", con la edad que tenían sus fundadores no podemos suponer que la sociedad secreta de los "Numantinos" fuese muy lejos en sus acciones, pero ello no deja de ser una muestra de la fascinación que ejerce el Mito de Numancia. Defensa numantina, resistencia numantina formarán parte del lenguaje bélico, a veces empleado metafóricamente, pero otra describiendo situaciones que realmente fueron así: como la resistencia que efectuaron en la primavera de 1840 los carlistas atrincherados en el Castillo de Alcalá de la Selva (Teruel), que cuando se le acabaron las municiones, continuaron defendiendo la posición con granadas y luego a pedradas, causando considerables bajas a un ejército bien pertrechado que dirigía el General O'Donnell. El heroísmo carlista encontraría a unos resistentes numantinos en los defensores de los dos Sitios de Bilbao, el de 1835 y el de 1874 que soportaron los embates carlistas, el último Sitio de Bilbao de 1874 tuvo la fortuna de constituir tema de la gran novela unamuniana "Paz en la guerra". En Filipinas, tenemos a los numantinos de Baler y ahí están las defensas del Alcázar de Toledo y el Santuario de la Virgen de la Cabeza en la Guerra Civil de 1936-1939. Y por el lado republicano, Madrid quiso emular a Numancia en su irreductibilidad con aquellos eslóganes del "No pasarán"; que Rafael Alberti readaptara la "Numancia" de Cervantes era previsible.

Es una constante hispánica que está latente siempre y que supera las banderías: contra el extranjero invasor hemos invocado "Numancia" contra Napoleón Bonaparte; contra el hermano, Abel o Caín, hemos clamado "Numancia" y daba igual la bandería: liberales exaltados se autonombraban "Numantinos", carlistas resistían numantinamente. En los oídos de rudos y rurales quintos llevados de su terruño peninsular a defender la bandera española en Filipinas, resonaba "Numancia"; Alberti en Madrid gritaba "Numancia" contra los fascistas; guardias civiles bajo el mando del Capitán Cortés mantenían sin rendir el Santuario contra los rojos. Donde hay un español de verdad, independientemente de su partido o ideología, hay una Numancia latente y en potencia. 
 
Siempre que un español, a lo largo de los siglos, ha pronunciado Numancia lo que ha hecho es invocar una situación que, aunque sucedió históricamente, adquiere en nuestro imaginario social la proporción de fabulosa, innegablemente significativa, que tiene la capacidad de exaltar y que, consciente o inconscientemente, reactualiza ese "in illo tempore" que no es pasado, sino presente activo y actuante. Si Numancia no es, en el sentido exactamente eliadiano, un mito, no sabría yo de otro episodio que lo fuese. 

De Numancia cantó Juan Eduardo Cirlot:

"por la misma grandeza de tu nombre
inextinguiblemente herido." 

Si hubiéramos de buscar algo que nos una, en vez de machacar y machacar con lo que nos desune, su nombre es NUMANCIA.


  

viernes, 27 de enero de 2017

UNA DIVISIÓN TERRITORIAL PARA LA PENÍNSULA

 
 
EL CANAL DE SAN ANDRÉS Y LAS CUATRO PROVINCIAS
 
 
 
Manuel Fernández Espinosa
 
 
Se trata de una curiosidad histórico-literaria que a título tal vez de anécdota quisiera presentar.
 
En la Carta XXXIV de Cadalso, el autor hace comparecer a un "proyectista" que, sin ninguna duda, encuentra su antecedente literario en los "arbitristas" que aparecen en los siglos XVI y XVII, como el que Quevedo nos presenta en "El Buscón". En la literatura hispánica, tanto arbitristas como proyectistas son presentados por lo común como personajes que disparatan, que presumen haber hallado la solución a los problemas de la sociedad y el Estado. El de Cadalso ha llamado mi atención estos días y transcribo lo que Cadalso le hace decir a este personaje.
 
