RAIGAMBRE

Revista Cultural Hispánica

lunes, 22 de julio de 2013

APOLOGÍA DE JOSÉ ANTONIO PANCORVO




 Por Antonio Moreno Ruiz


Hace ya tiempo que tuve la suerte de conocer en persona a este gran poeta del Perú. Años ha que había oído hablar de él a través de una genial entrevista y lo he ido siguiendo a través de su página. Con las vueltas que da la vida, ya inmerso en la Ciudad de los Reyes, tuve el inmenso y honrado privilegio de que me hiciera el preámbulo de la presentación de mis obras en la Librería Inestable, sita en el distrito de Miraflores (*).

Gracias al mismo poeta he ido escudriñando su apasionante bibliografía:

Boinas rojas a Jerusalén es una obra dedicada al carlismo, donde militaron peruanos desde la I a la III Guerra. Podemos hablar de Blas de Ostolaza, eclesiástico de robusto maderamen intelectual, defensor acérrimo de la Tradición y el Magisterio de la Iglesia, preceptor de la familia real española, protagonista en episodios decisivos de la historia de la Hispanidad como apasionado de la fidelidad realista desde que las tropas napoleónicas invadieron el suelo ibérico. Su tenaz amor por la legitimidad le costó primero la persecución y luego la propia vida, siendo fusilado por los revolucionarios liberales. En la Guerra de los Siete Años también tenemos a un peruano fundamental: El último gobernador de la Morella cabrerista fue Leandro Castilla y Marquesado. Su hermano, Ramón Castilla, llegó a ser presidente de la república peruana; en cambio Leandro nunca abjuró de su realismo hispanista y continuó su lucha en el legitimismo español, hasta que murió exiliado en Francia.

El papel protagónico peruano prosigue en la Tercera Guerra. Hablamos de Manuel María Fernández de Prada, III marqués de las Torres de Orán. Nacido en Granada, de carrera militar ameritada, al ser proclamada la I República Española en 1873 solicita la licencia absoluta y en 1874 se incorpora a las tropas de Carlos VII con el grado de coronel. Y hablando de Carlos VII de España hemos de hacer un inciso y subrayar cómo el monarca tuvo como preceptor al ilustre Monseñor Teodoro del Valle, correligionario y coetáneo del insigne Bartolomé Herrera. Asimismo, el rey, en su dilatado exilio, recorrió buena parte de las Américas (La confederación con Hispanoamérica quedó como una de las premisas máximas en su testamento político), estando en Lima en 1877; dato que nos recuerda tanto en poesía como en prosa nuestro admirado autor. Volviendo con Fernández de Prada, podemos decir que el marqués acompañaría a posteriori al monarca tradicional a su exilio en Francia y desde ahí partió al Perú en 1879. Tras un motín ocurrido en la Hacienda Laran, en Ica, que pertenecía a su familia, se recuperó y ayudó en la resistencia contra la invasión chilena durante la Guerra del Pacífico. Murió en 1893. Su hijo residió en España y se mantuvo fiel al tradicionalismo. Al estallar la Guerra Civil se encontraba en Madrid con sus hijos menores y fueron arrestados por su filiación carlista, siendo asesinados en agosto por los milicianos del Frente Popular. Enésima muestra de memoria histórica…

Con todo, Boinas rojas a Jerusalén está muy documentada históricamente. Posee un ritmo soberbio y un sentido trascendente elevadísimo, al golpe de la mejor tradición literaria hispánica Pancorvo nos sumerge desde un punto de vista tan histórico como poético en el movimiento político más antiguo de las Españas desde la admiración, el sentimiento y el raciocinio.

En Amanecidas violentas nos vemos introducidos en las imágenes del mundo actual, pareciendo que los astros se nos abalanzaran para recordarnos que el que no reacciona es que está muerto. El colorido, la sensación rápida, la lengua investigadora, la profundidad futurible, las metáforas y la riqueza de un lenguaje bien combinado nos ponen ante la efigie de un artista nato, el mismo que se mantiene en pie cuando en Sao Paulo se estremece la tierra.

