RAIGAMBRE

Revista Cultural Hispánica

viernes, 20 de septiembre de 2013

POR QUÉ PADECEMOS



“Todo o casi todo lo que padecemos es resultado de haber abandonado nuestro sistema tradicional de legislación, fundado en el saber especializado y en la inspiración cristiana, por otro en que la ley no es ya sino la voluntad de un soberano, individual o colectivo. Dejamos al padre Vitoria por el barón de Montesquieu…”


Ramiro de Maeztu

"MAMARRACHOS DE ESPAÑA" - "DIGNIDAD DIGITAL".

Mamarrachos de España


Por Antonio Moreno Ruiz


Ni que decir tiene que políticos y banqueros tienen muchísima culpa de la crisis. Muchísima culpa y ninguna excusa. ¿Pero la tienen toda? Siendo honestos, la respuesta es que no. Un pueblo que durante tantos años ha consentido un sistema montado por lo peor del franquismo y lo peor del antifranquismo para la corrupción absoluta no se las puede dar de ingenuo, sino de cómplice. Con todo, ya estamos al nivel de Europa del Este o del norte de África; con la diferencia de que moralmente estamos mucho peor. Y bueno, un empobrecimiento progresivo es lo que no es espera. Pero para qué preocuparnos de eso, teniendo la liga de fútbol más cara del mundo…
Psicológicamente, a los jóvenes nos ha afectado mucho la generación de nuestros padres y me explico: Aquellos españoles que nacieron en los 50 y que fueron jóvenes en los 70 creían, de puertas para adentro (Pues de puertas para afuera la oposición al régimen, salvo el terrorismo comunista, era nula), que la democracia era el paraíso en la tierra. La democracia no era sólo un sistema político más o menos útil, no, era una absoluta religión. Encima, el clero empujaba con todas sus fuerzas a través de la democracia cristiana y la teología de la liberación, mostrando un nulo interés –salvo honrosas excepciones- ante la descristianización de España. Y así seguimos hoy. No había más que “derechos”, adobados con un concepto de “libertad” más que confuso. A día de hoy, el español se cree que sabe de todo, que puede opinar y sentar cátedra de todo, que tiene derecho a todo…. Y no se da cuenta de sus continuas mamarrachadas. Una que se ha convertido en clásica es echar las culpas de absolutamente todo a Franco y a la Iglesia… Porque, aparte, todo español moderno lleva en sí un teólogo y un politólogo. ¡Hay periodistas que se denominan “analistas políticos”!
Una vez escuché al filósofo Gustavo Bueno: “Yo opino, yo opino… ¿Pero usted cómo va a opinar, si no sabe lo que dice?”
A ver: Si yo opino de pesca sin tener ni una noción básica y seria de la pesca, yo no estoy ejerciendo un “derecho” de expresión, yo estoy siendo un mamarracho. Si yo creo que tengo derecho a una paga sin haber trabajado lo suficiente, yo no estoy reclamado mis derechos, yo estoy siendo un mamarracho estafador. El derecho ha de ir unido al deber y al merecimiento. No es ningún regalito gracioso. No hay nada fácil ni gratis. Por eso, cuando hablan de “escuela pública” o “sanidad pública”, parece que es que es una preciosa concesión que el paternal Estado nos da…. Y no, eso sale de los impuestos. Y los impuestos salen de la gente trabajadora; no de los que engañan, ya sean gente que se da de baja y trabaja en negro o ya sean los multimillonarios con cuentas en paraísos fiscales. Por tanto, sería más correcto hablar de “educación estatal” o “sanidad estatal”, para ser más realistas.
Asimismo, y lo vemos en esos insufribles tertulianos que se han multiplicado por la televisión española, es prácticamente imposible conversar o debatir con un compatriota. ¿Por qué? Pues porque como todos creemos saber de todo, ¿cómo vamos a escuchar al contertulio de turno? Nos creemos con el derecho de gritar, de interrumpir, de insultar… Todo nos lo tomamos como algo personal, porque claro, cada uno de nosotros es el ombligo del mundo….
Y a todo esto le añadimos una bajada de calidad alarmante en la enseñanza, que está a la cola del mundo. Nuestros colegiales tendrán charlas con lesbianas y sabrán posturas del kamasutra desde los doce años y creerán que la palabra “moro” es un adjetivo racista, pero no tendrán ni idea de situar un río en el mapa o de dividir con decimales, así como el Siglo de Oro les sonará a chino. 
En fin, generación de la transición, políticos, banqueros, liberales economicistas, psicólogos y pedagogos progres: Enhorabuena. Habéis creado un país de mamarrachos que no sabe ni de dónde viene ni de dónde va, pero qué enterados están de todo y qué ego más subido gastan….