"-Los canales -dijo el proyectista interrumpiendo a Nuño- son de tan alta utilidad, que el hecho solo de negarlo acreditaría a cualquiera de necio. Tengo un proyecto para hacer uno en España, el cual se ha de llamar canal de San Andrés, porque ha de tener la figura de las aspas de aquel bendito mártir. Desde La Coruña ha de llegar a Cartagena, y desde el cabo de Rosas al de San Vicente. Se han de cortar estas dos líneas en Castilla la Nueva, formando una isla, a la que se pondrá mi nombre para inmortalizar al protoproyectista. En ella se me levantará un monumento cuando muera, y han de venir en romería todos los proyectistas del mundo para pedir al cielo los ilumine (perdónese esta corta digresión a un hombre ansioso de fama póstuma). Ya tenemos, a más de las ventajas civiles y políticas de este archicanal, una división geográfica de España, muy cómodamente hecha, en septentrional, meridional, occidental y oriental. Llamo meridional la parte comprendida desde la isla hasta Gibraltar; occidental la que se contiene desde el citado paraje hasta la orilla del mar Océano por la costa de Portugal y Galicia; oriental, lo de Cataluña; y septentrional la cuarta parte restante. Hasta aquí lo material de mi proyecto. Ahora entra lo sublime de mis especulaciones, dirigido al mejor expediente de las providencias dadas, más fácil administración de la justicia, y mayor felicidad de los pueblos. Quiero que en cada una de estas partes se hable un idioma y se estile un traje. En la septentrional ha de hablarse precisamente vizcaíno; en la meridional, andaluz cerrado; en la oriental, catalán; y en la occidental, gallego. El traje en la septentrional ha de ser como el de los maragatos, ni más ni menos; en la segunda, montera granadina muy alta, capote de dos faldas y ajustador de ante; en la tercera, gambeto catalán y gorro encarnado; en la cuarta, calzones blancos largos, con todo el restante del equipaje que traen los segadores gallegos. Ítem, en cada una de las dichas, citadas, mencionadas y referidas cuatro partes integrantes de la península, quiero que haya su iglesia patriarcal, su universidad mayor, su capitanía general, su chancillería, su intendencia, su casa de contratación, su seminario de nobles, su hospicio general, su departamento de marina, su tesorería, su casa de moneda, sus fábricas de lanas, sedas y lienzos, su aduana general. Ítem, la corte irá mudándose según las cuatro estaciones del año por las cuatro partes, el invierno en la meridional, el verano en la septentrional, et sic de caeteris."
 
Lo curioso del caso es que el "proyecto" de este personaje cadalsiano lo recogerá Valle-Inclán que sostuvo lo que él denominó su "Teoría de las Cuatro Regiones", expuesta en varias entrevistas concedidas por el dramaturgo a la prensa. Así en 1924 le dice a Rivas Cherif, para el HERALDO DE MADRID:
 
"Para salvar a España no hay más que volver al concepto romano. La visión de los civilizadores romanos es la única que se ajusta todavía a la realidad de la Península. Cuatro grandes regiones: la Tarraconense, la Bética, la Lusitania y Cantabria; no hay más. Cambie usted la sede capital de Tarragona a Barcelona, conserve usted a Sevilla y Lisboa su supremacía secular y natural, confiérase a Bilbao de derecho la capitalidad que de hecho ostenta en el Norte, atribúyase a esas regiones, históricamente racionales, la autonomía necesaria, y entonces Madrid tendría el valor y la fuerza de un verdadero centro federal. Cataluña vería así cumplidas sus aspiraciones máximas, dentro de la gran Iberia; Portugal, acrecido en sus límites naturales con Galicia, aportaría a la federación la fuerza económica de su imperio colonial. Lo que habría es que encargar a geógrafos e historiadores la delimitación racional de esas grandes comarcas ibéricas. Entonces, y sólo entonces, podría España aspirar a restaurar su influencia moral en América. ¿No habría modo de constituir un gran partido federalista, sustentado por esa gran idea común, sin perjuicio, claro, de que cupiese dentro de él una división de derecha e izquierda, para la actuación política?".
 
Encontramos, por lo tanto, en Cadalso lo que a buen seguro es el antecedente de las ideas de Valle-Inclán que, presentadas a modo de "proyectismo", recuperaban un tema que si la literatura del XVIII pudo presentar como un despropósito lanzado por un personaje considerado más loco que cuerdo, en el siglo XX se vuelve a poner sobre la mesa, de la mano de Valle-Inclán y, teniendo en cuenta la esperpéntica personalidad de Valle-Inclán, lo mismo es una charlotada de las suyas que, tampoco sería descabellado, una propuesta de veras.
 