Los Éxtasis del Incarrey (Editorial Cascahuesos) constituyen su propia antología, señal de su consagración en las artes. En toda su obra se ve la capacidad mística a flor de conocimiento y sentimiento; poesía mística que parece que ha desaparecido de la faz de la tierra y que con las imágenes más vivas y relucientes Pancorvo reivindica como eje de su genialidad.

El rapsoda nos deleita entre la rima y el verso libre, entre el dominio de la lengua castellana y la introducción al quechua hasta en el tipo de redacción, así como ribetes de las otras tantas lenguas que domina: Portugués, inglés, francés, alemán, rumano, hebreo…

Los dos últimos volúmenes de su producción poética que hemos tenido entre nuestras manos han sido Pachak Paqari (Épicas del Trono del Sol), editado por el Fondo Editorial Cultura Peruana y Profeta el Cielo (Alba Editores). Con los ajetreos de los últimos tiempos no hemos podido estar con la lectura todo lo que quisiéramos; empero, era un deber de deleite y gratitud. Y es que aquí vemos al Pancorvo vanguardista y al Pancorvo de los sonetos, al Pancorvo del concepto, de la mística, del misterio, de la profecía, del futuro, al Pancorvo que se hace discípulo directo de San Juan de la Cruz, al gran poeta filósofo y teólogo que sabe hacer de la poesía un decreto tan interesante como pegadizo y con los versos amasa la apología de un ejército en la flor de la vida. Hemos así al peruano integral que no obstaculiza lo criollo con lo andino. Como dijo en el preámbulo de la presentación de mis obras en la Librería Inestable, hay que buscar unir y no separar. Que ese ha sido uno de los propósitos de  Pasión Llanera (Editorial Círculo Rojo), por ejemplo. Y más en el contexto americano.

Dentro de mi vocación y devoción, pues, un conocimiento indispensable en esta aventura indiana que durará muchísimo tiempo. Como dice Gabriel García Márquez por boca del personaje Florentino Ariza en El amor en los tiempos del cólera: Toda la vida… Y es que con Pancorvo estamos ante un arquetipo de caballería, un ejemplo de generosidad, una reivindicación de auténtica cultura.






(*) Presentación en la Librería Inestable (Lima)

EL MISTERIO Y OTROS CUENTOS. DE LEÓNIDAS ANDRÉYEV

 
"Leónidas Andréyev"
 
Andréyev (o Andreiev) fue uno de los más conocidos autores de la literatura rusa de finales del s. XIX y principios del XX. Estudiante de derecho, abandonó pronto la abogacía para dedicarse a la su verdadera vocación, la literatura, de la cual se convirtió en un prolífico autor.
Nacido en la rusa localidad de Oriol, que fundara el su día Iván IV. Andréyev vino al mundo en los cálidos días del verano de 1871 finando su existencia con apenas cuarenta y ocho años de edad, en la finlandesa localidad de Mustamäki, en septiembre de 1919. Pese su temprana muerte, Leónidas, tuvo una vida plena, casándose con la aristócrata Wielhorska. Ésta era hija del también artista y precursor de la literatura ucraniana moderna Tarás Shvechenko. Fruto de este matrimonio, les nacería un hijo, Daniil Andréyev, quien andando el tiempo sería autor de la controvertida y mística novela “Roza Mira”, donde el autor trata de realizar un sincretismo entre las grandes religiones del mundo, como son el hinduismo, el budismo, el cristianismo, el judaísmo y el zoroastrismo.  
Las primeras publicaciones literarias de Leónidas apenas si eran conocidas por el gran público, pues Andréyev se dedicaba a escribir en periódicos locales como articulista, y aprovechaba los mismos para publicar sus relatos y sus cuentos. Su conocimiento por el gran público fue merced a Máximo Gorki, quien lo descubriría y le daría publicidad.
Sus  primeras obras fueron éxitos de ventas, (“Risa roja”, “Judas Iscariote”, “Anatema”, “El diario de Satanás”, etc) y muy pronto se vio entre los grandes escritores de la Rusia pre-revolucionara. Con el existo literario también vinieron sus excentricidades, que casi le otorgan mayor popularidad que sus novelas.
Con el paso de los años, Andréyev se vuelve crítico con la deriva política de su Rusia natal, y es que los movimientos bolcheviques le suponen un gran trauma personal y existencial. Debido a ello, decide exiliarse a la vecina Finlandia, y desde allí, amén de seguir escribiendo, se dedicará a una profusa labor de publicidad y denuncia de los excesos de los bolcheviques. Es esa pena, -la de los crímenes cometidos en su país, así como su destierro voluntario- junto con otras dolencias,  hacen que termine su vida prematuramente cuando se encontraba en plena madurez literaria.
Su estilo ha sido considerado como expresionista, más la obra que traemos hoy a esta bitácora, enlaza perfectamente con las narraciones fantásticas del mejor Allan Poe o de las insuperables “Leyendas” del español Béquer.
 