EL ALIENTO VIRIL DE LOS PUEBLOS


“Ley forzosa del entendimiento humano en estado de salud es la intolerancia. Impónese la verdad con fuerza apodíctica a la inteligencia, y todo el que posee o cree poseer la verdad, trata de derramarla, de imponerla a los demás hombres y de apartar las nieblas del error que les ofuscan. Y sucede, por la oculta relación y armonía que Dios puso entre nuestras facultades, que a esta intolerancia fatal del entendimiento sigue la intolerancia de la voluntad, y cuando ésta es firme y entera y no se ha extinguido o marchitado el aliento viril en los pueblos, éstos combaten por una idea, a la vez que con las armas del razonamiento y de la lógica, con la espada y con la hoguera”.


Marcelino Menéndez Pelayo

jueves, 19 de septiembre de 2013

LOS FUNDAMENTOS DEL IMPERIALISMO BRITÁNICO (4ª PARTE)

Francesc Pi i Margall
 
LOS MENTORES DE DOS NACIONES: JOHN RUSKIN Y FRANCISCO PI Y MARGALL
 
Por Manuel Fernández Espinosa
 
Si algún día nuestros pies nos llevan al cementerio civil de Madrid y ,buscando, encontramos la lápida fúnebre de Francisco Pi y Margall, podremos leer su epitafio, que reza:
FRANCISCO PI Y MARGALL




Nació en Barcelona el 28 de abril de 1824.
Político, Historiador, Estadista
Crítico, Filósofo y Literato.
Maestro de los Liberales.
Presidente de la República Española
en 1873.

Falleció en Madrid el 29 de noviembre de 1901.

¡España no habría perdido su Imperio
Colonial de haber seguido sus consejos!