Lo que el "proyecto" del "Canal de San Andrés" envuelve es un concepto geométrico, muy propio del ilustrado siglo XVIII, aunque todavía presentado bajo título canónico y católico, acogiéndose al patronazgo de San Andrés Apóstol y su Cruz. Valle-Inclán renuncia a una partición en X de la Península Ibérica, abogando más bien por "encargar a geógrafos e historiadores la delimitación racional de esas grandes comarcas ibéricas". 
 
 
Hemos presentado con anterioridad esta teoría de Valle-Inclán en "Antecedentes geopolíticos en España: Ángel Ganivet, Yanguas Messía y Valle-Inclán". En cuanto a Cadalso, ya le dedicamos el artículo: "José Cadalso y el "dolorido sentir" por España: una relectura".


martes, 24 de enero de 2017

EN ESPAÑA NO HAY REPUBLICANISMO

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(Homenaje a la dictadura soviética en la Puerta de Alcalá. Cosas del Frente Popular)


Por Antonio Moreno Ruiz
Historiador y escritor 


Que la pseudo-memoria histórica progre-tricolor es una pose embustera que nada tiene que ver con un republicanismo sensu stricto es demostrado por la tozudez de los hechos. Por ejemplo:

-¿Por qué los entusiastas de este absurdo, siendo muchos hijos de franquistas, no tocaron a sus papaítos cuando vivían?

-¿Por qué no se restablece la memoria del trotskista Andreu Nin o del liberal-progresista Melquíades Álvarez, asesinados por el Frente Popular?

-¿Por qué no se reivindica la memoria de notorios intelectuales republicanos como Salvador de Madariaga o Claudio Sánchez-Albornoz?



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Claudio Sánchez-Albornoz, uno de los más grandes historiadores de España. Republicano (pero no comunista) de toda la vida. 



-¿Por qué no se condena que Juan Ramón Jiménez y José Ortega y Gasset (entre muchos otros) tuvieron que huir para no morir asesinados por el Frente Popular?

-¿Por qué nadie reivindica el legado de Alejandro Lerroux, un republicano clásico, jacobino nacional, antiseparatista, defensor del republicanismo antes de la puesta en escena de la hoz y el martillo? ¿Y por qué muchos lerrouxistas, una vez iniciada la Guerra Civil, se alistaron en la Falange una vez que este movimiento político quedó descabezado por los asesinatos del Frente Popular y fue absorbido por los militares, al igual que muchos miembros del racista, clerical y burgués Partido Nacionalista Vasco, apodados “los nazis” por ambos bandos?

-¿Por qué esos que se dicen republicanos sólo hablan de la segunda y obvian el símbolo de la primera?

Con todo, a estas preguntas y muchas otras por el estilo no sabrían responder nuestros posesos progres tricolores más que con espumarajos sacados de los clichés que este sistema esencialmente corrupto lleva fomentando y hasta financiando. Por eso, no hay que dejarse engañar. Esta gran farsa político-mediática no conlleva ninguna voluntad de verdad, ni reconciliación, ni restablecimiento de inocentes, ni nada de nada. Al contrario: Esta farsa es la que coronó a Santiago Carrillo, el genocida de Paracuellos, como bufón de un régimen neoturnista que ya no se soporta ni a sí mismo.

No hay que olvidar que también en su día, los acaso mal llamados “republicanos moderados”, liberales mayormente, colaboraron con las fuerzas radicales maquiavélicamente y al final acabaron engullidos. Es el signo de toda revolución que se precie.

 Otrosí, en todo caso, en España lo que siempre ha habido es marxismo luego travestido de progresía, aunque la mayoría de sus adeptos de poco se enteren. Pero la república como tal siempre les ha importado muy poco. No en vano sólo era una herramienta, tal y como expresó Largo Caballero, dirigente del PSOE apodado el Lenin español: “Se dirá: ¡Ah esa es la dictadura del proletariado! Pero ¿es que vivimos en una democracia? Pues ¿qué hay hoy, más que una dictadura de burgueses? Se nos ataca porque vamos contra la propiedad. Efectivamente. Vamos a echar abajo el régimen de propiedad privada. No ocultamos que vamos a la revolución social. ¿Cómo? (Una voz en el público: ‘Como en Rusia´). No nos asusta eso. Vamos, repito, hacía la revolución social… mucho dudo que se pueda conseguir el triunfo dentro de la legalidad. Y en tal caso, camaradas habrá que obtenerlo por la violencia… nosotros respondemos: vamos legalmente hacia la revolución de la sociedad. Pero si no queréis, haremos la revolución violentamente (Gran ovación). Eso dirán los enemigos, es excitar a la guerra civil… Pongámonos en la realidad. Hay una guerra civil… No nos ceguemos camaradas. Lo que pasa es que esta guerra no ha tomado aún los caracteres cruentos que, por fortuna o desgracia, tendrá inexorablemente que tomar. El 19 vamos a las urnas… Mas no olvidéis que los hechos nos llevarán a actos en que hemos de necesitar más energía y más decisión que para ir a las urnas. ¿Excitación al motín? No, simplemente decirle a la clase obrera que debe prepararse… Tenemos que luchar, como sea, hasta que en las torres y en los edificios oficiales ondee no la bandera tricolor de una República burguesa, sino la bandera roja de la Revolución Socialista” (“El Socialista”, 9-11-33).