"Portada del libro de la Colección Austral de Espasa Calpe"
 
Leónidas, atrapa al lector con la descripción de sus ambientes, donde se recrea en la visión de los paisajes nevados y la presencia de personajes atormentados. La aparición de fantasmas o espectros, anunciadores de presagios o de tragedias futuras, nos llevan a imaginar que nos encontramos con los viejos “fantasmas shakesperianos”, más éstos no hablan, sino que ante su muda presencia, el protagonista se desespera y los sigue en pos de respuestas. Esas  son las cautivadoras páginas del primer relato de esta obra de Espasa Calpe, titulada, “El Misterio” cuyo desenlace no desvelamos para mejor incitar a su lectura.
Le sigue otro relato mas breve, titulado “La Marsellesa”, el cual es un alegato en el que Andréyev trata de alertarnos de la terrible suerte que corren los que son diferentes, aquellos que no son, en principio, aceptados por el grupo mayoritario. La frescura de este relato denota así mismo la juventud en la que fue escrita, pues como hilo conductor está el desprecio humano ante los aparentemente débiles. La alienación que el grupo mayoritario somete al diferente, al pequeño, al menesteroso, y como al final, éste, en sus últimos momentos vitales, es capaz de dar una lección ejemplarizante al grupo.
El relato “El sueño” nos lleva a la agobiante sensación del no saber si lo vivido es un sueño o es realidad. El autor nos mezcla y nos relata una situación tensa, donde lo trivial da lugar a la sofocación. Donde se mezcla el no saber si se está en un sitio soñando que se está en otro, o precisamente soñamos con estar en otro sitio por evadirnos de donde estamos.     
En el relato “Sobremortal” nos encontramos con un joven aviador que, cual Ícaro, trata de huir de las ataduras terrenales en una ascensión sin límite hacia el infinito espacio, hacia el radiante Sol. Abajo, en la tierra, quedan los espectadores que observan el vuelo del aparato, las cosas mundanas, las ataduras humanas.
El relato, que recuerda en cierta manera al personaje, y aviador también, que el escritor estadounidense Richard Bach retrató en su conocidísima obra “Ilusiones”, donde además de tener pasión por volar (Richard Bach era piloto) el personaje buscaba “ser feliz” tal y como se lo habían mandado. En el relato de Andréyev, es esa felicidad la que se tornará en tragedia, en final inexorable para el protagonista, al mismo tiempo que se nos transmite un mensaje contundente, pues si para conseguir la felicidad, es necesaria la inmolación, Leónidas no duda en optar por ella. Vivir a medias no es vivir, y la vida hay que vivirla plenamente al coste que sea.
Otros relatos que también compone esta obra de Austral son: “Lázaro”, “Bargamot y Garaska”, “El amor al prójimo”, “Ante el tribunal”, “Un extranjero” y “El capitán Kablukov”, completándose así una obra deliciosa, que se lee con facilidad y que proporciona un inusitado placer para los amantes de los relatos cortos y llenos de misterio.
Luis Gómez 
AUTOR: Leónidas Andréyev
EDITORIAL: Espasa Calpe – Colección Austral Nº 1226
AÑO: 1954
PÁGINAS: 162

domingo, 21 de julio de 2013

LA HABANA MUERTA

 