Sorprende que para el sepulcro de un republicano federal se grabaran esos dos renglones finales que adquieren énfasis por los signos de exclamación que los abren y cierran:
“España no habría perdido su Imperio Colonial de haber seguido sus consejos”.
Haremos bien en pensar que lo de “Imperio Colonial” es una concesión a la moda de la época en que se escribió el epitafio, puesto que España tuvo un Imperio, sí, pero –bien entendido- nunca tuvo un “Imperio Colonial”; nuestra expansión en Hispanoamérica fue un desbordamiento natural de la España europea en la España de Ultramar. Pero, ¿acaso pudiéramos creer que si se hubieran seguido los consejos de Pi y Margall se hubieran podido conservar los últimos restos del Imperio?
Los consejos de Pi y Margall hubieran llegado demasiado tarde. Cuando el eminente intelectual republicano catalán nacía (año 1824) la Iberoamérica continental había roto con España en lo que nuestros hermanos llamaron su “emancipación” y que, como demostró la historia, no fue otra cosa que pasar a ser codiciada presa del voraz imperialismo británico. Difícilmente, por buenos que hubieran sido sus consejos, hubiera podido Pi y Margall haber remediado la desintegración del Imperio Español. La sentencia del epitafio se entenderá mejor si atendemos a los sucesos históricos que se produjeron en vida de Pi y Margall y que, por encima de todas las turbulencias peninsulares, le otorgarán su sentido más cabal: el trauma de la conciencia nacional, producido tras la pérdida de Filipinas y Cuba. En ese caso, los consejos de Pi y Margall hubieran podido surtir efecto, pero tampoco lo sabemos, puesto que no fueron seguidos y otras fueron las directrices que nos llevaron al vergonzoso “Tratado de París”.
Sin embargo, su epitafio nos presenta a este gran patriota, tan poco estudiado y tan poco entendido. Conforme más lo estudio, más convencido estoy de que Francisco Pi y Margall hubiera podido ser nuestro Ruskin, si otra hubiera sido la circunstancia. John Ruskin (1819-1900) es, en gran medida, el oculto y desapercibido ideólogo decimonónico del Imperio Británico. Ruskin no fue nunca un filósofo, es más sostuvo una actitud despectiva y hostil hacia todo lo que fuese “metafísica” y “filosofía”, como bien lo pone de manifiesto el breve ensayo de R. G. Collingwood, “La filosofía de Ruskin”. Sin embargo, pese a su explícito desdén por la filosofía, Ruskin formó toda una escuela estética que no se conformaba con la contemplación del arte, sino que trataba de aprehender la realidad toda: también la política, por lo tanto. Y de hecho, es congruo mencionarlo, Ruskin ejerció su magisterio en el íntimo círculo de sus amigos y muchas de sus amistades fueron eminentes prohombres de la época victoriana, muy relacionados con el imperio británico: así Robert Baden-Powell (conocido por fundar el Movimiento Escultista con pretensiones mundiales: el “boy scout”), así Cecil Rhodes (el empresario en que Oswald Spengler vislumbró el nuevo cesarismo que combinaba los negocios con la expansión imperialista), el historiador Arnold Toynbee y tantos otros que compusieron su discipulaje.
John Ruskin
Nuestro Francisco Pi y Margall hubiera podido ser un mentor, como lo fue Ruskin para el imperialismo británico, pero sus circunstancias familiares, personales y nacionales eran muy distintas. Pi y Margall nació en el seno de una familia humilde, estudió en el seminario sacerdotal hasta que lo abandonó y pasó a la universidad. Atravesó estrecheces económicas y tuvo que dar clases privadas para poder seguir estudiando y, hasta después de culminar sus estudios universitarios, tuvo que verse ofertando clases particulares y viviendo de lo que le granjeaban sus escritos siempre mal pagados. Hay que achacar a estas penalidades económicas por las que atravesó que sus posiciones políticas se radicalizaran, conduciéndole al pensamiento “democrático” y republicano federalista, con un fondo libertario y revolucionario debido a la recepción de Pierre Joseph Proudhon, entre otros. Esto hace de nuestro Pi y Margall, al margen de su personalidad política al frente del Partido Republicano Democrático Federal y presidente efímero de la I República Española, un antecedente del anarquismo español. Sin embargo, a diferencia de casi todos los republicanos españoles contemporáneos de Pi y Margall, el intelectual catalán no cayó en las redes del krausismo, por haber asimilado (a su manera) el hegelianismo y haber incorporado a su pensamiento revolucionario algunas de las claves aportadas por Proudhon (esto se echa de ver en la obra pimargalliana titulada “La reacción y la revolución”). Por eso, Menéndez y Pelayo que no perdonaba ni una a la pedantería krausista, muestra ante Pi y Margall un cierto respeto, cuando escribe sobre él:
“[Pi y Margall] éste sí que es hegeliano, y de la extrema izquierda. Sus dogmas los aprendió en Proudhon ya en años muy remotos, y no los ha olvidado ni soltado desde entonces. Este agitador catalán es el personaje de más cuenta que la heterodoxia española ha producido en estos últimos años. Porque en primer lugar tiene estilo, y, aunque incorrecto en la lengua, dice con energía y con claridad lo que quiere” (Historia de los Heterodoxos, Marcelino Menéndez y Pelayo).
Es cierto que, como catalanohablante nativo, a Pi y Margall se le reprocharía expresarse en castellano escrito con cierta dificultad. No sería Menéndez y Pelayo el único que lo note, también Josep Plá, Eugenio d’Ors, Guillermo Díaz-Plaja y otros llamaron la atención sobre esto. Pero considérese que Menéndez y Pelayo le concede “estilo”, “energía” y “claridad”.