Pues eso. Basta ya de embustes, porque en España en verdad, ni republicanismo ni republicanos, sino progres con malas ideas y pocas ganas de trabajar, amén de freudianos descendientes de franquistas. 

jueves, 19 de enero de 2017

SECTAS Y REVOLUCIONES

 
Thomas Venner, ahorcado el 19 de Enero de 1661.


LOS MOVIMIENTOS SECTARIOS, CONDICIÓN DE POSIBILIDAD REVOLUCIONARIA

Manuel Fernández Espinosa

Con la lucidez que tantas veces lo caracterizaba, José Ortega y Gasset captó el espíritu de la revolución: "La revolución no es la barricada, sino un estado de espíritu". El anarquista ruso Bakunin fue todavía más explícito: "En Bohemia, país eslavo [...] hallamos en las masas populares, entre los campesinos, la secta tan interesante y tan simpática de los "fraticelli", que se atrevieron a tomar, contra el déspota celeste, el partido de Satanás, ese jefe espiritual de todos los revolucionarios pasados, presentes y del porvenir..." (la letra negrita es mía). 

Podemos poner en el cajón del demonismo romántico estos renglones de Bakunin que pudiéramos encontrar en otros revolucionarios decimonónicos. Las figuras del titán Prometeo que desafía a los dioses como la de Lucifer, el ángel rebelde, encontraron muchos encomiastas románticos, pero de la soflama retórica a que practicaran un satanismo real hay un gran trecho que habría que estudiar con mayor detalle; aquí, el afán de provocar a los biempensantes burgueses, alineados todos en cualquier confesión cristiana, puede tener más interés para el revolucionario que el de una efectiva adhesión al satanismo. Pero, aunque hemos dicho que es un rasgo romántico, es más antiguo que el romanticismo. Y si en el romanticismo se puede notar, se debe al ingrediente revolucionario que es intrínseco al romanticismo: es el prestigio del malditismo.

Pero, mucho antes de la irrupción del romanticismo, en 1667, John Milton (1608-1674) había publicado su "Paradise Lost". Milton pareció prestar más atención a Satanás que al resto de personajes, por lo que atinadamente pudo comentar William Blake (1757-1827) que Milton era "un verdadero poeta y del partido del diablo sin saberlo". No puede conocerse de Milton mucho si se lee su "Paradise Lost" enajenándolo del contexto histórico en que lo escribió: la revolución inglesa, la gran olvidada de entre las revoluciones, pues la francesa de 1789 y la rusa de 1917 han acaparado la atención y existe una ingente literatura de ambas, mientras que la inglesa se pasa casi inadvertida. La revolución inglesa va desde 1642 hasta 1689 y en ella, paradigmáticamente, asistimos a las fases que de algún otro modo encontraremos posteriormente en la francesa y rusa, con sus puntos cenitales en dominio revolucionario, sus dictaduras y terrores, así como en sus enfriamientos "contra-revolucionarios". Pero la revolución inglesa ofrece, como ninguna otra de las grandes revoluciones europeas, los rasgos que de una u otra manera se encuentran más destacados o mitigados en las anteriores o posteriores revoluciones.