 
 
Por Francisco Escobar
 
La Habana Vieja es una isla urbana, acorralada y sucia. La memoria apuntalada de una antigua y reconocida metrópolis de casi medio milenio que ha sido abandonada por la desidia. 

La maqueta podrida de una ciudad gloriosa de los Siglos XVII y XVIII: la urbe que hizo palidecer a las grandes ciudades americanas del Seiscientos, el puerto escala obligatorio de las Flotas del Nuevo Mundo, la LLave del Golfo de Méjico, el astillero y apostadero de la Flota de Barlovento, el principal destino turístico del Setecientos, la capital del cuero, el tabaco y el azúcar, la sede de la Real Compañía de Comercio y el sexto ferrocarril del mundo.
 
Hoy las misteriosas mansiones del azúcar y del tabaco son solares abandonados o se han convertido en instituciones culturales ficticias que el castrismo usa como trampas para atrapar dólares publicos -de la UNESCO o la Junta de Andalucia, por ejemplo- y privados de sus tontos útiles.
No obstante y a pesar de la rapiña las tuberías se reventaron, las paredes se enfermaron y las rejas se vencieron. La pintura de sus fachadas desaparecio y solo han podido sustituirla con una triste mascarilla de cal barata.

El negocio de la restauracion de la Habana Vieja siempre ha remitido a cosa turbia, a fraude pestilente. La inocua gestión del conocido bufón cultural de los Castro ha dejado al desnudo que Habanaguex es una vulgar patente de corso.

El prolongado proceso de erosión ha convertido a los edificios pintorescos de las postales en genuinos monumentos cariados.
La prolongada permanencia de los Castro en el poder y su inexorable vocación de Erostratos han condenado la Habana Vieja a la muerte por deterioro y falsificación.

Hasta la arquitectura y la urbanización, las más firmes y persistentes manifestaciones de la cultura material pueden ser abatidas y hasta destruidas no por el fuego sino por la abulia, el mal gusto y el canibalismo revolucionario.

LIBERALISMO NO ES LIBERTAD (II)

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"Son ya muchos los que imitando a Lucifer, del cual es aquella criminal expresión: 'no serviré', entienden por libertad lo que es una pura y absurda licencia. Tales son los partidarios de ese sistema tan extendido y poderoso, y que tomando el nombre de la misma libertad, se llaman a sí mismos liberales"

Papa León XIII

LIBERALISMO NO ES LIBERTAD

sábado, 20 de julio de 2013

"LA AFIRMACIÓN ESPAÑOLA" DE JOSE MARÍA SALAVERRÍA (1ª parte)


Don José María Salaverría (1873-1940)


EL "SÍ" A ESPAÑA CONTRA EL NIHILISMO DE LA GENERACIÓN DEL 98

Por Manuel Fernández Espinosa
José María Salaverría (1873-1940) fue un prolífico periodista, crítico, novelista y ensayista que muy temprano fue injustamente olvidado tras su muerte. En vida fue un escritor que cosechó éxito y que tuvo muchos lectores que lo seguían en los diversos periódicos para los que escribía. Sin embargo, la popularidad de que gozaba entre el público lector contrastaba con el petulante desdén con que le trataba la mayoría de intelectuales de la época. Quizá el injusto desprecio con que trataron a Salaverría puede explicar que, a la hora de catalogarlo en alguna generación o grupo intelectual, haya desacuerdo: unos colocan a nuestro autor en el regeneracionismo, otros lo incluyen en una populosa G98 (Generación del 98) donde hay figuras estelares y, después vienen los pobres diablos que no merecen ni una línea en los libros de texto de Lengua y Literatura españolas: habría que revisar todos los criterios con los que se decide quién pasa a la posteridad. Es lo cierto que José María Salaverría es difícil de clasificar: “A mi entender, -escribía Federico Carlos Sáinz de Robles- José María Salaverría debe ser considerado como un escritor peculiarísimo, fuera de promoción y de tendencia. Un pensador que procede de sí mismo y que a sí mismo se sucede”.