Al igual que Ruskin tuvo discípulos, Pi y Margall también ejerció su magisterio: “Se consagró entonces a dar lecciones de política y de economía. En su modesta habitación de la calle del Desengaño reuníase lo más ardiente, lo más entusiasta, lo más puro de la juventud democrática, que ha constituido después la fibra del partido republicano". (La Ilustración Española y Americana, semblanza de Francisco Pi y Margall, febrero de 1873). Pero la gran diferencia era que Ruskin gozaba de una posición estable en la Universidad de Oxford como profesor de alumnos que, lejos de ser unos pobres “muertos de hambre”, eran las camadas de la aristocracia y la alta burguesía británicas.
El ideario de Ruskin consistía en formar una elite de académicos universitarios sostenidos por el poder financiero, para adquirir y conservar el imperio británico, cuya supuesta misión no era otra, según ellos, que la implantación del capitalismo oligárquico y filantrópico (socialismo fabiano). Los poderes económicos, calculando los beneficios que dimanarían de una colaboración entre este círculo de intelectuales formado por Ruskin con la banca y los empresarios, no escatimaron medios para realizar las iniciativas culturales que emanaban del círculo ruskiniano. La influencia de Ruskin llegó a Estados Unidos de Norteamérica, donde discípulos suyos lograron fundar el Ruskin College, sufragado por el Duque de Norfolk y Lord Rosebery , nieto del barón de Rothschild, entre otros: con lo que puede confirmarse que el imperalismo anglosajón no está exento de un componente esencial de sionismo.
Una tupida red de contactos en las altas esferas universitarias, empresariales, administrativas fueron generando una telaraña que tenía sus principales centros en algunas sociedades de pensamiento, de carácter semisecreto: la Pilgrims Society, la Round Table, la Fabian Society... Y lo generado en Inglaterra, con la generosa aportación de los grandes capitales financieros (entre ellos los Rothschild), encontró pronto la gemelación de estas entidades u otras afines en Estados Unidos de Norteamérica: con ello se iba afianzando un ideario pananglosajón que es, en gran medida, el que ejerce todavía su influencia en la mayor parte del planeta. Y uno de sus instrumentos es la expansión de la lengua inglesa como lengua universal para ejercer el dominio sobre el mundo entero.
Ruskin era un socialista utópico, lo cual no le impedía delinear unas directrices ideológicas y prácticas plenamente nacionalistas. Pi y Margall a su vez era, a su manera, un socialista utópico y -si lo sabemos comprender- también, incluso con su republicanismo federal, se mostró como un verdadero patriota español. ¿Qué falló entonces, para que Pi y Margall no pudiera obtener en España unos resultados tan óptimos como los que tuvo Ruskin en el mundo anglosajón?
Ruskin estaba entroncado en su propia tradición: puede decirse que fue un reformista del imperialismo británico, no se implicó personalmente en aventuras políticas y gozaba de una autoridad indiscutida entre sus discípulos.
Pi y Margall tuvo barruntos de la tradición española (por ejemplo: ahí tenemos las páginas que escribió como prólogo, firmándolo bajo sus iniciales -F. P y M- para las Obras Completas del Padre Mariana, publicadas por Rivadeneyra), pero su ruptura con la tradición católica (Pi y Margall se declaraba “panteísta”), su anticlericalismo, las ideas extranjeras que había incorporado a su sistema (hegelianismo, proudhonismo…), lo apartaron en gran medida de la corriente tradicional hispánica, extrañándolo. Se implicó en tantas conspiraciones, revoluciones y batallas políticas que terminó creándose enemigos incluso entre sus correligionarios republicanos (de suyo escindidos en unitarios, federales y federales intransigentes) y, por último, no supo o no pudo crear grupos de poder intelectual que se atrajeran el patrocinio del poder económico español, dado que es un rasgo atávico de nuestras grandes fortunas el mostrarse insolidarias con el destino nacional.
Pi y Margall es un catalán, un patriota español al que nadie puede regatearle que hubiera hecho todo lo posible para que España no perdiera lo que le restaba de su vastísimo Imperio, pero su filosofía no sirvió para lograr la cohesión de las fuerzas nacionales, dotándolas de criterios para desarrollar una unidad de acción eficaz, sino que su filosofía sirvió a la fragmentación que sucede a todo lo que no está informado por el espíritu tradicional y genuino de una nación. De ahí que el pensamiento de Pi y Margall derivara al nacionalismo catalán de Valentí Almirall, al republicanismo supérstite que llega a nuestros días, al federalismo del socialismo marxista y al anarquismo español.
Somos de la opinión de que en el legado de Pi y Margall se hallan todavía claves fundamentales para comprender el gran problema del nacionalismo centrífugo y, ¿quién sabe? Acaso también algunas soluciones. Si pudiéramos resolver esto incluso podríamos plantearnos la posibilidad de reconstruir todo lo devastado en más de dos siglos de perniciosa acción disolvente y tal vez, entonces, pudiéramos parafrasear el epitafio del eximio catalán, para lo que a Dios pedimos luces:
“Leyéndolo a él España se reintegró a sí misma y reintegró su perdido Imperio”.