Es una revolución con un contenido religioso considerable, sin por ello dejar de tener un factor político y social también manifiesto. La pseudo-reforma protestante del siglo XVI es un movimiento revolucionario, pero le pasa que parece cubrir su aspecto político-social con el ropaje de lo religioso, hasta hacer prácticamente casi imperceptibles las motivaciones políticas y sociales. En las posteriores revoluciones que vendrán tras la inglesa (la francesa y la rusa), sin que deje de existir un fondo "religioso", lo social y político ocupa el primer plano de manera tal que pasa a la estructura profunda la innegable dimensión "religiosa" (por deísta o atea que, respectivamente, fuere en lo explícito); sin embargo, en la revolución inglesa, lo religioso y lo político-social van, como pocas veces, de la mano.

Y no se puede comprender la revolución inglesa sin la efervescencia sectaria que operó como condición de posibilidad para que se realizaran los sucesos revolucionarios. No se puede separar la entusiasta fe religiosa y su personal acción revolucionaria en el más arriba mencionado Milton. Milton aguardaba la segunda venida de Cristo. Pero no estaba solo, eran muchos los ingleses que participaron de lleno en la revolución y que lo hicieron con esa creencia. Cuando los secuaces de Thomas Venner, dirigente de la secta Quinta Monarquía de los Hombres, salieron de Coleman-Street dispuestos a batirse con la contra-revolución del gobierno, lo hicieron gritando que no reconocían más Rey ni Soberano que a Jesús y que no envainarían la espada hasta haber destruido a Babilonia (era así como le llamaban a la monarquía, asistida por la iglesia oficial anglicana), en el colmo de su entusiasmo religioso-revolucionario se creían a sí mismos tan asistidos por Cristo que cada uno de ellos pensaba que era capaz para poner en fuga a miles de enemigos. Thomas Venner, tonelero de oficio y visionario milenarista, condujo a todos sus secuaces -y él a la cabeza- a la hecatombe. Los revolucionarios quintamonarquistas fueron reducidos a la Helmet Tavern, siendo exterminados por las tropas gubernamentales. Venner fue capturado muy malherido, se le procesó, ahorcó y descuartizó el 19 de enero de 1661. Pero el quintamonarquismo era una secta en una Inglaterra minada de sectas, desde los "ranters" (delirantes), cuyas "iglesias" eran las tabernas y que preconizaban la embriaguez, la blasfemia y el adulterio en nombre del Evangelio hasta las más puritanas.

Veremos que este fenómeno de las sectas siempre está presente en toda situación pre-revolucionaria. Por supuesto que una revolución no puede estallar por el solo hecho de la existencia de una multitud de sectas, amén de que parecería contradictorio que las sectas que son, en definitiva, un síntoma de disgregación social puedan actuar de consuno en una única dirección. Pero creer que las revoluciones se producen por razones estrictamente económicas, sociales o políticas es el enfoque más ingenuo que cabe para comprender en su esencia una revolución.

El hecho es que sí que podemos reconocer en toda revolución un factor que, de un modo más atenuado o más enfatizado, está presente y acompaña (¿lo causa?) cualquier proceso revolucionario occidental: el entusiasmo religioso, bien sea en nombre de un cristianismo presuntamente originario que, desde los subsuelos, vuelve por sus fueros contra una organización eclesial que es percibida como impostura y adulteración del supuesto cristianismo genuino, o bien desde el mismo anticristianismo sin máscaras. Y en eso, los iluminados capaces de haber constituido sectas y sus sectas respectivas tienen una intervención importante en la revolución; y esto es así, por poco que haya llamado la atención hasta ahora a la historia oficial, esa que se empeña en arrinconar la aportación revolucionaria que estos movimientos sectarios han realizado a la revolución concreta de que se trate.   

Y es que una situación económica, social y política puede ser catastrófica, pero si faltan mitos que enciendan el entusiasmo capaz de movilizar a las masas no puede haber revolución. Por eso, la revolución encuentra, por más que lo esconda, su motor en las creencias, por disparatadas que éstas puedan ser. 

No hay revolución que se haga sin alguna fe.

BIBLIOGRAFÍA


Ortega y Gasset, José, "El ocaso de las revoluciones" (apéndice del ensayo "El tema de nuestro tiempo".)

Bakunin, M. "El Imperio Knutogermánico y la revolución social" (Locarno, noviembre 1870-marzo 1871), en "Obras Completas" de Bakunin, tomo 2, La Ediciones La Piqueta, Madrid, 1977.

Milton, John, "El Paraíso Perdido", Espasa-Calpe, Madrid, 1984. 

Hill, Christopher, "Los orígenes intelectuales de la revolución inglesa", Editorial Crítica, Barcelona, 1980.