Pío Baroja, en sus “Memorias”, comentó que Salaverría “ejerció de nietzscheano” hacía 1905-1906, como si fuese una postura teatral, pero el nietzscheísmo de Salaverría era algo más que una moda pasajera. Salaverría se sirvió del nietzscheísmo para ensayar estratagemas que solucionaran el problema que para él fue la suprema tarea intelectual, a la que sirvió con fidelidad religiosa y militante: España. Y así vamos a tener ocasión de comprobarlo en este análisis de un ensayo breve de Salaverría que a nuestro juicio no ha perdido vigencia, pese a ser escrito casi cien años hace y que muestra las dotes literarias y la clarividencia de este patriota, de este vasco a quien se le ha pagado los servicios que con su inteligencia rindió a España con el desprecio y el olvido.

SILUETA BIOGRÁFICA DE JOSÉ MARÍA SALAVERRÍA

José María Salaverría Ipenza nació el 8 de mayo de 1873 en Vinaroz (Castellón) y falleció en San Sebastián el 28 de marzo de 1940. Como sus apellidos indican, sus padres eran vascos y partidarios del carlismo. El padre había ido a Vinaroz para emplearse como encargado del faro. La familia regresa a Guipúzcoa cuando José María contaba cuatro años y se instala en San Sebastián. José María estudió primaria en las escuelas públicas de la donostiarra calle Peñaflorida, pero no hizo ninguna carrera universitaria, pues su familia era modesta y el niño ayudaba a su padre, atendiendo la torre del faro que le estaba encomendado. Sin embargo, José María Salaverría leía cuanto caía en sus manos, sirviéndose de la biblioteca municipal y alimentaba su cultura de modo autodidacto. Tenía 15 años cuando empezó a colaborar en periódicos donostiarras, viajó por Europa y América y trabajó como periodista en varios periódicos como La Nación de Buenos Aires y ABC en España.

Salaverría fue un escritor prolífico, pero todos los géneros que cultivó tenían un fin que para él era supremo: España. Su literatura fue entendida por él como servicio civil, pero militante y patriota, siempre con la voluntad firme de conservar la unidad de España y reanudar el imperialismo español. Por eso Salaverría renunció a todo decadentismo esteticista y su estilo literario es sobrio y claro, con voluntad didáctica, siempre con la intención de hacerse comprender, a veces implacable en la crítica de todo cuanto para él era signo de decadencia, el propósito de toda su obra fue formar patriotas, alentarlos y darles argumentos para no flaquear en el amor a España.

Sus posiciones políticas fueron en un principio republicanas, mantenía una correspondencia epistolar con Miguel de Unamuno (empezó a cartearse con Unamuno en 1904), sin embargo, Salaverría será destacado como corresponsal bélico en la Primera Guerra Mundial y el choque con esa brutal realidad marcará un punto de inflexión en su trayectoria. Salaverría vive la conflagración en los campos de batalla y en las ciudades de la retaguardia, donde la población civil presta su servicio laboral al esfuerzo de guerra en lo que no tenía precedente: la movilización total. Salaverría simpatiza con la causa de los imperios centrales y se convierte en un acérrimo germanófilo. Su germanofilia es compartida por Baroja y Benavente, pero el grueso de los figurones del 98 (Unamuno, Valle-Inclán, Antonio Machado…) ha cerrado filas con las potencias aliadas, incluso percibiendo honorarios por ello en algún caso, como el de Valle-Inclán.
 