miércoles, 18 de septiembre de 2013

CRISTÓBAL ESPINOSA DE LOS MONTEROS, EL TERROR DE LA PIRATERÍA CHINA EN EL PACÍFICO

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EL ALMIRANTE DE JAÉN INVICTO EN MÁS DE VEINTE BATALLAS CONTRA LA PIRATERÍA CHINA 
Por Manuel Fernández Espinosa
 
Su origen y su último paradero son un enigma a día de hoy para los pocos que lo han estudiado, lo que se sabe es que era de hidalgo abolengo, como indica su apellido, y que su precoz disposición para las armas y la ejecutoria de sus hazañas lo hicieron digno portador de apellido de tan ilustre prosapia. El cine ha dado a conocer, con sus películas, la actividad pirata de los ingleses. Tampoco es desconocida la piratería holandesa y francesa, pero poco sabemos de la lucha de la Real Marina Española contra los piratas chinos que eran la lacra de nuestras posesiones en el Mar del Sur (el nombre primigenio de lo que hoy conocemos como Océano Pacífico). Entre los episodios más gloriosos de nuestra intervención contra la piratería china cabe destacar el que protagoniza el Almirante Cristóbal Espinosa de los Monteros, un hombre que aunque nació en tierras del interior (en Jaén) mostró su pericia en la marina, dejando muy alto el pabellón español.
Cristóbal Espinosa de los Monteros nació, calculamos, a mediados del siglo XVI y había cumplido los doce años cuando por su villa pasó un capitán con la comisión de alistar hombres para su bandera. Aquel niño se presentó y expresó que quería enrolarse. El capitán se admiró, pero rechazó al rapaz por su corta edad. Cristóbal le dijo:
-Yo confío en Dios, señor Capitán, que me hará grande y me ayudará para que acierte a servirle a Él y a mi Rey en esta profesión.
El capitán se admiró tanto de aquella respuesta que lo aceptó y lo llevó consigo.
Estuvo cinco años en las galeras, aprendiendo los ejercicios de la marina, hasta que un buen día se embarcó para América, con destino a Nueva España. En la ciudad de Méjico vivía un tío suyo al que presentó cartas credenciales de sus padres y el tío lo hospedó en su casa, empleándolo en negocios varios. Sin embargo, inquieto por valer más y atraído irresistiblemente por las armas, Cristóbal Espinosa de los Monteros se presentó al General que tenía más a mano y éste lo aceptó haciéndolo Alférez de su bandera. Demostró su valía y coraje en tantas ocasiones que muy pronto fue ascendido a Capitán. El Virrey lo nombró Capitán del galeón “Almirante” que partiría a Filipinas.
Cuando estaban llegando a Filipinas los españoles se toparon con doce corsarios chinos. Cristóbal Espinosa de los Monteros se puso a la cabeza con su galeón “Almirante”, seguido de cuatro navíos españoles más que componían la escuadra. Acometió a los piratas chinos con denuedo, derrotándolos, apresándoles dos navíos y poniendo en fuga a los demás. Era el primer encuentro que tendría Espinosa de los Monteros con los corsarios chinos, pero no sería el último.
El Gobernador de Filipinas premió aquella proeza nombrando Almirante a Cristóbal Espinosa de los Monteros. Filipinas estaba siendo hostigada crudamente por las incursiones chinas, por lo que Espinosa de los Monteros se aprestó a pertrechar una escuadra de seis navíos, para ir en socorro de la isla de Jesús Pintados. Llegado que fue a ésta los españoles pudieron comprobar que los enemigos chinos eran superiores en número, estimándose que bien pudieran ser ocho mil piratas. Cristóbal Espinosa de los Monteros envió a dos de sus navíos a unas islas con la orden de desembarcar y traer dos mil indígenas vestidos a la española. No fue fácil convencer a los isleños para que se cortaran las coletas que tenían costumbre llevar, pero siempre hay manera para lograr un propósito cuando se tiene las armas. Una vez disfrazados de españoles, aquellos insulares, bajo la férula de los españoles fueron apostados, con sus arcos y copia de flechas, en lo alto de un monte para que los chinos pudieran avistarlos.
 
Embarcaciones chinas de la época
A la mañana del día siguiente de estar listo todo se dio la batalla, peleándose desde la mañana a la noche. Murieron 21 españoles y 12 indígenas. Cuando se hizo la noche, tras ordenar lanzar lluvia de flechas, Espinosa de los Monteros ordenó acometer a los chinos. En dos horas de encarnizada lucha, cuerpo a cuerpo, entre chinos y españoles, hubo grande estrago de corsarios y los chinos se vieron tan perdidos que, aunque siendo más, tuvieron que retirarse. La escuadra del Almirante Espinosa de los Monteros los persiguió, ansiosa de derramar hasta la última gota de sangre de aquellos facinerosos. A las seis de la mañana, los nuestros habían echado a pique cinco navíos chinos y capturar cuatro.
Retornaban los españoles triunfantes, cuando el rabioso enemigo llegaba con doce barcos de refresco, para reforzar aunque tarde a una poderosa flota pirata que había sido diezmada, puestos en fuga los supervivientes, muertos muchísimos y no pocos apresados. Ante la inesperada llegada de aquellas doce embarcaciones que venían tan frescas, el Almirante Espinosa de los Monteros ordenó sacar de las bodegas a los prisioneros. Y ante los ojos asombrados de los piratas chinos que los observaban, los españoles fueron ahorcando en las jarcias, antenas y palos a los cautivos. Aquella drástica medida intimidatoria inspiró tal terror en los chinos, que aquellos doce barcos piratas se lo pensaron mejor y se dieron la vuelta. Pero Espinosa de los Monteros, viendo la maniobra de retirada, no se lo pensó dos veces y presto emprendió la caza de aquellos doce: mandó al fondo del océano a cuatro navíos y apresó tres.
Cuando regresaron los nuestros, con tan gloriosa victoria y espléndido botín de barcos y esclavos, se celebraron grandes fiestas en honor del valeroso Almirante Cristóbal Espinosa de los Monteros y el Gobernador de la isla le concedió la encomienda de tres pueblos, con una renta de 1500 pesos de oro cada una.
Estando en Filipinas se sabe que tuvo más de veinte combates con los piratas, venciendo en todas las ocasiones.
En 1608 llegó a Jaén una carta del Almirante Espinosa de los Monteros, para darles nuevas a sus padres. En aquella carta el bravo Almirante les contaba haber sufrido una herida en la última batalla con los piratas a los que había vencido. Nada más se supo de él.
El humanista manchego Ximénez Patón, a quien debemos estas noticias de Cristóbal Espinosa de los Monteros, escribe en el año 1628:
“Si es muerto, confío en que Dios le habrá dado su gloria por lo bien que le sirvió contra los enemigos, y, si es vivo, Dios le conserve y aumente las victorias para mayor gloria de Su Majestad y de la del Rey Señor Nuestro”.
Bibliografía: Bartolomé Ximénez Patón, "Historia de la antigua y continuada nobleza de la ciudad de Jaén, muy famosa, muy noble, y muy leal, guarda y defendimiento de los reynos de España. Y de algunos varones famosos, hijos de ella" (1628)