Salaverría publica en el año 1917 el ensayo del que nos ocupamos: “La afirmación española”. Salaverría era un hombre austero, serio y hogareño y nunca se señaló por gustar de la bohemia del 98, aquel mundillo de perdonavidas, borrachos, putañeros y pedigüeños literarios que retratará al vivo el hermano de Pío Baroja, el pintor y cineasta Ricardo Baroja en su anecdotario que tituló “Gente del 98”. Esa ausencia de Salaverría en los cafés, en las tertulias, en los garitos donde despotricaban nuestros intelectuales también fue motivo para que sus contemporáneos del 98 lo marginaran. Salaverría era un extraño, no era como ellos: histriónicos, pagados de sí mismos, estrambóticos a veces, siempre egotistas, teatreros y siempre dispuestos a cambiar de filas políticas, para allegar dineros, prestigio e influencia.
 
 
La Generación del 98 asumía en su discurso una resignación fatalista frente a una España miserable: que tenía que dejar de ser España, para poder mejorar.

 
 
“LA AFIRMACIÓN ESPAÑOLA”

“La afirmación española” (1917) fue la declaración de guerra salaverriana al sanedrín del 98 y la multitud de sus secuaces. La obra tiene un subtítulo que reza: “Estudios sobre el pesimismo español y los nuevos tiempos” y se divide en dieciocho capítulo breves, encabezados por estos títulos: Introducción. La afirmación como deber; El tono negativo; El tono despectivo; España, frente a Europa; La generación del 98; La España negra; La superstición de Europa; La negación sistemática; Hacia otras ideas; Los negadores. Intelectuales, separatistas y republicanos; Justificación del optimismo; De la relatividad; El tono moral; España y América; La voluntad afirmativa; Gimnasia contra los lugares comunes; Fuenterrabía; El oro, la dinámica y la hora más propicia.

La “afirmación española” se presenta como un estudio a posteriori de lo que ha sido una campaña literaria, diseñada y realizada por Salaverría y que, según reconoce el autor, no ha encontrado en la intelectualidad morbosa, casi toda ella identificada con los hombres del 98, la adhesión que cabía esperar en virtud del sedicente patriotismo de que aquellos alardeaban. Salaverría reconoce haber encontrado en el público lector un seguimiento, pero la intelectualidad ha abdicado del deber patriota de cerrar filas para trabajar por la grandeza de España. Los culpables son esos espíritus del 98, atrincherados en sus egoísmos, en su “sonsonete”, siempre atento a hallar señales de decadencia para reafirmar el pesimismo en España, pese a los signos que se manifiestan en la realidad española. Y es que, mientras Europa se despedaza en los campos de batalla, España goza de paz y prospera económicamente. La jeremiada del 98 está durando demasiado a juicio de Salaverría.

El optimismo en que se envuelve “La afirmación española” no es el optimismo del ingenuo, sino que, en palabras de Salaverría, es un “optimismo de lo trágico” (aquí rezuma el vitalismo trágico de Nietzsche). Salaverría es de la opinión de que la visión negativa y despectiva de España, siempre pronta a enfatizar los rasgos peyorativos de la nación, ha sido la tónica dominante, que emana de los textos del 98: teatro, poesía, novelas, ensayos de los autores del 98 han redundado en una serie de lugares comunes que insisten en la presunta decadencia española que quiere verse como irremediable, imposible de redimir. Salaverría piensa que este deplorable juicio que pesa sobre España es reflejo de la impotencia propia de esos intelectuales, los mismos que permanecen instalados en sus torres de marfil, mientras que desalientan a todos cuantos los leen, predicando el pesimismo paralizante y estéril que ignora las capacidades, aptitudes y virtudes de España.

“En todas partes está mal visto el negador de su Patria. En todas partes recibiría una pronta sanción pública la persona que desdeñase, disminuyese o hiciera chacota de su Patria. A este resultado debe llegarse en España. Hay que cambiar de tono” (El tono negativo).

Salaverría ha constatado que: “Europa nos mira siempre como a un sujeto peligroso, al que conviene vigilar y reprimir. No se nos perdona nada, y nada se les olvida. Mientras España sea dependiente y servil, ese espíritu europeo, flotante y espumoso, ese europeísmo un tanto arcaico, lleno de prejuicios liberalistas y bañado de elocuencias de club revolucionario, ese europeísmo, en tanto nos prestemos a la imitación y a la obediencia, nos otorgará su olímpico y protector desprecio”.
LA GENERACIÓN DEL 98 A LA PICOTA

El año 1898 fue crucial para España por la pérdida de nuestros últimos dominios de ultramar. Con motivo del desastre español, Salaverría evoca emocionado a su padre: “Ahora recuerdo yo la ira y la vergüenza de mi padre, en cuyo ser anciano y vehemente, parecía protestar la ola entera de los antepasados”.

Fue con ese telón de fondo desgarrado cuando emergió la Generación del 98 que, para Salaverría, se constituye en un elemento romántico, decadente y nihilista, saturada de ideas extranjeras: “había nacido [la Generación del 98] de una fecundación morbosa; se nutría de aquella corriente de ideas universales que detestaban la nación, el militarismo, el patriotismo; y así, llevando en su cuerpo la gangrena antipatriótica, los innovadores estaban condenados a deshacer en sus propias manos lo poco de nacionalidad y de patria que restaba en España”. La Generación del 98 “aparentaba un interés nacional y en realidad sólo sentía la soberbia ególatra del artista; que hablaba, finalmente, de España con palabras y actitudes y puntos de vista aprendidos en el extranjero”. Según nuestro autor: “[La Generación del 98] Nació de la violencia, usó como arma el ultraje, subió por mero golpe de Estado al gobierno de las ideas”.

El arte se contagiaría de ese “tono negativo y despectivo” que la Generación del 98 implantó como clave interpretativa de todas las dimensiones de la realidad española: “Faltó el músico que expresara ese estado de alma; pero vino, en cambio, el pintor representativo, dotado de verdadero genio. Los cuadros de Ignacio Zuloaga corroboran definitivamente la tendencia de la época; ellos graban, imprimen, sujetan para siempre, como en un cadalso, la imagen sombría y ruinosa de aquella España artificial”.

“Como los señoritos aldeanos que han estudiado en la corte pretenden instaurar en su aldea las costumbres, el boato y hasta los vicios de la capital, estos nerviosos europeizantes querían traer Europa a España de una vez, en pleno, por arte de magia. Entonces se hizo ostensible y se perfeccionó la idea de europeización, o más bien la superstición de Europa”.

CONTINUARÁ...

EL HOMBRE MODERNO

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Tumulo_pio_xii.jpg

 "El hombre moderno adopta gustoso posturas independientes y desenvueltas. Estas no son, la mayoría de las veces, sino una fachada detrás de la cual se esconden pobres seres, vacíos, inconsistentes, sin fuerza de espíritu para desenmascarar la mentira, sin fuerza en el alma para resistir la violencia de los que con habilidad saben poner en movimiento todos los resortes de la técnica moderna, todo el arte refinado de la persuasión para despojarlos de su libertad de pensamiento y hacerlos semejantes a las frágiles «cañas agitadas por el viento» (Mt 11,7)."

S.S. Pío XII

Discurso sobre la prensa católica y la opinión pública, 17 de febrero de 1950

SOBRE BIZANCIO



"Tras muchas dilaciones y una larga lucha contra la disolución material, el Imperio de Oriente, que ya llevaba muerto espiritualmente hacía tiempo, vino a ser finalmente suprimido del horizonte histórico, justo cuando se iniciaba el renacimiento de Occidente".

Vladimir Soloiev

LA LIBERTAD (II)




"La libertad no existe al comienzo sino al fin. Ella no está en la raíz, sino en las flores y los frutos".

Charles Maurras