martes, 17 de septiembre de 2013

LA PSICOLOGÍA DEL SEPARATISMO



"LA PSICOLOGÍA DEL SEPARATISMO


Sin embargo, aunque los separatismos españoles constituyen una aberración recusable, pueden ser comprendidos psicológicamente si nos ponemos en la posición de quienes comienzan el patriotismo por el amor a la casa paterna y comprenden la significación profundamente antipatriótica del estatismo moderno. El Estado centralizador, al ejercer un poder absoluto e impersonal, ajeno -o más bien opuesto-, a los elementos vivos y entrañables de la sociabilidad y del patriotismo, se convierten en seguida en algo esencialmente odioso para el ciudadano medio, que sólo puede verlo bajo la especie contributiva o policial. Si a esto se añade que ese mismo Estado ha representado la muerte de todas las tradiciones políticas, jurídicas, administrativas, y aun culturales de las colectividades históricas que constituyeron las Españas, puede comprenderse la aversión y la absoluta falta de respeto interior que hacia el Estado es ya habitual entre nosotros, de un siglo a esta parte.

De aquí no se deriva, en buena lógica, más que la aversión al Estado moderno como instrumento uniformista y antitradicional. Pero el Estado se adueña del nombre de la Patria -España-, lo utiliza como propio, y procura identificar su causa y su significación con la de él mismo. Y la distinción entre Estado y nación, y lo abusivo de esa apropiación, que son cosas obvias en el orden teórico y en el histórico, no lo son para quienes no viven en estos ordenes, es decir, para el pueblo. El hábito y el tiempo va, además, consumando en las mentes de las nuevas generaciones esa identidad que comenzó por ser un simple abuso de nomenclatura. El nombre de España y el título de español pasan así insensiblemente, para muchos grupos humanos, de ser algo cordial y espontáneamente sentidos a través del propio lenguaje y de la propia tierra, a tener la misma significación hostil que el Estado que se los apropia. Algo semejante a lo que acontece con el escudo nacional, que convertido en símbolo exclusivo del poder público, acaba por asociarse psicológicamente a las notificaciones fiscales y a los uniformes de la policía.

Cuando estos hechos psicológicos se producen, y perdura en la nación el recuerdo de motivos patrios más cercanos al calor de lo propio, los separatismos se producen fatalmente. Por eso ha dicho alguien que el centralismo fue el primero de los separatismos españoles y el origen de los demás. En la primera manifestación de esos movimientos secesionistas tuvieron mucha parte pasiones personales, posturas de extremosidad histórica, miras caciquiles, el orgullo colectivo de determinadas regiones, el infantil deseo de "jugar a naciones"; es decir, factores superficiales, más bien teóricos y de reacción momentánea, que, al cabo, se superaban en cada individuo con la reflexión y los años. La segunda fase de estos movimientos -tanto menos violenta cuanto mas peligrosa- estriba precisamente en la lenta extensión de ese sentimiento de extrañeza o de molesta aversión, que la sociedad española ha sentido siempre hacia el Estado, al nombre y la significación misma de España, que deja así de inspirar un sentimiento profundo y cordial. Este ambiente es el terreno propicio para un nuevo separatismo que prescinde de las fantasmales razones históricas o étnicas en que se apoyaba el otro, para ajustarse a un secesionismo meramente industrial o práctico.

Según Mella, los liberales y revolucionarios no tienen derecho a hablar de unidad nacional, porque ellos han destruido los vínculos íntimos estables de esa unidad, y los han sustituido por ataduras y uniformismo legal, que hacen odioso hasta ese nexo externo de unidad.

"El Estado monstruo que han fabricado -dice- es la enorme cuña que ha partido el territorio nacional y ha escindido la unidad nacional que antes imperaba, más por el amor que por la fuerza, en las regiones congregadas por la obra de los siglos en torno a un mismo hogar. Y mientras no se arranque esa cuña no habrá unidad nacional ni patria española, sino un rebaño dirigido por el látigo estatal".



Rafael Gambra.

SOBRE LA MUERTE



"Muchos cristianos han sido muertos y con frecuencia perecieron de la forma más horrenda. Será esto duro de soportar, pero es la suerte común de todos los engendrados para esta vida. Una cosa sí afirmo: nadie fue muerto que no hubiera de morir algún día. (...) La muerte no debe tenerse como un mal cuando le ha precedido una vida honrada. En rigor, lo que convierte en mala la muerte es lo que sigue a la muerte. De ahí que quienes necesariamente han de morir no deben tener grandes preocupaciones por las circunstancias de su muerte, sino más bien adonde tendrán que ir sin remedio tras el paso de la muerte. Los cristianos saben que fue incomparablemente mejor la muerte de aquel piadoso pobre, en medio de los perros que le lamían, que la del rico impío, entre su púrpura y su lino"


San Agustín de Hipona.

ÁNGELES DE ESPAÑA



Cuando hay que descubrir un Nuevo Mundo
o hay que domar al moro,
o hay que medir el cinturón de oro
del Ecuador, o alzar sobre el profundo
espanto del error negro que pesa
sobre la Cristiandad, el pensamiento
que es amor en Teresa
y es claridad en Trento,
cuando hay que consumar la maravilla
de alguna nueva hazaña,
los ángeles que están junto a su Silla,
miran a Dios... y piensan en España.


José María Pemán.

"DE MODAS Y GUANCHES" (DE LA REVISTA "LA RAZÓN HISTÓRICA")



http://www.revistalarazonhistorica.com/23-8/


De modas y Guanches.

Antonio Moreno Ruiz.

Historiador, profesor y traductor de lengua portuguesa, ensayista y poeta (España).

El muy corrupto régimen zarzuelero, que inició su maléfica andadura allá por el infausto año de 1978, abrió una peligrosísima caja de Pandora sin consultar con nadie. El separatismo era por entonces algo bastante minoritario en España: Jóvenes fanatizados, vacas locas eclesiales y burgueses infames que se arriman al sol que más calienta componían este triste cuadro que, en la práctica, nada quería decir al grueso de los españoles. Sin embargo, la camarilla que escaló puestos al calor del franquismo pactó con lo peor del antifranquismo y decidió ir entregando algunas regiones españolas a estos elementos. Por supuesto, la cosa no se iba a quedar ahí. Ellos querían que las taifas caciquiles solo se redujeran a las Vascongadas, Cataluña y quizá Galicia, reviviendo la cerrazón de la II República. Pero ya se sabe: O todos moros, o todos cristianos. Y a este paso, todos moros….

Acto seguido, cada taifa caciquil esgrimió un mito nacionalista contra España. En las Vascongadas fue el racismo del tontiloco Sabino Arana, ahora travestido de democracia cristiana; en Cataluña, las historietas austracistas que más bien parecen propias de un delirium tremens; en Galicia, celtas y suevos; en Andalucía, la morisma hasta en la sopa… Y hasta en Castilla, se han sacado de la manga unos comuneros cuyo parecido con la realidad histórica viene a ser pura coincidencia. ¿Y en las islas Canarias? Pues los guanches. Faltaría más.

¿Pero quiénes eran los guanches?

En todo caso, no disponemos de un nombre para designar a todos los aborígenes de las Islas Afortunadas. Tampoco constituyeron jamás un pueblo unificado. Como guanches se conocía exclusivamente a los indígenas de Tenerife.

El mito nacionalista de la taifa caciquil en este caso dice que “España” tiene la culpa porque los guanches fueron exterminados. Pero claro, si los guanches fueron exterminados, entonces, ¿cómo se reivindica lo guanche como un separatismo claramente diferenciador e irrefutablemente existente? Curiosamente, el mismo error de la escuela de Américo Castro: España es diferente porque es un país semita (y no lo acepta) y sin embargo, ha sido muy mala por exterminar a moros y judíos… ¿Pero en qué quedamos? Será que en el fondo, el odio a España, esto es, el odio a uno mismo, lleva a las mismas tonterías.

Cierto es que los nativos de Canarias estaban ligados a la cultura bereber. Los testimonios de cultura material, lo que se sabe de su religiosidad, así como la escritura ligada al grupo líbico-bereber así nos lo van diciendo. Con todo, los análisis genéticos, si bien nos aproximan también a lo amazigh, en modo alguno son concluyentes. Reiteramos que no constituían un pueblo unificado, y físicamente así se veía. Si bien los guanches de Tenerife son descritos como altos y rubios, Cristóbal Colón decía en sus diarios de a bordo que los canarios “no eran ni blancos ni negros.”

La conquista y la colonización de Canarias se realizó desde el condado de Niebla, uno de los ejes fundamentales de la Baja Andalucía. Es por ello que el acento canario, en muy buena medida, es una evolución del habla andaluza occidental. A posteriori, se sumarían españoles de otras regiones así como genoveses y portugueses, y una minoría de esclavos magrebíes y negros. Y asimismo, la identidad canaria se va a enriquecer sin parangón en  su continuo e intenso contacto con el Nuevo Mundo, desde la Florida al Uruguay.

¿Pero los guanches fueron exterminados?

No, de ninguna manera. Si bien la conquista fue un proceso duro, se hizo lo que luego se hizo en América, y de hecho, así conquistaron también griegos y romanos. A unos se les hizo la guerra y con otros se pactó, y se aprovecharon las estructuras indígenas para insertarlas en la Corona. Los estudios genéticos en las islas nos muestran que una buena parte de la población tiene sangre aborigen, lo cual también se ve que coincide con los estudios genéticos de Puerto Rico. Como otro ejemplo, podemos citar la presencia de nativos canarios en Sevilla (*) desde el siglo XVI. Hay referencias a sus danzas, así como queda la calle Canarios, cerca de la Puerta de la Carne. Estos canarios son los que incorporan a los bailes de la época el zapateado vigoroso de punta y talón que será adoptado por los bailarines educados en la tradición musical europea.

¿Qué los guanches estaban ligados al tronco bereber? Mayormente sí. ¿Pero son los actuales isleños bereberes, y por eso mismo, son diferentes y deben separarse de España? No, en absoluto. No existe lo bereber como un grupo racial, salvando quizá algunas zonas del Rif marroquí y de la Kabilia argelina. Los bereberes han recibido mucha mezcla de pueblos semitas y negroides, y  aparte, espiritualmente están muy conectados en el mundo islámico, salvando una minoría de bereberes argelinos que parece que se están convirtiendo al cristianismo. Que sepamos, los nativos canarios eran paganos, y los bereberes africanos primero fueron cristianos y luego musulmanes. Asimismo, entre ellos constituye el árabe un vehículo comunicativo innegable. Ninguno de estos elementos estuvo presente jamás en Canarias, en esa Canarias entreverada de Andalucía e Hispanoamérica.

Asimismo, los bereberes continentales se dividieron mucho cuando el islam invadió la Península Ibérica, siendo ellos los actores de la conquista y luego desplazados por los árabes, contra los cuales lucharon durante siglos, hasta que consiguieron dominar algunas taifas e incluso pasaron otros contingentes a la Península mediante los radicales almorávides y almohades, de los siglos X y XI respectivamente. Ya por entonces comenzaba a cambiar la etnicidad del Magreb, diferenciándose bastante de la Península por la fuerza del elemento semita y el elemento negro, que si bien también tuvieron lugar en tierra ibera, ni por asomo en el abrumador grado que en el norte africano.

Muchos españoles actuales, al igual que muchos blancos mediterráneos, son más parecidos a los bereberes antiguos que los mismos bereberes actuales.

Canarias es una parte integrante de España, tan irrenunciable como Madrid, Toledo, Ceuta o Valencia. Su identidad forma parte de toda una patria. Su música tradicional atestigua vivas formas preflamencas (Como el sorondongo o las seguidillas) y unas formas muy parecidas a las músicas festeras de Cádiz, así como también tiene otras músicas emparentadas con otros pagos de España, como la isa (De origen asturiano), o también de otras influencias europeas, como las polcas piconas; así como se ha conservado, evolucionando con maneras propias, la folía, auténtico tesoro de la música barroca. Por supuesto, lo guanche se embutió en el mundo hispánico y debido a la escasez de numerosidad e interconexión, no se conservó como una especie de “raza aparte”. Como con Roma hubo pueblos de raigambre ibera y celta, o las minorías fenicias y griegas que tampoco lo hicieron, y no por ello hubo un exterminio. Fue todo un proceso de interacción, mezcla y política.

Por ello, en absoluto es malo estudiar la historia guanche, su influencia en lo físico, lo gastronómico, lo toponímico…. Lo que sí es malo es el endémico embuste nacionalista, ese insufrible subproducto pseudo-romántico que en nada se corresponde ni con la historia ni con la realidad.